viernes, 7 de marzo de 2008

Mentalidad agraria de la institución católica

De la mentalidad mítica o agraria de la institución católica

Cuarta parte

El papado

En el período agrario o de pertenencia los hombres comienzan, gracias al avance de la conciencia, con la comunicación verbal (la realmente humana). La emergencia de la pertenencia verbal y de la comunicación intersubjetiva (lenguaje) permitió la aparición de la polis, primer escenario de las relaciones auténticamente humanas, es el rasgo más distintivo de la nueva especie. El significado original de polis es la comunidad humana compartida basada en la comunicación libre, realizada por el lenguaje. La polis es una forma de unidad superior a las habidas anteriormente en la tierra, basada en el intercambio de símbolos transcendentes. Constituye el escenario característico del self de pertenencia.

La actividad de la polis se denomina praxis, que Aristóteles utilizaba para referirse a la conducta intencional, inteligente y ética ejercida en el seno de la polis. La praxis era una actividad significativa e interesada, asentada no en los deseos y necesidades subhumanos (alimento, sexo, emociones…) sino en el reconocimiento mutuo y en la comunicación espontánea. Praxis era para Aristóteles la vida humana que tiene que ver con la práctica y actividad social. Actividad que nos inserta de lleno en la comunidad humana de los símbolos, el discurso, la comunicación, los objetivos compartidos. Es en la polis en donde llegamos a convertirnos plenamente en humanos. Y todo gracias al lenguaje, que posibilita el intercambio de ideas. Así, la polis es el escenario de esta participación y su ejercicio es la praxis[1].

Con el paso a la conciencia de pertenencia el hombre ya no vivió sólo en la naturaleza, sino también en la historia, en la cultura, había dejado de ser naturaleza para devenir historia. En el mismo momento en que la humanidad comenzó a desarrollar la mente, entró en posesión de la historia, de la polis y la praxis.

Ciertamente mantener hoy en este aspecto la mentalidad agrícola no supone en modo alguno un impedimento a la evolución. El riesgo está en entender la historia y la cultura como el absoluto y la meta, algo que sucede, o ha sucedido, con ciertas corrientes de pensamiento, corrientes que de alguna manera han afectado a la institución. Sobre todo la visión historicista está tan impresa en las urdimbres de la llamada institucionalmente iglesia católica, que si la sacamos de la historia su existencia no tiene sentido. En cambio la comunidad de los que ponen sus pies en las huellas que dejó Jesús[2], no sus simples imitadores, transciende los tiempos y la historia, participa de la Vida trinitaria más allá de las apariencias temporal e histórica. Los seguidores de Jesús no son unos buscadores nostálgicos de las palabras de una Fuerza de antaño. El Maestro está en cada uno de ellos, allende el tiempo y el espacio, más allá de la historia (nuestras palabras son esencialmente limitadas, y el lenguaje no puede ni siquiera describir el Misterio). Cada miembro auténtico de la comunidad de Jesús es un testigo vivo y presente del Nazareno[3].

Mas todo esto no puede ser obstáculo para que el hombre viva en la historia y en la cultura, el cristiano no deja de ser un ser histórico. Jesús lo pide al Padre en su oración en la Cena con sus amigos antes de partir: “No te pido que los saques del mundo, sino que los preserves del mal[4]”. Pero, eso sí, con una perspectiva de fe que los transcienda, porque ellos están en el mundo, pero no son del mundo.

Como en todo movimiento ascendente de la conciencia universal existen también verdaderos peligros y la polis puede convertirse en algo opresivo. El entorno social puede coartar, oprimir, reprimir, y distorsionar el libre desarrollo ideal de cualquier sistema de intercambio. Y esta perturbación suele ser producida por los mismos líderes que deberían ser los custodios del intercambio. Si bien la polis-praxis es la expresión misma de un logro evolutivo superior, también constituye al mismo tiempo, el posible agente perturbador no sólo de su propio nivel, sino de todos los demás niveles.

Son muchas las razones, los métodos y estructuras de la opresión. De hecho en la época agraria de la historia las opresiones fueron múltiples. Desde la esclavitud hasta el poder Divino de los reyes. Pero todas estas desviaciones han sido superadas por la misma evolución que ha ido abriéndose a nuevos niveles, como el egoico-mental, en el que apareció la democracia, las votaciones, el reconocimiento de los derechos humanos, de la dignidad de la mujer como ser humano… Es cierto que este nuevo nivel ha traído así mismo nuevas patologías colectivas e individuales. Pero en la institución católica, en sus estructuras, no se ha dado el salto a un nivel superior, mas bien al contrario se mantienen las formas anquilosadas de una época de mentalidad mítico-agraria, sin llegar al nivel egoico-mental. Sólo habría que reparar en su estructura de monarquía absoluta y además infalible (y ello por voluntad de Dios), en la planificación de su doctrina y sus dogmas, en sus mandamientos, en la misma división entre iglesia discente e iglesia docente, en los privilegios de todo tipo de la clase clerical, en la actitud de negación de la presencia de la mujer para ejercer el ministerio de los sacramentos…

Con el fin de no perdernos en reflexiones dispersas concretaremos nuestro pensamiento en la monarquía.

Lo primera advertencia que hemos de anotar es que no es que la monarquía se parezca algo a la forma de gobierno político de la institución (católica), sino que es la misma forma de gobierno; y no cualquier monarquía, sino la llamada en la historia como “absoluta”. La institución católica es una monarquía absoluta, aún más absoluta que la de Felipe II en España, o el rey sol en Francia.

La monarquía constituye el epítome de la polis y a su vez, favorece la posible concentración de cualquier forma de opresión y explotación. Y además, la psicología de subordinación a la monarquía constituye el paradigma de la subordinación en general y consecuentemente también de la sumisión y de la opresión deliberada. Los primeros datos aparecidos hasta hoy sobre la monarquía son las tumbas de los reyes de Enyan, al norte del Mar de Galilea. (9.000 a.C.). La aparición de la misma es un fenómeno excepcional, el más excepcional hasta ese momento en el terreno político. Sus efectos duran hasta hoy. La monarquía, en sus orígenes, fue muchas cosas, una forma de gobierno, una organización y administración de la sociedad… pero sobre todo la acumulación de alimento, dinero…, en manos de una élite. Este fue el comienzo de la barbarie y de la opresión política.

Los primeros reyes fueron dioses. Realmente dioses dice Campbell. Desde luego se sometían al sacrificio ritual aquel que obligaba al consorte de la Gran Madre, de la Reina a morir para que la tierra siguiera siendo fecunda. Estaban entregados a la visión mítica del mundo. Pronto los dioses inmolados dieron paso a los estados dinástico-militares acaudillados por políticos tiranos, considerados como “reyes Divinos”. Así, al servicio de estos, entró en la historia la guerra, el verdadero inicio de la deshumanización.

En la institución también el rey es Dios o su vicario, ¡sería mucho llamarse Dios! cuando el mismo Jesús se llama autodenomina el Hijo del Hombre, u Hombre. Pero de hecho su poder no puede ser contestado por nadie en esta tierra, es superior a todos, incluso se le proclama infalible, propiedad exclusiva del Divino . Es cierto que no es consorte de ninguna mujer, de ninguna Diosa, aunque quizás la psicología evolutiva tendría algo que decir sobre el tema. El rechazo maniqueo de la mujer en la institución es algo muy digno de ser estudiado, pero, yo no estoy capacitado para ello, y una razón quizás muy importante es que soy varón. De todos modos el matrimonio y la fidelidad a la institución por encima de todo y sobre todo, más allá de la vejez y pese a la enfermedad y los achaques que afectan a estos señores papas, viejos y caducos, como ha sucedido con Juan Pablo II, nos está hablando de un matrimonio con la Gran Madre (santa madre iglesia), que le absorbe hasta el último aliento vital a su esposo, el papa. Hay mucho de matrimonio, fidelidad y sacrificio ritual en todo ello. Todo lo cual en modo alguno hay que interpretarlo necesariamente como algo negativo, o patológico[5].

Es interesante volver a repetir aquí lo dicho anteriormente. La monarquía constituye el epítome de la polis y a su vez, favorece la posible concentración de cualquier forma de opresión y explotación. Y además, la psicología de subordinación a la monarquía constituye el paradigma de la subordinación en general y consecuentemente también de la sumisión y de la opresión deliberada.

En la mentalidad agraria la monarquía era la concentración, el resumen de la polis. Algo así es lo que sucede hoy con el Vaticano y el papa en primer lugar, y en segundo con todos los funcionarios, o clérigos que tienen repartidos por el mundo. Nadie habla de iglesia si se trata de hablar de cristianos seglares, en cambio “un cura” sí es la iglesia. Pero el culmen sólo se da en el Vaticano y más aún en el papa, el llamado sumo pontífice, el más alto de todos los pontífices. Pero resulta que Jesús no quería en la comunidad de sus hermanos que destacara ni uno solo, es más no quería pontífices, en todo caso ancianos, sabios, profetas-servidores de la palabra, cuidadores, médicos, portadores del Espíritu… ¿No estamos viendo en todo este tinglado la presencia de una mentalidad mítica, agraria, similar, muy similar a la estructura teocrática que tenía la sociedad judaica del tiempo de Jesús, y a la que éste combatió con todas sus fuerzas, y por la que fue condenado?

Pero, sigamos con los otros aspectos patológicos que la monarquía fue introduciendo en las forma sociales de hace más de 3.000 años. Hemos dicho que la monarquía favorece la posible concentración de cualquier forma de opresión y explotación. Y que la psicología de subordinación a la misma constituye el paradigma de la subordinación en general y consecuentemente también de la sumisión y de la opresión deliberada. La opresión que el absolutismo del papado, y en general de la llamada iglesia docente, ejerce sobre toda conciencia sumisa a sus principios y doctrinas es paradigmática. Y además como se hace en nombre de la Verdad y de Dios, hace que ni tan sólo acepte cualquier actitud de los subordinados que no sea sumisión incondicional, bajo el peligro de apartarse de la Verdad y del cielo futuro. Pero, lo triste, lo más triste es que la doctrina que proponen como Verdad absoluta, proclamada por Dios, no es más que una doctrina para la sumisión intelectual y unas normas para la vida de acción (dogma y moral), cuando lo que Jesús nos trajo en su vida fue una Experiencia Mística. La experiencia mística, la vida del Misterio, está totalmente olvidada por la institución que en su lugar nos propone (¿impone?) unos mandamientos a cumplir y unos dogmas a los que asentir. Por otra parte se ha apropiado de todos los símbolos de inmortalidad: poder sagrado, infalibilidad, función de enseñar, posesión de la verdad de Jesús, ministerio sagrado, sacramentos… y con ellos administra la conciencia y la vida de los (mal llamados) creyentes, o fieles. Existe un verdadero abuso de poder sobre el pensamiento de muchos teólogos, sobre la vida espiritual de muchos místicos actuales, sobre las actitudes morales de muchas personas[6]… Y también se somete a los cristianos, y no se sirve a Dios[7] con esa concentración de dinero y de bienes materiales que envuelve a toda manifestación clerical, baste pensar en los tesoros vaticanos, en la vida pomposa de cuanto lo rodea, de los cardenales, obispos, de tesoros de las catedrales…de las vestiduras y utensilios de los que ofician el culto, la existencia de muchísimos templos, verdaderos ejemplos de maravilla artística y de riqueza material (patrimonio no de una institución, sino de la humanidad)… La institución es humana y de mentalidad mítica, y ese afán de sus miembros por llamarla divina, no es sino otra forma de opresión sobre las conciencias infantiles de sus “fieles”. Jesús no fundó ninguna institución que siguiera sus pasos en la tierra, como defienden todos los teólogos que no son ideólogos del sistema.

Hoy a comienzos del siglo XXI la institución sigue con las mismas actitudes de concentración de poder y opresión, aunque de forma menos burda que en la época medieval, cuando la inquisición hacía y deshacía a placer entre los humanos. En todas estas acciones estamos viendo muy claramente la mente agraria que a lo largo de los siglos ha dominado la institución, y sigue haciéndolo actualmente pero con la cara un tanto lavada.

Vemos que, al aparecer la nueva conciencia, la mentalidad mítico-agraria, los primeros excedentes de producción eran entregados a los reyes Divinos en los templos. Estos se convirtieron en bancos (función exotérica) y los sacerdotes en banqueros. El baquero es un sacerdote sustituto, porque no (trabaja con) manipula la inmortalidad misma, sino con los símbolos de la misma (el dinero que aparentemente da el poder, la permanencia en esta vida, la seguridad…). Y muchos de los que llamamos sacerdotes no son más que banqueros, porque no prometen la liberación atemporal, sino la conservación permanente, convirtiendo, quizás sin quererlo, o por ignorancia en muchos casos, hasta el mismo Misterio radical de nuestra fe cristiana que es la resurrección en un remedo del mismo: se interpreta el mismo como conservación permanente, no como transformación ascendente hacia la unión mística con lo Divino , que es lo que en lo más profundo somos.

En los imperios agrícolas, como el egipcio, se llegaron a controlar los mismos símbolos de inmortalidad de la comunidad (el dinero, el tiempo, la salud, el poder…). Los tiranos terminaron adueñándose del proyecto Atman[8] de todos y cada uno de los individuos. Es esta una constante de la historia de los hombres que se ha repetido constantemente, y que continúa de forma flagrante estando presente en la institución católica, adueñada por completo de “las llaves de la puerta del Cielo”[9]. Pero los caminos del Espíritu son infinitos.

Y para poder controlar la comunidad, y más aún la sociedad, la civis crea una doctrina y una moral, que hacen al “hombre bueno”, al hombre sumiso a la doctrina y a las normas sociales, hace a la “gente de orden”[10]. Así la iglesia institucional ha creado una doctrina y unas normas con el fin de que “sus fieles, los (mal llamados[11]) creyentes” sean “buenos cristianos”, fieles a la iglesia. Pero si quien dicta la doctrina y las normas no son fieles, ni buenos ciudadanos (el caso de los dictadores), la sumisión o la aceptación de las mismas no hará bueno a nadie.

La bondad parte del interior del hombre, del corazón humano y en modo alguno de la sumisión a las leyes, ni a las normas o ética de la comunidad. En este sentido es muy ilustrativo lo que afirma Dürckheim en un diálogo que mantiene con un Teólogo de la iglesia ortodoxa. Él distingue tres “yoes” (o tres niveles de la conciencia del yo) en la persona humana, que no son cumulativos, sino sucesivos. El primero es el “pequeño yo” que sólo se preocupa del poder, del prestigio, del saber…El segundo o “yo existencial” va mucho más allá. Es el yo que quiere dedicarse a una causa, a una obra, a una comunidad, a una persona… sabe superar muy bien el egocentrismo y por ahí es por donde hace su entrada el ser humano. El tercero es el “yo esencial” que es el núcleo con el que el hombre participa de la realidad sobrenatural del Espíritu Divino universal. El hombre en su núcleo esencial contiene su camino, su verdad y su vida. Esta frase de Jesús en el evangelio es válida para todo ser vivo, afirma Dürckheim, desde el hombre hasta la planta o el árbol. Todos en su núcleo esencial contienen su vida y su verdad, que se convierte en la ley de su porvenir. El camino que sigue una flor desde la semilla hasta el fruto es la realidad de la imagen interior puesta en funcionamiento. Y lo mismo el hombre. El camino tiene una serie de etapas predeterminadas que ya están incluidas en la semilla, cuya puesta en movimiento es la vida de cada ser viviente y su verdad. Cuando Cristo anuncia este principio no hace sino exponer una Ley universal. La toma de conciencia de este principio nos impulsa muy lejos en la profundidad del conocimiento que tenemos de nosotros mismos. Conocimiento que desemboca finalmente en la experiencia de un Absoluto, en el que descubrimos los cristianos la cara de Cristo, como Centro interior del hombre. Sin esta experiencia de Cristo se cae en el mito o se repite lo que se ha aprendido en los libros y de lo alto de los púlpitos. No se tiene de ello un conocimiento experimental, vivido. Es el drama de la creencia que es de orden intelectual y por consiguiente no transforma a la persona. En todo caso permite hacerse un hombre bueno en el sentido de la ética, o de los fariseos. Y Cristo no viene a darnos una ley, no es un legislador. El viene a transformar a la persona, viene para que descubramos nuestra propia profundidad. Es sorprendente para la mayoría de los cristianos ver a Cristo decir a un joven que quería unirse a él después de enterrar a su padre: “¡Deja que los muertos entierren a los muertos!” Cristo exige de este hombre un comportamiento absolutamente imposible en la tradición judía, según la cual enterrar a los muertos era un deber sacrosanto. Para seguir a Cristo el joven tenía que traicionar a la comunidad. Cristo destruye el orden establecido, cuando afirma que ha venido a traer la espada y a separar al hombre de su padre…[12] posiblemente la mayor parte de la teología, instalada en la conciencia relativa de la comunidad, no ha sabido nunca qué hacer con estos textos. Para la conciencia relativa, la que atiende a las normas sociales por encima de todo, esto que dice Cristo es inhumano e imposible, pero no así ‘para la conciencia absoluta, aquella que brota del yo esencial, del núcleo de la persona, de su encuentro con el Absoluto. Esta conciencia absoluta es un brote de la fuerza creadora, transcendente, que hay en nosotros, “su reino no es de este mundo”. Y la institución vive instalada en la conciencia relativa, cuando no en la comodidad y el lujo, y así se encuentra incapacitada para oír la voz interior, la voz de Cristo, de Jesús resucitado que llama a cada uno a un camino de riesgo y de movimiento continuo[13]. Lo cual no es óbice para que exista una comunidad de los que siguen a Jesús, un verdadero Pueblo de Dios, pero es necesario ser conscientes de que lo que informa la vida de este Pueblo no es la Ley, sino el Amor, que es el que siempre está abierto a la conciencia absoluta, y en los momentos oportunos y determinados habla a través de la misma, nunca a través de la conciencia relativa, que sólo sirve a ley de la comunidad[14]. Por supuesto que todo esto está muy por encima de una mente mítica, como la que mantiene en muchas formas la institución y los ideólogos que la apoyan y defienden.

Mas ¿Por qué la gente en general, y más la mal llamada creyente, quiere, necesita y desea someterse a figuras casi divinas[15] sin importarle si realmente lo son, o no? El hecho es que los hombres y mujeres buscan conscientemente ser sujetos, e inconscientemente la sujeción. Para tener lo primero toleran lo segundo y esto sucede tanto en el mundo de la sociedad civil, como entre los “fieles católicos”. ¿Por qué la gente quiere tener una figura divina visible? En la profundidad del psiquismo el esclavo es alguien que idolatra las cadenas. Esto supone que ninguna revolución marxista puede aliviar el problema, pues no se trata de hacer una revolución sino de elevar el nivel de conciencia promedio de la humanidad. Se han dado muchas respuestas a la naturaleza de esta necesidad: la figura divina existe para recibir las ofrendas y los dones a través del sacrificio sustitutorio; para garantizar el liderazgo; para asegurar la prosperidad y cohesionar a la comunidad. Es el receptáculo de las proyecciones del inconsciente individual, lo cual implicaría una transferencia a la figura divina de una necesidad insatisfecha de amor parental. Para las masas infantiles el papa, el obispo, el rector de la parroquia, y en otra dimensión el rey siguen cumpliendo este objetivo. Desde otro punto de vista, hace miles de años, al comienzo de la edad agraria el rey fue el primer self egoico, el primer portador de la conciencia egoica, de la conciencia individual. Todas estas razones que se exponen por los entendidos en la materia, no son mutuamente excluyentes.

Hoy el nivel de conciencia promedio de la humanidad ha alcanzado un grado superior al mítico, el self egoico-mental hace ya siglos que apareció entre los humanos y gran parte de ellos han alcanzado ese nivel. Por eso, en una gran medida todas las actuaciones doctrinales y morales del papado, como las encíclicas, canonizaciones…, que están realizadas con la mentalidad y los valores agrarios, con los valores de la conciencia mítico-pertenencia, en modo alguno son tenido en cuenta por esta parte de los hombres, cada vez tienen menos valor, salvo para los millones incondicionales (no la mayoría de la humanidad) de mente infantil que siguen agarrados a una actitud de creencia, y se niegan interiormente a progresar en los niveles de conciencia. Les va mucho en ello, piensan, perderían su seguridad, su falsa seguridad en la figura mítica del papa… Es esta la elucubración de una mente agrícola, necesitan la sumisión para sentirse sujetos, la autonomía es para un nivel superior de conciencia.

Además casi desde el mismo comienzo, la praxis social se vio contaminada, infectada por el poder diabólico. Y lo mismo ha sucedido en la sociedad eclesiástica, en la mal llamada sociedad perfecta, o iglesia católica, y no sólo por la maldad intencional de muchos de sus jerarcas, sino también en la pasividad culpable de las masas esclavizadas, que necesitan como infantes unos padres que dirijan sus pasos, sin plantearse si son pasos hacia el desarrollo personal, si son los verdaderos pasos de Jesús, o son otros los intereses que los dirigen. Hay mucha negligencia responsable en la mentalidad mítica.

No quiero terminar este Tema sin aclarar que no siempre el mito tiene el mismo significado, eso depende de que se interprete en sentido lineal y literal o se haga con sentido alegórico. Reproduzco un texto muy claro a este respecto:”Un mito es una historia que la mayor parte de sus (en el propio mito) creyentes interpreta de manera literal y concreta. Cuando el mito se utiliza conscientemente de un modo alegórico, simbólico, interpretativo pone en marcha las facultades cognitivas más elevadas, desde la razón a la visión-lógica, que permiten acceder a vislumbres de dimensiones transpersonales…” En este sentido el mito es tomado en su dimensión esotérica, dimensión en la que expresa mucho más de lo que puede expresar el lenguaje racional, histórico, deductivo. El mito en esta acepción es el que sirve de fundamento a la expresión de la experiencia mística, que en modo alguno puede ser contenido en el lenguaje discursivo de la mente racional. Pese a todo lo que se ha pensado y dicho en los últimos siglos, a partir de Descartes, el pienso, luego existo no es un principio concluyente, a parte de otros defectos importantes que puede tener, y de hecho tiene, el principio filosófico, tan “sumisamente” asumido en Occidente; el existir va mucho más allá del pensar, en el pensar no se resume todo cuanto es, no todo es pensable, como ya hemos dicho, y por eso necesitamos del mythos como fuente de inteligibilidad en nuestro mundo.



[1] Hoy, por desgracia, esta palabra “praxis” ha caído en un mal uso. Se toma como sinónimo de práctica en muchos casos, como algo opuesto a teoría, cuando en el pensamiento, mejor, en la cultura griega no se daba esa oposición entre teoría y práctica, pues eran simplemente las dos caras de la misma moneda, formaban un todo indisoluble, algo que hoy no se ve, ni se piensa. Incluso se afirma que entre el pensar y el hacer hay mucho trecho. De hecho, si hay trecho, el pensar no es pensar, o el hacer no es praxis. Y en otro sentido la palabra praxis es prácticamente sinónimo de techne, de tecnología, que no es la aplicación de la mente a la vida humana, a la vida de relaciones intersubjetivas, sino a la vida subhumana de la materia, de los objetos que se han de manipular para el servicio del hombre. Dice Haberlas: “la verdadera catástrofe de los tiempos modernos consiste en la reducción de la praxis a la techne.”

[2] Ver El evangelio de María Magdalena. O.c. 1ª Edición. Página 74

[3] Llamo Nazareno a Jesús siguiendo la tradición de muchos siglos. Los gnósticos y los esenios no están de acuerdo con este término. Sería mejor llamarle Nazarita, según sus conocimientos.

[4] Jn, 17,15.

[5] Creo personalmente que ha habido mucho de heroicidad, aunque no sólo, en la actitud de Juan Pablo II.

[6] La iglesia se ha convertido en una organización de la que sus teólogos han evacuado toda la mística, y a los que abren caminos nuevos se les condena. Hay que tener presente que Eckhart está condenado como hereje…, Juan de la Cruz encerrado en prisión, Juana de Arco quemada viva… Louis Cognet, profesor del Instituto Católico de París decía un día que podría escribirse el más apasionante de los libros sólo con las miserias infligidas por las autoridades eclesiásticas de todo tipo a los espirituales y a los místicos. El camino, la verdad…o.c.

[7] Mt 6,25. Lc 6,13, y pares.

[8] El proyecto Atman es una creación intelectual de Ken Wilber que interpreta la parte de la Realidad: “Si bien los seres humanos proceden originalmente de las amebas y deben llegar finalmente a Dios, se hallan entretanto bajo el influjo de esa morada provisional que conocemos con el nombre de proyecto Atman. El objetivo final de la transcendencia es Atman, la Conciencia de Unidad esencial en sólo Dios. Todos los impulsos (que tenemos y percibimos en esta morada provisional) sirven al Impulso (primordial). Pero todos estos impulsos que tenemos en esta morada provisional yerran su objetivo, y en lugar de proyectarse sobre Atman, sobre Dios, se proyectan sobre sustitutos: dinero, bienestar material, inmortalidad (en lugar de eternidad), conocimientos, posesiones… Así mientras estemos bajo el dominio del proyecto Atman, no hemos llegado a Atman.

[9] Los teólogos (del sistema) y le estructura vaticana, para defender el primado de Pedro (o sea el papado) se han apoyado a través de los siglos en un texto el evangelio de Mateo: 16, 17-19, en el que Jesús le dice a Pedro que le dará las llaves del Reino de los cielos… pero interesa saber que el mismo evangelio: 18, 17-20 dice lo mismo pero aplicado a la comunidad, no sólo a Pedro. ¿Por qué durante siglos sólo se ha hablado del Tema 16 y no del 18? Se alude también al Tema 21 del evangelio de Juan. Hoy se sabe que es un añadido posterior al propio evangelio, posiblemente para explicar la preponderancia que estaba tomando Pedro entre sus compañeros ante las comunidades. En todo el evangelio no hay la más mínima alusión a que Jesús encargara a Pedro una primacía. A la Institución naciente le interesó integrar este Tema en el evangelio canónico. Pero como mínimo hay que decir que el mandato que Pedro recibe en este texto del resucitado ni es exclusivo, ni de primacía, sino que puede ser interpretado de otras formas.

La primacía del papado es un fenómeno histórico que en modo alguno podemos legitimar como venido de un mandato de Cristo.

[10] No afirmo con esto que no sea bueno aceptar las normas y conveniencias sociales, es bueno e incluso necesario, pero el hombre iniciado, el verdadero hombre de fe, en muchas ocasiones se ha de saltar esas normas, esos acuerdos socialmente implícitos, como le sucede a Jesús de Nazaret (mejor quizás el Nazarita) en multitud de ocasiones.

[11] Véase al respecto: Les icones del misteri. Raimon Panikkar. Ed. 62. Barcelona.

[12] Mt 10, 34… Lc 12, 51…

[13] O.c. páginas 45 y siguientes.

[14] Que puede coincidir con el Amor en ocasiones, pero no siempre, como queda claro en las citas evangélicas anteriores.

[15] El papa, el obispo, el sacerdote son considerados por los cristianos de la iglesia discente como portavoces de Jesucristo. En España mismo, allá por los años sesenta y antes se le llamaba al sacerdote: “Alter Christus”. Tal cual suena, en latín. Y la mentalidad institucional no se descargado de este lastre cultural, aunque a veces se haya lavado la cara.

No hay comentarios: