jueves, 31 de julio de 2008

Del dualismo en la política

El dualismo (y lo no-dual) en la política
(Conservadores, progresistas y místicos)

El estudio del genoma humano ha atraído toda la atención de los medios científicos y los de información porque realmente es algo muy interesante en el conocimiento de la estructura biológica humana, pero, también porque vivimos en un mundo terriblemente chato, que ha eliminado de un plumazo todas las realidades del Universo que no sean perceptibles por los sentidos exteriores. Pero, junto al estudio del genoma, se ha hecho (y se sigue haciendo) una investigación que podría ser un correlato de la anterior, sobre la conciencia humana (en modo alguno me refiero a la conciencia moral-que tiene mucho de superego-, sino a la conciencia en general, que en el hombre se hace autoconciencia, y que es la manifestación del Espíritu en la biología por hacer una aproximación siempre inexacta).
Esta investigación de la conciencia consiste en llevar a cabo un “proceso de cartografiado intercultural de todos los estados, estructuras, memes, tipos, niveles, estadios y olas de la conciencia humana”1
Por lo que respecta a nuestra reflexión, de momento al menos, nos interesa seguir la teorías de las estructuras o memes, según la Spiral Dynamis. Y según ésta un meme es “un estadio básico del desarrollo que puede expresarse en cualquier actividad”. En definitiva, se trata de una visión estructurada del proceso de desarrollo de la conciencia humana que comienza en el estadio uno y termina en el diez, estadios que en vez de ser numerados se les identifica por colores. (Así lo decidieron los estudiosos Beck y Cowan, cuando participaban en los diálogos que contribuyeron a acabar con el appartheid).
No pensemos que estos memes son niveles rígidos de conciencia, más bien son como olas (término muy utilizado por los estudiosos del tema) fluidas, solapadas, interrelacionadas. Los memes son olas de la existencia y cada persona o grupo se halla fundamentalmente en una, pero, puede estar tocando también la anterior o la posterior. Por supuesto, cuando se estudian la líneas de desarrollo (la moral, la cognitiva, la espiritual, la de los valores, la de relaciones...) los niveles son muy distintos en cada una de ellas y en la misma persona.
Graves denomina a los seis primeros niveles “pensamiento de primer grado”, superados éstos, sucede una transformación en la conciencia y emergen los niveles del “pensamiento de segundo grado”. Emergencia que supone que el hombre toma conciencia de su desarrollo no sólo horizontal, sino también vertical, desarrollos que tienen mucho que ver con lo religioso y lo político. El desarrollo horizontal supone una acomodación dentro del nivel de conciencia en el que uno se encuentre, por ejemplo, cambiamos los muebles de lugar en nuestra casa. Adaptamos nuevos conceptos más acordes con las ideas actuales sobre la inmortalidad del alma. El desarrollo vertical supone la emergencia de un nuevo nivel de conciencia, dentro del cual integramos y transcendemos el anterior, por ejemplo, subir los muebles al piso de arriba. Pasar del estado mítico al racional...

Los niveles de primer grado son los siguientes:
1.Beige. Arcaico-instintivo. Nivel de la supervivencia básica (alimento, sexo, agua, calor, seguridad...). Apenas existe un yo diferenciado. Estos humanos se agrupaban en hordas.
2.Púrpura o magenta. Mágico-animístico. Pensamiento animista. Polarización entre el bien y el mal. Los espíritus están por todas partes y hay que satisfacerlos. Hechizos. Tribus étnicas. (Aún hoy día se dan estos tipos de humanos, y no muy lejos).
3.Rojo. Dioses del poder. Emergencia del héroe, ajeno a la tribu, poderoso, egocéntrico... es el surgimiento del ego. El mundo está lleno de espíritus míticos, dragones, ... muy poderosos. Fundamento de los imperios feudales (basados en el poder y la gloria). El mundo se divide en dominantes (señores que protegen) y dominados (los siervos de la gleba). Se hallan hoy en multitud de formas sociales.
4.Azul. Orden mítico. La vida tiene un sentido que no lo impone ni la magia, ni los héroes, sino un Otro que es todopoderoso. Este orden se sostiene en un código de conducta de principios absolutistas y fijos acerca de lo que está bien y de lo que está mal. Aceptar el código tiene su recompensa, violarlo su castigo. A menudo asume un aspecto religioso. Fundamento del pensamiento único, de las naciones, de las jerarquías sociales rígidas, del sentido de culpa, del fundamentalismo... se halla presente hoy en muchísimas estructuras y en muchísimas mentes. La Spiral Dynamis calcula que en el 40% de la población del mundo. Empezó en el Neolítico.
5.Naranja. Pensamiento racional y científico. En este nivel el yo toma conciencia de su individualidad, se libera de la mentalidad de rebaño, que tanto abundaba en el Medievo, y busca la verdad y el significado del a vida por su propia cuenta. No necesita de dogmas impuestos que aglutinen al rebaño2. El Mundo se presenta como una máquina que obedece sus propias leyes naturales y muy orientada hacia el beneficio material. Es el pensamiento de la Ilustración en general, pero también de la Bolsa, del mundo de la Empresa, de la Publicidad... Este pensamiento racional y científico se autoerigió en único en el mundo de Occidente y eliminó de un plumazo cualquier otra visión, sin pensar que todas ellas fueron las escaleras que ayudaron a los hombres a elevarse hasta ella. Y que todas contenían dentro un núcleo permanente de verdad. El 30% de la población está en muchos momentos en esta línea de conciencia.
6.Verde, también llamado del yo sensible. Este meme está centrado en la relación entre los hombres, en la llamada red de la vida y en la ecología. Sustituye la fría razón y los intereses materiales e individualistas por la atención a los demás y a la ecología, a la madre Tierra, Gaia. Es enemigo de toda jerarquía, pues piensa que ésta sólo puede ser fruto del abuso y del poder como paradigma del mal. “Presta atención a la espiritualidad, la armonía y el enriquecimiento del potencial humano. Fuertemente antijerárquico, igualitario, centrado en valores plurales...”3
Este pensamiento está presente en la ecología profunda, la teología de la liberación, el postmodernismo, la psicología humanista, los derechos humanos... y representa el 10% de la población.
Con la actualización del meme verde se da el salto hacia el pensamiento de segundo grado, al que hemos hecho referencia. Según Clare Graves se trata de un avance transcendental.
No podemos olvidar que estos niveles y todos no son propiamente niveles estáticos, sino como olas de conciencia en las que unas se solapan con las otras, aunque predomine una cresta, un pensamiento, una visión-creación de la Realidad. Y una ola engloba siempre la anterior, el meme verde engloba todos los anteriores, a la vez que los transciende y por tanto el mundo percibido y co-creado en este meme contiene a los anteriores, pero, a la vez, añade un plus que los anteriores no tenían. Así una célula transciende y engloba las moléculas, no las niega, sino que añade un plus que en la molécula no existe.
Además cada ola puede verse reactivada en respuesta a las circunstancias que se le presenten, ante un peligro puede ser activado el meme rojo, o el azul aunque la persona en concreto esté ya en el verde. Lo que no puede hacer cualquier meme del pensamiento de primer grado es darse cuenta de la existencia de los otros memes. Y así cada uno de ello piensa que su visión-co-creación del Mundo es única, exclusiva y la única válida.
El pensamiento de segundo grado apenas afecta al 2% de la población, es, por tanto, raro y es una auténtica vanguardia de la evolución colectiva del hombre. Esto afirman todos los estudiosos del tema con Beck y Cowan al frente. Sólo apuntaremos que en él también hay niveles, según han podido deducir estudiando a las personas que han llegado a esos niveles (los místicos), pero no sólo estudiando a otros, sino que algunos de esos estudiosos son verdaderos místicos que han seguido los pasos de otros místicos, han analizado sus propias experiencias y las han cotejado con las de los otros estudiosos-místicos para llegar a conclusiones comunes, como ha sucedido con buena parte de los integrantes del Integral Institute4.
Sobre estos niveles vamos a aportar algunos datos muy someros.
Por encima del meme verde colocan algunos que estudian la evolución de la conciencia el color turquesa, pero otros hablan de un color intermedio, el amarillo, o el esmeralda, pero a lo que se refiere a nuestro tema esto carece de importancia, así que los omitimos.

1.Turquesa, nivel en el que según Aurobindo se alcanza la mente superior o iluminada, la mente planetaria, una visión lógica intuitiva (no razonada)... y el espíritu es percibido (y se hace) holoarquía planetaria.
2. Añil. Mente global, iluminada (2º grado), espíritu como luz y amor infinitos.
3.Violeta. Metamente, claridad de la sobremente que engloba a todos los seres sensibles. Espíritu como interioridad radical y holoarquía infinita.

En el pensamiento de segundo grado, y sobre todo en los niveles añil y violeta la visión dual de la Realidad que tenemos en nuestra mente racional desaparece, las fronteras desaparecen, los enemigos desaparecen y por ello mismo las guerras desaparecen, y todo porque desaparece el otro, desaparece la dualidad. En el pensamiento de segundo grado caemos en la cuenta de que la Realidad no es dual, sino no-dual (que no es uno, pero tampoco dos). Hay un Sabio que afirma que la expresión de Jesús: “Ama a tu prójimo como a ti mismo” dice: “Ama a tu prójimo como a ti (tú) mismo que es”. Jesús vivió los niveles más altos de la mística y experimentó y creó la no-dualidad de cuanto es. En una moneda nosotros con nuestra mente racional que no llega más que a la mitad de su evolución, vemos una cara y una cruz, pero entre ellas no hay separación, ni frontera, hay una sola realidad: la moneda. Lo mismo podemos decir del varón y la mujer, del tú y yo en el nosotros...En estos niveles de mente global, el místico no encuentra ningún yo, sino un Yo-yo, como decía Ramana Maharsi, o un Espíritu intimior íntimo meo que decía Agustín de Hipona.
Y nosotros caemos en la cuenta de que estamos fabricando un mundo incompleto, fragmentado y dividido con nuestra percepción racional de dualidad, de bueno y malo, bello y feo, varón y mujer, luz y obscuridad... No hay fronteras que separen, sino que unen y donde vemos bueno y malo lo que hay es ser, donde cara y cruz, moneda, donde luz y obscuridad, desarrollo, donde varón y mujer, hombre en el más pleno sentido de la palabra . El agua y la arena no se separan en la playa, sino que se besan... Y así, haremos del Kosmos un verdadero Universo no-dual.

Este desarrollo, o evolución, de la conciencia se ha ido desarrollando desde el Big Bang, y los niveles se desarrollan a través de ingentes cantidades de tiempo, aunque en la última parte de la evolución el desarrollo se hace más rápido.
Cada nivel ha tenido sus formas propias de desarrollo social y político, formas que en cada etapa fueron válidas y verdaderas y a las que no podemos juzgar desde la altura de conciencia que tenemos hoy. Mas, cuando se está en un proceso entre dos niveles, surge el problema, los más avanzados ven claramente las exigencias de un nivel superior que exige unas estructuras socio-políticas nuevas y una nueva conciencia que las administre, mientras que los que aún no se han movido del nivel anterior se oponen a todo cambio, que ni ven ni entienden. Y sin embargo, la conciencia continúa avanzando con paciencia histórica.
No nos vamos a entretener en las formas más primitivas, que van desde las hordas a las tribus, de estas a las pequeñas ciudades y más tarde a los imperios (Asiria, Egipto, Macedonia, Persia, Roma). Y finalmente a las naciones y al mundo globalizado, que son las formas actuales que nos interesan sobre todo en esta reflexión.
En definitiva, todo hombre no busca sino una respuesta y una solución para su sufrimiento y su libertad nunca acabada de realizar. Y es a esto a lo que en buena medida los partidos políticos han de dar respuesta, aglutinando y orientando lo colectivo.
Lo que ha sucedido y sigue sucediendo es que nos hemos movido y nos seguimos moviendo, tanto partidos como sociedad, en un terreno muy resbaladizo, en el dualismo en el que está inmersa nuestra mente, nuestro cuerpo, todos nosotros, y el dualismo al construir fronteras, está creando el enemigo y con él la ansiedad y el sufrimiento, el miedo y la falta de liberta. Los partidos están inmersos hasta tal punto en este dualismo que se han dividido entre sí, con visiones del mundo opuestas, a veces contradictorias y se han constituido en izquierdas y derechas (términos un tanto obsoletos), en progresistas y conservadores. División, fragmentación, separación, lucha...La manipulación ,la mentira y la hipocresía se han adueñado del mapa político... Cualquier cosa sirve para legar al poder y ¡qué poco se piensa en el servicio por parte de muchos políticos de profesión! ¿Es éste el camino para ayudar a la liberación del sufrimiento? Y entre tanto la sociedad sigue estando ahí, necesitando un liderazgo que la dirija hacia la libertad (¡qué mal empleada está esta palabra en muchas ocasiones!), o sea, la realización humana plena.
Estoy hablando de generalizaciones, que pueden ser orientadoras, que pueden servir para quizás fundamentar una acción política determinada orientada hacia lo no-dual, pero, sólo esto y nada más. Yo no soy un político profesional, sólo intento pensar desde la espiritualidad.

Si tu haces esta simple pregunta - Por qué sufren los seres
humanos? - obtendrás dos respuestas principales. La Derecha dirá, Sufres por ti mi mismo; la Izquierda dirá, Sufres por alguien mas.
Por ejemplo, ¿por qué son algunas personas pobres?
Ante esta pregunta se vuelven a dividir la Izquierda y la Derecha, los primeros ponen la causa del problema en lo exterior, y los segundos en el interior del individuo. Y se enfadan mucho unos contra otros.
El enfoque progresista de izquierda nace con la Ilustración, sobre todo con Rousseau y sigue con Marx. Según este punto de vista, los hombres nacen esencialmente libres y bondadosos, pero han de adaptarse a la sociedad y a la política que perpetúan la desigualdad social y la opresión. Para dar un ejemplo, el hombre más rico del mundo (quien sea en estos momentos) posee una fortuna más de un millón de veces superior a la de un obrero medio, y sería un disparate decir que ese hombre sea un millón de veces más listo, más trabajador, más sagaz... que el trabajador medio. Luego las diferencias entre las personas no justifican las diferencias de estatus y económicas, hay que buscar la causa fuera, en la sociedad que favorece excesivamente a algunos en contra de la mayoría. Y estos abusos en contra de la mayoría son los que han de ser corregidos buscando unas instituciones sociales más igualitarias.
La Izquierda, por ello, lucha por cambiar las estructuras sociales.
En este mismo sentido arguyen la filosofía y psicología humanistas, con Maslow a la cabeza.
El Conservador, que tiene sus orígenes mucho antes en el tiempo, en buena medida en la época de los Imperios, y se encarna de alguna manera, como en símbolo, en Freud (pese a la distancia en el tiempo son muchísimos hoy los que tienen la mentalidad mítica o conservadora, el salto hacia adelante cuesta una verdadera paciencia histórica) en cambio, piensa que la causa del desorden social está dentro del individuo, la causa es el sujeto no el objeto. Nacemos viciados, distintos unos a otros, jerarquizados, orientados hacia el mal. Las revoluciones no sirven para nada, pues dejan intactas las condiciones de la naturaleza humana. Por ello, si las instituciones objetivas son relativamente justas y democráticas no se ha de pensar en cambiarlas, lo mejor será dejar las cosas como están. Para los partidarios de esta visión política la falta de igualdad y de justicia social son absolutamente inevitables, pues son resultado de la propia naturaleza humana que es constitutivamente desigual, y los hombres unos albergan cualidades positivas y otros negativas.
Por lo que el Conservador recomienda desarrollo interior (educación del carácter, valores familiares, valores de Dios, diligencia, auto-responsabilidad, ética laboral); el Progresista recomienda desarrollo exterior (progreso material, redistribución económica, atención sanitaria universal, estado del bienestar).
Desde luego, hay toda clase de excepciones y mezclas. Pero más a menudo que no, esa es la diferencia básica genuinamente en la orientación socio-política entre el Progresista y el Conservador.
Esta es la razón por la que podrían ser llamado los Externalistas (Progresistas) y los Internalistas (Conservadores). Los E, que tienden hacia la izquierda política, dicen que los problemas sociales tienen que ser dirigidos a través de intervenciones exteriores (acción afirmativa, programas de gobierno para,reparar el daño del pasado y reforzar la justicia con los más desfavorecidos, como los inmigrantes...). Los I, que son proclives a ser conservativos, soluciones de estrés que requieren esfuerzos desde el interior: educación, trabajo duro, auto-motivación, moral, valores burgueses, gratificación aplazada, ...".
Vemos que los Conservadores tienen valores tradicionales ámbar (época del Imperio romano, en la que se formó la institución católica, que los asumió como divinos y definitivos ¡horror!, cuando sólo eran transitorios y temporales) muy fuertes. Por tanto, cuando dicen que el carácter cuenta, o que quieren inculcar valores en las personas, o que son el partido de los valores, casi siempre quieren decir sólo valores ámbar, valores tradicionales, valores etnocéntricos: nacionalismo, valores de familia, militarismo, patriotismo, patriarcalismo, mandatos bíblicos y moralidad de autoridad. No quieren decir valores verde, valores rojo, valores turquesa, etc.
Pero esa clase de movimiento político tradicional y conservador, fundamentado en la pertenencia mítica y el sistema de valor ámbar fue la forma de gobierno dominante para la mayor parte la la historia civilizada de la humanidad, oriental y occidental, desde el gran Periodo Axial (alrededor del SVI C.) hasta la Ilustración en occidente. Esta estructura de valor ámbar, y los sistemas de gobierno que soportaba, fueron los de los grandes imperios republicanos y las antiguas naciones, orientales y occidentales, del norte y del sur, siendo Roma una de las mas poderosas. Recordemos todos los absolutismos.
Pero el punto importante es notar que, precisamente cómo el espectro de la consciencia y la espiral de valores son constantemente regenerados - todo el mundo nace en el nivel 1 y empieza su crecimiento a través de la espiral como
existe en su cultura en ese tiempo - entonces, incluso en el mundo moderno naranja de hoy, los valores mágicos/magenta están todavía, y los valores egocéntricos/rojo, y los valores tradicionales/azul - y por tanto siempre habrá seres humanos que, parando en esas estaciones de valores en sus propias vidas, serán atraídos hacia lideres políticos, filosofías, y sistemas que dan voz a
estos valores - sus valores. Y así, como veremos, hay bloques rojo de votantes, y ámbar, y naranja y verde y así sucesivamente....
Empezando alrededor del 10.000 a. C., con la invención de la agricultura, la ola ámbar empezó a emerger, y consiguió una forma madura o dominante durante el primer milenio a. C. con Grecia y Roma siendo típicos, y continuó siendo el
modo dominante de consciencia ciertamente hasta las naciones nacientes que existieron en Europa en la era del Renacimiento. Desde luego, el punto total es que incluso si la cultura dominante de una sociedad es ámbar hay sin embargo, bolsillos de subculturas de todos los estadios primeros, donde muchas personas todavía residen, y un pequeño porcentaje en unos pocos estadios superiores también. Y así una cultura cuyo centro de gravedad es ámbar, todavía hallaremos grandes bolsillos de magenta y rojo al lado de ámbar, así como algunos naranja y verde. Sin embargo, la mayoría de sociedades tienen centro de gravedad y así un modo dominante de discurso que especialmente refleja la altitud de los sistemas gobernantes de esa sociedad.
Hasta alrededor del 1.200 a. C en occidente, el modo superior principal de consciencia promedio era ámbar tradicional. En sus formas sofisticadas, las grandes Repúblicas organizadas en ese estadio produjeron las raíces de los que hoy llamaríamos filosofía política conservadora – aristocrática, jerárquica, disciplinada, agrario-patriarcal, tradicional, orientada al valor ámbar, con énfasis en la defensa militar, identidad nacional, y religión etnocéntrica.
Pero empezando alrededor del Renacimiento y culminando con la Ilustración, un nivel enteramente nuevo de valores empezó a emerger - a saber, el sistema de valores naranja, moderno, excentricidad - y con él, un tipo radicalmente nuevo de filosofía política nació: el liberalismo.
El liberalismo reflejaba muchas cosas a la vez: un paso de las perspectivas etnocéntricas a las metacéntricas; de la monarquía/aristocracia a la democracia; de la esclavitud a la igualdad; de una sociedad informado por el mito a una informada por la ciencia; de un rol de identidad a una identidad del ego; del deber a la dignidad y el reconocimiento; de los valores etnocéntricos a los valores universales (especialmente la libertad, la igualdad, la solidaridad).
En resumen, involucró una transformación vertical en los niveles de consciencia: un paso de ámbar a naranja, de etnocéntrico a excentricidad, de convencional a pos convencional. Fue el nacimiento del liberalismo en la Ilustración moderna.
Pero, desde luego, la Ilustración occidental fue muchas otras cosas también, no todas ellas saludables. Sobre todo el llamado desencantamiento del mundo. Este desencantamiento no fue una definición de modernidad, sino de modernidad insana.
Pero con respecto a ese desencantamiento, ¿qué ocurrió? Que el arte y la moral quedaron reducidos a puras marionetas en el mundo de la ciencia, en el mundo sensoriomotor. El materialismo científico nació. La versión del mundo chato nació. Y el liberalismo nació con él. El liberalismo creció en la misma atmósfera chata, la atmósfera que reconocía solo los exteriores, solo la materia, solo las cosas que puedes ver ahí fuera - por eso precisamente, hasta este día, la mayoría de liberales solo puede pensar confortablemente sobre lo que tiene que ser fijado en los exteriores (tal como la economía) para hacer de la sociedad un mejor lugar. Pensar en los interiores fijados implicaría que algunos interiores son mejores o peores que otros, y los liberales normalmente reculan ante la implicación - paralizando así inadvertidamente cualquier desarrollo interior efectivo y centrándose casi exclusivamente en la ingeniería exterior de los sistemas sociales.
Pero hay también una razón muy positiva para la resistencia liberal a discutir el desarrollo interior, la separación de la iglesia y el estado. La filosofía política previa (el tradicionalismo conservador), procediendo de la ola mítico-pertenencia (ámbar) fue esencialmente una filosofía de la fusión iglesia-estado: el Faraón, Cesar o el Rey era o Dios o el representante de Dios, un sistema político de un solo partido y control enchufado en una religión etnocéntrica y en su único e incomparable Dios. El liberalismo deseaba ir más allá, desde este gobierno etnocéntrico al gobierno excentricidad basado no en los valores míticos religiosos o los valores familiares convencionales, sino en las libertades
posconvencionales extendidas a tantos individuos como sea posible. Por tanto la posición liberal general definitoria, cuando emergió por primera vez, es que el estado no promoverá oficialmente ninguna versión especifica o privilegiada de ninguna religión particular. Separación e la Iglesia y el Estado.
En términos simples, esto significa que el Estado no puede forzarte a pertenecer a ninguna religión. Previo a la modernidad, si pertenecías a cualquier religión diferente a la del estado-iglesia, tu existencia era tenue. A menudo, la cabeza del estado era también la cabeza de la religión (como fue cierto para muchos Faraones, Cesares, Khans, etc.), y así estar en desacuerdo con lo oficial era ser culpable tanto de crimen político de traición como de crimen religiosos de herejía, un castigo doble conocido por su crueldad. Recordemos la Inquisición, pero no olvidemos que la humanidad masivamente no había alcanzado el nivel naranja, influenciada como estaba por la institución católica y por el absolutismo de los reyes.
El Derecho precede a Dios, afirmaba en su postura el liberalismo - lo que significa, es tu derecho elegir tu propia religión, o ninguna religión. Es tu derecho, no el del estado, elegir tu versión de la buena vida. Por tanto, tu derecho precede a lo bueno, y puedes elegir cualquier bueno que quieras; mientras en las culturas tradicionales, la Buena vida (la religión) precede al Derecho_ la espiritualidad del grupo es la que tienes que aceptar, o la Diosa de la tribu es la que debes abrazar, o la religión del estado es la única buena permitida, y no tienes derecho a estar en desacuerdo
públicamente con ella o sin castigo severo, como se vio en tantos condenados por la Inquisición (Galileo, Hallaj, Giordano Bruno) - por no mencionar a quizás 200.000 paganos y brujas europeos quemados o apedreados por no adoptar la Buena vida correcta, la “religión verdadera”.
La separación de la iglesia y el estado pone fin a esa persecución. Es tu derecho adorar cuando, donde, a quien, a lo que, y como desees. El liberalismo, por tanto, recomienda lo que se conoce como la república procesal (donde el derecho precede a lo bueno), no la república sustantiva (donde lo bueno precede al derecho); y generalmente defiende las libertades negativas (la libertad de) mas coherentemente que las libertades positivas (la libertad para).
La posición liberal por tanto aboga por un tipo igualdad e incluso de igualitarismo. Pero en todos los casos, el énfasis está en la igualdad exterior y social. Las jerarquías interiores, las llamadas espirituales, aunque esta forma de hablar ha de ser revisada, son miradas con sospecha, como los interiores en general. Y, de hecho, en el liberalismo clásico de, digamos, Locke, los interiores son muy negados.

Pero hay una gran dificultad, una dificultad enorme con tal liberalismo: la propia capacidad de proteger y promover la igualdad universal es el PRODUCTO o el RESULTADO de varios estadios de crecimiento jerárquico interior (de egocéntrico a etnocéntrico a excentricidad - o de magenta a rojo a ámbar a naranja, por eso las democracias representativas no se muestran en ningún lugar de la historia hasta que el nivel naranja empieza a emerger).
La posición liberal que dice que todas la personas son iguales es en si misma un valor elite alcanzado solo por una minoría de la población en la mayoría de las épocas. El liberalismo es el resultados del desarrollo que comenzó en varios estadios jerárquicos anteriores que contenían elementos interiores, espirituales, y no sólo exteriores. Pero el liberalismo lo niega, pues niega todo lo interior, y todo ello porque surge del materialismo científico, del reduccionismo económico, que mantenía que todas las realidades verdaderamente importantes son ocasiones exteriores/sensoriomotoras.
Incluso los sistemas psicológicos que crecieron con el liberalismo ( el empirismo, el conductismo, el positivismo ) mantenían que el mundo interior no era nada excepto una serie de cuadros o representaciones del mundo exterior, que es el único mundo realmente real.
Desde el principio, el liberalismo por tanto entendió mal la génesis de su propia posición. Y falló en entender el hecho de que los valores liberales solo surgen a trabes de una serie de estadios de crecimiento interiores, anidados y jerárquicos del crecimiento.
Asia, el liberalismo trabaja muy duro para destruir el camino que lo produjo, todo el proceso de desarrollo interior de las anteriores etapas y en lugar de desarrollo interior, sólo admite desarrollo exterior que es el recomendado por el liberal del mundo chato. La mejora material y los cambios
económicos se convierten en los principales objetivos del gobierno - redistribuirla riqueza material, proveer el cuidado de salud física para todo el mundo, proveer el refugio físico para todo el mundo, proveer el alimento físico para todo el mundo, proveer el bienestar físico para todo el mundo. Todo lo cual es maravilloso, pero en si mismo, esto deja todos los valores, todos los interiores, todos los significados, todas las intenciones, toda espiritualidad, y toda profundidad para los conservadores, que a menudo representan una ola inferior el desarrollo (ámbar tradicional en vez de naranja moderno) pero que al menos no han olvidado los interiores!
El liberal entonces mira los valores conservadores típicos tradicionales-ámbar -que son etnocéntricos, nacionalistas, y patrióticos, pero que pueden caer fácilmente en homofobia y acoso a los homosexuales, sexismo y misoginia, militarismo e imperialismo - y dice, "Si eso es lo que queremos decir con instaurar los valores, entonces permaneceré fuera del juego de los valores" - fallando en ver que su propia ecuanimidad mundicéntrica es simplemente el siguiente estadio en la jerarquía anidada (u
horquillar) de valores desplegantes. El liberalismo así intenta escapar de los valores etnocéntricos, no abanderando transparentemente sus propios valores metacéntricos superiores (en si mismo lo Bueno), sino afirmando ser de valor neutral e igualitario, mientras de hecho está abanderando el siguiente estadio de la estructura de valores, la siguiente ola de los interiores, el filo de la vanguardia y el filo verdaderamente progresivo del desarrollo. Y a esto llama estar libre de valores y ser igualitario, mientras no es nada en absoluto.
El número de personas que están en el meme naranja o superior es menos del 30% en el mundo en general. Y el asunto en cualquier evento es que naranja mismo es un logro del desarrollo alcanzado solo en los estadios superiores, y si no llegas a esos estadios superiores, simplemente no generas liberalismo.

El caso es que, como vemos, los externalistas y los internalistas, los progresistas y los conservadores, los de izquierda y los de derechas ven al mundo y a la sociedad divididos en dos elementos enfrentados: el objeto y el sujeto, y ambos irreconciliables. El objeto está ahí, fuera de mí, es no-yo, mi negación. El sujeto es quien se enfrenta al objeto, soy yo, mi identidad, mi naturaleza que ya nace viciada, sea por el pecado original (para los internalistas católicos) o por cualquier otra causa. Y sujeto y objeto son siempre dos, el mundo está dividido en dos, y a partir de esta división que percibimos claramente, que nuestra razón ve se construye fundamentalmente la política dualista, la de todas las épocas.
Lógicamente yo, pobre de mí, no voy a proponer ninguna solución a un problema que lleva cientos de miles de años de existencia, con distintas características en cada nivel de conciencia o meme, como estudian los entendidos en el tema, simplemente quiero apuntar una reflexión que, por otra parte, no es novedosa, orientando, o tratando de enfocar la mente humana hacia los memes superiores con los que ni los conservadores ámbar, ni los liberales progresistas han contado en la historia de la humanidad. No pretendo afirmar que los místicos, y quede esto muy claro desde aquí, hayan de ser políticos que nos gestionen los asuntos públicos, sino que los políticos aspiren a la mística y se inspiren en ella, e incluso que algunos sean verdaderos místicos, como podemos afirmar de Gandhi o Mandela.
Dicho esto, entramos en la tercera parte de esta reflexión: la visión no-dual de la sociedad y del Universo.

Ya hemos dicho algo sobre la visión no-dual, aquella que no ve fronteras que separan, sino unidad que enlaza, aquella para la que no hay consideración de objeto y sujeto, sino de Totalidad en la que no hay separación, el objeto se integra en el sujeto formando un todo superior, como sucede en los átomos que se integran en las moléculas, o éstas en las células y ni los átomos, ni las moléculas desaparecen, sino que aparecen formando un nuevo cuerpo, que no existiría sin los elementos previos.
Esta es la visión transcendente, que se alcanza en los memes superiores, del turquesa hacia arriba. Visión que pone el problema de la falta de libertad y del sufrimiento de los humanos no en algo que el objeto haga con el sujeto, ni en la naturaleza del mismo sujeto, sino en la existencia de la dualidad previa que existe en nuestra mente entre objeto y sujeto. Por tanto, de lo que se trata no es de reprimir al yo, sino de transcenderlo, de ver a través del yo. Nosotros estamos convencidos, y con este convencimiento ha vivido la humanidad siempre, salvo las excepciones de los místicos, de que somos un “yo”, un yo verdadero, una identidad frente a todos y a todo. Pero, esto no es más que un error de nuestra mente que nos sitúa en el núcleo del sufrimiento y de la falta de libertad verdadera. Y al estar convencido de que somos una identidad, una persona independiente del resto aparece en seguida la ansiedad y el miedo, ansiedad porque somos autoconscientes y sabemos de nuestra temporalidad, y miedo al otro al que juzgamos como el enemigo que ataca nuestro yo.
Y así hemos actuado en el mundo político. El externalista lucha contra las instituciones para eliminar la ansiedad, y no es malo que así se haga, pero siendo conscientes de que la ansiedad esencial no desaparecerá luchando contra las instituciones, sino transcendiendo la identidad, mejor, esta sensación de identidad separada (del Universo, del Todo) que tenemos. Insistimos en que una distribución de los bienes de la naturaleza más equitativa puede provocar mucho bien. Igualmente en los ámbitos de la psicología y filosofía humanistas todas las terapias lo provocan, pero, no se trata de la solución definitiva.
Por otra parte, no se trata de que la naturaleza humana sea por sí misma agresiva, llena de ansiedad, falta de libertad...
sino de que donde están estos desórdenes es en la sensación de identidad separada (del Todo). Por ello, los humanos vamos buscando nuestra verdadera identidad (Cristo, Atman...) como afirma Pablo: “Mas ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí”, que vamos colocando en distintos objetos, cosas, valores según vas evolucionando nuestra conciencia desde el nivel arcaico-beige hasta llegar a la identidad con el Absoluto, Dios, Tao, Vacío, Trinidad...
Todos estos sustitutos de nuestra verdadera identidad no solucionan el problema del sufrimiento, ni de la libertad, como pretenden los partidos políticos de uno u otro aspecto. Porque mientras no transcendamos las fronteras el problema de la ansiedad y el miedo permanecerá.
Vemos como los políticos de uno y otro bando, más o menos desarrollados en la escala (o espiral) de la conciencia, más o menos aferrados a sus posturas, unas integristas y faltas de desarrollo, y otras nacidas en un mundo chato (falto de interioridad) que las incapacita pese a su desarrollo externo no pueden dar una respuesta plena al miedo estructural del hombre, a su falta de real libertad, y así, se van conformando con dar paliativos sustitutorios, como bienes materiales y sociales (muy necesarios por descontado, pues son reformas que se llevan a cabo en los niveles inferiores del desarrollo), o interioridades obsoletas que no dan respuesta a las exigencias de la sociedad más avanzada, y menos, respuestas con proyección hacia la verdadera Identidad de los hombres en su desarrollo hacia el Absoluto que ellos tratan de estancar, sin pretenderlo y sin saberlo.
El místico es quien se sitúa en el equilibrio entre los dos polos en los que nuestra mente dualista ha dividido la Realidad, y podría ser claramente quien orientara a la sociedad hacia su verdadero desarrollo. “El el místico quien posee el verdadero sustrato que puede reconciliar los dos polos... Así pues, desde nuestro punto de vista la solución definitiva a la falta de libertad no reside en los Externalistas, ni en los Internalistas, sino en la respuesta mística del despertar, de la metánoia, del satori...”(Wiber).

El hombre es una criatura sufriente, porque es autoconsciente, pero pueden dar un nuevo paso hacia adelante y transcender el yo y con él la muerte, tornándose identidad con lo Divino, como afirmó Plotino y con él todos los místicos. Si los políticos pierden de vista esta realidad, nos tendrán siempre orientados hacia el sufrimiento.

“El Padre y yo somos Uno” este yo referido a Jesús de Nazaret en el texto del evangelio y en la tradición de la institución católica, se hace universal en el Cristo resucitado. Todos somos ese Yo.

La Sabiduría

Reflexiones sobre la Sabiduría.

Es constante en nuestra cultura del siglo XXI identificar la Sabiduría con la erudición, incluso el Diccionario de la Lengua Española de la Real Academia, acepta esta identificación en la segunda acepción que da al término Sabiduría, cayendo así en un reduccionismo sutil, reduccionismo que abarca muchas facetas de la vida, de la conciencia y por ende del lenguaje y que está creando un verdadero mundo chato en nuestra cultura. Esto no es algo que denuncie sólo yo, pobre de mí, sino que suenan las voces de muchísimos filósofos y verdaderos sabios actuales (entre muchos Wilber, Habermas, Dürckheim, Panikkar, Whitehead, Wallace, Foucault...) denunciando el hecho: En nuestras aulas académicas se ha instalado el “chatismo”, con el nombre de cientificismo (no de cientismo). Muy frecuentemente se llama, con la mayor inconsciencia, sabio al científico, al filósofo, al literato, a aquellos que tienen erudición. Y ello quizás sea debido en buena parte a que se ha identificado el “saber” con el conocer, y sobre todo con el conocimiento analítico, que es bueno en sí, pero nunca fue, ni es Sabiduría.
Lo peor de este asunto es que al identificar las dos palabras se identifican los conceptos con lo que la realidad de la “Sabiduría” desaparece del mapa de la cultura, del mapa de las intersubjetividades, de la comunión de los sujetos. Ya los niños no sabrán nunca qué es y sobre todo qué ha sido la Sabiduría, porque en el contexto en el que nacen sus “conocimientos” no está, y sobre todo no serán verdaderos sabios, sino eruditos especializados.
Y sin embargo, la Sabiduría es una invariante humana que pertenece a todas las culturas y que es fundamental en todas las formas religiosas de la historia de la humanidad, incluído el ateísmo humanista, como bien muestra el movimiento constructivista (no radical) y se revolución epistemológica. Mas la modernidad y la postmodernidad, que tienen muchas cosas buenas, han caído en una disfunción muy grave al encerrar la Sabiduría en un asilo, al margen de la realidad mundana, al margen de la vida-Vida.

Y ¿qué es la Sabiduría? Posiblemente este afán por definirlo todo sea una verdadera debilidad de nuestra cultura, de nuestra epistemología. Son muchas, muchas las realidades que no pueden ser definidas (sencillamente porque van más allá de nuestra capacidad mental), sino experimentadas. ¿Es que la definición de la música como la percepción de determinadas ondas por el oído, nos dice en verdad lo que es la música? La música, como el sabor, la pintura... el amor han de ser vividos, experimentados, no definidos, salvo que los queramos asfixiar, con lo que dejarán de ser lo que son. Mas podríamos describir la Sabiduría como el Arte de la Vida, o sencillamente como Experiencia Vital. La Sabiduría se hace presente en la famosa tríada (de la que habla Buda): en la armonía de la actitud fundamental, la visión verdadera y la acción correcta, lo que Santo Tomás de Aquino llamaría más tarde: unitas, veritas, bonitas.
De esta Sabiduría nos han hablado siempre los místicos, que son los verdaderos Sabios, como nos dice el gran Fray Luis de León en su primera estrofa de la Canción de la vida solitaria:

¡Qué descansada vida
la del que huye del mundanal ruido
y sigue la escondida
senda, por donde han ido,
los pocos sabios que en el mundo han sido;
...!
Y es ella la que da la verdadera seguridad a nuestra existencia: “a oscuras y segura” nos dice S. Juan de la Cruz, esa seguridad que falta a nuestro mundo y que busca por mil y un vericuetos, menos en la Sabiduría a la que ha abandonado.
Es de notar que en el cristianismo llamamos santos a quienes han alcanzado la cumbre de la conciencia, la mística y en cambio en el budismo se les llamas sabios. Y tanto en una forma de espiritualidad como en la otra estos verdaderos santos o sabios están llenos de alegría y son profundamente libres. El fruto de la Armonía es la alegría y su morada es la libertad.
Quiero acabar esta primera reflexión sobre la Sabiduría citando un texto del libro de los Proverbios, de clara influencia egipcia según los entendidos:

“Quien me alcanza, alcanza la vida
y goza del favor del Señor.” (Prov. 8, 35)

El tema de la Sabiduría, ya se dijo en lo escrito anteriormente, es una invariante humana, y por lo mismo, pertenece al núcleo de todos los libros que han fundamentado el judaísmo, el cristianismo, el budismo, el hinduísmo, el islamismo...
Nosotros en nuestra dependencia de una formación eclesiástica, cerrada sobre sí misma y sus mitos, hemos recibido la Sabiduría con los condicionamientos de la visión paulina de la Primera Carta a los Corintios (1 Cor I,18-2,16 ), sin tener en cuenta que lo que dice Pablo viene en buena medida condicionado por su contexto (como siempre), por lo que es muy relativo y nosotros lo hemos absolutizado (como casi siempre). Pablo está luchando contra los gnósticos, que ya tenían una cierta influencia en el mundo griego, y opone la sabiduría de la revelación a la de los gnósticos (sofía – gnosis). Y no tuvo para nada en cuenta, ni la podía tener porque no estaba haciendo un trabajo de invetigación, sino una apología de su doctrina, la enorme riqueza que el mundo gnóstico aportó a la Sabiduría y al mundo cristiano. En el AT, si prescindimos de las afirmaciones racistas del autollamado: Pueblo de Dios, aparece la Sabiduría con una visión más amplia en muchas de las expresiones, sobre todo en el capítulo 8 del libro de los Proverbios (Dios tuvo a la Sabiduría -sofia- junto con él en la creación del mundo, algo que recogió el prólogo del IV evangelio)) . Hoy sabemos que todos los libros sapienciales del AT recibieron muchas influencias de las filosofías egipcias y griegas.
La Sabiduría (Sofia o Gnosis) es patrimonio de la humanidad en el sentido más estricto de las palabras, como llega a decir el libro sabio de los Proverbios (8,31) cita que ya se encuentra en el escrito anterior.
La Sabiduría no es mera sensatez, ni reflexión, ni erudición, sino que abarcando todas estas realidades las trasciende y les da una nueva dimensión que la hace siempre justa, equilibrada y armónica, tiene un regusto de fe y experiencia vital, es lo divino en nosotros, como afirma Plotino.
La Sabiduría tiene un sabor que no se percibe con la lengua, sino con todo el cuerpo, el alma y el espíritu. El lenguaje de la Sabiduría une al oído, el cuerpo y el espíritu, como dice Panikkar.
Sabiduría no es simplemente oír, (o leer) palabras es saborear su contenido y hacerlo carne de nuestra carne, o lo que es lo mismo: espíritu de nuestro espíritu. Sabiduría es Vivir y exprimir la Vida hasta la última gota.
Esto, en buena medida, es lo que buscaban los gnósticos, quienes vieron en Jesús de Nazaret el ejemplo viviente de la Sabiduría de la Gnosis Suprema. Su misión consistía en ayudar a todos a encontrar en sí mismos una sensibilidad olvidada.
Lo que nos sucede hoy día es que hemos olvidado esta sensibilidad, esta Sabiduría. Olvido que comenzó hace muchos siglos, olvido que se ha repetido mucho a través de la historia, pero que últimamente ha venido de la mano de la vuelta al Humanismo “chato” (le verdadero Humanismo no olvida la Sabiduría, sino que la hace centro) con el Renacimiento, y de la separación, muy válida, por cierto, en muchas cosas, entre ciencia, arte y moral que nos trajo la Modernidad. Fueron muchas las cosas buenas que trajeron a la humanidad estos movimientos, pero en algunas se pasaron de rosca y, como dice Wilber, no se contentaron con tirar el agua con que bañaban al niño, porque ya estaba sucia, sino que terminaron también tirando al niño con el agua. Terminaron encarcelando la Sabiduría y marginándola de la Vida y negando el Espíritu, como dice Panikkar.

El intento mío en estas reflexiones no es el de comentar los libros sapienciales del AT, ni ningún otro que fundamente religión alguna, sino hablar algo sobre esa Sabiduría que hoy como ayer es totalmente necesaria para la Vida, esa Sabiduría a la que encanta estar entre nosotros, como se ha dicho, y hasta tal punto le gusta permanecer en nuestra compañía que se ha construido un hogar en nuestros corazones (Prov. 9,1).
De todo lo dicho sobre la Sabiduría se puede deducir que esta se identifica con una determinada experiencia de Totalidad, que configura profundamente nuestra propia vida humana.
Experiencia de Totalidad que no significa estar informado de todo, algo que se valora en grado sumo en nuestros días, ni mucho menos dominar todas las líneas del desarrollo (un verdadero Sabio no tiene que correr los 100 metros en 9 segundos, o conocer la física cuántica, por ejemplo) sino haber llegado al centro de sí mismo y experimentar la identidad con la Totalidad, no sentirse fragmentado en modo alguno, habiendo transcendido todas las fronteras (“Y pasaré los valles y fronteras” de San Juan de la Cruz).

Quizás si entendemos lo contrario de Sabiduría podamos entender mejor lo que ella es. Lo contrario de la Sabiduría no es ni la torpeza (se puede ser muy torpe jugando al fútbol), ni la ignorancia (se puede no tener ni idea de oncología), tampoco la necedad, a veces la necedad a los ojos del mundo es sabiduría ante los de Dios, dice Pablo, aunque esto hay que tomarlo como ya apunté en un contexto muy concreto. De todos modos a los verdaderos sabios en multitud de ocasiones se les ha llamado necios. Es típico el caso de San Juan de Dios, también llamado “el loco”.
El Sabio tampoco es un sabelotodo, un homo universalis como Pico de la Mirandola, o Leonardo de Vinci. El saber de todo, mejor, el querer saber de todo es lo contrario de la Sabiduría. Esto surge del deseo de conocer muchas cosas, y una sóla es importante nos dice Jesús, y Buda afirma que ese deseo es la causa del sufrimiento. Ya Heráclito decía que el saber de todo no da ni Sabiduría, ni comprensión, y lo decía refiriéndose a la especialización como método para la Sabiduría, y la especialización es fragmentación del saber como método para el conocimiento, lo cual es bueno y necesario, pero nunca es Sabiduría. “Aquello que llamamos progreso científico no es otra cosa que la expansión de las especializaciones, que se dividen más y más para iluminarnos menos y menos”, dice Raimon Panikkar. Este afán de ir en la dirección analítica nos hace olvidarnos de la visión de Totalidad. De nuestra verdadera Identidad.
En nuestro mundo se ha perdido la actitud integradora, porque la persona ha quedado reducida a la razón, la razón al entendimiento, éste a la capacidad de clasificar y de formular leyes sobre el comportamiento de las cosas. Algo, si dudas, útil, pero que nos hace ir exclusivamente en la dirección analítica, de fragmentación, de la pura clasificación y no hace olvidarnos de la dimensión integradora, de la Totalidad que es lo que el Universo, el Kosmos, es y en definitiva de nuestra verdadera Identidad. Nos hace olvidarnos de nosotros mismos que somos parte integrante de ese Kosmos que no simplemente ha de ser analizado (que es lo más superficial) sino comprendido en un abrazo de Totalidad en el que no haya analizado y analizador, conocido y conocedor, sino simplemente la Realidad que se hace consciente de sí misma, como dijo Theilard.
La Sabiduría exige, como vimos, una actitud integradora, nos exige no ir tras la obsesión analítica de nuestras ciencias (analítica que tiene muchos elementos positivos, pero no es comprehensiva, aunque sea muy útil). Para se Sabio es necesario no olvidar la identidad, el centro, darnos cuenta de que no somos simplemente un sujeto frente a un objeto (esto es fragmentación), sino caer en la cuenta de que sujeto y objeto no están separados, ni enfrentados, no fragmentados, sino que son uno, mejor diríamos en la postura no.dualista que son no dos, que el Universo es un Kosmos, uno sólo del que el sujeto es parte, y todo él manifestación del Espíritu. Ser Sabio es simplemente tocar la unidad de todo con todo nuestro ser. No es un simplismo artificial, ni un reduccionismo más o menos burdo, “sino el descubrimiento del hecho de que toco toda la Realidad, de que no soy un sujeto aislado frente a un objeto” (Panikkar), sino integrante de toda la Realidad y a la vez la Realidad misma, pues esta no puede ser dividida en sí misma en partes. La división la creamos nosotros con nuestras fronteras mentales (esto es agua, esto tierra, esto varón, esto mujer,...). Esta experiencia integral sólo es experiencia cuando la praxis y la teoría no se distinguen, porque se armonizan en la unidad, allá donde el corazón está cargado de amor. No se conoce lo que no se ama, pues es el amor el que nos da la unidad con lo conocido, y a la inversa por supuesto, es el conocimiento quien a su vez abre el camino al verdadero amor.
Esta unidad, no-dualidad de la verdadera Sabiduría viene expresada en las múltiples tradiciones míticas sobre el pecado original, al que todas interpretan como el conocimiento del bien y del mal. El pecado es la separación, la fragmentación del Universo no-dual. Y en estos mitos se está expresando una realidad que transciende la mera racionalidad, no se trata en este caso de un mito creado en los anales de la Historia o Prehistoria para explicar una Magia ya caduca, como puedan ser las plagas de Egipto, sino un punto de luz que va más allá de los niveles de conciencia adquiridos por la elite mística de la humanidad en estas épocas prehistóricas. Se trata de un mito transracional y no prerracional.
Podemos concluir este apartado sobre la Sabiduría con las palabras de un verdadero Sabio, que vive entre nosotros (Raimon Panikkar): “La sabiduría es armonía personal con la realidad, concordia con el ser, Tao, cielo, Dios, Nada,...”

José Antonio Carmona

Un apunte sobre el crucifijo

Un apunte sobre el crucifijo

Cada semana, Juan Cejudo, nos invita a leer la colección de artículos que nos expone en su blog particular. Yo los leo con verdadera sintonía con su línea de pensamiento, y con un abrazo sincero a su corazón, lleno de Jesús de Nazaret.
En estos días nos ha propuesto los artículos pertinentes, que he repasado detenidamente, como todos ellos. Pero al leer el que nos propone de nuestro común amigo Juanjo Tamayo, algo me picó dentro y me he decidido a poner por escrito estas líneas, que no son más que un ligero apunte.
No pretendo en modo alguno defender las acciones y mucho menos las contradicciones de cualquier gobierno (estoy preparando un artículo, de fondo social, político y espiritual, en el que creo que propugno claramente una forma de actuación social y política. Por cierto, no lo puedo omitir, lo que está haciendo Juan de Dios Regordán me parece maravilloso), sólo quiero apuntar, como digo, una nueva perspectiva a la visión del crucifijo.
Recuerdo que leyendo, hace muchos años, el libro de Gustavo Gutiérrez: Teología de la liberación, me impactó profundamente un sencillo principio que Gustavo expone: “Ser cristianos nos exige pasar de la individualidad de Jesús de Nazaret a la universalidad de Cristo”. Y creo que esta universalidad que subyace frecuentemente en los escritos de los teólogos de la liberación, está un poco ausente en los de los europeos.
Y no sé si no sería conveniente que la aplicáramos al crucifijo, no como símbolo de lo que hace el poder (no el Padre) con Jesús, sino como símbolo que es del Verdadero Amor. Es éste un valor humano universal, el cristianismo en su jerarquía ha secuestrado muchos valores (la fe, el mismo Jesucristo, la espiritualidad cristiana, los símbolos...) apropiándoselos en exclusiva. Aún pesa mucho la carga histórica de la inquisición, aún nos cuesta ver lo cristiano (y en general lo profundamente religioso) como lo profundamente humano, sobre todo identificar lo cristiano como aquello que llega hasta las verdaderas raíces de lo humano. Creo que cuanto más se acerca uno a lo cristiano más humano se hace, es más, sólo lo verdaderamente humano (en el Amor) puede ser cristiano, religioso, divino, por eso podemos afirmar, al ver a Jesús crucificado que él es Dios, porque es la Plenitud del Amor de un Hombre, que ama sin límites. Es toda la religión que predicó él. Incluso se rebeló, siendo él judío, contra la Ley en favor del hombre. Esto lo olvidamos mucho.
Por ello, entiendo que ya va siendo hora de que recorramos el camino inverso al que ha recorrido la institución, no sacralizar lo pagano, como en la historia ha hecho con las fiestas, símbolos, palabras, funciones... sino universalizar lo que llamamos hoy cristiano, como el crucifijo y que aparezca por siempre como un símbolo más del Amor sin más epítetos y no de un determinado tipo de fe. Y el Amor es patrimonio, podríamos decir, de la Humanidad, de la Totalidad, del Universo, del Abismo, del Todo, del Misterio, pues se identifica totalmente con el Todo, con la Trinidad.
Creo que el crucifijo, como símbolo, ha de superar el tiempo y el espacio y hacerse humano y universal. Es más, creo que podríamos afirmar que ésta es la esencia del Cristo, su Universalidad, como afirma la teología de la liberación.
Recuerdo haber oído contar una anécdota sobre el viejo profesor Tierno Galván, que viene muy a cuento en este apunte. Cuando salió elegido alcalde de Madrid, el encargado de protocolo del ayuntamiento le enseñó el que había de ser su despacho, y al hacerlo se dio cuenta de que sobre la mesa de trabajo había, presidiéndola, un crucifijo. Inmediatamente el jefe de protocolo la intentó lo intentó retirar, mas Tierno Galván que, como sabemos, era agnóstico, le dijo que no lo retirara porque el crucifijo era sencillamente un símbolo de un Amor enorme, que era lo que él necesitaría para ejercer en ecuanimidad su cargo.
Por ahora no quiero decir más, se me ocurren muchas cosas, desde el Postmodernismo hasta la Cristianía. Baste el apunte expuesto.

José Ant. Carmona

domingo, 13 de julio de 2008

Resumen del libro La plenitud del hombre. Raimon Panikkar

Introducción al libro La plenitud del hombre

Uno de los pensadores que más han influido en mi propio pensamiento y en la remodelación de mi interioridad, sin duda, ha sido y sigue siendo Raimon Panikkar, y lo es tanto por la profundidad de su pensamiento humano y religioso (si es que cabe separación y no es sólo el mismo pensamiento), como por la fecundidad del matrimonio que en él han llevado a cabo Oriente y Occidente (es budista sin dejar de ser cristiano y a la inversa), y también por la amistad que me une a él, algo que me ha servido para ir purificando mi interioridad, mi reflexión y mi visión de lo humano a partir de la amistad, que en este caso está iluminada por una de las mentes más claras que en materia de diálogo de culturas y religiones, sobre todo asiáticas y europeas, existe hoy por hoy en el mundo.
Y de todos sus libros, ha escrito más de cuarenta, hay dos que a mí me han impactado de una forma particular: El silencio del Buda, que es una profundización muy personal en el sentido profundamente humano del budismo, a partir de lo que se conoce de Buda, y el otro es: La plenitud del hombre, en el que la figura central es Jesús, centro de la conciencia cristiana, y en la que propone una profundización de la cristología tradicional, que ya lleva casi dos milenio de existencia, transformando el logos (reflexión) de cristología por la manifestación o experiencia de la cristo-fanía. ¡Es hora de que nos acerquemos a la experiencia de Cristo, a la epifanía crística, pasando por la criba que el adelanto del pensamiento postmoderno exige a toda reflexión que quiera ser tenida seriamente en cuenta como tal reflexión!
Un resumen de este último libro es el que subo hoy a mi blog. Un resumen que he hecho yo, por tanto no es el libro, sino lo que yo he extraído del mismo, después de haberlo leído detenidamente tres veces. Y lo subo al blog con la intención de que se pueda dar algo más a conocer, de que la maravillosa visión que Raimon tiene sobre Jesús y sobre el hombre se puedan leer sin la necesidad de tener que perderse en las profundidades del pensamiento, no siempre fácil, del autor. Yo personalmente estoy convencido de que Raimon tiene una estructura de pensamiento que es mucho más oriental que occidental. Y por ello mismo, mucho más interesante para nosotros los que sólo conocemos el pensamiento estructurado según el Órganon aristotélico.







La plenitud del hombre
Raimon Panikkar
Siruela

Prefacio: este libro es el pathos de toda una vida.
Tres partes:
1ª Reflexión sobre la figura central de la conciencia cristiana. Propone una profundización en la cristología clásica: una cristofanía, que intenta ofrecer una respuesta al anhelo de plenitud de vida que está en todo hombre.
2ª Plantear la experiencia mística de Jesús de Nazaret.
3ª Descubrir en nueve sutras la epifanía crística.

El autor pretende ser originario, no original. Profundizar en la fe que le ha sido dada.
La primera tarea de toda criatura es la de llevar a su perfección el icono de lo real que somos todos nosotros.
Este libro interpela los XX siglos de tradición cristológica.
El gran dilema del mundo: o se da un cambio radical de “civilización” (de sentido del “humanum”) o llegamos a una catástrofe. La interculturalidad es un primer paso para la metanoia.
Este libro va también dirigido a aquellos a quienes el nombre de Cristo no dice nada en particular. Estas páginas son una reflexión sobre la condición humana en su dimensión más profunda. A estos les decimos no que Cristo es la plenitud humana, sino que esta plenitud que tantos nombres tiene, en la tradición cristiana es llamada Jesús el Cristo.
El tercer milenio será de apertura hacia el misterio de la Trinidad.
En los últimos 500 años se ha europeizado el mundo, y Europa está muy unida al cristianismo, que a su vez está cada vez más desligado de la organización eclesiástica.
Queda el Cristo: símbolo real de divinización, es decir de la plenitud del hombre (no humana que es menos que del hombre)

En autô katoikêi pân tò pléroma tès zeòtetos somatikós

Primera Parte
Introducción: La experiencia cristofánica

"...meínate en emoi, kagô en ymín."
“Rabí, ubi habitas? Venite et videbitis”

I Un desafío a la cristología

1º El punto de partida
Ningún conocimiento parcial puede llevar a la salvación. El conocimiento salvífico es la visión holística que asimila el conocido al conocedor.
La cristología, con más de 15 siglos (¿más de 20?) es la interpretación de las mentes cristianas sobre el misterio de Cristo, pero quidquid recipitur ad modum recipientis recipitur. La cristología ha llegado hasta nosotros en diálogo con el judaísmo, el mundo grecorromano, los nuevos pueblos europeos, el Islam... está ligada a una cultura.
El vaticano II conecta a Cristo con Dios y con el hombre.
Nuestro punto de salida es la cristología. Lo concreto manifestación de lo universal.

2º la situación del mundo
La situación existencial del mundo es ahora muy seria. El Hijo del Hombre se preocupaba de la gente ¿Cuál es hoy su manifestación?
La situación del mundo tiene mucho que ver con la justicia, la bondad, pero también con la belleza y la verdad.
Otro hecho es la interculturalidad. Cada cultura tiene sus propios criterios de belleza y verdad. Hay cristianos en todas las culturas. Hay que liberar a Cristo de la cultura que lo tiene prisionero.
Temas a tratar (II concilio de Jerusalén)
-. Concreción histórica. Los problemas internos de toda cultura humana
-. Convivencia humana. El diálogo colectivo sobre las distintas cosmovisiones
subyacentes a las diferentes religiones.
-. Hermandad cósmica. La armonía con la naturaleza. La ecosofía.
-. Transcendencia de la vida humana. La responsabilidad humana frente a lo
divino (realidad mistérica)

3º Los límites de la cristología
La cristología clásica carece de las categorías (preambula fidei) para solucionar los problemas que acarrea la interculturalidad. Pertenecen sus categorías a la cultura occidental.
La cristología no se ha liberado del monoteísmo abrahámico.
No se pretende suplantar la cristología, sino revisar la experiencia del misterio de Cristo a la luz del presente.
Dice el primer párrafo del libro Ghenjokan
“Fijaos en cuanto todas las cosas son simultáneamente auténticas, es entonces cuando existe la ilusión y el despertar, es cuando exístela práctica del camino, existe el nacer, existe el morir...”
¡Qué concepción de la realidad tan distinta a la occidental subyace en este texto!
¿Hemos de destruir todos los universos simbólicos, excepto el que fundamenta los preambula fidei?

II El papel de la cristofanía

Momento religioso actual:
.- declinar de las religiones tradicionales y nuevas formas de religiosidad
.- crisis de identidad cristiana
.- las culturas y tradiciones tropiezan a nivel planetario

Características de la cristofanía.

a)Pretende ofrecer una imagen de Cristo creíble a todos los hombres. Deja abierta la cuestión de si el cristianismo ha de ser pusillus grex (LC XII, 32)
b)Intenta presentar esa epifanía de la condición humana a la luz de nuestra situación actual como de esa luz que parece tener su fuente más allá del hombre. Pero sin manipular a Dios.
c)Equivale a la manifestación de Cristo a la conciencia humana e incluye una experiencia de Cristo y una reflexión crítica sobre la misma.
d)No debe abolir la tradición cristológica de los dos milenios precedentes. Nova et vetera. La continuidad. No suplanta la cristología tradicional, sino que la prolonga y profundiza en campos inexplorados.
e)El encuentro con Cristo no se puede reducir a la simple aproximación doctrinal o intelectual. La palabra cristofanía no sólo hace referencia al Logos, sino también al Espíritu. No es Pneumo-logía porque no subordina el Espíritu al Logos, sino que acoge la presencia del Espíritu de otra manera.
Es fanos: presencia inmediata, aparición directa a la conciencia humana, más allá de la razón.
Es experiencia: conciencia de la presencia inmediata, o sea, última instancia. La razón siempre es necesaria para contrastar las manifestaciones y experiencias.
f)Cristofanía subraya una actitud más pasiva que la cristología, se recibe el impacto de Cristo sobre la conciencia. Es una actitud contemplativa, no-quietismo.
g)Esta noción de Cristo ha de incluir tanto la figura del pasado histórico como la realidad del presente. La cristofanía es teología de la mejor ley y no acepta la dicotomía entre filosofía y teología. Es fides quaerens intellectum y a la vez intellectus fidei. Está abierta al diálogo con otras religiones y a la interpretación de todas las tradiciones. Igualmente está abierta al diálogo con la mentalidad científica moderna.
h)La cristofanía no es una disciplina centrada exclusivamente sobre un determinado suceso del pasado, aspira a ser intellectus mundi, sabiduría sobre el camino, la verdad y la vida. No excluye a priori ninguna hierofanía, sin renunciar al discernimiento crítico. Implica una integración temática de los elementos homeomórficos, o sea, símbolos y nociones que en otros sistemas muestran una analogía, desempeñan una función equivalente. La manifestación de Cristo tiene también una repercusión cósmica, la manifestación de Cristo interpela a otras culturas y es interpelada por ellas.
i)En el lenguaje escolástico, las otras religiones del mundo son interpretadas loci theologici. La cristofanía osa ampliar la noción de teología. Logos tou Theou: palabra de Dios (genitivo posesivo).
Los contextos y el lenguaje son distintos.




2 El género literario

Este escrito no pertenece a ningún género literario, porque pertenece a todos. Es una filosofía (teología) intercultural, pero filosofía no es sólo opus rationis, quiere ser un studium, una contemplación que comporta la asimilación vital de aquello que ha sido escuchado en la voz de los ancianos y la elaboración personal con la propia mente.
La filosofía (teología) no debe ser considerada como una ciencia deductiva, ni puramente conceptual, sino como una actividad del intelecto contemplativo, donde contemplación es teoría y praxis.
Se trasluce un pensamiento filosófico y una visión holística de la realidad, hay alusiones críticas a ciertos presupuestos y una interpretación personal de la tradición.
Tres razones para mantenerse a distancia de las cristologías clásicas.
Imposibilidad personal de un pensamiento exhaustivo de las reflexiones hechas.
La sospecha de se ha llegado a una saturación conceptual. Esto nos permite ver que los mitos de la cultura occidental tienen una cierta uniformidad.
La convicción de que la humanidad, desde los ocho últimos milenios, se encuentra en una crisis. Esto otorga una relevancia especial a la interculturalidad. Hay que profundizar en la sabiduría de una cultura para buscar dentro un trampolín que nos permita dar el salto de resurrección.

La perspectiva que hemos adoptado nos lleva a la integración de las teologías feministas en un marco que abarca el dualismo masculino-femenino.


3La manifestación divina

Todo ser es una cristofanía en tanto que la naturaleza de nuestra realidad muestra la polaridad no dualista entre lo transcendente y lo inmanente en sus manifestaciones.
La cristofanía es una forma concreta de expresar lo universal. Libera de monoteísmo y del politeísmo anárquico.
Cristo nos abre al misterio trinitario que no es monoteísmo (sería docetismo), ni su dios es substancia (sería triteísmo), ni un concepto universal (sería ateísmo).
La divinización del hombre es un tema humano. El hombre real y concreto no pertenece a la especie animal, porque la conciencia de su posible divinización lo hace esencialmente distinto. Esta divinización es su plenitud para llegar a ser aquello que es en potencia: capax Dei. Esta divinización tiene sentido sólo en el ámbito de la Encarnación y de la Trinidad.
La divinización tiene dos sentidos: a la divinización del hombre corresponde la humanización de Dios.
La divinización nos proyecta en la luz tabórica que nos hace descubrir nuestra dimensión infinita, presentándonos lo divino en la misma luz que nos permite descubrir a Dios en su dimensión humana.

III La experiencia cristofánica

1La cosmovisión
La cristofanía concentra su atención en la luz en la que Cristo se nos manifiesta. Parece que Cristo tiene una visión del mundo distinta a la nuestra. Se puede ver en el discurso eucarístico (Jn VI, 22)
Para aceptar cualquier hecho hemos de intentar entenderlo intelectualmente. Para aceptar algo intelectualmente lo hemos de integrar en nuestra cosmovisión, o hemos de modificar ésta.
La cristofanía modifica nuestra visión del mundo. La epifanía que está tras la cristofanía es tan potente que sin entrar en los parámetros de la razón, modifica la cosmovisión racional.
Esta cosmovisión de la cristofanía subyace tras el diálogo con Nicodemos. “Quod vidimus, testamur” “Venite et videte” Experiencia, la experiencia de la manifestación.
Si depositamos nuestra fe en las palabras que nos han dicho otros, nuestra fe es sólo creencia no aceptada por la inteligencia humana. Si la fundamentamos en la experiencia, es firme y buscará el lenguaje adecuado.

2El mundo de la interioridad

Quien habiendo oído hablar del kêrygma y de alguna manera haya querido buscar a Cristo y preguntarle “ubi manes?” habrá podido escuchar la respuesta en su propio corazón: “Ven y lo verás”. Lo que importa es la experiencia directa.
La experiencia de Cristo no está reservada para unos cuentos contemplativos.
Se trata ante todo de “ver”, de una experiencia personal, no de formular una doctrina. También nosotros hoy tenemos el derecho a recibir el impacto de Cristo. Se trata de una experiencia de verdad (1Jn 1-3), no de una convicción racional, ni tan sólo una confianza en la experiencia ajena.
La fe nos revela que la palabra “Cristo” no sólo denomina a un personaje histórico, sino una realidad en nuestra vida (Flp II, 9 -11). Es una experiencia consciente que luego se puede expresar de muchas maneras. “Nadie puede decir “Señor Jesús” sino en el espíritu” (1Cor XII,3).
La palabra experiencia es polisémica. Aquí nos referimos a un toque ontológico, que transforma nuestro ser más profundo.
¿Qué es lo que se ve en esta experiencia? “Manete in me” (Jn XV, 4-10). Permaneced en (no sobre) mí tan íntimamente como yo lo estoy en el Padre. El discurso eucarístico abunda en la misma experiencia. Éste es el misterio de Cristo: la interpenetración, la perichôrêsis, la circumincessio entre loo divino y lo humano, y en lo humano lo cósmico. Pablo interpreta este “manete” como vivir en Cristo.
¿Qué quiere decir este manere? Todo cristiano está convencido en lo más profundo de su ser de que Cristo es un ser viviente, que es una realidad incluso en él. Esto es un hecho sociológico. Pero el camino abierto con el bautismo hay que continuarlo, iniciando una búsqueda intelectual y mirando a nuestro interior. Hay que preguntar a la tradición y a nuestro corazón ¿Quién es Cristo?
Dos modelos interpretativos de la experiencia del manere: el enamoramiento (modelo antropológico) y la apertura del hombre a la Transcendencia (modelo filosófico) que supone la inmanencia.
La primera experiencia (enamoramiento) es humana, la segunda, divina, pero la cristofanía es teándrica o eucarística. Ni es meramente humana, ni exclusivamente divina. Es ambas en una unión sui generis. Es un manere teándrico que asume la naturaleza de las dos experiencias.
Sin el enamoramiento y sin el silencio del Abismo no hay experiencia cristofánica. No es una mera teofanía, ni un mero enamoramiento, es una unión no-dualista de las experiencias, es una experiencia unitaria, advaita. Se descubre con el tercer ojo (ni los sensibles, ni la mente), como Pablo, camino de Damasco.
La vida eucarística es la concreción de esta experiencia, la eucaristía es la condición para la resurrección (Jn VI,54). La eucaristía es un contacto a la vez material y espiritual.
Pero hay algo más. La cristofanía es una experiencia dinámica: _Cristo nos lleva al Padre, no se queda encerrado en nosotros. Tampoco el amor humano profundo se queda encerrado en el ser amado. Cristo nos catapulta al Padre y desde él a todo el universo. La experiencia cristofánica no abre a la cosmoteándrica.
Ejemplo de autoconciencia cristiana: “Según la revelación del misterio escondido por los siglos eternos” (Rom XVI, 25-26).

3El lenguaje místico

Basta con rozar otra cultura para darse cuenta de que el lenguaje no es un álgebra conceptual, que indica la forma (unívoca) de la res significata, sino un sistema de símbolos que exigen en el que escucha sintonía y participación especial. Todo lenguaje completo es un complejo sistema objetivo-subjetivo, cultural y temporal y sobre todo de niveles de conciencia y conocimiento. “hay que estar en la misma longitud de ondas” para comprender lo que se dice.
Toda expresión que no se limite a respetar conceptos ya establecidos, sino que desee verbalizar una experiencia profunda y sufrida ha de crear su propio lenguaje.
Una cristofanía que tenga presentes otras tradiciones religiosas no puede pretender que se acepte el álgebra conceptual de occidente como paradigma neutro y universal.
La mística utiliza el lenguaje más directo e inmediato.
Teresa de Ávila oyó decir al Señor: “Teresa, búscate en mí, búscame en ti “. La Santa hizo un hermoso poema de ello.

Búscate
Gnosce teipsum. Invitación a la experiencia autofánica, a conocer la realidad que somos nosotros.

Búscame
Abrirnos a la Transcendencia. La búsqueda humana no finaliza en nosotros. Invitación a la experiencia teofánica, para llegar a ser lo que estamos llamados a ser.

Pero Teresa oyó decir más. Búscate en mí. Búscame en ti.
Esta es la experiencia cristofánica. No búsqueda de sí en sí mismo, ni del Otro en la Transcendencia, sino en Cristo, hombre como nosotros e infinitamente superior.
El búscate en mí tiene tres momentos:

Búscate en mí, vaciándote de ti
Este es el principio de la vida propiamente humana, de la Vida. Sin tal inicio seguimos siendo una especie del género animal, no hemos nacido a nuestra verdadera naturaleza. Este vaciamiento equivale a una muerte, de la que resucitamos a nuestra naturaleza. Sin la metanoia no hay verdadera vida humana.
Búscate en mí, saliendo de ti.
Tu identidad no está en ti, sino en mí. Pero como el en mí es el Otro, no puede haber caminos. No podemos llegar a la Transcendencia, ni quedarnos en la inmanencia, debemos abrirnos a la Transcendencia.
El hombre es un peregrino, pero peregrinar no es viajar hacia una meta conocida, es ponerse en camino hacia la arriesgada aventura del ser (o del no-ser). “Vete y deja todo lo que tienes” (Mt XIX, 21).
Búscate en mi, descubriéndoMe
De lo contrario descubrirás únicamente un no-tú. DescubriéndoMe encontrarás un dios encarnado. El camino hacia Mí no tiene fin.
La realidad última se nos escapa, pero está también en nosotros y no podemos enajenarnos.
En este nivel el conocimiento implica igualmente al sujeto, el conocimiento objetivo ya no es posible. Es la intuición mística. Dios no es un objeto. El tercer ojo no compite con el intelectual. Es otro orden.
Descubrimos en nosotros toda la realidad y lo somos. No parte (metáfora absurda y espacial), sino (iconos de) toda la realidad. “Noli foras ire...”
Búscate en Mí
Debes hacerlo fuera de ti, pero sin salir de ti, o sólo te enajenarás. No te busques en las cosas, no eres una cosa, ni en el transcendente, porque no es posible, búscate buscándome.
De ahí que

Búscame en ti.
Tres niveles.
Búscame en ti, como tu tú más profundo
Es la peregrinación hacia el atman, la búsqueda del Ser.
Ala principio sólo hallarás en ti egoísmo y pequeñez ¿y si tú no fueses esto? “Eres bella y hermosa y en mis entrañas pintada”. Si Me buscas en ti, encontrarás esa bondad, belleza y verdad que hay en ti.
Si perdemos la autoestima, difícilmente podremos estimar a los demás y tener fe en Dios. Para eso primero búscate y luego búscame. Hay que tener confianza en quien busca. La crisis de nuestro tiempo es la crisis del hombre al que hemos reducido a un factor económico en el poderoso engranaje de la competitividad.
El hombre es algo muy distinto que un animal con un gran cerebro.

Búscame en ti, como tu “tú”
No todo lo que hay dentro de este nivel profundo en nosotros es puro. Búscame tal como eres. Tú me descubres y me amas como un amigo, como un tú que está en relación contigo. Sólo cuando hayas hecho este descubrimiento, te darás cuenta de que el silencio de este tú revela algo insospechado. Has vencido el dualismo, porque este tú lo vives como tuyo, pero no has superado el monismo. La peregrinación no termina aquí.

Búscame en ti, como tu “yo”
En ti, porque fuera de ti mismo no me encontrarás. La iniciativa es mía, no tuya. Me has descubierto como un tú, pero es precisamente es tú el que se dirige a ti como a su tú. Tú eres precisamente mi tú. Búscame, no como a otro, sino como el Yo que Yo soy y que hace que tú seas mi tú. Eres tú la que eres mi “tú”, no yo.
Estamos ahora frente al salto mortal: él no es otro, si lo busco en mí. No podemos parar ahora. Si dios es el otro la meta es inalcanzable. Esto es dualismo. Pero estamos llamados a ser hijos con el Hijo, a ser totalmente divinizados.
De esta apetencia el dualismo hace un sueño orgulloso. Así el hombre abandona la búsqueda y se dedica a construir la ciudad humana, a proyectar en el futuro sus frustradas esperanzas. Dios se ha retirado a la Transcendencia y lo ha abandonado.
Huyendo de los demonios del dualismo el hombre se da de bruces con el monismo. Nuestra peregrinación sería entonces del solo hacia el solo. Se abandona la ciudad terrestre y no se instala el hombre en la celeste. Es una espiritualidad acósmica.
En ambos caso se abandona la búsqueda. En el dualismo el hombre se queda en Hombre, en el monismo se transmuta en Dios. La epifanía humanística y atea o la teofanía deshumanizante y monoteísta. Falta una cristofanía simultáneamente divina y humana. Ni el hombre, ni Dios, sino Trinidad, advaita. El búscame no se puede separar del búscate. Mí y ti. El metron es teándrico.
Este es el tercer nivel: el descubrimiento del Yo. La Trinidad es central.
Tú puedes unirte a Mí. Yo me descubro en el “tú” de Dios. Él es el yo que habla, el yo que nosotros escuchamos en el Espíritu. Esta es la experiencia cristofánica: ni el dualismo de la criaturidad y de la mundanidad, ni la simplificación monista de la divinización.




SEGUNDA PARTE
Prolegómenos

Sentido de algunas palabras clave.
Misticismo: todo lo referente a la(s) experiencia(s) última(s) de la realidad.
Realidad: todo lo que de alguna manera entra en nuestra con(s)ciencia, también como impensable, inexistente...
Última: irreductibilidad intelectual. Lo que no puede ser reducido a algo posterior. Pero lo último para un individuo (o grupo) no tiene por qué serlo para otro(s).
Experiencia: inmediatez consciente, la conciencia de algo presente de manera inmediata. Sin mediación. El campo de la experiencia es la consciencia humana. La experiencia está en la base de todo fenómeno cognitivo. En cuanto experiencia no puede derivar, ni deducirse, de cualquier otra cosa.
Realidad última: una realidad que no está permitido deducir de ninguna otra cosa o reducir a cualquier otra cosa.
La experiencia mística: esa experiencia que nos revela la realidad última.
Queda abierto qué pueda ser esta realidad. También la ultimidad es relativa.

No podemos limitar la conciencia mística a una visión teísta o deísta de la realidad, ni a un fenómeno religioso confesional. La forma de unión con lo divino queda muy abierta, ¿pero qué es esto divino?
Un primer problema es si verdaderamente es posible hablar de tal experiencia. El campo de la conciencia es mucho más amplio que el de la inteligibilidad, “la inteligencia no es más que la conciencia cubierta con el velo de la ignorancia” (Tripara Rahasya, 21).
Un segundo problema ¿verdaderamente es posible comparar tales experiencias místicas diferentes? Es necesaria una hermenéutica diatópica. En toda experiencia es como si nos encontrásemos con una cuerda de cuatro hilos. Podemos identificarlos pero no separarlos.
En toda experiencia tenemos:
La experiencia pura. Acto espontáneo, atemporal, fuente de sucesivas actividades de nuestro espíritu.
La memoria de la experiencia que nos permite convertirla en objeto de descripción... le añade elementos de otras experiencias... aparece la temporalidad.
La interpretación, el análisis consciente de la experiencia mediata de la memoria. Interpretación de acuerdo con nuestras categorías... y nosotros somos intrínsecamente dependientes del tiempo (nuestra época) y del espacio (nuestro lugar).
La recepción de la experiencia en el complejo conjunto de conocimientos en que nosotros mismos estamos incluidos.

E = e.m.i.r.

Nuestra tarea no es la de comparar experiencias, sino estudiar la pretendida posible experiencia mística de Jesús el Cristo.
Pero ¿se puede tener la experiencia de otro? ¿no es personal e intransferible?
Mas ¿No podría, tal vez, ser la fe, precisamente, esa participación en la experiencia última? ¿No podría suceder que la persona fuese más comunidad que individualidad? ¿No es la Divinidad más una Vida infinita en eterna participación que un Ser supremo individual?

El ambiente

No cabe duda de que el misticismo cristiano está arraigado directa o indirectamente en la experiencia personal de Jesús. Considerando a Jesús como Dios, carece de sentido hacer un análisis antropológico de la divinidad; pero Jesús era también hombre y, como tal, no hay razón por la que no se deba intentar estudiarlo, como a cualquier otro.
Se ha afirmado con razón que “Jesús, el predicador del mensaje, se ha convertido en Jesús, el mensaje predicado”
Pero ¿podemos intentar revivir en cierta medida la experiencia de Jesús? ¿Es posible comprender el mensaje sin comprender al mensajero?
Se trata de una aproximación cristiana con la mente y el corazón de la tradición ´sivaitica, que tiene en cuenta la población de India que vive con menos de un dólar diario. Una cristofanía en India no puede olvidar el hecho dalit (oprimido), que tiene una relevancia teológica especial.

1. El punto de partida
a)El texto
¡Nos proponemos explorar el misticismo de Jesucristo!
Nos proponemos alcanzar la comprensión de un ser (el humano), cuya naturaleza es fundamentalmente autocomprensión. Jesucristo se había aplicado a sí mismo y a los demás la frase del Salmo 81,6 “Dioses sois” (Jn 10,34). La más íntima aspiración natural de todo hombre es llegar a ser infinito.
¿De qué manera hemos de proceder? Los textos no son suficientes, aunque sean necesarios, pero ¿podemos acceder al misterio de la persona de otros modos?
No podemos reducir los problemas humanos a parámetros abstractos. Es una tentación nominalista moderna.
Un retrato de Jesús: treinta años de vida privada, uno o tres de intensa actividad pública. Tenemos cuatro evangelios, un limitado número de documentos canónicos y no canónicos y algunas noticias posteriores. Su impacto ha sido fortísimo en los 20 siglos posteriores: exaltadas apologías y furibundos ataques.
Conocemos algunas de sus expresiones y muchas palabras que se le atribuyen. Podemos aventurar razonablemente cuáles eran sus propósitos principales. No se alineó con los conservadores saduceos, ni con los extremistas celotas, tampoco optó por la vía de en medio de los fariseos o los esenios.
Sintió una compasión fuerte por los Pobres, los sencillos carentes de instrucción. Lo siguió un conjunto de hombres y mujeres que apenas le comprendían. Fue crucificado por los romanos. Su principal actividad: hacer el bien a la gente sencilla. Sus palabras más recordadas: las Bienaventuranzas que pueden sonar a ingenuas, pero … daba mucha importancia al amor a Dios y al prójimo, a la paz y a la libertad.
Ha suscitado amor y odio entre los hombres.
Sus seguidores han dado frutos buenos y malos a lo largo de 20 siglos.

El contexto
Los rastros de Jesús han quedado impresos en el suelo judío, en la época de los romanos y en un contexto semítico. Las hipótesis de sus posibles viajes a otras tierras no constan de pruebas históricas. Ni podemos decir que queden rastros en otras culturas. A pesar de todo hay una vena no hebrea, y sobre todo no ortodoxa, en sus palabras y en su actuar.
El antisemitismo de los cristianos parece que mengua y ya han pedido perdón por él, no así parecen dispuestos a pedir perdón a los paganos y a otras religiones.
No es posible entender a Jesús sin colocarlo en su estrecho ámbito popular judío. Es imposible comprender la personalidad de Jesús si se minimizan los rasgos concretos de un judío de hace sesenta generaciones.
Se ha escrito tanto sobre él que no es posible trazar una imagen de Cristo capaz de alcanzar un cierto grado de consenso. Hay ciertos rasgos de Jesús que transcienden las contingencias históricas. Hay rasgos y dichos de él que revelan una experiencia central para la vida humana.

b)El pretexto
Nuestros anteojos personales perfilan la figura de Jesús que vemos, pero el mismo hecho de ser conscientes de tenerlos nos permite atribuir a nuestra descripción los factores de incertidumbre y variabilidad que hacen posible crear un cuadro convincente para un número representativo de fieles a Jesús.
Nuestra pregunta es si podemos penetrar en los niveles más profundos de otro individuo, o si hemos de contentarnos con investigar para reconstruir un hecho pasado. En definitiva, ¿si la fe se basa en un libro histórico o es una experiencia personal? ¿Es gracia o conclusión de un silogismo? Jesús era judío, pero el Cristo no es judío, ni gentil, ni griego, ni romano.
Para otras religiones que tienen su equivalente homeomórfico de Cristo, se ha de advertir que equivalente homeomórfico no equivale a equivalente religioso
Jesús era judío, pero Jesús resucitado, el Cristo no, y no debiera excluirse la posibilidad de un transplante cultural de su figura.
Yo he creído en Cristo a través de muchas y necesarias mediaciones. Se impone una reflexión crítica sobre ellas.
La cuestión principal es ¿cómo penetrar en el texto y orientarnos en la complejidad del contexto? Por la tradición que es polisémica, fluida y viva. El pretexto siempre tiene mucho de subjetivo, no meramente objetivo.
La que la tradición transmite es la vida, la fe, un sentido de pertenencia a la comunidad, una participación en un destino común. Por tanto, nos proporciona algo más que un texto, o una interpretación, nos transmite la palabra viva, hablada. ¿Y cuál es su fundamento? La palabra que es escuchada que desencadena la experiencia de la fe.
El pretexto es pues la transmisión de la vida.

2. Tres antropologías:
aproximación individualista,
aproximación personalista,
aproximación pneumática.

A.Individualista.
Jesús ha sido un personaje histórico. Pero ¿qué es un individuo? La cultura occidental prevalerte nos presenta al hombre como una entidad individual. El individualismo es un mito muy enraizado en la cultura actual.
En este ámbito sólo hay una puerta de acceso al misterio de la individualidad: observar las huellas dejadas por la persona cuando sale de su mónada atomista. Tenemos
.- las palabras y obras del individuo pronunciadas y realizadas por el individuo
.- en un contexto concreto.
.- nuestra interpretación de lo anterior mediante nuestra visión particular.
Para reconocer las huellas como imagen hay que conocer de alguna manera el original. Para ello hay que conquistar el misterio de la individualidad.
Para ello es necesario que nuestra credibilidad sea avalada por un testigo de moralidad e inteligencia contrastadas. Y es necesario que entendamos el lenguaje del testimonio.
O sea, que nuestro corazón arda en el mismo fuego “porque nosotros mismos hemos oído y sabemos” (Jn, 4, 42). Sólo en nosotros mismos nos es dado encontrar, y tal vez, comprender, el misterio de identidad de otro ser. Sólo compartiendo la identidad podemos conocerla.
Identidad no es identificación.
Para conocer la identidad necesitamos un conocimiento lleno de amor, el conocimiento toca el qué, el amor el quién. El amor es una experiencia no dualista. En él no cabe ni igualdad ni alteridad, no es uno ni dos. Diferenciación sin separación. Es un “ir” hacia el “otro” que rebota en un entrar en “sí”, mediante la aceptación del “otro” dentro del propio “sí”. No se trata de la cognición de un objeto, sino del conocimiento de un “tú”, que a su vez es el sujeto cognoscente. Hay un solo “sí-mismo” en el que participa el otro en tanto que yo, y yo mismo. El movimiento del amor ha de ser recíproco.
Todas las tradiciones humanas han insistido en la necesidad de la pureza del corazón como requisito esencial para el auténtico conocimiento, “Bienaventurados los puros de corazón, porque verán a Dios” (Mt, 5,8). El corazón de la ortodoxia es la ortopraxis.
Nos proponemos llegar al ipse Christus, ¿es esto posible?
No podemos confundir el aliud con el alius, si desterramos el conocimiento del amor, todo queda en un aliud, un objeto conocido, pero si reconocemos al alius, reconocemos el rostro humano. El conocimiento amoroso descubre al tú y no al otro. Si Jesús es otro y no un tú para el yo que intenta conocerlo, es imposible y blasfemo penetrar en los sentimientos de Cristo Jesús (Flp 2, 5).
Frente al homo homini lupus de Plauto, el homo homini Deus de Erasmo.
Es de notar que este dogma moderno de la individualidad no es una convicción universal y empieza a recibir grandes críticas. El hombre tiene individualidad, pero es más que una individualidad. La individualidad lleva al atomismo sociológico, solipsismo filosófico, a la cuantificación política, al consumismo…
Se comienza a dar mayor importancia a la persona diferenciándola del individuo.
B.Personalista
Intentamos compartir la autocomprensión de Jesús e Nazaret. ¿Estamos seguros de que toda conciencia individual es una fortaleza inexpugnable? ¿La realidad el cuerpo místico es sólo una frase? ¿No es el Ser un acto, una actividad? ¿es la conciencia una propiedad privada?
La persona puede ser descrita como un nudo en una red de relaciones. La realidad es relación. En pantí panta, todos los nudos están en conexión en la red.
La persona no es ni un individuo, ni una experiencia indiferenciada. Escapa a toda definición porque es algo último. Es relación como lo es el Ser.
La persona dice YO, que no es la subjetividad del yo individual. La persona es más que comunicable, es comunicación. En ella la cuantificación no es aplicable, no es una, ni dos, ni singular ni plural. Toda persona es fin en sí misma.
Es más la persona es comunión, y comunión significa pertenecerse mutuamente como sujetos. Comunión no significa que yo posea un tú, sino que ambos se pertenecen. La relación es un coesse, no es causal. Su ser es estar (juntos). Conocer es convertirse en aquello que se conoce.
Preguntamos a Jesucristo: ¿Quién dices tú mismo que eres?.
El hombre es persona, no individuo, por tanto puede participar en la autoconsciencia de otro, aunque con límites. El yo entiende al otro en la medida en que es tú, en la medida en que es amado por un yo.
Este conocimiento tiene sus peligros: alucinaciones fantasmagorías… El yo y el tú no sólo son interdependientes, sino también inteindependientes, como en la Trinidad.

C.Espiritual o adhyatmica
La aproximación individualista es peligrosamente semejante al experimento científico.
La personalista es significativamente similar a la observación de la psicología profunda.
En el tercer enfoque se comparten no sólo ideas, sino el Ser. Las escrituras cristianas nos invitan a ser uno con Cristo, a transformarnos en él. Es la vía de la experiencia, la mística.
Los tres ojos (sensus, mentis et fidei) están interrelacionados. Consideramos al hombre en todas sus dimensiones. Una antropología integral. El hombre no es un individuo separado, ni una persona aislada del resto del mundo. Toda la realidad está constitutivamente interconectada. La antropología tripartita (cuerpo, alma, espíritu) ha sido muy olvidada en la tradición cristiana de los 17 últimos siglos.
¿El conocimiento nos pertenece como una actividad meramente privada? ¿Y si fuese algo en lo que participamos? Esta es la cuestión que se plantea en la aproximación espiritual. No se trata del conocimiento objetivo, sino del identificante y salvífico. Ricardo de San Víctor afirma que el amor está en el origen de la consciencia, y una vez conscientes de algo brota la contemplación.
Conócete a ti mismo = Conoce tu Sí mismo. Sólo cuando deje de ser tu ego surgirá tu Sí mismo. No se trata del conocimiento del otro, sino de Dios, intimior intimo meo. ¿Quién soy yo?
El conocimiento es un conocimiento de todo el Ser y el tercer ojo ve la otra dimensión de lo real. Por ello el autoconocimiento no es conocimiento de ningún objeto. Somos sujetos. Mientras no compartamos la autoconsciencia de un hombre, no lo habremos conocido. El Atman no es esto, ni aquello.
El único medio de conocer al conocedor es convertirse en el mismo conocedor. Se trata de conocer con un crecimiento de nuestro ser.
Llegar a canecer a Jesucristo es un acto místico, la empresa más alta del espíritu humano.
En una visión trinitaria cabe tanto la identidad como la diferencia. Pero yo no puedo ser absolutamente idéntico a mí mismo, porque vivo en la temporalidad y porque no existe ningún predicado que pueda decir quién es el sujeto sin transformarlo en predicado. Pero quizás lo puedo ser sin pensarlo.
El yo se reconoce reconociéndose el tú – igual al yo.
Deseamos conocer la autoexperiencia del hombre Jesús, osamos hablar del misticismo de Jesús el Cristo.
No se trata de una doctrina, ni de una verdad, sino de una experiencia mística. Pero siempre abiertos a la posibilidad contraria.
Utilizaremos los tres métodos como complementarios.

3. La búsqueda existencial
- El status quaestionis
En este tema el que investiga está implicado a fondo. En definitiva la que se cuestiona es el sentido último de la vida. Su equivalente homeomórfico es la pregunta por la identidad de Jesucristo. La cuestión es legítima y real, pero hay que tomar tres precauciones:
a)han existido muchos iconos del misterio del hombre. Jesús es uno de ellos.
b)El impacto de Jesucristo en la vida humana hace del él un caso excepcional.
c)Cristo pretendiendo ser el salvador universal, no admite neutralidad ante su persona. Este hombre me interpela de una forma particular y su experiencia es de importancia capital para una gran parte de la humanidad. La cuestión de la identidad de Jesucristo pretende ser una pregunta última.
¿Quién dice Jesús que es el hombre?
El cristiano auténtico no es el secuaz de una ideología, sino aquel que ha encontrado la realidad de Cristo. La gracia es Cristo mismo. El encuentro es sólo con el misterio inefable que los cristianos llaman Cristo.
Y este encuentro sólo es posible si la comunicación y comunión tiene lugar en lo más íntimo de nuestro ser: la persona. La persona es precisamente ese tipo de relación (comunión) y a la vez nuestra realidad más íntima y más misteriosa.
El individuo es el desconocido que uno se encuentra por la calle. Persona es aquella que es acogida en el corazón.
Para evitar cualquier interpretación pietista o cerebral hay que advertir que no se trata de un dualismo: no se trata de un encuentro con otro, ni con mi interior, mi ego. Cristo ni es otro, ni es yo mismo. No somos ni uno ni dos (ni monismo, ni dualismo) es la relación no dual. Tengo que aceptar mi pisteuma, y confesarlo, así evito toda absolutización. No puedo dejarlo de lado. Hay que relativizar.

La experiencia personal
El salto final no es un ejercicio intelectual, ni un acto de voluntad. Se trata de la misma experiencia mística cristiana.
La experiencia personal de Cristo no puedo más que recibirla en mi experiencia personal. Una fusión de experiencias influenciada por la meditación de las palabras y hechos de Cristo, y quizás por haber encontrado en él una imagen en la propia experiencia de mi profundidad.
Yo tengo la experiencia de mi propia contingencia, en la que descubro el toque tangencial de la inmanencia y de la transcendencia, me doy cuenta de que soy parte integrante (no participación) del mismo flujo que llamamos realidad. Soy el punto de la tangente donde esos dos polos se tocan.
Todo lo que tengo lo he recibido, es criatura. Pero lo que soy no es idéntico a lo que tengo. Lo que soy no es criatura, ni creador. Soy consciente de mi finitud, por eso empieza ya a superarla, por ello no soy finito, ni infinito. Desde joven he oído decir que Dios me había creado a “mí”, pero este “mí” no es idéntico a yo. Mi yo parece encontrarse más allá de ese “mí”. Pero de este yo no puedo decir nada. Yo me sentía responsable de todo lo que hacía ese “mí”, pero no de ser yo.
El yo está antes de saber qué o quién soy.
He llegado a experimentar el “mí” como el tú del yo. No me parece convincente llamar Tú a Dios. Más bien es el Yo, y yo el tú. Pero en los momentos de inseguridad me veía impulsado a llamarlo Tú, Padre… e invocar a Cristo mi istadevata.
Después empezó a invertirse los papeles: intimius intimo meo se fue haciendo realidad. Mi pequeño yo no era relevante, no era último. Mi verdadero sí-mismo no podía ser ni un simple animal racional, ni un ser divino. Un mediador estaba aflorando entre la Transcendencia y mi ego: Cristo. Ese mediador era el hombre Jesucristo y yo me reconocía como hombre. Experimenté la gracia, la fuerza interior que era mi más íntimo sí-mismo y que me llevaba a hacer cosas inexplicables.
Si yo debo entrar en contacto con la experiencia de Jesús, el encuentro debe tener lugar en el ámbito de una experiencia común.

La búsqueda de la credibilidad
El encuentro es con Cristo vivo, no con el pasado. Intellectus quaerens fidem. La fe es el camino de la liberación. La fe es necesaria para iniciar el camino.
Osamos penetrar en la intimidad personal de Cristo.
Para ello hay que distinguir entre el conocimiento racional y otros posibles tipos de conocimiento. Pero no podemos contradecirnos. El credo debe ser razonable y la razón creíble. Puedo creer lo que no puedo entender, pero no lo no creíble.
Por supuesto estaremos cerrados al sentido de estas afirmaciones si somos insensibles a la tercera dimensión (oculi sensus, mentis, fidei) de la realidad, ciegos a la conciencia mística.

II. Las expresiones
“… si hi tacuerint, lapides clamabunt”

Distinción escolástica entre
Discernir: conocer una cosa por diferenciación con respecto a otras.
Pensar: considerar la cosa en sus partes y propiedades. (Cogitare= co-agitare)
Entender: intuición del intelecto sobre aquello que se le presenta como inteligible.

1.Abba, Pater!
“Abba, Padre, para ti todo es posible; ¡aparta de mí este cáliz! Pero no lo que yo quiero, sino lo que tú quieres”.

La relación con Dios en el hombre primordial es más estrecha que la biológica. ¿Llamar a Dios padre y madre es un antropomorfismo, o llamar así a los progenitores es un teomorfismo?
La presencia de la palabra padre en los evangelios es muy abundante. Jesús no tiene duda de que Dios es su Padre.
En san Pablo Cf. Rom 8, 14-17 y Gal 4, 6-7.
Hay un círculo vital (Perichoresis) en estos textos, porque somos hijos Dios manda su Espíritu, y es porque Dios manda su Espíritu es por lo que somos hijos.
La interpretación
Jesús llama a Dios su Padre e invita a los suyos a que hagan lo mismo en virtud del Espíritu divino que mora en ellos.
La palabra padre, purificada de sus condicionamientos antropológicos, la podemos interpretar en el sentido de fuente, origen, fundamento. No tiene nada que ver con el género ni con el sexo.
Jesús tuvo una experiencia muy intensa de su filiación divina. Y los que reciben el Espíritu son también hijos de Dios. Descubrimos a Jesús como nuestro hermano.
Existe una diferencia entre la filiación de Cristo y la nuestra. Se ha resuelto diciendo que la suya es natural y la nuestra adoptiva. Pero adopción es un concepto cultural de Occidente. Si Jesús en cuento hombre es también hijo natural de Dios, nada impediría que lo fuéramos nosotros. Para mantener la transcendencia divina se dice que Dios en su omnipotencia hizo una excepción con Jesús. Así se asume la redención. Pero si Cristo es el restaurador de la divinidad las cosas se verían diferentes. Nuestra naturaleza divina es real pero in fieri. Hay textos que apoyan esta visión.
Esta metamorfosis afecta a toda la creación. (Jn 15,5. Hch 17, 28. 1Cor 15, 28. Lc 20,36).
Los textos citados de Pablo hablan de que si somos hijos también herederos.
Si nosotros tuviéramos que permanecer humanos no haría falta la divinidad de Cristo.
¿Qué es la filiación?
Hijo natural es una metáfora natural y adoptivo una jurídica. En el concepto monoteísta es lógica la distinción.
La plenitud del hombre no es la plenitud humana, la plenitud del hombre incluye una filiación real divina. Cristo es totalmente divino también en su humanidad corporal (Col 2, 9), y en él nosotros aunque in fieri.

La experiencia
Para la descripción de la experiencia personal de R. P. libro páginas 129…
Jesús experimenta la continua generatio. Él es el hijo de Dios y del hombre. Esta filiación es el destino de todo ser, aunque en grados muy diferentes.
El fundamento de nuestro ser no es otro, un no-yo, sino un tú (transcendencia inmanente) que descubro como el Yo (como mi Yo).
La palabra padre es una función, no una substancia. Más allá de ser Padre no hay nada.
Se trata de experimentar esto como la fons et origo…, como el silencio del que brotó la palabra.
Existir = ex sistere, proceder de la fuente sin nombre.
Nada que no sea una personificación colma a la naturaleza humana cuando, en situaciones extremas, experimenta la vida insondable de la criatura.
Padre= Madre en nuestra cultura, = Amor.
Hay dos caminos para llegar a la experiencia del Abba. La de la gracia y la de la contingencia. Nos basta con ser niños.
Y la experiencia me lleva a ver una relación que no es una dependencia de un Padre todopoderoso. Abba, Pater es una oración que pueda salir de un corazón lacerado pero no de un ser deshumanizado.
La divinización del hombre no es la apoteosis (apo Theôs is) del individuo. La experiencia de la Trinidad es saberse envueltos en una perichoresis cosmoteándrica. Dios es misterio y también nosotros estamos dentro de ese misterio.

2.YO Y EL PADRE SOMOS UNO

Los Textos.

También esta segunda afirmación atraviesa todo el mensaje de Jesús, como la anterior es la expresión de una convicción manifestada de diversas maneras.
Si lo divino no es el ideal último del hombre, se convierte en algo diabólico. Si Cristo no es la revelación de Dios, es la del Hombre.
Las palabras pronunciadas por Cristo no pueden estar fuera de nuestra comprensión, están hoy al alcance de nosotros.
Tres citas:
1. Jn, 10, 30: (Egô kái o Pater én ésmen).
El contexto es una disputa con los judíos sobre el salmo 82,6 “Dioses sois”. Al final los judíos querían apedrear a Jesús.
2.Jn, 14, 9: “Quien me ha visto ha visto al Padre” (o eôrakòs emè eôraken tón Pátera ).
El contexto está teñido de pena y tristeza, forma parte del testamento de Jesús… Jesús ante la propuesta de Felipe no habla de conocer al Padre, sino a él mismo.
Estas frases tenían pleno sentido para Jesús y para multitud de generaciones después de él. Estos textos modifican substancialmente nuestra noción de un Dios separado e inaccesible.
3.Jn, 6, 57: “Sicut missit me vivens Pater, el ego vivo propter Patrem, el qui manducat me, et ipse vivet propter me”.
El contexto es la disputa eucarística. La unidad de Jesús y su Padre es extendida a los que coman de él (de Jesús).

La interpretación.
Se trata de la perichoresis trinitaria extendida a toda la creación. Si Cristo es uno de la Trinidad, también su Cuerpo está implicado en la vida trinitaria.
Entre Dios y el hombre no hay separación insalvable, hay un puente. Jesús no dice yo soy igual al Padre, sino el Padre y yo somos uno, o sea, somos una relación. Esta es todo su ser, la paternidad-filiación. Nada hay más allá de la Trinidad. Dios no es uno (una substancia) ni trino (tres substancias) sino la correlacionalidad última e infinita de la realidad. Hay identidad (le relación) y diferencia (Padre, Hijo…). Padre e Hijo no son diferentes, sino correlatos, ambos nombres no son más que relaciones. La relación es la categoría fundamental de la Trinidad y de la creación.
Jesús es el Hijo porque el Padre lo engendra eternamente y en él a nosotros y a la creación entera. Esta relación no está cerrada, el Espíritu la mantiene abierta.

La experiencia
Nosotros compartimos la Vida como la fuente y el río comparten el agua, pero todavía no se ha manifestado lo que seremos. (1Jn, 3.2). La cristofanía no está plenamente manifestada. ¿No es quizás la vida la aventura de hacer utraque unum (Ef. 2,14) y un Uno no numérico? La experiencia de la Trinidad.
“Soy uno con la fuente cuando yo mismo hago de fuente, haciendo refluir todo aquello que recibo – como Jesús”.”Cuando soy transparente, soy libre de todo miedo, soy verdaderamente yo mismo”
Esto no es orgullo, es la experiencia de la Pascua, de la Resurrección. La experiencia cristiana no acaba el Viernes Santo sino el Domingo de Resurrección, que se hace real en nosotros por Pentecostés, que nos humaniza divinizándonos.

3.CONVIENE QUE YO ME VAYA

Esta expresión representa el estadio más profundo de la experiencia religiosa, también porque es la más human la theosis sin kenosis sería diabólica.
Es bueno reconocer que nuestra hora debe llegar en un momento u otro, porque la existencia temporal debe resucitar, entrar en la ”sistencia” tempiterna, en el manere del Espíritu. Es bueno que el tiempo no se pare en nosotros, ni nosotros en el tiempo.

Los textos

Sed ego veritatem dico vobis; expedit vobis ut ego vadam. Si ego non abiero, Paraclitus non veniet ad vos; si autem abiero, mittam eum ad vos. (Jn 16, 7)

Se trata de una situación muy humana, el maestro está a punto de dejarlos, sin haber concluido prácticamente nada. No les ha dejado nada duradero. Les deja el Espíritu y su presencia silenciosa en la acción eucarística. Les promete el Espíritu: paráclito, consuelo.

"Ótan de élthê ekéinos, to pnéuma tes alêtheías, odegếsei ymâs eis tên alêtheian pâsan"
Cum autem venerit ille, Spiritus veritatis deducet vos in omnem veritatem.
(Jn 16, 13)
Se trata de una confianza total en el Espíritu, que es Espíritu de verdad, Verdad que nos hace libres (Jn 8, 32). El Espíritu nos llevará hasta la verdad completa, no fragmentada, no hacia formulaciones de la verdad, sino a la verdad indivisa, al núcleo de la realidad. El Espíritu no nos hace omniscientes, sino verdaderos.
La verdad de la que nos habla Jesús no es adaequatio, sino aequatio ad ordinem realitatis... y esta aequatio es la justicia, la dikaiosine que tiene tanto de justicia humana como de justificación divina.
La verdad se puede traducir en conceptos??, pero no es un concepto, es una relación. La verdad es espíritu de verdad.

Qui credit in me, opera, quae ego facio, et ipse faciet, et malora horum faciet, quia ego ad Patrem vado. (Jn 14, 12).
Estamos al comienzo de una nueva manifestación del Espíritu.
Los discípulos haremos obras mayores que él, porque él se va al Padre. No nos deja huérfanos. Él es el mediador, no el intermediario, que ha cumplido su misión. Ahora nos toca a nosotros. Él vuelve a la Fuente, de la que también nosotros podemos sacar agua viva.
Volvamos a los sentimientos de Jesús cuando pronunció aquellas palabras.

La interpretación.
Él no había venido para quedarse, tenía que alejarse, porque había venido para quedarse en nosotros de una manera personal, manere en nuestro ser.
Nuestra tentación es hacer de él un ídolo, o fijarlos en conceptos. Con sus enseñanzas elaboraremos un sistema, lo aprisionaremos en nuestras categorías y asfixiaremos el Espíritu.
No hemos entendido aún que el Reino no se puede objetivar.
La cristofanía es la máxima potenciación de nuestra verdadera identidad. Él se fue, permitiendo así al Espíritu conferirnos nuestra verdadera identidad.
Las últimas palabras (Qui credit in me…) representan la quintaesencia del mensaje de Jesús: ninguna certidumbre, ninguna seguridad, ninguna regla externa. Confianza total en cada uno de nosotros. El Espíritu vendrá.
Conviene que así sea. Conviene que la iglesia esté en manos de los hombres, que la humanidad forje su destino, que seamos corr4esponsables del destino del mundo. La inmutabilidad que rompe el dinamismo de la vida es la muerte.
Ubi spritus, ibi libertas.
La promesa del Espíritu pertenece al kerigma de Jesús.
Sus palabras pueden ser interpretadas como la narración de una situación realista que rompe todo idealismo. Se diría que Jesús había fracasado y que perdió toda oportunidad de fundar su iglesia. Murió abandonado.
Y en medio de todo Jesús predicó: Mê merimnâte, nos os preocupéis (Mt 6,25-34 y Lc 12, 11-22). Y en el último momento, después de la resurrección no pide más que amor (Jn 21,15-16). Sólo el amor borra el pecado. Y sólo se ama si se tiene el Espíritu que es Amor. Se trata de una experiencia humana.
Si Jesús no se va, ni viene el Espíritu, ni su resurrección adquiere todo su sentido, que es la revelación de la vida trinitaria en nosotros.
La resurrección es la presencia real de la ausencia. Resurrexit, non est hic, como el Reino.
“sé tu mismo la continuación de la encarnación”, nos pide Jesús, que la misma no se ha acabado conmigo, es más en este conmigo, en este mí, estás tú. El kerigma es esto encarnar una Vida en la misma proclamación gozosa de una vida, y no un discurso o doctrina.
La creatio continua nos libera de vivir en un universo fijo y condicionado, la incarnatio continua (valgan las palabras a falta de ellas) nos l ibera de vivir en un universo histórico y temporal y nos hace conscientes de nuestra naturaleza divina. Es la visión trinitaria de la creación. La encarnación es la revelación del Misterio escondido desde los eones eternos en Dios. El destino de la cabeza (Cristo) es el de su cuerpo (el universo entero). La vida trinitaria circula por todo el universo, y nosotros vivimos en este tránsito.
Conviene que él se vaya, conviene que nosotros nos vayamos. La Vida es don que nos ha sido dado y hemos de dar a otros, la vida es transitoriedad.

La experiencia
Raimon con sus palabras.
“El asumir mi condición humana, el darme cuenta de que mi tiempo se acabó y de que debo irme, el estar convencido de que el Espíritu no puede ser apagado, ni controlado o dirigido es la experiencia suprema. El Hijo del hombre no quiere para sí excepciones ni privilegios.
Ésta es la última prueba. Me iré, debo irme. El ego morirá dejando sitio al espíritu. Esta Vida es Resurrección.

III. LA EXPERIENCIA MÍSTICA DE CRISTO JESÚS

1.“Esto he oído” "êkousa": había un hombre que vino al mundo y afirmó ser uno con el Origen; había venido de esa Fuente y había de volver a Ella. En el lapso de tiempo que le fue concedido, pasó su vida haciendo el bien…

2.“Esto veo”: la vida interior de Jesús revela una experiencia universal. Nos lo muestra la historia. También yo, intensidad y pureza aparte, estoy en condiciones de vivir esta experiencia…

3.El misticismo de Jesús es simplemente misticismo humano… Es la experiencia última del hombre en cuanto hombre… la plenitud de todos lo que todos nosotros somos. Hablamos de divinización, pero si dejamos de ser hombres, puede convertirse en enajenación…


Resumen:
El misterio de Cristo es el misterio de toda la realidad: divina, humana, cósmica, sin confusión ni separación.
Cristo no sería Cristo si no fuese divino, más aún, si no fuese Dios. Lo divino no puede ser fragmentado.
Cristo no sería Cristo si no fuese humano, más aún, si no fuese toda la humanidad.
Pero esta humanidad distendida en el tiempo, no está acabada, ni lo estará mientras el tiempo sea tiempo, y el tiempo no tiene fin porque el fin es temporal. La vida es esta novedad, o creación constante.
Cristo no sería Cristo si no fuese toda la corporalidad. Pero esta materialidad extendida en el espacio no está aún acabada, ni lo estará nunca mientras el espacio sea espacio, porque el límite del espacio ya es espacial. La materia es parte de lo real con esas otras dos dimensiones, en interpretación infinita.
Los cristianos ven en Cristo Jesús este símbolo como un punto resplandeciente que, deslumbrándonos, permite entrever, sentir, vivir, realzar la experiencia tabórica de toda Luz.
El lenguaje humano debe callar. El logos por sí solo es insuficiente: “Conviene que yo me vaya”.

Quoniam apud te est fons vitae, et in lumine tuo videmus lumen.


TERCERA PARTE

CRISTOFANÍA: LA EXPERIENCIA CRÍSTICA.
"Kai autós éstin pro pântôn
kai ta pânta en autô synéstêken"

Ipse est ante omnia et omnia in ipso constant (col 1, 17)

Nueve sutras

Introducción
Lo que estos sutra se proponen es lo que podría llamarse como una reflexión de la gran iglesia. Pretenden ser una vía intermedia entre la teología clásica (monoteísta) y una corriente teoclasta, liberar a Cristo de toda ligazón con dios.
Usamos la palabra sutra y no tesis, porque no es pensamiento inductivo-deductivo, el sutra nos habla desde el interior, es necesario haber adquirido un nivel de conciencia para captar su sentido. Nadie puede deducir un roble de una semilla.
Estos sutras son condensaciones de experiencias vividas son sutra=hilos que junto con otros forman la urdimbre de la realidad…

I.Cristo es el símbolo cristiano de toda la realidad


Coherencia significa ante todo la existencia de un símbolo central. El símbolo expresa una experiencia de la realidad la cual sujeto y objeto (fenómeno y númenon) están inextricablemente unidos. El conocimiento simbólico es irreducible a la evidencia racional. Ejemplos: dios, ser, materia, misterio, hombre, luz, energía… el símbolo tiene naturaleza ontológica, no epistémica.
La tradición cristiana ha recuperado la antigua tradición trinitaria de la realidad. En el misterio trinitario adquiere toda su dimensión el simbolismo de Cristo.
Cristo es esa luz que ilumina a todo hombre que viene a este mundo (Jn 1,9)
Y un montón de citas bíblicas: (Col 1,17. Jn 1,3. Jn 1,18. Col 1,15. Ap. 1,8. Col 1,18. Rom 7,22)
La aventura de la realidad es un egressus espacial y temporal de Dios y un regressus a la fuente por obra del Espíritu Santo. Esta extensión espacial y dis-tensión temporal del hombre es reunida en la tensión (humana) del hombre en crecimiento hacia la plena medida de Cristo (Ef 4,13).
El sentido del camino de la vida es cada paso, cuando es auténtico.
Leyendo a Filipenses, Colosenses, Efesios, Corintios, Romanos, Juan… re-cordamos (llevamos al corazón) que el punto central de la comprensión cristiana es el hombre Cristo Jesús, el mediador.
Orígenes llega a decir que Cristo tiene como cuerpo a la creación entera, y cada uno de nosotros es un miembro según su parte. Cristo es el hombre completo teléios ânthropos que une y representa a toda la naturaleza humana y es desde el principio.
La visión cosmológica de los Padres no es la científica de hoy, que ha perdido la tercera dimensión.
Una visión cristiana debería poder afirmar que cada ser es una cristofanía. Toda realidad podría ser llamada Fuente, Realidad y Espíritu (enèrgeia).
El equivalente homeomórfico de Cristo no es un avatara, que no es hombre, sino apariencia de hombre.
En el seno de una visión trinitaria la centralidad de Cristo con respecto a la realidad es consecuencia directa de la Encarnación. En él está todos los tesoros de la divinidad y todos los misterios del hombre. Cristo es el símbolo de toda la divinización del universo: per ipsum, et cum ipso, et in ipso.

II.El cristiano reconoce a Cristo en Jesús y a través de él

Cristo es la traducción griega de la palabra hebra Mashiah. Pero pronto dejó de significar el Mesías esperado de Israel. La revolución cristina se manifestó en el I Concilio de Jerusalén que abolió la circuncisión, sacramento primordial del pueblo hebreo, reconoció en Jesús, un hebreo crucificado, no ya al Mesías del pueblo hebreo, sino al hombre en el que habita corporalmente la plenitud de la divinidad (Col 2,9) y la revelación del heredero de todas las cosas que contiene el universo con la palabra de su poder (Heb 1,3). La transformación cristiana no consiste en afirmar que Jesús es el Mesías prometido del pueblo hebreo, sino que en Jesús se ha revelado ahora el misterio escondido desde el principio de los tiempos (Rom 16.25) y que por medio de él han sido creadas todas las cosas (Col 1,16).
Quien cree (confesión existencial) que Jesús es el Cristo es cristiano. No se puede decir esto sino en el Espíritu.
Cristo Jesús porque hay distinción y equivalencia. Cristo no es el apellido de Jesús, no queda agotado en el individuo de Nazaret. El concilio de Calcedonia reelaboró la relación entre Jesús y Cristo como inconfuse, inmutabiliter, indivise, inseparabiliter.
Encontramos a Cristo en Jesús y a través de Jesús, pero Cristo no puede ser plenamente identificado con Jesús. Estamos hablando de un conocimiento simbólico, no algebraico donde si A es B, B es A. en este caso el Icono A no es el original B, aunque no es sólo su imagen. El icono visto a la luz tabórica es la revelación del original, el símbolo que lo hace presente a quien lo descubre como tal icono. Por ejemplo: la Eucaristía es la presencia real de Cristo, pero no las proteínas e Jesús de Nazaret.
El gran escándalo cristiano, que lo es tanto para los cristianos como para los no cristianos, consiste en afirmar que el Jesús de la historia, el hijo de María es el Cristo de la fe. Es el gran misterio que nadie puede entender.
El cristiano encuentra a Cristo en Jesús y a través de él. Es un encuentro personal, un “toque experiencial”, una verdadera Gnosis de la tradición cristiana, un conocimiento experiencial, una actividad ontológica no meramente epistemológica.

III.La identidad de Cristo no es su identificación

Los métodos científicos se han apropiado del método teológico y con frecuencia se confunde el qué del individuo con el quién de la persona. Además a pesar del nominalismo, el haber entendido un concepto nos lleva a creer que hemos entendido la cosa. En física se ha descubierto que el observador modifica la observación (Heisenberg). El pensamiento no es un simple reflejo epistemológico de la cosa, es una actividad ontológica. Algo que saben todos los místicos.
Identidad e identificación son inseparables, pero no son lo mismo. Podemos identificar a Jesús plenamente, pero aún se nos puede escapar su identidad. Para conocer la identidad de una persona se necesita amor. Conocer el tú. Pedro descubrió la identidad de Jesús pero no pudo ser más que por obra del Espíritu. La identidad no se conoce ni por la carne, ni por la sangre, n por el cálculo, ni por el sentimiento.
Las cristologías se han concentrado en la identificación más que nada, o han hecho de la identidad una categoría objetivable, y la han extrapolado a distintos contextos, cuando ha sido descubierta en una cultura concreta.
Una reflexión sobre Cristo no puede limitarse a una exégesis de textos, debe buscar su identidad, no su identificación. El pisteuma es una conciencia iluminada y crítica en la cual la fe del creyente no es puesta entre el paréntesis de una época (pura fenomenología).
Los místicos han vivido la tensión el quién de Cristo, unos se han acercado más (no exclusivamente) a la persona divina, otros a la naturaleza humana.
La identidad que se descubre en el encuentro personal debe aceptar los criterios de la identificación, y esta debe intentar descubrir la identidad, la cual atestigua que la identificación es correcta. Este encuentro personal no debe interpretarse en el sentido de una antropología bidimensional.

IV.Los cristianos no tienen el monopolio del conocimiento de Cristo

La fe en el misterio de Cristo supera, pero no niega, la manifestación que tiene en Jesús, la reflexión sobre los datos de Jesús no puede agotar la riqueza de la realidad de lo que los cristianos llamamos Cristo.
Cristo es el nombre por encima de todo nombre, también el de Jesús. Los cristianos no pueden convertir en exclusivo este nombre.
Las otras religiones usan lenguajes diferentes y lo (al misterio que llamamos Cristo) de diversas formas. Corresponde a los cristianos reconocer en esas tradiciones luces del mismo misterio, que han de considerar como otros aspectos de Cristo.
Oda religión vivida en profundidad tiene pretensión de universalidad, pero vivida de modo limitado. Es un sendero para la realización, y la realidad es entera. Pars pro toto. Pero esto no es algo cuantificable. En toda icofanía está el todo, pero tamquan in speculo et obscure.
Los cristianos no son los dueños de Cristo.

V La cristofanía es la superación de la cristología tribal e histórica

Jesús es Cristo, pero Cristo no es idéntico a Jesús. Jesús es para los cristianos el camino que lleva a la vida que es la verdad. Pero no aparece como tal ante los ojos de los demás. Si tienen alguna idea de Jesús es muy imprecisa.
Por atraparte la figura de Cristo ha sido elaborada sólo en diálogo con las culturas mediterráneas, por eso la cristología es tribal. Los dos mil años de historia cristiana está centrada en sus propios intereses, con una gran indeferencia hacia el resto.
¿Quién dicen los hombres que es el Hijo del Hombre? Al principio la respuesta se buscó en diálogo con los hebreos, griegos, romanos, bárbaros…, pero luego no se dirigió la mirada a otras civilizaciones, sino que se creó la C. de propaganda fide. No imitaron a su maestro, se limitaron a dar su propia respuesta.
La historia es el mito moderno de occidente o sea, es el horizonte de inteligibilidad, donde se manifiesta lo real. Así identificamos al Jesús real con el histórico. Si Jesús de Nazaret no hubiera sido un personaje histórico, perdería toda su realidad.
La cristofanía no rechaza la historicidad de Jesús, sino que afirma que la historia no es la única dimensión de lo real y que la realidad de Cristo no se agota en la historicidad de Jesús. La superación de la cristología histórica por parte de la cristofanía pertenece al momento cultural en que vivimos.
Con la modernidad y la cosmología copernicana, en la que no hay lugar para los ángeles, espíritus, ni dios inmanente la función cósmica y universal de Cristo se reduce a la humanidad de Jesús, y ésta con su historia. Tampoco el vaticano II superó los parámetros de la Ilustración, y presentó a la Iglesia como Pueblo de Dios, olvidándose de la dimensión angélica y cósmica e ignorando otras culturas. La apokatastasis pantôn abarca también a los ángeles caídos y la anakefalaiôsis nos habla de un Cristo cósmico, alfa y omega de toda la realidad…
Es significativo en qué medida ha sido olvidada la concepción del Cuerpo místico de Cristo. El miedo a que la encarnación pueda conducir al panteísmo. Hemos dividido al logos en dos el logos ad intra (Trinidad) y ad extra (Creación) cuyo campo es la historia, mientras que el campo del Espíritu (Pneuma) transciende la temporalidad. El fiat de María fue un suceso histórico, pero la acción del Espíritu Santo no necesitó tiempo. “Hoy estarás conmigo e el paraíso”. La realidad efectiva de la Encarnación y de la Resurrección no se reduce a la historia.

VI.El Cristo protológico, histórico y escatológico es una única y misma realidad “distendida” en el tiempo, extendida en el espacio e intencional en nosotros.

No hay tres Cristos, creador, redentor y glorificador. Cristo es todo a la vez. Es uno de la Trinidad. El misterio de Cristo, la experiencia cristofánica no tiene sentido sin la visión trinitaria. Sin esta visión se reduce a un personaje histórico más o menos divinizado.
La visión que se tiene de Cristo depende de la cosmovisión que se emplee.
Las palabras que hemos usado no están exentas de ambigüedad. Creador es un abuso del lenguaje en un monoteísmo rígido. Redentor sugiere una teoría no exenta de sadismo. Glorificador tienen una visión teocrática imperial.
En la experiencia humana nuestra conciencia nos dice que:
1º. Nos sentimos distendidos en el tiempo. Nuestra conciencia humana es temporal, nuestra vida no se vive toda en un instante, corre a lo largo de un sendero temporal. El mundo es un lapso de tiempo. La distensión del tiempo afecta a todo ser. Pero vemos que todo está enlazado, que hay algo de no dis-tendido, que no es tiempo…
2º. Somos conscientes de que todo lo que existe está “extendido” en el espacio, es corpóreo y tiene partes. El universo, incluidos nosotros, es un lugar material. Estamos en el espacio. La realidad es espacial y temporal. Si abstraemos lo material, la realidad se derrumba. Sin embargo, tenemos una intuición de que hay algo más que la materia. El espíritu no es un puro concepto. La misma distancia no es algo corporal (es entre cuerpos, pero no otro cuerpo).
3º. Somos también conscientes de nuestra naturaleza intencional. Todo en nosotros tiende hacia algo más, estamos proyectados hacia delante. Somos intencionales. Hay en nosotros un tender a… Existe una transcendencia, aunque no sepamos dónde…
Tendemos a indagar lo que es desconocido. De dónde venimos, a dónde vamos, qué somos… las preguntas sempiternas de la humanidad.
Somos temporales y eternos, espaciales y espirituales, conscientes y podemos siempre saber más…
A estas preguntas la cristofanía ha de dar una respuesta.
No es necesario que nos apoyemos en una cosmovisión vieja. El problema de la ecología ha de tener una respuesta en el Cristo escatológico (ecosofía).
No hay que dejar de lado la historia, pero la plena realidad de Cristo no puede partirse en tres funciones…
Nuestra fidelidad a Cristo y nuestro amor hacia él no nos enajenan del amor por nuestros semejantes, desde los ángeles, hasta la tierra. Cristo no es un muro de separación. Él nos empuja hacia los demás, y a ver lo de negativo que hay en nosotros. El “a mí me lo hicisteis” es una afirmación de la presencia ontológica de Cristo en el otro, nos hace descubrir el verdadero rostro humano del prójimo.
La religiosidad es la dimensión humana más profunda que vincula al hombre con el resto de la realidad mediante sus lazos constitutivos más íntimos, esta religiosidad no puede reducirse a la pertenencia exclusiva a un grupo humano particular. Es la pertenencia consciente a la realidad la que nos hace cristianos.
Somos plenamente humanos, pero también plenamente reales aunque de un modo contingente y limitado.
La creación es creatio continua, el fundamento sobre el que la temporalidad se apoya.
La eucaristía es la incarnatio continua. La parousia de Cristo no es separable del Cristo eucarístico y resucitado, no es una segunda encarnación u otra aparición de Cristo.
La realidad del tiempo está sobre dos potentes pilares, el principio y el fin, que no son temporales, ni pre-, ni post- sino sempiternos.
La cristofanía nos ayuda a vivir conscientemente nuestra vida tempiterna, la plenitud de una vida que ha integrado el pasado, presente y futuro de forma que puede ser vivida en plenitud.

VII.La encarnación como hecho histórico es también inculturación

La Encarnación en cuanto hecho histórico en el tiempo y en el espacio, es un suceso temporal, solamente inteligible dentro de un ámbito religioso-cultural concreto. Pero, la encarnación divina como tal no es un hecho histórico, sino una acción divina de la Trinidad. El Unigénito es también el Primogénito. La Encarnación es la realidad total del Logos, “Misterio escondido desde el origen de los siglos en Dios” que se ha manifestado en le cristofanía histórica de Jesús.
No debe absolutizarse la historia…Aunque la salvación tenga lugar en la historia no es un hecho histórico. La Historia de la Salvación no es ni la salvación de la historia, ni la salvación histórica del hombre, sino la secuencia histórica de los eventos a lo largo de los cuales tiene lugar la salvación, que no es esos eventos, que no es un hecho histórico.
La esencia del colonialismo consiste en la convicción de que una sola cultura es suficiente para abarcar y comprender todo el espectro de la experiencia humana. El cristianismo se ha aliado con esta mentalidad. ¿Ha contribuido a su consolidación?
Hoy no se cree, al menos teóricamente, en ello, por lo tanto es necesaria la inculturación para defender la pretensión de universalidad.
De ahí la tensión, si el cristianismo es esencialmente histórico. En los últimos
La Encarnación no es un hecho histórico, pero ha sucedido en la historia y como tal ha cambiado radicalmente la forma de percibir la historia de los cristianos, pero de ahí a afirmar que los cristianos son el nuevo pueblo de Israel (de Dios), hay un abismo. El dios de la Biblia hebrea es el Dios de la historia, pero el Cristo de los cristianos es su víctima.
La Encarnación en tanto que acaecida en la historia es un hecho irrecuperable, en un tiempo lineal. Podemos recordarlo. Pero, la cristofanía no es sólo una cristología que intenta interpretar los hechos históricos de Jesús de Nazaret. Pretende acoger críticamente “el misterio aparecido,… revelado ahora” con todos los medios de conocimiento de que pueda disponer el hombre. Este misterio, ya desde el principio en el seno del Padre, no es histórico ni temporal.
Sin una visión mística desvanecemos el misterio. La historia no puede ser repetida, sólo recordada, conmemorada, (anánnesis). El hecho pasado no es presente históricamente. La Encarnación como hecho histórico no puede ser considerado universal, salvo que un grupo determinado de humanos (los cristianos) quieran fagocitar al resto para “salvarlos”. Si los sucesos históricos que dieron origen al cristianismo pretenden tener relevancia para otras culturas, tendrán que demostrar su validez transhistórica. De lo contrario será otra invasión colonial.
Este es un hecho que hay que afrontar. El cristianismo es también una construcción cultural, ligada a la historia y a la cultura occidentales, ninguna cristología es universal, y la cristofanía ha de ser conciente de ello al enfrentarse al problema de la identidad de Cristo. O esta cultura (la histórico-cristiana para la que la Encarnación tiene sentido) debe convertirse en una cultura universal, o la cristofanía es pluralista, no unívoca. No puede reducirse al orden del logos. Y esto es posible gracias a la Trinidad. El Espíritu no es el Logos.
El cristianismo es una religión histórica, pero, Cristo es más que una realidad histórica, en el sentido en que la cultura semítica ha entendido la historia.
La cristofanía no se limita a la identificación de Cristo, aspira a alcanzar la identidad. Esto requiere la visión mística, el tercer ojo.
Cristo no es una figura políticamente neutral, nos desafía a escoger, a tomar decisiones. Los factores culturales, con todas sus ambivalencias y límites son intrínsecos a toda cristofanía.
Es insuficiente la mera exégesis. El cristianismo es una religión de la palabra, no de la escritura: Fides ex auditu.
No existe una cristofanía absoluta, no es la conclusión de un silogismo. Él es principio de contradicción. Pero no por ello hemos de renunciar a una cristofanía convincente para nuestro tiempo. Sólo que no hemos de absolutizar nuestras interpretaciones, sería reducir el Misterio de Cristo a nuestras categorías.
No podemos cerrar de forma determinista la aventura humana. La aventura de la creación está también en nuestras manos. No somos una marioneta en las manos de Dios. El futuro depende también de nosotros


VIII.La iglesia se considera el lugar de la encarnación

La comprensión traicional de la iglesia es el sacramentum mundi, misterion tou kosmou. Misterio del universo. Se considera el lugar donde actúa el Espíritu Santo. Y por tanto, como parte integrante del único acto trinitario de la fe cristiana.
La fe es credere in Deum, credere Deum et credere Deo. Credere in Deum: Padre, Hijo y Espíritu santo en el seno del misterio de la iglesia, ese misterion que es más apmlio que el sacramento eclesial, comprendio de los siete sacramentos. Ecclesia es el locus salutis, ei ita, ubi salun, ibi ecclesia. Por supuesto que esta iglesia no puede ser confundida con una institución.
Reducir la iglesia a la iglesia visible y al fenómeno histórico sería microdóxico. La iglesia visible no es el reino.
La salvación consiste en alcanzar la plenitud, en compartir la naturaleza divina (capax Dei). Y esto es posible porque en la misma raíz de la creación está el mediador, Cristo, engendrado por la Fuente, crea todas las cosas y las diviniza por la gracia del Espíritu Santo, de modo que la vida de la Trinidad lo impregne todo y Dios sea todo en todos (1Cor 15.28). mientras tanto somos peregrinos. El lugar donde sucede este proceso es la iglesia, también se realiza en la iglesia visible pese a todas sus sombras.
El lugar de la Encarnación es el hombre. El lugar del hombre la tierra, la iglesia en su camino. La meta es la plenitud (o el Vacío budista, que no es igual a la nada).
Creatio continua et incarnatio continua.

IX.La cristofanía es el símbolo del Mysteriun coniunctionis de la realidad divina, humana y cósmica

El aspecto cósmico y trinitario del misterio de Cristo no empaña su realidad histórica. El misterio de Cristo es precisamente esta coniunctio armónica: igual al Padre e igual a nosotros.
La Nativitas es hodie, no olim. Es celebración de algo actual, no conmemoración del pasado. La horizontalidad humana de Jesús transciende el tiempo. Es la experiencia cosmoteándrica. Cristo restaura no sólo al hombre, sino al mundo.
En Jesucristo lo humano, lo cósmico y lo divino están unidos. Une estos polos sin sacrificar ninguno.
La no-dualidad no es una negación dialéctica de la dualidad, ni un acto secundario del intelecto, sino una visión directa que transciende la racionalidad (sin negarla). Se capta sin mediación la relacionalidad previa a toda dualidad. La correlacionalidad constitutiva de la realidad no es reconducible ni a la unidad, ni a la dualidad.
Cristo es uno, no unión de tres elementos, aunque podemos y debemos distinguir esta tridimensionalidad en él. Es el símbolo central de lo divino lo humano y lo material (cuerpo).
Si separamos a Jesucristo de la Trinidad su figura pierde todo sentido y credibilidad. Sería simplemente un gran profeta. Si separamos su humanidad de su real caminar histórico por la tierra y de sus raíces históricas, lo convertimos en una mera figura gnóstica, que no comparte nuestra naturaleza humana.
Esta conjugación de los tres es tarea de la cristofanía para nuestro tiempo.