sábado, 27 de diciembre de 2008

Espiritualidad y compromiso social

Espiritualidad y compromiso social

Primero: Ideas generales

Ya en otro escrito de este blog me he planteado el problema del compromiso político en un artículo titulado: “El dualismo en la política”. Ahora, sin olvidarnos de que todo compromiso político es social y viceversa, quiero enfocar el compromiso social, no porque no sea político, sino porque puede ser político no-oficial. Compromiso que entiendo que está en las mismas raíces de la espiritualidad, aunque su apariencia, su realización pueda ser multiforme.

Es cierto que la experiencia mística, o espiritual, puede aparecer como algo muy egoísta, parece que los místicos han estado en la historia muy alejados del compromiso tanto político, como social. Y sin embargo, nada más lejos de la realidad...

“Había una vez un maestro japonés que daba la vuelta a su monasterio de vez en cuando. Un día se encuentra con el cocinero que le dice:
- Maestro, yo soy comunista, por consiguiente pienso en los demás y, cuando cocino, pienso en nuestros monjes y les preparo buenos alimentos... -.
Otro día se arma de valor y le pregunta:
-Maestro, ¿En quién o en qué piensa todo el día?-
-¡Oh!, responde el maestro, sólo pienso en mí mismo...-
El cocinero se quedó asustado. ¿Qué quiere decir -todo el día estoy pensando en mí mismo-?”

Analizaremos esta anécdota, contada por Dürckheim, un poco más adelante, porque está cargada de sentido y a su vez de verdadero compromiso social. Pero antes, quiero recordar dos principios básicos en los que se basan todos los místicos, empezando por Jesús de Nazaret, que fue la epítome (resumen y compendio) de toda mística, hasta ser, creemos los cristianos (lo cual no es óbice para que en toda forma espiritual aparezca la Trinidad), idéntico y distinto a la vez al Padre (no son uno -el Hijo no es el Padre -, ni dos – no son dos dioses -, sino no-dos).

El lema que se planteaban las órdenes mendicantes en el Medievo era: “contemplare et contemplata aliis tradere”.

No podemos dejar sin mencionar los votos del bodhisatva (persona que ha alcanzado la iluminación, la liberación y que queda libre de la obligación de reencarnarse, según el budismo mahayana).

“Sin importar cuán innumerables son los seres vivos, voto por su salvación.
Sin importar cuán inextinguible es la corrupción, voto por su fin.
Sin importar cuán inconmensurables son las tragedias, voto por vencerlas.
Sin importar cuán incomparable es la iluminación, voto por alcanzarla.”

y que pese a ello, opta por reencarnarse de nuevo para a ayudar a “sus hermanos” (a sí mismos), los hombres a alcanzar el estado de plenitud, la salvación que decimos en el lenguaje cristiano. El bodhisatva no se queda en el cielo (que tiene merecido, diríamos rememorando un catecismo de nuestra ya muy lejana infancia), sino que vuelve a la tierra para seguir señalando a los demás el camino de retorno a la Casa del Padre, o sea, para enseñar, señalando, que no hemos salido de ella.

Y por supuesto, todo el mensaje de Jesús, resumido, quizás, en estas palabras del sermón que Juan relata en la última cena:
...”que sean todos unos, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo...”(El descubrimiento de la Unidad Esencial).

O la parábola del Buen Samaritano, que expresa la realidad del verdadero amor a los “enemigos”. En el mensaje del Nazareno no puede haber enemigos “amad a vuestros enemigos...”,porque la exigencia del amor es tal que se ha de amar al otro (sea quien sea) como a uno mismo (que es). Jesús vivió intensamente la unidad esencial de todo cuanto es y sobre todo la de los hombres.

La espiritualidad no es una actitud de cerrazón en sí mismo, en el ego, sino una apertura universal al Yo, no es un aislamiento que corte la comunicación con toda la realidad mundana y humana, sino comunión total y absoluta con el Ser, partiendo de la misma raíz, viviendo de una forma u otra (esencial, desde dar de comer hasta la enseñanza en el Silencio) el Misterio insondable de la Comunión de los Santos, para lo cual es necesaria en muchos momentos un profunda soledad, como canta Juan de la Cruz. Cualquier actitud egoísta, ombliguista rompe toda posibilidad de espiritualidad. El ego es destruido y así no aparece más que el YO_TÚ, TÚ-YO, en identidad, sin posible separación, que no es más que apariencia espacio-temporal.

Segundo: Espiritualidad cristiana y compromiso social

Es frecuente entre las personas de buena fe el que se planteen la siguiente pregunta: “¿No son egoístas las personas que meditan y toman el camino interior, que se pasan todo el día pensando en sí mismos?” Hay un gran malentendido en esto. El místico no se adentra en su yo existencial, sino en el Esencial, lo que busca es anclarse en el Ser (Dios, Cristo...), lo cual exige que se trabaje sobre su inconsciente, sobre sí mismo. No sobre los demás. Y la finalidad de ocuparse de sí mismo no es otra que la de abrirse a la Realidad Total, que es el fondo de nuestro ser y que no es sino Amor Universal. A partir de aquí el compromiso social no es más que consecuencia necesaria del descubrimiento del Ser en uno mismo, que es descubrimiento del Ser en todo cuanto es. El trabajo espiritual sobre sí mismo es lo contrario del ombliguismo.

Quizás el distinguir los distintos niveles del “yo”, pueda ayudarnos a ver esto con más claridad.
Se podría decir que el hombre evoluciona a través de tres clases de “yo”, nos dice Dürckheim,:

- el “pequeño yo”, que no va más allá del poder, la seguridad, el prestigio, el saber, el dinero...
el “yo existencial” que va mucho más allá, es el yo que quiere dedicarse a una causa, a una obra, a una comunidad, a una persona..., sabe superar muy bien el egocentrismo.
Y finalmente, el “yo esencial”, que es el núcleo con el que el hombre participa en la realidad sobrenatural del Espíritu divino universal. Es lo absoluto que hay en el hombre, la fuente de su libertad de persona, en la que expresa lo Divino en su forma individual y particular dentro del mundo espacio-temporal.
Toda esta experiencia mística no es sino la expresada en el Nuevo Testamento.

Pablo nos dice: “No soy yo, sino Cristo quien vive en mí” y esta experiencia de Cristo que vive en nosotros es como la de la “vid y los sarmientos”
Cristo está invitando al hombre a salir de los límites de su yo existencial y a zambullirse en su yo esencial, su verdadero y auténtico yo, que le llevará a encontrarse con el mismo Cristo, con el Padre, con el prójimo en su sentido más pleno y su extensión más total.

El pobre cocinero del convento no podía comprender la actitud del monje. No se trata de ombliguismo, sino de un camino de autenticidad sin reservas, el que recorre el místico o espiritual. No abandona al prójimo a su suerte, sino que lo asume en el Amor y lo integra en la recapitulación de todo el Kosmos en Cristo Jesús (expresado en la cultura propia del místico o espiritual). Y se comienza por dar de comer al que no tiene, o enseñar al que no sabe, o escuchar al que necesita ser oído...

Cristo es la Realidad en la que nos sentimos vivos y seguros, en la que descubrimos el Amor. Evidentemente, esto no quita nada a lo que cree el que “no tiene aún oídos para oír”. Sin el oído interior estamos limitados a creer en nuestro desarrollo espiritual (hay muchas personas dedicadas al prójimo en estas condiciones, y son de alabar. Por supuesto, entre estar viviendo en el yo existencial o en el pequeño yo, el abismo es inmenso), hasta el día en que se atraviesa ese límite y nos encontramos de pronto en otro plano, el de la transcendencia, en el que todo es Amor y sólo Amor, y la dedicación al prójimo es sólo eso: el Amor esencial (el yo esencial) realizado

En estos momentos de mi escrito no puedo olvidarme de la magnífica reflexión de Teresa de Calcuta:

Fruto del silencio es la oración.
Fruto de la oración es la fe.
Fruto de la fe es el amor.
Fruto del amor es el servicio.
Fruto del servicio es la paz.

El místico (sea quien sea) no sólo da de comer, de beber, enseña, acompaña, viste, escucha... sino que en todo ello va regalando la Paz, esa que Jesús vino a darnos. “Mi paz os dejo, mi paz os doy.” Va regalando en su actitud la Comunión con la esencia, pues no sólo de pan vive el hombre. Paz y Comunión que los grandes místicos axiales de la humanidad igualmente nos legaron.

La comunidad humana, y como parte de ella la comunidad cristiana y el creyente dentro de ella, no sólo celebran la vida que viven con múltiples formas ritos, fiestas y liturgias, sino que la aportan a la sociedad humana, a la historia. Tienen la misión de luchar por la transformación de la sociedad, por la superación de todo aquello que aliene al hombre a fin de que el Reino sea un hecho en la historia. En la doble dimensión de celebración y compromiso se realiza la comunidad cristiana y toda comunidad desde el comienzo. En realidad, pienso que la comunidad cristiana no es sino la misma comunidad humana que busca (una forma de hablar muy inexacta) sus raíces y las encuentra en el Misterio del Cristo, que siendo Jesús, no se agota en él.

Hablar de ética cristiana no puede ser más que hablar del compromiso creyente, de la lucha por la realización de los valores del Reino. Los otros valores éticos, los fundamentalmente humanos, expresados en el decálogo y en otras leyes primordiales de la misma conciencia del hombre, son presupuestos morales básicos y necesarios sobre los que hay que construir los valores del Reino. Quedarse en una moralidad del decálogo es necesario para la salvación, pero es no llegar a lo humano-cristiano. Mateo nos cuenta que el joven rico cumplía la ley, cosa que le bastaba para salvarse, Jesús reconoce la suficiencia de este cumplimiento ético-religioso para conseguir la salvación, "si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" 19,17, pero le propone:

"Si quieres ser un hombre logrado, vete a vender
lo que tienes y dalo a los pobres, que Dios será
tu riqueza, y anda, sígueme a mí." (Mt 19,21)

Para ser “hombre logrado (auténtico, pleno)” no basta con el mínimo ético-religioso, sino que se ha de realizar lo humano (individual y social; corporal, mental y espiritual) hasta sus últimas consecuencias, que es lo propio del seguimiento de Jesús, el Amor esencial. “Amaos unos a otros como yo os he amado” insiste Jesús en su despedida, esto es, sed uno entre vosotros como yo lo soy con todos.

Una breve reflexión sobre la espiritualidad o el espíritu contemplativo

La contemplación no pospone los valores de la vida para otra vida, sino que los vive ya en esta. Y en esto precisamente radica el espíritu contemplativo. Espiritual es el que vive una antropología integral, en la que el cuerpo no es inferior ni a la mente, ni al espíritu, sino que es la triple realidad corporal, mental o intelectual y espiritual o contemplativa la que constituye el hombre. Nunca una sin la otra. Por desgracia, el cristianismo en los siglos pasados pecó de proyección hacia otra vida tras la muerte, en ella el hombre no sería tal, no sería cuerpo. Y lo curioso es que el misterio radical del cristianismo es la resurrección, en la que el cuerpo sin dejan de ser tal cuerpo alcanza la plenitud de Vida. Resucitar no es posponer los valores de la vida para la ¿otra vida?, sino la transformación radical del todo el Hombre en el Amor, la transformación en Eternidad, lo que muchas veces ha sido llamado salvación (el alma que se salva), cuando realmente se habría debido llamar Salvación (la Eternidad vivida ya en el tiempo y en la triple dimensión del Hombre). Esto comporta en su misma esencia una actitud de entrega total e incondicionada al otro, a los otros y al Todo, sea cual sea la forma de manifestación en el tiempo de dicha entrega.

No traslada nada para el futuro temporal, la realidad que está ya entre nosotros. Por ello, lo realmente válido para el contemplativo o espiritual es el Presente, que es lo Eterno vivido en el tiempo. Vive la efusión de Vida ya ahora para todos y para todo, pues todo es puro presente, pura eternidad. Y precisamente porque vive ese Presente, es consciente de que los hombres somos el Hombre, de que toda la creación no es sino Kosmos, una sola Realidad a la que las distintas culturas y religiones han puesto muchos nombres y a la que los humanos nos hemos acercado desde muy diversas posturas, por muy variados caminos (desde el teísmo hasta el ateísmo, pasando por las muy diversas formas de religión, de ciencias, creencias o actitudes). Todo no es sino Conciencia manifestada en múltiples formas y variedades. El místico sabe que, como él mismo, todo es Conciencia o Espíritu manifestándose en el tiempo, que todo ha de ser servido, ha de ser amado.

No acepta el trabajo para ganar dinero. Puede parecer imposible que en esta sociedad, en la que el dinero es la razón última de la vida para muchísimas personas, no se trabaje para ganar dinero, pero, aquel que es consciente de quién es, no tiene otra preocupación que la de Ser, y la de que todos y todo sean, tanto en la material, como en lo intelectual, como en lo contemplativo. Buscad, nos dice Jesús, el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura. El espiritual encuentra su seguridad en el Amor, en el Servicio.

La dimensión mística se aboca a una antropología que no está basada en el triunfo personal, en el triunfo de un hombre sobre el otro, de modo que las víctimas sean necesarias, para el triunfo de algunos pocos, sino en la unidad radical de todo cuanto existe. Y por tanto, la dedicación especial para con aquellos (personas, animales, cosas) que han sido víctimas de esa terrible antropología basada en el triunfo (material, económico, militar, intelectual...) de un hombre sobre otro o sobre los animales o cosas. Es una antropología, esta la del triunfo, que hunde sus raíces en la visión de la selección natural de la evolución de las especies. (No niego en modo alguna las raíces científicas que tiene la evolución, ni la niego. Simplemente no estoy de acuerdo con la visión de la selección del más fuerte. Algo que niegan con mucha razón, a mi parecer, muchos evolucionistas). El místico sabe que el triunfo no es el premio al más fuerte, que deja en la cuneta a todos los demás, sino que es la meta a la que estamos llamados todos. Triunfo que se llama salvación, resurrección, iluminación, satori...

Y que aquí en el tiempo, o mejor, en la tempiternidad el servicio es el camino (por decirlo de alguna manera) que hace que el tiempo deje de ser para todos y sea Eternidad.
Algo que en cierto modo intenta comunicar el presente poema.



TEMPITERNO
(Palabra creada por R. Panikkar para expresar la eternidad vivida en el tiempo)


Enquistadas las conciencias,
deshilachada la red,
rotas muchas fibras de comunión con la Vida...,
vivimos desolados buscando puntos de apoyo.
Vivimos en la ignorancia, que rompe la sangre...
Enredados en el tiempo, perdemos la PAZ.

La Alegría, allende el tiempo, se multiplica,
y una permanece
en la red de comunión, que los espacios rompe.

Entre tanto, los hombres buscan,
buscan fuera y no encuentran,
buscan dentro y no oyen el Silencio,
buscan en la ciencia y no entienden,
se apoyan en creencias y no ven.

Y la Bondad, allende el tiempo, se multiplica,
y una permanece
en la red de comunión, que los espacios rompe.

Fuera del tiempo estando en el tiempo,
en un espacio que no es lugar,
la Verdad se hace cuerpo de carne que penetra el alma
anidando, eterna, en el corazón del Hombre,
de todo hombre, de todo ser.

Para que los hombres dejemos de buscar
y descansemos en la PAZ,
que es Alegría,
que es Bondad,
que es Verdad
que es Servicio
que es el Eterno Don que nos sostiene,
nos asume y nos transforma,
recreando nuestros orígenes.

martes, 9 de diciembre de 2008

Mística y lenguaje cristiano

Mística y lenguaje cristiano

Nota: mi cultura es cristiana, fui educado en colegios católicos, estudié en un seminario católico en mi juventud, mis títulos en filosofía y teología son de universidades católicas. Mis años de enseñanza discurrieron por diversos caminos, enseñé materias totalmente asépticas y otras filosóficas y teológicas (¡cuando yo aún pensaba que no eran lo mismo una que otra, y pensaba que una era la sirvienta de la otra!)de carácter religioso desde el punto de vista de una rebelión contra el catolicismo y una fidelidad al Nuevo Testamento. En los últimos años, ya jubilado de la enseñanza, me he dedicado a profundizar en el conocimiento de la mística no cristiana, de la budista, taoísta, sufista... y empiezo a vislumbrar la maravilla de su tremenda riqueza. Pero, lo que voy a exponer en este artículo estará lleno de una visión cristiana más que de ninguna otra.

MÍSTICA

Hubo un tiempo, en el que se consideró que la mística era una parte de los estudios de la teología cristiana, por no decir de la teología oficial de la iglesia católica, época en la que se integró también dentro del campo de la teología, la apologética y en la que se pretendió, para no ser menos, equiparar la teología con las ciencias empíricas materiales. Todo esto ha pasado al cúmulo de desaciertos cometidos a lo largo de más de veinte siglos de historia.

Ni la mística nace con el cristianismo, ni mucho menos con el catolicismo, ni es una parte de una teología parcial, que parte de una cosmovisión particular y que está enraizada en la cultura abrahámica.

Ha habido excelentes místicos en todas las cosmovisiones, en todas las culturas, en todas las sociedades y religiones (o no religiones) humanas. Por citar sólo algunos de los más conocidos; de la época axial: Lao Tzu, Buda, Sócrates, Platón, Anaxímenes, Parménides, Jesús de Nazaret (elevado a la identidad con lo Divino por los que nos confesamos cristianos), Pablo de Tarso, Juan, Plotino, Pitágoras... ;en la época actual; Teresa de Calcuta, Krishnamurti, Wilber, Aurobindo, Gandhi, Pere Casaldáliga...quizás también Raimon Panikkar, Mandela...; sin olvidar a Teresa de Ávila, Juan de la Cruz, Mester Eckhart, Rumi... Es interesante anotar cómo nuestra cultura patriarcal nos hace recordar muchos más varones que mujeres... Habría que añadir a los citados, Catalina de Siena, Isabel de la Trinidad, Juliana de Norwich, Teresa de Lisieux, Hildegarda,...y María la madre de Jesús.

Y ¿Qué tienen en común estas personas que los une más allá de sus propias cosmovisiones y sus propias convicciones íntimas? La experiencia integral de la Vida. De ahí que la mística no sea el privilegio de unos cuantos escogidos, sino la característica humana por excelencia. El hombre es por esencia un místico. El hombre es ante todo un espíritu encarnado, mucho antes que un animal racional, como se pretende desde Aristóteles. El hombre es cuerpo, anima y espíritu (pneuma), y en nuestra cultura occidental lo hemos castrado dejándolo sin espíritu. La diferencia específica del hombre no es la racionalidad, como nos han hecho ver durante siglos, sino la capacidad de lo Absoluto, es conciencia consciente de sí misma (Theilard) y como tal abierta a toda conciencia, a la Conciencia, abierta a Dios (con todo lo que pueda caber en esta palabra, que a su vez es inapropiada). La mística es una dimensión antropológica, como lo es la vida.

Por descontado que hay muchísimos autores que no opinan lo mismo que digo en este escrito, que la mística en modo alguno se puede entender como la experiencia integral de la vida, que la mística conlleva una absorción del hombre (ya sabemos que la palabra hombre abarca a todo el género humano) por lo Divino llegando a la unión total, según unos, o a la identidad, según otros.
Pero, ¿Acaso la Vida, no nuestra vida, menos aún, mi vida temporal y contingente, no es eso, lo Divino? “Yo he venido, dice Jesús, para que tengan Vida (eterna)” “Yo soy la Vid y vosotros los sarmientos”. La identidad con lo Divino se da por la comunión (no participación o emanación) en la Vida Eterna. Esta experiencia de la comunión de Vida con Dios es la que hace exclamar a Teresa: “Quien a Dios tiene nada le falta”.

Pues bien, hemos tratado de describir (con una inexactitud enorme, pues lo apofático no puede ser explicado, ni tampoco descrito, salvo en un lenguaje oximorónico en el que se afirma a la vez que se niega) la mística como “Una experiencia integral de la Vida”. Esta experiencia no es algo especial, que vaya aparte de lo normal, sino que es tan natural como el propio ser humano. La mística no es una especialización, sino una verdadera dimensión antropológica, como he dicho antes. La vida humana es una invariante del género humano, vida humana: zoê, no bíos. Por ello la mística es la meta de toda la especie. Todos estamos abocados a vivir nuestras vidas y a descubrir en ella la Vida de la que son manifestaciones particulares, y sin la cual son nada.
En el pasado siglo, el XX, brilló una mente extraordinaria (entre otras muchas, algunas menos conocidas), Sigmund Freud. Este gran pensador no vio en la mística más que un fenómeno psicológico de evasión, y asimiló, junto con otros psiquiatras contemporáneos, la mística a lo primitivo y ajeno a lo mundano. Grandes pensadores posteriores deshicieron por completo esta visión de Freud, reivindicando la verdadera función de la mística en la vida humana y en la evolución de la conciencia. Permítanme un pequeño excursus sobre el padre del psicoanálisis: él, como he dicho, fue una mente prodigiosa, pero se quedó en eso, en una mente. Eliminó totalmente de sí mismo el ojo contemplativo, el oculus fidei del que hablan ya los victorinos, San Buenaventura y que propugna el mismo Tomás de Aquino al afirmar: “Crede tu intelligas”, el tercer ojo del que hablan muchas tradiciones orientales, y que últimamente está siendo reivindicado por una enorme cantidad de grandes pensadores actuales, encabezados por Ken Wilber, quien ha escrito: “Los tres ojos del conocimiento”. A éste podríamos añadir otros muchos nombres, tales como: R. Panikkar, A.Huxley, E. Underhill, H. Berson, M. Eliade, M. Blondel, L.Lévy Bruhl y todos los pensadores actuales budistas e hinduistas desde Aurobindo hasta Krishnamurti. Como dice Wilber, que sigue en parte a Gebser, los estadios de la conciencia son muchos, comienzan por el sensorio-físico y terminan en el no-dual, y Freud se quedó en el segundo escalón de la evolución, en el estadio urobórico o todo lo más el tifónico, negándose a reconocer niveles superiores de conciencia como el sutil, el causal o no-dual (niveles místicos), a los que reducía a los estadios inferiores de la infancia. Y en occidente muchísimos trabajadores de la mente han seguido acríticamente los postulados freudianos como dogmas absolutos, también se autocastraron, negándose a abrir el tercer ojo. Se sustituyeron los dogmas de la iglesia católica por los marxistas y freudianos y ¡todos tan contentos! Sólo nos habíamos lavado la cara no habíamos cambiado el corazón, ni habíamos abierto nuestra dimensión interior, la superación de cualquier dogma es un paso adelante en la evolución de la conciencia, es acercarnos a un estadio superior. Mas, es de justicia reconocer el bien tan enorme que Freud hizo a la humanidad descubriendo el inconsciente, lo malo es que ese bien lo compensó con un mal enorme, negar que existieran estadios superiores de conciencia, negar que existiera el tercer ojo. Ya su discípulo Jung, otra gran mente y más abierta, se apartó radicalmente de él y para siempre.

Experiencia integral de la Vida.
La experiencia es previa a cualquier conceptualización, a cualquier interpretación, a cualquier intervención de la mente. La experiencia no es más que la aprensión directa e inmediata de la Realidad, o de la Vida (Realidad, Vida, Misterio, Divino en lo más profundo de su Ser son realmente sinónimos) y en la aprehensión inmediata y directa no hay intermediario que nos pueda inducir a error. Aquello que se ve en el microscopio, lo que se oye en el concierto, lo que saboreamos al catar... antes de cualquier interpretación no pueden ser errores, es meramente la comunión con la Totalidad, y lo mismo sucede con nuestra experiencia interior. Experimentamos la Vida, no nuestra vida, no mi vida ni biológica, ni humana, ni intelectual, ni sensitiva, sino la Vida de la cual mi vida no es sino una manifestación parcial y contingente, esparcida en el espacio y en el tiempo, que tiene duración y a través de ella experimento la Vida, que no está en el espacio ni en el tiempo, que no tiene duración, porque es eterna y ser eterna es no-durar, es no ser tiempo. ¡Qué error tan mayúsculo nos hacían confesar, cada vez que profesábamos el Credo, cuando decíamos: ...la vida perdurable...! la vida perdurable no es eterna, sino temporal, posteriormente se corrigió este inmenso disparate. Mas, es aquí en el tiempo cuando tenemos que perforar esa cáscara de temporalidad de nuestra vida y experimentar la almendra que está dentro, la Vida que no dura, sino que es. A esto R. Panikkar lo llama tempiternidad.

Esta experiencia, como toda verdadera experiencia es totalmente apofática. Entre los místicos cristianos destaco a dos por su gran apofatismo: El PseudoDionisio y el M. Eckhart (condenado como hereje por Juan XXII, ¡muy curioso! Uno de los papas más corruptos del Medievo condenando a uno de los más grandes místicos del cristianismo, si no el más grande. Me recuerda algo a lo que pasó con Jesús de Nazaret, el más grande místico de la Historia y para los cristianos: Dios, condenado como blasfemo por la legítimas autoridades religiosas de su pueblo). Es una experiencia inenarrable. Si no es imposible expresar con palabras la experiencia de un sabor sin recurrir a comparaciones, a semejanzas, a similitudes, a contrates, pero, siempre sin poder dar una nítida explicación de la experiencia misma... cómo vamos a poder explicar la experiencia de la Totalidad, del Misterio, experiencia que ni es sensible, ni intelectual, sino contemplativa. Y más en esta sociedad cuya cultura del racionalismo ha eliminado por decreto la existencia de la misma acción contemplativa, reduciéndola a evasiones hacia el mundo infantil, o a sentimiento oceánico. No se puede hacer otra cosa que lo que dicen los budistas, señalar a la luna con el dedo, o sea, utilizar palabras que puedan señalar a la misma experiencia, no para que el que quiere aprender se fije en las palabras (en nuestro dedo, pues no vería la luna) sino en la luna. O sea, que ponga en práctica aquello que se señala para poder experimentar por sí mismo esa Plenitud.

El gran maestro de nuestra mística, Juan de la Cruz, tiene un poema maravilloso, como todos sus poemas (todos los poetas son místicos, al menos cuando escriben verdadera poesía), sobre el apofatismo de la experiencia mística, no me resisto a no escribir algunas de sus estrofas.


Coplas hechas ante un éxtasis de harta contemplación

Entréme donde no supe,
Quedéme no sabiendo
Toda sciencia trascendiendo
Yo no supe dónde entraba,
Pero, cuando allí me vi,
Sin saber dónde me estaba,
Grandes cosas entendí;
No diré lo que sentí,
Que me quedé no sabiendo,
Toda ciencia transcendiendo
...

Estaba tan embebido,
Tan absorto y ajenado,
Que se quedó mi sentido
De todo sentir privado,
Y el espíritu dotado
De un entender no entendiendo,
Toda sciencia trascendiendo.

El que allí llega de vero,
De sí mismo desfallece;
Cuanto sabía primero,
Mucho baxo le paresce;
Y su sciencia tanto cresce,
Que se queda no sabiendo,
Toda sciencia trascendiendo.


Integral, experiencia integral de la Vida. Esta experiencia integral es la experiencia del Misterio, es la conciencia de que se está experimentado algo que va más allá del pensamiento y por tanto no se puede pensar. Es una experiencia del cuerpo, de la mente y del espíritu. Los tres perciben el Misterio, y no se trata de una triple percepción, sino de una percepción, que siendo una, no es una, ni dos, ni tres, sino Trinitaria, esto es, relacional. Una experiencia de la contingencia humana que toca todas las dimensiones antropológicas, de que somos sostenidos por... la Vida, de que la vida que tenemos no es nuestra y por tanto, también es experiencia de la misma muerte, no de su angustia, de su realidad de manifestación de la contingencia de nuestra vida. Confundir la muerte con la no-vida es algo totalmente normal en nuestro racionalismo (no para la razón) que se ha hecho necesariamente bidimensional, pero en la intuición mística que es tempiterna, que se realiza en el tiempo, pero entra en lo eterno, en la no-duración, en la no-dualidad, vemos que la muerte se opone a la vida, ciertamente, pero no es su contrario, no es no-vida, más bien es no-tiempo, por eso en la misma experiencia de la Vida se incluye de alguna manera la experiencia de la muerte, de la muerte del ego, de los apetitos... (la noche obscura de Juan de la Cruz), incluso del no-tiempo en el que queda prendido el místico.

Es la vivencia completa, tanto del cuerpo que se siente vivir, que siente placer y dolor...del alma con sus intuiciones, sus verdades y errores... y del espíritu que vibra con el amor y el rechazo. La experiencia integral es la armonía de estas tres, la conjunción armónica (ritmo y proporción) de esas tres en un solo ser, antes de cualquier conceptualización. Y como la condición humana nos acompaña siempre la experiencia de la Vida es a la vez corporal, anímica y espiritual. No son tres vivencias sino una sola experiencia que lo abarca todo, lo corporal, lo intelectual y lo espiritual.

Y es de la Vida, no de mi vida, ni de nuestras vidas, ni de mi temporalidad, ni mi pasado, ni mi futuro, sino de esa Vida que ES. Y ES antes de que yo, como sujeto separado, fuera, y ES cuando yo, como sujeto separado, deje de ser en el tiempo. Y solamente ES. No dura, no será, no nos espera al final de esta vida, porque ya Es en esta vida. No está en el tiempo, pero se manifiesta en él. Esa Vida que es Misterio, algo no sólo incomprensible para la mente y la inteligencia racional, porque la trasciende, sino algo en lo que, quizás sin saberlo, nos está sosteniendo, algo en la que vivimos y somos. “En Cristo, pues, vivimos, nos movemos y somos” nos dice Pablo. Es experiencia de esa Realidad, del Ser, de Cristo que nos inunda de tal modo que Agustín puede afirmar de este Misterio que es “intimior intimo meo” (es mi centro mucho más que mi propio centro personal). Esta experiencia de la Vida es experiencia del dador de la Vida, pues la vida que tenemos no es sino don y gracia del Dador de esa Vida, nos dice Justino en el siglo II

LENGUAJE CRISTIANO

Ya hemos apuntado anteriormente que esta experiencia todo y ser apofática y transracional tiene un lenguaje, un lenguaje oximorónico, en el que se afirma y niega a la vez, un lenguaje que da instrucciones, que simplemente señala, no explica. Un lenguaje que no habla, ni puede hablar de la misma experiencia mística Y todo lenguaje tiene un centro, está focalizado hacia un punto, ese centro en el hinduismo es lo divino; en el budismo, el hombre; en la secularidad, el mundo; en el cristianismo, Jesucristo.

El lenguaje místico parte esencialmente del silencio que responde a una pregunta, sea interior o exterior (como en el budismo), y de ese silencio nace una palabra que es fundamentalmente simbólica, o sea, que es y no es la cosa que se simboliza (antes se ha dicho que simplemente señala). Podríamos decir que es la vestimenta de la cosa, pero la vestimenta no es el cuerpo, no es la cosa. Ésta se reviste de palabra, porque de otra manera sería totalmente invisible. La palabra viene de un silencio, que es la experiencia, y crea un silencio (entre símbolo, simbolizante y simbolizado) en el que la cosa puede manifestarse, pero la vestidura, la palabra simbólica, aunque nos acercan a la experiencia, no es la experiencia. Ésta se ha de realizar en nosotros.

La mística usa el lenguaje como símbolo que apunta simbólicamente lo que sólo el iniciado capta, de ahí que los no iniciados racionalistas nieguen la existencia válida de tales experiencias, e incluso de forma siempre indirecta, pues se trata de lo inefable. “El místico sabe que lo único que no se puede decir es lo único que vale la pena balbucear para entrar y salir de la terra incógnita de la Realidad.” dice Panikkar.

El místico para expresar su propia experiencia ha de utilizar el lenguaje. Éste es una invariante primordial del hombre, y el lenguaje como perfectamente desarrolla la posmodernidad es contextual, está inmerso en una cultura. A toda experiencia humana hay un cultura que le sirve de marco, y esa cultura tiene un vehículo primordial para expresarse, la lengua. De ahí que dependiendo de la cultura la experiencia mística haya sido expresada con distintas lenguas. En el cristianismo se expresa con el lenguaje cristiano.

Mas, el lenguaje cristiano tiene la pretensión de exclusividad, en otras palabras, afirma que la mística cristiana es la verdadera, excluyendo al resto. Hay una sola mística verdadera: la cristiana. Esta pretensión de posesión exclusiva de lo verdadero muestra, como dicen los estudiosos del tema, la dependencia de la cultura de la que surge. Se identifica la diferencia específica (definición es la unión del género con la diferencia específica) de la mística cristiana con la esencia de la mística, con lo verdaderamente místico, identificación específica que pasa a ser verdad genérica, y como no puede haber dos verdades, tendríamos que mística cristiana = única mística, o verdadera mística. Este a priori de la visión cristiana no puede ser válido, puesto que no es reconocido como tal por las otras culturas. Sin embargo, no podemos olvidar que el cristianismo se autocomprende como “católico” (universal). Es el gran mito del cristianismo, pese que hasta un autor, nada sospechoso de heterodoxia, como Tomás de Aquino llegara a afirmar: “Omne verum a quocumque dicatur. A Spiritu Sancto est”. Y más aún, Jesús contestó con el silencio a la pregunta de Pilatos sobre la verdad (Jn.18,38).

Esta pretensión de universalidad se la empieza a plantear el mismo cristianismo de forma más crítica, pero se ve sustituido (el cristianismo como cultura) por la pretensión de universalidad de la cultura tecno-científica-occidental. ¿No se consideran valores universales (verdaderos mitos) el Desarrollo (tecnológico), la Democracia, la Ciencia? ¿Y como tales son también aceptados por diversos pueblos?No se malinterprete lo que se dice aquí. Esto valores son eso, valores, pero también tienen muchas cosas negativas y destructivas y no tiene por qué sustituir los de otras culturas.

Cada uno responderá de forma personal (más crítica, o menos crítica) a la pretensión de exclusividad de la mística cristiana, unos afirmativa, otros negativamente. Mi intención es plantear el problema existente aún.

El lenguaje de la mística cristiana podría recapitularse en una sola palabra, que es una persona, pero se plantea ahora como símbolo: Jesucristo. Ni sólo Jesús, ni tampoco sólo Cristo. Se trata de la experiencia de esta figura histórica y transhistórica, Dios y Hombre en unidad a-dual.

Mas, de Jesucristo podemos tomar también tres hechos básicos en su historia y transhistoria, que la mística toma no tanto como hechos sino como símbolos. La
Encarnación, la Cruz y la Resurrección. Ellos constituyen el verdadero lenguaje cristiano.

ENCARNACIÓN

Sobre este primer símbolo del lenguaje cristiano dice el polifacético R, Panikkar: “La fons et origo totius divinitatis, la fuente y origen de toda la realidad (como podría interpretarse la expresión de varios concilios toledanos), en el mismo acto de engendrar a su icono (que unos llaman logos y otros Hijo, a la par que con otros nombres en otras tradiciones) el cosmos, se manifiesta en la historia y se encarna en un hombre que la tradición llama el segundo Adán (el Hombre primordial que era antes de Abraham), cuya función es la obra divina (opus creacionis) en el tiempo y en el espacio para la culminación de la aventura de la realidad (opus restaurationis) -que algunos llaman redención y otros prefieren llamar divinización, glorificación, o con otros muchos nombres.”

Nosotros los occidentales, desde que nuestra cultura quedó bajo la influencia (benéfica en muchas cosas) de la Ilustración con el pensamiento discursivo y posteriores corrientes racionales y racionalistas, hemos perdido totalmente el lenguaje simbólico (que es lenguaje de la realidad, no meramente figurativo como se pretende) y las grandes posibilidades que ofrece para el mayor conocimiento de la realidad. Por desgracia, nos hemos limitado al discurso racionalista con pretensiones de exclusividad. Nuestro pensar analítico (que es muy bueno) individualizado que ha impuesto el pensar conceptual nos ha atrofiado el pensar simbólico. No así sucede en otras culturas como la budista, hindú, taoísta...

En este pensar simbólico el hombre ve la realidad total en ese logos encarnado en el seno de María. “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos...”, la comunión con el Hijo es comunión con la realidad. La Encarnación de Dios en el seno de María es “la revelación del misterio silente desde los tiempos eónicos” nos dice Pablo. Algo imposible de ver en el pensar conceptual.

La experiencia de Jesucristo en cada uno de nosotros nos hace imposible ser dualistas, como podemos constatar conociendo a los místicos, “Dios está en los pucheros”, pero, nuestra mente lo es, e incluso toda esa teología que en gran medida se difunde como doctrina cristiana por todas partes también lo es. Tan sólo la intuición contemplativa supera todo dualismo y todo monismo a la vez y se percata de que la realidad no es una, ni dos, sino no-dos. La contemplación de la Encarnación, no la mera reflexión sobre la misma (meditar no es reflexionar, sino dejarse llevar al centro de uno mismo, que no es sino el centro de la realidad, que es trinitaria: origen, originado, unión en el amor. Son no tres, ni dos, ni uno, sino relación. No uno, ni muchos, son no-dos).

La experiencia de la realidad de Jesucristo es la experiencia de que Dios es humano y el Hombre es divino, aunque en el tiempo el Hombre sea simul iustus et peccator, y haya de consumar su divinización por koinonía (comunión).

“Felipe, quien me ve a mí ve al Padre” (Jn.14,9) Hay comunicación total entre el Hijo y el Padre, el Padre no sería sin el Hijo y a la inversa. Y del mismo modo quien ve al Padre (lo Divino) ve al Hijo que es Hombre (lo humano).en el Hijo-Hombre vemos la Padre, y quien no puede ver lo Divino tampoco puede ver lo humano. Hay una perichorêsis, una relación total entre Padre, Hijo y Espíritu, entre Dios, Hombre, Mundo. Y así, en la consumación de los tiempos Cristo será Todo en todos. En la eternidad la perichorêsis es total. Osea, sólo es la perichoresis, la comunión.


CRUZ

La palabra Cruz es fundamental en el lenguaje cristiano, hablar de la Cruz es hablar de la experiencia del Bien y del Mal, de la alegría y de la tristeza... Y la experiencia de la Cruz es una experiencia de Muerte y de Resurrección. En una visión, mantenida en la iglesia católica durante muchos siglos, la Cruz ha sido vista no más como inmolación, pero esta visión no abarca toda la dimensión mistérica de la Cruz, puesto que es inmolación para la Resurrección, esto es: Cruz = Transformación o Evolución, que en el lenguaje teológico cristiano llamaríamos Salvación. La Cruz no es por sí misma, sería puro masoquismo, sino como camino para la Salvación, la Resurrección.

En la Cruz vivimos la doble dimensión de la realidad humana: la Muerte y la Vida. Y no olvidemos que Muerte es ante todo, como acabo de decir, Transformación, pues en el cristianismo es ininteligible una Muerte sin Resurrección, son las dos caras de la misma moneda, son una sola y única realidad mistérica. La Cruz nos hace vivir la crudeza humana en toda su crudeza (Muerte) y en toda su gloria (Resurrección).

En la Cruz vivo la experiencia del cuerpo, fuente de dolor, de la psique fuente del sufrimiento psicológico y la experiencia de la propia debilidad, de la contingencia, no dependo de mí mismo, no me sostengo a mí mismo, soy una manifestación de lo Infinito, mejor, soy es Espíritu pero sólo en cuanto manifestado en este cuerpo y esta mente, en este tiempo y espacio. Y en esta experiencia de finitud me doy cuenta de que no estoy solo, que tanto en la alegría, como en el dolor abro mis brazos a los demás, y sobre todo los abro al Espíritu.

Jesús en la cruz se sintió abandonado de Yhwh, “Dios mío, Dios mío, ¿por que me has abandonado?” (Mt 27,46) Su dios judío lo abandona, y entonces en el último momento Jesús también se desprende de él, y entrega su espíritu al Padre, al Dios de su tremenda experiencia mística personal, “Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu” (Lc 23,46), ya no clama a Yhwh, sino al Padre, a la Fuente y Origen primordial que es el Padre. Y el velo del templo de la Antigua Alianza se rasgó. Muere Jesús y se descubre a sí mismo Jesucristo. No sólo los cristianos descubren a Jesucristo. El descubrimiento de la Exaltación es una invariante de toda transformación.

Por descontado que el lenguaje de la Cruz es un lenguaje de trastrueque de valores, que conlleva de forma radical la asunción de la condición humana a la vez contingente y capax Dei, pero la Cruz no como símbolo del dolor, ni de la derrota, sino como el lenguaje de la superación de las categorías con las que Occidente (la mal llamada Cultura Cristiana, Occidente tiene otras muchas influencias culturales y no sólo la cristiana, la musulmana, por ejemplo, que duró muchos siglos, la griega, la romana, y anteriores, la historia no tiene sus raíces sólo en los dos mil últimos años) enjuicia la condición humana.

RESURRECCIÓN

La muerte es también camino de resurrección, lo canta incluso la liturgia de la iglesia católica: “mortem muriendo destruxit” “et vitam resugerndo reparavit”. Tansformó la vida biológica en una vida más plenamente humana, en una palabra, divina. Hizo en la Creación-Resurrección esta manifestación de la Vida, como mera expresión de sí mismo, como forma de expansión de la comunidad Trinitaria. En la Creación-Resurrección toda vida, toda conciencia (incluso la materia) queda integrada en la relación radical trinitaria: Origen, Originado y Unión. Las vidas son Vida, las conciencias, Conciencia. La Trinidad lo es todo, lo abarca todo.

La liturgia también nos dice: “Surrexi et adhuc tecum”. No lo encontraré fuera, está en mi interior, lo dicen también la totalidad de los místicos. Su resurrección me lleva a mi resurrección, no son dos, ni una, sino no-dos, y en la liturgia reactualizamos el Misterio, no se trata de un mero recuerdo de la memoria, ni de una mera ceremonia, sino de una presencia allende el tiempo. Es necesario ese tercer ojo, el de la contemplación o de la fe, para descubrir su presencia transformada y transformadora. Este tercer ojo nos hace comprender que es posible la experiencia de la resurrección, aunque no de la muerte(entendida como el final del tiempo lineal). Tengo experiencias de la muerte de mis allegados, pero mientras yo viva no la tendré, en cambio la tengo de muchas formas de muerte y sobre todo puedo tener la del ego, hasta llegar a lo que dice Juan de la Cruz: “y en el monte nada, nada, nada...”. La experiencia de la resurrección no es la del bios, experiencia a la que nos aboca en buena medida nuestra cultura cientista, ni tampoco la de mi vida, toda ella fundada en mi personalidad apoyada en todos los recuerdos del pasado, en mis criterios, mis pensamientos, mi cosmovisión, mis principios... Se trata de la experiencia de la Vida, que no es mía, de aquella Vida que es desde el Principio, desde el Silencio original y fundante, esa Vida que palpita en toda realidad y en la que entro en comunión por convivir esta Vida (zoê no bios).

Esto exige haber muerto al ego y todo lo que comporta, exige morir a sí-mismo, pues este sí-mismo no es yo-mismo. Mi Yo-yo, dice Ramana Maharsi es lo que queda después de haber muerto al yo-mismo. Esta es la muerte que antecede (por decirlo de una manera) a la resurrección. Esta es la experiencia de la Vida, es la Vida eterna de la que nos habla siempre Jesucristo. No se trata de una vida para luego, ni una ilusión de inmortalidad, creada por nuestra psique, sino de la Vida eterna (sin duración) ahora, y ahora, y ahora... No es una vida más allá (después) del tiempo y fuera del espacio, se trata de la Vida que trasciende totalmente estas coordenadas a las que están sometidos nuestros sentidos mientras estemos en el bios, en el tiempo y en el espacio. Y esta Vida se vive en este tiempo y en este espacio, pero como digo, transcendiéndolos, esta Vida no fenece, no tiene principio, ni fin, no está en el tiempo.
La experiencia de esta Vida no nos hace perfectos. La lucha contra el ego continúa. Yo experimento la Vida divina, pero sigo siendo hombre con todos sus defectos y debilidades. La Vida de resucitado no es una segunda vida, un aditamento a la vida humana, es la vida que no sigue ni al cuerpo, ni al alma, sino al espíritu, al pneuma.

El (hombre) resucitado vive la novedad de la Vida en cada momento, no se aburre y hace “nuevas todas las cosas”. Es la experiencia de la Creación y de la Encarnación continua. La Vida eterna, la del (hombre) resucitado no puede ser definida, gracias a Dios, sólo experimentada, pero podríamos decir que es clavar el diente en la almendra de la Vida; el tiempo, el espacio, el bios, la muerte, la psique... no son más que la cáscara. La Vida es el núcleo, el fruto, sin tiempo, ni bios, ni espacio, ni muerte... En el núcleo, en el fruto no hay más que fruto, Vida, ni tiempo, ni muerte, ni espacio, ni bios, ni psique.

En la Resurrección sólo hay Vida, Dios, Trinidad, Ser. No hay tiempo, espacio, muerte, ego,....

Vivir la Resurrección y en ella la Creación, la Encarnación y la Cruz (continuas) es la Mística, y expresarla con este lenguaje es expresarla con un lenguaje cristiano.

José A. Carmona

El Servicio en las comunidades de los Hechos

El servicio en las comunidades de los Hechos
PENSAMIENTO





REFLEXIONES EN TORNO

AL SERVICIO EN LAS COMUNIDADES DE LOS HECHOS

JOSÉ A. CARMONA BREA



Pese a todos los conatos innovadores, es patente hoy en Occidente la existencia de una clase clerical claramente diferenciada de los seglares e integrada por sacerdotes, obispos y altas jerarquías.

En los siglos XVIII y XIX se pretendió incluso que tal clase sacerdotal-clerical tenía sus raíces en el sacerdocio de Cristo, del que participaban a un nivel ontológico-exclusivo los sacerdotes, los «consagrados», siendo, por tanto, la existencia de la «clase sacerdotal» consecuencia del sacerdocio de Cristo. Esta idea teológica fue la raíz de una espiritualidad sacerdotal muy difundida, incluso en los años de nuestra formación en los seminarios y de la que hemos recibido el último aguijonazo al «ser reducidos al estado laical».

En la Edad Media el pueblo estaba obsesionado con la idea de la consagración en la eucaristía, y la teología terminó por interpretar el sacerdocio como una «potestas consagrandi», un poder reservado a un grupo de elegidos: los sacerdotes, mientras que a los obispos y al Papa se les reservaba otra •potestas», la de jurisdicción. Así se interpretaba el sacerdocio en términos de poder, y el carácter sacerdotal como la impronta del poder en el sujeto, que recibía el sacerdocio.

En cambio, en la era patrística, aunque se va judaizando el concepto del sacerdocio cristiano, se mantiene la idea de que el sacerdocio está vinculado a la acción del Espíritu, para mantener la salvación en; la Iglesia. El sacerdote es interpretado, pese a la incipiente jerarquización, como «neumático», como hombre del Espíritu, como el carismático servidor de la comunidad.

Mas veamos ALGO DE LO QUE SE NOS DICE EN EL NUEVO TESTAMENTO SOBRE EL" SACERDOCIO CRISTIANO.

Tengamos presente que la palabra de Dios no es instrumento para demostrar nuestras ideologías preconcebidas, para refrendar los dogmas que hayamos elaborado, sino que es fin en sí misma y objeto de contemplación. (Non uti sed frui.)

Vamos a intentar una serena lectura, una reflexión sobre irs vivencias de fe de las comunidades que convivieron con los apóstoles, intentando hacerlo con el menor bagaje ideológico posible.

1. ALGUNAS REFLEXIONES SOBE LA CARTA A LOS HEBREOS

Es esta carta el único libro del Nuevo Testamento que utiliza el término griego "hiereus" aplicado a Cristo. Dicho término se utilizaba para designar a los sacerdotes del Antiguo Testamento y a los de las culturas no judías, arrastrando en su significación los conceptos de poder y de separación entre lo sagrado y lo: profano.

El autor de la carta utiliza la idea del sacerdocio levítico para mostrar que tal sacerdocio ya no tienen razón alguna de ser, pues Cristo muerto en la cruz y resucitado por el Padre, que acepta la entrega del Hijo, es el único y definitivo sacerdote para toda la humanidad, no sólo para los judíos.

Cristo es el •hiereus (sacerdote) para siempre, según el orden de Melquisedec• (5,6), no según el orden de Aarón. El es el «sumo sacerdote (archiereus), tomado de entre los hombres, puesto para representar a los hombres en las relaciones con Dios- (5,1), quien por su obediencia -se convirtió en causa de salvación eterna para todos los que le obedecen a El, pues Dios lo proclamó sacerdote en la línea de Melquisedec• (5,9-10). Por ello Jesús es el garante de una alianza más valiosa, la nueva alianza en su sangre, y así «puede salvar a los que se acercan a Dios por El. -pues está siempre vivo para interceder por ellos» (7, 22-25).

Por tanto, el culto antiguo (el sacerdocio levítico) es insuficiente y se ha de sustituir por el nuevo, basado en el Misterio de Cristo muerto/resucitado.

Ahora bien, el sacerdocio levítico era un sacerdocio tribal, de casta (personal sacro), dedicado al servicio y al cuidado del templo (lugar sacro), para ofrecer sacrificios durante las fiestas religiosas judías (tiempo sacro). Jesús viene a abolir esta forma de sacerdocio, viene a establecer la fraternidad universal, a eliminar toda separación en las personas, en el tiempo y en el espacio; viene a destruir la línea que separa lo sagrado de lo profano, porque el hombre es el templo vivo (no hay espacio sagrado), para ofrecer el sacrificio de su vida (toda persona es sagrada), en ofrenda constante al Padre (no hay tiempos sagrados).

Cristo resucitado es el nuevo sacerdote que abre la esfera de lo divino a todo hombre y a toda la creación, destruyendo los límites que los hombres constantemente nos hacemos para separar lo exclusivo de Dios, lo consagrado y lo meramente histórico, lo profano. Todo es crístico, como nos dice Teilhard; todo es cristocéntrico y cristotélico.

En el Apocalipsis se emplea el término hiereus aplicándolo no a los ministros del Nuevo Testamento, sino a toda la comunidad de creyentes en Cristo, a todos los bautizados. Su significación, pues, es totalmente diversa a la que tiene en el sacerdocio levítico.

Cristo, sumo sacerdote, supera la estrechez y limitación del culto antiguo y se manifiesta a sí mismo como único sacramento de una salvación, que abarca todos los rincones del espacio y del tiempo, de una salvación realmente universal y cósmica. Y el sacerdocio de Cristo es su propia realidad sacramental, su propia realidad divino-humana, que se nos manifiesta en la llamada que nos convoca para la, celebración, y en la palabra que nos comunica la misión de evangelizar a todo hombre, de anunciar que somos hijos del Padre.

2 EL SACERDOCIO-SERVICIO EN LAS COMUNIDADES DE LOS PRIMEROS DÍAS

Jesús no instituyó nada prácticamente; en todo caso, el apostolado, nos dice Schillebeeckx («El ministerio eclesial», pág. 7, Cristiandad, Madrid).

Jesús vive el Amor, el Agape, y nos lega el misterio de su vida y muerte, su mensaje, su proyecto de amor universal. Mas nos ha dejado e! Reino sólo comenzado, .abandonando. en nuestras manos su realización y la libertad para seguir construyéndolo en la historia.

Por eso ?instituyó. el apostolado, para que los hombres proclamáramos los valores del Reino, para que comunicáramos a los hermanos reunidos en la comunidad la gracia sacramental de la salvación. El apostolado es, pues, un servicio humano-divino (sacramental).

¿Se vive como tal en las comunidades de los primeros días?

Los inicios de la Iglesia son de gran creatividad, debido a las necesidades del momento. Se intentan muchos caminos. pero en gran parte se abandonan.

- Los apóstoles intentan mantener el grupo de los doce, eligiendo a Matías (Hec. 1,21-26); pero pronto dejan de mantener el grupo. Pablo se añade como miembro, después de la muerte de Santiago; no se elige a nadie en su lugar. El número doce tiene un significado simbólico (profundo), no aritmético (cuantitativo).

- Las funciones que ejercen los apóstoles están claramente expresadas en los Hechos: la predicación de la palabra, el convocar a los fieles a la asamblea en el nombre del señor Jesús, el ser emisarios de la reconciliación, la celebración de la fracción del pan y el orar manteniendo la unidad de los creyentes. (Hech. 6, 1-4; 2. 38; 2, 42, y passim.)

- Los bautizados forman una comunidad de laicos, incluso los sacerdotes de la ana tigua alianza, que se convierten, pasan a ser laicos. (Hech. 6, 7).

- Por necesidades de la Iglesia, que crece, se crea un nuevo grupo, «los siete-, para atender al servicio de las mesas. En aquellos primeros tiempos ya empieza a hacer tensiones entre judíos y griegos conversos. Mas en los acontecimientos está la acción del Espíritu. (Heb. 6, 1-7.)

- Los diáconos son elegidos para el servicio de las mesas, pero su acción va mucho más allá, pues predican la palabra con gran coraje y realizan grandes prodigios. Realizan funciones que parecen propias de los apóstoles.

- En la designación aparece ya la Imposición de manos (rito para significar) y la oración (palabra).

- Esteban es símbolo de la universalidad de la salvación en Cristo, frente a la estrechez de los doce (que permanecen cerrados en la casa de Israel), y por lo mismo fue la primera presa de la Ira de ¡os judíos. El continúa la línea de Jesús al negar que Dios -habite en edificios construidos por manos de hombres. (Hech. 7, 48.) Con lo que rompe con la sacralidad de la visión religiosa judía (aún respetada por los doce, que acudían al templo), y es condenado porque «la Ley es más importante que el hombre».

- Esteban ha entendido el sacerdocio de Cristo, el sacerdocio cristiano: servir al hombre en la proclamación de la Palabra.

ES CLARO:

• Que el ministerio de los -doce» y el de los -siete» no se realizan más que como servicio a la comunidad, nunca en beneficio propio_

• Que los diáconos se dedican al servicio de la Palabra para la conversión (Esteban, Felipe), sobrepasando el servicio de las mesas y, por tanto, la evangelización no es exclusiva de los doce.

• Que los fieles participan en la fracción del pan, sin que haya distinciones entra ellos.

• Que los testigos de la resurrección son los garantes de la unidad en la fe.

• Que hay un protagonismo de Pedro, aunque parece algo personal, pues no hay un solo dato que indique que dicho protagonismo haya de pasar a sus sucesores.

LA IGLESIA Y LOS SERVICIOS FUERA DE PALESTINA (Hech. 11. 19-22; 13, 1-3)

En los primeros capítulos de los Hechos aparece muy profundo el sentimiento hondo que tienen Pedro y quienes le codeaban de que la salvación pasaba por el judaísmo, pese a todo; pero ¿podremos decir lo mismo de todos los apóstoles y discípulos de Jesús?

Sobre la mayor parte de ellos hay un profundo y escalofriante silencio, una ausencia total de testimonios, que han de dar que pensar. ¿Podremos afirmar que ninguno de ellos había entendido el sentido universal del mensaje cristiano de salvación? ¿Qué podemos decir de Natanael, Tomás, Felipe, Andrés, los Alfeo...? ¿Por qué no escribieron nada? ¿Es que no tenían nada que decir, o que lo dijeron escribiendo en el corazón de la historia, en el corazón de los hombres?

Mas la comunidad de Jerusalén, con Pedro al frente, estaba cerrada a los paganos; por eso fue necesaria una intervención especial del Espíritu, una más, para que Pedro saliera de su estrechez, y se abriera a la universalidad del -Misterio de Cristo. Hech. 10. La puerta que abre el Misterio a todo hombre es el arrepentimiento (la conversión- reconciliación). Hech. 11. Y esto es posible en cualquier ser humano.

Frente a esta actitud cerrada de la iglesia Palestina empiezan a florecer otras comunidades en la diáspora.

La iglesia de Antioquia

La primera expansión de comunidades fuera de Palestina es provocada por la persecución. Hech. 11, 19. Y aun así el mensaje de salvación no se predica en principio más que a los judíos. Hech. 11, 19. Tan sólo con la llegada de los helenistas a Antioquía se comienza a predicar a los griegos, quienes atienden en gran número a la llamada de la fe. Hech. 11, 20-21.

Posiblemente no hayamos reflexionado suficientemente sobre la estrechez de miras de aquellos primeros cristianos a la hora de entender el mensaje salvador, y sobre la fuerza -de la acción del Espíritu que hace llegar la Palabra a todos, pese a la oposición de los propios portadores de la misma.

Mas ¿cómo nos presentan los Hechos a aquella comunidad de Antioquía? Como una comunidad:

• Compuesta en su mayor parte por hedenistas conversos; 11, 21.

• Solidaria con las otras comunidades; 11, 29-30 (envía ayuda a la de Jerusalén,

que pasa necesidad, en parte debida a la falta de previsión de dos primeros

años).

• Fraternal, sin jerarquías de poder; 11, 29 (son los discípulos los que deciden enviar la ayuda).

• Con variedad de servicios (Bernabé y Saulo son enviados a llevar la ayuda, 11, 30; Agabo es profeta, otros doctores, 13, 1; Pablo, en su carta primera a los de Corinto, recuerda esta estructura antioquena. (Cor. 12, 28).

• En la que los profetas y maestros mantienen la palabra y la oración, ejerciendo la liturgia ~(el servicio): 13, 1-4.

• Misionera, 13, 3. y centro de las nuevas comunidades.

• Que ora y ayuna en el servicio-liturgia, 13, 2-3.

• Que en la oración y ayuno comunica con el Espíritu y reconoce su voz, aunque

llame a algo desconocido; 13, 2.

• Que entiende la oración y el ayuno como condición inicial, a fin de poder enviar en el nombre del Espíritu a los nuevos misioneros, apóstoles itinerantes; 13, 3. Pablo especificará más tarde que la misión del apóstol es evangelizar, 1 Cor. 1,17; y colocará a los apóstoles a la cabeza de los servidores de la comunidad, 1 Cor. 12, 28.

Así nos presentan los Hechos a la comunidad, a la iglesia antioquena, humana en sus grandes tensiones internas, en sus divisiones superadas por la fe; mínima en su organización, la necesaria para mantener e! servicio de la fe y del amor mutuo (profetas y doctores); lúcida en su misión de salvación.

4 ° LA IGLESIA DE JERUSALÉN

En la iglesia de Jerusalén aparecen junto a los apóstoles y a la comunidad los ancianos o responsables (15, 4); a continuación, en el v. 6, se suprime la mención de la comunidad, pero no la de los responsables o ancianos. Estos, junto con los apóstoles (Pedro, Santiago), tienen una misión de control, han de examinar si procede o no la circuncisión de los conversos no judíos.

La comunidad está presente en la recepción de Pablo y Bernabé y también en la decisión final (v. 22). pero no en el consejo de deliberación ni en el encabezamiento de la carta, que tiene la resolución (v. 23).

En Jerusalén la iglesia se estructura en torno a Santiago y a los presbíteros y más tarde, al desaparecer los primeros, quedarán !os presbíteros o ancianos al frente con su misión de pastores, vigilantes para que se conserve la doctrina. No aparece jerarquía de poder, sino diversidad de funciones entre los «hermanos» apóstoles y los «hermanos» responsables o ancianos.

Sin embargo, aunque la iglesia de Jerusalén es el punto convergente de todas las comunidades de la diáspora, su modelo de organización no se copia en muchos lugares.

Nunca olvidan los primeros creyentes que la acción dei Espíritu es la primordial, sea cual sea el medio humano que se emplee en la organización (v. 28).

Es de destacar el papel tutelar de la iglesia de Jerusalén con respecto a las otras iglesias.

Y pese a todos los esfuerzos de los apóstoles y responsables continuarán muchos de los discípulos, provenientes del judaísmo, siendo fanáticos de la Ley de Moisés y exigiéndola a los no judíos. Hech. 21, 20.

Conclusión:

La comunidad de Jerusalén está cercana al judaísmo.

Es variopinta y con fuertes tensiones internas.

Es muy numerosa, por eso las deliberaciones las hacen los responsables; de lo contrario no sería viable la deliberación.

Los responsables son servidores de la buena doctrina.

La conservación de la sana doctrina no se opone a las innovaciones, frente a las férreas exigencias de los fariseos conversos.

La sana doctrina supone fidelidad a Jesús de Nazaret, aunque haya que superar tradiciones de honda raíz judía.

5 LOS PRESBÍTEROS DE LA IGLESIA DE ÉFESO (Hech. 20, 17-38)

Lo que se narra en este capítulo hay que encuadrarlo en torno al año 60 posterior a Cristo, pero la redacción lucana es posterior, en torno al año 80 posterior a Cristo, fecha en la que la estructura presbiteral se había impuesto en gran parte de las comunidades.

La organización de la iglesia de ÉFESO que se presenta en este texto es muy distinta a la de las primeras comunidades apostólicas. Se trata de una iglesia presbiteral.

En el discurso que Pablo dirige a los ancianos aparece que al frente de la comunidad de creyentes no hay ni apóstoles, ni profetas, ni doctores, sino sólo los ancianos responsables (20, 17).

Pablo afirma que su misión como apóstol es la de evangelizar, la de comunicar la buena noticia, y hacerlo por entero, en su integridad, sin mutilaciones (20, 24-27; confrontar 1 Cor. 1,17).

El apóstol recomienda a los responsables que actúen en la comunidad, como pastores responsables de su rebaño, pues para eso fueron colocados por el Espíritu en su cargo servicio (20, 28).

También pone de relieve el peligro que ya acecha a la iglesia y que procede incluso de los propios creyentes: el peligro de los falsos pastores (20, 30).

En esta época, prácticamente post-apostólica, es incesante la presencia de falsos pastores. Ya ha acabado la era de las grandes misiones. Las comunidades se organizan en torno a los responsables, o responsables-pastores que han de cuidar de mantener la unidad en torno a la sana doctrina (v. 30). Los apóstoles, testigos directos de los Misterios de la vida de Jesús, van desapareciendo. La expectación escatológica se va enfriando. La unidad peligra y se busca la unicidad para protegerla, unicidad que se realiza imponiéndose poco a poco la estructura presbiteral de las comunidades, según el modelo de la iglesia de Jerusalén; ya en el siglo 11, con Ignacio de Antioquía y Policarpo de Esmirna, dicha estructura se hará monárquica.

Ese miedo al riesgo de que las comunidades sean dirigidas por falsos pastores es el que motiva las tres cartas pastorales, atribuidas tiempo atrás a Pablo y cuya ¡redacción es posterior a la del libro de los Hechos.

Las pastorales van dirigidas a personas concretas, no a comunidades {ha cambiado la estructura), personas que ejercen un cargo relevante dentro de esas comunidades, a las que apenas si conocemos más que su falta de relieve, de importancia frente a los pastores (Timoteo, Tito).

Hemos de notar que el cargo de pastor conlleva la gracia del Espíritu, 1 Tim. 4, 14; 2 Tim. 1, 6; que se trata de un cargo duradero y deseable, que comporta una serie de obligaciones a fin de que el servicio a la comunidad se asegure. 1 Tim. 5, 1-16.

Esta preocupación por los falsos pastores, que muestra Pablo en su discurso a los responsables de Efeso, es una constante en las cartas pastorales y en la carta a los efesios, que no es de Pablo, aunque sí de clara influencia paulina, al parecer.

En dicha carta, dirigida, como el discurso que nos ocupa, a la comunidad de Efeso, se afirma que los cristianos, los creyentes de aquella comunidad son verdadera familia de Dios, «porque fueron edificados sobre el cimiento de los apóstoles y profetas, con el Mesías Jesús como piedra angular». Ef. 2, 20.

El criterio de discernimiento entre los buenos y malos pastores ha de ser éste: el evangelio predicado, sobre el que se mantiene la fe. 1 Cor. 3, 5-7. Pensamiento que Pablo va predicando a lo largo de su vida apostólica.

Los apóstoles recibieron la misión de predicar el Misterio escatológico, el mensaje de Jesús y no otro. -Id y haced discípulos de todas las naciones... y enseñadles a guardar todo lo que os he mandado; mirad que yo estoy con vosotros cada día, hasta el fin del mundo.» Mt. 28, 20. Es ésta la misión del apóstol, anunciar la salvación a todos los pueblos, no sólo a los judíos '(no sólo a los cristianos), porque para todos se realiza el Misterio de Jesús en la historia; pero el hombre ha de abrirse a la salvación, convirtiéndose y guardando en su vida todo lo que Jesús había enseñado durante su vida histórica en la carne, asumiendo los valores del Reino, que Jesús predicó y vivió.

Este y no otro es el criterio para discernir al falso pastor del verdadero, que ha de guiar al rebaño con los criterios de Jesús, fundamentando a la comunidad en la misma persona de Jesús, 1 Cor. 3. 5-7; cualquier otro evangelio que se predicare se basaría en saber humano, no en la gracia de Dios, 1 Cor. 2. 5. Y no sería genuino.

La comunidad no puede mirarse a sí misma, no puede mirar a los pastores, que no son más que ministros, servidores en el servicio que nos trajo Jesús, sino al Jesús histórico y al mensaje de salvación que difundió entre los hombres, pues •a fin de cuentas ¿qué es Apolo y qué es Pablo? Auxiliares que os llevaron a la fe, cada uno con lo que le dio el Señor». Los apóstoles cuentan tan sólo en cuanto que son los que predicaron el «verdadero evangelio», los que presentaron al auténtico Jesús histórico, los que transmitieron los genuinos valores del Reino que la comunidad ha de vivir y transmitir de corazón en corazón hasta que El vuelva.

Valores que han quedado plasmados en el Sermón del Monte. Mt. 5... Y que son la antítesis de los valores sociales, admitidos como tales en nuestro mundo. Bienaventurados los pobres, los marginados, los no violentos, los perseguidos, los no instalados, los que tienen hambre y sed de justicia.- Estos valores suenan a verdadera mofa en nuestra sociedad (también la eclesiástica) y, sin embargo, son los valores que Jesús nos trajo, haciéndolos suyos hasta la cruz. Estos son los valores del Reino, baremo de discernimiento de los buenos/malos pastores, de los buenos/malos discípulos.

Este es el criterio que Pablo propone a los responsables-ancianos de Efeso para que examinen su servicio pastoral.

Así, pues, la comunidad de Efeso no está jerarquizada por el poder, sino distribuida en los servicios, aunque aparece sólo el de responsable.

Los responsables han de ser servidores en la línea del servicio de Cristo, marcando el camino de la cruz, de los valores del Reino.

La comunidad puede (y debe) juzgar a sus pastores-servidores para discernir al buen pastor del que no lo es.



6 ° CONCLUSIÓN

Es evidente que tenemos que partir de las fuentes de la revelación a la hora de entender nuestro pretendido sacerdocio y de llevarlo a la vida de los hombres.

Es claro también que no podemos perder de vista toda la historia de la Iglesia, ni la evolución que el sacerdocio ha sufrido a lo largo de los tiempos. En la historia habla el Espíritu.

Pero no es menos cierto que las soluciones históricas no son universalmente válidas y, por tanto, no imitables sin más. El Espíritu habla a través de los hombres. Toda la historia se ha de conocer, mas no toda se ha de imitar.

Lo que sí se ha de imitar siempre es el Evangelio del Reino, y en ello hemos de empeñar nuestro afán de cristianos-servidores de los hombres.

En las fuentes del Nuevo Testamento EL MINISTRO (¿sacerdote?) APARECE COMO UN MIEMBRO MAS de la comunidad, no separado, no sacro, sino integrado.

En los Hechos se ve que la Iglesia tiene libertad para crear nuevas formas de misterios y servicios (liturgias) con el fin de mantener la unidad de la fe, y la misión de predicar el verdadero evangelio.

El ministro aparece (pastor, apóstol...) como símbolo de Jesús en la predicación de los misterios de salvación, en la proclamación de los valores del Reino, del mensaje de amor fraternal universal, y como símbolo de la gratuidad de la convocatoria a la fe y a la mesa.

Se deduce de las mismas fuentes que toda estructura que pueda darse en la Iglesia ha de ser necesariamente símbolo significativo de los valores del Reino en cada cultura.

Es claro que en los Hechos de los Apóstoles el ministerio es algo funcional, nunca ontológico; es un cargo, nunca una entidad.

Que las comunidades primeras son fraternales, no existe entre ellos la jerarquía.

Que la imposición del modelo presbiteral en las comunidades se da como fenómeno histórico-humano para solucionar el problema de crisis de unidad, y para ello se intenta la unicidad, aunque siempre se mantiene el sentido carismático (de servicio a) del cargo pastoral.

Por todo ello creo, HEMOS DE ABUNDAR EN NUESTRO «RETORNO AL LAICADO., abandonando por antievangélica la conciencia de clase clerical, la conciencia de elegidos por ser sacerdotes, cambiándola por la de elegidos por ser humanos.

domingo, 2 de noviembre de 2008

Breve resumen de Siddhartha

Siddhartha. Hermann Hesse
Editorial Bruguera

Capítulo
El hijo del brahman

Siddhartha tiene en casa de sus padres todo lo que el confort conformista puede pedir. Es listo, inteligente, bien formado, conoce la doctrina de Brahman, los ritos, las buenas costumbres, brahman perfecto hijo de un brahman perfecto. Tiene un gran amigo también brahman, Govinda. Se dedica a la meditación, concentración y contemplación. Pero… ¿esto era todo? ¿No eran los dioses criaturas como tú y como yo, sometidas al tiempo y perecederas? ¿Tenía algún sentido ofrecer sacrificios a los dioses ¿No era el Atman el Único e Indivisible? ¿A quién inmolar las víctimas sino al Único, a Atman? Y ¿Dónde encontrar a Atman? ¿Dónde moraba? ¿Dónde sino en nuestro propio Yo, en lo más hondo, en aquel reducto indestructible que todos llevamos dentro?
¿Y dónde se encontraba ese reducto? ¿Qué camino existía para acceder al Yo mismo? Nadie lo conocía.
Todo lo conocía los brahmanes y sus libros sagrados, pero ignoraban lo Uno y lo Único.
Los libros del Upanishads hablaban de que el hombre al caer en el sueño profundo penetra hasta lo más recóndito de su interior. Todo esto lo conocían los brahmanes, pero ¿Quién lo había vivido?
Su padre, le gran brahman, el hombre sereno, ¿era feliz? ¿No era también un buscador consumido por la misma sed de verdad? ¿No estaba Atman dentro de él? Había que encontrar la fuente primordial en el propio Yo y poseerlo. Todo lo demás no era sino búsqueda vana y extravío.


Capítulo
Con los samanas

Una meta tenía Siddhartha: Quedarse vacío, despojarse de todo, incluso de su sed de buscar. Hallar paz y tranquilidad en su corazón vacío.
Aprendió muchas cosas, a recorrer muchos caminos para alejarse del yo, la despersonalización a través del dolor, del hambre, del sufrimiento, del cansancio…
Todo lo podía haber aprendido en cualquier taberna de un barrio de prostitutas. Huir del Yo.
Siddhartha sólo conseguía insensibilizarse momentáneamente. No llegaba al nirvana.
El puro de corazón que meditando se sumerja en el Atman, sentirá en su corazón una alegría inefable.


Capítulo
Go(au)tama

Govinda se queda de discípulo de Gotaza. Siddhartha lo interpela: tu doctrina es perfecta, pero no puedes comunicar el momento de tu experiencia de la iluminación. Tu doctrina no trata sino de la liberación del sufrimiento. Poco importan las palabras. Lo que tú conseguiste no lo has hecho a través del pensamiento, la meditación, el conocimiento y la iluminación. ¡No a través de una doctrina! Nadie accede a la liberación a través de una doctrina. Lo que ocurrió en el instante mismo de tu liberación es incomunicable. Esta experiencia no la contiene tu doctrina.
Cuídate de una inteligencia excesiva, le dijo Gotaza.
Siddhartha siguió el camino en busca de su Yo. “ninguna doctrina volverá a seducirme. Muchas cosas me ha quitado Buda, a Govinda…, pero me ha regalado a Siddhartha.”

Capítulo
Despertar

Al abandonar el bosque Siddhartha abandonaba su vida anterior. Y a todos los que le habían acompañado en ella: su padre, Govinda, Buda…
Analizó lo sucedido llegando a sus causas últimas, pues pensar era eso: sólo así las sensaciones se convierten en conocimiento y adquieren contendido y empiezan a irradiar lo que hay en ellas. Algo no existía más en él: el deseo de tener maestros y escuchar sus enseñanzas.
Lo que había querido aprender bajo todas las doctrinas era el Yo, su sentido y esencia. A la vez era el Yo del que anhelaba desprenderse y aniquilarlo. Mas sólo lograba engañarlo por algún momento. Buscaba a Atman en el fondo de su yo, pero en lugar de encontrarlo se perdía a sí mismo.
¡Quiero aprender de mí mismo! Y miró a su alrededor como si viera el mundo por primera vez. ¡Qué hermoso era, el azul era azul, el amarillo, amarillo, la roca, roca…! Ya no eran los hechizos de Mara, ni el velo de Maya, y en el fondo de todo subsistía latente la idea de unidad… El sentido y la esencia no se hallaban en algún lugar tras las cosas, sino en ellas mismas, en todo.
Siddhartha comenzaba a despertarse y a marchar hacia sí mismo.
“Ya no soy asceta, ni sacerdote, ni brahman” todo esto ha terminado y no se encuentra en mi camino. Él durante años no había tenido hogar, pero ahora lo sentía. (Ni la casa de su padre, ni los samanas, ni el bosque del Sublime). ¿Siddhartha a qué comunidad pertenecía? ¿Con quien compartiría su existencia? Se le heló el pecho, pero se irguió un Siddhartha sólido y fuerte, más posesionado que nunca por su propio Yo. Y caminó ya no hacia atrás.

Capítulo
Kamala

Siddhartha iba aprendiendo a cada paso cosas nuevas, pues, para él, el mundo se había transformado.
¡Qué hermoso era el mundo para quien lo contemplaba así, sin ningún deseo de explorarlo, con una visión ingenua y de infantil simplicidad!
Dijo a Buda que su (de Buda) verdadero tesoro no estaba en su doctrina, sino en esa vivencia inefable e imposible de enseñar que el Sublime experimentara en el instante mismo de su Iluminación.
Siddhartha en adelante tendría que vivir su propia vida. Sabía que su propio Yo era el Atman, formado de la misma esencia eterna de Brama. Mas nunca había hallado de verdad a ese Yo, pues siempre intentaba atraparlo con las redes del pensamiento. Ni el cuerpo ni el juego de los sentidos constituyen el Yo, tampoco la inteligencia, ni el pensamiento ni los conocimientos adquiridos, ni el arte de sacar conclusiones, o ideas nuevas… tanto las ideas como los sentidos eran cosas buenas, tras las cuales yacía el significado último. Había que escucharlas y jugar con ambas, sin menos preciarlas ni darles demasiada importancia. Y a través de ellas sorprender las voces secretas del propio mundo interior.
El pecho de aquella joven tenía una leche que sabía a mujer a hombre, a sol y a bosque, a flores y animales, a todos los frutos y a todos los placeres.
El barquero solía escuchar al río y mirarle los ojos con frecuencia y siempre le enseñaba algo.
A todos los hombres les gusta ser sumisos, ser amigos, obedecer y pensar poco.
Cuando encontró a Kamala Siddhartha tenía ya una meta (alcanzarla).
Eres la primera mujer con la que Siddhartha habla sin bajar la mirada.
Y Siddhartha aprendió muchas cosas de Kamala en el arte del amor y de los placeres.
Un ladrón nunca podrá robarte tu interior, tus pensamientos, ideas, sentimientos….
El amor se puede mendigar, comprar, recibir como regalo, recoger en la calle, pero nunca robar.
¡Qué va a ser de ti si solo saber pensar, ayunar y escribir poesías?!
¿Qué sería de ti sin la ayuda de Kamala? Siddhartha no hace nada: espera, medita, ayuna, pero atraviesa las cosas del mundo como la piedra el agua, sin hacer nada, la propia meta lo atrae. Cualquiera puede hacerlo si sabe pensar, esperar y ayunar.

Capítulo
Con los hombres niños

No poseo bien alguno, – dijo Siddhartha – pero es por mi voluntad, así que no soy indigente.
Todos vivimos del bien ajeno. Unos toman y otros dan. Sé meditar, ayunar y esperar.
“Bueno es escribir, pensar es mejor. Buena es la inteligencia, la paciencia es mejor.
Siddhartha lo observaba todo (el negocio) como un juego, cuyas reglas se esforzaba en aprender, pero cuyo contenido le dejaba indiferente.
Junto a Kamala se hallaban el sentido y el valor de aquella etapa de su vida y no en los negocios.
No viajaba por negocios, sino por placer.
Del negociante aprendió el precio de una cesta de pescado, pero no a pensar.
Siddhartha sentía que algo lo separaba del resto del mundo. Veía que los humanos se entregaban a la vida con un aspecto infantil o animal que él amaba y despreciaba al mismo tiempo. La voz interior le hablaba a veces, pero muy flojo, no la oía.
Continuamente visitaba a Kamala con quien aprendía el arte del amor y practicaba el culto del placer, que más que ningún otro unifica la doble actividad de dar y recibir.
“La mayoría de los hombres, Kamala, son como las hojas que caen de los árboles y revolotean indecisas, antes de ir a parar al suelo. Otros son más bien como los astros: siguen una ruta fija, ningún viento los alcanza y llevan en su interior su propia ley y trayectoria.
“Siddhartha, sigues siendo un samana, no me amas a mí, ni a nadie”- Kamala -.

Capítulo
Sansara

Entregose Siddhartha largo tiempo a la vida y placeres mundanos, aunque sin integrarse nunca en ellos. Sus sentidos volvieron a despertarse, pero en el fondo de su corazón seguía siendo un samana. El arte de meditar, esperar y ayunar siguió rigiendo largo tiempo su vida. Pero poco a poco todo se fue cubriendo de polvo. Aprendió a comerciar, a comer platos finamente preparados, a jugar a los dados y al ajedrez, a admirar el arte de las bailarinas… y lentamente también había ido adoptando ciertos rasgos típicos de los hombres niños. Aprendió más bien su lado desagradable, y sobre todo la avaricia. La miseria de su corazón le impulsaba a jugar y a dilapidar, en cambio era mezquino en sus negocios. Fue debilitándose, envejeció y cayó enfermo.
Una noche soñó que el pájaro cantor que Kamala guardaba en una jaula de oro, había muerto. Era su corazón. Al amanecer se marchó al jardín, se sentó bajo un mango y pasó el día allá lleno de tristeza.
Aquella misma noche abandonó Siddhartha su jardín y su ciudad para siempre. Kamala había quedado embarazada en la última noche que pasaron juntos.

Capítulo
A orillas del río

Siddhartha echó a andar por el bosque, lejos de la ciudad, sabiendo que la vida que había llevado hasta ahora era algo totalmente acabado. Estaba repleto de hastío, miseria y muerte y nada en el mundo era capaz de atraerlo y consolarlo. Deseaba ardientemente estar muerto.
Llegó al gran río, se detuvo. ¿Para qué seguir andando? Quiso ahogarse en el río y con los ojos cerrados, se fue hundiendo cada vez más en dirección a la muerte
De las regiones más recónditas de su alma le llegó un sonido: el sagrado Om que significa “lo Perfecto”, “la Realización”. Om y volvió a tomar conciencia de Brama, de la divinidad… y se dejó caer al pie del cocotero. Y se durmió.
¡Qué sueño tan maravilloso el suyo! Lo había reanimado y rejuvenecido. Había muerto para renacer bajo una forma nueva. Se incorporó y se encontró a Govinda que intentaba velar su sueño y que no le reconoció.
- ¿A dónde vas ahora?
- A ningún sitio. Los monjes siempre estamos en camino.
Siddhartha: - tampoco yo voy a ningún sitio sólo estoy peregrinando, pese a mis ropas.
Efímero es el mundo de las apariencias, efímeros nuestros vestidos… y el propio cuerpo. ¿Qué seré mañana? No lo sé.
¡Qué rodeos tan curiosos he dado! Brahmán, samana, el Sublime, rico y mercader, amante… No obstante ha sido un camino excelente, y el pájaro que moraba en mi pecho no ha llegado a morirse. Pero, ¡Cuánta estupidez en mi camino, cuánto vicio, cuántos errores… para poder empezar de nuevo! He tenido que convertirme en un loco para redescubrir el atman en mi interior. ¿Por dónde me llevará aún mi camino?
Pero algo he ganado, pensó Sidhartha, ¡haber terminado de una vez por todas con ese odio contra mí mismo, con esa vida monótona e insensata! Y sintió una gran alegría. “¡Qué bueno –pensó- es probar por sí mismo lo que hay que saber!
Su pequeño Yo no había muerto en tantos intentos que hizo como brahmán y samana, y sin embargo, ahora, en aquel día había muerto. ¡El exceso de conocimientos, de versos sagrados, de normas rituales, mortificación, celo y aspiraciones lo habían inmovilizado! Y en ese sacerdocio, en ese orgullo, en esa espiritualidad se había escondido su Yo, en ellos se había instalado y seguía creciendo, mientras Siddhartha creía poder matarlo con ayunos y penitencias. Ningún maestro hubiera podido matar ese Yo. Hasta que el sacerdote y el samana no murieran en su interior, no moriría el Yo.
De hecho había muerto y un nuevo Siddhartha había surgido del sueño.


Capítulo
El barquero

A orillas de este río deseo quedarme –pensó Siddhartha.
En su corazón oyó la voz, que había vuelto a despertar y le decía: “¡Ama esta agua! ¡Quédate a su lado! ¡Aprende de ellas!”
Ese día vio un misterio del río, misterio que le impresionó vivamente. Vio que aquella agua era siempre la misma, aunque se renovara a cada instante.
Barquero- es hermosa esta vida, pero ¿Acaso no lo es toda vida?
Siddhartha contó toda su vida a Vasudeba, el barquero, y éste lo escuchaba con mucha atención, con sosiego, abierto, expectante. Siddhartha lo captó.
Le relató su sueño a orillas del río, le habló del Om sagrado y del amor que sintiera por el río al despertar.
Vasudeba la dijo- el río te ha hablado. A mí el río me enseñó a escuchar, tú también lo aprenderás de él, de él puede aprenderse todo. Se pueden aprender muchas cosas, que no te puedo decir, las aprenderás, o a lo mejor tú ya las sabes. Yo sólo sé escuchar y ser piadoso. Para unos pocos, muy pocos (3 o 4) de los miles de viajeros el río ha dejado de ser un obstáculo, oían su voz, lo escuchaban y esta agua se convertían en algo sagrado para ellos.
Lo primero que aprendió Siddhartha fue a escuchar, a prestar oído con el corazón en calma, con el ánimo abierto y expectante, sin apasionamientos, sin deseos, juicios ni opiniones.
Un día le pregunta a Vasudeba: ¿También a ti te enseñó el río que el tiempo no existe?
Sí, respondió Vasudeba, el río está a la vez en todas partes. Para él no existe más que el presente sin la menor sombra de pasado o de futuro.
Mi vida, dijo Siddhartha, es un río. Todo es presente. El Siddhartha niño, y el Siddhartha anciano no son sino sombras, todo es, todo tiene una Esencia y un presente.
¿No es el tiempo la causa de todo sufrimiento, la causa de todo temor y toda tortura?
El río tiene mucha voces, todas las de la creación, el sagrado Om.
Se extendió el rumor por los lugares vecinos que los barqueros eran dos santos y venían muchos curiosos, que hacían muchas preguntas, sin recibir respuestas, y volvían desencantados y comentaban la estupidez y la credulidad de la gente del pueblo, que propagaba esos rumores carentes de fundamento.
Los años pasaban y ninguno los contaba.
Empezaron a llegar monjes para cruzar el río, el Sublime se moría. Siddhartha recordó su conversación con él, sus palabras de entonces ahora le parecían altaneras. Mas no había podido aceptar seguirlo. Un auténtico buscador, alguien que realmente deseara encontrar, no podía aceptar doctrina alguna. Pero el que ha encontrado puede aceptarlas todas, todos los caminos; nada los separa ya de esos miles que vivieron de los eterno.
También llegó Kamala para pasar el río y ver morir al Sublime, iba con su hijo, el pequeño Siddhartha. En el camino le picó una serpiente venenosa, Vasudeba la recogió y la llevó a la cabaña moribunda. Allí murió en brazos de Siddhartha. El día de su muerte Siddhartha pasó la noche sentado frente a la cabaña, escuchando el río. Sufrió mucho, pero la tristeza no invadió su corazón. Él y Vasudeba levantaron la pira funeraria.

Capítulo
El hijo

El niño pasó días enteros junto al túmulo de la madre muerta, se negó a aceptar su destino, rebelándose contra él.
Siddhartha lo trató con miramientos y lo dejó hacer: respetaba su dolor. Comprendió que su hijo no lo conocía ni podía amarlo como padre. Era un niño mimado, triste y mimado, que no podía sentirse de buenas a primeras contento en la miseria de aquel ambiente extraño.
Siddhartha empezó a comprender que con su hijo no le habían llegado la paz ni la felicidad, sino congojas y preocupaciones. Sin embargo lo amaba. Prefería las congojas con el niño a cualquier dicha sin él.
Esperó largos meses a que su hijo lo comprendiera, a que aceptara su cariño y tal vez le correspondiera.
Vasudeba le habló: “el niño está acostumbrado a otro tipo de vida. He interrogado al río y éste se ríe de nuestra torpeza. El agua quiere agua, la juventud, juventud.”
Dijo Siddhartha: no puedo separarme de él, dame más tiempo.”
Vasudeba: “No le obligas ni le pegas, pero ¿no será tu cariño un lazo con que lo tienes maniatado? ¿No estás con tu cariño obligando a este niño a vivir en una cabaña con dos viejos? Esto es un castigo para él.”
Siddhartha con voz triste contestó: Todo eso lo he pensado muchas veces, pero ¿cómo puedo confiarlo al mundo si su corazón no es tierno? ¿No repetirá uno a uno todos los errores de su padre? ¿No terminará extraviándose definitivamente en el sansara?
Vasudeva: ¿De verdad crees que tú cometiste esos errores para extraviárselos a tu hijo? ¿Podrás protegerlo del sansara? ¿Cómo? ¿Quién te protegió a ti? ¿Qué padre o qué maestro te hubieran impedido vivir tu propia vida? ¿Y a él, no tendrá que cargar sobre sí su propia culpa, encontrar por sí mismo su camino? Aunque murieras diez veces por él no podría apartarle ni un milímetro de su destino.
Siddhartha sabía todo esto pero no lo podía poner en práctica, porque más poderoso que todo era su amor por el niño. Nunca su corazón se había apegado a algo tanto como entonces.
Se dejó mandar por el muchacho, callaba y esperaba, cada día reiniciaba la muda batalla del afecto. Se había convertido en un hombre niño. Su amor por su hijo era una auténtica pasión que también pertenecía al sansara, pero también procedía de su propio ser.
Para el niño aquel padre no tenía nada que le atrajese o le inspirase temor. Lo único que quería era hacer daño a su padre. Una noche se marchó, después de robarles lo poco que tenían de dinero y la barca.
Siddhartha quiso seguirlo porque el bosque era un medio muy hostil para un niño. Lo siguió y pronto se dio cuenta de que la búsqueda era inútil, pero siguió corriendo hasta la ciudad para ver si lo volvía a ver. Llegó hasta los jardines de la casa de Kamala, y allá sentado bajo un árbol recordó todo su pasado, cómo Kamala lo acogía, se vio de mercader, despreciando a los criados…vio los festines…
En lo más hondo sintió su amor por su hijo como una herida que no había florecido aún, y que no era para hurgar en ella. Del río había aprendido a esperar y escuchar. Pasó varias horas meditando.
Vasudeba vino a buscarle y ambos regresaron al bosque.

Capítulo
Om

La herida ardió mucho tiempo. “Hasta los hombres malos tienen hijos a quienes aman y por quienes son amados. Sólo yo no los tengo” pensaba. Se asemejaba ahora a los hombres niños. Y veía a los hombres con otros ojos, con más calor e interés, con menos altivez. Él que estaba cerca de la perfección tuvo la impresión de que esos hombres niños eran sus hermanos. Todos los deseos y banalidades de los hombres niños le parecían comprensibles y dignos de respeto, todos esos impulsos eran fuertes, llenos de vida. Los hombres vivían por ellos. En cada uno de los actos y pasiones de los hombres veía ahora la vida, lo animado, lo indestructible, el Brama.
El sabio sólo los aventajaba en el detalle de la conciencia, en la concepción de la Unidad de todo lo viviente.
Poco a poco fue floreciendo en Siddhartha la idea de que la que realmente era la sabiduría: una capacidad del alma, un arte secreto que le permitía descubrir en cualquier momento la idea de unidad, que le permitía sentir la unidad y respirarla. Y se reflejaba en el rostro de Vasudeva: armonía, ciencia de la eterna perfección del mundo, sonrisa, unidad.
Un día Siddhartha marchó en la barca a buscar a su hijo, pero el río se reía de él. De pronto Siddhartha vio en el río reflejado el rostro de su padre, al que dejó para seguir a los samanas y no volvió a ver. ¿Acaso su padre no sufrió por ello, como él ahora? ¿Por qué repetir el mismo círculo fatal? ¿No era acaso una comedia absurda y extraña? Todo lo que no se terminaba de sufrir o no se resolvía hasta el final, se repetía siempre.
Siddhartha se volvió, mas su herida aún no florecía. Lo contó todo a Vasudeva desde el comienzo de su vida. Le mostró su herida y de pronto empezó a sentir que el amigo era lo Eterno que escuchaba. Y conforme hablaba se daba cuenta de que todo era natural y estaba en orden. Sintió que Vasudeva era así desde siempre, sólo que él no se había dado cuenta, que acaso él mismo se le pareciera mucho. No paró de hablar pero ya se estaba despidiendo del amigo.
Acabada su confesión, Vasudeva lo miró con amor y serenidad, con comprensión y sabiduría y le dijo: Vamos al río, no lo has oído todo.
Se pusieron a escuchar.
Siddhartha se esforzó por escuchar, vio a su padre, Kamala, su hijo, Govinda…vio pasar toda su vida, y todas se confundían convirtiéndose en río, que se dirigía hacia su meta… la voz del río era anhelante, luego otras voces se iban uniendo a ella, voces de alegría y pesadumbre, voces buenas y malas… él había escuchado todas estas voces muchas veces antes, pero ahora le parecieron nuevas… todo eso junto era el mundo. Todo formaba el río del devenir, era la música de la vida. Y cuando Siddhartha no ligaba su alma a una de esas voces en concreto, percibía el Conjunto, la Unidad y todo se reducía a una palabra: OM, la Perfección.
Su herida floreció, su dolor empezó a irradiar, su Yo se había fundido en la Unidad. En ese momento dejó de luchar contra el destino, Siddhartha dejó de sufrir y sobre su rostro floreció la sabiduría de la serenidad.
Vasudeva: ya que ha llegado esta hora, déjame partir hacia el bosque, hacia la Unidad. Y se alejó radiante.

Capítulo
Govinda

En el corazón de Govinda, viejo ya, la inquietud y el afán de búsqueda no se habían extinguido.
Govinda oyó hablar del barquero santo y fue a conocerlo.
Le dijo: “Soy viejo, pero nunca he dejado de buscar, ni dejaré de hacerlo, tal es mi destino. ¿Quisieras decirme algunas palabras?”
Siddhartha: “¿Quizás buscas demasiado a fuerza de buscar ya no encuentras? A fuerza de buscar uno se obsesiona con el objetivo y se hace no receptivo. Buscar significa tener un objetivo. Encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos.
Me he convertido en barquero, soy de los que tienen necesidad de cambiar.”
Govinda: “Siddhartha, ¿Tienes alguna doctrina, alguna fe o ciencia que guíe tus actos y te ayude a vivir y obrar rectamente?
Siddhartha: “Siempre, sabes, he desconfiado de las doctrinas y de los maestros. No he cambiado de opinión pero he tenido muchos maestros… Pero de quien más he aprendido ha sido de este río y de mi predecesor el barquero Vasudeva. Era muy simple y un santo.”
“Una de las ideas que he tenido es que la sabiduría no es comunicable, cuando se intenta comunicar suena a locura. El saber puede comunicarse, perola sabiduría no, la puedes encontrar, vivirla,…pero no comunicarla”
“Otra idea que he encontrado es que lo contrario de toda verdad es también verdadero. Una verdad sólo se puede traducir en palabras cuando es unilateral, y las ideas y las palabras son unilaterales, todo mitad… Pero el mundo en sí mismo nunca es unilateral, nunca un hombre es del todo santo, ni del todo pecador…
Nos parece unilateral porque vivimos bajo la ilusión de que el tiempo es algo real. He experimentado que el tiempo no es real. Y todas las distancias son ilusión. Por ejemplo el Buda futuro existe ya en el pecador actual… todo moribundo lleva en sí la vida eterna. La meditación profunda ofrece la posibilidad de abolir el tiempo, de ver simultáneamente toda la vida pasada, y entonces todo es bueno, todo perfecto… Todo no pide sino comprensión amorosa. Lo he experimentado en mí mismo. He aprendido a mar el mundo y a no compararlo con otro mundo ideal deseado o imaginado.”
Siddhartha cosió una piedra y dijo: “Esta piedra es tan sólo una piedra, y en el futuro se puede convertir en tierra, animal…esto lo hubiera pensado antes. Ahora pienso que esta piedra ya es tierra, vegetal, animal, hombre, Dios por ello la amo y respeto tal como es ahora, en este momento se me presenta como tal piedra… y reza el Om a su manera. Las palabras son nocivas para el sentido secreto de las cosas. Amo las piedras, las cosas… pero soy incapaz de amar las palabras y las ideas. Las doctrinas no significan nada para mí, porque no tienen más que palabras. No hay objeto ninguno que sea el nirvana, sólo existe la palabra nirvana. No hallo mucha diferencia entre las palabras y las ideas. Me interesan las cosas. Vasudeva fue un santo y su Dios era el río, no conoció otra cosa. Y porque tuvo fe en el río aprendió todo lo que tenía que saber.”
Govinda: ”¿Pero eso que tú llamas cosas son algo esencial, algo real? ¿No será sólo ilusión de Maya?
Siddhartha: “También soy yo apariencia. Eso las hace mis semejantes. El amor es la cosa más importante que existe. Lo único que persigo es amar el mundo, no explicarlo, lo que persigo es poder contemplarlo con amor, admiración y respeto.”
Govinda: “El Maestro nos prohibió atar nuestro corazón con el amor hacia las cosas terrenales.”
Siddhartha: “Lo sé, es una contradicción aparente, por eso no confío en las palabras. También en él, en tu Maestro prefiero las cosas a las palabras. Veo su grandeza en sus obras, en su vida.”
A Govinda sólo Gotama y Sidhartha la habían causado la impresión de encontrarse ante un santo.
Govinda: “¡Siddhartha, dame algo que pueda tocar, algo que pueda comprender!”
Siddhartha: “¡Bésame en la frente!
Govinda obedeció y comenzó a ver cómo el rostro de Siddharta convertido en muchos rostros, un río de rostros, también de animales, cosas,… los vio todos anudados en mil relaciones recíprocas, amándose, odiándose, destruyéndose, renaciendo… cada cual dando un testimonio doloroso de su caducidad; pero ninguno moría, sólo se transformaban, renacían sin cesar adquiriendo siempre un rostro nuevo, sin que entre los sucesivos rostros viniera a interponerse un resquicio del tiempo… y por encima de todos flotaba una piel tenue, transparente, una más cara con una sonrisa, la sonrisa de la unidad sobre el fluir de las formas. Una sonrisa perfecta, la de Siddhartha. Por fin se cerraron los abismos de la multiplicidad. Siddhartha sonreía tranquilo, dulce y tiernamente, exactamente como había sonreído el Sublime.
Govinda sintió cómo el sentimiento más íntimo del amor y de la veneración más humilde ardió en su corazón.

domingo, 26 de octubre de 2008

La filosofía como estilo de vida. R. Panikkar

LA FILOSOFIA COMO ESTILO DE VIDA

Propongo en estas líneas poner al alcance de los menos conocedores (supongo que muy pocos) del pensamiento de Raimon Panikkar partes de un capítulo de un libro suyo sobre la Sabiduría, en el que él nos habla de su forma de vida. El libro está escrito en un catalán excelente. Yo me he atrevido a traducirlo al español, y a resumirlo, aun a riesgo de no ser fiel del todo a su pensamiento, ya se sabe: traductor = traditor, pero la amistad que me une a él y los veinte años que llevamos de conversaciones y diálogos me permiten aventurar que la fidelidad a lo que dice el texto va a ser, al menos, aceptable. Estamos en el mundo de lo relativo, de las formas.

Raimon es una de las personas que en los últimos veinte años ha influido más en mi manera de pensar, en estos veinte años de amistad no he parado de aprender de su enfoque intelectual, que es no dualista (cosa harto infrecuente en nuestra cultura), como de su visión del Hombre y del Universo, a los que incluye junto con la Trinidad (de varias religiones del mundo) en su gran visión cosmoteándrica. Todo es Trinitario, y saberlo comprender es llegar a la Iluminación. Es un gran realista y por ello optimista en cuanto a la esencia del Ser.

Antes de entrar en el artículo de Raimon, una simple nota sobre algo que él mismo aclara dentro del artículo: Filosofía y teología son una y la misma cosa.

Dice Raimon:

“No puedo escribir sobre mí mismo. Primera y principalmente porque no soy capaz de ello. Ni siquiera tengo una lengua propia. En segundo lugar, soy demasiado consciente de que, caso de intentarlo, el yo del que escribiría no sería el yo que soy, pues soy un sujeto y no un objeto. En tercer lugar, escribir sobre aspiraciones y decisiones es como forjar planes. Puede ser interesante para los amigos y para la gente con que me relaciono personalmente, pero el interés se limita a este ámbito.

Y sin embargo, escribo. No escribo sobre mí mismo, sino que me escribo yo mismo. Todo lo que yo escribo es, por lo menos, una parte de mi yo. Todo es de naturaleza autobiográfica. Sólo pongo por escrito pensamientos que ya he pensado como palabras. Yo mismo soy lo que escribo y escribo como uno que habla.

Estoy particularmente atento a dejar hablar a la palabra, a permitir a la misma lengua que se desenvuelva. El yo, que también vive en la lengua (y que no es el ego), habla y se revela a él mismo, en cuanto que dice lo que tiene para decir. Por eso el yo no se expresa del todo, y el proceso de convertirse en lenguaje no es automático, sino que el yo tiene necesidad de mí como de un mediador necesario. Soy un elemento activo de esta revelación y muchas cosas dependen de mi transparencia, aparte de mi atención y de otros factores.

Recuerdo un antiguo ideal: cada párrafo que escribo, y en lo posible, cada frase, habría de reflejar mi vida entera y ser una expresión de mi ser. Sería necesario poder reconocer toda mi vida a partir de una sola frase, igual que se puede reconstruir un esqueleto completo de un animal prehistórico partiendo de un solo hueso. Se trata de la interdependencia simbólica de cuanto vive. Una sola palabra, el logos, expresa todo el universo. Cada una de mis palabras, del mismo modo, habría de ser un símbolo de toda mi vida. Las vinculaciones de este símbolo no son de naturaleza matemática (pura racionalidad), sino de tipo vital.

¿Por qué escribo? Repito lo que hace muchos años escribí. No sólo para expresarme, no sólo para articular mis pensamientos, para observarlos con más claridad y hacerlos más comprensibles. Todo esto son medios, pero ¿Cuál es el fin?

En lugar de vivir la vida como diversión, o de hacer el bien a alguna persona, me someto a una disciplina estricta con el fin de acabar algunos de mis escritos. Ahora escribo para entregar un texto que me han pedido. Ahora bien, esta no es, ciertamente, la motivación última...

En último término, ¿Cuál es la finalidad de trasmitir una buena idea? Yo la tengo y la doy a otra persona. Así la tenemos dos. Esto no cambia el mundo. ¿Acaso escribo para cambiar el mundo? ¿Sería esto otra forma de mesianismo?

Si las ideas públicas cambiasen el mundo, sería más útil que hubiera empleado mi tiempo en los medios de comunicación, la televisión, el cine. Para redimir al Universo los cristianos y los budistas dirían que no necesariamente se ha de cambiar la opinión de la mayoría.

Probablemente la mayoría de la población mundial desea el desarme total, pero no pasa nada. Dos personas con buenas ideas no hacen nada, pero, ¿dos millones?... puede que tampoco. Es el mito de la democracia. Ni se trata sólo de ideas, ni cuentan nada más que las cifras.

¿Por qué me dedico a la dura disciplina de escribir? Si contesto porque forma parte de mi vida, estoy diciendo verdad, pero no es suficiente. No escribo para influir en las personas, no por cultivar un arte. Escribir es para mí meditación, o sea, medicina y al mismo tiempo, moderación, orden para el mundo. Escribir es para mí vida intelectual, que quiere decir también existencia espiritual. La culminación de la vida es, para mí, la participación en la vida del universo, tomar parte en la sinfonía cósmica y divina a la que también somos convidados los mortales.. no se trata simplemente de vivir, sino de permitir a la vida, que es un don, que se sostenga y se adentre en sí misma. Por esto, para mí escribir es un acto religioso, porque escribir es divinizar, esto es, liberar el universo, embellecerlo, perfeccionarlo, y lo hacemos haciéndolo con el microcosmoss que somos nosotros.

Escribir me permite profundizar en el misterio de la realidad y me obliga a hacerlo. Esto exige pensamiento, contemplación, pero al mismo tiempo tengo que aportar la forma, la figura, la belleza, la expresión , la revelación. Escribir es morphê como esencia y como forma a la vez. Escribir implica pensar, pero también forjar pensamientos, pulirlos, adornarlos con colores, olores y formas y hasta darles fuerza y movimiento. Es un proceso de encarnación de “la palabra que se hace carne”. Estas reflexiones me las hice hace más de un cuarto de siglo.

Me han preguntado por aquello que tengo que decir sobre la relación entre mi vida privada y mi actividad profesional. He de contestar que no veo ningún sentido en la pregunta. No hay separación entre mi vida privada y mi trabajo profesional. Mi vida personal no se puede separar de mi actividad, que es también personal.

Sí que distingo entre “hacer”, que es la actividad de mi ser, la actualización de mis capacidades para el perfeccionamiento del mundo y de la gente, incluyéndome a mí mismo. Algo que en el lenguaje religioso de la tradición abrahámica se llama “vocación”. Se trata de realizar aquello a lo que estoy llamado. Y “trabajar” que consiste en poner mis cualidades y capacidades a disposición de alguien, o algo, a cambio de una remuneración económica. La palabra trabajo lleva en su etimología el significado de esfuerzo, tormento y dolor. Mi realización nunca es aprovechar mis capacidades para la finalidad de otros.

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No necesito usar modelos para mi pensamiento. En filosofía critico el punto de vista de origen platónico, que considera que el pensamiento discurre a partir de paradigmas y patrones... Estoy convencido de que pensar con modelos es como viajar con tren o con coche. Se necesitan vías o carreteras que determinan el lugar a donde se va.

Presuponer que se piensa a partir de modelos,, comporta creer en el mundo platónico de las ideas, aunque se les llamen leyes de la naturaleza o maneras de pensar. Pero, en “el cielo no hay caminos” dice el Dhammapada, y Antonio Machado escribió: “Caminante no hay camino, se hace camino al andar”. Pensar no es investigar. El verdadero pensamiento no sigue un camino, sino que lo hace.

No vivo la vida, o la realidad, como un enigma que haya que descifrar. Mi kosmología (sic) es otra. La realidad no se me presenta como algo que es lanzado delante de mí, o sea, como un objeto, y tampoco como un problema (del griego pro-balló, que dice lo mismo, algo lanzado contra mí). Entiendo por kosmología no una doctrina sobre el cosmos, sino la vivencia de cómo el cosmos me habla a mí (Kosmos legein).

También me es difícil dar una auténtica explicación de cómo mi trabajo influye en el de otros. Sería fácil construir una respuesta convincente, y no falsa del todo; sería el resultado de mi carácter oriental, que instintivamente respondo sólo a aquello que satisface las aspiraciones del que pregunta. Así, muchas de mis ideas y mis concepto introducidos hace décadas están hoy asimilados, por ejemplo; el diálogo interreligioso.

Conozco a muchos eminentes teólogos, llenos de un celo constructivo por reformar su iglesia, la católica romana sobre todo. Yo estoy totalmente de acuerdo con su postura, estoy a su lado en la misma lucha por la justicia, la libertad, el valor y la transparencia... Admiro a estos amigos e intento colaborar con ellos en este deber. Pero, si me preguntasen, en un nivel más profundo, por mi preocupación personal, contestaría que mi finalidad, antes que nada, no es la reforma de la iglesia, sino mi propia transformación, la de mi yo -pese a que soy consciente de que una lleva a la otra y que no se pueden separar. No se trata de una reacción egoísta, ni de una individualista, ni de creer en una espiritualidad sobrenatural. No es una cuestión de interioridad versus exterioridad, acción contra contemplación... La diferencia no es de opinión, sino de formas de pensamiento. Nuestros universos son diferentes. Soy plenamente consciente que en estas manifestaciones represento una pequeñísima minoría en Occidente, (entendido como categoría cultural y no geográfica).

No es fácil de explicara porque nadie puede imaginar un universo distinto del que tiene. ¿Diría simplemente que no creo en el mito de la historia como ámbito básico de la realidad? ¿o que la muerte no está ante mí? Mas escoger estas referencias occidentales para expresarme es ya traicionar el intento de explicación.

Sobre mí mismo

Quiero decir, en primer lugar, que no soy consciente de ningún tipo de trauma, positivo o negativo. No puedo acordarme de ninguna experiencia de conversión, ni de ningún cambio brusco en mi vida. No puedo explicar nada que sea relevante en mi infancia. Todo me ha impresionado profundamente y nunca he estado interesado en investigar mi vida psicoanalíticamente.

Nunca he participado en una guerra, pero nací después de la Primera Guerra Mundial. La Guerra Civil Española interrumpió mi vida exterior e interiormente. Muchos de mis compañeros de colegios estuvieron en el frente y muchos murieron. Pasé tres años en la Alemania nazi, hasta poco antes de que comenzara la guerra. Luego la dictadura española. Conocí bien la inhumanidad de los regímenes totalitarios.
Posteriormente mi estancia de más de diez años a la orilla del Ganges en India, donde viví la condición humana en su forma más descarnada. Luego mi actividad académica en Estados Unidos. Más tarde un cuarto de siglo repartiéndome entre las universidades de Santa Bárbara (California) Estados Unidos y la de la ciudad de Venarés en India. (La nación más rica y una de las más pobres del mundo).

Sin estas experiencias es prácticamente imposible superar la creencia moderna de que el desarrollo humano ha seguido una sola línea que culmina en el homo technocraticus.

A mi manera no me he encontrado entre el oriente y el occidente, sino en medio, y ello en sus versiones hinduista/budista y cristiana/secular.

¿Cuál es mi público? ¿quienes mis lectores? Yo escribo para el dharmakaya, o el Cuerpo de Cristo, o la estructura kármica del mundo, o el carácter de tú de la realidad... he necesitado mucho tiempo para entender que escribo para los mismos para los que vivo: la humanidad en general. La mayoría viven y escriban para un público determinado, lo que les permite una efectividad enorme, ¿alimentar el mercado?

Yo no tengo ninguna clientela. Y la falta de un mercado determinado me ha hecho escribir en seis o siete lenguas diferentes. Cuando hablo intento identificarme con los que me escuchan y utilizo la lengua que me parece más adecuada para la ocasión. Puedo hacer espontáneamente una liturgia católica, un upadhesa hindú, una conversación profana, una conferencia científica, una meditación filosófica...

Mas, cuando escribo siento una comunión total con la humanidad global, sobre todo con la cultura del presente y con las tradiciones del pasado que me son familiares... no leo prensa, ni escucho radio, ni veo televisión, por eso mismo puedo escuchar las voces de los que no tienen voz y percibir el ritmo de la realidad.

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Se tendría que precisar que no estoy diciendo que mi público sea el universo atemporal de las especulaciones ontológicas abstractas. Guerra y paz, economía, ecosofía, religión, pacifismo, tecnología, la humanidad y también la divinidad y la naturaleza no son para mí concepciones puramente desencarnadas y puramente teóricas.

La sabiduría del amor

Intentaré revestir todo esto con términos más académicos.
1. La sabiduría es para mí tanto la sabiduría del amor como el amor de la sabiduría. Y el verdadero amor es espontáneo, y extático, esto es, no reflexivo. El amor verdadero no tiene un fundamento sobre el que se apoye, porque es lo definitivo. Lo mismo se es un amante (sin una razón dialéctica que lo fundamente), que se es un filósofo. Se es porque sí y nada más. La filosofía es una actitud primaria, no secundaria. Se trata de algo que nos sale al encuentro...

La voluntad y la inteligencia no la pueden manipular. La filosofía es un amor muy particular. Es la sophia del amor primordial... La sabiduría surge cunado se unen el amor del saber y el saber del amor.

La filosofía original cristaliza en una manera de ser, es la expresión de la misma vida tal como es impresa en la realidad con el punzón (stilus) de de la propia vida. Una filosofía que se aleje de la vida, que evite la praxis, es para mí unilateral, una mala filosofía que deja a un lado aspectos de la realidad. La realidad es compleja y no se puede captar sólo con el entendimiento no sería una filosofía, sino una especie de álgebra, no sería sabiduría...

La actividad filosófica lo exige todo. Una persona inmoral podrá ser un buen matemático, pero no un filósofo, al menos en sentido existencial. Como diría un maestro zen: “sólo cuando seas tú mismo (eres puro, limpio) reconocerás las cosas tal como son”. Esta filosofía, o sabiduría, o experiencia total, trasciende y por lo mismo incluye el aspecto crítico de la misma filosofía, que ya desarrolló Kant.

La influencia de las ciencias naturales en la filosofía, en su método y por lo mismo en la teología, ha hecho que las mismas se conviertan en asignaturas sobre temas específicos, y por tanto han perdido toda sabiduría, se han denigrado... Se han separado razón y fe. Se ha colocado la ley moral como si fuese válida para todo y todos, como si la moral no exigiera en sí misma un fundamento, como si fuera independiente de una cosmovisión, como si fuera inmune a una investigación crítica.

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Mi aspiración filosófica consiste en ofrecer una alternativa convincente a la esquizofrenia destructiva de nuestra cultura tecnocrática dominante. Hemos de reconstruir la armonía entre lo crítico y lo espontáneo...

En el momento, pues, en que yo me deje determinar por factores exteriores, mi estilo (punzón) dejaría de ser libre y mi filosofía no sería auténtica. Por eso me pregunto ¿Puedo ser testigo de mí mismo? ¿Puedo ser autocrítico?... Podría hacer hacia atrás el camino de mi vida, pero no vería más que las señales, porque yo no estaría ya allí. Por ello, dudo de que pueda tomar una postura sobre mí mismo.

Lo que sí puedo hacer es recordar la carga que he llevado encima durante mi peregrinaje y ver si puedo tirar lastre y aligerarla.

Siempre he sentido el impulso de abrazar la realidad y de vivirla. Después de estudiar las especulaciones sobre el absoluto en la historia de la humanidad, sentí el anhelo de buscar lo real más allá de las meras manifestaciones, haciéndome monje (acósmico) o académico (especializado). Escogí lo segundo porque un profesor, a mi entender, es una persona que “profesa”, que hace una confesión con su vida entera. Y así también es un monachos,(monos), que busca ser uno, entero, total. En ello el dogma cristiano de la resurrección se convirtió para mí en un símbolo viviente: nada de lo real puede ser separado de lo corporal.

Por ello, estudié física y química, luego filosofía y por último teología... el orden cronológico no quiere decir que hubiera una verdadera separación ontológica... Y fui superando mi distancia con el mundo, con lo real. De esta manera me hice un hombre religioso. Religioso es aquel que experimenta la trascendencia, o sea, el que supera existencialmente la separación entre él y el mundo, no el que dice: Señor, Señor...”.

El riesgo existencial

El riesgo existencial es el riesgo de una vida se está a gusto en más de una cultura y una religión, el riesgo de una existencia que está tan comprometida en lo ortopraxis como en la ortodoxia... A causa de mi nacimiento, mi educación, mis iniciaciones y de mi vida práctica he llegado a ser un hombre que vive al mismo tiempo de experiencias originarias de la tradición occidental y a la vez de la India, y que participa tanto del ámbito cristiano, como del secular en unos casos, y en otros, tanto del hinduista como del budista. Sólo es posible la comprensión y la fecundación de tradiciones diversas del mundo cuando se está dispuesto a sacrificar la vida en el intento de soportar las tensiones existentes sin volverse esquizofrénico, manteniendo siempre las polaridades sin caer en una paranoia personal o cultural. Superado esto, en un segundo momento, esta aceptación serena permite que surjan las transformaciones necesarias... El diálogo intercultural es también una circunstancia personal y comienza como vivencia intra-religiosa. Si no vivo en mí las polaridades de lo real, no será posible encarar la realidad bajo la influencia de las dos visiones y ser equitativo con ambas.

En otras palabras, estoy hablando de mi interés por el mito y mi confianza en el espíritu. El mito me ha conducido de una doble manera, por una parte me ha enseñado a aceptar el dharma (orden eterno, ecuanimidad, armonía...) de mi existencia concreta, y por otra a dedicarme a configurar una espiritualidad nueva que intenta un diálogo, fundamentada en la naturaleza humana, y que no descanso sólo (ni principalmente) en el logos, como el cristianismo, sino que contempla al espíritu tan fundamental como el logos. El espíritu no puede supeditarse al logos ni reducirse a él. Una fenomenología del espíritu es tan poco completa como un ballet sin música. Mito y logos se corresponden, mas su relación no es dialéctica ni mítica, ambos son creados a partir de su propia vinculación. El logos es el lenguaje del mito, y no hay mito sin logos, del cual el mito es el fundamento... Se trata de la relatividad radical de todo cuanto es, del vacío absoluto de budismo.

El científico experimenta con objetos, el filósofo con ideas, el monje consigo mismo. Yo tengo la impresión de que he vivido en mi persona todo eso.

Recuerdo que he evitado espontáneamente situaciones en las que podría haber obtenido honores y poder...

La carga intelectual

Ésta es tan difícil de llevar como el riesgo existencial. Consiste en expresar estas experiencias fundamentales de una forma inteligible. ¿Se puede elaborar la multiplicidad de las propias experiencias en una forma comprensible? Es el momento apropiado para el advaita (no dualista, es una rama del hinduismo vedanta que afirma la no-dualidad de la realidad, que no es una (sola), ni muchas, sino no-dos. En esta línea está una gran parte de la mística cristiana con el Maestro Eckhart, línea con la que yo personalmente me siento totalmente identificado intelectual, experiencial y espiritualmente). Es esa experiencia inmediata (la del advaita) que nos abre una realidad en las que las diferencias no son absolutizadas (caso del dualismo, maniqueísmo, gnosticismo...), ni ignoradas (monismo, materialismo, puro espiritualismo), ni elevadas a la categoría de ídolos (panteísmo), ni reducidas a puras sombras (monoteísmo, un solo señor dueño absoluto de todo), sino que se trata de una polaridad en tensión. Estos son sus símbolos: advaita, secularidad, trinidad.

Para explicar todo esto me parece válido el concepto de ontonomía, nomos tou ontos (orden interior del ser, traduce del griego el traductor del artículo)..., que no es ni heteronomía (el poder de otro), ni autonomía (el poder propio aislado del resto)... La ontonomía a la comprensión recíproca y a la fecundación de las diversas esferas del ser y de la actividad humana, pues hace posible un crecimiento sin romper la armonía... Indica la relatividad radical (no el relativismo absoluto, nota del traductor) de la realidad que no es sino aquella relación recíproca que nos muestra que todo es una polaridad no dualista, y que lo mejor para cada ser es su integración armónica en el todo...

¿Es posible desarrollar un orden ontonómico?... su símbolo sería la persona que no es ni singular ni plural y es la conjunción en su misterio de todos los pronombres personales. Cuando hiero un yo, sufre un tú...
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Ayudaría a entender todo esto el concepto de diferencia simbólica que expresa la estructura simbólica de la realidad como un todo. Así, puede superara la dicotomía entre sujeto y objeto tanto epistemológica como ontológicamente. Un símbolo es un signo de carácter noético. No es la cosa y sin embargo, no existe sin la cosa. Es lo que aparece en el símbolo y como símbolo. No es ni sujeto, ni objeto, sino relación entre ambos. Ver el ser como símbolo abre, entiendo, un nuevo capítulo en el encuentro de las culturas y de las visiones del mundo.

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Otro concepto que ayudaría a expresar esta intuición consiste en hablar del carácter tempiterno (temporal y eterno a la vez) de la realidad. La cultura secular tiene razón al afirmar que todo está tocado por el tiempo. Pero el aspecto temporal de la Realidad es sólo un aspecto de su naturaleza tempiterna de todas las cosas. La realidad no se agota en su temporalidad; no es temporal ahora y más tarde eterna, sino que es ahora temporal y eterna (tempiterna)...

Otra de las formulaciones que me han preocupado y que ahora quiero añadir aquí, es la llamada intuición cosmoteándrica. La realidad no es dualista, y todo ser tiene tres dimensiones constitutivas: la cósmica, la humana y la divina. O lo que es lo mismo: la material (espacio-temporal), la intelectual (consciente) y la mistérica (la infinita). Es ésta una visión holística, muy en consonancia con la de los primeros tiempos míticos y muy distinta de las dimensiones que desde hace milenios se vienen dando para conocer la realidad: la división, la abstracción y la especialización. No hay materia sin espíritu y a la inversa. Dios, hombre y mundo son tres formas de los tres atributos originales inherentes a la realidad... No hay que despreciar los méritos de la analítica, pero, esos tres mundos que se encuentran bien bien en todas las tradiciones se deberían reconducir hacia una nueva perspectiva que haga posible el redescubrimiento de la realidad como un todo dinámico...

Entiendo que la naturaleza central de la palabra, que no es lo mismo que términos (empleados en el lenguaje científico), es un símbolo, y así es utilizado siempre en el contexto de la filosofía auténtica. En la palabra hay cuatro elementos: el que habla, aquel a quien se habla, lo que se habla (la idea) y el medio con que se habla (el lenguaje). Quaternitas perfecta. La palabra es la revelación de la naturaleza cosmoteándrica de la realidad.

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La libertad espiritual

Este apartado no se deja resumir en palabras y afecta muy directamente a mi vida misma. Mientras el hombre no se libera no experimenta la salvación, el nirvana. Para explicarlo hace falta disciplina y fidelidad. Baste citara la frase paulina, donde está el espíritu hay libertad. El espíritu lo penetra todo porque no es propiedad de ninguno.

Lo que he dicho proviene de una aventura personal, o sea, de una experiencia que no es individualista, pues no ha sido llevada a cabo para mi satisfacción propia, ni tampoco sociológica, como una utopía de la humanidad. Es aquello que se hace real en cada pequeño espejo que refleja y contiene toda la realidad, en el microcosmos íntimo de cada persona, en aquella profundidad del amor contemplativo al que me he referido al principio.