Poemas
MEDITAR
(Ens, unum, verum, et bonum convertuntur)
Abierto el Silencio,
los Sentidos despiertan cerrando sus puertas.
el Cuerpo echa raíces,
y se hace Tierra.
al son de lo eterno,
y resuena su estruendo en gritos de llanto.
Y percibe.
Y palpa.
Y ama y fecunda,
henchida de sí,
hecha… Libertad.
El Alma remonta
un vuelo sin aire, un vuelo de Vida,
transido de Bien.
Un vuelo fecundo de Fuego sin alas
que afirma constante
El Espíritu brota, rompiendo horizontes,
inundando al hombre
con
y graba en el Alma con marca
indeleble
la señal perenne
del Amor y el Bien.
Se cierra el Silencio…,
duermen los Sentidos y abren sus puertas.
Y el hombre trasmina su tiempo impreciso
Con pasos de dudas…
en la oscuridad segura
que alumbra el Camino.
Breves
El camino se hace lento
en mis pies acelerados,
pues es camino del alma
que cada día trabajo.
Mis manos miran tocando
y mi corazón engendra
la vida que mi alma lee
en las luces de la tierra.
En mi interior el aire
es como el Pan y el Vino,
pero mis pies son muy lentos
y apenas ven los caminos.
Las obscuridades mías
enturbian todos mis sueños,
si fuera mi vida limpia,
serían de color de cielo.
EL TIEMPO
Suave,
impávido al
deslizarse, provoca
quebrantos que no rompen
sino afirman nuestra finitud de hombres.
Apenas horizonte, que
acercándose,
se aleja bajo las luces y sombras
de una vida que es consciencia.
Pesadez en lo hondo,
que permanece
arraigada en pura presencia,
que embelesa los sentidos.
Sabiduría acumulada en
múltiples sabores del Espíritu,
que catalizados en Solera,
se fundieron con el yo.
Manifestación,
pasajera de un viaje de colores,
que se escurre entre las manos
y habita en el corazón para
abrirlo al Universo.
En el injerto aflorado
En el injerto aflorado
de un camino no percibido
unos olores se asientan,
para comunicar, a quien huela,
una presencia no nacida,
que rompiendo los tiempos,
engendre el sosiego en las carnes
que hierven en sus deseos de vida,
en su búsqueda insatisfecha de dones.
El caballo, fugaz de aires,
duerme en el establo,
acunado
en su propia vida hecha jirones
de llantos y alegrías.
Luciendo silencios
para las preguntas hechas de silencio,
el injerto, el caballo y el sosiego
apuntan hacia el agua
que corre cristalina de
las fuentes a
Silencio, palabra, cantos
y… un puñal en el silencio.
EROTISMO
Gravedad,
que oculta un peso
que no es tal,
sino Libertad,
que, creadora, se expande
en Belleza presentida.
Forma,
que remonta
hasta
hasta el Vacío del no tiempo,
en gratuidad extasiada
de una comunión
consciente.
Cobijo,
de un sendero,
abierto a
hecho Materia transcendida,
en la que encarna
peregrina de las horas.
Fragmentación
Rotos,
a trozos percibimos una vida,
que, plana,
no transciende los sentidos.
Una vida no real,
estancada en las pieles humanas,
hechas de plástico denso,
enemigo de las aguas que
fecundan las fuentes
eternas.
Fragmentados,
divididos,
prohibiendo,
culpables de todo,
ahogamos nuestro yo
en una tristeza estéril,
que nuestros pies ata
a las rocas del desierto.
Mas,
en nuestro interior, una sola Sangre
recorre nuestro cuerpo y
nos regala la raíz de la vida.
Una única Luz invade nuestro Ser,
manifestada múltiple
para abrazar
Un solo Sustrato,
un solo Misterio
nos mantiene en el camino
de ese Universo pleno
que ya es
lo que nosotros somos.
Interioridad
Un silencio sin palabras,
no nacido,
plenitud de allende el tiempo,
que, multiplicado en luz de miles
de estrellas,
perfora las formas,
y se hace alegría jugando con las sirenas
y las olas en los mares vivos.
Una vida sin tiempo.
No nace, ni muere, sino
testigo constante del alboroto
de las edades,
permanece jubilosa
en la unidad de los abrazos,
que la conciencia entreteje.
Un mar de profundidades,
que asoma, leve, su faz
en colores, ondas y luces.
Y que expande sus entrañas,
preñadas de fecundidad de plata,
por los fondos abisales,
en los que la respiración
se licúa en agua con peces, sales y misterio.
Y se hace ternura
al besar quedamente tus arenas.
Interioridad…
Vida…
Misterio
Sexo, ternura, fusión
Atado a
mi yo caminaba impreciso,
rompiendo dogmas y asertos
que mentes niñas engendraron.
En las lecturas huidizas que,
confuso, en mi interior leía,
barruntaba breve un horizonte
al que mi Ser entre miedos apuntaba.
En mi juventud, ambigua,
el tiempo detenido
se hacía esqueleto de hielo,
que mi conciencia ataba
a los fangos del pasado.
Allá, pasados los treinta,
en los apuntes luminosos
de mi consciencia, aventada por la fe,
el viento, imán de mi sentir, dibujaba
un nombre con figura de mujer.
Mujer con rostro y con cuerpo,
derramada en regazo de acogida.
Mujer de seno abierto
a la plenitud de la ternura,
mujer de ojos rebosados
en lágrimas de Vida.
Y mi conciencia, temblorosa,
palpando apenas,
las paredes del Misterio,
trasminó las creencias para
descubrir
Al fin, el nácar de una piel,
que en la intimidad de sus pliegues,
envuelve el Arcano,
iluminó mis ojos
con el camino hacia el No-Tiempo.
Me licuó en la gracilidad de
sus caricias de silencio.
E hizo brotar en mi carne una
Vida, que, sustentada por
transciende toda creencia.
UNA LUZ DEL ALMA
En los albores otoñales
de una vida, vivida
al amparo de una Fe buscada,
mi alma, sedienta de sí misma,
está inmersa en
una luz que la transforma,
alumbrando permanente
la evolución hacia la meta del inicio.
Una luz del alma,
que la interpela en sus raíces,
para que rompiendo las máscaras
se haga ternura en el servicio.
Una luz del alma,
que, penetrando los orígenes
de una existencia en la carne,
inspira un amor de entrega,
que se hace renuncia
en la fe de cada día.
Una luz del alma,
proyectada
en donación silenciosa
hacia el arcano del Misterio,
presente en las vidas que me aman.
Una luz del alma,
recibida en gratuidad,
y en gratuidad hecha don
en un Mundo que se hace Conciencia.
Una luz del alma,
herida abierta en mi corazón de hombre,
que va dejando su sangre
por los surcos de este arado,
para fertilizar el amor
con una paciencia vivida
en el silencio de quien
barrunta nuevos sabores.
Una luz del alma,
que transforma mi carne y sangre
para que sea donación y transparencia
del Misterio
que enamora los senderos,
esperanza abierta a mi caminar.
¿ERA OTRO?
Apoyado su cuerpo
en la pizarra fría del acantilado,
un hombre bebía
la luz y el calor silentes
de la alborada marinera,
que un sol,
parido por los mares
regalaba a los cielos,
preñados de esperanzas.
Su espíritu volaba
en comunión íntima
con él: púrpura en los ojos,
luz del camino en el interior,
con aquel aire de agrestes salineros,
con aquellas aguas de dulce y húmedo tacto,
mientras, su cuerpo,
de todo sentir privado,
se hacía uno con la roca.
Sucedió allá, en los tiempos pasados,
en las venas de aquel hombre
corría el siglo dieciocho.
O quizás no…
El tiempo se había parado.
Su espíritu volaba,
era un momento sin tiempo,
su identidad carecía de pasado
no conocía un futuro.
Era, era, era…
…………..es, es, es,
……………………………..soy, soy, soy…
¿Era quizás otro hombre?
O ¿simplemente soy yo?
SERENIDAD
Tranquila,
serenamente mecida
por salinas aguas alargadas,
que prendieron sus turquesas en los cielos,
eres presencia en el tiempo
de lo que es sin inicio.
En los silencios, el Silencio Tú me dices,
rompiendo mi corazón
con retazos de penumbras,
con besos de suave brisa, plasmados
en mil colores que tus manos van pintando,
en mil pasiones con las que tu corazón anega
en riadas de plena vida
los rincones de mi alma.