viernes, 20 de enero de 2012

PREPARAR UN HOGAR A LA SABIDURÍA

PREPARAR UN HOGAR A LA SABIDURÍA

Mi gran amigo y maestro, Raimon Panikkar y Alemany, que abandonó el tiempo el 26 de agosto del pasado año, nos dejó un legado impresionante en sus escritos, y nos enriqueció a los cercanos a él con su palabra y sus liturgias en las que participé muy activamente en muchas ocasiones.

Entre los libros con que nos regaló hay uno pequeño en tamaño, pero muy grande en profundidad. El texto original lo publicó en español, pero a la vez se hicieron ediciones en catalán, francés, alemán e inglés, creo que también en italiano. Lo recuerdo porque fue pequeño partícipe de estas tareas. Yo, como él y un buen grupo de amigos estábamos interesados en una propuesta, sencilla y profunda a la vez, sobre el tema de la Sabiduría ¡tan confundida en nuestra cultura! Y Raimon escribió un importante librito: Invitación a la Sabiduría.

Me propongo escribir una sencilla reflexión sobre la primera parte de lo dicho en el libro, siguiéndolo casi literalmente. Mis palabras, mis reflexiones serían muy pobres...

La intención con que fue escrito no fue la de definir o precisar lo que es Sabiduría, sino hacer una invitación a la misma. Lo primero hubiera servido de muy poco, en todo caso hubiera sido erudición, o quizás filosofía entendida como pura reflexión, la invitación a la Sabiduría, en cambio, es ya Sabiduría y solamente un sabio que la experimenta puede invitar a otra persona. De ahí el título del libro: Invitación a la Sabiduría. Invitación, esto es, hacer deseable aquello a lo que se invita.

La invitación a la Sabiduría es hoy tan urgente, como importante lo es la Sabiduría. Acudamos a la fiesta de la Sabiduría sin caretas, tal como somos, como estamos en nuestra casa, sin apuntarnos a unas doctrinas. La fe no es una doctrina, sino la asunción del riesgo de la vida.


EXTRACTO REFLEXIONADO SOBRE EL TEXTO

“Sapientia aedificavit sibi domum” Pr.9,1

Sabiduría


La Sabiduría es la experiencia máxima de la vida, aquella donde no se han separado el conocimiento y el amor, el alma y el cuerpo, lo divino y lo humano, el tiempo y le eternidad..., es la armonía vivida de todas las polaridades de la existencia. No es esto una definición, tenemos por educación de la filosofía griega la tendencia a definir, que no es sino delimitar, cortar, separar, sino una descripción del todo necesaria para que nos podamos entender. De lo contrario cada uno podría entender por Sabiduría una cosa distinta (conocimiento científico, reflexión, erudición... o el refranero). Si tenemos analizamos el significado de la palabra (sophía, sapiencia, veda-videre-visión, ...), podremos comprobar que lo dicho es lo mantenido a través de toda la filosofía perenne. S. Buenaventura hace derivar la palabra de sapor (sabor) y de sapere (saber), saber saboreando.


Gaudens gaubebo in Vita, quia in corde hominis iucundam sibi Sapientia mansionem paravit. (Intensamente me alegraré en la Vida -viviendo-, porque la Sabiduría se ha preparado en el corazón del hombre una mansión llena de alegría). Esta frase resume significativamente lo que dicen los libros sapienciales de la tradición judía: Proverbios, Sabiduría, Eclesiastés -Qohelet-, Eclesiástico -Ben Sirá-..., contenidos en la Biblia cristiana. Lo que dicen las Upanishad, el Tao, el Vedanta...

La Sabiduría es el arte de la vida, es experiencia vital. La modernidad y más aún nuestra vida moderna (que tiene muchas cosas buenas), seducida por el imperio de lo científico en sentido estricto, o sea, seducida por lo exclusivamente sensible, ha encerrado a la Sabiduría en un asilo. O peor, la destruye en la cultura de masas llamándola conocer, llamándola ciencia. Los “especialistas”, teólogos, sacerdotes, brahmanes, filósofos, doctores... han pretendido a lo largo de la historia apropiársela, arrebatarla a la gente del pueblo y han pretendido de ella hacer un conocimiento para “iniciados”, pese a que Sócrates, Buddha, Lao-tze, Jesús de Nazaret... y tantos místicos excepcionales habidos en la historia la han puesto a disposición de todos los hombres. (Me opongo con todas mis fuerzas, como he reiterado constantemente, al dualismo que supone decir hombre-mujer, en el “ser humano” no hay dualismo, sólo hay polaridad, y la palabra hombre – derivada de “humus”lo nacido de la tierra- lo significa todo sin caer en tal dualismo y afirmando a su vez la polaridad. Hombre no es sinónimo de varón). El sabio no es un iniciado, su autoridad tiene una fuente distinta: su experiencia de la vida. Nunca unos ritos iniciáticos.

La Sabiduría se presenta en aquella tríada misteriosa que constituye la plenitud de la vida humana de la que nos habla el budismo: la actitud fundamental, la verdadera visión y la acción correcta.

La Sabiduría nos hace felices, nos da la alegría, es la sede de la libertad. Hay sufrimiento en el mundo y nos afecta, nos duele, pero no estamos abrumados por el sufrimiento, por eso el bodhisattva no permanece en el Nirvana alcanzado, sino que vuelve a la tierra para ayudar a que todo y todos lo alcancen. No se puede explicar racionalmente de qué manera pueden convivir alegría y sufrimiento, pero en el verdadero sabio conviven. El Misterio, más allá de la razón (no más acá como es la esquizofrenia).

El mundo de la Sabiduría tiene su lugar en la mística, trasciende los sentidos y la razón, supera la inteligibilidad, por eso es la riqueza del pueblo sencillo, está en el transfondo de muchos refranes que son oximorónicos, en las entrañas de muchos relatos populares, de las parábolas... Muchos de los doctores y sabios de la Ley no entrarán en el Reino de los Cielos, pero sí lo harán las prostitutas, los pecadores, los incircuncisos, los samaritanos... (Mt 11, 25 y passim).

Está más en la palabra hablada que en la escrita. Nos hemos acostumbrados a leer u oír palabras, nos hemos desacostumbrado bastante a comer palabras y hemos olvidado del todo que las palabras se hagan carne de nuestra carne. La palabra es vida más que otra cosa.

Parece que el ideal de la Sabiduría es una constante humana, todos los hombres de todas las épocas han aspirado a ella. Quizás lo que sucede hoy con el olvido intencionado de la misma, con ese desprecio que la cultura dominante siente hacia ella, sea algo ocasional en la historia. Esta Sabiduría se encuentra desplazada de su centro. En nuestros días impera la tecnocracia y la cosmovisión científica. El estilo de vida actual nos complica la existencia. Nuestra gran preocupación es casi exclusivamente económica, en buena medida efecto de una modernidad mal entendida, muy castrada.

La Sabiduría exige la intuición, la habilidad, la inteligencia, pero las supera y llega a otro nivel de la realidad. La Sabiduría es a la vez technê y epistêmê, gusto y saber, afectiva, sensitiva y cognitiva, científica. Es hacer y saber, teoría y práctica... esto es: la relación mística -no prerracional, sino transracional-, filial, de comunión de Vida, con la fuente de todo ser. Heráclito dijo que sôphronein, pensar juiciosamente, era la virtud más grande y que sophía es decir la verdad y actuar en comunión con la naturaleza. Sólo es sabia la intuición de reconocer que todo guía a través de todo, algo que ya dice el Tao y el budismo.

La Sabiduría se identifica con una determinada experiencia de totalidad, que configura nuestra vida. No es el homo universalis del Renacimiento. Es el Testigo que sabe lo "que es".

Explicando un poco lo contrario de Sabiduría, la “no-Sabiduría”, quizás se pueda ilustrar mejor qué sea Sabiduría. Lo contrario no es la ignorancia, ni la torpeza, ni la nesciencia, sino la polymathia, el saber de todo. La verdadera Sabiduría no se puede encontrar allá donde el conocimiento necesita dividirse y repartirse a fin de saber algo sobre el mundo. Va contra la atomización del saber. (No pretendo atacar el conocimiento analítico, es una gran logro de la razón y su obra muy útil, pero no es la Sabiduría, que por su parte no es nada útil, no tiene finalidad alguna fuera de sí misma).

¡Y un método así se nos ha convertido en una necesidad tan seria que consideramos este camino analítico como natural para adquirir sabiduría (con minúscula)! Decimos investigación, pero, si nos quedamos solamente en eso, queremos decir ataque a la naturaleza. Se ha perdido la actitud integradora, porque la persona ha quedado reducida a la razón, la razón a entendimiento, y éste a la capacidad de clasificar y formular leyes sobre el comportamiento de las cosas. Y olvidamos la totalidad, la identidad, el atman, el Espíritu que en el hombre se manifiesta y es en todo. La Naturaleza es un Todo y la conciencia de esta Realidad una no nos ha de abandonar nunca.

La sencillez de la Sabiduría no es reduccionismo (simplificación artificial), sino el descubrimiento de que toco toda la realidad, sin olvidarme de mí mismo. La Sabiduría nos acerca a nosotros mismos, es armonía personal con la realidad -Tao-.

La Sabiduría es una actitud que surge de la experiencia y por lo mismo presupone tanto la intuición como la acción. La “Docta ignorancia”, el apofatismo dionisiano (unitur ei -Deo- sicut omnino ignoto), es una gran línea de Sabiduría a la que en momentos se adhiere el mismo Aquinate: Illud est ultimum cognitionis humanae de Deo quod sciat se Deum nescire in quantum cognoscit illud quod Deus est. Es una realización que se parece al no conocer=saber, pues sólo es conocido=sabido lo que se ama. La Sabiduría y la verdad van unidas, la verdad conduce a la Sabiduría, pero no lo hace ni ella sola ni automáticamente. Es el Amor, no el mero sentimiento, quien engendra la Sabiduría a partir de la Verdad.

Existe un anhelo humano de Sabiduría, una aspiración a la iluminación, la resurrección, la salvación, el satori... es una constante humana. No lo podemos ignorar, ni tirar por la borda, como se pretende en nuestros días a veces. Mas para llegar a ella hay que transcender el intelecto. “Tan sólo son sabios aquellos que son tan no sabedores que ni siquiera saben que no saben”, dice Raimon. La Sabiduría no es elitista, es el anhelo de todo ser: la Plenitud. Por todo lo dicho, hemos de caer en la cuenta de que la Sabiduría nos deja sin nada a que agarrarnos. Es pura gracia. Don. Gratuidad. No podemos merecerla, podemos recibirla en nuestra casa preparada en alegría.

Un hogar

Hogar. Ôikos no significa lo que casa hoy día. No se trata de construir una casa, una propiedad privada en la que cobijarme. El hombre hoy se encuentra desarraigado, porque la imagen científica del mundo ha perdido la dimensión humana. En este mundo científico el hombre no se encuentra en casa. Por ello no se entiende que la casa sea el espacio vital de “todos” los hombres, por ello hay tantos sin hogar. La codicia, la división, las fronteras...

La primera dimensión de hogar la tiene la tierra, un hogar para todos, incluso para los sin-techo. La Sabiduría es multiforme, nunca dogmática, monocolor... puede entrar en cualquier hogar que es un campamento con muchos espacios abiertos bajo el cielo. El hombre es el habitante de un mundo habitado y habitable. Es imposible vivir en el mundo como un hogar si los hombres son sólo átomos aislados en un universo cuantitativo. El hombre está ligado a las estrellas, a la Tierra, a los hombres. El primer hogar de la Sabiduría es la Madre Tierra.

La exigencia, casi inconsciente de nuestra cultura de abandonar la tierra (viajes espaciales...) no es propiamente una fuga mundi, sino una huida del hombre de sí mismo. ¿No estaremos haciendo una tierra inhabitable por el rechazo de la Sabiduría?

Hay que construir una casa y habitarla, para que sea hogar (el habitar es un politeuma, un convivir). Una casa abierta y accesible. La Sabiduría no es elitista, es para todos. No es esotérica, iniciática, sino Misterio auténtico para quienes quieran ver y oír (qui habeat aures audiendi, audiat). No es un castillo, ni una cueva, sino una casa donde podamos ser nosotros mismos, y tener una relación humana con las cosas. No hemos de ocultar ni defender esta Sabiduría. Ella se ofrece, es oferta.

La Sabiduría nos dicen a veces los textos tiene un doble hogar.

Por una parte, el corazón como símbolo de la totalidad de la persona humana.
El corazón es al mismo tiempo intelectual, espiritual y corporal, sigue el ritmo de la naturaleza y está en simbiosis con otros corazones.

Por otra, la tierra entera.

Las tradiciones china, india y cristiana hablan de una relación entre el corazón del mundo y el humano. En la tradición semítica el corazón (leb) guarda relación con el alma (ruaj). El sabio es estable, recto, neutral. La Sabiduría no es ninguna especialización. La Sabiduría sin hogar -sin el corazón: el hombre- no es nada, una mera abstracción. Habitar es su manera de ser. Es el huésped. Hay que acoger a la Sabiduría como una madre concibe al niño. Cada concepción necesita unas entrañas. Preparar un lugar para la Sabiduría equivale a enraizarse en el corazón de la realidad.

Preparar

Un hogar no se encuentra hecho, es cosa de la cultura. Un hogar vacío no es un hogar, es necesario habitarlo. Una Sabiduría puramente teórica, no es Sabiduría. Y no entra en un hogar deshabitado.

Preparar el hogar para la Sabiduría es algo muy parecido a un parto. No se puede buscar la Sabiduría, sólo prepararle un hogar. Toda búsqueda de la Sabiduría la mancharía. La búsqueda de la Sabiduría limitaría su libertad soberana.

O bien quiero ser señor de la Sabiduría y hacerla servir de sirvienta, o bien me dejo penetrar por ella, que me ilumine y habite. De ella es la iniciativa. La Sabiduría no es un objeto de la inteligencia, ni de la voluntad. Solamente puedo prepararle un hogar.

Preparar es esperar. Y esperar no es proyectarse hacia el futuro, sino abrirse al Misterio, a la dimensión invisible y de profundidad de la Realidad.

Preparar es estar a punto. Es la Sabiduría quien se prepara el hogar, no nosotros. Nuestra misión es fiarnos de la realidad, de la Sabiduría, tener un corazón puro. Para los iluminados los ríos vuelven a ser ríos, las montañas, montañas, las estrellas, estrellas, la comida, comida, el dormir, dormir, el contemplar, contemplar...

La Sabiduría es un don. Dejemos que ella sea. La tranquilidad quiere decir sencillamente ser, no estorbar al ser con violencia, pensamientos, actividades... se trata del temor reverente ante el ser, ante el ritmo del ser.

Preparar es esperar. Es estar disponible. La Sabiduría necesita libertad, no imposición. Su nombre es gracia, es don. La gracia no se puede repartir, pero se puede concebir gracias al amor.

Pero esto parece un círculo vicioso: si quiero construir un hogar para la Sabiduría, lo destruyo porque actúo, si no lo quiero construir, no surgirá... Se trata de transformar este círculo vicioso en círculo vital, o sea, experiencia. “Maestro, ¿dónde vives?” (Jn 1,38) Preguntaron los futuros discípulos. “Venid a verlo” (Jn 1,39) , respondió Jesús. Experiencia y praxis. Así se rompe el círculo y la Sabiduría habita en el hombre.

Mas si no sabemos qué aspecto tiene la Sabiduría ¿cómo la podemos acoger? La hospitalidad sólo es tal cuando no diferencia. El huésped sea quien sea, es el mismo Cristo -el Misterio de Amor que es-. La hospitalidad auténtica es el espacio en el que la revelación es posible, dicen todas las tradiciones. Ciertamente hay un riesgo, de entrada no sabemos a quien acogemos. La Fe, la Vida son riesgo.

Preparar un hogar para la Sabiduría significa acoger en nuestro interior al extraño, al desconocido, al amenazador y hacerlo nacer, transformarlo. Hay que luchar, hay que realizar una acción teándrica, como Jacob. Luchar con el ángel, con el Tú y darlo a luz. El yo y el tú, una polaridad genuina en la que toda realidad se hace, no dos caracteres opuestos e independientes. Al abrazar al tú yo concibo, y me siento lleno de esa Sabiduría que he de parir. Así con la experiencia de la hospitalidad transformadora creo el círculo vital y rompo el círculo vicioso. Ahora bien no se puede dar a luz sólo por la fuerza de la voluntad, es necesario el amor.

La aspiración a la Sabiduría, que es espontánea: surge del ser, no así el deseo, siempre es humilde y está abierta. Siempre hay riesgo. Pero por la experiencia interna se nos da a conocer la verdadera Sabiduría y su nombre es: paz, libertad, alegría. “Por sus frutos los conoceréis” (Mt 7,16.20) “El sabio utiliza su ojo interior, su oído interior, para penetrar las cosas y no necesita el intelecto”

Preparar un hogar para la Sabiduría: Se trata de una actitud fundamental, que hoy es más necesaria que nunca. En sentido negativo quiere decir que no hemos de perder el tiempo con todas las cosas posibles, aunque sea importantes y agradables, cosas que no son Sabiduría, ni son portadoras de ninguna salvación, ni nos traen ninguna verdadera alegría. En sentido positivo se trata de la experiencia alegre de la vida en el Amor y en el Silencio.

Preparar un hogar a la Sabiduría.


José A. Carmona