viernes, 30 de noviembre de 2007

De la Verdad y de la Hitoria. Cuarta Parte

La dimensión o cuadrante exterior individual.

El cuadrante exterior individual tiene su tipo de verdad: la llamada representacional o proposicional. En esta dimensión las afirmaciones son proposiciones válidas cuando se ajustan a hechos objetivos. ”Las proposiciones están ligadas a observables individuales empíricos y objetivos y, cuando cuadran con estos, se dice que son verdaderos”[1]. Este tipo de verdad, que ha terminado siendo conocida con el nombre genérico de “verdad”, es la de las ciencias empíricas y la de la vida cotidiana (precisamente por serlo y debido al imperio del dominio individual exterior sobre los demás dominios se le da el nombre de verdad, como si las de los demás dominios no lo fueran). Hemos dicho que es representacional, o sea, es una especie de mapa que representa un territorio, y cuando la representación cartográfica se corresponde con el terreno, decimos que es verdadera. Pero no hemos de olvidar que sólo es el tipo de verdad del dominio exterior individual.

La dimensión o cuadrante interior individual.

El cuadrante interior individual tiene su tipo de verdad, al que se le llama veracidad. No se trata en esta ocasión de constatar un hecho externo, sino de saber si el sujeto está diciendo la verdad o miente, esto es, si es veraz. ¿Es fiable el sujeto, o no? De esto se trata, de conocer el estado interno del que habla. Y el único medio de acceder al interior del hablante es a través del diálogo y de la interpretación. La prueba de validez en este caso no consiste en verificar el hecho externo, sino en saber si se puede confiar en la veracidad de las afirmaciones del hablante. Incluso en la veracidad de mis propias afirmaciones, porque también yo, al hablar, puedo estar mintiéndome a mí mismo, y no saberlo. En ello trabajan todas las escuelas de psicología profunda.

Así, pues, decimos: la prueba de validez de esta dimensión no es la verdad objetiva, sino la veracidad subjetiva.

Por lo que afecta a mis reflexiones, orientadas hacia el fenómeno espiritual y hacia la meditación, se ha de señalar aquí que la prueba de validez de la fenomenología, no de la fisiología, de los estados meditativos es la veracidad subjetiva. Si queremos saber lo que pasa en la mente, en la conciencia del meditante durante la meditación, tendremos que preguntárselo a él y establecer un diálogo intersubjetivo. Esto que pasa por su conciencia no podrá decirlo nunca el electroencéfalo, ni ninguna máquina, que sólo podrá detectar los cambios fisiológicos que se produzcan en el meditante durante su meditación. Si el meditante no es sincero, nunca podremos conocer la fenomenología concreta de esos estados internos. Y si el meditante se miente a sí mismo, creerá que está diciendo la verdad, y ninguna prueba empírica podrá detectar la mentira.

Nos quedan por examinar los otros dos dominios del conocimiento que pertenecen al ámbito de lo colectivo, tanto el interior colectivo como el exterior colectivo.

La verdad en el dominio exterior colectivo

Al afirmar el aspecto colectivo de este dominio, como del siguiente, no negamos, en absoluto, que este dominio tenga que ver con lo individual, sino que también tiene que ver con lo colectivo, es más, se refiere a la relación del individuo con la colectividad. Es lo que afirma cualquier teoría de sistemas.

El criterio para determinar la verdad de este dominio radica en el comportamiento objetivo del sistema total de acción social considerado desde una perspectiva empírica. Su verdad es el modo en que cada proposición (o individuo) se relaciona con el sistema total. Se trata de explicar el estatus de los individuos desde el punto de vista de su ajuste funcional con la totalidad objetiva. Es la red o el sistema el que determina la función de cada parte (por ejemplo, es la sociedad la que determina la función de cada parte o individuo dentro de ella), pues el sistema es la realidad primaria desde este punto de vista. Todas las teorías ecologistas y de pertenencia al universo pertenecen a este dominio, pero, pretenden ser exhaustivas, o sea, comprender toda posibilidad de conocimiento, abarcar toda la realidad del mundo, cuando no son más que una parte: el dominio exterior colectivo. Su enfoque es, sin duda, un enfoque holístico, pero no integral, su holismo se queda en lo exterior y social o colectivo, olvidando lo interior e individual[2].

Este aspecto de la verdad es muy considerado en la historia en su dimensión social, pero como hemos apuntado no es integral, no es toda la verdad. Sólo explica el encaje de los objetos en la red global de los procesos empíricos.

La verdad en el dominio interior colectivo

Se trata de comprender la forma en que la comprensión mutua permite la relación entre los sujetos[3]. En la sociedad no sólo es importante el espacio físico (vivienda, ciudad, nación…) en que se vive, sino también el espacio intersubjetivo del reconocimiento mutuo. Hay un espacio físico, objetivo para nuestros cuerpos, mas también, ha de haber un espacio interior, moral de relaciones en el que la convivencia sea posible. Tiene que haber una relación de derechos y deberes, que no es el espacio objetivo, ni tiene nada que ver con la sinceridad interior, ni con la llamada verdad, que no es sino la verdad objetiva. Es necesario conocernos y respetarnos interiormente, lo que no quiere decir estar de acuerdo con el otro, sino simplemente eso: respetarlo. “Este espacio intersubjetivo creado por los contextos y visiones del mundo que compartimos con los demás constituye un componente esencial del ser humano, sin el cual no podría existir la identidad subjetiva individual y ni siquiera podríamos percibir la verdad objetiva[4]”. (Tenemos los pocos casos conocidos de niños lobos, que ni tan sólo son capaces de articular palabras).

Es éste, como el anterior, un enfoque holístico, pero así como el externo se basa en la validez del ajuste funcional de los individuos con respecto a la colectividad, éste se basa en un ajuste cultural, en un reconocimiento y respeto mutuo. En el primer caso tenemos un holismo externo, en el segundo, interno.

Una última advertencia, estos cuatro dominios están en proceso de desarrollo, en evolución. El hombre es creación permanente, es esse, pero también fieri a la vez. Estos cuatro enfoques de la verdad o de la realidad desde la perspectiva humana están en permanente desarrollo. Por todo ello, la visión un tanto mítica del Occidente moderno, sobre que toda verdad es verdad histórica, es una apreciación exagerada. Puede haber y de hecho hay mucha verdad en las dimensiones humanas y universales que no trata la historia. Es más para una persona de fe (que tiene experiencia de Dios, o del Ser, o del Misterio, algo que es mucho más que ser creyente) la percepción de aquella verdad profunda interior que se puede manifestar en cualquier parte, no es una realidad reducida a la historia, aunque se experimente en el tiempo. La eternidad puede ser experimentada y no es historia, aunque se experimente en el tiempo. Es una irrupción del no-tiempo en el tiempo.

De acuerdo con todo lo expuesto hasta aquí, pensamos que sería legítimo concluir que es verdadero aquello que percibimos como realidad en los cuatro dominios de los que he hablado. Pero esto no bastaría para poder liberarnos de alucinaciones imaginativas individuales. Tan sólo una comparación exhaustiva de los datos percibidos con los datos que lo expertos en las diversas materias hayan podido percibir también, nos podrá liberar de esta locura alucinatoria, y nos dará el fundamento objetivo para poder afirmar que lo percibido personalmente, tras un estricto método seguido, responde a la realidad.

Esto se puede y debe hacer tanto en los fenómenos históricos, que se fundamentan en documentación, como en los mitos ahistóricos y que pueden contener verdades más profundas que la misma historia, porque la pueden transcender. Personalmente nunca aceptaría una “falsa” verdad contenida en un mito sin el respaldo de la mayoría de los sabios expertos en la materia.

El problema se plantea con toda su crudeza en lo que es el núcleo de la creencia cristiana (yo no quiero afirmar que se trate de la fe cristiana, que pertenece a una experiencia mística): La Resurrección de Cristo. Pablo afirma esto taxativamente[5], “…y si Cristo no resucitó, vana es vuestra fe…”[6]. Para él toda la fe se basa en el tremendo misterio[7] de la resurrección de Cristo y de todos. Pero, la resurrección trátese de lo que se trate se escapa a la historia, no es un hecho verificable, sino una dimensión del Ser y de la Vida que transciende lo que la mente comprende. Por ello, caben todo tipo de interpretaciones de dicha dimensión, de dicho misterio. Anteriormente he hecho referencia a esto. Querer identificar la resurrección con que el espíritu vuelva a tener el cuerpo que tuvo durante su vida temporal, me parece una interpretación muy primitiva y tosca. Se trataría de dar una importancia transcendente a algo que en modo alguno la puede tener. Pero la interpretación no niega en absoluto la verdad, la realidad del misterio. En definitiva, como dicen los gnósticos, la meta de nuestra vida es manifestar cómo Cristo[8] resucita en nosotros cada día, o sea, le meta de nuestra vida es devenir eternidad y amor, lo que importa es que Cristo resucite en nosotros cada día. El mismo Pablo lo afirma de diversas formas en sus escritos, y el mismo Jesús nos lo dice en su despedida en el cenáculo: “Yo soy la vid y vosotros los sarmientos”. Es la misma Vida la de Jesús y la de sus seguidores, la misma Sabia, la misma Sangre, el mismo Cristo. Algo que incluso la iglesia recoge al hablarnos del Cuerpo Místico de Cristo. Y es importante saber que en los primeros siglos a la comunidad de creyentes no se les llamaba el Cuerpo Místico, sino el Cuerpo Físico de Cristo[9]. El Misterio de la Resurrección no es algo que tengamos que creer por la autoridad de quien lo afirma, según dice la iglesia, sino una realidad, y, por tanto, una verdad, muy profunda inserta en nuestro mismo Ser que tenemos que ir descubriendo y viviendo día a día. Es algo que todos los místicos reconocen como vida en sí mismos, aunque difieran mucho en la forma de llamarlo: iluminación, salvación, inspiración...

Por descontado que todo lo dicho descansa en una visión de la historia como relato de acontecimientos acaecidos a lo largo del tiempo y probados por medios fehacientes (documentos, inscripciones, manuscritos…), pues si consideramos la historia desde la perspectiva de la filosofía perenne, como la evolución de la conciencia, veríamos que a cada momento correspondería sus propias formas de verdad, incluido el momento actual, sin que la visión última de la conciencia pudiera deshacer, en modo alguno, la relatividad de toda verdad con respecto al proceso global de camino hacia el encuentro con ( o sencillamente el caer en la cuenta de que ya estamos en) la Totalidad, el Dios, el Ser, o como se le haya llamado en tan diversas ocasiones.

Y aún quizás se haya de añadir lo que sigue: “Hasta aquí hemos interpretado el mensaje evangélico con la clave de una determinada cultura. Una cultura fundamentalmente histórica, la del mito de la historia. O sea, que lo verdaderamente real, el horizonte de inteligibilidad de las cosas, lo que cuenta, en una palabra, es la historia, lo histórico. Hay que reconocer otras culturas para darse cuenta de que lo histórico tiene un interés muy relativo, que el hombre no tiene que vivir sólo en la historia, y la historia no tiene por qué ser el único horizonte donde situar las cosas. Desde este punto de vista, la naturaleza, los animales, los demonios, los ángeles, los planetas, seres todos ellos sin historia en el sentido estricto de la palabra, también entran dentro de la realidad. Y la historia exclusivamente humana parece entonces tambalearse un poco[10]”.




[1] El ojo del Espíritu. Pág. 30.

[2] Para toda esta visión ver la obra de Ken Wilber.

[3] El ojo del Espíritu. O.C. Pág. 34.

[4] O.c. pág. 34.

[5] Todo el Tema XV de la 1ª Carta a los Corintios.

[6] Id. v. 17.

[7] La palabra Misterio no hace referencia fundamentalmente a algo imposible de entender por el entendimiento humano, sino a una realidad de una dimensión profunda que ha de ser vivida más allá de toda intelectualidad posible. No es algo que se haya de aceptar intelectualmente porque se imponga por una autoridad, lo que lo convertiría en dogma, sino por la experiencia propia y personal de esa dimensión del Ser.

[8] El Misterio que es Cristo merecería un tema de reflexión muy seria en este libro. De momento me conformo con apuntar que la iglesia oficial identifica a Cristo con Jesús de Nazaret, pero que esta identificación para los grandes sabios religiosos del cristianismo, no es total. Me explico. Si bien es cierto que Jesús de Nazaret es Cristo, no puede ser cierto que Cristo sólo sea Jesús de Nazaret, sino que lo transciende y abarca mucho más que aquel hombre concreto que vivió hace dos mil años, y que es posiblemente, al menos para los cristianos, el cenit de la humanidad. Cristo es un Misterio de dimensión universal, es el Espíritu o Sustrato en el que está sustentada toda la multiplicidad de esto mundo de formas.

[9] El nombre de Cuerpo Místico se le aplicaba a la eucaristía.

[10] La nueva inocencia. R. Panikkar. Edit. Verbo Divino . 1993. Página 180.

jueves, 29 de noviembre de 2007

De la Verdad y la Historia. Tercera Parte

Pero, vayamos paso a paso.

“No todo es pensable”. Nos damos cuenta (en la experiencia interior o meditativa) de que hay unas realidades que se escapan a la mente, pero que se presentan al espíritu. La pretensión de quererlo reducir todo a categorías intelectuales es muy propia de nuestro racionalismo cartesiano, que identifica el ser con el pensar. Descartes creía haber encontrado la verdad fundamental, cuando enunció su famoso aforismo: “Pienso, luego existo”. Algo que aceptó toda la humanidad occidental posterior, sin caer en la cuenta de que se trataba posiblemente del error más básico: “identificar el ser con el pensamiento”. Hoy tenemos una sociedad, deudora de Descartes, en la que identificamos, como el filósofo, el pensar con el ser. Por ello el pensador compulsivo, casi todos, vive en un estado de aparente separación, en un mundo que refleja la galopante fragmentación mental, estado que desconoce, no percibe (y normalmente niega su existencia) esa dimensión no pensable que es el Mundo no Manifiesto del que los hablan los místicos. El Ser no puede ser objeto de pensamiento[1], el salto a la total realidad es un salto mortal. Por eso, Cristo murió en la cruz. Y como dice Zubiri, el problema del Ser, o de Dios no es un problema teorético, sino personal. Hay, sin género a dudas, un nivel personal que es más hondo que el nivel de los pensamientos, de las ideas, un nivel personal que transciende el entendimiento racional.

El hombre es historia, es evolución, pero no exclusivamente. Es también mucho más: se dice insistentemente que es animal racional, ser político, creo que propiamente no es animal, sino algo muy superior: es conciencia… y sobre todo: capax Dei (Ser abierto a el/lo Absoluto. Conciencia), algo que con excesiva frecuencia se omite, se olvida o se niega en nuestros medios culturales, o sea, en nuestra vida, incluso en las instituciones religiosas.

Ya en otros momentos he reflexionado sobre el mundo chato en el que nos ha tocado vivir esta existencia. Lo dicho entonces, largo y extenso, lo resumo ahora en unas palabras. El mundo cultural de hoy no ve más allá de su propia dimensión mental, que además está fragmentada.

Los cuatro rostros de la verdad.

Creo que hemos de tener muy en cuenta una visión integral de la Verdad a la hora de calificar como tal sólo los elementos que estén contenidos en nuestra historia común, que nos habla de una verdad que en modo alguno es integral. En el hombre se dan dos tipos de conocimiento que se corresponden con dos tipos de experiencia: la interna y la externa. Corresponden a dos mundos, mejor, a dos aspectos del Mundo del que somos parte y totalidad a la vez. Pero estas dos experiencias no coinciden entre sí. La externa, empírica u objetiva, sustentada por el funcionalismo es la que nos describe el mundo de forma externa y objetiva (habla en términos tales como material, biofísico, cerebro, materialismo…). La interna o subjetiva nos describe el mundo interno y subjetivo (habla en términos como conciencia, sentimientos, ideas, despertar…). Y parece que recorren caminos irreconciliables.

“De un lado se hallan los caminos que parten de observables objetivos, empíricos y a menudo cuantificables. Estos enfoques (exteriores) consideran que el mundo físico es lo fundamental y exigen que toda teorización se refiera a observables empíricos. Es el caso del conductismo clásico en psicología, el positivismo clásico en sociología y el funcionalismo estructural y la teoría de sistemas (que habla de un holismo puramente externo, sin profundidad), incluso lo mismo ocurre en los campos de la metafísica y de la teología, cuando se utiliza una aproximación naturalista, que parte de ciertos datos empíricos y materiales, para deducir la existencia del Espíritu (la llamada prueba teleológica, por ejemplo, las pruebas de Sto. Tomás de Aquino: de la existencia de Dios).

Frente a ellos se agrupan quienes parten de la inmediatez de la conciencia misma (enfoque interior). Esta perspectiva no niega la importancia de los datos empíricos u objetivos, pero subraya que la única experiencia directa e inmediata que tenemos es la experiencia interna, y que el mismo término dato significa experiencia directa. Los datos primordiales se originan en la conciencia inmediata y por ejemplo, la existencia de electrones y de las vías neuronales son deducciones que, por más ciertas e importantes que sean, nunca dejan de ser secundarias y derivadas de la experiencia inmediata.

El enfoque subjetivista nos proporciona en psicología la gran diversidad de escuelas de psicología profunda. Estas escuelas no se interesan tanto por el comportamiento, como por el significado y la interpretación de los símbolos. En sociología este enfoque se hace patente en las escuelas de sociología hermenéutica e interpretativa. No se preocupan por cómo funcionan las cosas, sino por qué significan. En la teología y en la metafísica no trata de demostrar la existencia del Espíritu partiendo de hechos objetivos, sino que dirige la luz de la conciencia hacia los dominios internos, el de los datos directos e inmediatos, y busca el Espíritu en esos mismos datos. Su paradigma es la meditación y la contemplación. Busca a un Ser interior más que exterior. En la filosofía la división de ambos enfoques es bien patente; el enfoque empírico-analítico o perceptivo (de Russell, por ejemplo) y el interpretativo (de Kant, Heidegger…)[2]”.

Ambos enfoques han coexistido en casi todos los campos del conocimiento humano, algo que habla de la importancia transcendental de los dos. Y si queremos conocer algo sobre la verdad y la historia, o algo de la relación entre tiempo, verdad y leyenda no podremos reducir nuestra visión sólo al enfoque externo, a lo sucedido o no sucedido, como tampoco al enfoque interno en el que puede haber un amplio campo para la imaginación y la ilusión individual, que nos lleve a confundir nuestros deseos o proyecciones subjetivas con la verdad.

Es fácil caer en la cuenta de que tanto el enfoque exterior como el interior tienen dos aspectos: el individual y el colectivo. Con lo cual tenemos cuatro dominios o cuadrantes de la realidad: lo exterior tanto individual como colectivo y lo interior tanto individual como colectivo.

El interior de lo individual o subjetividad.

El interior de lo colectivo o cultura.

El exterior de lo individual o ciencia.

El exterior de lo colectivo o sociedad.

Todos estos cuadrantes están íntimamente relacionados entre sí, pero no pueden reducirse unos a otros, pues la fenomenología de cada uno es totalmente diferente a las del resto.

Un poco de explicación de estos cuadrantes o dominios.

Cuando yo pienso en ir a dar un paseo con el coche, lo que realmente experimento es mi pensamiento interno, lo que el mismo significa…, estoy experimentando el dominio interior individual. Pero este pensamiento tiene sus correlatos externos y en mi cerebro se han modificado algunos elementos, se incrementan unas ondas, bajan otras, aumenta la tasa de dopamina… y todo esto puede ser verificado empíricamente por los sentidos. O sea, todo ello corresponde al dominio exterior individual. Pero sería un grave error (categorial) decir que mi pensamiento de ir a dar un paseo con el coche es producto del aumento de dopamina en mi cerebro. De hecho yo no experimento dicho aumento, sino el deseo de salir con el coche, ésta es mi experiencia directa e inmediata. Es a mi mente (dominio interior individual) a la que conozco de forma directa e inmediata, no a mi cerebro (dominio exterior individual) al que tendría que analizar de forma objetiva y mediata. Pero mi pensamiento – salir a pasear con el coche – sólo puede ser entendido, es más, sólo puede surgir en un determinado contexto cultural. Si yo viviera en la Edad Media, este pensamiento sería imposible, no existían coches, ni carreteras. El hecho es que los pensamientos individuales emergen en un determinado sustrato cultural (dominio interior colectivo) que los articula y les da significado. De este modo la comunidad cultural impone un determinado sustrato cultural intrínseco, un contexto, a cualquier pensamiento individual. Sin entorno cultural no podrían ni siquiera existir pensamientos lingüísticos. Pero la cultura no es algo caído del cielo, tiene sus componentes materiales, esto es, tiene su correlato social concreto (dominio exterior colectivo). En concreto, el pensamiento del ejemplo es posible gracias a que vivo en una sociedad que fabrica coches.

Todos los dominios dependen unos de otros, pero ninguno puede reducirse a los demás. El gran abuso de la ciencia ha sido que tiene su campo en el dominio individual externo y ha querido invadir todos los otros dominios.

Con estos presupuestos creo que estamos en condiciones de poder precisar con más acierto el tema de la verdad y de la historia.

“Ens, Unum, Verum et Bonum convertuntur” hay una identidad entre la Verdad y el Ser, entre la Verdad y la Realidad. Y querer identificar la realidad con el tiempo o la historia es como mínimo un reduccionismo insensato. La historicidad es para nosotros hombres del siglo XXI de Occidente un horizonte de inteligibilidad, es un contexto en el que se nos hace inteligibles muchos de nuestros pensamientos, pero esto lo es todo. ¿Todo lo histórico es verdad? ¿En qué sentido? En definitiva, hasta los mismos historiadores admiten que la historia es tan sólo una ciencia de aproximación. Pero quiero ir más allá ¿Toda verdad es histórica?

Y a estas cuestiones hemos de añadir los diversos aspectos que se contienen bajo la palabra “verdad”.

Hemos apuntado anteriormente las cuatro dimensiones del conocimiento o de la visión humana. Interior individual o subjetiva, exterior individual u objetiva, interior colectiva o cultural y exterior colectiva o social, y cada uno de estos cuadrantes o dimensiones tiene su propia verdad, mejor, su propio tipo de verdad, o lo que es lo mismo su propia prueba de validez, su propia forma de acumular sus datos y de justificarlos, así como sus evidencias. Es la validez de una percepción o concepto lo que lo hace verdadero.

Vayamos al detalle.



[1] Introducción al libro: El silencio del Buda.

[2] El ojo del Espíritu. K. Wilber. Ed. Kairos Pág. 22….

martes, 27 de noviembre de 2007

Sobre la Verdad y la Historia. Segunda Parte

“Para comprender la totalidad es necesario comprender las partes y para comprender las partes es necesario comprender la totalidad. Tal es le círculo de la comprensión[1]”.

Este principio nos recuerda que la historia es una parte de la totalidad, pero nunca la totalidad misma, o mejor, es una totalidad que forma parte de una totalidad superior, comprender la historia y el tiempo en cuanto que sucesión de hechos de un mundo manifiesto, es necesario para comprender la verdad, pero nunca toda la verdad, puesto que esta transciende el tiempo, la historia, al hombre y se identifica con la totalidad plena. La historia comenzó un día, en un momento, en un nanosegundo, pero había algo más allá del tiempo de la historia, de la historia misma, de la creación en tanto que manifestación. Y ello lo podemos saber porque desde el primer momento todo empezó a funcionar ajustándose a una serie de leyes matemáticas predeterminadas en tanto que desde el mismo comienzo eran ya operativas. Y si nos referimos a la historia en tanto que ciencia sobre la evolución de los seres humanos sobre la tierra, este hecho es muy posterior a la historia en tanto que creación, es un suceso (o una serie de sucesos) en el tiempo, que en modo alguno comprenden toda la realidad existente, aún considerando sólo el mundo manifiesto. Por tanto y de forma genérica, no parece aventurado poder afirmar que historia y verdad (o realidad) no se identifican. No es aventurado afirmar que puede haber muchas formas de expresar la verdad que se escapen por completo al mito actual de la historia como horizonte de inteligibilidad. Todo esto me preocupa porque puede haber, y creo que hay, muchos aspectos de la espiritualidad que escapan a la historia, y no por ello contienen menos verdad que los datos históricos.

En el sentido cristiano, en tanto que el cristianismo es considerado como una religión histórica, parece de suma importancia conocer lo que históricamente sucedió con Jesús de Nazaret, para sobre ello fundamentar la realidad de lo cristiano. Mas esta visión, sin dejar de tener su parte de verdad, no es del todo acertada, pues el mismo fundamento en el que se apoya el cristianismo como fenómeno religioso es la Resurrección, (y la Fe en la misma) que en modo alguno es un hecho histórico, y es interpretado de muy variadas formas por los distintos pensadores cristianos[2].



[1] El ojo del Espíritu. K. Wilber. Ed. Kairos. Pág 19

[2] Por ejemplo la interpretación de los gnósticos, que siento muy cercana en mi corazón. Cf. El otro rostro de Jesús. D. Meurois. Ed. Luciérnaga. Pág. 354.

Sobre la Verdad y la Historia. Primera Parte

De la Verdad y de la Historia

La preocupación (en el sentido vulgar del término y en el etimológico también) que subyace a esta reflexión sobre la verdad y el tiempo es de tipo religioso. Me preguntaban hace unos meses en una mesa redonda: “¿qué es verdad y qué es leyenda en los evangelios?” Y en buena medida, es esta pregunta la que me ha impulsado a poner por escrito estas reflexiones, cuando no experiencias directas, con el fin de aprender yo mismo.

Lo cierto es que me pregunto en mi interior ¿Acaso la leyenda, más en concreto el mito, no contiene verdad en sus entrañas? Mi camino no es el de un estudio concienzudo de los textos bíblicos para hacerlos pasar por el cedazo de la historicidad y quedarme con ello. Eso ya lo hace muy bien la gente especializada. Mi intento es una respuesta desde mi interior, que comprende conocimientos intelectuales, pero también experiencias religiosas, y barruntos de otro tipo… Se trata de algo que ocupa parte de mis reflexiones e incluso de mis experiencias internas, como he apuntado antes.

Vivimos en una cultura que ensalza hasta los cielos la historicidad. A veces, parece que no hubiera posibilidad de afirmar, o al menos conocer íntimamente, la “verdad” de una realidad, si no es histórica. Aquello que consideramos legendario casi lo despreciamos, lo mítico es algo que pertenece al pasado infantil de nuestra evolución (quizás confundiendo el mito con la magia, o los mitos de la sociedad occidental decadente con los mitos del hombre en su devenir), etc. Y quizás todo esto tenga mucho de cierto, pero ¿no habrá más que decir? ¿Es el mito sólo un resultado, una visión de una mente no racional, de una conciencia que no ha llegado a la racionalidad? ¿Sólo la historia contiene la verdad? Es claro que todas estas preguntas que corresponden a afirmaciones de nuestra cultura son demasiado genéricas. Voy a introducirme en este asunto, llevado un poco de la mano de Ken Wilber, de Raimon Panikkar, y de la de otros autores, aparte de la mía propia (en tanto que José Antonio)[1].


[1] Para todo ello consultar los libros: El Ojo del Espíritu de K. W. La plenitud del hombre y El silencio del Buda de R. P.

lunes, 26 de noviembre de 2007

Finalidad del Blog

Pretendo en este blog ir escribiendo algo de mis meditaciones, reflexiones y experiencias que sobre la Realidad - Totalidad haya yo tenido o pueda tener en este peregrinar hacia la Casa Común, de la que nunca hemos salido (aunque nos lo parezca).
Y quizás otras cosas...