viernes, 7 de marzo de 2008

Mentalidad agraria de la institución católica

De la mentalidad mítica o agraria de la institución católica

Tercera parte

El mundo simbolizado

Consecuencia de este nivel supraorgánico fue el control corporal, la mentalidad agrícola, la conciencia temporal y la capacidad para elaborar un extenso simbolismo verbal. Se creó todo un mundo de símbolos mentales con los que se operaba en lugar de hacerlo con el mundo natural. A este pensamiento le llamó Piaget: Pensamiento operacional concreto (conop), porque opera sobre el mundo y lo transciende vía pensamiento representacional.

Los símbolos, como la mente no sin físicos, sino un nuevo nivel de realidad, el nivel simbolizado. Se trata de significados transcorporales, transempíricos, transtifónicos y supraorgánicos. Los símbolos son presentacionales o creativos y representacionales o reflexivos. La humanidad descubría el nivel tres. La conciencia estaba operando en un nuevo plano, un plano intersubjetivo de símbolos compartidos que literalmente transciende las fronteras de los organismos discretos a través de una red de participación y comunicación intersubjetiva. La mente verbal-pertenencia era simplemente una forma nueva, superior y más ampliada de unidad en el camino que conduce a la Unidad.

Y desde entonces la humanidad se mueve en este mundo simbolizado. Utiliza las palabras que sustituyen las realidades y responde a conceptos. Realmente no ha avanzado mucho en este período de 10.000 años en el aspecto humano de conciencia, sí en tecnología, que no es sino una forma de atarse a un tiempo extendido, de posponer la hora de la muerte, de la desaparición del cuerpomente, de olvidarse de la eternidad y del Espíritu. El lenguaje supone desenvolverse en un mundo intersubjetivo de símbolos compartidos y parece que la institución católica se niega en buena medida a entrar en este mundo con la finalidad de preservar la tradición. Y por eso no habla el lenguaje de símbolos compartidos por esta generación[1] Tiene su propio lenguaje, mayoritariamente en latín, lengua sintácticamente riquísima, pero morfológicamente muerta, y por tanto inadecuada para una comunión intersubjetiva de símbolos. ¿Qué pinta usar un crucifijo ante un nómada del desierto de Gobi? No significa nada, no es símbolo, pues no hay conocimiento previo. La institución está utilizando en su lenguaje símbolos inadecuados, atávicos, y esto no es preservar la Tradición, es más bien negarla. La Tradición es un ser vivo, portadora junto con la Escritura la herencia de Cristo, y para transmitirlo, hay que mantenerlo vivo, no se puede trasmitir un muerto. Vida que exige una adecuación constante de los símbolos para que la Tradición siga siendo siempre la misma.

El dinero

La agricultura (sobre todo con el arado) produjo un excedente de alimentos y bienes que pronto terminaría transformando por completo la faz de la historia.

Este superávit liberó la conciencia (ciertos individuos) para dedicarse a tareas diferentes y más especializadas, inexistentes hasta aquellos momentos: matemáticas, alfabeto, escritura, calendario… Hacia el sexto milenio aparecieron castas especializadas (sacerdotes, administradores, educadores…). Hacia el año 3200 a.C. ya se habían elaborado las primeras creaciones realmente mentales: alfabeto, calendario, escritura… El self verbal-pertenencia fue capaz de cultivar el mundo material y de permitir el acceso a la mente. El único self capaz de hacerlo.

La conciencia agrícola sólo podía transportar este excedente de forma material. El Intercambio material de ese excedente de bienes materiales empleaba todo el tiempo. A veces era imposible realizarlo, se puede transportar unos kilos, incluso algunos miles de grano, pero más… y hacerlo siempre… Era necesaria una forma mental de intercambio material, la mente ideó el dinero. El dinero simbolizaba una cantidad determinada de bienes materiales, fácil de trasladar. Así se transportaba el símbolo: el dinero, no los bienes. Como símbolo mental, constituyó un vehículo para transcender el mundo físico. La cantidad pequeña, de conchas, de oro, de monedas, etc. era algo fácil de llevar consigo. El dinero simbolizó los bienes materiales conseguidos por el trabajo. Y dado que la mayor parte de los bienes físicos era elaborada por el trabajo físico, el principal medio de producción (el trabajo) se simbolizó en el salario.

Y todos estos avances fueron posibles gracias a la emergencia de la mente simbólica, la primera gran transcendencia de los mundos material, corporal y natural (niveles 1 y 2).

La agricultura, el tiempo y el dinero fueron tres pasos en la evolución de la conciencia. Tres pasos muy positivos en sí mismos, pero con posibles desviaciones peligrosas, como todo proceso evolutivo[2]. Estos avances suponen un paso adelante hacia Atman[3], hacia el Espíritu, un acercamiento y a la vez una nueva posibilidad de desvío del proyecto Atman. Cada nuevo estadio evolutivo no sólo nos acerca a Dios sino que también se está resistiendo a él, no sólo es un desarrollo de Atman sino que conlleva un nuevo despliegue del proyecto Atman[4]. La agricultura fue una nueva expansión de la conciencia y de un nuevo proyecto de inmortalidad, y lo mismo la creación de futuro, excedente de bienes y la creación del símbolo del intercambio: el dinero. El ser humano anhela a Dios porque esta es su verdadera naturaleza.

Es muy probable que desde los tiempos tifónicos, hayan existido formas rudimentarias de dinero, pero el auténtico dinero sólo aparece en los mercados de las ciudades de las sociedades agrícolas. El dinero expresa la capacidad de una conciencia superior y nueva para representar y simbolizar los niveles inferiores de la realidad y el poder transcender el intercambio físico por medio del simbólico. Por el contrario el dinero se puede convertir en un símbolo muy poderoso de la inmortalidad y de la cosmocentricidad. Uno puede convertir la simple acumulación horizontal de dinero en un fin en sí mismo, en lugar de utilizar el dinero para fomentar una transcendencia vertical hacia niveles superiores. “el dinero es un sustituto de la religión, un intento de encontrar a Dios en las cosas” “Con el dinero resulta posible comerciar con la inmortalidad en la misma plaza del mercado, sin necesidad de acudir al templo” (Becker).

El nuevo self, que es verbal, de pertenencia, supraorgánico constituyó una verdadera ampliación y expansión de la conciencia. Pero a la vez se enfrentó a una visión también nueva y expandida de la muerte y se vio abocada a una visión también nueva y expandida de negarla a través de los símbolos y a la vez nuevas formas de cosmocentricidad. Estas nuevas formas de negarla fueron el excedente de bienes, el dinero, el oro. La agricultura es tiempo, el tiempo es oro. Los tres son símbolos de un excedente de vida que expresan y representan, por una parte, una ampliación de la conciencia y, por la otra, la negación ritual de la muerte y la cosmocentricidad heroica. Pasos verdaderos hacia Atman y también posibles desvíos hacia nuevas modalidades del proyecto Atman.

Los valores superados

Agricultura, tiempo y oro. Tres valores, tres avances de la conciencia en el hombre, pero también tres posibles caminos de desviaciones.

La iglesia católica ha cogido estos caminos de desviación. Se ha quedado estancada en la agricultura, esto es, permanece aún con la conciencia perteneciente al mundo mítico, no ha dado el paso hacia la mente industrial, ni mucho menos hacia la mente racional. No es necesario más que leer la encíclica Syllabus de Pío IX, ya beatificado por el papa Woytila, quien se especializó en beatificar y canonizar. Dicha encíclica es toda una defensa del inmovilismo más reaccionario ante el progreso de la conciencia humana, hasta llegar al punto de condenar la evolución que estaba naciendo en el mundo de la ciencia y de la biología. Sus pasos fueron seguidos por sus sucesores, en especial por Pío X, también canonizado, en su condena del Modernismo. Y tras los pasos de apertura hacia la evolución que supuso el Vaticano II, Juan Pablo II se encargó de retrotraer a la institución hasta su lugar, el que tuvo en la época medieval y posterior: la mentalidad agraria radical. Y ello con la colaboración del actual papa (Benedicto XVI, precioso nombre), entonces cardenal Ratzinger, quien se encargó de condenar cualquier apunte teológico que pudiera sonar a superación de la mentalidad mítico-pertenencia.

Se ha quedado con la visión del tiempo exclusivamente, del presente extendido, del presente que se desliza (en términos latinos Nunc fluens, en lugar del Nunc stans), como ya se ha apuntado anteriormente al hablar de la dimensión temporal y de la eternidad. La visión del tiempo extendido supuso un avance primordial sobre la conciencia del hombre tifónico, y esto es digno de alabanza. Lo condenable es instalarse en la visión del tiempo, del presente extendido, del pasado, presente y futuro, y enfocar toda la vida presente hacia un futuro que tiene que llegar y que por tanto, no es, no existe. Lo condenable es confundir la eternidad con lo temporal y hablar de una duración sin límites, de un tiempo sin fin, cuando la eternidad es ausencia total de tiempo, ausencia total de duración (que conlleva el significado de irse arrastrando por el tiempo, de tiempo extendido, y alcanzar ¿infinitos? futuros). Eternidad sencillamente es, es SER, es el presente absoluto, sin deslizamiento hacia atrás, pasado, ni hacia delante, futuro, es el Reino de los Cielos.

La iglesia institucional nos promete un cielo en el futuro y en las alturas. Eso no es eternidad, es tiempo. Eso es confundir lo inmutable con lo contingente. Eso es mentalidad agraria. El cielo, la plenitud, el paraíso es hoy, es ahora. Y nuestra tarea más importante en la existencia es tomar conciencia de que ya somos paraíso.

El tiempo es oro. Un lema que ha influido de forma avasalladora en la mentalidad cristiana europea y occidental[5]. Y ha sido asumido como bandera por la institución católica, y por todas las cristianas. Pero, valorar el tiempo en función del oro, del dinero es sin duda, una desviación de la conciencia, el tiempo es mucho más que el oro, porque es la vida en esta tierra. Pero en la época agraria, y hoy, se ha repetido hasta la saciedad, tenemos la mentalidad mítica, el dinero sustituyó a la transcendencia. Los hombres de hoy en día son adoradores del dinero, basta con abrir los ojos y verlo. Pero la institución llamada iglesia católica… ha caído en la misma actitud. El dinero y el poder son sus instrumentos para predicar el Reino, la salvación. Sin embargo el evangelio en esto es tajante: “no podéis servir a dos señores… no podéis servir a Dios y al dinero”[6]. Es bien patente la ostentación de dinero y de poder de la institución. Por enumerar algunos datos: el lujo que retienen muchos templos episcopales y no episcopales (tesoros diocesanos), el lujo de San Pedro de Roma, de los palacios vaticanos, la parafernalia de vestimentos que se utiliza en la liturgia, en las celebraciones, el poder económico de muchas diócesis repartidas por todo el mundo, el enorme coste de los viajes papales, el Banco del Espíritu Santo (suena a blasfemia), las riquezas acumuladas en obras de arte por todo el mundo que han de ser patrimonio de la humanidad y no de la institución…

Por descontado que yo no afirmo que todo ello sea negativo, lo que afirmo es el enorme escándalo que produce en la humanidad, y con razón, que tal cantidad de bienes estén en posesión de quienes se llaman los verdaderos seguidores del Nazareno, que murió desnudo en la cruz. Y algo que produce terror es ver cómo la riqueza de los templos se perciba como algo natural, como algo que así debe ser.

Y a todo este dinero que posee la institución, y que es poder, hemos de añadir que la misma también está instalada en otro poder, un poder más moral que político ciertamente, pero de una enorme influencia en el mundo. Y vuelvo a insistir, no es que esto sea malo en sí mismo, sino que no parece que sea el camino emprendido por Jesús.

Posiblemente la mente mítico pertenencia, o agrícola, sea un subproducto del lenguaje. Es una forma de control social y ese control es el que permitió que la humanidad progresara desde las hordas primitivas y recolectoras a las grandes comunidades agrícolas, sobre todos las grandes ciudades de los imperios (Sumer, Egipto). La mente bicameral o mítica evolucionó como un estadio final de la evolución del lenguaje. En ese desarrollo se asienta el origen de la civilización. La personalidad del individuo (el nivel del ego) se asienta y se desarrolla a partir del nivel de pertenencia, o sea, de los imperativos cognitivos colectivos. Hoy también estamos igualmente a merced de nuestros imperativos cognitivos colectivos, nuestra cultura es nuestra historia; en nuestros intentos de comunicarnos, de persuadir o de agradar a los demás, estamos utilizando modelos culturales entre los que podemos elegir, pero de los que no podemos escapar. Cuando la estructura bicameral deja de servir de soporte a culturas más avanzadas emerge la autoconciencia egoica (que Jaynes llama sencillamente “conciencia”).

La mente bicameral

Una de las facetas de la mente bicameral era la voz interior, una amalgama de la experiencia admonitoria almacenada, configurada por las órdenes que el individuo ha recibido a lo largo de su vida (voz de los padres, del rey…) (el ego y superego freudiano). Jaynes afirma que la voz interna directora se experimenta como una alucinación que, a su vez, depende de la diferente especialización hemisférica. Dice que la mente bicameral opera como la fuente de las alucinaciones por medio del área de Wernicke (ubicada en el hemisferio derecho), alucinaciones que son recibidas por el hemisferio izquierdo. El sujeto suele interpretar estas alucinaciones como si se tratara de voces de los dioses. Para Jaynes todas la revelaciones de las religiones no fueron sino alucinaciones de experiencias admonitorias almacenadas.

Es ésta la interpretación que dan los freudianos y materialistas, que son legión, a estas experiencias admonitorias, pero hay otro tipo de explicaciones. El análisis transaccional da una visión detallada de la naturaleza de las voces internas. No voy a entrar en un análisis detallado de este tema, que ya lo hacen los estudiosos del mismo. Sólo me interesa reseñar que estas experiencias admonitorias, posiblemente sin saberlo, han sido utilizadas, a mi juicio, por la institución para ir formando una (falsa en muchos casos) conciencia moral, basada en normas y obligaciones que se han de cumplir. De hecho durante siglos enteros la institución ha ido introduciendo en nuestras mentes como obligaciones fundamentales a cumplir: los diez mandamientos[7] de la “Ley de Dios” y los cinco de la “Santa Madre Iglesia”, obligaciones que servían para analizar la conciencia de pecados antes de ir a recibir el sacramento de la penitencia. Y nuestra mente, que desde la más tierna infancia había ido recogiendo estas voces, reaccionaba ante estos imperativos, como exigencias de la voz de Dios, sin capacidad para mirar siquiera brevemente el evangelio y poder comprender que el único mandamiento es el del amor, como dice Agustín de Hipona: “Ama y haz lo que quieras”.

Pero es cierto que no todas las voces internas se experimentaron y experimentan de igual manera. No es cierto como afirman algunos psicólogos ateos que todas las aportaciones de las religiones, ni de la católica, se originaran en la mente bicameral. Hay una gran diferencia entre esas voces, unas piden sometimiento al rey, otras hacer una presa y otras son grandes intuiciones místicas y espirituales. Por último hay que tener en cuenta que la conciencia divina no es verbal, y por tanto no puede ser reducida a las voces internas.

Mas nuestro tema no es aquí abundar en una argumentación en contra de los psicólogos no transcendentalistas, sino vislumbrar cómo la institución católica en la elaboración de una conciencia moral, que aún está influyendo en grandes masas de creyentes, se ha apoyado exclusivamente en una mente no evolucionada, en una mente mítica.

Pasemos a considerar otros aspectos de la mentalidad agraria o de mítico pertenencia que siguen teniendo una influencia capital en el cristianismo exotérico de Occidente. Los grandes temas exotéricos de la cristiandad como: el dios-que-muere-y-resucita-a-los-tres-días; el dios que nace de una virgen, que a la vez es madre y esposa de dios; el cordero sacrificial que debe ser inmolado para garantizar la nueva vida; el dios cuya carne comemos y cuya sangre bebemos; el dios cuyo sacrificio de muerte asegura nuestro futuro, son temas ya nacidos y desarrollados en la mentalidad mítico pertenencia o agrícola. Todos estos temas no son sino vestigios exotéricos y paganos del culto a la Gran Madre. La misa católica vivida exotéricamente es un vestigio del culto pagano, vivida esotéricamente, con un sentido transcendente, es el gran símbolo de transformación hacia los niveles supremos de conciencia.

El sacrificio mítico

El ritual y sobre todo el sacrifico es el núcleo de la mitología de pertenencia. En esto vemos que la actitud de la institución católica sigue siendo fundamentalmente agraria. El ritual era en nuestra infancia, y sigue siendo en las formas oficiales, indispensable para ganarse los favores tanto del Dios, como de la gran Madre, la diosa que aparece en los albores de la conciencia agrícola y aún en el período tifónico. Para poder mantenerse en esta vida y con abundante eros, bienes, salud, comodidad… era necesario obtener los favores del Dios y de la Gran Madre, o Diosa, para ello había que observar el ritual establecido[8]. Pero lo más interesante del culto a la Gran Madre (Tierra) es el sacrificio ritual, que era el núcleo de la mitología de pertenencia, y sigue siéndolo para la inmensa mayoría de los cristianos que siguen siendo simples creyentes, incluyendo a la jerarquía que no sea agnóstica o atea.

Los Símbolos asociados a la Gran Madre lo son normalmente por asociación natural: útero y luna, ciclo lunar, ciclo menstrual. El ciclo menstrual es un ciclo lunar de 28 días, el embarazo tiene una duración de nueve meses de 28 días. De ahí la relación madre (que engendra vida) – Gran Madre: Tierra (que da la vida). Ciclo lunar – vida; luna consorte de la Gran Madre. La Luna y sus símbolos pasaron a ser el dios consorte de la Gran Madre, la diosa. Mas la luna al final de su ciclo muere, desaparece del firmamento, y vuelve a aparecer tres días más tarde. El consorte de la Gran Madre, la luna, muere y resucita a los tres días. Es necesario que la luna muera y resucite, igualmente lo es que muera y resucite el dios consorte. De ahí que a lo largo de los siglos se hicieran patentes los siguientes simbolismos:

Primera ecuación simbólica: el consorte de la Gran Madre es el dios-que-muere-y-a-los-tres-días-resucita.

Segunda ecuación simbólica: equiparación entre la sangre y la vida. La mentalidad primitiva asociaba el embarazo a la sangre menstrual, no a la cópula (hay muchas cópulas sin embarazo, pero durante el embarazo queda suprimida la pérdida menstrual). El hombre era sencillamente el portador del falo, y cualquier falo era igual que otro.

Por eso la Gran Madre es representada como una virgen, no porque no mantuviera relaciones, sino porque no pertenecía a ningún hombre. Según esto ella, la diosa de la fertilidad es al mismo tiempo madre y virgen, la hetaira que no pertenece a ningún hombre. En el pensamiento poleológico o mítico, la Gran Madre es, al mismo tiempo, madre y amante y su consorte es al mismo tiempo su marido y su hijo. No se puede hablar con precisión de padre, porque el principio paterno aún no ha entrado en escena en la conciencia humana. La Gran Madre siempre se presenta como la novia y como la virgen madre de Dios. La substancia de la nueva vida es la sangre menstrual, de ahí la vida corporal depende de la sangre, quitar la sangre equivale a quitar la vida. La Gran Madre necesita sangre para crear nueva vida.

Uniendo ambas ecuaciones comprendemos la lógica de los sacrificios rituales humanos: el consorte simbólico de la Gran Madre (hombre o animal) es sacrificado sangrientamente, muere y según muchos ritos (a los tres días) resucita. La Gran Madre acompaña al dios consorte muerto hasta el mundo subterráneo y allí consuma su resurrección, asegurando un nuevo ciclo vital, una nueva fertilidad, una nueva luna. El dios consorte se transforma en este proceso en su propio padre. La Gran Madre sigue siendo la madre-esposa del dios muerto y resucitado.

Las inmolaciones rituales eran llevadas a cabo literalmente, de ahí que el sacrifico consistiera en la inmolación de seres humanos, que más tarde fueron sustituidos por animales. Al principio fueron inmolados los mismos reyes, considerados las consortes de la Gran Madre...

La lógica del rito sigue siendo la misma: el dios debe morir y renacer a manos de la Gran Madre para asegurar la fertilidad, y, con ella, la nueva vida. En Sumeria tales prácticas perduraron hasta una fecha tan tardía como el 2350 a.C.

Establecer un paralelismo con los ritos cristianos de Occidente es algo que no necesita esfuerzo alguno, pues brota espontáneamente. Sin embargo, ya hemos apuntado anteriormente que este paralelismo se refiere sólo a un nivel exotérico, externo, entre el cristianismo y la religión mítico-agraria de los siglos pasados, y en modo alguno es aplicable a un nivel esotérico, profundo, que va a la raíz del rito. Por ejemplo: tomando la resurrección, eje fundamental de la fe cristiana, en un sentido exotérico estamos considerando sólo la vuelta a la vida (una vida superior) del cuerpo de Jesús. Algo que es lo que se suele hacer, y se ha hecho, siempre y en todo lugar y que inunda la mala formación de la poca gente creyente, que cree en la resurrección. En cambio si percibimos en nuestro interior la dimensión mistérica de la resurrección, como una transformación a un nivel más profundo y elevado de Amor, de Realidad, de superación de la temporalidad y devenir eternidad, como la ampliación de una dimensión individual como la de Jesús de Nazaret, hasta una dimensión universal en el espacio y el tiempo, como la de Cristo, como la presencia del Misterio que es la Vida en todo su sentido pleno, que a nuestras mentes aún mortales se escapa, aunque se hace presente a nuestro ojo interior contemplativo…, estamos percibiendo el sentido mistérico, o esotérico[9] de la resurrección y entonces vemos claramente que la resurrección no es algo que sucederá en el futuro, sino una tremenda Realidad que se nos abre hoy para que nos zambullamos en ella, es la Realidad misma, la Totalidad de la Vida Trinitaria. La religión esotérica es la que nos lleva hasta las más altas cimas de la mística, que no puede ser controlada por ningún dogma; aunque las propias experiencias místicas hayan de ser sometidas a una validación comunal, como toda experiencia humana, para que pueda tener un valor de verdad.

Por desgracia, el cristianismo oficial y la institución se ha quedado en las formas externas, en una religión exotérica, que sustituye el sacrifico sangriento de la mente agraria, por la inmolación del pan y vino consagrados, pero que en lo demás no da un solo paso para que la conciencia promedio de los llamados creyentes se afanen en continuar un camino ascendente hacia una conciencia de Plenitud. Más bien al contrario, con la utilización aberrante que se está haciendo de la eucaristía, tanto para dar esplendor a actos totalmente ajenos a ella (celebrar la patrona de la artillería, por ejemplo), como para decir misa ante masas que realmente no viven una vida que tenga nada que ver con la fe cristiana, como en las misas de difuntos; con la también aberrante práctica sacramental en la que ha caído la institución, en la que el sacramento no es la respuesta de vida ritual a una comunidad de verdadera fe en Cristo, sino una “práctica” que hay que cumplir para que siga habiendo clientes en las iglesias… o peor, una práctica que utiliza la sociedad para adornar actos sociales como bodas, bautizos, primeras comuniones, días de la patrona del pueblo… y todo sin el más mínimo planteamiento no ya de una metanoia cristiana, sino ni tan sólo de un elemental sentido ético.

No hay duda de que la institución católica en su inmensa mayoría está establecida sobre un nivel de conciencia agrario, de que no ha progresado desde los primeros siglos, o peor aún, ha retrocedido mucho con respecto al movimiento de transformación que realizó y predicó Jesús de Nazaret. Y esta institución se llama a sí misma (esto ya es sospechoso) la (única) portadora válida del Misterio y de la Palabra de Jesucristo.

El sentido del sacrificio ritual es claramente el de sustituir la persona del oferente por la víctima ofrecida. En la época mítica se percibía por la razones de semejanzas que hemos apuntado, era necesaria la sangre para que la Tierra, la Gran Madre, a veces Gran Diosa, diera cosechas fecundas, pero que la sangre no fuera la propia era el deseo de la inmensa mayoría de los oferentes[10]. Esta misma visión es la que asume el cristianismo primitivo en su aspecto externo, tiene una víctima, la mejor posible: el Hijo de Dios (en la mentalidad agraria era el dios consorte), se elimina el derramamiento de sangre, porque sólo hubo una vez: en el Calvario, no es necesaria la sangre de los oferentes. Se trata de un sacrificio con todas las ventajas y sin ningún inconveniente[11], pero como se ha apuntado antes, este sacrificio parte exclusivamente de una visión exotérica de la religión, cuando Jesús vino a decirnos, y primero a realizar en sí mismo, “que los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad”, Jesús vivió la identidad total con el Padre, y eso fue lo que predicó “Misericordia quiero y no sacrificio” ¿Cuándo se enterará la institución de que no hay sacrificio sustitutorio, que el único sacrificio es el Amor? La eucaristía o es la comida del Amor o no es nada, mucho menos un sacrificio sustitutorio[12]. Jesús tras su resurrección se quedó entre nosotros con una presencia transtemporal y transespacial, se quedó como el Cristo presente en todo corazón humano desde antes del inicio, del Beresit, quizás éste sea el núcleo de la Resurrección.

El banquete, en el que se comía a la víctima, era una parte importante de los sacrificios rituales que se hacían en la época mítica. Así la víctima sustitutoria era asimilada y convertida en carne y sangre del oferente, con lo que éste se libraba momentáneamente de la propia muerte, pues el Dios quedaba calmado con la sangre de la víctima. No cabe duda de que este tipo de lenguaje se ha utilizado mucho en la liturgia eucarística de todos los tiempos, aunque hoy día se va dejando de lado. La eucaristía es un banquete[13], como banquete fue instituida, pero desde el comienzo del cristianismo se le ha añadido el significado de sacrificio también, se la ha unido al llamado “sacrificio de la cruz” de modo que aparece siempre como la continuación, o mejor la presencialización mistérica del mismo, pero como sacrificio incruento y sustitutorio, Cristo se inmola por nosotros y por nuestros pecados. ¿No huele todo esto a mentalidad mítico-agraria? La muerte de Cristo en la cruz está tan asimilada al sacrificio que se le suele llamar el Sacrificio de la Cruz. Y sin negar la validez de esta visión, no podemos olvidar que la muerte y la resurrección de Cristo, de Jesús forman una unidad, son un solo misterio, que es el de la Pascua, el Paso, el cambio de nivel de Vida, de Conciencia[14]. La visión de sacrificio pertenece a una mentalidad religiosa que exige tener contentos a los dioses y diosas, satisfacerlos por “el pecado” del hombre, del ser humano, y ésta es la mentalidad agraria, o mítico-pertenencia. En definitiva no es sino un intento de retrasar a Thanatos, de retrasar la muerte (sustituir nuestra inmolación por la de Jesús), cuando la cruz-resurrección es una transformación de la muerte y de la vida. El evangelio en esto es bastante explícito, Jesús es tajante cuando dice: “Misericordia quiero y no sacrifico”. Y ya los profetas hablaban de que el sacrificio agradable a Dios[15] consistía en una verdadera conversión y en actos de amor a los huérfanos y viudas. La Misa exotérica que celebra la institución católica, y que ésta interpreta como sacrificio, dista mucho de aquella visión del cristianismo que supera con creces el nivel de conciencia agrario, como es la de los místicos, y la de otras interpretaciones del mensaje de Jesús, que han sido condenadas como heréticas[16]. Y a esta visión de la Misa como sacrificio está vinculada la doctrina fundamental del sacerdocio católico. De hecho, en la mente del pueblo cura (sacerdote) es el que dice Misa. Durante muchos años, sobre todo bajo el pontificado de Pío XII, se había discutido en la teología de la institución católica si la materia del sacramento era la imposición de manos, o la entrega de instrumentos (el cáliz y la patena). Esto nos puede dar una indicación de cuánta asociación ha habido en la doctrina de la institución entre Misa y sacerdocio. El sacerdote era quien oficiaba la Misa, el sacrificio de la Cruz hecho presente en el ahora temporal. Y por lo mismo era él el único que tenía el poder de transformar el pan y el vino en cuerpo y sangre de Cristo. Hoy esta visión ha sida superada en gran medida, sobre todo en la teología más avanzada. Mas el mismo hecho de la existencia de un sacerdocio, y de un sacerdocio vitalicio nos habla a las claras de un sentido de clase, gremialista, de sociedad estructurada en clases, y de una mentalidad agrícola, pues el sacerdote junto con el profeta, y el rey pertenecen a esa visión social nacida de lo agrario y que no transciende lo personal, sino que queda en el primer peldaño del mismo. El sacerdote está vinculado al sacrificio ofrecido en el templo. Y ni sacerdocio, ni templo, ni sacrificio (sustitutorio) entran en el mensaje de Jesús[17]. Jesús no era sacerdote, y la afirmación sobre el sacerdocio de Cristo de la Carta a los Hebreos no es para reivindicar un sacerdocio institucional para él, sino para explicar la esencia del verdadero sacerdocio, el existencial, no el ritual o institucional, el de la autoinmolación o transformación hasta un nivel de identidad con el Amor, que es lo que realmente somos debajo de todas las máscaras con que nos cubrimos a los largo de la existencia terrenal. Ya en el texto de la Samaritana se habla de la eliminación de los templos y tiempos sagrados. La visión de lo sagrado pertenece a una conciencia determinada y va siendo hora de que la superemos, pues sagrado significa que hay algo que se escapa de lo Divino , que hay algo no sagrado, que no pertenece a Dios. Cuando se ama, todo es sagrado. Todo es Conciencia, o en palabras de un sabio: Pericoresis trinitaria[18].



[1] Por descontado, no me estoy refiriendo al lenguaje utilizado por buena parte de nuestra juventud que carece de un mínimo vocabulario para simbolizar un mundo rico en aspectos y formas. Una buena parte de nuestra juventud que ha reducido su mundo simbolizado a unos pocos vocablos, que por significarlo todo, no significan nada. Es uno de los caso de las muchas patologías posibles que se dan en el campo evolutivo de la conciencia tanto en la individual objetivo, como en lo individual subjetivo, tanto en lo social, como en lo cultural. Me refiero al lenguaje pleno y actualizado que utiliza el promedio culto de nuestra sociedad, que utilizan los buenos literatos. Por citar una obra, a mi juicio maestra, del lenguaje actual: La sombra del viento.

[2] Es claro que a más nivel de conciencia más serias pueden ser las patologías. Así una piedra, el primer nivel de conciencia, no puede padecer cáncer, un animal sí. Éste puede padecerlo, pero no ser consciente de que lo tiene, un hombre sí. Y por encima, los desequilibrios emocionales, psíquicos, espirituales…

[3] En esta parte estoy haciendo una síntesis de un libro de Wilber: el proyecto Atman, por ello no cambio los nombres. Sigo utilizando el nombre de Atman, oriental, en lugar de Dios o Espíritu, como lo llamaríamos nosotros los occidentales.

[4] El proyecto Atman, que es el tema desarrollado por Wilber en el libro anteriormente citado consiste fundamentalmente en el hecho de que todo avance de la conciencia, es un paso hacia delante hacia Atman, hacia el Espíritu, hacia el Sustrato Universal, pero a la vez es una proyección de falsos sustitutos tanto en el sentido de sustitutos objetivos, bienes de todo tipo (el Eros), como subjetivos, rechazos a Thanatos, intentos de postergar su presencia (Thanatos).

[5] Según Max Weber el origen de este lema lo debemos a Calvino. El Opus lo asume con una ferocidad inusitada.

[6] Mt. 6,24.Lc. 12, 22-34.

[7] Que posiblemente no fueran más que las primeras formas de constitución civil y religiosa (no había entonces ninguna separación de poderes) de una serie de tribus que comenzaban a querer ser un país o nación.

[8] Es inevitable que venga a la memoria, hablando de la Gran Madre, la imagen que nos ha legado la institución de María, madre de Jesús, madre de todos los hombres, a la que hay que rezarle, el rosario, el oficio parvo, el ave María, el Ángelus… para que intervenga ante Dios para que nuestras súplicas sean atendidas. ¡Si esto no es una mentalidad agrícola! En el catolicismo se ha sustituido de forma irracional a la Gran Diosas, por la ¡Virgen! María, tratando de unir la virginidad y la maternidad. Esto es, manteniéndonos en los mitos y en la mente mítico-agraria. Todas esas devociones marianas que pululan por los campos de los pueblos llamados católicos son un intento feroz de mantenerse en una estructura mental agraria total, un esfuerzo descomunal para evitar la evolución y con ello la muerte de nuestro yo agrario, que necesariamente ha de suceder para poder acceder a un nivel más elevado de conciencia, de actitud religiosa más cercana a la Plenitud.

[9] En el Tema dedicado a la religión se aclara la diferencia entre religión exotérica y esotérica.

[10] Está muy bien expresado este deseo en el texto del libro de Génesis que nos habla del Sacrificio de Isaac. Los contenidos primigenios de esta narración nos están hablando de la primitiva costumbre de sacrificar a dios los propios hijos y herederos. Al final Isaac es sustituido por un carnero. Pero, Dios he de ser satisfecho con sangre. Gn, 22.

[11] Creo que no se puede olvidar que el hecho del sacrificio ritual aparece como la necesidad que tiene el hombre de satisfacer a la divinidad para que le sea propicia. Este deseo brota de su propia sensación de self, o yo, separado del Universo, y de la necesidad de mantenerse en ese self o personalidad. De esa falsa sensación de identidad separada. El verdadero sacrificio es la transcendencia, morir al self separado para llegar a la unión con el Todo, o mejor aún a la identidad, la única verdadera, la de la Totalidad. No somos sino una manifestación del Espíritu en este mundo manifiesto.

[12] Negar la validez de la eucaristía como sacrificio del corazón, avalada por más de veinte siglos, sería una petulancia y una estupidez. Lo que pretendo es enfocar el Misterio hacia nuevos caminos en los que el sacrificio como concepto y como realidad religiosa se vaya abriendo hacia las profundidades que en sí mismo contiene. Superar la mentalidad mítico-agraria de sacrificio sustitutorio y ritual para que se abra a una nueva conciencia de unidad o de identidad.

[13] He aquí cómo narra la institución de la eucaristía un libro esenio. Ciertamente cada uno podrá darle a este relato el valor que quiera, ciertamente no es histórico en el sentido de que no se ha recogido de documentos escritos como los evangelios canónicos y apócrifos, pero ¿esto nos autoriza a negar su validez para el corazón del hombre, para la fe del hombre? ¿lo que dice no se acerca a una interpretación válida de los hechos acaecidos en Jerusalén aquel atardecer? ¿No son interpretaciones las narraciones que aceptamos como históricas? Y ciertamente no es un capricho lo que aquí se dice, sino la expresión de una fe que brota desde muy adentro, desde lo hondo de muchos corazones, los de los nazaritas o esenios, nos basta con leer las afirmaciones que hace el texto, las palabras que pone en boca de Jesús, y ¿qué vamos a hacer, aceptar las afirmaciones que nos convienen y negar las otras?

“Como cada jueves por la tarde nos habíamos reunido para compartir la comida en el lugar habitual...Es la llamada de los ciclos cósmicos, dijo el Maestro, ocurre que mi Padre se dispone a pasar una página en el corazón de los hombres y eso no se hace sin dolor, porque vuestra Humanidad está llena de costumbres de las que no se quiere deshacer... todos esos seres que pasan a vuestro lado no consiguen pensar por sí mismos, ni por el universo. No escuchan su espíritu sino su intelecto, que reacciona en función de su interés del momento... no ven llegar la ley del equilibrio... la ley de los que no se contentan ya con ser, sino que quieren devenir... necesitan vuestro amor incondicional. “sabed, hermanos, que la mayoría de los hombres de esta Tierra está sometida a la ley de su sangre,... la raza de David..., porque sus ojos no ven venirla Fuerza universal del Sin Nombre... Yo os digo que en los cielos están mis Hermanos y mi Padre...En adelante ya no beberéis más de la sangre de la Tierra, sino de la del Espíritu...

”En adelante yo no os alimentaréis de la carne de la Tierra, sino del cuerpo eterno de la Naturaleza...El Hombre verdadero es hijo de la Tierra y de los Cielos.

“...el Maestro tomó una tortita, sopló sobre ella, la repartió entre todos nosotros. Luego,... vertió vino en una copa de piedra, la llevó a sus labios, y, a continuación, hizo que nos la pasáramos de uno a otro.”

“...Noté (Juan, que es quien narra en el libro esenio estos hechos. Es muy curioso que el evangelio de Juan es el único que no narra la institución de la eucaristía.) que se movían allí unas formas y, en el mismo instante, percibí alrededor de nuestro grupo unas presencias invisibles...”

“Habéis tomado mi sangre y mi carne –continuó el Maestro...- Os habéis alimentado de la doble energía que recibe el mundo; mi amor la ha situado en vosotros...En adelante actuaréis así en memoria mía. Enseñaréis a hacer lo mismo a todos los hombres que quieran caminar. Vuestro amor puro bastará para insuflar en los alimentos que distribuyáis un poco de la llama de toda vida; pero os afirmo, Hermanos míos, que si en esos instantes no se unen vuestro espíritu y vuestro corazón, entonces el acto quedará reducido a un simple símbolo. Lo que yo os pido no es ese símbolo, sino la creación de una fuerza de verdadera cohesión corporal y espiritual en los planos sutiles. Actuad de esta manera con los que quieran escucharos. No estéis atados a este tiempo y no os preocupéis en absoluto por el mañana”

[14] Dice el evangelio de Juan, poniendo en boca de Jesús lo que sigue, momentos antes de su muerte y resurrección:”Padre, ha llegado la hora; manifiesta la gloria de tu Hijo, para que tu Hijo manifieste la tuya, pues le diste autoridad sobre todos los hombres para que dé vida eterna a todos los que les has confiado. Y ésta es la vida eterna, reconocerte a ti como único Dios verdadero, y a tu enviado, Jesús, como Mesías. (Jn, 17, 2-3).

[15] Amós 5, 18-26. Lc. 6, 46-47.

[16] Por descontado que pongo en tela de juicio las condenas de la institución, de hecho se ha condenado más de una vez a aquello que pudiera escapar del control de la institución, y el Espíritu es como el viento, sopla donde quiere y como quiere y no se deja atrapar ni por una institución, ni por unas doctrinas, pero no es esto lo fundamental que quiero expresar aquí. A lo que me quiero referir es las visiones del cristianismo que son esotéricas, y que no quieren formar una doctrina, ni unos dogmas, como lo que afirman los gnósticos (y no estoy de acuerdo con todos sus puntos de vista) con palabras que ponen también en boca de Jesús, como en la cita anterior Juan:”Os pido que, cuando habléis en memoria mía, no erijáis ninguna religión… Vuestro mundo ha conocido ya tantas… Todas están a la sombra de sus dogmas, como las ciudades detrás de sus murallas. Olvidan que la tierra brama y que los vientos soplan. Vivid y haced vivir. Sentid y haced sentir. Pensad y haced pensar. No impongáis lo que sabéis, pero haced amar la búsqueda de lo verdadero… Procurad vivir siempre en cada una de las palabras que pronunciéis. No pongáis límites a través de ellas; sed ilimitados tanto en el corazón y en el espíritu como en la voz… No le habléis de mí a los hombres… sino de mi corazón que duerme en ellos. Enseñadles, finalmente, a desear amar…” Esto es realmente una visión esotérica, y no exotérica, de lo cristiano. En esta visión la eucaristía adquiere una dimensión de profundidad insondable para una conciencia abierta, y no parapetada tras unas murallas.

[17] El diálogo de Jesús con la Samaritana es bien explícito en este sentido: “Créeme, mujer, se acerca la hora en que no daréis culto al Padre ni en este monte, ni en Jerusalén…Ha llegado la hora en que los que dan culto auténtico darán culto al Padre con espíritu y Verdad, pues de hecho el Padre busca hombres que lo adoren así. Dios es espíritu, y los que le adoran ha de darle culto con espíritu y verdad.”

[18] R. Panikkar. En toda su obra. Véase: La Trinidad y la experiencia religiosa.

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