sábado, 26 de mayo de 2012

VERSÍCULO UNDÉCIMO DEL TAO TE KING



El versículo nº 11 del libro Tao Te King es el primero que conocí de todo el libro. Rebuscaba  yo en una  librería de Badalona allá por los años ochenta para ver si encontraba algo que me gustara leer. No era fácil allá, dado el carácter casi unidimensional de la librería, de línea marxista-comunista y materialista a rabiar, encontrar un libro sobre mis apetencias. Pero, tirado en un rincón, “de su dueño tal vez olvidado”, me topé con un libro pequeñito que versaba sobre Karl Dürckheim (el psicólogo, experto en mística y místico), no sobre Emile Dürckheim (sociólogo). Lo compré, lo leí, y me interesó mucho su lectura, pero apenas entendía nada de lo que leía: ¡Planteaba un mundo tan distinto al que yo conocía! ¡Sus categorías no me encajaban! Estuve casi veinte años leyéndolo y releyéndolo. Y cada vez me iba abriendo más a aquel mundo planteado: "el mundo de lo numinoso visto y vivido con categorías no escolásticas".

Recuerdo que al final de esos años incluso lo recomendé como lectura  en mis clases en la facultad y que una alumna me presentó un resumen muy bueno del libro. Actualmente este librito me está inspirando constantemente.

En él habla Dürckheim del párrafo del Tao al que hago referencia al principio. Narra como el descubrimiento interior de lo contenido en el versículo fue su gran experiencia del Ser.

He consultado tres traducciones de dicho versículo, todas dicen lo mismo en esencia, pero con palabras muy distintas – lógico -, la que más me agrada es la del mismo Dürckheim. Ésta:

Treinta radios alrededor de un cubo: 
en el vacío de en medio reside la obra del carro.
 

Se ahueca la arcilla y adquiere forma de jarrones: 
es por el vacío por lo que son jarrones.
 

Se abren puertas y ventanas para formar una habitación:
por esos vacíos es por lo que es una habitación.
 

Por lo tanto, lo que es sirve a la utilidad (otras traducciones: es la riqueza)
lo que no es representa la esencia (
otras traducciones: es lo valioso).


Y sigue escribiendo Dürckheim sobre esta su experiencia:

“¡Y de pronto, Eso llegó!... Mientras escuchaba (estaban leyendo en grupo el Tao y al llegar a este versículo), me atravesó el relámpago… El velo se desgarró, ¡había despertado! Acababa de tener la experiencia de “Eso”. Todo existía y no existía, este mundo y, a través de él, el pensamiento de otra Realidad… Yo mismo existía y no existía. Estaba sobrecogido en el encantamiento en otro lugar y, sin embargo, estaba allí… muy lejos y, al mismo tiempo, profundamente arraigado en las cosas… Toda la realidad que me rodeaba estaba formada de golpe por dos polos: uno era el inmediatamente visible y otro invisible que estaba en el fondo de la esencia de lo que veía… Se trataba del nacimiento de una nueva consciencia.”

José A. Carmona

jueves, 17 de mayo de 2012

OTRA PERSPECTIVA DE LO DIVINO


“I am That” "Yo soy Eso"(Título del libro de Nisargadatta)

Deum nemo vidi unquam: Unigenitus Filius, qui est in sinu Patris, ipse narravit. (Jn 1,18). Esta afirmación de la Vulgata, nos ha servido a lo largo de muchos siglos en la tradición cristiano-católica para afianzar más que lo contenido en los evangelios es palabra del Unigénito y por lo mismo infalible. Ha sido utilizada para muchas cosas más: para mostrar la “divinidad” de Jesús, para negar la posibilidad del conocimiento directo de Dios… Durante muchos siglos no se ha puesto en cuestión las afirmaciones escritas en los evangelios canónicos, ¿es esto la fe? Será la fe que defiende el Vaticano I, pero en modo alguna la experiencia unitiva. Sabemos sobradamente que el primer capítulo, junto con el último, del evangelio llamado de Juan son añadidos posteriores al cuerpo del escrito, hechos por un solo redactor, que utiliza diversos materiales, y efectuados después del primer siglo, posiblemente bastante más tarde, ya que suponen una elaboración de la doctrina trinitaria: Hijo Unigénito, Padre… –algo insólito en la corriente monoteísta abrahámica-, el estilo es totalmente distinto al del resto del evangelio, de un claro pensamiento neoplatónico, con una concepción originalísima del LOGOS. Deducir de este versículo –y de todo el prólogo- la divinidad (tal como la concebimos, que es una idolatría mental objetivante) de Jesús supone ignorar el tema central del mismo relato evangélico que no es sino mostrar que Jesús es el enviado del Padre (solamente) (Schökel-Mateos). Baste releer el llamado “Discurso de la última cena”. “… Si me amarais, os alegraríais de que me vaya con el Padre, porque el Padre es mayor que yo” (Jn 14,28). Una frase, que no sé cómo, se coló entre los textos canónicos y que responde sin ninguna duda a la mentalidad del primer redactor del evangelio. La divinidad de Cristo no fue en las primeras decenas de años pensada, ni imaginada, sencillamente no cabía en la visión abrahámica de Dios. Aún recuerdo las explicaciones infantiles que se daban en los textos de los años cincuenta a esta frase. Por supuesto que la elaboración de la “doctrina de la fe” exige tiempo, lo cual quiere decir que no es inmutable, como se pretende por la institución. Todo lo temporal es impermanente. A cualquier mente mínimamente abierta le resultará clara la diferencia entre las dos redacciones –la del prólogo y la del texto central- y la diferencia de visión sobre Jesús que manifiestan ambas. Podemos agarrarnos a lo que dice la (llamada) Tradición que a lo largo de los primeros siglos (hasta el IV) fue escogiendo los evangelios canónicos, rechazando los restantes –apócrifos-. Es cierto, pero de ahí a afirmar que fue el Espíritu Santo quien fue iluminando la iglesia con la finalidad de definir lo “verdadero” y separarlo de lo "falso", hay un salto tan grande como suponer que Dios es lo Otro y no Yo (en modo alguno el ego), por mucho que Agustín afirme que Dios es “intimior intimo meo”. Es intimior, según el obispo de Hipona, pero no Yo. La visión cristiana es dual en todo, absolutamente en todo. Y también para afirmarlo, hay que pasar por alto otras muchas cosas más –como las luchas internas entre “iglesias”, opiniones divergentes, lucha contra el gnosticismo u otras (llamadas) herejías…-

Claro que si entramos en lo que dice la institución, que ata a la mente para que no sea libre, hemos de afirmar que todo el evangelio es objeto de fe. ¿Y las contradicciones a las que he hecho múltiples referencias en este blog? ¿Y si no podemos afirmar, salvo actitud infantil de la mente, que la Biblia (ni ningún otro libro de la historia: Vedas, Upanishads, Al Coram,…) sea un libro revelado, sino solamente un libro de unos acontecimientos más o menos novelados que manifiestan hechos (y reflexiones) importantes o muy importantes para los pueblos judío y cristiano?

No pretendo, ¿quién soy yo?, sustituir la imagen que tenemos en nuestra cultura de lo Divino como Padre amoroso, Hijo salvador, Espíritu consolador, por una imagen de una masa informe, etérea… que muchos se pueden formar al leer sobre el Todo, sobre el “Eso”. Me vale más la primera imagen. Pero hemos de saber que conforme se eleva el nivel de conciencia, o sea, de ser, las imágenes infantiles van quedando obsoletas. Basta con leer a teólogos tan insignes como Tomás de Aquino, (pese a pertenecer la Medievo) o Paul Tillich para darse cuenta de que se puede ser cristiano y no tener la imagen de Dios como un amoroso Padre cósmico. Cosa que no supone en modo alguno negar la Trinidad. Desde luego, no hay nada malo en hablar con imágenes, pero con tal que sepamos que son imágenes y nada más, nunca la Realidad representada. El “Eso” y el Todo no significan algo gelatinoso, informe, impersonal… sino lo “trans”, lo más allá de la persona, del ser, de la polaridad… El Bien que lo abraza todo, hasta el mal, y lo transforma en bueno. Imaginar el “Eso” como algo informe supone intentar reducirlo a una lógica, con lo cual lo destruimos. Cada uno ha de buscar la imagen que se adecue a su nivel. Pero nunca conformarse con ese nivel, y, sin dudas, siempre amar.

Y puesto que a Dios nadie le ha visto jamás… las distintas culturas han dado un nombre distinto a “esa realidad” o a la “Realidad”, llamada Dios o Yahveh por los pueblos abrahámicos.
Los distintos nombres (Dios, Allah, Yahveh, el Cristo, Brahman, Nada,…) con que designamos el Misterio no son totalmente intercambiables, pues cada uno está sustentado por una cultura distinta, aunque en cada una de ellas dicho nombre sea un icono de lo Divino. ¿Lo que un cristiano quiere decir cuando invoca a Cristo, es lo mismo que dice la oración del musulmán dirigida a Allah? Ciertamente es algo similar, pero no idéntico. Equivalente homeomórfico que ya he repetido mucho en mis escritos. Hay una referencia última al Misterio que somos (y en el que somos), pero cuando invoco a Cristo estoy lleno de una cultura (la visión trinitaria de Dios, Jesús de Nazaret, la cultura abrahámica, la tradición cristiana, los evangelios…) algo que no se da en el musulmán que invoca a Allah, en éste se da la inmersión en otra (referencia a Muhammad, al Corán, el Misericordioso…). Como claro ejemplo de esta limitación que suponen los distintos nombres del Misterio dentro de lo universal, tenemos el lenguaje y la lengua. No todas las lenguas contienen la misma cultura, ni expresan la misma forma de pensar, pero todas son medios de comunicación. Nuestra visión del mundo está elaborada en español.

Ir a aquello que en todo lenguaje religioso -lo que se ocupa de las realidades últimas- y espiritual –que no está incluido en una estructura religiosa concreta y se refiere a una línea de inteligencia determinada- es común es una tarea encomiable, pero que solamente puede ser llevada a cabo por el oculus fidei, por la percepción de los llamados transcendalia (san Buenaventura). O sea, por la contemplación.

Sin embargo, para quienes en este mundo relativo y dual no hemos caído aún en la cuenta de que somos místicos –y no solamente en potencia- además de poder contemplar, tenemos la experiencia de aquellos y la podemos analizar y asimilar poco a poco hasta hacer nuestra la misma experiencia de Jesús de Nazaret.

¿Qué es lo que hace al hombre diferente a todos los demás seres del Universo? “La autoconsciencia” –nos dice Theilard-. En el hombre la evolución llega al nivel en el que la consciencia se hace autoconsciencia. El hombre sabe y sabe que sabe, algo que no sucede en ningún otro ser. Y al saber que sabe siente admiración y curiosidad. El hombre se asombra y busca entender y entenderse. En esto es diferente al resto de las “cosas”, pero no es distinto al Universo, sino que sigue siendo el mismo Universo (parte, pero no mera cantidad). También la curiosidad del hombre es el Universo o Todo.

Cualquier humano, mínimamente inteligente, se pregunta necesariamente: ¿Por qué sucede esto y no otra cosa, o nada? ¿Qué es esto? Y la admiración que inunda su ser no se satisface si no se plantea qué es esto y aquello y aquello otro, o sea, ¿Qué es el Todo? Por descontado que estas cuestiones no brotan en la mente (¿?) de un zoquete –ese tipo que no encuentra ninguna causa de asombro ni en sí, ni a su alrededor. Hay muchos-. Las respuestas a esta cuestión han ido formando las más diversas bases culturales a lo largo de la evolución.
Se plantea Alan Watts si la cuestión sobre el Todo, surgida de esa fascinación que siente la persona por conocer, no será una pregunta mal planteada, porque no puede obtener ninguna respuesta de la lógica racional. A la pregunta ¿Qué es esto? damos como respuesta una clasificación: es un animal, un vegetal, un mineral… por tanto, limitamos, definimos. Definir es delimitar, pero no podemos delimitar al Todo, pues el propio límite es también el Todo. Se escapa a la mente, al lenguaje, a la lógica racional. Y pese a ello, algo está ocurriendo, el Todo es. La respuesta, pues, a la pregunta no es racional, ni puede serlo. El agua se escurre entre los dedos, pero el agua existe, no es una ficción. Como ya he dicho la respuesta está en el nivel de la contemplación, de la experiencia mística universal. En el supuesto de que la respuesta fuera racional quedaríamos totalmente insatisfechos en nuestro ser más íntimo, en nuestra fascinación: sería algo así como si al pedir un abrazo a una persona amada, ella nos diera un papel en el que se diga: un abrazo. No nos serviría de nada, no habría abrazo –sería una respuesta meramente verbal racional, no una experiencia de vida-. Quizás sea necesario otro tipo de comunicación al cuestionarnos el Todo (lo Divino). No la meramente verbal-racional.

No podemos entrar ahora en el debate sobre la existencia de aquello que no puede ser intelectualmente comprendido. Para muchos científicos la metafísica no es más que una estupidez, o una falsa respuesta a una pregunta que nunca debió hacerse. Entrar en el mismo sería alargar el tema, pero quiero apuntar algo. Es cierto que hemos de distinguir el verdadero pensar del despropósito, como dice Wittgenstein, mas por ello mismo hemos de ser muy exigentes en dicho pensar, y aprender que el pensamiento racional no abarca toda la realidad, menos todavía el pensamiento científico. Es más, ese pensamiento científico que desprecia la metafísica (lo meta-empírico sensible) tiene en su base una metafísica, como: lo no sensible no puede ser conocido, o lo que no puede ser conocido no existe. ¿Cómo puede saber el científico que lo no conocido no existe? Porque esta afirmación no cae dentro de la experiencia sensible, sino que es un principio metafísico, al que por su propia postura el científico niega toda validez. La metafísica está en el núcleo del hombre, yo diría, del ser.
Pues bien, “Eso” que no puede ser conocido racionalmente, puede ser experimentado. Dicha experiencia es la experiencia mística, no una paranoia como se pretende hacer “creer” en la cultura chata. Ese “entréme donde no supe / y quedéme no sabiendo / toda ciencia transcendiendo…” (Juan de la Cruz) ha de ser explicado de alguna manera, indicado, no solo comunicado. Mas la explicación pertenece a la dualidad, a la polaridad de nuestra razón, la experiencia mística, en cambio, es no-dual. De ahí la dificultad, porque las palabras crean un mundo que no es el de la experiencia, que no es lo no-dual, sino manifestación temporal y dual del mismo. Alan Watts, al que ya me he referido, hace una comparación aclaradora al respecto: el pintor pinta sobre un plano, pero jugando con las luces, sombras, colores, trazos, perspectivas… su pintura expresa una dimensión que el plano no tiene: la profundidad. Algo similar podemos decir al hablar de esa Realidad que aparece en (y en la que aparece) la visión contemplativa. El lenguaje han de ser, pues, necesariamente analógico, oximorónico, mítico, abarcador de toda polaridad…, nunca excluyente.

Reflexión sobre la otra perspectiva

Instintivamente somos conscientes de que nuestros sentidos no abarcan toda la realidad, de que entre los sentidos hay vacíos, de que hay obscuridades, como las hay en nuestra inteligencia. Es válido, pienso, el ejemplo que puse antes de los dedos de la mano, entre ellos hay un vacío por donde se escapa el agua, los fluidos. Y a la vez estamos seguros de que todo cuanto existe se da en algo, como las letras que estoy escribiendo se dan sobre la pantalla –sin pantalla, o un soporte adecuado, las letras no podrían ser-. Podemos afirmar que las cosas se dan sobre nuestra consciencia individual, o si queremos sobre nuestro sistema nervioso, pero sobre qué se dan todos los sistemas nerviosos –son muchos millones- de los humanos. Sobre algo misterioso al que hemos puesto los más diversos nombres en la historia: Dios, Azar, Suerte, Naturaleza, Energía… Pero lo curioso es que ese algo no es un mero concepto, una palabra, una explicación dada, sino que en los místicos de todas las culturas se ha hecho experiencia vívida, una experiencia unitiva. Es una experiencia universal que muchos “científicos” quieren confundir con la paranoia, porque no pueden aceptar –iría contra su sistema aparente- la realidad de lo meta-físico, de lo más allá. Ya he apuntado anteriormente algo sobre el tema. Los que niegan la existencia de toda metafísica están afirmando principios metafísicos, tan difíciles de asumir, al menos, como la metafísica que rechazan. Pero, el hecho universal de la experiencia unitiva está y no puede ser reducido a pura paranoia por prejuicios científicos. El escalón octavo del nivel de conciencia, esto es, el místico sutil no puede ser reducido al segundo, el de mítico-pertenencia, ni al tercero o racional, sino que los supera y con mucho.
La respiración, nos dice Osho, es un puente que nos conecta con el universo. Más que respirar conscientemente, somos respirados inconscientemente, es el aire el que nos penetra y nos comunica con toda la realidad del mundo. La existencia es orgánica. Es un buen ejemplo de “Eso” o Todo. La multiplicidad forma un uno, como el cuerpo, al que nos integramos constantemente al respirar, dice. Dicha unidad, no unicidad, es el sustrato en el que se apoyan todas las cosas que perciben, y no perciben, nuestros sentidos y nuestra inteligencia. Esta unidad sustrato es a la que el Vedanta llama uno-sin-segundo, lo no-dual, lo divino. No se trata de una uniformidad, sino de una multiplicidad una, no-dual. Se trata de una unidad metafísica que no tiene opuesto, no matemática, que se opone al dos, tres… por lo tanto nuestra identidad no es algo distinto de “Eso”, y mucho menos el opuesto. Hemos de ir aceptando que nos somos individuos que venimos a este mundo, sino que el mundo emerge en nosotros, en nuestra conciencia, que no es sino manifestación de la Consciencia y no opuesta a la misma. Cada vez es más difícil poder afirmar que somos nosotros y el resto del mundo frente a nosotros. Ni siquiera la neurología ni la biología podrían afirmarlo -la red de la vida, el principio de indeterminación, la globalización…-

Las Upanishads describen a Brahman (Dios) como uno-sin-segundo simplemente. No lo describen como Creador, Redentor, ni Señor de nadie. Tampoco como Uno que estuviera opuesto a Dos, sino como Uno sin segundo. Es muy interesante saber para nosotros los cristianos que en los evangelios apócrifos aparece una visión muy similar de lo Divino. En el texto del Evangelio de Tomás (77) se dice que Jesús dijo: “…Yo soy el Todo. Todo procede de mí y Todo me alcanza…” El evangelio de Tomás fue rechazado del canon, es gnóstico.

Hemos de evitar caer en el pensamiento de que las afirmaciones de las Upanishads, o del evangelio de Tomás, sean conclusiones lógicas. Afirmar de Brahman o de Jesús que es “todo” no es una explicación verbal de la Realidad, es una “mostración”, no una “demostración”. Sencillamente porque los signos y los símbolos verbales y mentales no pueden abarcar el Misterio. Éste está tan próximo a nosotros que es nosotros mismos, tenemos ejemplos variados en el cuerpo que somos: imposible una mano asiéndose a sí misma: imposible, un oído oyéndose a sí mismo: imposible… El Todo no puede ser definido, como he dicho, porque no hay límites en los que definirlo. ¿Es esto el infinito? Escoto Eriúgena, en la línea del apofatismo del Pseudo-Dionisio, afirma que Dios no puede conocerse a sí mismo, puesto que no es algo que puede ser conocido, porque no es algo (cosa).

Yo soy “Eso”


“Eso” en quien todos los seres residen y que reside en todos los seres, que es el dador de gracia a todos, El Alma Suprema del universo, el ser sin límites —yo soy “Eso”.
Amritbindu Upanishad

“Eso” que penetra todo, a lo que nada transciende y que, como el espacio universal nos rodea, llena todo completamente desde dentro y desde fuera, ese Supremo Brahman no dual —”Eso” eres tú.

Sankaracharya

El buscador es el que está en busca de sí mismo.
Abandone todas las preguntas excepto una: « ¿Quién soy yo?». Después de todo, el único hecho del que usted está seguro es que usted es. El «yo soy» es cierto. El «yo soy esto» no. Esfuércese en encontrar lo que usted es en realidad.
Para saber lo que usted es, primero debe investigar y conocer lo que usted no es.
Descubra todo lo que usted no es —el cuerpo, los sentimientos, los pensamientos, el tiempo, el espacio, esto o eso— nada, concreto o abstracto, que usted perciba puede ser usted. El acto mismo de percibir muestra que usted no es lo que usted percibe.
Cuanto más claro comprenda que en el nivel de la mente usted solo puede ser descrito en términos negativos, tanto más rápidamente llegará al fin de su búsqueda y se dará cuenta de que usted es el ser sin límites.

Sri Nisargadatta Maharaj

Este “Eso”, que es el sustrato de la Realidad y la Realidad misma, que es la conexión de lo múltiple, invisible a la razón y mostrado en la experiencia, es lo que los místicos llaman o han llamado: Dios, Allah, Yahveh, el Cristo, Brahman, Nada, Misterio… Hay algunos, entre ellos el dominico Eckhart, Silesius, Pseudo-Dionisio (con su apofatismo), se acercan los clásicos españoles: Juan de la Cruz y Teresa, que lo afirman en sus escritos. Pero sobre todo los de la escuela Vedanta Advaita (entre los antiguos: Shankara, Nagarjuna: entre los contemporáneos: Nisargadatta, Ramana Maharshi), que lo hacen explícitamente, que identifican el “Eso” con el Sí-mismo, con el Yo, (no con el ego) como podemos ver en las citas que anteceden.

Dice el Upanishad: ““Eso” es el Sí-mismo. “Eso” es lo real. ¡”Eso” eres tú!”" ese “tú” no es el ego, que es un auto-concepto construido por las formas y costumbres adquiridas por influencias múltiples a lo largo de la existencia individual. Por supuesto que “Eso” no es José Antonio, o Juan, o María, o Silvia… Como el “Eso” es más allá de la dualidad, es no-dual, no puedo pensarlo simplemente con un lenguaje dual, pero sí mostrarlo y señalarlo. “Eso” es lo más real de lo Real. “Eso” es más Yo-mismo, que yo-mismo (ego, o el yo existencial del que habla Dürckheim). Nunca puedo convertirlo en objeto porque no es (convertir)lo sino (convertir)me. Y yo no puede convertirse en objeto enfrentado a mí puesto que no es (soy) ningún objeto proyectado, lo que verdaderamente puedo examinar –es lo que hace la psicología- es el ego (aspecto, formas, costumbres, pensamientos, gustos…) que sí es una imagen proyectada en el Yo por la memoria. Mas, en tanto que el ego también es, está en el Todo, es “Eso” en una de sus múltiples manifestaciones. “Eso” no se puede entender, Yo no puede ser entendido, es “Eso”, Yo-mismo, quien entiende al entendimiento.

Ramana Maharshi que, a juicio de Wilber, es el sabio (no erudito. Sabiduría-sapere-transformar) más importante del siglo XX, repite en su libro: Talks with Sri Ramana Maharshi, el dicho que parte de Shankara:

El mundo es ilusorio
Sólo Brahman es real
Brahman es el mundo.

Estas palabras son ciertamente sapientísimas –cargadas de una profundidad que ha de ser asimilada y que transforma-, aunque aparezcan como contradictorias a la lógica racional. La palabra ilusorio hemos de verla bajo el foco de “lo relativamente real”, que es el significado de ilusorio en la mente mística oriental. La realidad del mundo es solamente aparente –que aparece-. Es real solo en tanto que manifiesta en su multiplicidad y temporalidad lo que es, “Eso”. Por supuesto que no es una segunda cosa añadida a “Eso”, sino el “Eso” aparentando –que aparece, como acabo de decir-, multitud y tiempo. Lo dicho quiere decir que nosotros (cada uno, nuestors pequeños yoes) no somos objetos, no somos en profundidad reales. Que no somos ni esto, ni aquello (neti, neti) sino “Eso”, lo no nacido, lo eterno, lo permanente, y por lo mismo no podemos bajo ningún concepto basar nuestra salvación (realidad) en lo que es finito, temporal, pasajero, ilusorio, generador de sufrimiento… (Wilber One taste, traducido como Diario).

“Eso” es lo no-dual, lo eterno, el bien que transciende el mal, el amor que contagia. Aunque seamos su manifestación ilusoria como egos –manifestación que solemos identificar con la ¡persona!, e identificamos con nombres propios- en el tiempo, en la apariencia, nunca en la Realidad nos vamos acercando a Él que somos nosotros, nos vamos acercando a nuestro YO. Y al descansar en nuestro verdadero YO vemos que somos el Testigo del Universo. Contemplamos. Somos Libertad pura. “Eso” es mí-mismo. “Yo” soy “Eso”. (El libro de Nisargadatta: I am That)

Brahman es el mundo.

En esta época trágica que estamos viviendo, todos los enamorados del mundo manifiesto (del dinero, de la temporalidad, de la salud corporal, de la belleza externa –y no solo del cuerpo, que está muy bien-, de los mercados financieros!!!, de la misma solidaridad, del egoísmo, de lo ecocéntrico…) se harían mucho bien y lo harían a la humanidad si prestaran un mínimo de atención a estos mensajes de los místicos. Pero preferimos, con Marx y Freud a la cabeza, llamarlos locos.

José A. Carmona
Correo Electrónico: carmonabrea@yahoo.es