jueves, 5 de agosto de 2010

Crisis, sabiduría, compasión (amor)

Crisis, sabiduría y compasión

La crisis
Intento en estas líneas reflexionar en voz alta y sin perspectiva alguna sobre este hecho que parece absorber toda la atención de la gente, al que llamamos crisis sin más, aunque mejor sería, pienso, llamarlo: “crisis económica de Occidente, o de la, llamada, Sociedad del bienestar” que es lo que se interpreta actualmente entre los medios al utilizar dicha palabra. Nadie por estas tierras piensa en la crisis militar que hay ahora mismo en el mundo entre tantos paises, ni en los problemas humanitarios que están provocando los desastres naturales y las guerras...¡La crisis se limita a lo económico y fundamentalmente a Occidente! ¡Y ésta es la crisis global! Esto no es óbice para que los pueblos del llamado Tercer Mundo también sufran, y ¡en qué manera! los efectos de la misma, pues dependen en gran medida del llamado Primer Mundo. Soy un ser humano implicado en este momento histórico.
El susodicho fenómeno está siendo estudiado con lupa desde muchas perspectivas, hay muchas familias en Occidente (con mayúsculas, porque quiero atribuirle nombre propio como el de una nación por su contenido sociogeográfico) que realmente la están padeciendo y que ven cómo su seguridad mínima de subsistencia peligra seriamente, pero también se está sacando un tanto, o un mucho, de quicio porque la sociedad está obsesionada. La sociedad del bienestar ha creado muchas obsesiones y muchos miedos exagerados y a veces irreales.

Yo quiero aportar aquí algo que no he visto en ningún medio de comunicación, ni en ninguna conversación... Esta (llamada) crisis mirada desde la contemplación, desde la perspectiva de la sabiduría perenne y de la compasión o amor consciente.

El término “Crisis” procede del latín (crisis) y anteriormente del griego (krisis) lengua en la que significaba momento de trasmutación de una enfermedad en cualquier sentido que ésta fuera, positivo o negativo. Siempre ha de ser tenida en cuenta la etimología para conocer el significado primero de las palabras. No nos hemos inventado hoy el idioma. La palabra, pues, usada en el pensamiento helénico expresaba siempre una apertura al futuro a partir de lo presente, el camino que asumiera la trasmutación sería el que determinaría la salud o la muerte para el enfermo. De aquí ha pasado a tener multitud de significados más o menos conectados entre sí: Crisis de identidad, crisis de crecimiento, crisis de fe, crisis financiera, crisis ministerial, crisis febril, crisis de conciencia, crisis existencial... en todas parece plantearse ese dilema existencial, escoger un camino u otro ante la insatisfacción o inseguridad que nos ha dado la experiencia de lo pasado. Nuestra vida está llena de crisis.


Desde comienzos del año 2009 la palabra crisis se ha infiltrado en todos lo recovecos de nuestro mundo humano, desde la gente más “culta” hasta el más sencillo jubilado están hablando constantemente de la crisis o haciendo referencia a ella, a veces para justificar lo injustificable, a veces para seguir huyendo de la asunción de las propias responsabilidades, otras para hablar de lo que más les preocupa y ocupa. La crisis puede cargar con todo, es el referente común. Yo en mi pequeño hueco en esta red de la vida percibo muchos tirones que no parecen responder a realidad objetiva alguna (no todos), sino que parecen responder a la visceralidad que nos ciega a la razón, no digamos ya a la intelección y nos hace radicalmente egoístas... y sobre todo percibo que la crisis financiera, que no es una ilusión, es en buena medida resultado de otras crisis más profundas (la ambición sin control, la falta de un norte moral, vacío existencial que conlleva todo cambio, la ausencia de sabiduría, la posesión del dinero como norma absoluta, la falta del sentido de a lo que hoy se le llama solidaridad y que no es sino falta de Amor, una palabra que espanta a muchos...) y que anidan en lo más recóndito del corazón del hombre. Parece que en el caso de la crisis financiera ya se está optando por el camino a seguir “¿continuísmo?”. Pero en aquella crisis que anida en el corazón del hombre hace mucho ya (desde los comienzos de la vida del hombre en la tierra) se optó por parte de la inmensa mayoría de la sociedad por el camino, EL CAMINO DEL TENER Y NO DEL SER. Aunque parece que en estos últimos siglos con la disociación (no diferenciación) que nos ha traído la modernidad el CAMINO DEL TENER ha adquirido relevancia. El “dinero” se ha convertido en el “gran deseado” de la humanidad. Todo se quiere convertir en dinero, y éste es el baremo, para la mayor parte de la humanidad el único, para estimar el valor de las cosas (¿no existe más valor que el económico? ¿Y el estético, el moral, el soteriológico, el del conocimiento profundo, el de la libertad, la liberalidad, la compasión,...? ¡Hasta las obras de arte salen a subasta!
Y además no sólo existen los valores, como pretende Graves, en el desarrollo de la persona, sino que hay una buena cantidad de líneas de desarrollo como la cognitiva, la de la solidaridad, la moral, la interpersonal, la emocional..., relacionadas todas entre sí, pero independientes unas de otras( un gran erudito -línea cognitiva desarrollada- puede ser muy pobre emocionalmente) y que no son la de los valores. Pero esto no cuenta en los bolsillos de los consumidores.
Parece que la sombra del marxismo es alargada tanto en su ideología con su pretendida, en parte, objetividad, como en sus valores -cosas importantes para el desarrollo personal, lo significativo para la persona-.

Este pragmatismo reduccionista y miope, que ignora totalmente que no hay verdadera praxis sin thesis, es más, que ambas son caras de la misma y ¡única! Realidad, es el que nos ha llevado a estas situaciones límites, no sólo ya en lo económico, sino en nuestra manera de ser. Estamos cambiando, como ya he dicho anteriormente en este blog, en esta tan cacareada sociedad del bienestar calidad por cantidad, sabiduría por información, valor por dinero... y todo lo justificamos por la ambición. Sólo importa lo que es extrínsecamente útil, lo que sirve para adquirir algo, tener.
Es cierto que el dinero satisface superficialmente, sólo aparentemente la necesidad de seguridad (segundo nivel en la pirámide de Malow). Ésta, la seguridad, y aferrarnos al pasado son los medios que tenemos en los niveles más bajos del desarrollo para defendernos del miedo. Pero la única seguridad es la que da el Ser, el verdadero Centro, nunca aquella externa que para lo que sirve es para comprar tiempo.

Esta falsa sensación de seguridad (no niego que a la gran mayoría de la humanidad se la dé provisional y temporalmente) que provoca el dinero, unida a la mitificación ilusoria de las personas que lo tienen y además el reduccionismo de nuestra sociedad ha hecho que se identifique el valor con lo útil y éste con lo utilitario, con lo que sirve para conseguir otra cosa distinta de sí mismo, nunca con lo que es provechoso en sí mismo, que sería el valor auténtico. (La falta de precisión en las palabras y en los conceptos, sobre todo en la publicidad que nos inunda, nos hace vivir en una constante confusión y en un vacío acrítico). Útil nos dice el diccionario es aquello de lo que se extrae provecho. Existen dos tipos de utilidad: la instrumental y la intrínseca. El caso de la instrumental se da cuando algo sirve para conseguir una cosa distinta de sí mismo, el prototipo es el dinero, que en sí mismo no sirve para nada, en todo caso un mucho o poco de papel impreso o unos metales no preciosos, pero con el que se pueden conseguir muchos bienes externos (y no sólo materiales). El caso de la intrínseca se da cuando algo es indispensable pero no sabemos por qué (Cocteau), o sea, cuando el medio ya es el fin. Prototipo: la vida. No sirve para conseguir otra cosa. Es en sí misma. El medio es el fin. El camino, la meta. En el lenguaje coloquial la palabra útil significa extrínsecamente útil.

Vivimos inmersos en una globalidad utilitarista y muy marcada por el materialismo aún. Nuestra sociedad es meramente pragmática y reducionista y ha arrojado por la borda de la disociación los valores -utilidad intrínseca- de la Vida, de aquellas cosas que van más allá de la mera supervivencia y de la impresión de seguridad, de ahí en buena medida que viva de espaldas a la muerte, que no es el final de la vida, como nos pretenden hacer creer, sino la otra cara de la misma Realidad, cara de la que no nos acordamos atareados en nuestro pragmatismo que quiere ignorar que estamos limitados en el tiempo. En todo caso hemos de entender que la muerte se opone al nacimiento, es su otra cara, pero en modo alguno a la vida.

En buena parte al menos, la humanidad en la que nos desenvolvemos hoy en Occidente, es debido a una mala interpretación de los aportes científicos. No cabe duda de que la ciencia nos ha dado una inmensa cantidad de bienes (tecnicos, médicos, quirúrgicos, cognitivos, medio-ambientales, psíquicos, de libertad, políticos...), pero nos hemos quedado en lo que ellas nos dicen, hemos aceptado sus descripciones como verdades últimas y como significado de la existencia. La ciencia meramente describe y lo hace en tercera persona, mira a un objeto distinto del sujeto que investiga, que describe, y cuando investiga al mismo sujeto lo hace también en tercera persona, no como yo sino como alter, como un tú, nunca se plantea, ni se puede plantear el sentido de las cosas, de la existencia, y mucho menos puede transformar al sujeto que describe porque éste nunca está implicado en el proceso de descripción.

Además cada ciencia está condicionada por su perspectiva, por su modo de acercarse al objeto. Una flor para la botánica será un elemento a catalogar según su forma, el número de pétalos, si produce fruto, el tipo de semilla... nunca será contemplación estética (no digo objeto de contemplación, porque en ésta, cuando es auténtica, no hay separación, no hay dualidad objeto-sujeto). Un concierto será para la ciencia física un conjunto de vibraciones del aire... nunca música. El ser humano llega mucho más lejos que la ciencia, no digamos ya cuando nos planteamos el sentido de nuestro propio existir... Pero a la ciencia la hemos convertido en la gran Sibila de nuestros días y queremos que nos muestre el sentido de nuestra vida, como no puede hacerlo, concluimos o que tal sentido no existe o nos dejamos de preguntar. De nuevo la disociación, no la mera diferenciación entre el gran Tres. Esta mitificación de la ciencia ha hecho que se pierda el norte en nuestra sociedad, no tenemos más perspectivas que la pobreza en la que está inmersa la descripción de lo externo. Conviene interiorizar sin dejar de lado lo que aprendemos de lo exterior. Y lo peor de todo es que como necesitamos conocer el sentido, interpretamos que la descripción es todo lo que hay, y queremos convertirla en definitiva, en lo que no es.

El dinero, la medicina, los transportes, el consumo, … son bienes, bienes que han de ser colocados en su auténtica dimensión: pertenecen al haber y no al ser del hombre. No son algo totalmente ilusorio o irreal como quizás pretenda decir algún “iluminado”, son reales, pero sólo relativamente reales, sólo en tanto que manifestación de la Realidad no manifestada. Nuestro gran error ha sido darles una realidad absoluta. ¡Y así nos está luciendo el pelo!
Personas muy cercanas a mí constantemente me están diciendo que el dinero o da la felicidad o ayuda mucho a conseguirla. Es la impresión dominante, escandalosamente dominante. Yo entiendo que algo de dinero es necesario para satisfacer la necesidad primaria de esta seguridad (relativa), como admite Maslow en su famosa Pirámide, seguridad que anhelamos al identificarnos con nuestra sensación de entidad separada, pero, pasado ese nivel de seguridad, el dinero más bien estorba a la verdadera felicidad, o cuando mucho es indifirente. Recordemos aquella afirmación tan sabia: Esa persona es tan pobre, tan pobre que sólo tiene dinero.

La sabiduría
Gracias a Dios, no es la totalidad de Occidente, ni mucho menos de la Humanidad la que así piensa y vive. Los místicos, aunque sean una inmensa minoría, siguen viviendo en la tierra, en toda la tierra. Mas por desgracia “hay cierta sabiduría humana, que es común a los hombres más grandes y a los más pequeños y que nuestra educación corriente se esfuerza con frecuencia para silenciar y obstaculizar” (Emerson, citado por M. Cavallé), de ahí la dificultad especial que esta sabiduría tiene para desarrollarse en esta sociedad. Esta contemplación no brota en la sociedad, a lo más en un escaso 1% de la misma. Lo cual nos muestra que la humanidad sigue viviendo en unos niveles de conciencia aún muy bajos.

La sabiduría que no es en modo alguno, filosofía teórica, ni conocimiento científico, es puro y auténtico conocimiento (Thesis-Praxis, no-dual), conocimiento que transforma. La única manera de conocer algo profundamente es siéndolo. Lo que hace la ciencia es proporcionarnos información sobre los elementos sensibles del mundo, o sea describe, y la tecnología aplica esa información. La sabiduría nos transforma porque es una comprensión (asimilación, abrazo interno, transformación, cambio de manera de ser... asumo la palabra comprensión en su significado profundo y original, no en el de “entender algo” como se hace en el lenguaje coloquial: “Ya comprendo” = “ya entiendo” y no he salido del mundo de la representación. ¡Hasta estos niveles estamos vaciando de contenido el lenguaje!).

No pensemos que el sabio es un hombre raro que vive en una cueva. El sabio es la naturaleza de nuestra conciencia en sus niveles más profundos en estos momentos. Si no somos sabios es porque vivimos de espaldas a la misma, porque hemos decidido ignorarla, cuando no dictaminamos simplemente su no existencia, como nos dice Emerson.

Escribía yo en un artículo dedicado al espíritu contemplativo y publicado en este mismo blog:
“Parece ser que en esta sociedad la vida no tiene valor alguno por sí misma y has de justificarla trabajando, no realizándote. Has de justificar tu vida haciéndola (extrínsecamente) útil, utilitaria. Lo que se espera de ti es que produzcas algo que se pueda objetivar y pueda ser cambiado por dinero. Si no haces esto, como pueda ser sencillamente contemplar, escribir poemas, comunicar sosiego... tendrás muy difícil tu supervivencia en esta sociedad mercantilizada. Has de ganar lo que consumes... o serás despreciado y considerado un parásito social. Por descontado que en los momentos en los que estamos viviendo, con más o menos cuatro millones de parados oficialmente en el país, el hecho de no “tener trabajo” adquiere unas dimensiones específicas: Estas personas, probablemente no todas pero muchísimas, no pueden satisfacer las necesidades más primarias como el alimento, el vestido, la vivienda... Y esto es una tragedia enorme, que viene en buena medida provocada por la misma estructura del sistema que está construido sobre la ambición humana.”

Mas por otra parte la sociedad occidental ha estado viviendo en una gran burbuja económica, algo que ha destrozado la mayoría de las conciencias de los hombres que han proyectado todo su ser en el bienestar económico. Estamos envueltos por la burbuja y pensamos que toda nuestra vida es estar dentro. O sea, consumir y al consumo no le queremos poner límites. Pero la burbuja se ha roto y no nos queda nada más...

El contemplativo, el sabio, tiene una actitud completamente diferente: lo importante no es el fruto del trabajo, sino el trabajo en sí mismo. El acto en sí. Si el acto tiene sentido lo hará, si no, no lo hará. El contemplativo busca una relación constante con la naturaleza, respeta (mira a) cada ser, y se mira a sí mismo como integrante de Todo y del Todo, y en su contemplación realiza un perfeccionamiento de la misma totalidad. Su actitud es constantemente creativa. Para él cuenta el sentido de cada cosa.

El sabio es contemplativo, comprende, ha despertado. En Oriente a la Sabiduría se la llama muchas veces despertar, la comprensión es un despertar. Algo similar a lo que sucede a la persona que pasa del estado de sueño al de vigilia, cuando despertamos cada día (sin pretender ir más allá de lo que estrictamente digo en esta comparación) no pasamos meramente a conocer una serie de cosas, sino que nos sumergimos en un mundo distinto, nuevo, en el que hay una nueva manera de ser y de mirar, una nueva dimensión de nuestro ser. El verdadero conocimiento es sinónimo de transformación, por eso el sabio no necesita exigirse virtud, ya es virtuoso. Platón en su gran diálogo la República, o de la justicia, pone en boca de su maestro Sócrates un bello diálogo con Trasímaco, en el que afirma: “El que comprende es sabio, y el sabio es bueno” No hay separación entre sabiduría y bondad, el sabio no necesita ser santo, simplemente no puede dejar de serlo. Si nuestro conocimiento no genera bondad en nosotros no es un verdadero conocimiento, no es sabiduría, será erudición, información, recuerdos, descripción... el sabio sencillamente es, apenas tiene lo indispensable para la vida en la tierra, su seguridad está más allá de las cosas.

El sabio conoce que hay un solo camino en la profundidad del Kosmos, en el interior del Hombre, en el Ser pero con dos direccciones: una ascendente y otra descendente.
La ascendente es la transcendente y la descendente es la inmanente, en otras palabras la ascendente es la dirección desde lo múltiple al Espíritu o Dios, la descendente es el camino a la inversa, desde el Espíritu a lo múltiple. Al camino en sentido ascendente se le llama sabiduría, al de sentido descendente se le llama compasión (vivir dentro de). La evolución de la conciencia no es sino el desarrollo de este camino de doble sentido.
Sabiduría es encontrar el sentido del ser, no dejarse llevar por las formas, ver que detrás de todas ellas está el Espíritu, Dios, que el tener es sólo el caparazón dentro del que está el ser. Es el camino de regreso del que nos habla el salmo más allá de la historicidad a la que alude: “Me alegré cuando me dijeron vamos a la casa del Señor”(Sal. 121), o el que tan poéticamnete nos describe Juan de la Cruz en su cántico espiritual:

“Buscando mis amores,
iré por esos montes y riberas,
ni cogeré las flores
ni temeré las fieras,
y pasaré los fuertes y fronteras.

Es el camino de regreso desde los muchos hasta Dios, la Totalidad frente a la cual todas las formas devienen ilusorias (son apariencias que muestran y ocultan a la vez), impermanentes. La sabiduría es el camino que nos permite ver que toda forma es Vacuidad, Espíritu. Y por lo mismo nos hace tener una perspectiva relativizadora de esta crisis económica de Occidente, no nos hace ser insensibles a la misma pero sí ponerla en perspectiva, en la perspetiva del Ser, del Espíritu, nos permite ver el bosque desde la globalidad, no sólo el grupito de árboles afectados por una infección. Visión que no nos ha de dejar insensibles, pero sí serenos.

La compasión
Acabamos de decir que hay un sentido, una dirección de descenso en el camino que también sube. Es la compasión, es el amor. El hecho de que hayamos separado ambos sentidos para poder exponer mejor el tema no quiere en modo alguno decir que sabiduría y compasión o amor están separados, sean dos realidades, no, son una vez más dos caras de la misma moneda. No olvidemos nunca de que me estoy moviendo (al menos tratándolo) en la visión de la no-dualidad. Sabiduría y amor no son dos, sino que son no-dos.
Siguiendo en la distinción mental, nuestra mente es dual, hay que decir que el Espíritu se manifiesta en los muchos, y no sólo en los muchos sino como los muchos, los muchos son el modo de manifestación del Uno. Así que tanto una mota de arena como el humano más sabio han de ser tratados con el mismo respeto y compasión, teniendo en cuenta su valor intrínseco, no el relacional. (Me viene a la memoria en estos momentos la de disparates en nombre de las cosas más serias que nuestra ignorancia nos lleva a hacer con los animales y con el planeta). Y el Uno se manifiesta como los muchos por un acto de amor o compasión infinito, por pura bondad. Nosotros que no somos otros, sino el mismo Espíritu en tanto que manifestado, no en tanto que no manifiesto, tenemos que aceptar a los muchos con la misma exquisita compasión y amor con que nos dirigimos a Dios, pues como hemos dicho, son sus manifestaciones.

Toda auténtica espiritualidad se basa en este ascender y descender, en esta sabiduría y amor. El desapego de las formas y la unión de Dios con ellas serán la expresión no-dual de toda espiritualidad auténtica en el corazón del hombre.

La compasión, el amor, la comprensión que abraza en el Ser son actitudes fundamentales en las relaciones humanas en una situación de crisis, sea del signo que ésta sea, social, cultural, económica, de valores, moral...

En nuestro caso de crisis financiera, la solución económica no la va a dar la sabiduría, pero tiene que ser elaborada y realizada con sabiduría, tiene que estar impregnada de amor a los hombres, nosostros mismos, y a toda la creación, tiene que llevar la impronta de un abrazo que abarque a toda la humanidad y realice la seguridad mínima para cada uno que exigen los derechos más fundamentales. La solución tampoco la tiene que dar sólo la economía, que hasta hoy se ha mostrado totalmente falta de sabiduría y comprensión, aunque su aportación ha de ser clave. El cambio que se exige a la Humanidad es muy serio y ha de ser orientado hacia un sentido de profundidad que sólo la libertad que da la sabiduría puede realizar y con un amor que sólo la compasión, el vivirnos todos no sólo como hermanos, sino como lo que en profundidad somos, como el mismo Espíritu manifestado en múltiples formas, puede impregnar.

Jesús de Nazaret, el gran Místico, la plena Manifestación del Espíritu en la historia (para los cristianos, yo lo soy, el Señor) no hizo otra cosa en su vida. Él es y se manifestó Luz y Amor, Sabiduría y Compasión y pasó entre nosostros diciendo: Amaos unos a otros como yo os he amado, a la vez que no paraba de advertirnos: ¡Quien tenga oídos para oír que oiga! ¿Por qué?

¿Todo esto no es sino una simple utopía? Nos puede argüir nuestra cultura pragmática. Ciertamente para una visión puramente pragmática todo este planteamiento es una estupidez utópica, exactamente igual que el Reino predicado por Jesús de Nazaret y las experiencias místicas de todos los abanderados y pioneros de la conciencia. “Son pocos los sabios que en este mundo han sido” nos dice el gran místico, quizás no suficientemente conocido, Luis de León, por eso la solución sapiencial aparece como utópica a una enorme mayoría. Pero la solución permanente a los problemas humanos causados por nuestra falta de conciencia (normal en todo proceso evolutivo), de sabiduría y compasión, como las crisis de valores, las económicas, las bélicas, las necesidades básicas de toda la humanidad... sólo puede venir de la Utopía (ideal inalcanzable) que la sabiduría y la compasión nos hacen ver que es la verdadera Topía=Realidad (del griego topos:lugar), la única Topía, la Realidad inmanifiesta, el Espíritu en el cual vivimos, nos movemos y existimos (Pablo), del cual somos manifestación y apariencia.


José A. Carmona Brea

miércoles, 4 de agosto de 2010

Apunte sobre la cultura

Un apunte acerca de la cultura

Es muy normal en nuestra sociedad utilizar la palabra cultura. Pero particularmente en nuestros días, con motivo de la prohibición del “Parlament català” de que en el territorio de su jurisdicción se celebren corridas de toros a partir de enero del año 2.012, es insistente el recurso a dicho vocablo. Son los defensores del mantenimiento de las corridas los que utilizan asiduamente la palabra: “cultura” para apoyar su postura a favor de la llamada”fiesta nacional”. Se oyen constantemente, refiriéndose no al animal sino a las corridas, que “los toros son arte, son cultura, son tradición”,.

No voy a entrar en discusión sobre el tema (¡aunque llamar a España “la piel de toro”! Suena muy mal, es quedarse muy corto con la expresión...), sobre todo porque no es el objetivo de este escrito. Y también, porque cualquier discusión es inútil si sólo se habla a la razón, es necesario un cambio de conciencia (no sólo moral, también ontológica) y de actitud, de lo contrario la razón estará cerrada y “se obligará a Galileo a retractarse por decreto”. No sería posible hablar con un ciudadano de la Roma imperial de la conveniencia de comprar en el supermercado. Y las diferencias de conciencia no son sólo cronológicas. Este cambio entre otras cosas es don, un don que se entrega a todos, como la luz, pero tan sólo los que tienen el corazón abierto (las puertas de la casa abiertas) lo reciben en su interior. “Quien tenga oídos para oír que oiga” nos dice el Maestro de Nazaret, a todos llegaba su palabra, mas no todos la recibían. La razón buscará siempre motivos, no siempre auténticos, que “justifiquen” las actitudes preconcebidas, el ejemplo más patente lo tenemos en las “ideologías”.

Me está llamando mucho la atención el recurso constante que se está haciendo a la cultura para justificar en este caso las corridas de toros, pero podrían ser otros. Cuando afirmamos “eso es un fenómeno cultural” esperamos que nuestra sentencia sea definitiva y sin apelación posible. Por el mero hecho de ser cultural parece que cualquier cosa queda plenamente justificada. Ante tamaño desatino no puedo guardar silencio. Estoy percibiendo que la palabra “cultura” tiene en cada (casi) boca que la utiliza un significado diferente, no significa lo mismo para un torero que carece de formación alguna, para un erudito en las artes plásticas, para un investigador, para un político... Por descontado que dicha palabra es ambigüa, tiene varios significados, pero lo que no puede tener nunca es un significado distinto para cada persona, que es lo mismo que no tener significado alguno. Sinceramente deseo que cualquier persona que me afirme: “eso es cultura”, me explique a su vez qué entiende por cultura (erudición, arte, creatividad, información, conocimiento, técnica, vida, costumbre, tradición ¿cuánto tiempo necesita algo detrás para ser tradicional?, escritura manual, forma de conciencia, culturismo físico, capacidad atlética, conocimientos musicales... o todos ellos a la vez). Cuando un vocablo sirve para significar muchas cosas, termina no significando nada, por ejemplo: cosa, es un simple comodín. Puede significarlo todo, así no significa nada salvo por el contexto que será el que le dé el significado concreto en cada caso.

Me preocupa muy seriamente las afirmaciones que se están propagando por los defensores de las corridas, también por los políticos que las defienden, en el sentido de que los toros (las corridas de) son un bien cultural. ¿Qué significan con eso de “bien cultural”? Me encantaría que me lo describieran, no pido una definición, sino una simple descripción que nos pueda situar a todos sobre el mismo tema.

Por mi parte en este breve escrito voy a acudir al “Diccionario de la lengua española de la Real Academia”.

Dicho diccionario (normativo y por lo tanto conductivo para los que hablamos esta lengua) dice que cultural es lo perteneciente o relativo a la cultura.

Y a cultura le da varios significados (es ambigüa o polivalente):

Etimológicamente procede del latín “colo, colui, cultum” = cuidar el campo, labor agri, agri-cultura: “cultura” = cultivo (del campo). Es claro que a este significado no se refieren los que hablan de cultura en los debates taurinos.

Anteriormente por culto se entendía el homenaje que se tributa a Dios. A éste significado tampoco.

Resultado o efecto de cultivar los conocimientos humanos y de afinarse por medio del ejercicio las facultades intelectuales del hombre.
Creo que en este sentido en modo alguno puede ser aplicada la palabra cultura al mundo de los toros. Poco refimamiento hay de facultades intelectuales en este mundillo. Lo cual no obsta para que muchos periodistas y adláteres publiquen escritos sobre el tema, a veces muy bien elaborados.

Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época o grupo social, etc.
Algo podría aplicarse bajo el amparo de este significado. Se trata claramente de una costumbre, cuyo alcance social habría que calibrar y de una expresión artística que habría que reconsiderar dentro de todas las dimensiones de lo humano, la de la Verdad, el Bien y lo Bello. Hay muchas formas artísiticas que no se pueden seguir realizando hoy por muy “culturales” que sean, como las pinturas rupestres, por poner un ejemplo. No digamos ya otras formas interpretadas en su tiempo como artísticas y que eran verdaderas aberraciones humanas vistas desde la perspectiva del mundo actual, como la costumbre china de vendar los pies de las niñas hasta deformárselos, para que estuvieran bellas. Lo Bello es una invariante en el ser humano, la percepción de lo Bello es perecedera y cambiante. Esto sólo no puede justificar por sí mismo la pervivencia por tiempo indefinido la costumbre. Y la crueldad no tiene cabida en una conciencia sensible a la Red de la Totalidad.

Por último, habla el Diccionario de cultura popular: conjunto de las manifestaciones en que se expresa la vida tradicional de un pueblo. Evidentemente este sentido cae de lleno en las corridas, pero tenemos que concluir que han de tener en principio el mismo valor cultural que los bailes de las fiestas populares, por ejemplo. Y que no todas las manifestaciones populares muestran un acercamiento de la conciencia a lo Bello, o Bueno, sino todo lo contrario

Por supuesto que no todos los significados de la palabra cultura tiene el mismo valor para la humanidad y su evolución. Lo que ha conseguido la cultura en las ciencia médicas no es comparable al hecho de tirar una cabra desde el campanario de una iglesia (una costumbre popular que expresa la forma de ser de un pueblo) o que los toros embolaos de las tierras del Ebro (algo similar a lo de la cabra). Hay valores e infravalores... y todo ello cabe en el campo semántico de la palabra cultura, salvo que queramos ser ruducionistas y quedarnos sólo con lo que entendemos como bueno. Se habla y con razón de la “cultura de la guerra”. No podemos decir, por desgracia, que la guerra no sea una costumbre entre los pueblos.

No es tema de este escrito calificar la fiesta llamada nacional, así que en ello no entro. Sólo una confesión personal, que muchos conocen, yo fui muy aficionado a las corridas de toros, y durante dos años capellán de la plaza de toros de Cádiz (antes de que la derruyeran), allá conocí a toreros muy famosos de la época: Paco Camino, Rafael Ortega, Palomo Linares, El Cordobés...

Quiero recordar en estos momentos algo que dije ya en mi blog sobre el miedo existencial a la muerte, porque tiene que ver con el concepto de cultura. La cultura es la historia de lo que ha hecho la humanidad para luchar contra la muerte, para distanciarla en el tiempo. Y entre los elementos culturales de la época mágica, cuando la conciencia aún estaba en pañales, el hombre creó los sacrificios sustitutorios, cuya sombra se alarga hasta hoy en las corridas de toros, por eso también, éstas son cultura, porque son herederas de los sacrificios sustitutorios pre-neolíticos o neolíticos, pero cultura pre-neolítica, generada por una conciencia en ciernes, por una Diosa (la Gran Diosa) sedienta de sangre, generada por unos hombres que no habían abierto aún los ojos a la comunión con la Totalidad.

Por ello las corridas de toros, entiendo, son un bien cultural, o sea, son cultura que muestra algo de la forma de vivir de un pueblo, pero cultura de la época mágica de la humanidad, como pueda ser el Vudú, el animismo, los sacrificios rituales... o escribir en papiros y alumbrarse con lámparas de aceite. ¿Son un ancestro que aún sobrevive?


José A. Carmona