sábado, 16 de agosto de 2008

CRECER

CRECER

Crecer es desarrollarse, el desarrollo es evolución y la evolución es transcendencia. Dice Erich Jantsch: “La evolución es autorealización a través de la autotranscendencia”.1 Y el objetivo final de la transcendencia (trans scandere, subir por encima y a través de) del crecimiento es la Conciencia de Unidad esencial en sólo Dios, lo que en la visión cristiana se llamaría la integración plenamente consciente en la relación que es la Trinidad. Esta es la finalidad de todo crecimiento desde el punto de vista religioso y el conocerla actúa y transforma profundamente la vida del conocedor. No podemos separar theoria y praxis sin caer en el dualismo.
El problema de la transcendencia ha preocupado y ocupado intensamente a todo pensador, que no es sino el amante (filo - sofo), interesado por la Realidad, pues todo filósofo, que no se contenta con una mera visión sensible, sino que quiere llegar al fondo del ser, a contactar siendo él mismo aquello con lo que contacta, es consciente de que todo evoluciona, o sea, de que todo se transciende. Cuando el hombre sale por el mar y por el bosque en busca de la Realidad, lo que busca es su propia voz, nos dice Tagore, convencido no sólo de que todos los humanos somos uno, sino de que lo somos todos los seres, o participamos en la relación trinitaria.
Transcender es lo mismo que desarrollarse, crecer o evolucionar (es negar y asumir a la vez lo inferior en lo superior2, como dice Hegel. Se niega lo individual, se asume lo colectivo y se añade un plus que emerge, así el hidrógeno -gas- se une al oxígeno -gas- y forman el agua -líquido-.), pero, parece que cuando se usa dicho término, estamos hablando de grandes cuestiones metafísicas, totalmente pasadas según los postmodernistas, y puede que así sea y lo haya sido en el pasado, pero, no necesariamente, por eso he titulado el presente escrito: “Crecer”, palabra que a nadie espanta, parece ser, y en buena medida es sinínima.

No pretendo más que aportar unas reflexiones, no escribir un tratado, que ayuden y me ayuden a entender que el crecimiento no sólo ha de abarcar el Amor hecho Servicio, cosa indudable, sino que ha de extenderse a todas las líneas de desarrollo de la persona. Y, por hacer un inciso destinado a quienes creemos en Jesús, el Cristo, quiero recordar que el gran evangelio del Amor (el IV), lo es también del Logos, de la Luz, del Agua, del Nacimiento por el Espíritu, de la Vida, de la Vid... todos símbolos que han de ser comprendidos en un abrazo sin dualidad por el hombre, en el que la mente es corazón y el corazón es mente, símbolos que requieren del Tercer Ojo, el de la contemplación, el de la sabiduría, para ser integrados en la vida, como nos enseñan los buenos escolásticos y recordar también a San Pablo en su primera carta a los Corintios en la que nos habla de los diferentes carismas y un solo Espíritu, y que cada uno ha de servir a los otros según su propio carisma y siempre en el Amor (Cap. 12,13,14). En el camino cristiano caben tanto S. Pablo, intelectual e iniciador de una teología cristiana, que ha inspirado los siglos posteriores, como una Madre Teresa de Calcuta que hizo su camino sirviendo a los marginados. Las fronteras que separan a la mente y el corazón las hemos puesto los hombres, son creación de nuestro raciocinio imperfecto, no son reales, como todas las fronteras que aparecen en nuestra conciencia. No hay Luz sin Amor, ni Logos sin Espíritu, no hay Trinidad sin relación de Fuerza, Originado y Amor. Cristo tanto es Luz como es Amor, es todo Amor y todo Luz sin separación ni división. Y la Luz y el Amor son no dos, son Servicio para que toda la humanidad y el Kosmos puedan ser el Reino.

Dicho esto, paso a la reflexiones prometidas.
En los últimos decenios se está desarrollando un estudio global (algo antes impensable) que cuenta todo lo que las distintas culturas habidas y actuales nos han dicho sobre el ser humano, a este estudio, que es obra de muchísimos expertos y pensadores, se le llama enfoque integral. En él se distinguen cinco elementos fundamentales de la Realidad y por ello del hombre, que son: “los cuadrantes, los estadios o niveles, las líneas,los estados y los tipos” Elementos que no son simples conceptos teóricos, puesto que en todo momento están disponibles en nuestra conciencia que no es sino el vacío donde aparecen en todo momento estos elementos. Atendiendo a los cinco, el enfoque integral del hombre nos permite vernos a nosotros mismos y al mundo que nos rodea (empezando por el resto de los humanos) de un modo más compre(he)nsivo y eficaz.
Tratar sobre estos cinco elementos nos podría alargar mucho esta pequeña reflexión, por lo que voy a limitarla, de momento, a uno de ellos: el de las líneas de desarrollo (o crecimiento), que posiblemente sean las que más claramente nos muestran la evolución individual del hombre3. Pero antes, repasemos muy brevemente lo que son estos cinco rasgos de nuestra conciencia.
Los cuadrantes. Todo ser, si hablamos dentro de una ontología que se remonta hasta Platón y Aristóteles, o todo holón4, si hablamos con la visión que aporta una psicología evolutiva, tiene cuatro aspectos indisociables e irreductibles unos a otros que son:
el aspecto exterior individual (físico, material, corporal),
el aspecto interior individual (subjetivo, espiritual, intencional),
el aspecto exterior colectivo (lo social y la sociedad)
y el aspecto interior colectivo (la cultura y todo lo que conlleva).

Los estados de conciencia son realidades subjetivas, lo cual no quiere decir que sean caprichosas o arbitrarias5, sino que se dan en el mismo sujeto, en su interior y son tan reales como aquellas cosas que la ciencia llama objetivas. Hay muchos estados de conciencia como los meditativos (inducidos por una técnica), los alterados (inducidos por drogas), la experiencias cumbre( inducidas por experiencias intensas como oír buena música o ver bellos cuadros...).
Las grandes tradiciones de sabiduría sostienen que los tres grandes estados de conciencia son:
la vigilia,
el sueño con sueños
y el sueño sin sueños.

Los estadios o niveles de conciencia, son también subjetivos, o interiores al sujeto, no son temporales como los anteriores, sino permanentes y representan los hitos reales del proceso de crecimiento. El número de estadios es relativo, está en función de la escala de medir que se utilice, como pasa con todo lo que crece. Por ejemplo, ¿cuánta distancia hay entre dos puntos? La respuesta depende de que se utilicen metros, decámetros, hectómetros kilómetros para medir... el número con que expresamos la distancia será distinto, pero la distancia siempre es la misma.
Los estadios se llaman también niveles de desarrollo. Lo más normal es que se empleen entre ocho o diez niveles, los más altos de los cuales sólo lo alcanzan y han alcanzado los místicos. Estos niveles o estadios tienen mucho que ver con los memes que expuse en mi entrada anterior en este blog, titulada del “dualismo en la política”6. Hay quienes utilizan tres:
preconvencional o egocéntrico,
convencional o etnocéntrico
y postconvencional o mundicéntrico.

Los tipos son factores que pueden hallarse en todos o casi todos los estados y estadios, por ejemplo, masculino y femenino, sano o enfermizo...

Y las líneas...

Todos somos conscientes de lo irregular que es el crecimiento o desarrollo tanto en el cuerpo como en el alma, por usar unas palabras y unos conceptos (cuerpo y alma) que abundan en nuestra cultura. En el caso del cuerpo el desarrollo o crecimiento casi que lo hemos reducido a ser más grande en tamaño cuando se es adulto que cuando se es bebé o niño, pero, siempre será interesante recordar que no por mucho que crezca un/a niño/a para convertirse en hombre nunca tendrá ni un sólo músculo, ni un sólo hueso... más, si lo tuviera no crecería propiamente sino que se deformaría; aumentará el tamaño del corazón y del estómago... pero no cambiará su función. Sería estúpido afirmar que el niño/a no ha evolucionado físicamente porque mantenga la misma función del corazón, o el mismo número de huesos cuando llega a la edad adulta.
Pero, acercándonos a los niveles de la conciencia (no sólo de la moral, ni de la cognitiva, sino de la conciencia sin epítetos), nos damos cuenta de que vemos totalmente normal que el crecimiento sea muy desigual en unos aspectos de ésta con respecto a otros. Por ejemplo, puede una persona tener una erudición médica excepcional y carecer casi por completo de una moralidad adecuada, o puede una persona ser un/a gran artista en pintura y mostrar una inmadurez emocional o ser un depravado en el trato con las personas del otro sexo...
Howard Gardner ante este hecho esbozó la idea de las inteligencias múltiples.
Los hombres disponemos de una variada gama de inteligencias y unas crecen más que otras. Estas inteligencias múltiples son las líneas de desarrollo o crecimiento y hemos de ser conscientes de que unas son nuestras fortalezas y otras nuestras debilidades. Hemos de descubrir en qué sobresalimos, o somos mejores, porque en eso es en lo que hemos de prestar nuestra mayor colaboración para que este mundo sea cada día un poco mejor; el futbolista jugando al balón, el intelectual ofreciendo luz, el artista belleza, el político gestión adecuada a la sociedad... y todos dando pan al que tiene hambre, pero sobre todo enseñándole a conseguirlo (cuando sea posible) y siempre ayudándole a ser hombre.
Las inteligencias múltiples más estudiadas por los expertos son:
la cognitiva (¿De qué soy consciente?),
del yo (¿Quién soy yo?),
la de los valores (¿Qué es significativo para mí?),
la interpersonal (¿Cómo deberíamos relacionarnos?),
la moral (¿Qué debo hacer?),
la espiritual (¿Cuál es la preocupación última?), aunque sobre ésta hay una discusión entre los evolucionistas o desarrollistas, que en otro momento trataré,
la de las necesidades (¿Qué necesito?),
la kinestésica (¿Cómo debería hacer esto?),
la emocional (¿Cómo me siento al respecto?),
la estética (¿Qué es lo que más me gusta?).
Y dentro de cada una de estas caben otras y otras... La riqueza de la personalidad que tiende a la plenitud es inconmensurable, y la personalidad no es el límite del hombre7.
Todas estas líneas se desarrollan de forma relativamente independiente como ha mostrado la investigación sobre las mismas. Parece que las diferentes líneas de crecimiento son tipos de respuestas a las preguntas que la misma vida nos hace8.
Estas líneas crecen, van desarrollándose a lo largo de los niveles o estadios de los que hemos hablado anteriormente, y por escoger la división de estadios allá apuntada de tres grados diríamos que la línea moral, por ejemplo, va desde el estado egocéntrico o preconvencional del niño, que sólo se tiene en cuenta a sí mismo, al estadio convencional o etnocéntrico en el que considera al otro, pero sólo al que es de mi propia tribu, raza, nación, ideología, creencia, partido político o equipo de fútbol, para por último llegar al postconvencional (al que no todos llegan) o mundicéntrico que supera todas las fronteras impuestas en el estadio anterior, y considera al hombre por ser tal y más allá a la Totalidad del Kosmos que todo lo engloba, lo manifiesto (que siempre es relativo, como nuestra propia vida temporal9) y lo no manifiesto. Esto lo han estudiado detenidamente todos los desarrollistas, como es el caso de Carol Gilligan, Maslow, Piaget, Loevinger... y todos están de acuerdo en que no se ha llegado a un nivel superior que no pueda ser superado, el crecimiento está abierto... ¿hasta el infinito?.
Esto aplicado en cada línea es crecer y madurar. Lo que hoy es el nivel medio más alto adquirido en una línea, estado o visión mañana no lo será, pues la humanidad va siempre transcendiéndose, o sea creciendo en intencionalidad, cultura, relaciones interpersonales, conocimiento, amor, relaciones sociales, ciencia, arte..., aunque lo haga muy lentamente, con verdadera paciencia histórica. Comparemos, simplemente, al hombre de hace ocho mil años con el actual, para darnos cuenta de que la humanidad globalmente y, pese a sus involuciones, a veces largas, sigue caminando hacia el Punto Omega que nos dice Theilard. Y que individualmente el hombre también camina y crece, aunque parece que en estos tiempos lo hace aceleradamente en tecnología (que también es caminar) y casi no camina, o son pocos los que lo hacen, en humanidad, amor y servicio, pero, abramos bien los ojos...

José Antonio Carmona