jueves, 27 de enero de 2011

Breve apunte sobre la NO-DUALIDAD

LA NO-DUALIDAD O EL UNO-SIN-SEGUNDO

Con la intención de no hacer largos artículos, difíciles de leer, voy a ir diviendo en pequeñas partes, organizadas en torno a unas ideas centrales, este tema que ha llenado libros de muchas páginas.

Primera parte

El estudio de la No-dualidad no ha sido frecuente en el cristianismo en general y en el catolicismo en particular. Su sabiduría está presente, aunque no de forma abundante, en los legados de los místicos tanto del pasado como actuales. Si ahondamos en maestros de la mística cristiana como el Pseudo-Dionisio, Eckhart, Juan de la Cruz, Silesio, Tauler, sin olvidar a Nicolás de Cusa con su “docta ignorantia”... (e incluyendo a los actuales, o cercanos en el tiempo, que han bebido de las fuentes universales del Espíritu, como Merton, Guenón, Panikkar, Jäger, Wilber,) podremos ver cómo en su apofatismo, en su nihilismo radical pero positivo -en nada similar al negativo de muchos postmodernistas ultras- está el germen fecundo de la No-dualidad, del Uno-sin-segundo. Ya en el evangelio vemos a Jesús de Nazaret diciéndole a Felipe (Jn 14,8ss): “Quien me ve a mí ve al Padre...” Y en esta línea de unidad-identidad, no exactamente de No-dualidad, abundan todos los capítulos siguientes del evangelio, llamado, de Juan, pese a que en 14,18 Jesús se muestre contento de ir al Padre porque “el Padre es más que yo”. Pueden leerse con mente abierta, tanquam tabula rasa, sin ningún prejuicio cultural -ni dogmático-, si ello fuera posible, los capítulos 12, 14, 15, 16 de dicho evangelio. La institución católica interpretó todo lo dicho sobre Jesús en la línea de la dualidad, no otra era la línea de pensamiento de la filosofía platónica y neoplatónica, mas pese a ello, las experiencias de algunos místicos cristianos se escaparon de la misma por lo hilos de lo que ellos mismos habían vivido, no imitando a Jesús, sino asumiendo en sus propias vidas las mismas experiencias que Él vivió -la No-dualidad-, aunque la interpretación de tales experiencias se hicieran a la luz del pensamiento dual.
La libertad a la que lleva la vivencia de lo No-dual, que a Jesús le costó la vida (Jn 19,7), a la mayoría de ellos les costó la condenación como herejes. En cambio otros muchos cristianos han sido canonizados simplemente por ser instrumentos dóciles de la institución. Es un hecho. No lo juzgo, lo enuncio.
El tema de la No-dualidad, pues, apenas ha sido estudiado en el Occidente cristiano, y sobre todo como digo católico, que siempre ha estado bajo la amenaza (o de muerte por la Inquisición o de excomunión por el Santo Oficio), que siempre ha estado obsesionado por el riesgo de panteísmo (que es totalmente dual), que siempre ha estado sometido a la dualidad de la razón incluso en las experiencias de sus místicos. (No soy partidario de separar con una barra los masculinos y femeninos de algunos nombres o adjetivos, por ejemplo místico/a, porque pienso que es caer en lo que ingenuamente se quiere eliminar: el machismo y su consecuencia ineludible, el feminismo. El final en o de dichas palabras es indicativo de lo humano sin exclusión, sin separación entre varones y mujeres. Cuando pretendemos ir hacia la unión creamos, sin querer, muchas veces más separación)

La No-dualidad no es ningún dogma, ninguna doctrina, ningún método espiritual, ni siquiera un simple conocimiento tal como lo entendemos en la cultura occidental. Desde Platón, pasando por Aristóteles y Descartes (grandes genios del pensamiento), entendemos que el conocimiento es una aproximación conceptual a la realidad (para el francés fundamentada en la certeza racional). Cuando se da la adecuación entre realidad y representación mental, decimos que estamos en la verdad, que nuestro conocimiento es verdadero. Los criterios para certificar dicha adecuación son variados. Sin embargo, hay otro conocimiento más profundo, que no consiste en una mera interpretación de la realidad, sino en una identificación -no solamente unión- con la misma, y hacia él apunta nuestra experiencia, hacia él apunta en ocasiones la palabra “conocimiento” en la misma Biblia. En el conocimiento conceptual o por interpretación la dualidad entre sujeto y objeto permanece, es más es la base sobre la que puede existir dicho conocimiento representacional, el objeto siempre queda fuera del sujeto y por eso ha de ser -y puede ser- representado. La verdad en este caso nunca es total, se reduce a un mapa del terreno, nunca es el terreno. En el conocimiento por identidad la verdad es total, no existe el mapa, no existe representación, sólo el terreno, no existen sujeto y objeto sino una realidad: la experiencia, no hay dualidad, hay Uno-sin-segundo, lo A-dual.

La No-dualidad es sabiduría. Experiencia que transforma. Conocimiento que cambia la vida. Metánoia (¿nos suena del Nuevo Testamento?). Saber no es creer que la realidad es así, es mucho más, es experiencia plena de la Vida. Saber no es erudición. Es corriente en nuestra sociedad la expresión: “Ése sabe muchísimo, es una eminencia”, aplicada a los expertos en cualquier materia (sobre todo en los médicos ¡Importancia casi exclusiva de lo físico!), cuando no existe tal saber, sino una buena erudición como mucho. En esta confusión popular entre saber y conocer, así como en otras muchas confusiones, ha tenido buena parte de responsabilidad la exclusión de lo profundo -interpretado como infantil- que ha venido sucediendo desde la Modernidad y que nuestra sociedad tiene asumida hasta los huesos.

La No-dualidad es sabiduría. Y sabiduría es un conocimiento que transforma, de modo que si no hay transformación, no hay saber, puede haber en muchas ocasiones conocer, pero siempre se trata de conocimiento por interpretación, de exclusiva racionalidad. Un conocimiento que no me alimenta, que siempre es ajeno a mi yo aunque llene mi ego, es una realidad que no he comido, ni digerido, ni asimilado. La razón lógica, que a la mayoría de los hombres parece el punto máximo de la evolución humana, no puede alcanzar más que este conocimiento lógico, conceptual o dual. Es más, es ella la misma creadora de la dualidad.
Mas la evolución humana llega, y ha llegado, más allá de la mera razón, ha superado la dualidad y ha experimentado el Uno-sin-segundo, o lo que es lo mismo, la No-dualidad, pero sólo en casos muy contados -miles en la historia-. La enorme mayoría -miles de millones- seguimos aún a la exclusiva sombra de la razón, cuando no de la magia o del mito, y si vislumbramos la No-dualidad, tenemos que utilizar nuestra visión y nuestro lenguaje duales para poder indicar que hay algo más allá (incluso más allá de lo que entendemos por ontología, que es dual, como apunta Heidegger) de las divisiones, de las oposiciones: ser-no ser, bueno-malo, sujeto-objeto, vida-muerte, hombre-mujer, animado-inanimado, creador-criatura (salvo que la criatura no se vea o contemple como lo opuesto al creador, ni como parte o emanación del mismo, ni como lo otro en oposición al Otro),... Que la auténtica Realidad está más allá de nuestra razón dual. Para ello, tenemos que dejarla atrás. Por eso, la No-dualidad puede ser indicada, comunicada, señalada, pero no explicada racionalmente. Ya he dicho: es mera experiencia de la Vida, no interpretación de la experiencia. Aunque en nuestra conciencia limitada siempre unamos experiencia e interpretación, hemos de saber distinguirlas.

¿Quiere esto decir que no hay doctrina no-dual? En absoluto. La No-dualidad es una sabiduría y la sabiduría también es conocimiento, aunque no exclusivamente. Es más la No-dualidad tiene pretensiones de universalidad, es filosofía (filo-sofía) no en el sentido académico actual pero sí en el etimológico, es sabiduría perenne. Por lo mismo existe un cuerpo doctrinal no-dual que permanece vivo en todas las tradiciones tanto de India (budismo zen, vedanta), como de China (taoísmo), como del mundo griego (pitagorismo), islámico, cristiano (sufismo, gnosis)... Este núcleo doctrinal está dirigido fundamentalmente a enfocar la manera de transcender la razón y parte de la certeza intrínseca de lo real, abandonando todo dogma, creencia y supuesto. Sólo la experiencia viva -y cotejada con las de muchos-, afirman los expertos , puede tener carácter de universalidad. La No-dualidad es esta experiencia, la doctrina es simplemente eso: doctrina sobre la No-dualidad, un indicador que señala hacia la experiencia.

En modo alguno niego la validez y la necesidad de la doctrina. Cuando no conozco la carretera, necesito un indicador, o un mapa, que me señale hacia dónde voy para no equivocarme de dirección, pero el indicador de tráfico, o mapa, por mucho que lo necesite no es la carretera y sólo me sirve para orientarme, no para caminar por él. Si me quedo en él nunca llegaré a mi destino. La doctrina es necesaria, nunca universal ni perenne, ni puede sustituir la experiencia, no puede sustituir al conocimiento que da el amor. No me puedo quedar en ella.

Dice Nisargadatta, uno de los grandes místicos advaitas del siglo XX, en su obra clave “I am that” (Yo soy eso) que cualquier tipo de alienación o extrañación es ilusorio. Todo es uno (pág. 205). Estas palabras, como toda la visión no-dual, o a-dvaita del Vedanta, pueden ser muy mal interpretadas si se las juzga con una lógica racional. Lo ilusorio normalmente lo identificamos con irreal o ficticio, y así define la palabra -ilusorio- el diccionario de la RAE, mas en el pensamiento hinduista lo ilusorio no equivale a lo irreal, sino a lo relativamente real frente a lo absolutamente real. El mundo en el que vivimos, el de la multiplicidad, el de la dualidad, el del sufrimiento, el del tiempo y el espacio... es sólo el mundo manifiesto y relativamente real o ilusorio. Este mundo manifiesto es la apariencia (velo y manifestación a la vez) del mundo no manifiesto, del mundo absoluto que es el “absolutamente real”. Aquel, el mundo manifiesto, en tanto es real en cuanto que es apariencia de lo Real, del Absoluto. Sin lo Absoluto el mundo manifiesto sencillamente no es. Por descontado que son no-dos. No es posible entenderlo racionalmente, sólo contemplado por el oculus contemplationis: nuestra miseria es “también” el Espíritu.
Otra de las palabras que no podemos interpretar con nuestra visión occidental matemática o cuantitativa es la palabra: Uno. Se trata aquí del Uno-sin-segundo, ni tercero, ni cuarto, ni ningún otro. Uno sin exclusión, nunca unidad de muchos, siempre Totalidad. Nuestros conceptos matemáticos son eminentemente duales, cuando hablamos de uno, estamos diciendo lo no múltiple o plural,lo que no tiene partes. Uno sin opuesto. No se trata de uno por exclusión, ni por integración, pues ambos conceptos suponen la dualidad de lo real. Siempre entendemos la realidad como oposición a, o exclusión de (la consabida “materia específica” de nuestra mente racional). Aquí, en la No-dualidad, en el pensamiento a-dvaita no tiene cabida esta visión.
Lo mismo sucede con la palabra todo. Cuando hablamos de todo, estamos oponiéndolo a nada. Pero este todo del que habla Nisargadatta abarca también la nada, es todo y nada a la vez, no hay exclusión. La exclusión también es todo. El Todo no tiene contrario.

En la No-dualidad el conflicto no existe. Nunca hay oposición. Darse cuenta de ello es la iluminación. Iluminación en la que ya estamos, pues si no estuviéramos en ella, habría algo fuera de ella, habría dualidad. Aunque en la mayoría de los casos nuestra conciencia temporal, afanada en las formas duales aparentes, no cae en la cuenta de que el momento eterno -el ahora- es ya la Iluminación. Ese no caer en la cuenta es también la manifestación temporal de lo eterno, de lo no-temporal, de lo no-dual.

Esta afirmación: “Todo es uno” no es lógica, sino trans-lógica. No es una proposición doctrinal, racional, menos aún un dogma que hay que creer, es una simple invitación a una constatación por la experiencia personal de cada uno. La No-dualidad no es una doctrina que tengamos que aprender, aunque tenga, como se ha dicho, su núcleo doctrinal, sino una simple indicación.
Si se tratara de una afirmación lógico-lingüística, sugeriría, como dice M. Cavallé, la dualidad entre lo uno y lo múltiple, porque entraría en la naturaleza del pensamiento racional-discursivo que siempre es dual, binario, relacional. Por esta razón no se habla de Unidad, sino de No-dualidad, de No-Dos o en todo caso del Uno-sin-segundo. La No-dualidad es algo distinto de lo que siempre pensamos al decir Unidad, pues en nuestra mente no cabe hablar de lo uno sin que surja la comparación, la confrontación, la multiplicidad. No conocemos otra cosa, nuestra mente no puede ir más lejos. Por eso se habla de No-dos, de Uno-sin-segundo, lo No-múltiple que abarca tanto lo Uno como lo Múltiple. Estamos hablando en lenguaje dual de lo que no es tal. Repito, pues, Uno-sin-segundo: una invitación a experimentar lo Real, el Misterio, Dios, la Trinidad, Alá, la Nada, el Cristo, el Buda, el Significado último de la existencia, la Vida -no meramente nuestra situación de vida-...; nunca una proposición lógica para ser entendida con la mente.
Yo, José Antonio, me vivo en esta mi situación concreta de vida y por múltiples razones, que ya expuse en este blog, como cristiano, pese a los más diversos juicios que se puedan hacer sobre mi pensamiento y mis actos desde las más variadas perspectivas. Y por lo mismo quiero citar aquí al gran maestro dominico Eckhart (+ 1328), catedrático de teología en la Sorbona, como antes lo habían sido Alberto Magno y Tomás de Aquino, -condenado por hereje por Juan XXII ( bula: “In agro dominico”) que no fue modelo de santidad precisamente-, dice Eckhart: “Las criaturas todas llevan en sí una negación. Una niega ser otra. En Dios hay una negación de la negación,... porque nada es fuera de Dios...”(Sermones. Ed Siruela). El Padre, Dios, aparece en sus sermones como el Uno-sin-segundo, presente en todo y en nada. Quiero resaltar la fascinación que Eckhart ha ejercido sobre los grandes pensadores europeos posteriores, entre ellos: Heidegger, Dürckheim, Wilber, Panikkar a través de cuyos escritos conocí mejor a Eckhart.

No puedo menos que expresar aquí un sentimiento que me embarga desde hace tiempo: ¡Me parece tan burdo, y tan absurdo, querer demostrar, o negar, racionalmente la existencia de Dios! ¿Acaso tengo que llegar a tener sangre, es esto objeto de demostración? Afirma Plotino: “Tú me preguntas cómo podemos conocer el Infinito. Te contesto: no con la razón” Citado por Wilber en Eye to Eye. Y en esta línea todos los místicos, incluso Tomás de Aquino, el de las famosas cinco vías, al final de sus años cuando reconocía que cuanto había escrito no era más que paja.
Una sensibilidad especial para percibir esta gnosis o sabiduría del Uno-sin-segundo la he percibido en el evangelio de Juan y más aún en el “apócrifo” de Tomás.

La afirmación de que todo es No-dos (Uno), o Dios, o Misterio, o Realidad, o Vacío, o Absoluto no es en modo alguno una conclusión filosófica, ni una explicación verbal de la Realidad. El Misterio es algo tan inefable, tan cercano, tan interior, tan simple y obvio que por ello mismo no puede ser apresado ni en las palabras ni en los conceptos, no hay forma alguna de definirlo, como no la hay de salirse del mismo. Si se pudiera definir tendría que serlo desde la exclusión, desde afuera, desde algo que no estuviera incluido en la definición y que por lo mismo estaría fuera del Absoluto, por lo que dejaría de ser tal pues lo de afuera no sería el Absoluto, dejaría de ser No-dual. Ni siquiera es algo que se pueda experimentar, porque no es algo, una cosa, un objeto. Y si lo experimentáramos tendríamos una dualidad: el que experimenta y lo experimentado. Es sencillamente “experiencia”, “conciencia”. “Ni campana que tañe, ni oído que la percibe (sería dualismo), sencillamente tañido”, como dice un maestro zen. Por eso los advaitas y los budistas zen lo llaman Vacío: no-algo, no-cosa. En esta línea escribe Nagarjuna (del siglo III), fundador de la escuela budista del Vacío, y uno de los sabios más influyentes del budismo mahayana:

“No puede llamársele vacío ni tampoco no vacío,
ni ambos ni ninguno de ellos,
pero para designarlo
le llamamos “Vacuidad”
Continuaré con unas reflexiones sobre el Uno-sin-segundo en el próximo escrito.

José A. Carmona