sábado, 30 de marzo de 2013

A mi esposa, Paqui




Quiero, por medio de mi blog y el de Compañía-19, hacer público el bien que de mi esposa recibo.
La amo con todas mis fuerzas y pienso, como dije en la dedicatoria de mi segundo libro, que ella también y de manera especial es lo Divino hecho presente en mi vida, aunque, a veces, a mí mismo me cueste descubrirlo.
Paqui me ha inspirado en muchísimas ocasiones. También me ha inspirado este poema

José A. Carmona


Belleza
(Las pinturas de Paqui)


Esa luz hecha mujer,

llamada Paqui Vallejo,

que en el pasado buscaba

con mi corazón sediento,

hoy me inunda con sus cuadros,

y sacia mi ser inquieto

con la belleza que plasma

en sus lienzos y en sus gestos.

Por ello, a ella canto

un cantar con estos versos:


“En el Silencio que al ser genera,

en el Vacío que el Espíritu fecunda

para que la luz y los mares sean

nace Paqui, Cauce abierto,

que la Belleza inunda

y perfora con su encanto.


Y el Espíritu la hace Don,

generosa entrega de gracia,

que en colores y luces,

sombras y contrastes…

                     muestra

ese Primor que en lo íntimo cobija.


Lo que sus sentidos palpan

y su corazón engendra,

transformado en pinturas,

nos lo ofrece en regalo

de comunión de vida que supera las distancias.


En su obra,

los detalles, la mezcla de colores,

las luces y las sombras,

el uso de los ocres,

el cromatismo de los mares…

Y hasta el olor de los cuerpos

plasmado en rojos y azules,

naranjas y violetas,

se alzan de sus cuadros

abrazando en su múltiple hermosura

mi corazón esperanzado,

mis entrañas sensibles al toque del Espíritu,

en que ella se transforma,

cuando recrea lo bello

con pinturas que, allende los límites,

resuenan en una sinfonía

de vida inacabada.”


Esa luz hecha mujer,

llamada Paqui Vallejo,

hoy me inunda con sus cuadros

y sacia mi ser inquieto

con la belleza que plasma

en sus gestos y en sus lienzos.


José Antonio, con Amor.
Marzo 2013


viernes, 22 de marzo de 2013

MI FE (continuación...4ª)






            Ya en el segundo de estos escritos sobre mi FE describí lo que la ésta es en mi vida. De todos modos, al analizar lo que es la FE se ha de tener en cuenta que el término “fe” es polivalente, cosa que desde el principio vengo diciendo de un modo u otro.

            Ahora mismo, mientras escribo estas líneas escucho la misa de difuntos gregoriana. Una  maravilla de música. En estos momentos el coro está cantando la estrofa de la secuencia Dies irae: “inter oves locum presta et ab haedis me secuestra, statuens in  parte dextra…” Recordemos también el responsorio in exsequis: “Libera me, Domine, de morte aeterna, in die illa tremenda; quando coeli movendi sunt et terra…” ¿Qué tipo de fe está expresando? ¿Algún teólogo actual sostendría la doctrina-fe que se expresa en la secuencia? ¿Ni lo que dice la liturgia de difuntos? Sin duda alguna que la mayoría de quienes crearon los textos de esta liturgia – y de todas- tenían un tipo de fe (doctrina) que correspondía a una cosmovisión, quienes la celebraron a través de los siglos también, pero ¿es la actual? 0 al menos ¿Es expresión válida de la actual? ¿No son estos ejemplos expresiones más de una fe pre-racional y mítica que trans-racional? No niego que en la magnificencia de la liturgia católica haya también una expresión inteligible de lo que percibe el tercer ojo, de la dimensión transcendente de lo que es. Lo que afirmo es que la inmensa mayoría no la percibe, ni está en condiciones para percibirla. Venga esto como ejemplo para la afirmación de que la palabra fe tiene múltiples significados. Y sobre todo, que tanto la fe, como la consciencia, el conocimiento… es una realidad evolutiva, siempre en desarrollo, siempre ampliándose y profundizando.

            Es el momento de traer a colación las etapas o niveles del desarrollo de la consciencia a lo largo de la historia. No las citaré todas, pero me interesa recordar la mágica llamada de color magenta, la mítica (hablo siempre de mitos en su sentido  peyorativo, como leyenda) o ámbar, la racional o naranja, la sensible o de conciencia universal de color verde, la holística o turquesa. Y a cada etapa o nivel de consciencia en la historia corresponde una línea de desarrollo: cognitiva, espiritual, estética... Así como hay una ciencia ámbar (mítica) y una ciencia racional (naranja), hay también una fe ámbar o mítica, en la que se encuadra la mayor parte de la humanidad –incluidos muchos (por no decir todos) llamados ateos-, y una fe naranja, una verde, una turquesa…  Los ateos identifican a Dios, al que niegan, con el dios mítico, ¿pero es esa la única forma de “ver a Dios”, al Misterio?

            Mas, al hablar de FE me estaré siempre refiriendo a lo que percibe el “tercer ojo”, u “oculus fidei”, mejor, no a lo que percibe, sino a lo que es el tercer ojo y con lo que se identifica, pues la percepción pertenece al conocimiento racional, aún lejos del conocimiento por identificación: por Amor –no sentimiento, ni racionalidad, sino Unidad- como es el caso de la FE, no de la fe.

            Son muchísimas las personas que permanecen en un nivel mítico de fe, o  peor aún, en la mera creencia, no así los místicos, tengan la cultura que tengan. No afirmo que la intuición mística tenga en todos ellos idéntico nivel, también hay grados. Por desgracia la palabra mística está muy “devaluada”. 

Antes de intentar exponer un poco en qué consiste esta experiencia mística que es la FE, quiero describir brevemente la fe y la creencia que coloquialmente confundimos. Por supuesto, para ello me fundamento principalmente en quienes tienen verdadera autoridad en el tema, místicos y pensadores de mucha reciedumbre que conocen bien a los místicos.   

            La fe y la creencia son formas de compromiso religioso, o sea, de estar atado a una forma de religiosidad –en el horizonte: un Dios (mítico, racional, trans-racional…)-. Y están lejos de lo transcendente que se percibe con el oculus contemplationis, el tercer ojo.

          
              La creencia
            

          La creencia es la forma más baja de dicho compromiso. Para ser “verdadero” creyente –afirmar simplemente los mitos que me cuentan, ser creyente: creyente - no es necesario tener fe, mucho menos tener una experiencia religiosa. El creyente se adhiere a un sistema de creencias que conforman más o menos: una doctrina y unas normas, y lo asume como seguro de inmortalidad (así se presentan esa doctrina y esas normas: un cielo de huríes, “et nobis post hoc exilium ostende”). Expresa una religiosidad puramente exotérica, externa, superficial, falsa en sí misma. La creencia no necesariamente es religiosa, hoy tenemos muchas manifestaciones de esta actitud no religiosa: marxismo, castrismo, cientificismo, nacionalismos… todos los fundamentalismos. Los creyentes –religiosos o no- se destacan por su proselitismo: todos los hombres se han de convertir a su “religión”, o a su ateísmo… pues no pueden aceptar ver reflejadas sus propias dudas, o su falta de fe, en el “otro” en el no-creyente, el infiel. La sombra. En esa actitud proselitista el “verdadero” creyente, que no tiene ni fe, está tratando de convertir su propio yo incrédulo, dice Wilber. Hay muchísimos creyentes en el cristianismo: “¡hay que asegurarse la otra vida!”, mas no sólo en el cristianismo.

            La creencia es una fuerza ciega que se basa en una confianza ingenua, o en lo arbitrario; se alimenta, a veces, de falta de lógica racional. Fabrica fanáticos con facilidad, como he dicho, pero la FE es un conocimiento directo, una certeza que no se basa en el tiempo, como veremos.


            La fe (no la FE)

            La fe va más allá de la creencia en cuanto compromiso religioso. La persona de fe tiene, por descontado, un sistema de creencias: una doctrina y moral, pero su compromiso no se basa principalmente en ese sistema en esa doctrina y moral, sino en la percepción que de alguna manera tiene de Dios, del Absoluto, de “el Cristo” que está presente en este mundo, a la vez que lo transciende. Por eso, si una determinada doctrina de sus creencias hace aguas, no se inmuta, su fe no se apoya en las creencias. La  persona de fe tiende a huir del literalismo o del dogmatismo, no es en modo alguno fundamentalista, como lo es el creyente.

            La persona de fe sufre muchas veces dudas –muchos tenemos larga experiencia de ello-, pues es todo lo contrario que el creyente. Éste proyecta sus dudas sobre el “otro” al que o convierte o mata, el hombre de fe acepta que las creencias que tiene se pueden ir deshaciendo, pero él sigue apoyado en su barrunto de lo Divino, no en esos dogmas. No creo necesarios ejemplos. El hombre de fe se siente liberado de la mera creencia y apoyado en un Dios que le da estabilidad y paz, pero como no ha llegado a una mayor comunión con lo Divino, su certeza no transciende, y entra en dudas y anhelos, que le están pidiendo librarse de los mismos. Y para ello o avanza hacia la experiencia directa –comunión: “vid y sarmientos”-, que los lleva hacia la contemplación interior –en la contemplación no hay nada externo-, o retrocede a la creencia fanatizada que proyecta al hombre de fe hacia fuera de sí mismo. O bien, se llega a la conclusión racional de que la fe pertenece a la etapa infantil de la humanidad, y se trata de borrar su presencia de la mente, desconociendo que tiene razón en eso de que la creencia es infantiloide, pero no sabe que la fe no es creencia, ni es infantiloide, menos aún la FE. Simplemente tiene mal planteado el ¿problema? Las últimas causas son “el dominio del tercer ojo”, no las percibe ni la mente, ni los sentidos, solo la experiencia directa. Aunque después, la inteligencia pueda y deba actuar sobre las experiencias del tercer ojo –las experiencias directas de la contemplación- para una explicación muy imprecisa y pobre, para sacar una elemental doctrina simplemente indicadora.

            Con qué belleza (y sensatez) expresa (san) Juan de la Cruz la experiencia directa:

yo no  supe dónde entraba / pero, cuando allí me vi, / sin saber dónde me estaba, / grandes cosas entendí; / no diré lo que sentí, / que me quedé no sabiendo, / toda ciencia transcendiendo…
...
Y es de tan alta excelencia / aqueste sumo saber, / que no hay facultad ni ciencia / que lo puedan emprender; / quien se supiere vencer, / con un no saber sabiendo / irá siempre transcendiendo.
...
Y si lo queréis oír, / consiste esta suma ciencia / en un subido sentir / de la divinal Esencia; / es obra de su clemencia / hacer quedar no entendiendo, / toda ciencia transcendiendo.



            La experiencia de una presencia repleta de Amor

            La FE. Es, así con mayúsculas, a mi entender la experiencia contemplativa de lo Divino, la dimensión del tercer ojo. No es una alucinación, ni una borrachera de drogas, aunque en los efectos bio-psíquicos haya similitudes (clarividencia, beatitud, calma, amortiguamiento y profundización a la vez de los sentidos…), ni una esquizofrenia. En la contemplación, la calma y beatitud permanecen y la trascendencia, no la negación, de los sentidos es una  permanente: los místicos son totalmente capaces de llevar una vida ordinaria, ordenada, eficaz, de servicio, de trabajo…, de hecho la llevan, algo que ni los borrachos o drogados, ni los alucinados, ni los esquizofrénicos son capaces de hacer. Freud, que no admitía que la cadena de evolución de la consciencia pudiera ir más allá de la psique y negaba la existencia del pneuma: espíritu, afirmaba en sus escritos que los místicos eran psicóticos, y dice que las experiencias cumbres son meras regresiones pre-racionales. Una verdadera aberración. Desde Jung, pasando por Assagioli con la psicosíntesis, Maslow, la psicología humanista, la transpersonal, Grof, Goleman, Wilber… hasta nuestros días y sobre todo la madurez de los místicos, lo desmienten muy a las claras. Freud, como todo científico o pensador, fue hijo de la mentalidad de su época y deudor de la misma. En su época y en su medio era dogma incuestionable que más allá de la mente racional no podía existir nada. Todos los temas del espíritu eran fábulas medievales. Se confundía lo mítico con lo transcendente, identificando místico con mítico.

El que las drogas, la locura… tengan efectos biológicos similares a los de la contemplación está diciendo a las claras que el hombre es uno, no tres partes unidas (cuerpo, alma, espíritu), sino una sola realidad con distintas manifestaciones, con distintos polos en este mundo manifiesto. La materia no es lo opuesto al espíritu, sino que es manifestación del mismo, es una expresión sensible del Ser como a su vez, el espíritu lo es de la materia, es expresión no sensible del Ser. 

Estoy llamando FE, pues, a las experiencias cumbres de los místicos y no místicos, pues dichas experiencias siempre son posibles, no frecuentes. Estas experiencias no tiene nada que ver con los efectos de las drogas como he dicho, pero tampoco con esas manifestaciones frenéticas emocionales –entusiasmo (enthusiasmos: lleno de los dioses), -ligadas a un mito, sea una imagen religiosa, un equipo de fútbol, una bandera, un trozo de tierra (patriotismo)…-, ni con los trances mágicos que no son sino regresiones a estadios pre-racionales, a estadios infantiles. Y que por lo mismo que son frenesíes emocionales contagian la emoción. En el caso de la experiencia cumbre lo que se da es una transcendencia de la racionalidad, se trata de una manifestación, de una epifanía trans-racional que normalmente acaecen en las personas que han llegado a los niveles más altos de la conciencia (sutil o causal) y que no supone ningún desenfreno emocional, ni una vuelta a actitudes retro-románticas. 

A veces, raras, esas experiencias cumbres se pueden producir en personas que están en una actitud contraria a la misma experiencia de FE, experiencia que suele conllevar la “metánoia” del que la experimenta. Recordemos los cristianos la llamada “conversión de san Pablo” (Hech. 9). Quizás la conversión de Moisés en el Sinaí, sea, o no, leyenda. Casos hay de sobra de experiencias cumbres, leamos a los grandes místicos, a los grandes poetas, incluso a los grandes inventores... Se ha de tener en cuenta que la metánoia no ha de ser conversión al catolicismo, ni a ninguna forma de religión institucional y que estas experiencias acontecen muchas veces en personas que están en niveles puramente racionales, no trans-racionales.

Dante en la Divina Comedia no hace sino describir su experiencia cumbre de iluminación, por supuesto con los medios culturales a su alcance, y entre muchísimas cosas  nos dice:

Yo al cielo fui…
Y vi lo que, al bajar de aquella cima,
A poder ser contado se resiste
Fijando mi mirada en la Luz Eterna vi en sus profundidades,
Atadas con amor las hojas dispersas de todo el Universo… 


Y el psiquíatra S. Dean, padre de la metapsiquiatría, escribe en su libro Psyquiatry and Mysticism (Psiquiatría y Misticismo) los efectos de la experiencia cumbre:

Tiene lugar una iluminación intelectual imposible de describir, un destello intuitivo en el que uno toma conciencia del significado y trayectoria del universo, una identificación y una fusión total con la creación, el infinito y la inmortalidad…

          
       Tengamos en cuenta que si una  persona tiene una experiencia cumbre, como la descrita por Juan de la Cruz o Dante en los poemas citados y su postura de fe es de creyente nada más porque no ha avanzado más, la interpretación que pueda dar a la misma puede ser muy peligrosa, porque activará los símbolos míticos, en los que vive, convirtiéndose en un fanático proselitista de “su verdad”, de “su fe”. Hay casos en la historia…y no pocos.
         
        Dicho esto, paso a reflexionar sobre la experiencia contemplativa de lo Divino (que en todas las, o al menos en muchas, religiones es trinitario, aunque nunca expresado como el dogma de la Trinidad, propio del cristianismo y que para mí es uno de los grandes logros del mismo, sino como Realidad en constante circuito vital -perichoresis- Origen: Logos: Comunión. - Fuerza: Vida: Unidad. - Origen: Orden: UnidadO también, en el cristianismo, como Padre:Origen – Hijo:Vida – Espíritu:Unidad).

            La experiencia de FE es una experiencia mística, de comunión, de unidad con lo Divino, y por lo mismo integra el cuerpo y el amor sensible en la vida plena del hombre, en la triple dimensión antropológica: cuerpo, alma y espíritu (no en la dualidad que nos hemos creado a partir de Platón: cuerpo-alma). Dicha experiencia es vivir la armonía del Ser, sin que haya dominio de una dimensión sobre otra. No olvidemos que el cuerpo no es sede de las pasiones, como nos han hecho ver en nuestra infancia a muchos, la desviación es del hombre y está posiblemente en su propia sensación  -incuestionable para sí mismo- de su separación del Todo, la sensación de ser un ser separado, como afirma el Vedanta advaita

            El dualismo alma-cuerpo que se rompe con la experiencia mística o de FE, que también es abandonarse, dejarse llevar, ha llevado a actitudes muy dañinas para el hombre, a excesos y ascetismos negativos tanto del cuerpo “que ha de ser dominado por el alma con la mortificación”, como del alma. La presencia del espíritu o pneuma quiebra esa dualidad y hace posible el circuito del que he hablado antes. La cooperación de las tres dimensiones en un “orden ontonómico”, en un “ordo sacrum- jerarquía: ierà arjê” es lo adecuado a la misma Realidad, al Kosmos, a la Trinidad. Mas no son tres cosas, sino una sola realidad: el hombre, en el que la corriente de vida fluye y va de un polo a otro (perichoresis), del polo manifiesto a lo sensible hacia el polo manifiesto al “oculus mentis” vida que vemos por, y que es, el mismo oculus contemplationis o fidei.

            “Quien no ama no conoce a Dios, porque Dios es amor” dice Juan  (1Carta 4,8). Dios es experimentado en la FE como agapón= el que ama. La FE no pone un concepto detrás de la palabra Dios, lo experimenta como pura amabilidad, puro Amor. Yo diría que lo experimenta como Realidad amable, como Misterio agapón. No caigamos aquí en la dualidad, somos muy propensos, y separemos el éros del agapê. Es el Misterio amoroso, unitivo, no-dual, mucho menos múltiple: “amada en el Amado transformada”. En esta experiencia de la Realidad amable se experimenta ese círculo vital: La Realidad (Dios, Misterio, Cristo…), no impersonal sino transpersonal, es experimentada como amable, como don -personal y transpersonal- (no como objeto que sería dualismo), y porque es amable, o don, se la ama, y al amarla la hacemos amable y capaz de ser transmitida, comunicada de nuevo. San Buenaventura hablaba en términos similares: “Cognitio experimentalis de divina suavitate amplificat cognitionem speculativan de divina veritate”.  Luego la cultura nos ayudará a poner imágenes a esa experiencia.

       En definitiva, quien no ama no sabe, aunque pueda tener una erudición monstruosa. Sería una base de datos, no un hombre. Y a la inversa quien no sabe (saborea) no ama. Podrá ser muy educado, pero no creará unidad.

            Esta experiencia unitiva de FE tanto es amorosa como cognoscitiva, o sea, esa experiencia es tanto amor como conocimiento. “La mística se descubre en un solo toque” dice Panikkar. Tender a racionalizar este toque, puede llevar a la destrucción del mismo y el intelectual perdido, destruido el toque, destruida la experiencia, suele caer en el ateísmo (como el ciempiés de la fábula). El racionalismo es claramente insuficiente. El toque de FE, la experiencia unitiva, como dicen todos los místicos tanto es amor como conocimiento, nunca raciocinio. Crede ut intelligas, decía Tomás de Aquino, creer=FE es más que simplemente entender, es también amar, es entender amando y amar entendiendo. Si falta uno de los polos no tendremos FE, no tendremos experiencia unitiva, no tendremos oculus contemplationis. Si nos falta un polo no tendremos electricidad.

            La luz que percibe este tercer ojo no nos separa de los otros dos ojos. Esa armonía es un “saber no sabiendo”, es “docta ignorantia”, es “nube del no-saber”, es “wu-wei”, es “infinita agnosia”… como la describen o como lo señalan las distintas tradiciones de FE. Y ello es así, porque es a la vez y sin separación luz que ama y amor que ve y no juzga ni condena. No es un mero creer, no es un mero fiarse del alguien, es experimentar el Misterio (inmanente y transcendente) experimentándonos como tal. Por ello la experiencia que llamo FE o experiencia directa de lo Divino, del Cristo, penetra en el Misterio sin tratar de entenderlo, sino iluminándolo como centro de todo cuanto es.

            Quedan aún aspectos a tratar

            José A. Carmona
            carmonabrea@yahoo.es
  

             
             

miércoles, 6 de marzo de 2013

MI FE (continuación... 3ª)





             
             Terminaba mi exposición anterior hablando de la necesidad de ir explicitando y fundamentando –racional y transcendentalmente- los aspectos que adornan mi FE según el escritor anterior. Opino que con lo dicho hasta ahora sobre mi FE queda claro que no es aceptar que existe un Dios Todopoderoso, que envía a “¿su hijo?” a la cruz para redimir a la humanidad… -¿no será esto de “la redención” un resto de la mentalidad religiosa humana que exigía la sangre para satisfacer a los dioses? Allá por el Neolítico. Es patente que la institución católica todavía permanece en aquella época en muchos aspectos, y en su actitud global-.
           
             La fe como actitud vital de los hombres es una invariante humana. Aquellos que se autodenominan no creyentes, confundiendo la fe con la creencia, entiendo, –algo normalísimo-, también tienen fe. Lo que varía es el fundamento de la misma, el “objeto” en el que dicha fe se apoya. En este sentido se podría distinguir la fe que tiene como objeto o fundamento las preocupaciones inmediatas de esta existencia (dinero, deportes, política, ciencia, arte…) y aquella cuyo fundamento u objeto son las “preocupaciones últimas” (Tillich). En este segundo caso tendríamos una fe religiosa. No es necesario decir que la fe religiosa no necesariamente ha de tener como meta y “objeto” un Ser personal y transcendente, llamado dios, o múltiples Seres o dioses. Ésta es solamente una forma de religiosidad, tan antigua como la existencia del hombre quizás.

            Mi FE es religiosa, aparte de todas las actuaciones de fe que, como ser humano, tengo en la vida que no están apoyadas en las cuestiones últimas, la FE de la que estoy hablando y de la que estoy dando testimonio por escrito es religiosa y dentro de su religiosidad, la siento cristiana. Me veo en la estela de “el Cristo”. Personalmente prefiero utilizar el término Misterio para referirme a lo que normalmente se llama Dios. Entiendo que ambos sombres son un icono de lo Real, pero en el caso de Dios está muy contaminado por la objetivación que hemos hecho de él a lo largo de los milenios. 

            Mas esta afirmación exige un cierto desarrollo.

            ¿Qué entendemos, o podemos entender, hoy por religión?       

Hay personas que con muchos o pocos motivos huyen espantadas de todo lo que huele o pueda oler a religión, hay otras para quienes la religión da el sentido a su existencia… Por ello se ha de considerar qué digo al afirmar que mi FE es religiosa, o sea, qué entiendo por religión.

Es un término muy recurrido desde hace mucho y con pluralidad de significados –su sociología, su universalidad, hoy en muchas partes sus aspectos civiles-. Dando por supuesto que el origen de la palabra pueda proceder de varios términos: religare, religere, reeligere, procedo a un análisis algo más detallado, siguiendo a los expertos en esta materia.

            La religión como compromiso no racional

Esta acepción significa para todos y en especial para los teólogos que la religión se ocupa de aspectos válidos, pero no racionales, como fe, gracia, transcendencia, el satori… Para los positivistas no puede ser un conocimiento válido, podría tener un “significado” emocional, impulsivo pero no se trataría un conocimiento verdadero al no ser racional. Ya se ha dicho en el artículo primero sobre la FE que la racionalidad no puede alcanzar lo transcendente porque es trans-racional. Pero, a lo largo de la historia podemos comprobar que la fe no ha sido una actitud trans-racional, sino pre-racional, infantiloide, entendiéndola como un abandono total de lo racional (y muchas veces de lo razonable) para la inmensa mayoría. Sin embargo, ya en los orígenes de la humanidad investigadores del mundo de la consciencia, como Gesber, Smith…reconocen la presencia de personas que transcienden la racionalidad, sobre todo los chamanes. Y hay que tener en  cuenta que lo trans-racional asume lo racional, ni lo niega en su totalidad, ni lo destruye, sino que lo integra, como la carne humana, por ejemplo, integra el carbono haciéndolo carne sin que deje de ser carbono. No es un tizón, pero es carbono.   

Es la visión que se refleja en el común de las gentes: “La religión no es racional, pertenece a la esfera de la creencia, o de lo que vulgarmente se llama fe (identificando fe y creencia, cosa que como veremos más adelante es un error.)” Para la gente normal, de la calle, los dioses míticos de los “antiguos” serían algo religioso, pero no lo sería los conocimientos científicos actuales. Y sin embargo…

Según este uso, le religión no se realiza en todos los niveles de la conciencia humana, sino sólo en los que no son racionales. Y normalmente los racionales son los niveles que se aprecian como los más elevados a los que puede llegar el ser humano. La religión, por consiguiente, sería una actitud humana que tendría que ser superada.

Pero, eso de que los niveles más elevados de la conciencia humana sean los racionales está como mínimo en cuestión. Las experiencias místicas, las experiencias cumbres de conciencia, la trans-racionalidad, los principios fundamentales de la filosofía perenne… están siendo estudiados muy seriamente, y sus logros no pueden ser echados en saco roto, más bien todo lo contrario, apuntan a una clara superación de la racionalidad. Como lo hace la psicología gestáltica, y el pensamiento de Heidegger y Nietzsche en buena medida, y no digamos los místicos de toda época (“…Que quedéme no sabiendo/toda sciencia transcendiendo”).

Nuestra cultura occidental es deudora, ya por mucho tiempo, del principio de racionalidad cartesiano: “Cogito ergo sum”. Posiblemente R. Descartes expresó el error más básico, aunque lo adoren millones de racionalistas, al identificar el Ser con el pensamiento (reduciéndolo). El Ser también es la Vida, es la Conciencia y ésta va mucho más allá que el pensamiento, ¿Dónde si no queda el amor, la alegría, la ilusión, el gozo, la tristeza, la ira…?

Por descontado que la racionalidad es un gran logro conseguido por la raza humana, que ha tenido que evolucionar muchos cientos de milenios desde la primera etapa de conciencia, a la que podríamos llamar arcaica o pleromática, para conseguir la etapa racional, pero ésta no es la meta, no es el Punto Omega. La humanidad ha de transcender la racionalidad para auparse hasta esas nuevas etapas, sutiles o causales, a esos niveles transpersonales que las conciencias más evolucionadas (los místicos) de la Historia ya han conseguido. 
   
Muy unida a esta visión está la del uso de la palabra y del concepto religión como una regresión a las actitudes infantiles y pre-racionales. Está esta visión muy de moda hoy, sobre todo con la visión del mundo que dejó Freud, quien no admitió, influido por el clima cultural de su época, que la consciencia humana pudiera ascender a más de nos niveles: el material y el psíquico-racional. En este sentido se ha de considerar que la religión no es una actitud racional, pero tampoco pre-racional, sino trans-racional, supone no una regresión a las actitudes de la infancia, sino una transcendencia de la racionalidad que es asumida y negada (en parte) a la vez, como afirma Hegel.

La religión como compromiso en extremo significativo e integrador

Según este uso, la religión es una actividad funcional particular, no es que sea racional o no racional, sino que actúa en cualquier nivel de conciencia tanto racional como no, y dicha actividad consiste en buscar significado, integración…

Este uso, que es frecuente, refleja la búsqueda de lo que Wilber llama maná en cada nivel, la búsqueda del significado… Cada estado de conciencia –el pleromático, el mágico, el mítico, el racional, la visión lógica (¿insight?), el sutil…- exige una permanencia en sí mismo, una continuidad y para ello necesita alimentarse, y lo hace comiendo de todo aquello que aumente su poder, su fuerza, su eros. Así una persona que esté en el segundo grado de conciencia, o estado mágico, p.e. un practicante del vudú, se alimentará de toda práctica, ceremonia, conversación… que le signifique a él un aumento de su magia, sea real dicho aumento, o no. Pero, también un científico, que está en el nivel racional, se alimentará de todo conocimiento, experimento… que le sirva para alimentar su estado de racionalidad pura. En ambos casos encontramos un compromiso humano con la realidad que da más cohesión y significado a la actitud propia, al estado de conciencia en que se halla cada persona. Para el primero la magia y para el segundo la ciencia tienen un carácter religioso. De hecho afirmamos en nuestra forma coloquial frases como la siguiente: “la ciencia es para él su religión” “su verdadera religión es el dinero”

La religión como proyecto de inmortalidad

La idea, que en esta frase se contiene, es que la religión consiste, en lo fundamental, en una creencia anhelante, defensiva, compensatoria, creada para mitigar la inseguridad/angustia, creada en la conciencia del ser cuando se hace consciente de que su muerte es un hecho inevitable. En el fondo, muchísimas personas buscan en la religión el rechazo de la muerte. La creencia en dicha inmortalidad, bien sea porque se crea que el alma no muere, bien porque se espere la resurrección de los muertos, o la reencarnación, o cualquier otra forma de supervivencia, es una constante del fenómeno religioso tal como lo conocemos y lo experimentamos en nosotros mismos. Nuestra conciencia, esté en el nivel en que esté, necesita defenderse de la angustia que produce la muerte cierta, y utiliza la religión como defensa contra ella.

Quizás tengamos que meditar un poco sobre el asunto y darnos cuenta que realmente no somos inmortales, meditar un poco y aceptar el hecho de nuestra mortalidad. Algo que no se opone en absoluto a otra verdad incuestionable, y que han conocido en su profunda experiencia los grandes místicos: “Nuestro ego es mortal, nuestro YO es eterno, no conoce ni el nacimiento, ni la muerte.”

Los cristianos deberíamos vivir la resurrección no como un proyecto de inmortalidad, sino, como dice nuestro amigo Panikkar, como Misterio de eternidad de cada momento y en cada momento. AHORA 
  
Los cuatro significados de la religión que a continuación se exponen, creo, que son de una gran importancia a la hora de calibrar nuestra actitud religiosa y ver en cuál de ellas estamos de cara a nosotros mismos, teniendo en cuenta que (el) Ser (=Dios) es “intimior intimo meo”. Y que la expresión de fe ha de ser la apropiada a dicha actitud, de lo contrario sería una máscara falsa. En donde ha de estar la meta es en el ascenso de consciencia, la expresión de fe será consecuencia.
           
Religión exotérica

Se suele llamar religión exotérica, (del griego exóteros= exterior) a todos los aspectos exteriores y preparatorios de la práctica religiosa. Suele ser un sistema de creencias utilizado para apoyar la fe. No es una religión inútil, si coexiste con la dimensión esotérica, pero, sin esta es puro teatro. En el aspecto exotérico se ha de incluir todas las doctrinas y rituales que constituyen al armazón de una religión institucionalizada.

Si alguna religión carece por completo de una dimensión esotérica, entonces se la conoce como exotérica.

Religión esotérica

Se llama religión esotérica (del griego esóteros= interior) a todos los aspectos superiores, interiores y más avanzados de la práctica religiosa, cuya meta es la transformación de la conciencia y en última instancia la experiencia de Unión, de Identidad Absoluta, la experiencia mística, que no tiene nada que ver con el éxtasis. El éxtasis acompaña muchas veces a estas experiencias, pero no hay una relación de identidad, ni siquiera de igualdad. Puede darse un éxtasis sin experiencia mística, sino por razones muy diversas, desde el uso de drogas, hasta una situación extrema en la vida; y puede darse, de hecho se da, la experiencia mística sin éxtasis alguno. En nuestra cultura urbana hay una cierta identificación que es totalmente falsa.

Religión legítima y religión auténtica

Me voy a permitir recordar en estos momentos una pequeña anécdota personal. Formaba yo una tarde parte de una mesa que presentaba un libro de carácter “religioso” (versaba sobre el cristianismo oficial.) En el turno de preguntas y respuestas un señor que asistía al acto se dirigió a mí para interpelarme: “¿Puede usted decirme cuál es la religión verdadera? Porque de sus palabras se puede deducir que lo son todas.  

No viene a cuento la respuesta que le di, pero esta frase nos sirve para introducir el problema de la religión verdadera, algo que desde pequeño viene sonando en nuestros oídos con machacona insistencia, porque la iglesia institucional ha hecho causa beligerante de la que ella llama “verdadera” sin tener en cuenta las diversas acepciones de la palabra religión, ni la validez de la diversas experiencias religiosas que ha tenido la Humanidad.

Lo primero que hemos de tener en cuenta es la misma palabra verdadera. Religión verdadera sería en todo caso la que estuviera fundamentada en la verdad. Sería muy pretencioso y vano de nuestra parte afirmar que la verdad está aquí y no allá, y por otra parte sería absurdo, infantil, irracional negar la verdad o autenticidad de las experiencias religiosas de todos los hombres que no profesen la misma religión exotérica que nosotros (el Espíritu sopla cuándo y dónde quiere). Negar la autenticidad de las experiencias de Buda, Lao-Tse, Mahoma, sólo por poner algunos ejemplos, es sencillamente estúpido. Por ello creo que hay que comenzar precisando bien los conceptos. A parte de la falta de respeto que esta actitud conlleva para con todas las otras religiones.

Y lo segundo es el mismo concepto de verdad. Según la filosofía escolástica verdad es la adecuación entre la mente que conoce y el objeto conocido. Si acudimos a lo que se piensa por la mayoría de las personas sobre qué es la verdad, nos daremos cuenta que se trata de una realidad representacional, pues todo el mundo piensa que la verdad es una especie de plano de “algo”, plano que llevamos en la cabeza, cuanto más preciso sea el plano, o sea, cuanto más responda a ese “algo” más verdad es. En ambos casos estamos viendo que la verdad está exigiendo un dualismo: sujeto que representa frente a objeto representado.

Precisamente la religión, al menos en su acepción esotérica, es un intento de superar este dualismo, si nos fiamos de los místicos, que son quienes más profundamente han vivido la religiosidad. Por ello, llamar a una religión verdadera sería algo ¡contradictorio!

Por lo dicho, entiendo que es más preciso y correcto hablar de religión legítima y de religión válida.

Religión legítima

Es la que valida principalmente la traslación, o sea, el movimiento, el cambio, que se produce en la conciencia sin cambiar su nivel de evolución. Esto requiere una pequeña aclaración. La evolución de la conciencia es un hecho, aunque no suficientemente reconocido entre los hombres. Una conciencia racional es muy superior a una mágica. Ya he repetido hasta la saciedad en este blog que hay diversos niveles de con(s)ciencia. Buena parte de la humanidad ha llegado al racional discursivo, u operacional formal como lo llama Piaget. Pero quedan nuevas etapas de consciencia por encima: la sutil, la causal, la no-dual… - lo sabemos mirando a los místicos-. No estamos al final de la evolución, sino en el camino evolutivo. Es más, gran parte de la humanidad permanece en niveles inferiores al racional, sobre todo en el mágico y el mítico (con los que como he dicho se confunde frecuentemente la fe). Cuando algo es descubierto por la razón, la FE se engrandece porque la consciencia amplía su abrazo, pero la fe-creencia se desmorona porque se ha quedado atada a lo exotérico, al ídolo al que va destruyendo la razón, la ciencia.

Esta traslación, que es permanecer en el mismo nivel, (que es como cambiar los muebles dentro del mismo piso, no cambiarlos a un piso más alto), la hace proporcionando, dicen los estudiosos del tema, un buen maná y ayudando a evitar el tabú, proporcionando significado y símbolos de inmortalidad.

La religión legítima no sale de una escala horizontal de consciencia. El grado de legitimidad se refiere al grado relativo de integración en el grupo que la profesa (“los creyentes”, “la comunidad”), valor-significado, buen maná, facilidad de funcionamiento, evitación del tabú. “Más legítimo” significa más integrativo-significativo dentro de ese nivel. Por descontado que esta religión tiene muchas bondades, pero… se estanca en el camino. ¿Hay que abandonar la comunidad? No, pero sí ir más allá de la misma. Los cristianos podemos mirar a los místicos fundadores y sus actitudes con respecto a la comunidad: Amor y transcendencia.

Cuando el maná y los símbolos de inmortalidad predominantes cesan, se produce la crisis de legitimidad. Esto puede suceder en los niveles inferiores de la religión mítico-exotérica (por ejemplo, las encíclicas del Papa, basadas como están en nociones biológicas aristotélico-tomistas, superadas desde hace mucho tiempo, han perdido legitimidad para mucha gente) y similar en otros niveles, p.e. el paradigma newtoniano, mecanicista.

Es la religión de la que normalmente se habla en muchos tratados de teología, en las homilías, encíclicas. Es la religión asumida como compromiso, como proyecto de inmortalidad, la que responde a las ansias que tenemos de no morir, de asegurarnos una vida eterna (inmortal), cuando somos formas mortales, es la religión exotérica…

Cuando la religión en cuestión deja de proporcionar significado, integración o símbolos de inmortalidad, surge la llamada crisis de fe (que a muchos asusta. A mí me asustó), pero, sólo se trata de una fe legítima, no auténtica.

Religión auténtica

Es la que valida principalmente la transformación de un nivel-dimensión particular. Esto es, la que exige con una actitud verdaderamente esotérica el ascenso a un nivel de consciencia superior al que se tiene. Normalmente estamos entre los niveles 3 ó 4 (mítico o racional) según el desarrollo personal de la conciencia.

Una crisis de autenticidad, como he dicho, ocurre cuando una visión del mundo (o lo que es lo mismo, una religión) prevaleciente se enfrenta con una visión de un nivel superior, que empieza a emerger y gana legitimidad por sí misma. La nueva visión del mundo encarna un poder transformativo nuevo y superior que se enfrenta a la vieja visión. Y ello exige la transformación en la conciencia.

(En buena medida me ha pasado en los últimos quince años).

Corolario: El “grado de autenticidad” se refiere al grado relativo de transformación real expresado por una religión dada. Ésta es una escala vertical: “más auténtica” significa más capacitada para llegar a un nivel superior.- (Cada uno, como cada místico, o cada experto indicará cuál es su nivel superior). Por supuesto que cada persona está en un nivel determinado de consciencia y su fe ha de responder a ese nivel. La autenticidad no está en imponer un cambio de fe-doctrina, sino en una ayuda al ascenso de la consciencia a niveles superiores. Por eso se ha de respetar la fe, o no fe, de cada uno.

Yo sitúo mi FE en una actitud religiosa que me impulsa a ascender en la escala evolutiva de mi consciencia hacia el CRISTO= MISTERIO (pánta anakefalayósein en to Xristó). Pero esto es un hecho, sólo hace falta caer en la cuenta de que es así.
          
           Pero, a estas alturas ¿qué estoy significando con la palabra FE?


José A. Carmona
carmonabrea@yahoo.es