domingo, 29 de junio de 2008

A propósito del evangelio de María Magdalena

Creo que la entrada anterior de este blog merece un comentario de introducción.
Lo que se dice en esa entrada no es sino un resumen, hecho por mí (soy responsable de lo malo o de lo bueno del mismo), de un libro que Daniel Meurois publicó en el año 2.000 sobre el Evangelio de María Magdalena. En aquellos años yo ya había leído libros de Daniel Meurois, conocía su visión gnóstica y sus afirmaciones de que muchas de las cosas de sus libros (por ejemplo: El otro rostro de Jesús) las había conocido leyendo en los Anales del Tiempo.
Asistí a la conferencia que dio en Barcelona como introducción a la puesta en circulación del libro sobre el Evangelio de María Mag. en la que apuntó los motivos que lo llevaron a investigar y escribir el citado libro.
En la introducción al mismo dice el autor:

"Quiero insistir, de todos modos, en que las cuestiones en las que me he detenido (en el libro) constituyen puntos importantes de las enseñanzas que Cristo impartió a sus allegados. Mis numerosas y largas exploraciones por los Anales del Tiempo son las que me impulsan a afirmarlo..."

Confieso que los Anales del Tiempo son un verdadero misterio para mí, pero por otra parte todo cuanto dicen los libros de D. Meurois encajan perfectamente con los hechos que por otras fuentes conocemos y son un brillante ejemplo de la visión gnóstica de la fe cristiana.
Con respecto al libro que tratamos, él afirma:

"Que yo sepa no existen más que dos o tres traducciones del Evangelio de María en lengua francesa. Todas ellas se han hecho, al parecer, a partir del manuscrito copto conservado desde 1896 en el Departamento de Egiptología de los Museos Nacionales de Berlín.
Mi trabajo difiere radicalmente de dichas traducciones, no sólo porque ofrece una restitución del texto en su integridad, sino también porque está realizado a partir de la visión de un manuscrito básico que, en este caso, fue redactado en griego clásico. ...me parece cierto que los pliegos coptos de los que hoy tenemos conocimiento son una transcripción más tardía y acondicionada...
A través de mi percepción extracorpórea, los pliegos se me han presentado trazados con tinta negra y en caracteres griegos sobre pergamino..."

La Mariham de los escritos coptos de este Evangelio, es la Myriam, o María Magdalena, conocida por los cristianos. De este manuscrito copto faltan las páginas 1-6 y 11-14. En cambio el libro de D. Meurois presente 18 pliegos completos, que aún no siendo idénticos al manuscrito copto (algo muy normal para la época de la que se trata) sí que son muy similares.

Sea lo que sea de las incursiones en los Anales Akásicos, realmente no es un método que podamos llamar científico en el término que hoy damos a la palabra, pero... ¿es esto suficiente para negar la validez de lo que se dice en los 18 pliegos?
Para mí encaja plenamente en la visión que yo tengo hoy sobre Jesús de Nazaret, y que he ido elaborando a base de más de 50 años de estudios y oraciones.

Por esto, me ha parecido oportuno y conveniente colgar el resumen del Evangelio de Myriam (María Magdalena), que presenta una Fe muy distinta a la oficial.
Por último añadir, no sé si lo hago en el resumen, creo que no, que D. Meurois afirma no haber encontrado en sus incursiones en los Anales Akásicos, que utilizó para descubrir el Evangelio de María, ningún dato que pueda confirmar que Jesús y María formaran pareja. Según él, sólo se puede afirmar con seguridad que María era la discípula bienamada del Maestro, algo parecido a lo que ya afirma el Evangelio Apócrifo de Felipe que dice que María era la "compañera" (la que come el pan,cum panibus) del Maestro. Y la palabra compañaera no equivalía a pareja.
Esta duda de momento no la podemos resolver.

El evangelio gnóstico de Miriam Magdalena

El evangelio de Myriam. Sacado de los anales del tiempo. Evangelio gnóstico. Daniel Meurois-Givaudan

En el transcurso del tiempo…

Primera escala

Hay muchos que cuentan sobre el Maestro, pero no enseñan, y sus voces con frecuencia son discordantes. ¿Sabes tú por qué no quiso dictar nada Él mismo?

Myriam:
- ¿Sabéis lo que pasa con todo lo escrito? Pues bien, pronto empieza a parecerse a cuatro paredes con techo y luego, sin que uno se dé cuenta, se convierte en una prisión. Ésta es una de las cosas que Él nos enseñó y por eso no dictó nada.

Lo que yo debía saber ha pasado a mi cuerpo y es mi cuerpo el que lo ha retenido. Mi cuerpo es toda mi carne que ha aprendido a ser de otra manera y, sobre todo, mis ojos… y mi corazón. Yo… ignoro lo que las palabras podrán hacer.

Con una risa fue creado el universo.
Todo es cuestión de juego y alegría. Lo que hace de nosotros peregrinos y buscadores de la paz es el recuerdo de la Alegría.
El Maestro me ha enseñado a divertirme y os aseguro que en eso reside una de sus principales enseñanzas..
Para rasgar un velo y lanzarse a lo que tiene la apariencia de un vacío hay que haber pasado por la experiencia del desequilibrio y viajado lo suficiente.
El Maestro quiere enseñarnos a ver más allá. Quiere que toquemos aquello con lo que el amor se construye, aquello con lo que actúa. El amor en verdad se construye con ladrillos de voluntad.
Es cierto que el amor llama a todas las puertas, pero también es cierto que nunca las derriba. Su poder reside en su paciencia. Amar es la unión del puño que sabe alzarse y del corazón que no expresa sino ternura.
Si habéis venido a recoger las palabras de una Fuerza de antaño, entonces os equivocáis…Aquél que m e enseñaba sigue hablándome e instruyéndome…
El Maestro, o mejor Lo que lo habita, está en mí. Él es de una humanidad total, de esa por lo cual lo divino adquiere su sentido… Para Él no hay nada que signifique algo, sino el presente. En la esencia del presente se encuentra la esencia del Maestro y el principio de la vida sin fin. Lo que nos enseña es cómo encontrarnos a nosotros mismos detrás de los velos.
Hay algo de Él que existe y que habita en nosotros, se llama: Él en nosotros.
Con dos oídos se escucha, pero no se oye…
El Maestro ha hecho surgir en mí y en todos vosotros, las semillas de otra comprensión del ser. Es una comprensión que abre el tercer oído, el del corazón. Y es de él de donde nace la percepción interior de Lo que es.
El Maestro es, pues, tú en Lo que te espera.

Movimiento I

El descenso

Somos los hijos de un sueño, y de un sueño que se nos presenta como un juego. Pero, un juego no es una broma. Para comprender esto es necesario entrar en un espacio interior: lo Divino se interpreta a sí mismo. Es su aliento y por ende su sueño primordial, lo que se propaga en nosotros, y de él somos portadores. De ahí esa nostalgia que se propaga hasta la noche de los tiempos. (Atman - telos).
El juego inicial, el Sueño, o sea, la proyección de una expansión inevitable (para que haya Creador se necesita la Creación). El Sueño primordial contiene todo en sí mismo.

El Sueño primordial es el Origen, pero hay también los orígenes. Nosotros vivimos actualmente, dice Magdalena, en los universos, en los juegos que proceden del gran juego. Estos universos… dan lugar a su vez a mundos que son otras tantas máscaras. Máscaras que nos apropiamos y con las que hacemos nuestras verdades y de ellas juramos que son la verdad rostros ficticios que crean la ilusión de lo que pensamos que es real, y que son nuestras cárceles. Es ese lamentable egocentrismo esa facultad libre que tenemos de querer juzgarlo todo para circunscribirlo al antojo de nuestro intelecto lo que nos hace prisioneros.
Los universos en los que construimos nuestras vidas se tejen y destejen en función de nuestro nivel de conciencia., o sea, según lo que podemos considerar como posible.
Las morales son invención de las máscaras humanoides que llevamos puestas. Cuando caen las máscaras, nos damos cuenta que detrás del polo positivo y del negativo de las morales, existe una Realidad, La Realidad.

¿Por qué un esquema de creación tan complejo?
Si ganamos altura, cansados de tropezar, veremos una maravilla, un milagro permanente.
Para conoce la vida hay que aventurarse en las vidas. Para conocer el amor, hay que conocer el desamor. Al conocimiento y la felicidad sólo podemos acercarnos por la experimentación directa.
El evangelio de Miriam viene anunciado la libertad como agente del despertar. La libertad enseña la unidad por la multiplicidad.

El gran juego de la separación requiere adversarios, no enemigos.
Es el encuentro, la confrontación y luego la combinación de la que surge el movimiento de la vida. El macho y la hembra sólo son capaces de treguas sucesivas dentro de una gran guerra visceral, mientras que los principios masculino y femenino están destinados a unirse en un matrimonio último, que no es sino la reconciliación consigo mismo tras la apariencia de las máscaras..
No logramos imaginarnos a nosotros mismos sino no es como buenos, o como “malos”. ¿Siempre del lado de los buenos? Como blancas o negras en un tablero de ajedrez. Y esto no es más que un problema de máscaras que tenemos muy asumidas. Nuestra vida verdadera no se sitúa en la moral, o en el tablero de ajedrez, sino en el centro de Aquel que permanentemente concibe el juego.

La cuestión de la culpa en el texto griego transmitido por los Anales Akhásicos utiliza el término falta y no pecado. El pecado no existe sino no se da un dedo acusador que juzga y que, sin dudas, no es divino. La falta sobreentiende el error y resulta de una experimentación necesaria.
El Maestro niega la existencia de la falta. Nos la presenta como una invención de la forma de vida que nos caracteriza. Es una divagación del alma atrapada en las deformaciones impuestas por los juegos de la existencia. La falta es el resultado de una ilusión… en nuestra educación occidental cristiano judaica la noción de culpabilidad tiene una función bloqueadora de nuestro inconsciente. ¡El pecado original! ¿Hay algo más contrario a lo verdaderamente divino que esta invención?

Según la tradición gnóstica la creación vive en un constante adulterio al separarse del Creador, pero esta separación es necesaria en el camino de nuestra ascensión. Gracias a este adulterio se ha sembrado en nosotros la conciencia de algo distinto, de una reconciliación, de la necesidad de un retorno a la Fuente. Hagamos lo que hagamos la divinidad nunca será optativa. Estamos en la Divinidad, pues no podemos separarnos de nosotros mismos.

Nuestro viaje del alma, o las mil rebeldías que vamos creando no son sino estados de conciencia. Los mundos visitados por el alma, el de las Tinieblas, el de la Codicia, el de la Ignorancia … representan grados vibratorios correspondientes a los niveles del olvido en el que nuestras rebeldías nos hacen vivir durante largos espacios de nuestro tiempo cósmico.

Somos ante todo enfermos y moribundos. Son las insuficiencias de nuestros estados de conciencia las que nos hacer serlo. Nadie esparce a su alrededor el sufrimiento y la muerte, si no les ha hecho sitio dentro de sí. En el ámbito sutil sembrar la muerte es privar a la conciencia de esperanza y alegría. La muerte no aparece sino como una de las manifestaciones pasajeras de nuestro alejamiento de nosotros mismos.

En el transcurso del tiempo…

Segunda escala

La enseñanza del Maestro pasaba por el hecho de que nada se detiene y permanece en nosotros. Así nos permitió comprender que no existe ninguna transformación sin el constante despertar al riesgo. La mayoría de los hombres de este mundo no salen de los grandes ejes decididos por unos pocos. Ahí es donde reside parte de su desgracia, en el encadenamiento a lo que da seguridad a la superficie de sus vidas.
A un joven que no entendía las palabras de Myriam, ella le dice: El Maestro te habría respondido: “No comprendes debido al óxido que se ha establecido en ti” “Ten confianza en ti, pues yo la tengo”
Todos los que buscan al Maestro dentro de ellos empiezan por entrar en un territorio de desequilibrio y fragilidad, y buscan refugio en el amor por la armonía de las cosas pequeñas.
Yo, como ya hizo el Maestro, enseño ahora el riesgo, porque he experimentado en mí misma sus efectos. Yo no imito al Maestro, sino que he descubierto su esencia, no sigo sus huellas, sino que he puesto las mías dentro de las suyas.

Palabras sobre la fe y la creencia, que Daniel pone en boca de Myriam en el relato de sus visiones.
“¡No es una cuestión de creencias!
La creencia es una fuerza ciega; suele reposar en la simple confianza ingenua, a veces en lo arbitrario. Sucede incluso que se alimenta de una falta de lógica. Yo te hablo de fe, porque la fe es una certeza, un conocimiento directo, y fuera del tiempo, de Aquello que es. Así, ya ves, hay muchos creyentes en el mundo, ya que hay muchos seres influenciables y que aceptan que uno piense por ellos lo que debe llenar su alma. Sin embargo, hay pocos hombres y mujeres que conozcan la fe y que la vivan. La fe es una certeza, una certeza que viene a alcanzarnos hasta la profundidad de nuestro cuerpo.

La creencia fabrica fanáticos con facilidad. La adhesión a un dogma o a un conjunto de imágenes significa casi siempre servidumbre a decretos humanos. No es algo razonado. Creéis, a veces, porque vuestros padres lo hicieron, y así sucesivamente. Así se deposita en vosotros el óxido y ya nada se mueve.
La fe por su parte es como un soplo que ningún muro, ni ninguna prisión podría contener, ni siquiera frenar. La fe os sitúa en el espíritu del Maestro, en ese espacio que ninguna palabra podría describir. Ahí es donde se encuentra l a libertad absoluta, ahí donde se redescubre el sentido del amor y uno se encuentra a sí mismo tras una infinidad de máscaras. Ahí es, finalmente, donde el “siempre” se confunde con el “ahora”.
No es con la reflexión como se sale del sueño del que uno se siente prisionero. La inteligencia, en el sentido que la entendemos, nunca hará salir a nadie de su propio laberinto de interrogantes y sufrimiento. Los doctores de la ley no salen de él, ni han sembrado la verdadera paz.
La visión de la Puerta se alcanza por otra dimensión del ser que no está en relación con la personalidad. Es cuestión de un puente entre el alma y el espíritu.
Cuando yo me haya ido, quedará algo de mí, algo como el rastro de un perfume y habrá muchos hombres y mujeres que recogerán sus efluvios… Siempre es así para los que aman con Amor.
Las verdades más elevadas y las más grandes visiones no se inculcan. La experiencia de otro nunca es la bastante inmensa para uno mismo.
La tarea del iniciador es revelar la existencia y el contorno de esa Puerta e invitar a empujarla. Es despertar la posibilidad del maestro en el otro.


Movimiento II

El hundimiento

El Olvido
La enfermedad y la muerte son implícitamente consecuencia de una amnesia. No sólo no sabemos de dónde venimos, sino que hemos olvidado quienes somos.
Se trata de un hundimiento de todo el juego de estas separaciones surgidas de la Gran Separación. Hemos ido arañando en el suelo, cada vez más, bajo las plantas de nuestros pies con el fin de descubrir distintas densidades y nos hemos ido metiendo en la periferia de los orígenes del Origen Real. A fuerza de debatirnos teniendo únicamente como punto de apoyo el cuerpo en el barro (las apariencias) continuamos ahondando cada vez más en el atolladero en que estamos.

La seguridad de la amnesia
Todos podemos encontrar cierta tranquilidad ilusoria en el hecho de olvidar, en el no querer acordarse. Nos sucede en esta vida, y mucho más aún en la inmensidad del Movimiento de la Vida.
Vemos nuestro cuerpo como una prisión. La belleza de la encarnación puede desembocar en una sensación de estar encarcelados. La amnesia puede llegar a generar en nosotros a una negación de la esperanza. Hemos generado un mundo en el cual el Sol interior no existe, oficialmente se niega su existencia.
Amamos nuestras heridas porque las conocemos, porque nos identificamos con ellas. Nuestra actitud es globalmente suicida.
La nivelación se hace por la parte baja, hacia una mayor densidad.

La victimación
Dentro de un mundo en que las ilusiones se apilan unas sobre otras, lo urgente es: ¿Queremos verdaderamente comprender lo que ocurre?
Es de cada uno, y no de la colectividad, de donde ha de surgir la respuesta. Nadie más que nosotros ha repartido las cartas del juego en cuyo centro nos estamos debatiendo.
Ha llegado la hora de reconocer que somos innumerables los seres que jugamos a ser víctimas., y así nos disculpamos de saber hacernos responsables de nosotros mismos. Se trata mucho más de los que quieren que los que pueden.
La verdadera voluntad, como la verdadera fuerza, surge al final del largo viaje del alma, a menudo al límite de su agotamiento. ¿Habrá que volverse fatalista y declarar que nada podemos hacer mientras no tengamos nuestra ración completa de sufrimiento?
No olvidemos que se nos ha dado el libre albedrío.
Somos, ante todo, criaturas encargadas de hacer llegar más lejos la Inteligencia de Vida dentro de la Creación.
Nos corresponde decidir nuestro propio nivel de saturación en el errar.
Nuestro hundimiento es el resultado de nuestra complicidad con el fango, con la gravedad, pero esta gravedad es sólo nuestra.
Sólo nuestra visión de nosotros mismos y del mundo autoriza y regula la intensidad de nuestro hundimiento.

La debilidad
La debilidad está constantemente adherida a nuestro ser. Es un poderoso freno a nuestra liberación. Si le permitimos instalarse en nosotros, nos estancamos.
Para darse cuenta de que uno está en un atolladero, es necesario distinguir las paredes y vallas que la hacen una prisión.
Reconocer nuestra falta de voluntad es una lucidez, que supone humildad el primer paso para llega a la fuerza.
La marcha es una andadura por la verdad y pertenece al que quiere oír.

La Materia que enseña
Tras estas reflexiones, sería un primer reflejo condenar nuestro mundo de materia. Pero, esta es la última trampa en que hemos caído: no entender la función de nuestra amnesia y hundimiento.
La intensidad de nuestro sufrimiento y el encadenamiento a la materia tiene su origen, en gran parte, en nuestra total ignorancia del aspecto ilusorio y transitorio de todo lo que vivimos.
El acceso al Conocimiento, que en un momento dado nos ofrece la mente superior () pasa por un primer enfoque de la mente simple. Se empieza por concebir, se deja madurar a la luz del corazón y después se integra, es decir, se convierte uno en testigo viviente.
El camino recorrido por María Magdalena es nuestro camino. Ella reunió sus fuerzas para salir del laberinto y convertirse voluntariamente en peregrina, no creyente sino capaz de encarnar el principio mismo de la fe.
El Maestro lo afirma: la materia es una invención iniciática. Posee su propia coherencia, pero, ante todo es un todo profundamente ilusorio. Hay que comprender que nuestro sometimiento a ella va a herirnos mientras no hayamos permitido florecer en nosotros “la mente superior”: el Conocimiento nacido del corazón global e intuitivo de lo que es. Conocimiento que desestructura los mundos fabricados por nuestras rebeldías.

La naturaleza devuelve el equilibrio
El Evangelio de M. Magdalena ofrece pistas para seguir. Una de las más evidentes es la vía que pasa por la naturaleza.
La naturaleza adopta el rostro de la belleza y la coherencia, no se nos presenta como la realidad última a la que tuviéramos que acomodarnos.
Saber utilizar conscientemente algunas ilusiones a modo de estribo para ascender es señal incontestable de sabiduría.
Lo que nos sugiere la naturaleza es la contemplación. Esa forma especial de meditación que considera la noción de lo sagrado.

Las tres fases
Saber, comprensión, conocimiento
El saber atañe el cuerpo de la conciencia
La comprensión se dirige al alma.
El conocimiento es la huella del espíritu en la conciencia
Tanto Pedro como sus compañeros andan todo el día junto al Maestro pero permanecen aún en la aridez. Saben y comprenden pero no llegan a conocer, siguen estando fuera de la clave intuitiva de lo supramental, no consiguen abandonar el mundo de los conceptos ni de la imitación del Maestro.. la liberación no es un asunto de recetas. Todo ello requiere una maduración del ser.
El Conocimiento reclama otro nivel de conciencia, que sólo la Magdalena parece haber desarrollado.


En el transcurso del tiempo…

Tercera escala
De la Memoria del Tiempo… dijo Leví a Myriam: ¿Por qué, hermana? Tú que tienes tanto y tanto que enseñar, tú que, sobre todo, conociste al Maestro, ¿por qué vives así como una simple pastora? … ¡Me parece que explicas tan poco!

Myriam: Ya te lo he dicho. No es con palabras con lo que hablo. El Maestro me enseñó a convertirme yo misma en un relato… igual que Él hacía con su persona. Por eso, son mis ojos, mi boca, mis manos, y mis pies lo que se esfuerzan en inventar el relato más bello….
Porque siempre estamos inventando nuestra vida. La tejemos instante tras instante según la trama que imprimimos a nuestro corazón… Sobre todo, he aprendido a hablar sin palabras allí donde se necesita un vocabulario más sencillo.
El Maestro enseñó con su Palabra… pero no fue con ella con lo que se dio a conocer. Fue con el brillo de sus ojos y la pureza de Sus manos como cumplió su milagro en esta Tierra.
El verdadero testigo reviste la máscara del que inspira y, al hacerlo, prolonga la obra ¡No será nunca sólo el que repite! El Amor al que invita el Maestro es escucha, es mirada, es olfato, gusto y hasta tacto. En fin, es una forma de ser, es decir, de recibir y dar, nunca el mundo cerrado edificado basándose en argumentos, definiciones o reglamentos… Es un cruce de caminos.
No tengo que convencer a nadie… no vienen a verme para oírme predicar… viene a verme para recibir amor… porque he aprendido a escuchar, a recoger el sufrimiento, porque me he mostrado en esta apertura y porque esta brecha abierta de mi alma basta siempre para dejar que Él se exprese como juzgue conveniente. Tal vez aprendí sólo a ser la transparencia. Pero, la transparencia es exigente. El Maestro es exigente, su amor nada tiene de dulzón. Enseña el Mundo destruyendo el mundo
La confianza nace de una exigencia que hace avanzar.

Movimiento III

El ascenso


Todos aspiramos al ascenso, aunque no reconozcamos nuestro descenso. En nosotros está impresa la imagen de una liberación. Mas todo se lleva a cabo por etapas, con pausas y momentos de observación. Todo se lleva a cabo por etapas, con pausas y momentos de observación. El viaje del alma que contempla los mundos en los que tuvo que vivir y hace una recapitulación de ellos, es muy elocuente a este respecto.
De ahí la impresión que tenemos en algunos momentos, en ciertas épocas de la existencia de estar detenidos e incluso de retroceder… la vida, en su movimiento de reconstrucción, tiende a crear los acontecimientos de manera que exijan de nosotros una puesta al día…. Hace el último esfuerzo de contemplar quién está detrás de la imagen que ha proyectado hacia fuera.
La libertad que se nos ha ofrecido es una fuerza con la que tendremos que obrar de principio a fin.
Para salir del hundimiento es un imperativo que nos forjemos herramientas

Las herramientas
1.Saber pedir
2.La audacia
3.La visión y la escucha
4.Saber soñar e imaginar
5.Bajo la mirada de la exigencia
6.La voluntad
7.De la confianza al desapego y la alegría
8.El misterio del conocimiento
9.¿A quién seguir?
10.De la mujer iniciadora al Cristo interior
11.El Hijo del Hombre
12.Interior y exterior
13.La trampa narcisista
14.El miedo a la renovación, un reflejo ancestral
15.Un cierto silencio
16.El salto cuántico

1. Saber pedir
La Petición es la primera de esas herramientas.
Es un acto de humildad que no se formula sino en una situación de emergencia.
Esta petición deja traslucir una apertura. Una demanda es primero una intención, es decir, una apertura a la hipótesis de otro nivel de conciencia. “Llamad y se os abrirá” Todo se lleva a cabo por etapas, con pausas y momentos de observación. El viaje del alma que contempla los mundos en los que tuvo que vivir y hace una recapitulación de ellos, es muy elocuente a este respecto.
Tal llamada representa la acción primordial imprescindible para la pulsión liberadora.
La intención del ascenso debe venir del fondo. Tiene que haber cimientos en nuestra vida interior. Se trata de iniciar un retorno a la Fuente, el único punto inmutable.
Llamando a aquello que está en nosotros y que podemos llamar Chispa Divina. Y que es perpetuamente presente y portadora de visión.

2. La audacia
¿Cómo alcanzar la realidad? Responde el Maestro: “Atreviéndose”
Se trata de una actitud global de la conciencia que, por lo que a ella respecta, raramente se muestra revolucionaria.
Para el Maestro la única audacia que existe es la que permite ver más allá e la línea del horizonte de los senderos mil veces recorridos. La audacia no existe sino en la superación de un funcionamiento dualista basado en la apariencia de las cosas. Es el privilegio de volverse a encontrar en el mundo del Origen.
Sin duda es un asunto de visión. No hay audacia sin el recuerdo de todas las posibilidades inscritas en nosotros desde toda la eternidad. La audacia es una espada que corta todo lo que no refleja la Unidad, sino que sigue ahondando en el surco de las fronteras. Lo contrario a la audacia no es otra cosa que el miedo al vértigo de la libertad…
La actitud de los apóstoles en este evangelio ilustra las dos tendencias entre las que nos debatimos la mayoría de nosotros: la falta de apertura y la audacia interior. Nos aferramos a las seguridades rutinarias cotidianas, aun cuando las sepamos insatisfactorias y frustrantes. Amamos nuestra cárcel porque conocemos sus reglas internas.
Atreverse es algo más que romper las cadenas, es inventarse a sí mismo, inventar la propia trayectoria en lugar de calcarla ciegamente sobre la de otro. El camino que nos devuelve al Soñador primordial siempre será individual. No es que lo que enseña la colectividad no tenga un sentido en momentos determinados.
La audacia requiere una soledad habitada por la visión de la Meta, la Maestría no se puede clonar.

3. La visión y la escucha
Si no hay audacia sin visión, tampoco sin ella hay escucha. La Visión, o lo que es lo mismo, la presencia inicial de la Meta, nos devuelve constantemente al Origen.
Visión y escucha parten del mismo principio de voluntad de atención a todo lo que es. Por la unión de la visión y la prolongación de esta, la escucha de nuestra Esencia, es como vamos hacia la Meta.
Somos nosotros en función de nuestro puesto de observación quienes definimos el carácter de lo concreto y de lo abstracto.
El descubrimiento de los principios del holograma, para quien sabe comprenderlo, no habla sino de una redifinición de los concreto y lo real.
¿Pudiera suceder que estuviéramos haciendo que la materia de nuestro mundo diera un salto hacia delante que nuestra conciencia aún no está preparada para integrar?

4. Saber soñar e imaginar
La pregunta del sueño es especialmente pertinente en nuestro tiempo. En numerosas sociedades el sueño siempre se ha percibido como una comunicación especial con una realidad superior. El sueño, en su aspecto noble e inicial, representa la función creadora por excelencia, y así lo menciona María Magdalena.
El verdadero poder es el de la imaginación. Primero hay que concebir, diseñar puertas, y al final abrirlas, posteriormente crear – crearse. El Creador dormita en nosotros con tanta seguridad como nosotros dormitamos en Él. De modo que todo es cuestión de despertarse.
El poder del sueño se nos presenta como generador de alegría.

5. Bajo la mirada de la exigencia
Manifestar el Amor es la solución a cualquier situación conflictiva. Y ¿Cómo manifestar este amor? Exigiéndose.
Exigir es exigirse, reclamar lo mejor de nuestro yo. La exigencia del Maestro es una autodisciplina sin la cual no puede edificarse nada sólido.
El crecimiento es un asunto de uno mismo con uno mismo.
Cuando los discípulos se separan, al final del evangelio, no se les pide que vayan a convertir almas perdidas, sino a ofrecer la Palabra. No se puede añadir nada más a esta exigencia, nada se erigirá en regla.
La autodisciplina que se exige para tal ascensión es pureza. Hay que hacer un esfuerzo de transparencia.. Hay que decir no a la mentira y al autoengaño. Hay que adoptar una ética.
Uno no se miente a sí mismo eternamente.
No hay flojera posible en la vía que nos lleva hasta nosotros mismos.

6. La voluntad
Está constantemente presente en el legado que nos dejan el Maestro y su discípula. Nada no es revelado, ni regalado, si no lo hemos merecido de un modo u otro.
Decir que queremos, ¿es de verdad suficiente para avanzar?
El “sí, pero…” es, en cierto modo, el credo de la religión más extendida en la Tierra.
Deseamos sin querer y, cuando queremos, nuestro impulso tiene tendencia a detenerse allá donde las consecuencias del esfuerzo ya no nos convienen. Tenemos una incapacidad casi crónica de ver a lo lejos.
Querer requiere lucidez, y ésta es un asunto de madurez.
Sin voluntad nos volvemos semejantes a organismos desprovistos de columna vertebral, no podemos mantenernos rectos. En este evangelio se nos dice sin ambages que se “nace a la muerte por la debilidad del querer”.

7. De la confianza al desapego y la alegría
Nuestra ascensión requiere mucha confianza. Quien se niega a apostar por el futuro y las inevitables transformaciones que éste implica, indefectiblemente está estancado.
El que deja de esperar, en cierto modo se convierte en un muerto viviente. La desesperanza surge del Olvido, de la pérdida de la Visión.
A los Apóstoles les falta la fe en lo que son, ya que la enseñanza que han recibido aún no ha echado raíces en ellos. Ellos llaman al Sol con fuerza, pero, permanecen encogidos y acurrucados, incapaces de abrirse a una nueva manera de funcionar.
Abrirse a la confianza es dar nombre a nuestros miedos para aprender a relajarse. Siguen en estado de guerra porque continúan rebeldes a abandonar sus resistencias. De hecho dudan porque se aferran en sus creencias.
Hay dos modos de dudar, el segundo es causante de esclerosis, traduce nuestros miedos frente a horizontes inexplorados y, por tanto, molestos.
Quienes llevan dentro la alegría son siempre quienes por su confianza aceptan abrirse desde su interior a los peligros que la vida pone en su camino. La confianza es una puerta que se abre a la alegría y al entusiasmo. Reconstruirse implica una actitud de confianza.

8. Gnosis ()
Define una Puerta que permite el fluir entre el alma y el espíritu (). Nada tiene que ver con el intelecto puro que diseca y en consecuencia desvitaliza el objeto de su mirada. Es más bien una comprensión desde dentro que da acceso a un conocimiento directo. Es la puerta por la cual la Visión de Eternidad se hace posible.
La gnosis no puede apenas definirse, su principio, esencialmente, ha de ser experimentado.
Cuando se llega a alcanzar la gnosis y uno la deja manifestarse no hay duda de que se encuentra en el umbral de una metamorfosis, todo se redefine. El Espíritu se convierte en una realidad que comenzamos a saborear.
Aquí es donde se vuelve urgente para nuestra sociedad empezar su mutación, pues existe una forma de inteligencia que se sitúa y manifiesta mucho más allá de las normas del coeficiente intelectual., que no segmenta la vida, no es dualista, no pone etiquetas a nada… se sitúa en un tiempo distinto. Es en realidad un nuevo punto de partida, ya que, al sacar a la luz otro nivel de conciencia, redefine nuestra percepción de lo que es y de la amplitud de nuestro campo de acción.
El conocimiento tal como lo ilustra Miriam, se ríe de las reglas de cierta lógica humana. Ella no decide enseñar después de estudiar y reflexionar acerca de ciertas cuestiones. Ella ha recorrido un largo camino.
En el momento en que un ser deja que se exprese a través de él la presencia de la mente superior, puede comparárselo a una astilla en el talón de la sociedad en la que vive. Fascina y molesta a la normalidad.
La gnosis aparece como un nacimiento después de sucesivas muertes de la personalidad inferior. Es un puente entre las realidades y la Realidad.

9. ¿A quién seguir?
Toda búsqueda interior evoca la presencia –o la no presencia- de un guía, de una autoridad capaz de mantenernos en el camino recto. Según el Maestro, no hay que mirar a éste o a aquél. Sólo hay que contemplar nuestro centro.
El ascenso es cosa nuestra, un asunto de nosotros con nosotros mismos. Somos los únicos responsables. Se convierte en adulto todo el que se hace cargo de sí mismo.
El Maestro lo es, porque se ha convertido en un Principio por Sí solo. Se ha convertido en lo que es común a cada uno de nosotros y que Él deliberadamente llama “Hijo del Hombre”. En este sentido, la fuerza que se expresa a través de Él no pretende ser extraña a nosotros.
Cuando afirma: “Mi paz os doy”, quien se expresa no es tampoco el hombre de carne, sino El que ha ascendido a la Fuente, el recordatorio por el que cada uno puede recuperar la memoria de lo que fue y fortalecerse.

10. De la mujer iniciadora al Cristo interior
La noción del Cristo interior en todo ser se encuentra por completo en el fondo de la enseñanza iniciática transmitida por María Magdalena (el centro, la fuente, la savia, la chispa…). En su viaje simbólico ella lo afirma: “He visto en mí…”
“Su (del Maestro) Esencia de Luz no nos deja”. Evoca los más altos conceptos metafísicos sin dejar de ser la mujer de carne. Materia y Espíritu.
¿Por qué ella - y no otra persona – ha acogido la Conciencia Crística? ¿Por qué su acceso al Maestro es directo? Porque no se dispersa, no carece de confianza y no despliega su mente analítica. Ella no olvida su centro. No mira, sino ve.
María Magdalena es a la vez raíces y hojas, cuerpo capaz de abrazar y alma abierta a lo impalpable..
Cualquiera que sea el grado de despertar de un ser, el hecho de estar encarnado conlleva una forma de vulnerabilidad, que al mostrarse da fe de su grandeza.
Myriam provoca problemas en los apóstoles. Ellos están en una danza constante de vacilación y dudas. Pasan de continuo de la atracción a la repulsión. Piden y rechazan.
Recordemos que nunca es la discípula la que toma la delantera para revelar el secreto que le ha sido confiado. Siempre le piden que hable.
Ella como todos los que han alcanzado lo Esencial y que son portadores de Ello, exacerba las pasiones. Es molesta.

11. El Hijo del Hombre
¿Por qué El que nos es presentado como Hijo de Dios es llamado también Hijo del Hombre?
¿Podría ser que el Hombre fuera Dios?
El Principio del Hombre, realizado en su perfección total, forma uno con el Principio divino. El Maestro, en su esencia, representa la manifestación de la máxima realización que puede ofrecer el género Humano, y este género Humano no es diferente de su Fuente, el Soñador primordial. No se trata de la humanidad encarnada, sino de la chispa que nos habita.
La humanidad que constituimos todos nosotros no es sino una prehumanidad, que sigue sin querer ser capaz de lo Divino.
El Cristo fundamental –o Maestro- que todos llamamos sin siquiera saberlo no puede ser sino interior. Es una realidad que se nos adhiera al alma. Comprenderlo equivale a dar un gran paso hacia uno mismo.
Cuando se dilata una sola conciencia, es la humanidad entera (nuestra realidad global) la que se modifica
Nos mantenemos sistemáticamente fuera de nosotros mismos. Nuestra identidad última escapa aún a nuestra comprensión.
El Maestro no menciona su Reino, sino nuestro Reino, esa realidad ilimitada que nos pertenece desde toda la eternidad.
La conciencia Crística es un estado que cada uno de nosotros ha de heredar sin excepción posible.
El testigo, que en la enseñanza del Maestro es algo fundamental, es quien crea el puente entre una realidad y otra (la exterior y la interior). No se sitúa en el “dicen que…” sino en el espacio de lo que él mismo ha experimentado.
El Cristo interior no se puede situar en otro, ni se puede adquirir a fuerza de argumentos, sino que se sitúa en acoger individualmente la Luz y luego expandirla por medio del ejemplo.

12. Interior y exterior
La unidad es o no es. El Maestro afirma que lo de dentro y lo de fuera se comunican constantemente, hablan de lo mismo. El uno expresa las realidades del otro y viceversa.
No se ve el interior que se aloja en el exterior, pero es dentro donde se encuentra la alegría perdida. El Maestro nos habla de la fusión con el Todo. No se trata de una disolución de lo que somos en un Todo que puede parecerse a la nada, es todo lo contrario, se trata de una extraordinaria expansión de nuestra conciencia que la hace más amplia y capaz de englobarlo todo con amor. Al llegar a este estado ya no existen los otros y nosotros, ni siquiera el Creador y nosotros, sino un sola Realidad que va más allá de todas las palabras.
Es necesario volver a recordar nuestra unidad con el Todo a través de los detalles de la vida cotidiana. Es el camino directo a la compasión, una ruta que se recorre por una voluntad de encarnar lo más noble y humano que hay en nosotros. No hay recetas. Sólo una mirada nueva que hay que desarrollar y unas manos de ternura para darle forma.

13. La trampa narcisista
“Estoy en el tercer nivel de la quinta iniciación” esta contemplación de nosotros mismos suele acabar en un estancamiento prolongado, y hace reír. Dice María M. Quien mira sus ojos no ve su Ojo. Detenerse en el camino recorrido y hacer de él un pedestal en el cual uno se sube es una trampa frecuente.
El orgullo espiritual es un país de pleno derecho que tenemos que atravesar al mismo tiempo que los demás.
El Despertar destila una noble discreción

14. El miedo a la renovación, un reflejo ancestral
La renovación no es pintar la casa, sino reinventarle unos planos totalmente nuevos.
Todos estamos de acuerdo en avanzar, pero, en la práctica somos deudores de todo aquello en lo que fuimos educados… así actúan los apóstoles en este evangelio. Su defensa se realiza de forma primaria, primero la duda, después el rechazo al cambio.
Hay que dejar espacio dentro de nosotros para que una nueva realidad pueda instalarse en él e invitarnos a horizontes más amplios. Aquí la humildad, el no estar pegado a sí mismos, es un signo de madurez y de grandeza. No todo el mundo es capaz de esto.
¿Queremos realmente lo que queremos, o estamos representando una comedia?
La especie humana es capaz de agredir en nombre de la Paz, de odiar en nombre del Amor, de utilizar toda clase de armas apelando a la armonía.
Es hora de desincrustar de nuestra alma reflejos ancestrales que siguen haciendo de nosotros enfermos graves. Es una decisión ante todo individual.

15. Un cierto silencio
Todo empieza por un silencio y un silencio acaba por resolverlo todo.
El silencio dinámico significa poner sordina a la mente razonadora por cuya causa se generan y manifiestan muchos malentendidos. Es una aceptación de romper el círculo de los discursos y encarnar con el ejemplo el Amor. Se acalla la personalidad inferior y se deja que lo Humano florezca.
El descubrimiento del silencio es muy urgente en nuestra sociedad…
Saborear el silencio sólo sugiere una voluntad de no participar en la dispersión colectiva, la decisión de ir al encuentro del centro: el Amor manifiesto más allá de las ideas y lenguajes, testigo de nuestra raíz común.

17.El salto cuántico
¡Los peldaños de la escalera por la cual hemos emprendido el retorno a nuestra morada parecen tantos y tan altos!
¿Cómo tener fuerzas para imaginarse a uno mismo creciendo a lo largo de períodos de miles y miles de años?
Evidentemente el enfoque clásico de espacio-tiempo no nos sirve. Creo que Dios ha establecido una especie de atajos, afirma el autor, en el mecanismo de la evolución de la conciencia. Hasta ahora lo han usado los místicos, pero es posible que lo usemos colectivamente y que estemos en un momento apto ara ello.
El salto cuántico es un salto del a conciencia por encima de la ilusión del tiempo, un salto que proyecta hacia delante todos los niveles de manifestación de la Creación.
Algo apunta la Magdalena al decir que el Maestro es la realidad sublime que ya hemos alcanzado en alguna parte fuera del tiempo y que es necesario recordar para realizar el salto decisivo.
No todos los hombres, pero, sí un número creciente de nosotros se acercará más a lo Humano.

En el transcurso del tiempo…

CUARTA ESCALA

Estar atentos a todo lo que habla en el fondo de nosotros.
Es el Maestro quien nos enseña permanentemente en el silencio.
El milagro no está en las palabras… que los siglos recordarán, sino en los silencios que (las palabras rememoradas) inspirarán. Escuchad…

domingo, 1 de junio de 2008

De la meditación

En este capítulo me limito a resumir la entrevista que Treya Killam Wilber, afectada en esos momentos de un cáncer terminal, cuando apenas superaba los cuarenta años de edad, hizo sobre la meditación a Ken Wilber, su marido. Me ha parecido tan profundo y tan completo lo que se dice en ella que no entiendo que sea necesario añadir nada más. No expongo la entrevista entera, sino que la resumo, evidentemente en función de mi propia visión.

TREYA: ¿Por qué no empiezas por explicar lo que entiendes por “filosofía perenne”?

KEN: La filosofía perenne es esa visión del mundo que comparten la mayor parte de los principales maestros espirituales, filósofos, pensadores e incluso científicos del mundo entero. “Perenne” o universal porque aparece implícitamente en todas las culturas del planeta y en todas las épocas.
Y dondequiera que la hallamos presenta siempre los mismos rasgos fundamentales: es un acuerdo universal en lo esencial. Es algo difícil de creer para los occidentales contemporáneos que no nos ponemos de acuerdo en nada. Pero, la situación extraña es la que nosotros tenemos, no la que tenían otros pueblos en otros tiempos.
Creo que estas verdades de naturaleza universal constituyen fundamentalmente el legado de la experiencia universal del conjunto de la humanidad, que en todo tiempo y lugar ha llegado a un acuerdo sobre ciertas profundas verdades relativas a la condición humana y sobre cómo acceder a lo Divino.

TREYA: Modernamente se habla de que es el lenguaje y la cultura lo que modela nuestro conocimiento. De ser así no cabría ninguna verdad universal. Desde este punto de vista no existe una condición humana, sino sólo una historia humana, muy diferente en cada caso. ¿Qué opinas de esta noción de relatividad cultural?

KEN: Hay mucha verdad en ello. Existe esa diversidad de culturas que poseen ese diferente conocimiento “local”. Pero ello no es toda la verdad, junto a estas formas diversas culturales existen otras formas humanas que son en gran medida universales. Son las estructuras profundas del ser humano. Todos los hombres tienen el mismo número de huesos, de músculos, un solo corazón… y en todos los humanos la mente humana tiene la capacidad de formar imágenes, símbolos, conceptos y reglas. Las estructuras superficiales varían, pero no así las profundas. Y de igual manera que el cuerpo humano crea universalmente pelo y la mente crea ideas, el espíritu también produce intuiciones sobre lo Divino. Y esas intuiciones configuran el núcleo de las grandes tradiciones espirituales del mundo. La filosofía perenne se ocupa fundamentalmente de las estructuras profundas del encuentro humano con lo Divino.

TREYA: A primera vista parece difícil ver en qué podrían estar de acuerdo el cristianismo y el budismo. ¿Podrías postular sus tópicos fundamentales?

KEN: Muchos. Los siete más importantes.
Uno: el Espíritu existe.
Dos: ese Espíritu está dentro de nosotros.
Tres: a pesar de ello, la mayor parte de nosotros vivimos en un mundo de pecado, separación y dualidad, en un estado de caída ilusorio, y no nos percatamos de ese Espíritu interno.
Cuatro: hay una salida para el estado de caída, un Camino que conduce a la liberación.
Cinco: si seguimos ese Camino hasta el final, llegaremos a un Renacimiento, a una Iluminación, a una experiencia directa del Espíritu interno, a una Liberación Suprema.
Seis: esta experiencia marca el final del pecado y del sufrimiento.
Siete: el final del sufrimiento conduce a una acción social amorosa y compasiva hacia todos los seres sensibles.

Vayamos por partes: Ser (Dios, lo Divino,…) existe, llámesele como se le llame. Lo sabemos por los místicos que apoyan su afirmación en la experiencia inmediata y directa. Y este conocimiento de los místicos es un conocimiento válido, tanto como la del sabor de un trozo de pastel. Tanto una como otra experiencia son en cierto modo inefables. En estos casos y en todos los similares es necesario tener la experiencia real para saber de qué se trata. Aunque la experiencia mística sea en gran manera inefable, se puede comunicar, se puede trasmitir, de la misma manera que muchas cosas no pueden ser explicadas con palabras: pintar, cantar, saborear… pero se puede enseñar. Es posible aprender una determinada técnica espiritual y llegar a la experiencia.

TREYA: Pero la experiencia mística podría estar equivocada.

KEN: Por supuesto que la experiencia mística no es más cierta que cualquier otra experiencia, pero tampoco menos. Tiene el mismo estatus que cualquier otro conocimiento experimental. Así que o aceptamos todas estas experiencias o nos hundimos en una ignorancia total y absoluta. Ni el Quijote lo escribió Cervantes, ni hoy es 23,4.05, ni yo (José Antonio) estoy escribiendo, ni oyendo las estaciones de Vivaldi, ni existen los electrones… Y la experiencia sólo se confirma con más experiencia. Este argumento lo que hace es afirmar que los místicos son verdaderos especialistas para hacer las aseveraciones que hacen.

TREYA: Pero ¿no será la visión mística una esquizofrenia? como se suele decir (incluso por muchos mal llamados teólogos).

KEN: Hay esquizofrénicos que experimentan intuiciones místicas. Pero desconozco a cualquier autoridad en la materia que crea que las experiencias místicas son básica y primordialmente alucinaciones esquizofrénicas. Sí que hay muchas personas no cualificadas que lo piensan, y no sería fácil convencerlas de lo contrario. Diré tan sólo, que las prácticas espirituales y contemplativas utilizadas por los místicos pueden ser muy poderosas, pero no lo suficiente como para coger a un montón de gentes normales, sanos y adultos y en el curso de pocos años convertirlos en esquizofrénicos delirantes y alucinados que no podría ponerse de acuerdo ni para ir al baño.

TREYA: ¿No es posible que la noción de ser “uno con el Espíritu” no sea más que un mecanismo de defensa regresivo para proteger a una persona contra el pánico ante la mortalidad y la finitud?

KEN: Si la “unidad con el Espíritu” es algo en lo que uno cree, se trata de una idea o de una esperanza. Entonces suele formar parte de la “proyección de inmortalidad” de una persona, o sea, de un sistema de defensa, diseñado para protegerse mágica o regresivamente de la muerte bajo la promesa de una prolongación o continuación de la vida. Pero la experiencia de la unidad atemporal con el Espíritu no es una idea, sino una experiencia directa. Y una experiencia directa o es una alucinación, ya hemos demostrado que no, o un error y también se ha demostrado que no, o simplemente se ha de aceptar tal como es: una experiencia directa del Espíritu.

TREYA: Por lo que dices el misticismo genuino a diferencia de la religión dogmática, es científico, porque se basa en la evidencia y en la comprobación experimental directa. ¿No?
KEN: Así es. El laboratorio del místico es su propia mente, su interioridad y el experimento: la meditación. Cualquier persona puede verificar y comparar los resultados de su experiencia con los de otros que hayan hecho la misma experiencia. Este conocimiento experimental y la consiguiente convalidación te llevan a una serie de verdades, o ciertas leyes del Espíritu…

TREYA: Y esto nos lleva de nuevo a la filosofía perenne. A los siete grandes principios antes enumerados. El primero: el Ser, el Espíritu existe. El segundo: El Espíritu está dentro de ti.

KEN: El Espíritu está dentro de ti. Hay todo un mundo en tu interior. El mensaje de los místicos es este: en el centro de ti mismo tú eres Dios. El Chandogya Upanishad nos ofrece la formulación de esta verdad: “En la misma esencia de tu ser no percibes la Verdad, pero en realidad está ahí. En eso, que es la esencia sutil de tu propio ser, todo lo que existe Es. Esa esencia invisible y sutil de tu propio ser es el Espíritu del universo entero. Eso es lo Verdadero, eso es el Ser. ¿Y tú? Eso eres tú”.
Con nuestra mentalidad occidental este pasaje es difícil de entender y con una mentalidad cristiana más aún de aceptar. Mas se ha de pensar que ese “tú” al que se refiere el pasaje no es la identidad individual y personal de cada uno, tal como lo entendemos en occidente. No es José Antonio el que es el Espíritu del universo. No es mi ego, al contrario mi ego es el que impide que tomemos verdadera conciencia de nuestra Identidad Suprema. Ese “tú” es nuestra esencia más profunda, o nuestro yo más elevado que transciende el ego mortal, la temporalidad, el espacio, las limitaciones del mundo manifiesto y participa directamente de lo Divino, del Espíritu. Es lo que en el cristianismo llamamos Pneuma, en contraposición a la psique. Cristo nos pide para ser verdadero discípulo, verdadero cristiano “que perdamos nuestra propia vida o alma, nuestra propia identidad1”. Sólo transcendiendo nuestra alma mortal, podremos descubrir nuestro pneuma: espíritu inmortal que es uno con el Todo. Ya lo afirma San Pablo “Vivo. Pero no yo. Es Cristo quien vive en mí”. Pablo descubrió su verdadera identidad, que no era su psique o su alma individual. También los hebreos distinguían entre ruaj, la participación en lo Divino, y nefes, el ego individual. Por supuesto que si creemos que nuestro ego individual es Dios, estamos padeciendo una verdadera psicosis.

TREYA: Pero entonces, si el Espíritu está realmente en nuestro interior, ¿por qué no es evidente para todo el mundo?

KEN: Con esto entramos en el tercer punto. Las diversas tradiciones dan diferentes respuestas a este asunto. Pero todas coinciden en esto: no puedo percibir mi verdadera identidad, porque mi conciencia está obnubilada y obstruida por alguna actividad en la que estoy implicado ahora mismo. Esta actividad recibe nombres muy diferentes, mas fundamentalmente consiste en contraer y centrar la conciencia en mi ego personal, en mi yo individual. Esa identificación y la correspondiente exclusión de todo lo demás es lo que me impide encontrar mi verdadera identidad con el Todo. Estoy separado y alienado del mundo de ahí afuera, un mundo que percibo como algo externo, ajeno y hostil a mi propio ser. Y mi propio ser en sí no parece ser uno con el Todo, sino que permanece encerrado y aprisionado dentro de las paredes limitadoras de este cuerpo de carne mortal.

TREYA: eso es el dualismo ¿no?

KEN: así es. Me divido a mí mismo como sujeto y objeto y a partir de este dualismo inicial sigo dividiendo el mundo en todo tipo de opuestos en conflicto: placer y dolor, bien y mal, verdad y mentira..., según la filosofía perenne la conciencia contraída sobre sí misma, dominada por el dualismo, no puede recibir la realidad tal como es, la realidad como Identidad Suprema. El pecado es la contracción de uno mismo, la sensación de identidad separada, el ego. El pecado no descansa en algo que hace el yo, sino en algo que es.
La sensación de estar separado, de ser un individuo separado, da nacimiento al sufrimiento, da nacimiento a la “caída”. El sufrimiento no es algo que ocurre al estar separado, sino que es algo inherente a estarlo.
“Pecado”, “sufrimiento” “yo” no son sino diferentes nombres para un mismo proceso: contracción y fragmentación de la conciencia. Es imposible rescatar al yo del sufrimiento, ambos nacen y mueren al mismo tiempo.

TREYA: el mundo dualista es el mundo del pecado original, es el mundo de la contracción. ¿También los místicos occidentales definen el pecado y el infierno como algo inherente al estado de identidad separada?

KEN: Sí. Al yo separado y a su codicia, deseo, huida carentes de amor. Viene a propósito un escrito de William Law, un místico cristiano inglés del siglo XVIII: “He aquí la verdad resumida. Todo pecado, toda muerte, toda condenación y todo infierno no son sino el reino del yo, las diversas actividades del narcisismo, del amor propio y del egoísmo que separan el alma del Ser (Dios) y abocan a la muerte y al infierno eterno”. La Theologia germanica afirma: “lo único que arde en el infierno es el yo”.
En sánscrito el “pequeño yo” o alma individual se denomina ahamkara, que significa nudo o contracción. Y esta contracción dualista y egocéntrica de la conciencia es la que constituye la raíz misma del estado de caída.

TREYA: así que la transcendencia del “pequeño yo” conduce al descubrimiento del “gran YO”.

KEN: efectivamente, es la forma para superar la caída. Tirar a la cuneta al pequeño yo. Morir a esa sensación de ser una identidad separada es el único camino si queremos descubrir nuestra identidad con el Todo.
Para la gran mayoría de nosotros esta sensación ha de ser superada poco a poco, aunque de hecho esta separación nunca ha existido, porque Ser lo es Todo, sólo existe Dios. Por tanto esa identidad separada no existe, es sólo una sensación, pero que afecta a nuestra conciencia.
Existe el Camino, y si lo seguimos hasta el final, nos conducirá desde el estado de caída al de salvación o iluminación. Como dijo Plotino: “Es un vuelo desde el único hasta el Único”.

TREYA: ¿Es la meditación ese camino?

KEN: hay diversos caminos. Son diversas estructuras superficiales que comparten la misma estructura profunda. Podemos simplificar diciendo que todos estos caminos, procedentes de diversas tradiciones de sabiduría, se dividen en dos grandes caminos. Uno de ellos consiste en expandir tu ego hasta el infinito y el segundo en reducirlo a la nada. El primero es una vía de conocimiento, mientras que el segundo es una vía devocional. El sabio dice: “Yo soy Dios, la Verdad Universal”. Y el devoto. “Yo no soy nada. ¡Oh, Dios! Tú lo eres todo”. En ambos casos el individuo transciende su pequeño yo, muere al ego y resucita, redescubre su Identidad Suprema con el Espíritu Universal.
El pequeño yo debe morir para que pueda resucitar en nosotros el gran YO, el Cristo.
Los nombres que dan las distintas tradiciones de sabiduría a esa muerte y nuevo renacimiento son muy diversos. En el cristianismo: Adán y Jesús, o Hombre Viejo y Hombre Nuevo, y la conversión, el proceso de retorno: metanoia.
En el budismo y el hinduismo llaman a la muerte jivatman y al despertar Brahman y shunyata. Y la iluminación o liberación moksha. El Zen llama satori o kensho a la transformación.

TREYA: ¿La iluminación se experimenta como una muerte real o sólo es una metáfora?

KEN: se trata de una verdadera muerte del ego. Los relatos de esa experiencia pueden ser muy dramáticos, o también muy sencillos. Afirman: te despiertas y descubres que tu verdadero ser es todo lo que has estado mirando hasta ese momento. No te vuelves uno con Dios, sino que te das cuenta, tomas conciencia de que eternamente has sido esa unidad sin percatarte de ello. Y junto a esa experiencia, también experimentas que tu pequeño yo ha muerto de verdad. Eckhart dice: “El reino de Dios (Ser) no es sino para los que han muerto completamente”.
Al morir el pequeño yo se descubre la eternidad. El YO no mora para siempre en el tiempo, sino en el presente atemporal previo al tiempo, previo a la duración. ES.
El sexto gran principio de la filosofía perenne afirma que la iluminación pone fin al sufrimiento. Lo que causa el sufrimiento es el apego y el deseo de nuestra identidad separada, y lo que pone fin al sufrimiento es el camino meditativo que transciende al pequeño yo y al deseo. El sufrimiento es inherente a ese nudo o contracción llamado ego, y la única forma de acabar con el sufrimiento es acabar con el ego. No se trata de que después de la iluminación ya no sientas dolor, angustias, miedo… sientes todo eso, pero lo que ocurre es que esos sentimientos ya no amenazan tu existencia, dejan de constituir un problema, no te identificas con ellos, no les das energía, ya no resultan amenazadores. El Yo es el Todo y no hay nada que pueda hacerle daño. Esta situación produce una profunda relajación y distensión del corazón. La persona se asienta sobre la paz que sobrepasa todo entendimiento, como dice S. Pablo.
El sabio como es consciente del sufrimiento, aunque no le haga daño a él personalmente, se siente motivado por la compasión y el deseo de ayudar a los demás que sufren y creen en la realidad del sufrimiento.
Este es el séptimo punto. La verdadera iluminación deriva en una acción social inspirada por la misericordia y la compasión, en un intento de ayudar a todos los seres humanos a alcanzar la liberación suprema. “Ama a tu prójimo como a ti mismo que es, como al Ser mismo que es”.