jueves, 4 de junio de 2015

CRISTIANISMO Y COMPROMISO POLÍTICO-SOCIAL



Se está removiendo, en los últimos días, el clima con artículos y referencias a los resultados del la elecciones del 24 de mayo pasado. Quiero aportar mi grano de arena a tan vibrante asunto y lo quiero hacer sin prestarme a exaltaciones o denigraciones improcedentes. Aunque, dicho sea de paso, he sentido alegría con los resultados, hay que esperar, hay que darle tiempo a los elegidos en las urnas para optar por los caminos a seguir, como sabiamente dice Juan de la Fuente. Y luego analizar la deriva que vayan cogiendo. Pero no voy a esto.

Entiendo que la cristianía, que la fe cristiana ha de impregnar toda nuestra vida. Ha de ser como la humedad del agua (donde quiera toca el agua deje un rastro de humedad). La impresión (de imprimir) cristiana es característica del cristiano, que lo ha de ser en todo y para todo y la visión de la transcendencia ha de sobrevolar todas las acciones de este mundo, porque mi reino no es de este mundo pero está dentro de vosotros (Lc 17, 20...).

Cuenta K. G. Dürckheim: Había una vez un abad que salía a dar vueltas al monasterio de vez en cuando. Un día le sale al paso el cocinero que le dice: “Maestro, yo soy comunista, por consiguiente pienso en los demás y, cuando cocino, pienso en los monjes y les preparo buenos alimentos...” Otro día se arma de valor y le pregunta: “Maestro, ¿En qué o en quién piensa usted todo el día?” “Sólo pienso en mí mismo” responde el abad. El cocinero se alejó espantado. ¿No son egoístas las personas que meditan y se adentran en el camino interior, en el camino iniciático? Hay un mal entendido, el místico y por lo mismo el cristiano no se adentra en su yo existencial sino que busca anclarse en el Ser, en el Misterio, en Dios, lo cual exige que se trabaje sobre el inconsciente, sobre sí mismo, no sobre los demás y esto con el fin de abrirse a la Realidad Transcendente que es el Amor Universal, que es Apertura y Claridad Total. Y desde esa raíz ha de partir su compromiso para con los demás.

Y desde este enraizamiento en el Ser la acción del cristiano es fecunda y puede comunicar la vida que recibe, de lo contrario solo aportaría a los demás su propia miseria. El trabajo sobre sí mismo y la meditación lo que hacen precisamente es liberar del ombliguismo, hace estallar el egocentrismo y liberan la Luz y la entrega a los demás. Por supuesto que no se puede confundir el cristianismo con la militancia social. Ciertamente éste es una parte muy importante del cristianismo, es una hermosa rama del Árbol total, pero los ámbitos en los que se puede volcar la savia recogida en la meditación y en los actos litúrgicos, en los sacramentos... puede tener y tiene de hecho muchas más facetas. Sólo el contacto con nuestra interioridad y el nacimiento del hombre nuevo en nosotros cambia radicalmente nuestra relación con el universo y con los demás.

Si no construimos lo social a partir de los encuentros con el Ser, con el Misterio, seremos semejantes, como dice Jesús al que construyó su casa sobre arena y vinieron las lluvias, los vientos y los temporales y la arrasaron (Mt 7,24...).

Se trata del hombre nuevo. El nacido del Misterio. La visión del hombre nuevo nos habla del hombre esencial, del “yo esencial” que transciende penetrándolo el “yo existencial” que se fundamenta en la ética y en la razón, sus obras pertenecen a la historia y en ella permanecen y duran más o menos hasta que son sustituidas por otras. Lo más pueden durar como restos arqueológicos, mas no como Vida permanente que engendra Vida.

Lo que han de ser los iniciados, los cristianos la levadura de la masa, es la Luz del camino para que todos puedan avanzar. Sería totalmente ridículo pensar que el que se haya en el camino interior no tiene responsabilidad cara a los demás, sobre todo frente a los pobres. La vida espiritual no llena los estómagos vacíos, ni alimenta de conocimientos las mentes, sino que conducen a una fuente muy distinta que está por encima de toda ética, a la vez que la supone. El cristiano ha de vivir, ha de ser y no ha de estar, como Jesús: hecho uno de nosostros.

Siempre me ha preocupado saber por qué Cristo no se definió políticamente, aún estando sometido el pueblo judío al romano. Muy probablemente si hubiera intentado desarrollar la idea de una reforma política de Israel, eso hubiera valido para unos años, quizás decenas de años ¿y después...? En cambio, el mensaje que nos dejó es válido en cualquier situación y tiempo. ¿Qué queda de las revoluciones y de las guerras? Monumentos y puede que algún cambio superficial en la vida de los hombres. Por el contrario, el mensaje de Cristo, como el de Lao-tse, el de Buda no pueden desaparecer. La verdadera sabiduría, asentada en el Ser, es universal y no pasa porque es la expresión del misterio en lenguaje humano.

Las revoluciones y los cambios políticos, fundamentados en una base ética, son necesarios en la vida temporal, pero hemos de ser conscientes de sus tremendas limitaciones. Duran lo que duran y son sustituidos por otros cambios políticos. A veces sirven para paliar las miserias material y psicológicas, pero necesitan nutrirse no de la ética, sino de algo mucho más allá, del Misterio para que tengan validez universal y permanente.



José A. Carmona

viernes, 13 de marzo de 2015

VIDA Y MUERTE (EROS - THANATOS). EL PROYECTO ATMAN


PRIMERA PARTE

La tensión dialéctica y existencial, Vida – Muerte, es la más importante de nuestra existencia, de ahí que la preocupación por el sentido de la dicha existencia (la religión) sea la única preocupación que merezca la pena en nuestra vida. Todo lo demás estará en función de la preocupación del sentido último. Incluso quienes quisieron renunciar explícitamente a la religión propugnándose ateos, no renunciaron en verdad, sino que buscaron el sentido de la existencia por otros medios y en otras realidades que las de los no ateos.

Pretendo, apoyado en los pensadores que han elaborado una visión transpersonal del desarrollo humano, reflexionar sobre dicha tensión. Pero, antes de introducirme en ello quiero anotar algo sobre mi visión de la antropología.

No es necesario advertir que mi visión antropológica también esta fundada en unos pensadores de muy alto nivel tanto intelectual como religioso, verdaderos sabios-místicos.
La imagen del hombre de esta antropología rompe las estructuras habituales del pensamiento, lo despoja de todas las seguridades exteriores y lo presenta desde la experiencia personal y auténtica de lo más íntimo de su vida. Lo presenta como Persona. Es una visión que se inclina hacia el hombre que sufre, que se alegra, que busca el placer, la felicidad, que busca el sentido de su vida. Es un hombre consciente de sí mismo. El hombre interior que sufre por no ser lo que él mismo es en realidad, por no haber desarrollado su “yo-YO”. Su Yo esencial que no es el pequeño yo preocupado por el poder, el dinero, la seguridad...No es su yo existencial que es el que sale de su egoísmo y se dedica a una causa noble, a hacer el bien a los demás, a la acción social (algo encomiable, pero insuficiente, salvo que el compromiso sea el resultado de haber pasado antes por el yo esencial)... El Yo esencial es el núcleo con el que el hombre participa en la realidad sobrenatural del Espíritu divino. Es lo absoluto que hay en el hombre, la fuente de su verdadera libertad de persona...

Teniendo esto en cuenta, paso a reflexionar sobre la tensión existencial mencionada y cómo esta tensión va tomando diversas formas y aspectos a lo largo del desarrollo de la vida. Anima naturaliter christiana, decía Tertuliano, y comenta Rahner a este respecto: “el alma está dotada desde el origen del conocimiento de Dios y lo que Dios imparte de ese modo puede hallarse, a lo sumo, ensombrecido pero no anulado”.

En este misma línea abundan los textos sagrados del budismo, judaísmo... En definitiva es una afirmación, contenida en la principales religiones del mundo de una forma u otra, de que todo el desarrollo del hombre (y el del universo) se encamina hacia el Espíritu, hacia la Realidad Última. De que el Espíritu es la finalidad última del ser humano y del cosmos visible.

Pero el alma no solamente se contenta con tener ese material del Espíritu replegado sino que siente el impulso de actualizarlo constantemente. En una palabra, el alma en los distintos procesos de la evolución personal va consiguiendo un mayor acercamiento al Espíritu. Pero ¡ojo! Es solamente acercamiento, no es el Espíritu, no es Dios. El alma aspira la Unidad, pero para alcanzarla recurre a ciertas condiciones que le impiden alcanzarla. Recurre a elementos sustitutorios que son obstáculos para alcanzar lo Divino. En cada uno de los estadios del desarrollo (arcaico, pertenencia, racional...) el alma(nosotros) aspira a la Unidad absoluta pero por medios que de hecho le impiden conseguirla, y que solo le permiten conseguir soluciones provisionales que son gratificaciones sustitutorias. Mas como el alma aspira desde siempre a la Unidad total, a ser una con el Espíritu, debe proseguir su camino hasta ser totalmente el Espíritu y no gozar de un mero símbolo sustitutorio. La finalidad del hombre es el Espíritu, es Dios o la Realidad última, es la Unidad absoluta. Los medios que utiliza para conseguirla son erróneos y le impiden de hecho conseguir dicha unidad, o sean, reprimen dicho impulso. De ahí que lo que se consigan sean gratificaciones sustitutorias (dinero, fama, juego, sexo, triunfo, erudición...).

Naturaleza del proyecto
Sunyata es el término por el que es conocida en Oriente la naturaleza última de la realidad, pero esta palabra que traducimos por vacío en castellano, significa propiamente “sin separación”, sin costuras. Así como los dedos, manos, piernas... del cuerpo forman un solo cuerpo, sin división, así todas las cosas y eventos del universo forma una sola Totalidad, Esencia de la Realidad Única. La palabra vacío y la palabra sunyata resuenan de muy distintas formas en occidente y en oriente. En occidente vacío es la ausencia de ser, en oriente es uno de los nombres divinos (Dios no es objeto ni sujeto, por eso es vacío, pero también porque es la Totalidad inconsútil, la Esencia de la Realidad Única). Totalidad que es según la filosofía perenne la única Realidad. En ningún lugar existe una realidad radicalmente separada, aislada. Ni siquiera Dios.

El hombre como individuo separado (sujeto) frente al mundo (objeto) es una ilusión, pues, y un gran gasto de energías porque es una forma de represión por la que queremos separarnos del la Totalidad, y para ello creamos una frontera ficticia que nos separa del resto. Pero dicha separación no existe más que en nuestra ilusión. Separamos la mano del brazo y a éste del tronco con lo que obtenemos un montón de trozos de carne, huesos... y destrozamos el cuerpo. Destrozamos el cuerpo inconsútil del Universo. Lo mismo si separamos a Dios de la creación... Advirtamos, por tanto, que la sensación de identidad separada (sujeto) que experimentamos la mayor parte de los humanos (muchos místicos no) está asentada sobre un superposición de una frontera ilusoria sobre la Totalidad, a la que de esta manera dividimos en un sujeto versus un (o multitud de) objeto(s).

Las aspiraciones de todos los grandes sabios y místicos de la historia muestran que el anhelo
fundamental de todos los humanos es el descubrimiento de esa Totalidad infinita y eterna, pues toda alma sabe o intuye que su esencia es esa: la Totalidad infinita, el Espíritu. (Eros)

Pero a la vez, esto, a lo que aspira, le aterra. Esa transcendencia de la Totalidad supone necesariamente su muerte, la muerte de la ilusión del ser separado, del sujeto. Si no desaparece el sujeto no puede haber Totalidad. Tiene que desaparecer la falsa ilusión de frontera que separa en dos esa Totalidad, ese Espíritu. Lo cual implica la muerte del sujeto independiente, perspectiva que aterroriza al sujeto. (Thanatos)
De esta manera, el hombre se ve abocado a un dilema radical: lo que más desea, el ascenso hasta el Espíritu, es lo que más teme porque supone la muerte del sujeto, la muerte propia como sujeto independiente. Por esto, deseando la Totalidad se resiste a ella, el impulso que lo lleva hacia el Espíritu se ve reprimido por sus consecuencias. Impulso (Vida, Eros) y represión (Muerte Thanatos), el nudo en el que se encuentra atrapado el ser humano ante la eternidad. Y como no puede negarse a su anhelo pero a la vez no se atreve a seguirlo, busca por caminos sustitutorios unas gratificaciones simbólicas o sustitutorias (todo aquello con lo que queramos satisfacer nuestros deseos más radicales), que son alternativas provisionales, sustitutos de la absorción en la Totalidad.

Continuaremos con las consecuencias de este dilema.


José A. Carmona

viernes, 16 de enero de 2015

ALGO ACERCA DE LOS VALORES



Ya en agosto de 2014 escribí algo sobre el tema de los valores. Ahora respondiendo a una amable invitación, y porque tengo ganas de hacerlo, me propongo ampliar mínimamente aquellas pocas líneas.

Pienso que la mejor manera de conocer lo que queremos decir al utilizar la palabra “valor” es la de contemplar la conducta humana (tanto la de los demás, como la propia) y ver qué es aquello que impulsa a los diferentes hombres y mujeres (y nos impulsa) a perseguir en la vida una cosa u otra. Saber (mejor, conocer) qué es el valor es, en origen, el resultado de la observación tanto exterior como interior. Como sabemos bien, nos encontramos con los más diversos objetos, sentimientos, ideales... que motivan a los humanos. Desde lo más craso y material hasta lo más espiritual y místico. Y a esto que nos motiva lo llamamos “valor”.

De hecho, en la vida cotidiana hemos unido fuertemente el valor a la utilidad, y a la utilidad instrumental. En cualquier comercio se desarrollan estas escenas: “Por favor, póngame ese pollo- ¿Cuánto vale?” Identificamos el precio con el valor y mensuramos el mismo en dinero. “Tantos euros el kilo.”

Poco a poco nuestro pensar se ha empobrecido con nuestro lenguaje y estamos hablando constantemente de mercantilismo al hablar de valores. ¡Hasta las obras de arte se subastan por dinero! ¡Cambiamos todo, porque queremos, por dinero! Estamos reduciendo el valor a lo utilitario, cuando no trastocando los valores y ¡llamando verdad a la mentira! (de tanto repetirla). La palabra falsa, la falsedad, no puede imponerse a la experiencia de los sensatos. El principio de “in medio virtus” es universalmente válido, salvo que queramos el nihilismo y la destrucción total. Pero no, el nihilismo no, la Vida es un Valor.

Mas lo utilitario que es lo instrumentalmente útil, aquello que solo es un medio para conseguir un fin, no posee valor en sí sino en función de aquello que hace posible. Éste es un tipo de valor, inferior y totalmente prescindible; siempre canjeable por otra cosa de la que lo adquiere. En sí mismo no vale nada.

El valor de lo inútil

Sé que la poesía es indispensable, pero no sabría decir para qué” afirma Cocteau. Es muy claro que al referirme a lo inútil estoy hablando de lo in-útil(itario). Hay muchas actividades que nunca calificaríamos de útiles, porque no son medios para otra cosa, sino que tienen valor en sí mismas. Son las inútiles. Me atrevo a afirmar que lo de más valor tiene es aquello que no es útil(itario), aquello que en muchísimas ocasiones no se ve, por ejemplo: jugar, comprender, tolerar, conocer, aprender (no una carrera técnica para emplearla luego), sentir, crear, contemplar... y sobre todo amar.

Todas estas actividades carecen de una finalidad utilitaria, son un valor en sí mismas, tienen un valor intrínseco. En ellas, en las inútiles el medio es el fin y allí donde el medio y el fin se identifican tiene lugar la vivencia de una profunda sensación de plenitud y de sentido. El ser humano solo experimenta una felicidad íntegra y realiza satisfactoriamente sus posibilidades internas en las actividades que no tienen más metas que sí mismas.

Pero, quiero hablar de otra división de los valores

Valor absoluto y valores relativos

Esta división parte de una concepción del mundo que entiendo de lo más acertada: el mundo como conjunto jerárquicamente ordenado de holones (holón ya sabemos, es totalidades dentro de totalidades mayores e inclusivas). En este mundo, que es totalmente real:

El Valor Absoluto, también llamado valor Sustrato es el que tiene cada holón, cada cosa, simplemente por ser manifestación de lo Inmanifiesto, del Absoluto, de Dios, del Espíritu... En este sentido todas las cosas tiene el mismo valor, pues todos comparten la misma Esencia, el Espíritu manifestándose en todos y cada uno de ellos. En esto no hay dualidad mayor valor, menor valor. En cuanto manifestación del Dios no hay más o menos.

El Valor Relativo se subdivide a su vez en intrínseco y extrínseco.

Intrínseco es el que tienen las cosas en sí mismas, extrínseco el que tienen para los demás. El intrínseco depende de la inclusividad y totalidad del holón según el orden que ocupe en la jerarquía de evolución. Por ejemplo, un hombre (holón humano) tiene más valor intrínseco que un vegetal puesto que dentro de sí abarca los sentimientos, la racionalidad, la espiritualidad que no comprende el vegetal. De igual manera lo mundicéntrico (multiculturalismo) tiene un valor intrínseco superior a lo sociocéntrico (monocultural) y no digamos ya que lo egocéntrico. Lo cual no quiere decir que los grados inferiores carezcan de todo valor intrínseco. A los valores intrínsecos los solemos llamar derechos, pues se poseen por ser un totalidad individual: la flor, el perro, el hombre...

Extrínseco es el valor que tienen las cosas para los demás. Por ejemplo para una molécula es totalmente necesario el átomo, pues sin él no existiría, lo mismo para un organismo, la célula (y la molécula y el átomo...), para un hombre, un cuerpo (y la célula, la molécula...). es el valor que tienen las cosas por ser una parte relacionada. Y le llamamos obligaciones, porque estamos inmersos en una red de relaciones que nos obligan a... Todos los holones son totalidades que se hayan en relación y por tanto todos poseen valor intrínseco y extrínseco, derechos y responsabilidades. Graduar la importancia de los mismos depende desde la ideología hasta la apertura de la mente (siempre mejorable) hacia lo que es.


José A. Carmona

miércoles, 17 de diciembre de 2014

EL MISTERIO DE LA NAVIDAD


Navidad 2014



ET SPIRITUS DEI FEREBATUR SUPER AQUAS (Gen 1,2)

(Un brote en mi experiencia)


Imprecisas, a veces,

permanecen en temblores,

sumergidas entre dudas, mis carnes ignoradas.

Entre aguas, tinieblas y un origen presentido

van nadando en los tiempos

sin futuro aventurado.


Humedades tenebrosas,

licuadas en mis llantos

transmutan en vida unos brotes de esperanza.


Y allá...

en el horizonte oteado

el Espíritu aletea

inundando de sabia esa vida que ya apunta.


Así...

hace presente el Misterio al desgranarlo

en mis manos.


Paz con, entre y dentro de vosotros

Un abrazo...



José A. Carmona

martes, 16 de diciembre de 2014

EL HOMBRE SER ESPIRITUAL




En noviembre de 2011 publicaba yo en este blog un brevísimo escrito titulado Capax Dei. Es ésta una frase (y su contenido) que aprendí de mi maestro y amigo Raimon Panikkar.

La famosísima definición del hombre que dio Aristóteles y que se ha extendido por toda la cultura científica y no científica de occidente: El hombre es un animal racional (zoon logon exon), ha sido muy castradora. Al contrario que la que propone Theilard: Un ser espiritual con experiencia humana. La definición de Aristóteles tan fielmente seguida por la mayoría de los científicos impide que el hombre pueda subir ni un peldaño sobre la capacidad racional, cuando aún le queda por cubrir las etapas más importantes de la evolución.

¿Pensamos, acaso, que un proceso de desarrollo que empezó por la aparición de la materia, al cabo de miles de millones de año llegó a la vida en las amebas, y tras otros miles de millones de años ha llegado al hombre (racional) ha acabado ya? ¿Tan estúpidos somos que pensamos que la evolución termina en nuestra racionalidad? ¿No somos capaces de pensar que los caminos transitados por chamanes, sabios y místicos no han de ser igualmente transitado por la humanidad a lo largo de millones de años? ¿Nos quedamos en el ser racional? ¿Y qué decir del hombre integrado, de la conciencia psíquica, de la sutil o causal...? las borramos de un plumazo, como hace la ciencia, porque van más allá de la racionalidad y por lo tanto no se pueden ver con esta luz (ni los ojos, ni el microscopio no nos sirven para ver el amor). Pero, el que esos pasos sean pasos transracionales (que transciendan la razón) no quiere decir que sean irracionales, que se opongan a ella.

Todo el proceso de desarrollo que va desde el pleroma del feto confundido con el mundo material en que vive, pasando por el uroboros de los primeros meses tras el nacimiento, hasta llegar al hombre racional integrado (Arieti) es el tema que tratan las psicologías evolutivas ortodoxas. Es el llamado “reino ordinario” por los estudiosos transpersonales. A este reino contraponen los “reinos sutiles” que son los que van más allá de la mera racionalidad.

Existe en el hombre algo más profundo que el reino ordinario, algo (mucho) más allá del cuerpo-mente ordinario. Dice Sri Aurobindo, un místico de enorme grandeza,: “El hombre común vive, circunscrito dentro la mente -corporal ordinaria- y de los sentidos, en un mundo que es ajeno a él y a su conciencia. En la medida que la conciencia va sutilizándose, empieza a establecer contacto con las cosas, no solo con su forma o con el impacto que le producen, sino con su esencia, de un modo mucho más directo. Y aunque este contacto comience siendo inicialmente limitado, su conciencia puede ir expandiéndose y entrar primero en contacto con un abanico de cosas y pasar luego a integrarlas y a identificarse con ellas. Ver todas las cosas en sí mismo y el sí mismo en todas las cosas eso es universalización”.

La luz oscura de la FE es luz luminosa para ver la Realidad, pero oscura para la razón que sólo ve lo que se apoya en lo corporal y en los sentidos. ¿O preferimos decir que los místicos que vieron tan luminosa la FE y vivieron en esa luz eran unos simples esquizofrénicos?... ¿Hemos visto esquizofrénicos sensatos que sabían vivir en este mundo de las formas y del tiempo?... Por supuesto que si aceptamos como dogma infalible que más allá de la racionalidad no hay evolución posible, la conclusión es patente: no puede haber ningún tipo de conciencia transracional. Por lo que confundiremos siempre a los místicos con esquizofrénicos y a la inversa. Hemos tirado al niño, que hemos lavado, junto con el agua sucia de la bañera.

Hay en el hombre un ser interior que no se ve directamente, pero sí a través de la imagen del cuerpo, que va evolucionando hacia niveles de realidad cada vez más ricos y fecundos. El hombre es un ser espiritual con una experiencia humana. Conforme asciende en esos niveles de interioridad, de conciencia, de espiritualidad, va dejando muchos de los aspectos en los que la filosofía tradicional y la ciencia se han fijado para llamarlo animal racional, y va manifestando los aspectos del Ser divino que es. Existen órdenes o niveles de unidad, identidad e integración cada vez mayores que terminan conduciendo a la Identidad Suprema Universal. Dios.

La mente, la vida y el cuerpo ordinario son la expresión parcial y limitada de una conciencia que se esfuerza en evolucionar y alcanzar esa expresión superior de sí misma que ya existe más allá de la mera racionalidad.

Qué hermosamente barrunta y expresa S. Juan de la Cruz esta realidad, por no mencionar a Eckhart, sta. Teresa, Aurobindo, Mahahrsi...

“Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado...”

Todas las canciones entre el alma y el Esposo describen de forma maravillosa esta experiencia de niveles superiores (sutiles) de conciencia. Eckhart y Maharsi son mucho más tajantes hablando de la realidad espiritual-divina que es el hombre, no hablan de dos: esposa y Esposo, sino que hablan de que “nosotros y Dios somos una misma realidad”, como el agua de la ola del mar es la misma agua del océano.

La evolución ha avanzado mucho desde las amebas al hombre integrado, pero no estamos más que a mitad de camino, a la humanidad le queda otro tanto, al menos, por recorrer para desarrollar todo lo que es en sí misma, todo lo que cada persona humana es.




José A. Carmona




viernes, 17 de octubre de 2014

PERSONA - INDIVIDUO




Un gran dogma occidental, sin duda alguna, es el de la individualidad. Ya lo he dicho en alguna otra ocasión. Es algo que ocupa mucho tiempo en mi interior. Y lo malo es que se suele identificar individuo con persona. Hay que personalizar el coche, la vivienda, la mesa de trabajo ¡el selfie! (cuando self es el sí mismo, no el ego)... y en este personalizar no distinguimos lo individual de lo personal, más bien lo que hacemos es identificar una cosa con la otra. Incluso ambas palabras nos suenan como sinónimos. Y sin embargo... un conjunto de individuos es un montón, un cúmulo, una acumulación, o si se quiere un bosque, una manada (que empieza a tener algo social)... un conjunto de personas es una sociedad. Las manzanas, las piedras, los árboles, e incluso los animales (en mayor o menor grado) son individuos, los humanos somos personas (más que individuos). Quiero hacer una pequeña reflexión sobre estas dos realidades tan confundidas y tan diferentes.

La persona es un nudo de relaciones en el universo, el individuo es un ser aislado sin comunicación interior posible, lo que podríamos llamar un solipsista idiosincrático, una simple pieza más del montón incapaz de comunicarse desde adentro (per-sonare). Parece que la sociedad occidental tiende a crear individuos, piezas necesarias para que la máquina funcione, pero nunca personas (¿tendrá algo que ver el auge de las ciencias -mal entendidas como medio de ganarse el sustento-?), seres que descubren que su identidad es en sí mismo un símbolo del universo, una consciencia que se abre a la Plenitud, allende el tiempo.

¿Basta para ser persona atenerse hoy día a las tradiciones antiguas? ¿Entre nosotros a la cristiana? Entiendo que al menos a la mayoría más consciente de los hombres la tradición cristiana con sus dogmas y sus normas impuestas tal como la hemos recibido es claramente insuficiente. El hombre que quiera asumir ser self, su identidad ha de someterla a una crítica profunda, desde la raíz misma. Y una crítica radical no ha de ser meramente racional, sino de todo el hombre, ha de pasar por la criba del espíritu durante mucho tiempo para alcanzar la certeza necesaria para orientarnos en la existencia. No basta con una crítica académica, que sería suficiente para escribir una tesis, es necesario hacer pasar la tradición cristiana por el cedazo de la existencia compartida (como personas) con el resto. Enfrentando dicha tradición a los retos humanos actuales (políticos, científicos, tecnológicos, culturales, espirituales, exóticos...) y fecundándola sin miedos y sin estupideces arriesgadas.

¿Es, pues, necesaria una revolución? Entiendo que en modo alguno. La revolución, palabra muy de moda desde hace un tiempo -ya largo- es tremendamente conservadora. Pretende volver el calcetín al revés. Significa dar la vuelta, poner la cabeza a los pies y los pies por cabeza. Esto es que que ha ido quedando en todas las revoluciones habidas en la historia. De lo que se trata es de salir de la esclavitud del individualismo y crear una situación nueva en la que no se repitan los estereotipos. La revolución preserva las estructuras de base, aunque destruya las instituciones. El remedio para fecundar la tradición recibida no ha de ser iconoclasta, sino crítico. Ha de discernir toda ambigüedad para erradicarla, pero no pretende la reacción opuesta, sino un cambio radical. Por descontado que crítica no es teoría, sino praxis existencial que va probando y se queda con lo bueno.

Es fácil confundir crítica radical con actitud iconoclasta. Y la sociedad que tiende a un “statu quo” califica como tal a toda praxis. Veamos la facilidad con que tachamos de “fascista (facha)” o de “rojo” a cualquiera que juzgue la política dominante. Guardar el equilibrio no es fácil, pero sin él no llegaremos a actitudes personales conscientes. Y en el ámbito religioso pasa lo mismo ¿hay acaso una sola forma de religión? Es más ¿tienen las religiones el monopolio de lo “religioso”?

No faltan en esta transición de individuo a persona los peligros y los traumas. Posiblemente nunca seremos íntegramente personas conscientes, quizás el paso no se pueda realizar de forma absoluta, pero el camino es obvio. Nada fácil.

Todos tenemos que realizar nuestra identidad personal mediante una autenticidad real y radical. Sin confundir los términos. La persona es un microcosmos en el que se juega el destino del Universo. No somos individuos “repetibles”. El individuo se repite una y otra vez, la persona nunca.

He hablado de praxis como crítica radical de la existencia humana. Esta “praxis” incluye por sí misma la “theoria”, no hay dualidad más que en nuestra mente. La pura praxis, que sería el simple cambio de estructuras no puede tener sentido, ya se ha dicho. Es ciega. Incapaz, por tanto, de una transformación hasta el fondo. Solo cambia las formas. Lo que cambia el mundo de una manera real es la persona (que en verdad no es ni singular, ni plural), única capaz de transformar los valores profundos. La persona que no es un “ego”, ni un “otro” sino un “sí mismo”, que es fusión de praxis y teoría (no podemos expresarlo de otra manera).

En cuanto a la tradición recibida en lo religioso, son muchos los elementos que están en crisis:
La fe en un Dios Padre protector y todopoderoso, cuando vemos lo que vemos en el mundo.
Parece que Dios hoy está con el ejército más fuerte, o con la tecnología más avanzada.
¿Qué queda en la humanidad de todos los dogmas medievales?
Sentimos la necesidad de pedir a Alguien o Algo que esté más allá, pero no vemos que estas peticiones sean atendidas.
La esperanza en una Humanidad que se está autodestruyendo se debilita por momentos.

Todo esto hace totalmente necesario someter la Realidad a una crítica radical de la que pueda resurgir la persona actual. El ser humano de hoy.


José A. Carmona



viernes, 1 de agosto de 2014

DOBLE FUNCIÓN DE LA ESPIRITUALIDAD O RELIGIÓN




Ahora, y con muchísima frecuencia, la humanidad ha navegado por la superficie de la espiritualidad. ¿Por qué cuando analizamos en profundidad el cristianismo, el budismo,... o cualquier otra forma de espiritualidad, no nos vamos transformando a su vez?
En el discurso espiritual de Occidente, la superficialidad parece invadir la investigación espiritual, dice Blacker. Resulta lamentable que la trasmisión de las tradiciones místicas de Oriente..., o de cualquier otra, achate su profundidad y desperdicie de esa manera su revolucionaria capacidad de transformación. Hemos de investigar el porqué de esta disolución.

Creo que en verdad estamos viviendo una verdadera crisis de espiritualidad.


ESPIRITUALIDAD CONSOLADORA O ESPIRITUALIDAD TRANSFORMADORA.

Nuestra cultura occidental está pretendiendo señalar en muchas ocasiones con un tinte despectivo la palabra religión, algo que no es frecuente con la espiritualidad. Y lo hacen porque, pienso, no han reflexionado en profundidad sobre el pasado religioso de la humanidad que fue mítico, mágico, de participación tribal, como lo fueron igualmente todas las formas culturales de dichas épocas, porque la conciencia humana se ha ido desarrollando en esos niveles. Fue mítica cuando el hombre, por el nivel de su conciencia, no podía descubrir más que una realidad mítica que conformara su visión del universo, como en todas las demás cosas. Mágica por las mismas razones...
Utilizo, pues, ambas palabras como lo que son, sinónimas.

La religión cumple con dos funciones muy importantes, no es necesario más que abrir los ojos para saberlo. Por una parte intenta dar sentido a esta sensación de identidad separada como nos llamamos y sentimos (falsamente): yo soy yo, separado y distinto del resto de la creación y de la humanidad, un ego entre muchos otros egos. Para ello, crea mitos, historias, narraciones, cuantos, ritos... que ayudan al yo separado a soportar (aguantar), encontrando algo de sentido, los disparos con que nos acribilla la suerte (la vida)la diosa fortuna”. Evidentemente esta función no nos ayuda a superar esa falsa sensación de identidad, a superar al yo separado. Nos proporciona consuelo, pero no nos libera de la identidad “ego”. En todo caso la afianza más.

Pero la religión también cumple, aunque de forma muy minoritaria, con la función de liberar al yo separado de su falsa sensación, de transformarlo. No sólo no Ayuda al yo separado, sino que lo destruye, no le proporciona consuelo sino vacío y ruptura, desolación. No apoya esa conciencia que tenemos la inmensa mayoría sino que va dirigida a su transformación profunda.

A la primera de estas funciones se la suele llamar de traslación o traducción. Es un movimiento horizontal que no pretende cambiar el nivel, el piso en el que mora nuestra conciencia, sino mover los muebles dentro de él, cambiar la cama, la mesa, las sillas de lugar y no subirlas al piso de arriba. A la segunda se la suele llamar de transformación. Es un movimiento de ascenso, vertical que apunta a la transcendencia del yo (o si queremos lo podemos llamar de profundidad, depende desde dónde miremos).

La traslación o traducción facilita, da al yo un nuevo modo de pensar, de sentir sobre la realidad, presentándole una nueva creencia que le abre nuevas perspectivas. Le enseña a traducir su mundo de una nueva manera en función de su nueva creencia, de su nuevo paradigma. Traducción que puede ser maravillosa y que atenúe el temor que siempre acompaña a la sensación de identidad separada (de yo separado).

La transformación desafía, destroza, desmantela la traslación misma. Con la traslación el sujeto dispone de un nuevo punto de vista sobre el mundo, con la transformación el sujeto es él mismo el que es puesto en entredicho y desmantelado, destruido.

La verdadera transformación no es una mera cuestión de creencias, sino que se trata de la muerte del creyente. Es ajena a cualquier intento de traducir de otra manera el mundo, sólo se centra en el mismo yo, en su transformación. No tiene nada que ver con el consuelo sino con la búsqueda del Absoluto que se halla más allá de la sensación de separación.

La traslación, que es hoy por hoy la prevalente con mucho, el yo sigue en su contracción, en su sensación de identidad separada, contento con su propia esclavitud e ignorante del tremendo terror que permanece en su misma esencia. La traslación permite que el yo se lance a la pesadilla del mundo y lo provee de una cierta dosis de sedante que le facilite su encuentro con él (con el sansara). Esta es la situación en la que se encuentra la mayor parte religiosa de la humanidad.

Por más que podamos desear ir más allá de la traslación, por más que queramos emprender una verdadera transformación, dicha traslación seguirá siendo indispensable. Si no somos capaces de traducir los sinsabores de la vida, no solamente no seremos profundamente religiosos, sino que caeremos en una neurosis sin encontrar sentido a la vida. Y eso no es una trascendencia, sino un retroceso, un paso atrás, un desastre.

Lo que ocurre, antes o después, en el proceso de nuestro desarrollo es que llega un momento en el que la traducción o traslación deja de servir. Y en ese momento el único camino posible es el de la transcendencia. El camino no es encontrar una nueva creencia, sino transcenderla y fundirse en el Absoluto. Pero son y han sido muy pocos los dispuestos a este salto. Recordemos a Jesús sólo muriendo en la cruz y llamando a su Padre al que no encuentra, sintiéndose abandonado.

A la mayoría presta un buen servicio la función consoladora de la religión de traducción.


José A. Carmona Brea