miércoles, 17 de diciembre de 2014

EL MISTERIO DE LA NAVIDAD


Navidad 2014



ET SPIRITUS DEI FEREBATUR SUPER AQUAS (Gen 1,2)

(Un brote en mi experiencia)


Imprecisas, a veces,

permanecen en temblores,

sumergidas entre dudas, mis carnes ignoradas.

Entre aguas, tinieblas y un origen presentido

van nadando en los tiempos

sin futuro aventurado.


Humedades tenebrosas,

licuadas en mis llantos

transmutan en vida unos brotes de esperanza.


Y allá...

en el horizonte oteado

el Espíritu aletea

inundando de sabia esa vida que ya apunta.


Así...

hace presente el Misterio al desgranarlo

en mis manos.


Paz con, entre y dentro de vosotros

Un abrazo...



José A. Carmona

martes, 16 de diciembre de 2014

EL HOMBRE SER ESPIRITUAL




En noviembre de 2011 publicaba yo en este blog un brevísimo escrito titulado Capax Dei. Es ésta una frase (y su contenido) que aprendí de mi maestro y amigo Raimon Panikkar.

La famosísima definición del hombre que dio Aristóteles y que se ha extendido por toda la cultura científica y no científica de occidente: El hombre es un animal racional (zoon logon exon), ha sido muy castradora. Al contrario que la que propone Theilard: Un ser espiritual con experiencia humana. La definición de Aristóteles tan fielmente seguida por la mayoría de los científicos impide que el hombre pueda subir ni un peldaño sobre la capacidad racional, cuando aún le queda por cubrir las etapas más importantes de la evolución.

¿Pensamos, acaso, que un proceso de desarrollo que empezó por la aparición de la materia, al cabo de miles de millones de año llegó a la vida en las amebas, y tras otros miles de millones de años ha llegado al hombre (racional) ha acabado ya? ¿Tan estúpidos somos que pensamos que la evolución termina en nuestra racionalidad? ¿No somos capaces de pensar que los caminos transitados por chamanes, sabios y místicos no han de ser igualmente transitado por la humanidad a lo largo de millones de años? ¿Nos quedamos en el ser racional? ¿Y qué decir del hombre integrado, de la conciencia psíquica, de la sutil o causal...? las borramos de un plumazo, como hace la ciencia, porque van más allá de la racionalidad y por lo tanto no se pueden ver con esta luz (ni los ojos, ni el microscopio no nos sirven para ver el amor). Pero, el que esos pasos sean pasos transracionales (que transciendan la razón) no quiere decir que sean irracionales, que se opongan a ella.

Todo el proceso de desarrollo que va desde el pleroma del feto confundido con el mundo material en que vive, pasando por el uroboros de los primeros meses tras el nacimiento, hasta llegar al hombre racional integrado (Arieti) es el tema que tratan las psicologías evolutivas ortodoxas. Es el llamado “reino ordinario” por los estudiosos transpersonales. A este reino contraponen los “reinos sutiles” que son los que van más allá de la mera racionalidad.

Existe en el hombre algo más profundo que el reino ordinario, algo (mucho) más allá del cuerpo-mente ordinario. Dice Sri Aurobindo, un místico de enorme grandeza,: “El hombre común vive, circunscrito dentro la mente -corporal ordinaria- y de los sentidos, en un mundo que es ajeno a él y a su conciencia. En la medida que la conciencia va sutilizándose, empieza a establecer contacto con las cosas, no solo con su forma o con el impacto que le producen, sino con su esencia, de un modo mucho más directo. Y aunque este contacto comience siendo inicialmente limitado, su conciencia puede ir expandiéndose y entrar primero en contacto con un abanico de cosas y pasar luego a integrarlas y a identificarse con ellas. Ver todas las cosas en sí mismo y el sí mismo en todas las cosas eso es universalización”.

La luz oscura de la FE es luz luminosa para ver la Realidad, pero oscura para la razón que sólo ve lo que se apoya en lo corporal y en los sentidos. ¿O preferimos decir que los místicos que vieron tan luminosa la FE y vivieron en esa luz eran unos simples esquizofrénicos?... ¿Hemos visto esquizofrénicos sensatos que sabían vivir en este mundo de las formas y del tiempo?... Por supuesto que si aceptamos como dogma infalible que más allá de la racionalidad no hay evolución posible, la conclusión es patente: no puede haber ningún tipo de conciencia transracional. Por lo que confundiremos siempre a los místicos con esquizofrénicos y a la inversa. Hemos tirado al niño, que hemos lavado, junto con el agua sucia de la bañera.

Hay en el hombre un ser interior que no se ve directamente, pero sí a través de la imagen del cuerpo, que va evolucionando hacia niveles de realidad cada vez más ricos y fecundos. El hombre es un ser espiritual con una experiencia humana. Conforme asciende en esos niveles de interioridad, de conciencia, de espiritualidad, va dejando muchos de los aspectos en los que la filosofía tradicional y la ciencia se han fijado para llamarlo animal racional, y va manifestando los aspectos del Ser divino que es. Existen órdenes o niveles de unidad, identidad e integración cada vez mayores que terminan conduciendo a la Identidad Suprema Universal. Dios.

La mente, la vida y el cuerpo ordinario son la expresión parcial y limitada de una conciencia que se esfuerza en evolucionar y alcanzar esa expresión superior de sí misma que ya existe más allá de la mera racionalidad.

Qué hermosamente barrunta y expresa S. Juan de la Cruz esta realidad, por no mencionar a Eckhart, sta. Teresa, Aurobindo, Mahahrsi...

“Entrado se ha la esposa
en el ameno huerto deseado,
y a su sabor reposa,
el cuello reclinado
sobre los dulces brazos del Amado...”

Todas las canciones entre el alma y el Esposo describen de forma maravillosa esta experiencia de niveles superiores (sutiles) de conciencia. Eckhart y Maharsi son mucho más tajantes hablando de la realidad espiritual-divina que es el hombre, no hablan de dos: esposa y Esposo, sino que hablan de que “nosotros y Dios somos una misma realidad”, como el agua de la ola del mar es la misma agua del océano.

La evolución ha avanzado mucho desde las amebas al hombre integrado, pero no estamos más que a mitad de camino, a la humanidad le queda otro tanto, al menos, por recorrer para desarrollar todo lo que es en sí misma, todo lo que cada persona humana es.




José A. Carmona




viernes, 17 de octubre de 2014

PERSONA - INDIVIDUO




Un gran dogma occidental, sin duda alguna, es el de la individualidad. Ya lo he dicho en alguna otra ocasión. Es algo que ocupa mucho tiempo en mi interior. Y lo malo es que se suele identificar individuo con persona. Hay que personalizar el coche, la vivienda, la mesa de trabajo ¡el selfie! (cuando self es el sí mismo, no el ego)... y en este personalizar no distinguimos lo individual de lo personal, más bien lo que hacemos es identificar una cosa con la otra. Incluso ambas palabras nos suenan como sinónimos. Y sin embargo... un conjunto de individuos es un montón, un cúmulo, una acumulación, o si se quiere un bosque, una manada (que empieza a tener algo social)... un conjunto de personas es una sociedad. Las manzanas, las piedras, los árboles, e incluso los animales (en mayor o menor grado) son individuos, los humanos somos personas (más que individuos). Quiero hacer una pequeña reflexión sobre estas dos realidades tan confundidas y tan diferentes.

La persona es un nudo de relaciones en el universo, el individuo es un ser aislado sin comunicación interior posible, lo que podríamos llamar un solipsista idiosincrático, una simple pieza más del montón incapaz de comunicarse desde adentro (per-sonare). Parece que la sociedad occidental tiende a crear individuos, piezas necesarias para que la máquina funcione, pero nunca personas (¿tendrá algo que ver el auge de las ciencias -mal entendidas como medio de ganarse el sustento-?), seres que descubren que su identidad es en sí mismo un símbolo del universo, una consciencia que se abre a la Plenitud, allende el tiempo.

¿Basta para ser persona atenerse hoy día a las tradiciones antiguas? ¿Entre nosotros a la cristiana? Entiendo que al menos a la mayoría más consciente de los hombres la tradición cristiana con sus dogmas y sus normas impuestas tal como la hemos recibido es claramente insuficiente. El hombre que quiera asumir ser self, su identidad ha de someterla a una crítica profunda, desde la raíz misma. Y una crítica radical no ha de ser meramente racional, sino de todo el hombre, ha de pasar por la criba del espíritu durante mucho tiempo para alcanzar la certeza necesaria para orientarnos en la existencia. No basta con una crítica académica, que sería suficiente para escribir una tesis, es necesario hacer pasar la tradición cristiana por el cedazo de la existencia compartida (como personas) con el resto. Enfrentando dicha tradición a los retos humanos actuales (políticos, científicos, tecnológicos, culturales, espirituales, exóticos...) y fecundándola sin miedos y sin estupideces arriesgadas.

¿Es, pues, necesaria una revolución? Entiendo que en modo alguno. La revolución, palabra muy de moda desde hace un tiempo -ya largo- es tremendamente conservadora. Pretende volver el calcetín al revés. Significa dar la vuelta, poner la cabeza a los pies y los pies por cabeza. Esto es que que ha ido quedando en todas las revoluciones habidas en la historia. De lo que se trata es de salir de la esclavitud del individualismo y crear una situación nueva en la que no se repitan los estereotipos. La revolución preserva las estructuras de base, aunque destruya las instituciones. El remedio para fecundar la tradición recibida no ha de ser iconoclasta, sino crítico. Ha de discernir toda ambigüedad para erradicarla, pero no pretende la reacción opuesta, sino un cambio radical. Por descontado que crítica no es teoría, sino praxis existencial que va probando y se queda con lo bueno.

Es fácil confundir crítica radical con actitud iconoclasta. Y la sociedad que tiende a un “statu quo” califica como tal a toda praxis. Veamos la facilidad con que tachamos de “fascista (facha)” o de “rojo” a cualquiera que juzgue la política dominante. Guardar el equilibrio no es fácil, pero sin él no llegaremos a actitudes personales conscientes. Y en el ámbito religioso pasa lo mismo ¿hay acaso una sola forma de religión? Es más ¿tienen las religiones el monopolio de lo “religioso”?

No faltan en esta transición de individuo a persona los peligros y los traumas. Posiblemente nunca seremos íntegramente personas conscientes, quizás el paso no se pueda realizar de forma absoluta, pero el camino es obvio. Nada fácil.

Todos tenemos que realizar nuestra identidad personal mediante una autenticidad real y radical. Sin confundir los términos. La persona es un microcosmos en el que se juega el destino del Universo. No somos individuos “repetibles”. El individuo se repite una y otra vez, la persona nunca.

He hablado de praxis como crítica radical de la existencia humana. Esta “praxis” incluye por sí misma la “theoria”, no hay dualidad más que en nuestra mente. La pura praxis, que sería el simple cambio de estructuras no puede tener sentido, ya se ha dicho. Es ciega. Incapaz, por tanto, de una transformación hasta el fondo. Solo cambia las formas. Lo que cambia el mundo de una manera real es la persona (que en verdad no es ni singular, ni plural), única capaz de transformar los valores profundos. La persona que no es un “ego”, ni un “otro” sino un “sí mismo”, que es fusión de praxis y teoría (no podemos expresarlo de otra manera).

En cuanto a la tradición recibida en lo religioso, son muchos los elementos que están en crisis:
La fe en un Dios Padre protector y todopoderoso, cuando vemos lo que vemos en el mundo.
Parece que Dios hoy está con el ejército más fuerte, o con la tecnología más avanzada.
¿Qué queda en la humanidad de todos los dogmas medievales?
Sentimos la necesidad de pedir a Alguien o Algo que esté más allá, pero no vemos que estas peticiones sean atendidas.
La esperanza en una Humanidad que se está autodestruyendo se debilita por momentos.

Todo esto hace totalmente necesario someter la Realidad a una crítica radical de la que pueda resurgir la persona actual. El ser humano de hoy.


José A. Carmona



viernes, 1 de agosto de 2014

DOBLE FUNCIÓN DE LA ESPIRITUALIDAD O RELIGIÓN




Ahora, y con muchísima frecuencia, la humanidad ha navegado por la superficie de la espiritualidad. ¿Por qué cuando analizamos en profundidad el cristianismo, el budismo,... o cualquier otra forma de espiritualidad, no nos vamos transformando a su vez?
En el discurso espiritual de Occidente, la superficialidad parece invadir la investigación espiritual, dice Blacker. Resulta lamentable que la trasmisión de las tradiciones místicas de Oriente..., o de cualquier otra, achate su profundidad y desperdicie de esa manera su revolucionaria capacidad de transformación. Hemos de investigar el porqué de esta disolución.

Creo que en verdad estamos viviendo una verdadera crisis de espiritualidad.


ESPIRITUALIDAD CONSOLADORA O ESPIRITUALIDAD TRANSFORMADORA.

Nuestra cultura occidental está pretendiendo señalar en muchas ocasiones con un tinte despectivo la palabra religión, algo que no es frecuente con la espiritualidad. Y lo hacen porque, pienso, no han reflexionado en profundidad sobre el pasado religioso de la humanidad que fue mítico, mágico, de participación tribal, como lo fueron igualmente todas las formas culturales de dichas épocas, porque la conciencia humana se ha ido desarrollando en esos niveles. Fue mítica cuando el hombre, por el nivel de su conciencia, no podía descubrir más que una realidad mítica que conformara su visión del universo, como en todas las demás cosas. Mágica por las mismas razones...
Utilizo, pues, ambas palabras como lo que son, sinónimas.

La religión cumple con dos funciones muy importantes, no es necesario más que abrir los ojos para saberlo. Por una parte intenta dar sentido a esta sensación de identidad separada como nos llamamos y sentimos (falsamente): yo soy yo, separado y distinto del resto de la creación y de la humanidad, un ego entre muchos otros egos. Para ello, crea mitos, historias, narraciones, cuantos, ritos... que ayudan al yo separado a soportar (aguantar), encontrando algo de sentido, los disparos con que nos acribilla la suerte (la vida)la diosa fortuna”. Evidentemente esta función no nos ayuda a superar esa falsa sensación de identidad, a superar al yo separado. Nos proporciona consuelo, pero no nos libera de la identidad “ego”. En todo caso la afianza más.

Pero la religión también cumple, aunque de forma muy minoritaria, con la función de liberar al yo separado de su falsa sensación, de transformarlo. No sólo no Ayuda al yo separado, sino que lo destruye, no le proporciona consuelo sino vacío y ruptura, desolación. No apoya esa conciencia que tenemos la inmensa mayoría sino que va dirigida a su transformación profunda.

A la primera de estas funciones se la suele llamar de traslación o traducción. Es un movimiento horizontal que no pretende cambiar el nivel, el piso en el que mora nuestra conciencia, sino mover los muebles dentro de él, cambiar la cama, la mesa, las sillas de lugar y no subirlas al piso de arriba. A la segunda se la suele llamar de transformación. Es un movimiento de ascenso, vertical que apunta a la transcendencia del yo (o si queremos lo podemos llamar de profundidad, depende desde dónde miremos).

La traslación o traducción facilita, da al yo un nuevo modo de pensar, de sentir sobre la realidad, presentándole una nueva creencia que le abre nuevas perspectivas. Le enseña a traducir su mundo de una nueva manera en función de su nueva creencia, de su nuevo paradigma. Traducción que puede ser maravillosa y que atenúe el temor que siempre acompaña a la sensación de identidad separada (de yo separado).

La transformación desafía, destroza, desmantela la traslación misma. Con la traslación el sujeto dispone de un nuevo punto de vista sobre el mundo, con la transformación el sujeto es él mismo el que es puesto en entredicho y desmantelado, destruido.

La verdadera transformación no es una mera cuestión de creencias, sino que se trata de la muerte del creyente. Es ajena a cualquier intento de traducir de otra manera el mundo, sólo se centra en el mismo yo, en su transformación. No tiene nada que ver con el consuelo sino con la búsqueda del Absoluto que se halla más allá de la sensación de separación.

La traslación, que es hoy por hoy la prevalente con mucho, el yo sigue en su contracción, en su sensación de identidad separada, contento con su propia esclavitud e ignorante del tremendo terror que permanece en su misma esencia. La traslación permite que el yo se lance a la pesadilla del mundo y lo provee de una cierta dosis de sedante que le facilite su encuentro con él (con el sansara). Esta es la situación en la que se encuentra la mayor parte religiosa de la humanidad.

Por más que podamos desear ir más allá de la traslación, por más que queramos emprender una verdadera transformación, dicha traslación seguirá siendo indispensable. Si no somos capaces de traducir los sinsabores de la vida, no solamente no seremos profundamente religiosos, sino que caeremos en una neurosis sin encontrar sentido a la vida. Y eso no es una trascendencia, sino un retroceso, un paso atrás, un desastre.

Lo que ocurre, antes o después, en el proceso de nuestro desarrollo es que llega un momento en el que la traducción o traslación deja de servir. Y en ese momento el único camino posible es el de la transcendencia. El camino no es encontrar una nueva creencia, sino transcenderla y fundirse en el Absoluto. Pero son y han sido muy pocos los dispuestos a este salto. Recordemos a Jesús sólo muriendo en la cruz y llamando a su Padre al que no encuentra, sintiéndose abandonado.

A la mayoría presta un buen servicio la función consoladora de la religión de traducción.


José A. Carmona Brea

jueves, 24 de julio de 2014

COSILLAS SUELTAS




COSILLAS SUELTAS.

Me estoy quedando con una buena ración de pasmo al comprobar por todas partes hasta qué niveles está impreso el maniqueísmo en nuestra cultura (católica-occidental) y por lo que me huele en otras es peor aún.

Por ejemplo, en la televisión solamente se organizan debates polémicos. El tema, ya sabemos, es el político unido indisolublemente a la crisis. Debates en los que no se propone ir descubriendo un poco más la realidad, sino en el que cada uno trata de mostrar que su ideología es la verdadera, o la buena y la otra falsa, o mala.
Se me ha ocurrido hacerme socio de facebook con la intención de ver las fotos que cuelgan mis familiares (sobre todo de los hijos-as de mis sobrinos-as) a los que no veo físicamente en años. Y me encuentro que facebook a parte de ser un patio de vecinos mal avenido, es un foro de maniqueísmo impresionante. Muchos queriendo apoyar sus ideologías con la mayor aportación posible de datos, eventos, sucesos que muestren que su ideología es la correcta.

¿Para cuándo un visión global de lo “que es”?¿Hasta cuándo estaremos entretenidos sólo con nuestros egoísmos dialécticos?
No quiero dar a entender que la verdad sea un cajón de sastre en la que todo cabe, pero sí que la realidad es mucho más compleja, en la que la postura maniquea está de sobras, y que a parte de no solucionar nada lo empeora todo. En la realidad la postura maniquea ha causado mucho mal en los siglos de historia.

No aceptar que todos hemos hecho bien y mal a lo largo de los siglos y que somos ambas cosas (bueno-malo) a la vez, es, cuando menos, ser imbécil. No aceptar que no hay ninguna ideología que no tenga algo de verdad y algo de falsedad o error es de estúpido e ignorante craso. Y estamos queriendo pintar como poseedores de la sabiduría a quienes nos caen bien, y cargados de maldad a quienes no nos caen mal. Aunque en parte, solo en parte, tengamos algo de razón, estaremos creando un monstruo, al que le faltan muchos aspectos.

Entiendo que es totalmente cierto que no todas las posturas (ni la ideologías, doctrinas, pensamientos...) poseen la misma cantidad de verdad (aproximación a la realidad), por decirlo de alguna manera. O dicho de otra, son igualmente válidas para ir arreglando la realidad que tenemos, la historia. Hay posturas más cercanas al amor, otras menos (por decirlo suavemente). Pero ¡ojo! con las posturas solapadas, subliminales, con las que se proclaman (más o menos) mesiánicas, salvadoras como único camino, con las que no se proclaman así, pero se lo creen y lo callan, con los fanatismos, con los mitos... El mal lo tenemos dentro. Todos.

Entiendo que lo que hemos de hacer no es enfrentarnos entre nosotros para hacer una revolución social, sino convertirnos de corazón al otro y así la revolución se hará ella sola.

Lo que decía Jesús de Nazaret, en un mundo estructuralmente injustísimo (muchísimo más que occidente hoy), era: arrepentíos y convertíos, predicó y vivió en propia carne la metanoia (de metagignoscô: cambiar de opinión y postura -en un solo acto-). Y esto (la conversión) es lo más difícil, aunque, y eso es lo duro, sea el único camino.


Sin una previa revolución interior en la aceptación de lo que somos, todas las revoluciones sociales serán un fracaso, aunque puedan ir acompañados de muchos fuegos artificiales . Miremos la historia.

No nos paremos, trabajemos en la revolución personal, interior. Y todo lo demás se nos dará por añadidura. Irá brotando. Creo que si no hacemos esto seguiremos dando palos de ciego (que para algo sirven, pero no para cambiar el mundo).

¿Era Jesús un buenista bobo?


José A. Carmona Brea

carmonabrea@yahoo.es

jueves, 10 de julio de 2014

SACRALIDAD - PECADO


Pecado - sacralidad

La insistencia de mi tocayo Hernández en preguntar sobre el Derecho Canónico y qué añade éste a los demás Derechos me está tocando dentro. También, es muy cierto, me tocan otras interpelaciones, como las de Alberto, Juande, Gaitero...y pienso que oportet et haec facere el illa non omittere.

Quizás podríamos preguntarnos si el Derecho Canónico puede añadir o no un carácter de sacralidad a sus normas, o dicho de otra manera, si puede obligar bajo pena de pecado. Así llegaríamos a la cuestión que para mí está en la raíz: el pecado. El pecado sería interpretado como ruptura de la sacralidad, la ruptura de comunión con lo divino, suponiendo un alteridad entre lo divino y nosotros. Queramos o no, quizás se pueda aplicar necesariamente el salmo 121 (122): In domum Domini ibimus, pese a que estemos en el destierro.

¿Podemos hablar con seriedad de pecado hoy, y por lo mismo de la sacralidad, cuando el pensamiento postmoderno ha alcanzado unos niveles en los que la racionalidad ha destrozado lo que se entendía por sagrado en el Medievo? ¡Y aún estamos en pleno proceso evolutivo de la conciencia! Ojo que no afirmo que no exista sacralidad, sólo que la visión medieval ha sido totalmente superada por la modernidad y la postmodernidad.

Es un tema que me ha ocupado la mente en muchas ocasiones. Escribí hace ya cuatro años un par de artículos largos sobre el tema (del pecado) y los publiqué en mi blog personal. No lo hice en el blog Compañía-19, en el que solamente puse unas notas por si alguien quisiera acercarse a mi blog para leerlos. Se publicaron los días 5 y 18 de mayo de 2010.

Tibi soli peccavi et (quod) malum (est) coram te feci” dice el salmo (50 o 51). El pecado tiene una clara referencia a lo divino en muchos textos de la Biblia, es una ruptura de lo sacro. Mas hemos de tener en cuenta que la misma Biblia dice: “Si peccaveris quid ei (Deo) nocebis? Et si multiplicatae fuerint iniquitates tuae, quid facies contra eum (Deum)?” El pecado es contra Dios pero a Él ni le añade ni le quita nada. (Job 35,6..). Y esto ya en el AT.

Es claro que lo que añade la sacralidad a la obligatoriedad (nacida del principio de autoridad, aunque sea el imperativo categórico) es el tinte de lo sagrado (de lo reservado a lo Divino), en gran medida variable a lo largo de la historia, como el mismo concepto de Divino. Es muy interesante palpar en estos días -anoche en TV- las afirmaciones del portavoz de la Conferencia Episcopal Española afirmando la gravedad del pecado de las relaciones prematrimoniales junto a las de los teólogos de la Liberación quienes afirman que ciertamente existe el pecado mortal: el liberalismo económico que con sus estructuras esencialmente injustas matan a millones de personas. Ambos están en las posturas más opuestas hablando del pecado mortal.

Puedo remitirme aquí a los escritos ya publicados, como he dicho antes, mas quiero apuntar algo de lo que dice la Biblia y el Budismo acerca del pecado, para que podamos ver las opciones tan plurales que tenemos los hombres acerca de lo sagrado y de las obligaciones sagradas. Y quizá introducir un brecha algo inesperada, es posible, en el tema planteado por Hernández.

No se puede negar en modo alguno el fundamento bíblico que tiene el pecado (otra cosa es la doctrina elaborada a partir de este fundamento y de otros, como el conocimiento, la cultura, la interpretación del mundo, la influencia de las culturas hebrea, griega y latina, de la preponderancia de la visión jurídica que se impuso en la iglesia cristiana con la incorporación al Imperio Romano al que de hecho llegó a sustituir como refugio de masas...). Incluso el nombre: peccatum, de peccare: cometer una falta parece indicar su dependencia del Ius. Pero el estudio etimológico supera mis conocimientos.

En el AT existen numerosos términos que describen esa realidad que Isaías (59,2) (en realidad el tercer bloque de libros proféticos escritos bajo el nombre de Isaías) describe como culpa que nos separa a los hombres de Dios, dichos términos son: pecado, delito, rebelión, transgresión, culpa... A veces el pecado es considerado en el AT como una mancha que impide al hombre acercarse al culto, o como el marrar o errar en el tiro, el olvido inconsciente (visiones en las que no aparece el sentido de culpa y a su vez muy distintas de la doctrina posterior sobre el pecado) y la transgresión o abominación, en la que están inmersos todos aquellos pueblos que no creen en Yahveh (el etnocentrismo de Israel era tan monstruoso como el de hoy, casi). La visión del pecado fue dando origen a toda una elaboración doctrinal sobre el mismo y a una casuística impresionante de la que nos habla exuberantemente el libro del Levítico sobre todo ¡El sometimiento a la Torah o Ley de Yahveh era la clave para discernir al buen judío, como al buen católico lo es el sometimiento a los mandamientos de la iglesia!

El hombre peca contra Dios, así reza el salmo, ya citado y muy conocido, del Miserere, que es pieza primordial de los Laudes de los domingo desde Septuagésima hasta II de Pasión: “Contra ti solo pequé (tibi soli peccavi...)”. Dios se enfada por el pecado del hombre: Jeremías 7,20 “Mi ira y mi cólera se derraman sobre este lugar, sobre hombres y ganados...” porque se han ofrecido sacrificios a la diosa. Pese a ello, a veces se afirma que el pecado no hace daño a Dios, como se dice en la anterior cita de Job, tampoco la virtud le sirve de nada, Job 35,6 “...si pecas ¿qué mal haces a Dios? … Si eres justo ¿qué le das a él?” (En los textos bíblicos si nos fijamos en los versículos aislados unos de otros, podemos encontrar muchas contradicciones entre ellos).

El AT reconoce pecados individuales y colectivos, reconoce una solidaridad de grupo tanto para lo malo (salmo 105 -106: “celebrate dominum”, aunque la traducción hecha bajo el mandato de Pío XII disimule la expresión, salmo que forma parte de la liturgia de las horas) como para lo bueno. Daniel hace una confesión pública del pecado colectivo de Israel (Dan 9,4...).

El origen del pecado está, para el AT, en una desobediencia inicial de los primeros hombres (Adán y Eva). Antes de la aparición de la alianza con Abrahán el pecado se extiende por toda la tierra hasta el punto de que Dios se arrepiente de haber creado al hombre (Gen 6,6-7) y decide exterminarlo con el diluvio, mas un hombre, Noé, como después otro Abram-Abrahán, y finalmente otro, Jesús, salvará la humanidad. Se trata de la solidaridad para el bien, algo que ya aparece, como digo, en el AT.

También en el AT se sitúa a la monarquía sobre la base del pecado (Ez,16). Cuando los israelitas pidieron a Samuel que les nombrara un rey que les gobernara, esto le disgustó, y cuando fue a hablar con Yahveh sobre la petición de los israelitas, Yahveh le contestó: “Haz caso al pueblo en todo lo que te pidan. No te rechazan a ti, si no a mí; no me quieren por rey... Desde el día en que los saqué de Egipto me abandonan para servir a otros dioses (1 Sam 8,6-7)”. En su origen la monarquía es interpretada como un abandono de Yahveh

Dios perdona los pecados para que manifestarse justo en su sentencia, recto en su juicio (Sal 51 o 50, 6), pero exige del hombre arrepentimiento y cambio de conducta (Sal 99, 8). Si no hay cambio de conducta el Señor es vengador de las maldades del hombre. Quiero recalcar aquí la tremenda diferencia entre este texto del salmo y la parábola del Hijo pródigo. Jesús ni viene a vengar, ni a culpar, ni a ¿redimir? Simplemente ama.

En el NT aparecen ante todo los recomendaciones de Jesús para el cambio de vida (metanoia) para preparar el Reino de Dios que ya está “entre y dentro (inter et intra)” de nosotros, de ello ya habla el Bautista pidiendo que se preparen los caminos del Señor, que oriente el cambio hacia el amor, hacia el compartir lo que se tiene (Lc 3, 4-14). Para Jesús pecado no es transgredir una norma, sino la maldad que sale del corazón del hombre (Mc 7,14-23) y sobre todo lo es el escandalizar a los humildes (Lc 17,1-4 y par.). El perdón del pecado por parte de Dios es total y sin límites (Mt 18,21-22 y par.), pero el Padre no perdona si el hombre no perdona a sus semejantes (Mt 6,14-15). El perdón se muestra, sobre todo, en el amor a los enemigos (Lc 23,24 y par.).

La palabra “pecador” aparece en el NT con frecuencia como sinónimo de gente marginada y de baja estofa con los que Jesús se relaciona, así hablan constantemente los fariseos (Mt 9,10-13 y par.), quienes le llamaron “comilón y borracho” (Lc 7,34). Jesús explica su actitud con parábolas (La oveja perdida, el hijo pródigo, el dracma perdido). Es de notar que en estos textos neotestamentarios no aparece el concepto de pecado como una infracción de una Ley, sino como una ruptura del amor. En Juan es aún más clara esta visión.

En Juan, fuera quien fuera el autor (o quienes fueran los autores) del cuarto evangelio y de las cartas de Juan y del Apocalipsis, el pecado es la opción contra la Luz que ilumina a todo hombre (Jn 1,5; 1,9; 3,19; 9,40...) y la Luz es la Vida a la que se oponen las tinieblas y la muerte (Jn 1,4; 3,19; 1Jn 5,16). Toda injusticia es pecado, pero “no siempre acarrea la muerte” dice Juan en su primera carta. Y la injusticia se opone a la vida y al amor, es el máximo fruto del egoísmo (del ego frente al Yo), y el Yo es simplemente amor sin exclusiones. Amar a sus hermanos es vivir en la Luz (Jn 2,10). En la primera carta de Juan se afirma también que Jesús es el que expía los pecados del mundo (2,1-2), además de afirmar en diversas partes de la misma que lo que distingue al cristiano es el amor sin exclusiones (2,3; 4,8; 1,7; 5,2...) el amor es el único mandamiento de Dios (2,3... y passim). Cuando se ama al prójimo con las obras se cuenta con la benevolencia de Dios (Jn 3, 16-21). El amor entierra los pecados nos dice la primera carta de Pedro (4,8).
Para Pablo el pecado es ante todo una potencia maléfica, el mal, que entra en el mundo con el pecado de Adán y causa la muerte de los hombres (Rom 5,12; 6,23; Ef 2,1...). La Ley sirvió para que todos tomaran conciencia de que estaban bajo el dominio del pecado (Rom 3,20; Gal 3,19). La fuerza del pecado está en la Ley, por ello hay que morir a la Ley para morir al pecado (Rom 7,4) y esta muerte sólo es posible por la acción del espíritu, por la Fe (Rom 8,2).

Nos baste esta sucinta síntesis de las visiones que en la Biblia aparecen del pecado, para que nos podamos hacer una idea de las distintas formas de relación con lo Divino o Numinoso, concretado para el pueblo judía en el personaje de Yahveh. En el NT no aparece el pecado como culpa, al menos en su núcleo más denso de narraciones de experiencias espirituales. Pero no podemos olvidar las tendencias tan diversas que se dan entre los primeros seguidores de Jesús.

Y a la hora de hablar de la Biblia y del NT, como de cualquier otro texto en el que se funde una institución religiosa, se han de tener en cuenta muchos elementos: El asunto de la inspiración de la Biblia, la aportación del hagiógrafo, la influencia de su cultura y de su contexto social... la lengua usada, las traducciones... la elaboración de la estructura de los textos... la misma interpretación de lo que es inspiración a la luz de la evolución de la misma conciencia humana... los textos conservados, que no son los originales...

Esto en cuanto a la Biblia, pero entiendo que es interesante también saber qué piensan otras formas religiosas sobre la sacralidad y más en concreto sobre el pecado como ruptura de la misma. Personalmente puedo escribir algo sobre el budismo, en muchas ocasiones llamado: no religioso, o, religión atea. Mas si tenemos en cuenta que religión es la preocupación por lo último, el budismo es una religión, aunque en su transfondo no haya un Dios o Divinidad personal en el que se fundamente, como lo hacen el cristianismo, el islam, el hinduismo.... Y en este sentido el ateísmo es una religión, como lo es el agnosticismo y otras múltiples formas humanas de ocupación y preocupación por las necesidades últimas.

Los que somos deudores de la tradición abrahámica, a través del cristianismo, no podemos concebir a Dios, si no es a partir del Ser, algo que no ocurre en todas las religiones, ni tampoco en el ateísmo moderno. Ya Heidegger distingue entre la comprensión metafísica del Ser (la que hemos tenido hasta ahora en la filosofía occidental) y la comprensión no metafísica (postmetafísica) a la que apunta todo pensamiento futuro y que supondrá la superación de toda ontología. En esta línea de desentologización de Dios podemos entender mejor el budismo que nos habla constantemente de la Nada, el Vacío...

Con esta visión del No-Ser en el budismo no puede existir una concepción del pecado como transgresión de una Ley divina, ni tan siquiera una concepción del pecado. En cambio, en el hinduismo sí que se da algo similar a cierto concepto de pecado, no el más usual: el hinduismo asume la concepción védica de la existencia como deuda, de la creaturabilidad como algo que debe ser superado, del ego que ha de ser transformado en yo=amor, de aquí pasó al vedanta, una de las visiones místicas más interesantes habidas en la historia pasada y en la historia que se está haciendo. De ahí deduce el vedanta el deber primordial del ser humano: cancelar sus deudas con el pasado y transcender su propia creaturidad, ser uno con (el) Todo. En su propio ser criatura, en no ser Dios, no ser lo Total, en la misma sensación de separatividad, de que somos un yo separado del Espíritu, del Todo está el pecado, el pecado es la misma consciencia de separatividad, como nos explica Alan Watts en su “Libro del tabú”. El pecado se da, cuando la propia existencia se estanca, cuando el ser que necesariamente es ser-siendo, es acción, se hace una substancia, se cree no solo ex-sistente (sistere ex), sino con-sistente (sistere in-cum- se); el pecado, dice Panikkar, es la sistencia que no acepta su ek-sistencia, el ser que olvida su evolución, la existencia que se para y no se hace esencia. La acción, que transcurre, que se piensa permanente y al pensarse tal, se hace permanente, anquilosada.

Realmente es ésta una reflexión nada banal, muy profunda, y nos puede ayudar a reflexionar con una perspectiva cristiana sobre la parábola del Hijo pródigo. Somos pecadores, esto es, somos seres en evolución, in fieri, por el mero hecho de existir (sea este hecho creación, manifestación, participación...), por tanto el reconocimiento de nuestra condición necesitada del perdón (per-donare = dar en abundancia, dar la existencia), de que somos manifestación, sólo manifestación, de lo inmanifiesto es la actitud justa. De ahí que el justo (en la Biblia: el que no tiene pecado) se confiese pecador =recibidor del per-don (donación del ser) de aquel que no es el ser, sino el Origen del ser, que es No-ser.

Por descontado que esta visión fundamentada en los Vedas está enfrentada con la noción de pecado como culpa legal, como transgresión de la norma. Simplemente está hablando de un fieri que no ha llegado a su culminación (Atman), culminación que no ha de realizarse necesariamente con el tiempo, aunque sí en el tiempo. Es temporal, mas no depende del tiempo, en modo alguno los Vedas se plantean el aspecto jurídico y el de mancha del alma de la ex-istencia, es algo impensable para el pensamiento hindú.

Pero, lo que quiero tratar con detenimiento en este escrito es la posibilidad, o no, de que el concepto mítico del pecado manifestado en las épocas mágica y mítica de la conciencia humana (hasta el Renacimiento) concepto que aún mantiene la institución católica (al hablar de institución católica no estoy hablando de la iglesia católica que tanto de bueno está aportando a la humanidad, sino a la institución propiamente dicha: Vaticano, Jerarquía, “jerarquismo” patológico, doctrina ortodoxa,...), pueda seguir siendo sostenido tras el enorme avance de dicha conciencia conseguido al subir ésta del nivel mítico al racional, avance que queda abierto hacia otros niveles superiores (psíquico, sutil, causal... por nombrarlos de alguna manera, niveles que adquirieron los místicos, no digamos el hombre Jesús de Nazaret) a los que la humanidad en su conjunto irá ascendiendo a lo largo de los tiempos, algo que podemos percibir hoy en las manifestaciones de los grandes sabios (de sabiduría, no de erudición) y santos. ¿Qué nivel de conciencia pudo llegar a tener Jesús de Nazaret al celebrar con sus seguidores la última cena y comunicarles todo lo que en el evangelio de Juan se ha dado en llamar la Oración de Jesús (Jn 17)? “Que ellos sean uno, como tú y yo somos uno...”

Ratione brevitatis pongo punto final. Entiendo, quizás con osadía, que el tema de la obligatoriedad sagrada de los textos canónicos y morales ortodoxos queda muy en entredicho con estos principios de qué puede ser pecado. Si nos adentramos en la reflexión de qué pueda ser sagrado, en parte deducible, y qué pueda ser divino, temas a tratar por los que se sientan capacitados, las conclusiones podría ser ...



José A. Carmona

viernes, 6 de junio de 2014

APUNTES SOBRE LA ESPIRITUALIDAD INTEGRAL







La técnica, entre otras cosas, avanza en nuestros días a gran velocidad, y nos está haciendo ver y comprender nuevas formas de muchas cosas conocidas, aparte de muchas cosas nuevas. Tomemos el ejemplo de un libro.

En los tiempos del Código de Hammurabi (siglo XVIII a. C.) el libro era una piedra cónica grabada con una serie de signos (cuneiformes). Los egipcios estos signos los trasladaron a los muros y sobre todo a los papiros en rollos, sus libros. Los romanos utilizaron tablillas de cera que marcaban con el “stilus”. En el medievo se utilizaron los pergaminos (pieles elaboradas) escritos a mano por los amanuenses e ilustrados muy bellamente. Nosotros hemos conocido (de larga tradición) el papel, hecho con pasta de madera, con el que se han elaborado una cantidad inconmensurable de textos. Hoy día hemos llegado al llamado “ebook”, el libro informático (la colonización de la lengua es patética). Todos los objetos que los humanos a lo largo de la historia hemos usado para imprimir nuestra escritura, no son más que soportes. Varían de unos a otros pero la escritura permanece, el libro permanece, la Piedra Roseta, el Código de Hammurabi, los rollos, los pergaminos... y el ebook son sencillamente libros. Si alguien dijera que un ebook no es un libro porque no es de papel, cogería el rábano por las hojas. La esencia del libro es la escritura como instrumento para la trasmisión del pensamiento, del sentimiento... y desde luego nadie osaría llamar a los códigos de pergaminos que contienen las Glosas Emilianenses “no libros”. No es el soporte, sino la escritura lo que hace que el libro se tal.

Algo similar nos está pasando a los hombres con respecto a la Realidad a la que llamamos Dios (un icono de lo Divino con muchos siglos de historia y válido siempre que lo despojemos de la inflación ganada con el paso de la historia). La confundimos con el soporte mítico medieval con que nos transmitieron su concepto, su idea. Algo que ha sucedido con muchísima frecuencia en el mundo de la modernidad que rechazó de plano a Dios porque se vio en la evidencia de que tenía que rechazar el mito medieval, sin caer en la cuenta de que no es lo mismo el soporte que lo soportado, lo que se trasmite que el medio de la trasmisión, Dios que el Dios mítico. Si la humanidad da un paso hacia la racionalidad o hacia la visión sutil, han de ser éstas los medios de trasmisión de la Totalidad, del Misterio al que llamamos Dios, y no el mito o, lo que sería mucho peor, la visión mágica que quedó atrás hace muchos siglos, aunque no para muchos. Negar al Dios mítico no es ser ateo, sino ser coherente con la evolución de la conciencia que exige una nueva forma de entender lo Divino (como Misterio, Totalidad, Nada, Plenitud, Cosmos, Vacío, Realidad total y transpersonal, Fundamento último del ser...).

La historia, pese a lo que sostienen los creacionistas, es puro desarrollo, es pura evolución. Desde la piedra a la autoconsciencia, desde la semilla al bosque, desde los átomos hasta las galaxias, desde la célula procariota hasta los mamíferos, desde el feto hasta el hombre maduro... Y en esta evolución los estudiosos han descubierto a base de experimentar en los más diversos campos una serie de rasgos comunes a todo ser (y por lo mismo a toda evolución). El conjunto de estos rasgos comunes es el objeto que trabaja la espiritualidad integral. Hoy tenemos un conocimiento global, cualquier persona puede acceder al conocimiento acumulado a lo largo de la historia por todas las culturas, y también a la experiencia, a la sabiduría, a las reflexiones... de todas las civilizaciones de la historia. Apelando a las grandes tradiciones del mundo se ha esbozado un mapa integral (o inclusivo) de los elementos más interesantes que ellas nos proporcionan.

Este enfoque (o mapa) integral contiene fundamentalmente estos cinco elementos: cuadrantes, niveles o estadios, líneas, estados y tipos. Con estos enfoques se tienen cuenta los aspectos más importantes de la vida. El mapa integral nos ayuda a vernos a nosotros mismos, la vida y a Dios de un modo más exhaustivo y eficaz. Yo diría de un modo novedoso que hasta ahora ha sido imposible tener. En San Francisco -California, EE.UU- se ha creado el Integral University para un aprendizaje realmente integral. Este mismo enfoque ha originado el Integral Spiritual Center que reúne a grandes maestros espirituales del mundo. Este Centro ha elaborado doce terapias experimentales para el día a día, llamada Práctica Vital Integral, doce pues atienden a las dimensiones cuerpo, alma, espíritu desde las perspectivas de los cuatros cuadrantes (yo, nosotros, ello, ellos). El comienzo de una era verdaderamente integral supondrá la extinción definitiva de la era metafísica.

Los cinco elementos (el perfil de nuestra conciencia)

Los elementos que comprende este mapa de la visión integral son llamados: cuadrantes, niveles, líneas, estados y tipos. Se ha de advertir que no son meros conceptos teóricos, sino aspectos de la experiencia que podemos verificar en cualquier momento. Se trata del perfil elemental de la misma conciencia humana. La misión de la visión integral es la de ayudarnos con rapidez y eficacia en el viaje de la vida.

- Los cuadrantes son los elementos de conexión de todos los demás. Acabo de nombrarlos. Otro de los nombres que se les aplica (ya en la escolástica se hacía como identidades del ser. Y lo son: Verdad (ello y ellos), Bondad (nosotros), Belleza ( estética o yo). Toda realidad tiene estos cuatro cuadrantes, y por lo tanto también nuestra conciencia, estos cuatros aspectos que han de ser igualmente cuidados en todo desarrollo, en toda espiritualidad: lo interior subjetivo junto con lo interior colectivo, que es el ámbito de los sentimientos, la estética, la belleza, los pensamientos, lo espiritual (como lo entendemos actualmente) amén de la cultura, el arte, la moral... y lo exterior tanto individual como colectivo o mundo de la naturaleza, de la sociedad, de las estructuras, de la materia, de las ciencias...

Estos cuatro elementos los podemos observar en nosotros mismos: nuestro cuerpo, nuestra alma, nuestro espíritu... - tanto plural como colectivo- y hacerlo desde una perspectiva externa, analizándonos, (en tercera persona, lo hace la ciencia) o interna viviéndonos como cuerpo, como alma... como lo que somos (en primera persona, lo hace la vida).

- Los niveles (también llamados estadios)
Todos los cuadrantes se desarrollan, crecen (más o menos), evolucionan. Así van apareciendo los distintos niveles. En el cuerpo y en la materia lo vemos con los ojos de la cara. En la mente, hablamos de personas maduras o infantiles... Igualmente lo podemos observar en los demás cuadrantes, el nivel del místico no es el del impío, distinguimos perfectamente entre el oprimido y el opresor, entre Jesús de Nazaret y un talibán misógino.

En el cuadrante del yo humano podemos distinguir diversos estadios: el egocéntrico (abundante), el etnocéntrico (abundantísimo), el mundicéntrico (escaso) y el Kosmocéntrico (escasísimo). El primero no va más allá del cuerpo, el segundo de la mente, el tercero llega al espíritu, el cuarto es además no-dual. Y esto tanto en lo individual, como en lo colectivo. Los nacionalismos no llegan al espíritu, pero la expansión de esta conciencia grupal favorecen sistemas más complejos que los clanes y las tribus. Pero mientras no lleguemos a los sistemas globales estaremos impidiendo el desarrollo total del hombre y de la historia. Mas poco a poco creamos niveles sociales cada vez más elevados. Jesús de Nazaret en su mandamiento del Amor sin límites tenía muy claro todo esto.

- Las líneas de desarrollo

Éstas se dan igualmente en los cuatro cuadrantes. También llamadas líneas de inteligencia. Son múltiples y cada una puede alcanzar un nivel muy distinto a las otras. Todos conocemos a personas muy eruditas y a la vez muy inmorales. La terapia integral está enfocada al más pleno desarrollo de todas ellas. Recuerdo las principales:

. la línea cognitiva (de Piaget), fundamental, es sencillamente la conciencia de lo “que es”
. la línea emocional, incluye todas las emociones
. la línea interpersonal, la forma de relacionarse con los demás
. la línea moral, de las buenas costumbres
. la línea estética, de la belleza y del arte
. la línea de la identidad del “yo”, ¿quién soy yo? Y su respuesta
. la línea de los valores, estudiada por C.Graves ¿qué merece o no la pena?
. la línea espiritual, o lo que la persona considera lo último, lo más importare
. línea psicodinámica

Todas y cada una de estas líneas pueden alcanzar niveles máximos, medios o mínimos. Todos conocemos ejemplos abundantes (grandes deportistas muy ignorantes, o santos muy sabios pero incapaces de practicar aceptablemente un deporte, grandes artistas inmorales...) y todas alcanzan a los cuatro cuadrantes o como los podemos llamar: yo, cultura y naturaleza. Los cuatro se desarrollan, esto es, se despliegan de niveles inferiores a los superiores. Un ejemplo: Cuadrante exterior individual, átomo, célula, tejido, organismo, árbol, bosque...o feto, bebé, infante, adolescente, joven...: Cuadrante interior individual: yo instintivo, mágico, arcaico, mítico, racional, intuitivo, holístico...no-dual: Cuadrante interior colectivo: nosotros (cultura) premodernos, modernos, postmodernos, integral... Cuadrante exterior colectivo: clanes, tribus, ciudades estados, imperios, naciones, organizaciones supraestatales, comunidades integrales... Esto lo vemos en cada una de las líneas de desarrollo, no creo necesario insistir.

Ya he escrito en otros artículos de este blog sobre los diversos aspectos de lo que queremos expresar cuando utilizamos la palabra espiritualidad (el 12/4/10 y el 26/3/11). Por ahora no insisto en ello, puede ser que más adelante.

Los tipos. Principio masculino y femenino. El masculino se identifica más, quizás, con la individualidad y el femenino con la relación. Estos tipos existen en todos los seres, pero somos más conscientes de ello en lo que se refiere al sexo, al pensamiento, al sentimiento, a la intuición... y pueden hallarse en cualquiera de los niveles o estadios.

Refiriéndonos a los hombres (varones y mujeres) se desarrollan a través de los distintos niveles de forma diferente, una voz diferente según sean varones o féminas. El varón se centra más en la autonomía, la justicia, los derechos, la lógica reflexiva, la mujer en la relación, el respeto, la responsabilidad. Los varones se tocan poco, las mujeres sí lo hacen con normalidad.

En el estadio integral ambas voces, masculina y femenina, que desde el inicio están dentro de cada individuo, tienden a integrarse. No se trata de que cada sexo se asemeje al otro, sino que abraza los dos aspectos de su propio ser, no se trata de un tertium quid amorfo y asexual, sino que siendo varón o mujer se atiende más conscientemente al otro aspecto de su propio ser.

Los estados. La palabra la utilizamos con frecuencia: estado de salud (corporal normalmente), estado financiero, estado del clima, el estado... Se experimentan en todos los cuadrantes. En invierno la naturaleza parece estar dormida, y lo está, la vida está aletargada, en primavera florece... y lo mismo sucede en las sociedades, en las culturas. Aquí me refiero a la conciencia (que es todo), y a la conciencia humana o autoconsciencia en concreto. Dejando sentado que siempre es posible en el hombre un estado alterado de conciencia (estados meditativos, experiencias cumbres...), hablo de los estados a los que accedemos todos con toda normalidad. Son vigilia, sueño -con sueños- y sueño profundo, propios del cuadrante superior izquierdo o individual. Dichos estados no son permanentes, entramos y salimos de ellos cada día de nuestra vida en la tierra. En estos estados alcanzamos contactos muy diversos con la realidad. Del estado de sueño profundo no hay memoria en la mayoría, ni siquiera del sueño con sueño, pero los místicos causales nos hablan de sus experiencias en los mismos. La práctica de la espiritualidad integral ayuda a conseguir unos estados energéticos (sutil y causal) del cuadrante superior externo que nos hacen vivir constantemente en esa percepción-identidad de la realidad-Realidad. ¿Qué decir en el mundo cristiano de la intimidad que Jesús tenía con su Abba? ¿Qué es lo que Teresa de Ávila encontraba entre los pucheros, una idea de Dios o la Realidad que llamamos Dios? Sencillamente se trata de: Amada en el Amado transformada. Leer a los místicos ayuda mucho.

¿No es verdad que la religión (o espiritualidad) nos habla constantemente de la Vida y del Amor? Y sin embargo, ha sido siempre origen de muerte y destrucción y lo sigue siendo. A una grandísima parte de la humanidad -la inmensa mayoría- le falta encontrar el sentido a todo. Asumiendo que la espiritualidad abarca todo lo dicho, los cinco elementos, habrá sitio para todas las visiones de Dios, o casi todas. Y todo podrá cobrar el sentido que no vemos. Ha de ser fruto de una experiencia personal. Más adelante quizás vuelva al tema para desarrollarlo más. Hoy quiero despedirme haciendo una reflexión sobre Dios o el Espíritu teniendo en cuenta lo dicho:

¿El Espíritu (Dios...) es real o no lo es? ¿O acaso una mera creación mental?

¿Existe, o no, un Fundamento real de Todo, una Divinidad real? ¿Existe ese Cristo, ese Misterio que soporta nuestro propio ser y a todo el cosmos dańdole Vida y Sentido?
Sin duda alguna la respuesta a esta pregunta no la podemos buscar en la razón humana que no puede alcanzar el Misterio. Es tan imposible que la razón nos de la respuesta como poder oír música con los ojos. La razón no es el medio adecuado. Mas de ahí, llegar a la conclusión de que no hay tal Espíritu es totalmente irracional, sería similar al sordo que negara la existencia del sonido. La actitud adecuada sería ver y estudiar las respuestas que han dado los hombres que a lo largo de todas las épocas han alcanzado los niveles superiores de conciencia: los místicos de todas las culturas. Siempre teniendo en cuenta las limitaciones humanas de las mismas, se ha de deducir el denominador común.

Visto desde estas experiencias, el Espíritu o Fundamento de todo no es en modo alguno un ser mágico, ni mítico, ajeno al mundo, sino que es la Esidad (no sólo ens a se) de todo ser, o la Vacuidad que es transparencia de cuanto existe o puede existir. Es una Inteligencia o Conciencia, no mítica, no dualista, sino no-dual, no una inteligencia que percibe las cosas, sino que conoce las cosas siéndolas, manifestándolas. Es a la vez conocimiento y ser, sujeto y objeto. Si se le describe como Ser, no se trata de una substancia ontológica, sino de la Esidad misma de cada cosa que es previa a todo (conceptos, sentimientos, imágenes, símbolos...). Si se le describe de forma personal, es la Divinidad, anterior a cualquier manifestación de la misma como Origen, Fuerza y Amor (Padre, Hijo, Espíritu) o cualquier otra. Es una Talidad eterna, esto es, atemporal; no se trata de una Talidad imperecedera, sino que no tiene tiempo, no está en el tiempo. Es meramente momento, ahora, presente, ajena al tiempo.

Se puede describir ese Espíritu de múltiples formas y maneras, tantas como los despliegues evolutivos de la conciencia y todas coinciden en la existencia de una Realidad infinita que es y está más allá, detrás, sobre y como el universo manifiesto, algo similar (pero solo similar) a como las hojas de un libro están sosteniendo a las letras, sin papel (o el soporte que sea -ahora mismo estoy escribiendo sin papel-) y sin letras no tenemos libro.

Y podemos preguntarnos ¿existe una prueba de todo esto? Sí, la misma que nos demuestra a qué sabe un gazpacho andaluz: experimentarlo.

Ascender por los niveles de conciencia en los cuatro cuadrantes hasta llegar a las olas más altas y degustar lo que entonces se experimenta. El camino místico es la prueba. Y ese Dios experimentado no será un Dios mítico, ni dogmático, no será un Dios meramente racional... ni será el dinero, ni cualquier otra preocupación que absorba la conciencia de los hombres, respuestas que a lo largo de su evolución los humanos nos vamos dando y que son incompletas y parciales, aunque sirvan en sus momentos, pues no son globales, no son integrales.

Acabo con unas palabras de Wilber, uno de los miembros del Integral Spiritual Center:
Existe un Espíritu en todas y cada una de las olas de conciencia, puesto que el Espíritu es esa misma conciencia mostrándose en los distintos niveles de su propio desarrollo, la misma conciencia que duerme en los minerales, empieza a despertarse en las plantas, se mueve en los animales, revive en los seres humanos y retorna a sí misma en el sabio despierto. Y lo más extraordinario es que todos nosotros -tanto usted como yo- estamos invitados a convertirnos en un sabio despierto.
¿Llegaremos a verlo?”

José A. Carmona

domingo, 13 de abril de 2014

¿DORMIDOS O DESPIERTOS? (3ª parte)





En las dos partes anteriores en las que se ha introducido y explicado la primera parte del título, no se ha hecho más que explicitar lo que dice Nitzsche, en su libro Más allá del bien y del mal: “La filosofía siempre crea su propio mundo, a su imagen, la filosofía no es más que esa tiránica voluntad de poder, de ser la primera causa.”

A nivel inconsciente al menos, se ha repetido anteriormente, no queremos ver. Por ello culpabilizamos a los “otros” de todo aquello que en nosostros no nos gusta (la sombra). Esto nos hace fans incondicionales de ideas políticas, religiosas, o de partidos, de equipos deportivos... de nacionalismos (todos incluidos, también los que se formaron en el pasado cercano o remoto) que nos dan como se ha dicho esa seguridad “falsa” en la que nos sentimos a gusto y defendidos por los otros. Pero esto no es al Amor. El Amor es Libertad, sencillamente Libertad, Espíritu, Vida y aparentemente Riesgo... Por lo mismo la firme decisión de querer ver es fundamental para el Despertar.

El Testigo

Se ha de tener muy en cuenta que el Despertar conlleva el abandono total del yo superficial (del ego) que se nos cuela en la vida por todos los resquicios. Mas el individuo identificado con el ego no está situado en el Centro, está enajenado de lo que “realmente es” como dicen Krishnamurti y el Tao. El individuo identificado con su ego, su falsa personalidad (nombre, profesión, estatus social, familia, lugar donde vive...) se sitúa en lo que cree que es. Sueña. Está dormido. No se trata de que estos aspectos hayan de ser olvidados, sino de seamos siempre conscientes de que son relativos, no son el centro y que por lo tanto no pueden ser le norte de nuestras vidas. De ellos hay que mantener lo que hay de Amor, de Unión, el resto es falsificación. ¡Cuánto poder tienen estas falsificaciones egóicas en este mundo del tiempo y del espacio!¡Qué miope es la humanidad!

La sabiduría vedanta nos propone una reflexión que nos aclara la diferencia entre el YO universal y el yo individuo (ego). En pocas palabras es ésta:
Una cosa es aquello que puede ser conocido (objeto) y otra cosa es el que conoce (sujeto). El conocedor no puede ser conocido, pues dejaría por ello mismo de ser sujeto para convertirse en objeto, dejaría de ser conocedor para ser conocido. Lo que es verdaderamente “Yo” no puede ser conocido, pues sería objeto. Dice Shamkara: “el conocedor es simplemente el conocedor y nunca puede llegar a ser algo cognoscible”. El ojo nunca puede verse a sí mismo. ¿En un espejo? Lo que ve en el espejo no es el ojo, sino la imagen reflejada (que para algunas cosas puede ser utilizada como válida, para el conocimiento sensible). Y lo mismo nos sucede cuando reflexionamos sobre nosotros mismos, no vemos al sujeto, sino a la imagen objetivada -proyectada hacia la mente- del mismo. Mas en realidad el sujeto en cuanto tal no es el objeto. Lo que es el Yo es el sujeto, el que conoce. Y su naturaleza es Consciencia pura. Es el Testigo de todo cuanto conocemos pero que nunca puede ser conocido. El Yo es la Consciencia que atestigua. Podemos tener conocimiento de nuestro cuerpo, de nuestras sensaciones, de nuestros proyectos, ideas... y por lo mismo no son nuestro Yo. Aunque en la vida ordinaria los confudimos con nosotros mismos.

Para profundizar en este despertar a la “visión”, a la “Consciencia pura” de lo que acontece el vedanta ofrece un instrumento: la meditación del Testigo. Personalmente me ha servido mucho en mis últimos años. Aparte, y a lo largo de toda mi vida me ha servido como indicador extraordinario el IV Evangelio, el evangelio de la proclamación del Amor (y del Agua, y de la Gracia, y del Espíritu...). En cuanto al IV evangelio lo que precede en este escrito es una invitación a meditarlo, reflexionarlo, asimilarlo, a empaparse de él, a zambullirse en él para poder alimentarse en lo más auténtico de nuestro YO de la Sabiduría.
En cuanto a la meditacón del Testigo, se transcribe aquí literalmente un artículo de mi blog, escrito hace unos años. Dice:

La meditación del Testigo

Son muchas, gracias a Dios, las cosas que me atraen, tanto las sensibles, como las inteligibles y las contemplativas. Estas últimas, más que atraerme, me fascinan. La Belleza, la Verdad, la Bondad, donde quiera que las encuentre mi propia limitación temporal y sea capaz de percibirlas, desde el sabor de un buen vino, de un plato bien cocinado y la hermosura del cuerpo humano hasta la plenitud sencilla del Amor pasando por la maravilla del pensamiento y el éxtasis del cante flamenco o del cante gregoriano, son un solaz para mí. Sin olvidar la belleza de colores que encuentro en los cuadros que pinta mi esposa, Paqui.

Me fascinan muchas de las frases que los evangelios ponen en boca de Jesús, aquel hombre que pasó haciendo el bien, como dice Pedro (Hech 10,38), me fascina la soledad en la que vivió (nadie supo –ni pudo- entenderlo), me fascina su íntima comunión con Yahveh a quien llama Abba, me fascina su desconcierto en la cruz porque no encuentra a nadie, ni siquiera al Abba (Eloí, Eloí lemá sabaktaní), según nos dice Marcos (15, 34), y pese a todo expira poniendo su espíritu en manos del Padre, señala Lucas citando el salmo 31 (Lc 23.46) (¿Elaboración posterior? Se escribió muchos años -¿20? ¿30?- después del escrito de Marcos, entre otras causas). Jesús de Nazaret vivió el Amor hasta la consumación en la soledad más absoluta.

Acercarnos a ese Amor es lo que pretenden todos los métodos de meditación como la archiconocida meditación del Testigo, que igualmente me fascina y gracias a la que he vivido verdaderos momentos de no-dualidad.

K. Wilber expresa la aventura extraordinaria que es la misma con estas palabras, que a su vez pueden servir de instrumento que ayude a practicarla:


¡Mira! ¡Mira! ¡Mira! ¿Qué es lo que ves? ¿Qué es lo que puedes ver? ¿Qué otras cosas puedes ver sino las texturas de tu ser, el gran Único Sabor de tu Presencia primordial que aparece por doquier como el mundo? ¿Sigues creyendo ahora acaso que el mundo “fuera de aquí” es distinto a la sensación que tienes de ti ahora mismo? Escúchame:
Todo eres tú.

Tú estás vacío.

La vacuidad se manifiesta libremente.

Manifestarse libremente es la autoliberación.

Acompáñame, amigo mío, y repitamos juntos una vez más esta práctica:

Advierte tu conciencia presente. Date cuenta de los objetos que aparecen en tu conciencia, date cuenta de las imágenes y pensamientos que emergen en tu mente, de los sentimientos y sensaciones que emergen en tu cuerpo, de la miríada de objetos que te rodean y que aparecen en la habitación o lugar en que te encuentres. Todos esos son los objetos que emergen en tu conciencia.

Piensa ahora en algo que, hace cinco minutos, se hallara también en tu conciencia. La mayoría de los pensamientos han cambiado, la mayoría de las sensaciones corporales han cambiado y probablemente haya cambiado también el entorno que te rodea. Pero hay algo que, hace cinco minutos, estaba también ahí y no ha cambiado. ¿Qué es lo que está presente ahora que también estaba hace cinco minutos?

Yo soy. El sentimiento y la conciencia de ese Yo todavía están presentes. Yo soy ese Yo omnipresente que está tan presente ahora como lo estaba hace un instante, hace un minuto y hace cinco minutos.

¿Qué es lo que estaba presente hace cinco horas?

Yo soy. La sensación de que yo soy es continua, autoconocedora, autorreconocedora y autovaliente y está tan presente ahora como hace cinco horas. Todos mis pensamientos han cambiado, todas mis sensaciones corporales han cambiado y también ha cambiado el entorno que me rodea, pero ese Yo sigue igual de omnipresente, resplandeciente, abierto, vacío, claro, espacioso, transparente y libre. Los objetos han cambiado, pero ese Yo sin forma sigue siendo el mismo y es tan evidente y presente en este instante como lo era hace cinco horas.

¿Qué es lo que estaba también presente hace cinco años?

Yo soy. Son muchos los objetos que, durante este tiempo, han aparecido y han acabado desapareciendo, son muchos los sentimientos que, durante este tiempo, han aparecido y han acabado desapareciendo y también son muchos los dramas, los espantos, los amores y los odios que han aparecido, han permanecido durante un tiempo y han acabado desapareciendo. Pero, en este tiempo, ha habido una cosa que no ha aparecido y tampoco ha acabado desapareciendo. ¿De qué se trata? ¿Qué es lo único que está tan presente ahora mismo en tu conciencia como lo estaba hace cinco años? La sensación atemporal y omnipresente de ese Yo se haya ahora tan presente como hace cinco años.

¿Qué es lo que estaba presente hace cinco siglos?

Yo soy lo único omnipresente. Todo el mundo siente el mismo Yo soy, porque ese Yo no es un cuerpo, un pensamiento, un objeto ni un entorno. Ese Yo no es nada que pueda ser visto, sino el Vidente omnipresente, el Testigo abierto y vacío de todo lo que emerge. Lo único que existe en toda persona, en todo mundo, en todo lugar, en todo tiempo y en todos los mundos hasta el final del tiempo es este Yo evidente e inmediato. ¿Qué otro podría conocer? ¿Qué otro podría nunca conocer? Lo único que existe y que siempre ha existido es este Yo resplandeciente, autoconocedor, autoconsciente y autotranscendente que se halla ahora tan presente como lo estaba hace cinco minutos, cinco horas o cinco siglos.

¿Qué es lo que estaba presente hace cinco milenios?

Antes que Abraham fuese, Yo soy (Jn 8.58). Antes de que el universo fuese, Yo soy. Éste es mi rostro original, el rostro que tenía antes de que mis padres naciesen, el rostro que tenía antes de que naciese el universo, el rostro que he tenido durante toda la eternidad hasta que emprendí este juego del escondite y decidí perderme entre los objetos de mi propia creación.

Nunca más pretenderé desconocer y no sentir que Yo soy.

Y, con esto, acaba el juego. Millones de pensamientos han aparecido y han acabado desapareciendo, millones de sentimientos han aparecido y han acabado desapareciendo, pero una cosa no ha aparecido y tampoco ha acabado desapareciendo, lo que nunca ha nacido y lo que nunca morirá, lo que jamás se ha adentrado ni ha salido de la corriente del tiempo, una Presencia pura que flota en la eternidad, por encima del tiempo. Yo soy ese gran Yo evidente, autoconocedor, autovaliente y autoliberado.

Antes de que Abraham fuese, Yo soy.

Yo soy no es más que el Espíritu en primera persona, el Yo último, sublime y resplandeciente, el creador de todo el Kosmos, presente en mí, en ti, en él, en ella y en ellos como Yo que siente todas y cada una de las criaturas.

Porque el número de Yoes de todo el universo conocido no es más que uno.

Descansa siempre como el Yo, como el Yo que sientes ahora mismo, como el Yo no nacido que resplandece en y como tú. Asume también tu identidad personal, como este o como cualquier otro objeto, como este o ese yo o como esta o esa cosa. Descansa siempre en el Fundamento de Todo, en este Yo grande y evidente y vive sumido en el universo que yo he creado.
Éste es un nuevo día, éste es un nuevo amanecer y éste es un nuevo hombre. El nuevo hombre integral como también lo es el nuevo mundo.”

Hasta aquí el texto de Ken Wilber.
Cuando esta conciencia del Yo soy se hace viva en ti, te sientes injertado del todo en el Cristo, eres consciente de ser el mismo que es Él, el Único Ser, el Todo, manifestado aquí y hoy en múltiples formas y maneras, manifestado temporalmente en tu personalidad o ego existencial, que no es sino la manifestación de tu Yo, del único Yo: El Cristo.

Vivir esta Conscienica kósmica es estar despierto. Quien vive en esta consciencia presta atención consciente a cuanto le rodea, esto es:

No se identifica con nada de lo que percibe, observa, piensa, siente... Ser uno no es identificarse con algo, ni rechazar nada. La identificación o el rechazo suponen siempre una exclusión, y por lo mismo una consciencia constringida, no total.

No hay, por lo tanto, preferencias, ni valoraciones. Estas preferencias y valoraciones se dan en nuestra mente, pero la atención consciente va más allá de nuestra mente. Es originaria, es sencillamente Testigo.

Por ende, es imparcial. Es una mirada no selectiva, ni excluyente. Es mirada de pura atención al presente, de aceptación total del mismo, sin referencias al tiempo (pasado y futuro). Es inmersión en lo eterno (sin pasado, ni futuro).

Y pese a las apariencias es activa, pues supone dejar de confundirnos con nuestras vivencias.

Entiendo que Juan de Yepes los expresa de forma muy hermosa:

Olvido de lo cri (e)ado,
memoria del Creador.
Atención al interior
y estarse amando al Amado

Viviendo en esta Consciencia, vivimos despiertos, como Jesús, como Buda, como todos los místicos de la historia de los hombres.


José A. Carmona