martes, 27 de noviembre de 2007

Sobre la Verdad y la Historia. Primera Parte

De la Verdad y de la Historia

La preocupación (en el sentido vulgar del término y en el etimológico también) que subyace a esta reflexión sobre la verdad y el tiempo es de tipo religioso. Me preguntaban hace unos meses en una mesa redonda: “¿qué es verdad y qué es leyenda en los evangelios?” Y en buena medida, es esta pregunta la que me ha impulsado a poner por escrito estas reflexiones, cuando no experiencias directas, con el fin de aprender yo mismo.

Lo cierto es que me pregunto en mi interior ¿Acaso la leyenda, más en concreto el mito, no contiene verdad en sus entrañas? Mi camino no es el de un estudio concienzudo de los textos bíblicos para hacerlos pasar por el cedazo de la historicidad y quedarme con ello. Eso ya lo hace muy bien la gente especializada. Mi intento es una respuesta desde mi interior, que comprende conocimientos intelectuales, pero también experiencias religiosas, y barruntos de otro tipo… Se trata de algo que ocupa parte de mis reflexiones e incluso de mis experiencias internas, como he apuntado antes.

Vivimos en una cultura que ensalza hasta los cielos la historicidad. A veces, parece que no hubiera posibilidad de afirmar, o al menos conocer íntimamente, la “verdad” de una realidad, si no es histórica. Aquello que consideramos legendario casi lo despreciamos, lo mítico es algo que pertenece al pasado infantil de nuestra evolución (quizás confundiendo el mito con la magia, o los mitos de la sociedad occidental decadente con los mitos del hombre en su devenir), etc. Y quizás todo esto tenga mucho de cierto, pero ¿no habrá más que decir? ¿Es el mito sólo un resultado, una visión de una mente no racional, de una conciencia que no ha llegado a la racionalidad? ¿Sólo la historia contiene la verdad? Es claro que todas estas preguntas que corresponden a afirmaciones de nuestra cultura son demasiado genéricas. Voy a introducirme en este asunto, llevado un poco de la mano de Ken Wilber, de Raimon Panikkar, y de la de otros autores, aparte de la mía propia (en tanto que José Antonio)[1].


[1] Para todo ello consultar los libros: El Ojo del Espíritu de K. W. La plenitud del hombre y El silencio del Buda de R. P.

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