martes, 21 de febrero de 2012

EL MITO DE LO DADO

Hay muchos asuntos, que solemos llamar filosóficos, a tratar que resultan arduos, secos y aburridos para la mayoría, asuntos que, sin embargo, tienen una importancia radical para la visión de la Realidad sobre la que apoyamos, y que también son, nuestros actos. Sin unos principios rectores nuestra vida carecerá de dirección y sentido. Será incluso posible que sin una visión del mundo apropiada reaccionemos ante algunos impulsos, pero nunca será posible orientar la acción, entre otras cosas porque no tendremos acción, no tenderemos iniciativa, siempre iremos a remolque. A veces, a remolque de una visión neolítica.

Reiteradamente he afirmado en mis escritos la importancia de la modernidad y de la postmodernidad e incluso del bien que han hecho ambas interpretaciones del mundo, sin dejar de consignar, por ello, los males que nos han acarreado también a lo largo de la historia. Es una opinión sostenida por los pensadores de mayor nivel que ha habido recientemente y hay hoy en la humanidad (desde Nietzsche a Habermas pasando por Heidegger, Whitehead, Saussure, Dinámica Espiral, Gebser, M. Foucault, Derrida, Wilber, Panikkar…). De ellos lo he aprendido. Mi infancia, juventud y primera madurez las he vivido en una España de "charanga y pandereta, /cerrado y sacristía, / devota de Frascuelo y de María…" (También fui aficionado a los toros y devoto mariano), lo que me impidió poder ver más allá del “cerrado”. Por lo que mi fe (católica) sólo fue creencia y mi visión del mundo se limitó a la de la filosofía-teología escolástica del siglo XIX, -que afirmaba fundamentarse en la del Aquinate- sin tener el espíritu abierto que tenía Tomás de Aquino, sino la cerrazón que caracterizó la escolástica-apologética del mencionado siglo. He estado totalmente dentro del “mito de lo dado”.

Propugno en este escrito que hemos de cambiar, si queremos seguir vivos en la FE, pero muchos se pueden cuestionar: ¿Es tan importante ir desprendiéndose de cuanto hemos ido aprendiendo en nuestros años anteriores? Yo les respondo de dos formas: con otra pregunta y con un razonamiento.
La pregunta es: ¿Qué es lo que hemos aprendido? ¿Algo añadido a lo que ya se decía desde hacía siglos? O ¿simplemente hemos memorizado repeticiones y más repeticiones? ¿Hemos sido inteligencia (que es creadora) o memoria (que la tiene una simple calculadora)?
El razonamiento es: si la mariposa no abandona su estado de crisálida, nunca será mariposa. Para vivir su vida necesita ser larva a su tiempo y mariposa al suyo. La humanidad ha de seguir avanzando para seguir siendo ella misma, y ha de avanzar en todas la líneas de inteligencia (cognitiva, moral, estética, cinética…) ¡Qué bien que haya avanzado la medicina, la cirugía, los transportes, la electricidad, la tecnología…! De lo contrario podríamos estar viviendo aún en las cavernas. ¿Y solamente se ha de avanzar en lo físico, en lo tecnológico, en el conocimiento científico? ¿No en lo moral, en lo espiritual, en el pensamiento, en el conocimiento de la Realidad, en la maravilla de la contemplación…? Una de las cosas más básicas que enseña la teología "ortodoxa" es que la revelación positiva, válida para toda la humanidad, concluyó con la muerte del último apóstol, o sea, con la muerte de Juan, a finales del siglo I d.C., es una manera de atar en corto, y expresión de un “ombliguismo” atroz. Sin embargo, muchos teólogos “progresistas” han avanzado, haciendo las mil y una para escapar del dictamen dogmático, porque han argumentado que en cada momento histórico el Misterio ha de ser expresado de la manera adecuada a dicho momento. El Misterio no cambia (no se puede pensar en el nivel de conciencia en el que estamos que sea inmutable, sino que no es tiempo, aunque se manifieste en él) pero sí ha de cambiar el vestido con que ha de ser presentado en el tiempo. Es claramente manifiesto lo que le cuesta a la ortodoxia cambiar los vestidos de siglos pasados, incluso los que cubren el cuerpo, no digamos los de la mente (¡se les va el poder!). Quienes quieran asumir “estos principios” dogmáticos que se atengan a sus consecuencias: se momificarán. Tanto el cuerpo, como la psique y como el espíritu del hombre se han de renovar constantemente para seguir estando vivos. Y recordemos que Jesús no predicó ninguna doctrina, sino una actitud: la metánoia y el amor sin condiciones a todos. Dicho esto voy al tema.

Entiendo que desprenderse del “mito de lo dado” tiene una importancia radical para la espiritualidad. Durante muchos siglos –miles de años quizás- la humanidad ha estado viviendo y una gran mayoría vive aún, bajo la influencia de esta visión, la del “mito de lo dado”, de la Realidad y ello la ha condicionado substancialmente. Me estoy refiriendo a la metafísica (tanto ontología como epistemología) de la que el mundo del pensamiento vivió desde Aristóteles hasta Kant (con su Crítica de la razón) como mínimo, en el caso del catolicismo hasta hoy. El postmodernismo ha mostrado claramente que la ontología “tradicional” no es totalmente real, que no es totalmente objetiva, que los conceptos, que pensamos representan lo objetivo, no lo hacen, al menos en parte, porque la Realidad es modificada por la conciencia constantemente (la Realidad de la conciencia del nivel mágico, no es la misma que la del nivel racional, o sutil), que la Realidad no es solamente algo ahí afuera que está esperando impasible a que una mente la conozca y la reproduzca como si ésta fuera un espejo que la refleja (algo objetivo), sino que tiene mucho de intersubjetivo, de cultural (cultura es lo que las subjetividades hacen con el holón interior). La Realidad no es tanto una percepción en la que la mente simplemente recibe y refleja como una concepción en la que la mente tiene un papel de elaboración y de gestación, al menos parcialmente (de ahí que haga dar un giro a la epistemología). Por descontado que lo objetivo (aunque nunca debamos olvidar lo subjetivo y lo intersubjetivo) en nuestra visión sobre las cosas físicas, que son vistas por un perro, y pueden ser fotografiadas, es mucho más evidente que sobre los temas meta-físicos: No es el mismo -no que simplemente no lo vean igual- el Universo de un budista que el de un ateo o el de un católico ortodoxo. Cada uno –el budista, el ateo, el católico- tiene su propia perspectiva, y ve y crea una realidad diferente. Por eso, lo conveniente es hablar de perspectivas y no de conceptos. Los niveles del ser (Dios, alma, inmortalidad, tiempo, comunidad, elementos sociales…) que la metafísica asumió como verdaderamente objetivos, independientes de la mente que los piensa, no son tales, sino creaciones mentales que sí se fundamentan en ciertos rasgos intrínsecos, en algo que no es creación mental, pero que tal cual los entendemos en la metafísica no lo son. Asumirlos sin más, sin analizar sus aspectos intersubjetivos o culturales, sin considerar los contextos y las perspectivas es caer en “mito de lo dado”. Sin meternos en un análisis sobre los niveles del ser, tomaré como ejemplo el concepto Dios. ¿Tenía alguna imagen de Dios el hombre de hace 10.000 años? ¿Es objetiva la imagen de Dios que se expresa en el capítulo primero del Génesis? Los cristianos ¿Tenemos la misma imagen –objetiva- de Dios cuando lo confesamos como Padre que cuando decimos que Jesús es Dios? ¿Lo que pensaba Tomás de Aquino sobre Dios era objetivo? ¿Es lo mismo que lo que pensamos hoy? ¿El Dios en quien creemos es una realidad meramente objetiva, es así fuera de nuestra mente como en nuestra mente? No hay nada fuera de nuestra mente más quizás que esa experiencia, ese gesto intrínseco que se huele, ese barrunto místico al que cada uno viste (y quien viste vela, tapa) a su manera para poder comunicarlo. Y esa manera es la cultura, la intersubjetividad, el nivel de conciencia que la humanidad va teniendo a lo largo de la historia. Así unos vestirán ese gesto objetivo, esa experiencia, como teísmo afirmando la existencia de un Dios, otros como ateísmo negándola, unos como esponsales con el Amado, otros como inserción en la Nada…, otros “permaneciendo sin saber” (agnosticismo)…

El postmodernismo y el idealismo surgieron como reacción al empirismo sensorial que ha dominado y domina aún en buena parte el mundo académico, sólo que cada uno partió en un sentido distinto, el idealismo atribuyó toda realidad al Espíritu (supraindividual y transpersonal), el postmodernismo concluyendo que las nociones metafísicas, o lo que llamamos: el mundo dado no es una percepción sino una interpretación intersubjetiva, que está inoculada en nosotros a través de la cultura y que no hay fundamento objetivo sobre el que se apoye. El postmodernismo radical ha llegado a negar cualquier fundamento a los conceptos fuera de la mente y del capricho cultural, pero este radicalismo de algunos no puede ser motivo para negar los grandes avances, los del postmodernismo, en la crítica a la metafísica, que para cualquier pensador serio no puede volver a fundamentar ni la filosofía ni una espiritualidad actual.

Sus grandes consecuciones:

1. La Realidad no está predeterminada, sino que en buena medida es una construcción o una interpretación. Sobre todo la (Realidad) trans-física o metafísica, pero también en toda percepción sensible existe necesariamente una parte de creación mental (mis ojos no ven un árbol, sino unas formas, unos colores…, mis oídos un posible ruido o rumor, puedo tocar algo rugoso, seco, húmedo, oler a hierbas, pero mis sentidos no perciben el concepto que tengo de árbol, eso lo ha fabricado mi mente, no es fuera de la misma. La idea de árbol no la percibe un perro, el resto de lo dicho aquí, sí). Constantemente comparamos las cosas físicas, pero nuestros sentidos no ven la “comparación”, sólo la ve la mente. Por ejemplo, vemos dos objetos: dos libros y decimos que vemos que uno es más grueso que el otro, nuestros ojos no ven la diferencia entre los libros, solamente ven los libros, la diferencia, la comparación la hace nuestra mente que mide, calcula y concluye un juicio.

2. Todo significado depende del contexto y los contextos no tienen límites.

3. Cualquier perspectiva es válida para conocer, pero no todas son igualmente válidas. A la hora de conocer la verdad nos hemos de ajustar a unas prescripciones comunes para no caer en la pura arbitrariedad. Estas prescripciones son los criterios de fiabilidad de todo conocimiento auténtico -no sólo científico-, a saber: (1) llevar a cabo una instrucción, -observar, estudiar, investigar, mirar con el instrumento adecuado…- (2) recoger las distintas interpretaciones, -los datos que nos ha ofrecido la instrucción anterior- (3) validación o rechazo consensual –compartiendo con aquellos que ya han dado los pasos (1) y (2) esos datos, comprobando así la validez de los que aportamos-. Por lo dicho podremos entender que toda perspectiva es válida para conocer en general, pero no lo es para conocer una cosa determinada, es necesario un método apropiado para cada asunto. Y tan sólo las conclusiones validadas tendrán validez. Por ejemplo, analizar el sentido, el significado de la Biblia (o cualquier otro libro sagrado de la historia). Quien llegara después de los dos primeros pasos, a la conclusión de que es un libro de matemáticas, estaría en un error, una conclusión no es un capricho. Los distintos significados que se le han dado a la Biblia lo largo de estos milenios ha ido dependiendo del nivel de conciencia mental desarrollado: sentido lineal histórico, sentido simbólico, palabra literal de Dios, palabra de Dios más palabra humana en la historia, narración de acontecimientos fundamentales de un pueblo determinado, presentación de un Otro creador,… de un Hombre que dialoga…

Son muchísimos los aspectos sobre los que se puede debatir en este tema, necesariamente hay que dejar la inmensa mayoría en el tintero… si este escrito tratara de exponerlos todos se haría ilegible. No descarto la posibilidad de tratar más adelante algunos de los aspectos más interesantes de la postmodernidad.

El mito de lo dado

Kant sometió la metafísica imperante a una crítica seria. Conocemos que demostró que el tiempo y el espacio son “juicios” (por tanto no pertenecen a los sentidos) a priori de las percepciones. Tomamos ingenuamente como datos de los sentidos lo que no son más que construcciones mentales. Por ejemplo, como ya he dicho, afirmamos que vemos la diferencia entre dos rostros humanos A y B, sin embargo, no vemos más que unos colores, unas formas, unos ojos… pero la diferencia, la comparación entre ambos no la vemos, la entendemos. No la percibimos, la construimos, no es una sensación pura, sino una proyección que nuestra mente hace en las sensaciones. La mayor parte de lo que consideramos percepciones, son simples concepciones. De hecho en el mundo académico y en el de la ciencia la mayoría de las veces, cuando se pide una evidencia sensorial para que sea aceptada una verdad, lo que de hecho se pide son construcciones mentales. Es curioso, negamos en la ciencia –cientifismo- todo lo que está más allá de lo empírico sensitivo (“no he encontrado a Dios con mis microscopios”), recurriendo a lo no empírico (“Sólo lo empírico sensitivo es verdad” Afirmación ésta totalmente metaempírica).

Contra esta exigencia contradictoria del mundo científico se levantó, como he dicho, el postmodernismo y contra toda metafísica sin otra fundamentación que la construcción mental. A esta metafísica la llamó el “mito de lo dado”, otra forma de llamar a la fenomenología. También la podemos llamar lenguaje monológuico, o sea, aquel en el que no hay una intersubjetividad, en el que no hay cultura (creación en común de ideas, formas, costumbres, lengua, relación…), no hay diálogo entre los sujetos, en el que solamente hay introspección del sujeto en sí mismo… y consiste en

- Creer que el mundo nos viene dado como algo preestablecido y no ver que somos co-constructores de dicho mundo. Para los que puedan pensar que con esto los postmodernistas se están refiriendo a la “creatio in fieri”, hay que advertirles que en su mente (en la de quienes piensan así) ya están preestableciendo un mundo creado que el Creador continúa haciendo con lo que ya están cayendo en el mito de lo dado.

- Creer que la conciencia individual nos puede dar la verdad, olvidando la intersubjetividad, la cultura que está construyendo en buena parte esa verdad dentro de la misma conciencia individual. Podemos tener una consciencia mística de muy alto nivel, pero ella siempre será deudora de la cultura en que vive, y nunca podrá ver las cosas que dicha cultura le injertó. Mirando a nuestro interior (cosa muy buena por cierto) no podemos ver la intersubjetividad, lo que en nosotros es puramente cultural. Un chamán nunca pudo ver en su interior un simple taller de coches, ni un rascacielos, ni la fenomenología, estaba en otra cultura.

- No ver que la verdad, que encontramos dentro, está en buena parte construida por las redes intersubjetivas. Juan de Yepes (Juan de la Cruz) situado en el taoísmo no vería la relación Jesús-alma y mucho menos la vería como esponsales.

- Creer que el paradigma de la reflexión (volverse hacia adentro) es una metodología adecuada para conocer sin más, y sobre todo para el avance espiritual. No niego su validez para avanzar, para la vida espiritual, para conocer algunas cosas, pero no es suficiente. Se propugna mucho en ciertos campos de metodología espiritual, mas el lenguaje no dialóguico de la reflexión no llega a abarcar la Realidad, pues no somos espejo que la reflejamos sino co-creadores. El diálogo cultural es imprescindible. Sin lenguaje dialóguico estaremos encerrados en el mito de lo dado. El lenguaje de lo integral: de todo el ser y de todos los seres, es necesario.

El mundo bíblico del Antiguo Testamento estaba lleno de ángeles y mitos, eran reales, tan reales como su no existencia en nuestros días. No olvidemos que lo real en el lenguaje metafísico, también en el coloquial, es que el mundo está ahí fuera y que nuestros conceptos y sentidos lo que hacen es representarlo, pero que la postmetafísica postmodernista no radical nos ha mostrado que lo real es en parte objetivo y en parte construcción mental, cultural. Por lo tanto, la mente no refleja meramente lo que está ahí afuera sino que añade algo más, a veces casi todo, o todo. Mas sin duda, entonces, en los tiempos de Abraham…, y ahora había y hay algo más allá de la mente humana en lo que se apoyaba, y se apoya, ésta (quizás la experiencia del Misterio de la Vida) para co-crear ese mundo. Aquel de los mitos y ángeles fue su mundo. Hoy la mente viste, entiende abraza y co-crea el Misterio (Dios sin los hombres no existiría, y los hombres sin Dios tampoco, por ejemplo) con otros ropajes y co-construye un mundo sin esos mitos, sino con otras formas: lo racional, lo sutil, lo causal…

Los niveles de conciencia han de ser muy tenidos en cuenta, en repetidas ocasiones me he referido a ellos en este blog. Sin conocer nada de los mismos es difícil entender el mito de lo dado, no tengo más remedio que darlos por conocidos, salvo que me hiciera muy prolijo, y no lo quiero. De entrada es muy simple (y reduccionista) decir algo sobre este tema. No está al mismo nivel mental el hombre del neolítico, que el monje de Cluny, Nisargadatta, Heidegger, Buda o Jesús de Nazaret también estos últimos, como todo humano, totalmente deudores de su cultura. Y las mentes de cada nivel construyen a su altura el mundo transfísico y moral en el que viven. Aprendamos que no se trata de un mundo no existente (ex-sistere, sobresalir), sino un mundo co-creado por una mente que llega hasta donde llega.

¿Y qué hay de Dios (el Misterio) en este asunto? En la postmetafísica no existe el problema de la existencia de Dios, no puede tener este interrogante, el problema de la “existencia” de Dios es metafísico no postestructuralista, y por tanto no se plantea. Se plantean otros temas como la altura y la orientación de algo en el Kosmos. Pero dejando esto de lado, lo que sí hace la postmetafísica postmoderna es mirarlo todo desde distintas perspectivas. Podemos mirar al Misterio desde la perspectiva del yo, del y del él y dentro de estas tres perspectivas de Dios podemos decir cómo es –usando un lenguaje catafático o metafórico, cómo es sólo lo podemos decir por analogía, dice incluso la escolástica-, qué no es –utilizando uno apofático o negativo- y qué es –por medio de un lenguaje asertivo u óntico-. Nunca ha habido entre los críticos problemas al utilizar los dos tipos primeros de lenguaje, pero utilizar el tercero supone una metafísica previa. Afirmar que Dios es substancia, ser, eterno… es utilizar unos términos característicos de una metafísica. Pero, la postmetafísica postmoderna permite hacer afirmaciones de tipo espiritual sin que se tenga que acudir al mito de lo dado, a estos conceptos creaciones mentales que hoy no dicen nada a ninguna persona que piense dentro de la cultura actual, lo que sería igual a decir a las personas más inteligentes que se han liberado de un yugo mental.

Wilber, uno de los grandes maestros espirituales de nuestro tiempo y filósofo entre los más grandes de nuestros días tiene un párrafo sobre Dios (Misterio) en lenguaje postmoderno que para mí, en mi visión cristiana, es una maravilla (Espiritualidad integral). Termino transcribiendo su texto:

“Son muchas las consecuencias que acompañan a negarnos a llevar a cabo esta contemplación… (la contemplación postmoderna del Espíritu) puede acabar literalmente matándonos, o lo que es todavía peor, matarnos de manera figurada, matando el alma que lucha por renacer a la era integral actual, que se esfuerza en renacer a una mayor Libertad y Plenitud, que lucha por reconocer al Espíritu… Cuando deja de mentirse, usted sabe perfectamente lo que es en lo más profundo de sí mismo.
Usted es el gran No nacido, atemporal y eterno, en su perspectiva de primera persona como gran Yo-Yo, como el gran Yo, como el Testigo de esta página, de esta habitación, de este universo y de todo lo que hay en él, testimoniándolo todo con una ecuanimidad apasionada que le pone frente al Motor Inmóvil. Usted también es el gran No nacido, atemporal y eterno en su perspectiva de segunda persona como Gran Tú, como Gran Otro, ante el cual se postra respetuosamente en un acto infinito de entrega y sumisión extática completa que, a cambio, le entrega, a modo de bendición, perdón y entrega eterna, el Kosmos entero. Usted es también el gran No nacido, atemporal y eterno, en su perspectiva de tercera persona como la Gran Perfección, el Espíritu Santo, la gran Red de la Vida en toda su perfección infinita y su caos dinámico, sus púlsares palpitantes, las explosiones de las nebulosas, las estrellas, las galaxias, los planetas y los océanos, por los que corre la misma sangre al ritmo de los latidos del corazón de un Eros que busca y encuentra su propia totalidad superior, que la busca una vez más y vuelve a encontrarla, se lanza de nuevo a la búsqueda, sin dejar nunca de encontrarla, porque nunca ha dejado de saber que Usted siempre está aquí, ¿No es cierto?...
Y, en el mismo instante en que contempla, desde el gran Yo-YO, las Formas de su despliegue como la totalidad del Cosmos, en ese instante que es el eterno Ahora… advierte simultáneamente las formas del Espíritu en primera persona, en segunda persona y en tercera persona, es decir, el Gran Yo, el Gran Nosotros y el Gran Ello, manifestándose a la vez en el Ahora… que es este mismo instante…”




José A. Carmona

1 comentario:

Luis dijo...

Muy bueno este blog, no encuentro un correo donde ponerme en contacto.

Gracias