martes, 7 de febrero de 2012

CRISTIANDAD, CRISTIANISMO, CRISTIANÍA

Cristiandad, cristianismo, cristianía

Quizás, pensarán muchos, dentro de esta sociedad en la que buena parte de la humanidad ha hecho avances muy serios en la evolución de la conciencia pero en la que la mayoría está perdiendo el norte, algunos pudieran estar interesados en lo cristiano. Personalmente pienso que no solamente algunos sino que muchos lo están. Hay quienes aún pretenden volver a una cristiandad reformada, una cantidad ingente de bautizados buscan un cristianismo un tanto liberado del peso de la doctrina de siglos pasados pero cristianismo doctrinario, dogmático y otros muchos buscan honradamente una actitud espiritual y cristiana liberada del peso histórico-político de la cristiandad y de los espasmos doctrinales y dogmáticos caducos del cristianismo. Al referirme a lo cristiano no estoy hablando de lo institucional católico, sino de las raíces evangélicas de lo cristiano, del Misterio Crístico, aquello que subyace a todas las formas en las que se ha expresado y sigue expresando el seguimiento de Cristo: “Venid y lo veréis” (Jn 1,39).

Los términos cristiandad y cristianismo son de uso común en nuestra lengua, no así la palabra cristianía que es un vocablo introducido por algunos filósofos de amplia cultura religiosa, y por lo mismo también cristiana, para significar algo nuevo, una visión nueva. Mejor una actitud nueva de muchos y, por supuesto, de los místicos cristianos.

Es necesario precisar, antes de entrar en el desarrollo del tema, que lo expresado por las palabras y los conceptos- “persona” e “individuo” no es lo mismo, sino que difiere y de manera substancial. Individuo es el ser aislado, totalmente contable, mensurable, y es cualquier objeto o cosa: una manzana, una piedra, una ola… Persona es el ser en relación y por lo mismo nunca aislado, sino abierto al tú. La persona es esencialmente comunidad, pueblo, sociedad. Organismo, no estructura. El individuo en tanto es persona en cuanto está abierto al universo, a los demás, y se sostiene en su interioridad. Hemos de tener en cuenta que toda relación supone un organismo, no una estructura, en esta se yuxtaponen las partes, nunca se abren desde dentro, en el organismo las partes no se yuxtaponen simplemente sino se intercomunican, abren su interior. Son vivos. Un montón de manzanas nunca podrá ser una comunidad sino eso: un montón. Es muy curioso ver cómo en nuestra vida cotidiana identificamos individuo y persona con enorme facilidad. Hay muchos individuos, pero personas…no tantas.

En la Edad Media era impensable en nuestra Europa no ser cristiano, o lo que era lo mismo, no pertenecer a la cristiandad. Ser cristiano era ser miembro –súbdito de un reino cristiano- de la cristiandad. Esta manera de pensar no es del todo extraña entre personas de nuestros días, como ejemplo: hacer de nuevo de Europa una cristiandad: sueño del Juan Pablo II. Al margen de esta forma de entender la espiritualidad cristiana, pese a su débil explicación histórica, se ha de decir que también todas las estructuras formales mantenidas por el Vaticano pertenecen a, o tienen su origen en, el régimen de cristiandad: nuncios, poder del papa y los obispos, monarquía absoluta e infalible, la estructura del derecho canónico, los dicasterios con el Santo (¡¡!!) Oficio a la cabeza…
¿Qué se significa bajo el nombre de cristiandad? Entiendo que fue, y entre algunos sigue siendo, una forma de entender la espiritualidad cristiana que inundó Europa en toda la Edad Media y que aún permanece entre muchos (la evolución de la conciencia comporta esta estratificación de las formas, siempre superada por la nueva estratificación). En esta visión se identifica el Reino de los Cielos del que habla el evangelio con las naciones de la tierra. Se interpreta la expresión del evangelio de Lucas: el Reino está entre –inter no intra- vosotros –Lc 17,21- y por lo mismo exige unas actitudes políticas, colectivas. Todo reino en la tierra es expresión del Reino de Dios y por ello tiene una cabeza: el rey absoluto y unas obligaciones para todos los súbditos. Y todo sometido a Dios (nadie se podía plantear que el Dios pensado pudiera ser un ídolo mental) y a su vicario, el papa. Todo el que negara, por ejemplo, que la iglesia tenía potestad para juzgar a los “herejes” era excomulgado (¡cuántas justificaciones falsas o erróneas de la inquisición dichas y mantenidas!), lo mismo el que negara que la existencia de los estados pontificios fueran de derecho divino… y aún hasta los años setenta del siglo XX teníamos en España monedas con la esfinge de Franco en las que se leía: Caudillo de España por la gracia de Dios. En nuestra España, de charanga y pandereta, hay muchos católicos que pertenecen a la cristiandad. (Da mucha seguridad, pero quizás se pueda decir lo de “ciegos que limpiáis la copa sólo por fuera” (Mt 23,25....). Los “reinos cristianos” eran la reserva espiritual de la tierra. En ellos se concretaba la cristiandad. Así fueron posibles “las Cruzadas”. La cristiandad es la visión y concreción política de la teocracia medieval. ¿Una etapa en el proceso evolutivo de la conciencia cristiana? En todo caso es anacrónico mantenerla hoy.

Con la palabra cristianismo significamos una religión a la que el cristiano pertenece, una religión que mantiene, de alguna manera, aún en nuestros días la pretensión de ser la única verdadera, lo cual supone una actitud de desprecio para con todas las demás y con toda actitud no enmarcada en una forma oficial de religión. El cristianismo interpreta el “inter” de nuestra cita anterior (Lc 17,21) como “en medio de vosotros”, esto es, el Reino está en vosotros culturalmente, en el mundo de las ideas, el pensamiento, la comunicación… Ser cristiano en este sentido es pertenecer a esta religión, algo que no es lo mismo que ser miembro de la cristiandad. El cristianismo mantiene una ideología, una dogmática, una moral propias. Si alguno no creyere en tal o cual dogma, no practicare tal o cual precepto… sea excluido de la comunión eclesiástica –anathema sit-. Su conexión con la cristiandad es clara, pero se diferencia de ella: "sea excluido", no "ejecutado". El cristianismo es eclesiástico, no eclesial. Aparecen instituciones nuevas en esta línea, algunas muy cercanas geográficamente. No tiene en cuenta el principio crístico: el Misterio que todo lo abarca, el Cristo:Dios va más allá de cualquier ideología, de cualquier dogma, de cualquier pensamiento…

Hace ya mucho tiempo que comenzó a gestarse una nueva actitud que conlleva una nueva visión, una visión que se podría llamar eclesial y personal –no individual-, una actitud que han tenido todos los místicos cristianos, pese a que en su tiempo se mantuvieran siempre dentro de la “cristiandad” y del “cristianismo”, en su más íntima experiencia. Ellos no rompieron las estructuras legales posiblemente, pero no se dejaron hacer prisioneros por ellas. Pensemos en Juan de la Cruz, cuyas obras permanecieron siglos olvidadas, muerto en prisión, los miedos de Teresa de Ávila a rozar los límites impuestos por la inquisición, la prisión de Luis de León, la condena de Eckhart como hereje, las de Savonarola, Giordano Bruno, Lutero… y sobre todo la crucifixión del gran místico: Jesús de Nazaret, “quien siendo hombre pretendía ser hijo de Dios”(Jn 19,7). Jesús es muy crítico con el “orden religioso establecido”, incluso lo desobedece en muchos casos (Las espigas recogidas en sábado, las curación en el mismo día, su cercanía a los marginados y a los pecadores oficiales, a las mujeres…), pero nunca lo traiciona, nunca deserta del judaísmo. Es excluido por el poder religioso, pero él nunca se autoexcluye.

Esta actitud es llamada “cristianía”. En el texto de Lucas citado (17,21) la preposición latina inter es interpretada, siguiendo el significado originario griego (hentós), como “dentro de”. El Reino está en vuestro interior. Ya en el siglo XIX comenzó un movimiento pietista e individual que pretendía una superación tanto de las formas de la cristiandad como de las del cristianismo, sin llegar a la superación definitiva. No se salía de lo individual y privado y por lo mismo las formas colectivas anteriores pudieron asumirlo fácilmente. Ya a mediados del siglo pasado (el XX) fue perdiendo ese carácter individualista y pasando a ser una actitud personal, una relación con los demás cargada de un sentido crístico de la acción. La fe es vivida como experiencia transformadora de la persona, no como la pertenencia a un reino, ni como la aceptación de una doctrina dogmática.

Estoy hablando de un hecho, de un hecho que afecta a muchas personas, a millones. Unos ejemplos que explican lo dicho, o al menos lo iluminan: hay una serie de puntos de la doctrina oficial de la iglesia católica que son discutidos por gente muy cristiana, incluso católica, y no por ello dejan de ser cristianos, ni católicos, no por ello son menos cristianos: Es el caso del celibato impuesto al clero que más de cien mil sacerdotes no lo han (hemos) “cumplido” al formar pareja con nuestras esposas, y de ellos gran cantidad continúan en el ejercicio de su sacerdocio. Allá por los años sesenta era incuestionada la prohibición de la píldora anticonceptiva, hoy muchísimos cristianos no se cuestionan nada y la toman, y a la vez viven su fe de forma seria y serena. Abundan las cuestiones totalmente discutibles que para la institución no lo son: el aborto, la eutanasia, la familia, el capitalismo, el comunismo… Esto hubiera sido totalmente impensable dentro de unas estructuras de cristiandad, o de una doctrina brotada del cristianismo. Se está apuntando hacia una nueva actitud que es llamada “cristianía”

Son, sin dudas, tres formas de acercar a Cristo (la espiritualidad cristiana) a los hombres de cada época. No es que dé igual una que otra, como no es igual escribir con un punzón de hueso sobre una “tabula rasa” de cera que escribir con el sistema Word en un ordenador de última generación. La Fe -con mayúsculas-, no hablo de la simple creencia, necesita la corporalidad para manifestarse, le sucede lo mismo que al lenguaje que no puede ser utilizado como tal lenguaje sino es en una lengua concreta, yo no puedo hablar el lenguaje, sino el español, el inglés, el latín y en ellas realizo el lenguaje. Toda realidad tiene corporalidad, materialidad. El espiritualismo sin materia es tan absurdo como el materialismo sin espíritu. Hemos respirado desde la más tierna infancia que Dios es espíritu puro, sin contaminación alguna de materia, mas esta visión de Dios no se sostiene ante un simple cuestionamiento: si en Dios no hay materialidad (también), él no lo abarca todo, hay algo que no es él, no es la Totalidad, luego no es Dios. La materia, la corporalidad no es más que una forma del Ser, un polo del que no se puede privar al Ser, como a una moneda no se la puede privar de la cruz, no sería moneda, no sería nada. Otra cosa es que esa materialidad, esa corporalidad tenga que ser percibida por los sentidos humanos, tenga que poder ser mensurada por lo medios humanos. No seamos antropomórficos. El Misterio, el Cristo, lo Divino se escapa de la mente y a la vez lo es todo.

El acercamiento a la espiritualidad cristiana por medio del sistema “cristiandad” se dio en niveles muy burdos, en los que abundaba los abusos de poder… pero la conciencia-media de la masa estaba evolucionada solamente hasta ese nivel. No podían dar más de sí, por eso cuajó ese sistema. Con el Renacimiento comenzó a elevarse la conciencia-media un poco, así se transcedió el régimen de cristiandad y se fue imponiendo el “cristianismo” doctrinal y moral que se desliga del régimen de “cristiandad”. Apareció Trento y se incrementó el anathema sit y las persecuciones de “herejes”. A partir de mediados del XIX se ha ido elevando más aún, por suerte, el nivel de conciencia-media y han ido apareciendo manifestaciones de una espiritualidad cristiana que comenzaba a alejarse de la forma del “cristianismo”, espiritualidad individual al principio, más tarde personal, y de grupos pequeños y no tan pequeños (comunidades de base, institutos seculares –no todos claramente-) que buscan (y buscamos) una identidad cristiana desligada de las cargas del pasado, las histórico-políticas de la cristiandad y las doctrinales –dogmáticas y morales- del cristianismo. La “cristianía” no defiende la privatización de la identidad cristiana, aunque a veces pueden que no haya más remedio que hacerlo, sino que pretende volcar hacia afuera la riqueza de la propia experiencia interior. Intenta vivir el cambio tan substancial que está viviendo la humanidad, y con ella el mundo, desde lo más profundo de sus raíces cristiano-humanas. No busca imitar a Jesu-cristo, como afirma el cristianismo, sino vivir sus mismas experiencias, su experiencia de Amor que es única en todos, su perichoresis trinitaria en la que todos somos parte. Experiencia que es compartida, aunque con ropajes distintos por muchos millones hoy.

En la “cristiandad” la fe era y es (de facto) pertenecer a un reino católico. En el “cristianismo”: un asentimiento intelectual. En la “cristianía”: una experiencia del Cristo, del Misterio, personal, o sea, volcada hacia afuera, experiencia que es vivida por muchos, por aquellos cuya conciencia sigue caminando hacia adelante y asumen el riesgo que ello comporta. La experiencia de aquellos que se soltaron primero de la espada y luego de la mano protectoras (¿?) para caminar como adultos en la Fe.

La separación en la historia entre estas tres modalidades de entender lo cristiano es totalmente difusa, se entremezclan las tres aún en nuestros días. Hay muchos cristianos que viven hoy en la época mítica de sus conciencias, en el Neolítico. Cada modalidad con sus pros y contras ha ido prestando un servicio a la humanidad como medio para su acercamiento relativo al Misterio -relativo porque no hemos salido en verdad de la casa del Padre-, al Cristo, a su propia identificación con él. Identificación que ya es, pero no hemos caído aún en la cuenta de que ya es porque vivimos inmersos en el tiempo y en la dualidad. Jesús y los místicos sí cayeron en la cuenta, fueron muy conscientes.

Y todo sigue siendo una evolución, un desarrollo, un seguir dando pasos hacia adelante. La “cristianía” no es el final, como tampoco lo es la razón, ni la persona… Quedarnos anclados en las formas del ayer, o en las de hoy, es similar a quedarse ciego a causa de unas simples cataratas por negarse a utilizar los avances clínicos y quirúrgicos.

José A. Carmona

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