sábado, 27 de diciembre de 2008

Espiritualidad y compromiso social

Espiritualidad y compromiso social

Primero: Ideas generales

Ya en otro escrito de este blog me he planteado el problema del compromiso político en un artículo titulado: “El dualismo en la política”. Ahora, sin olvidarnos de que todo compromiso político es social y viceversa, quiero enfocar el compromiso social, no porque no sea político, sino porque puede ser político no-oficial. Compromiso que entiendo que está en las mismas raíces de la espiritualidad, aunque su apariencia, su realización pueda ser multiforme.

Es cierto que la experiencia mística, o espiritual, puede aparecer como algo muy egoísta, parece que los místicos han estado en la historia muy alejados del compromiso tanto político, como social. Y sin embargo, nada más lejos de la realidad...

“Había una vez un maestro japonés que daba la vuelta a su monasterio de vez en cuando. Un día se encuentra con el cocinero que le dice:
- Maestro, yo soy comunista, por consiguiente pienso en los demás y, cuando cocino, pienso en nuestros monjes y les preparo buenos alimentos... -.
Otro día se arma de valor y le pregunta:
-Maestro, ¿En quién o en qué piensa todo el día?-
-¡Oh!, responde el maestro, sólo pienso en mí mismo...-
El cocinero se quedó asustado. ¿Qué quiere decir -todo el día estoy pensando en mí mismo-?”

Analizaremos esta anécdota, contada por Dürckheim, un poco más adelante, porque está cargada de sentido y a su vez de verdadero compromiso social. Pero antes, quiero recordar dos principios básicos en los que se basan todos los místicos, empezando por Jesús de Nazaret, que fue la epítome (resumen y compendio) de toda mística, hasta ser, creemos los cristianos (lo cual no es óbice para que en toda forma espiritual aparezca la Trinidad), idéntico y distinto a la vez al Padre (no son uno -el Hijo no es el Padre -, ni dos – no son dos dioses -, sino no-dos).

El lema que se planteaban las órdenes mendicantes en el Medievo era: “contemplare et contemplata aliis tradere”.

No podemos dejar sin mencionar los votos del bodhisatva (persona que ha alcanzado la iluminación, la liberación y que queda libre de la obligación de reencarnarse, según el budismo mahayana).

“Sin importar cuán innumerables son los seres vivos, voto por su salvación.
Sin importar cuán inextinguible es la corrupción, voto por su fin.
Sin importar cuán inconmensurables son las tragedias, voto por vencerlas.
Sin importar cuán incomparable es la iluminación, voto por alcanzarla.”

y que pese a ello, opta por reencarnarse de nuevo para a ayudar a “sus hermanos” (a sí mismos), los hombres a alcanzar el estado de plenitud, la salvación que decimos en el lenguaje cristiano. El bodhisatva no se queda en el cielo (que tiene merecido, diríamos rememorando un catecismo de nuestra ya muy lejana infancia), sino que vuelve a la tierra para seguir señalando a los demás el camino de retorno a la Casa del Padre, o sea, para enseñar, señalando, que no hemos salido de ella.

Y por supuesto, todo el mensaje de Jesús, resumido, quizás, en estas palabras del sermón que Juan relata en la última cena:
...”que sean todos unos, como tú, Padre, estás conmigo y yo contigo...”(El descubrimiento de la Unidad Esencial).

O la parábola del Buen Samaritano, que expresa la realidad del verdadero amor a los “enemigos”. En el mensaje del Nazareno no puede haber enemigos “amad a vuestros enemigos...”,porque la exigencia del amor es tal que se ha de amar al otro (sea quien sea) como a uno mismo (que es). Jesús vivió intensamente la unidad esencial de todo cuanto es y sobre todo la de los hombres.

La espiritualidad no es una actitud de cerrazón en sí mismo, en el ego, sino una apertura universal al Yo, no es un aislamiento que corte la comunicación con toda la realidad mundana y humana, sino comunión total y absoluta con el Ser, partiendo de la misma raíz, viviendo de una forma u otra (esencial, desde dar de comer hasta la enseñanza en el Silencio) el Misterio insondable de la Comunión de los Santos, para lo cual es necesaria en muchos momentos un profunda soledad, como canta Juan de la Cruz. Cualquier actitud egoísta, ombliguista rompe toda posibilidad de espiritualidad. El ego es destruido y así no aparece más que el YO_TÚ, TÚ-YO, en identidad, sin posible separación, que no es más que apariencia espacio-temporal.

Segundo: Espiritualidad cristiana y compromiso social

Es frecuente entre las personas de buena fe el que se planteen la siguiente pregunta: “¿No son egoístas las personas que meditan y toman el camino interior, que se pasan todo el día pensando en sí mismos?” Hay un gran malentendido en esto. El místico no se adentra en su yo existencial, sino en el Esencial, lo que busca es anclarse en el Ser (Dios, Cristo...), lo cual exige que se trabaje sobre su inconsciente, sobre sí mismo. No sobre los demás. Y la finalidad de ocuparse de sí mismo no es otra que la de abrirse a la Realidad Total, que es el fondo de nuestro ser y que no es sino Amor Universal. A partir de aquí el compromiso social no es más que consecuencia necesaria del descubrimiento del Ser en uno mismo, que es descubrimiento del Ser en todo cuanto es. El trabajo espiritual sobre sí mismo es lo contrario del ombliguismo.

Quizás el distinguir los distintos niveles del “yo”, pueda ayudarnos a ver esto con más claridad.
Se podría decir que el hombre evoluciona a través de tres clases de “yo”, nos dice Dürckheim,:

- el “pequeño yo”, que no va más allá del poder, la seguridad, el prestigio, el saber, el dinero...
el “yo existencial” que va mucho más allá, es el yo que quiere dedicarse a una causa, a una obra, a una comunidad, a una persona..., sabe superar muy bien el egocentrismo.
Y finalmente, el “yo esencial”, que es el núcleo con el que el hombre participa en la realidad sobrenatural del Espíritu divino universal. Es lo absoluto que hay en el hombre, la fuente de su libertad de persona, en la que expresa lo Divino en su forma individual y particular dentro del mundo espacio-temporal.
Toda esta experiencia mística no es sino la expresada en el Nuevo Testamento.

Pablo nos dice: “No soy yo, sino Cristo quien vive en mí” y esta experiencia de Cristo que vive en nosotros es como la de la “vid y los sarmientos”
Cristo está invitando al hombre a salir de los límites de su yo existencial y a zambullirse en su yo esencial, su verdadero y auténtico yo, que le llevará a encontrarse con el mismo Cristo, con el Padre, con el prójimo en su sentido más pleno y su extensión más total.

El pobre cocinero del convento no podía comprender la actitud del monje. No se trata de ombliguismo, sino de un camino de autenticidad sin reservas, el que recorre el místico o espiritual. No abandona al prójimo a su suerte, sino que lo asume en el Amor y lo integra en la recapitulación de todo el Kosmos en Cristo Jesús (expresado en la cultura propia del místico o espiritual). Y se comienza por dar de comer al que no tiene, o enseñar al que no sabe, o escuchar al que necesita ser oído...

Cristo es la Realidad en la que nos sentimos vivos y seguros, en la que descubrimos el Amor. Evidentemente, esto no quita nada a lo que cree el que “no tiene aún oídos para oír”. Sin el oído interior estamos limitados a creer en nuestro desarrollo espiritual (hay muchas personas dedicadas al prójimo en estas condiciones, y son de alabar. Por supuesto, entre estar viviendo en el yo existencial o en el pequeño yo, el abismo es inmenso), hasta el día en que se atraviesa ese límite y nos encontramos de pronto en otro plano, el de la transcendencia, en el que todo es Amor y sólo Amor, y la dedicación al prójimo es sólo eso: el Amor esencial (el yo esencial) realizado

En estos momentos de mi escrito no puedo olvidarme de la magnífica reflexión de Teresa de Calcuta:

Fruto del silencio es la oración.
Fruto de la oración es la fe.
Fruto de la fe es el amor.
Fruto del amor es el servicio.
Fruto del servicio es la paz.

El místico (sea quien sea) no sólo da de comer, de beber, enseña, acompaña, viste, escucha... sino que en todo ello va regalando la Paz, esa que Jesús vino a darnos. “Mi paz os dejo, mi paz os doy.” Va regalando en su actitud la Comunión con la esencia, pues no sólo de pan vive el hombre. Paz y Comunión que los grandes místicos axiales de la humanidad igualmente nos legaron.

La comunidad humana, y como parte de ella la comunidad cristiana y el creyente dentro de ella, no sólo celebran la vida que viven con múltiples formas ritos, fiestas y liturgias, sino que la aportan a la sociedad humana, a la historia. Tienen la misión de luchar por la transformación de la sociedad, por la superación de todo aquello que aliene al hombre a fin de que el Reino sea un hecho en la historia. En la doble dimensión de celebración y compromiso se realiza la comunidad cristiana y toda comunidad desde el comienzo. En realidad, pienso que la comunidad cristiana no es sino la misma comunidad humana que busca (una forma de hablar muy inexacta) sus raíces y las encuentra en el Misterio del Cristo, que siendo Jesús, no se agota en él.

Hablar de ética cristiana no puede ser más que hablar del compromiso creyente, de la lucha por la realización de los valores del Reino. Los otros valores éticos, los fundamentalmente humanos, expresados en el decálogo y en otras leyes primordiales de la misma conciencia del hombre, son presupuestos morales básicos y necesarios sobre los que hay que construir los valores del Reino. Quedarse en una moralidad del decálogo es necesario para la salvación, pero es no llegar a lo humano-cristiano. Mateo nos cuenta que el joven rico cumplía la ley, cosa que le bastaba para salvarse, Jesús reconoce la suficiencia de este cumplimiento ético-religioso para conseguir la salvación, "si quieres entrar en la vida, guarda los mandamientos" 19,17, pero le propone:

"Si quieres ser un hombre logrado, vete a vender
lo que tienes y dalo a los pobres, que Dios será
tu riqueza, y anda, sígueme a mí." (Mt 19,21)

Para ser “hombre logrado (auténtico, pleno)” no basta con el mínimo ético-religioso, sino que se ha de realizar lo humano (individual y social; corporal, mental y espiritual) hasta sus últimas consecuencias, que es lo propio del seguimiento de Jesús, el Amor esencial. “Amaos unos a otros como yo os he amado” insiste Jesús en su despedida, esto es, sed uno entre vosotros como yo lo soy con todos.

Una breve reflexión sobre la espiritualidad o el espíritu contemplativo

La contemplación no pospone los valores de la vida para otra vida, sino que los vive ya en esta. Y en esto precisamente radica el espíritu contemplativo. Espiritual es el que vive una antropología integral, en la que el cuerpo no es inferior ni a la mente, ni al espíritu, sino que es la triple realidad corporal, mental o intelectual y espiritual o contemplativa la que constituye el hombre. Nunca una sin la otra. Por desgracia, el cristianismo en los siglos pasados pecó de proyección hacia otra vida tras la muerte, en ella el hombre no sería tal, no sería cuerpo. Y lo curioso es que el misterio radical del cristianismo es la resurrección, en la que el cuerpo sin dejan de ser tal cuerpo alcanza la plenitud de Vida. Resucitar no es posponer los valores de la vida para la ¿otra vida?, sino la transformación radical del todo el Hombre en el Amor, la transformación en Eternidad, lo que muchas veces ha sido llamado salvación (el alma que se salva), cuando realmente se habría debido llamar Salvación (la Eternidad vivida ya en el tiempo y en la triple dimensión del Hombre). Esto comporta en su misma esencia una actitud de entrega total e incondicionada al otro, a los otros y al Todo, sea cual sea la forma de manifestación en el tiempo de dicha entrega.

No traslada nada para el futuro temporal, la realidad que está ya entre nosotros. Por ello, lo realmente válido para el contemplativo o espiritual es el Presente, que es lo Eterno vivido en el tiempo. Vive la efusión de Vida ya ahora para todos y para todo, pues todo es puro presente, pura eternidad. Y precisamente porque vive ese Presente, es consciente de que los hombres somos el Hombre, de que toda la creación no es sino Kosmos, una sola Realidad a la que las distintas culturas y religiones han puesto muchos nombres y a la que los humanos nos hemos acercado desde muy diversas posturas, por muy variados caminos (desde el teísmo hasta el ateísmo, pasando por las muy diversas formas de religión, de ciencias, creencias o actitudes). Todo no es sino Conciencia manifestada en múltiples formas y variedades. El místico sabe que, como él mismo, todo es Conciencia o Espíritu manifestándose en el tiempo, que todo ha de ser servido, ha de ser amado.

No acepta el trabajo para ganar dinero. Puede parecer imposible que en esta sociedad, en la que el dinero es la razón última de la vida para muchísimas personas, no se trabaje para ganar dinero, pero, aquel que es consciente de quién es, no tiene otra preocupación que la de Ser, y la de que todos y todo sean, tanto en la material, como en lo intelectual, como en lo contemplativo. Buscad, nos dice Jesús, el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura. El espiritual encuentra su seguridad en el Amor, en el Servicio.

La dimensión mística se aboca a una antropología que no está basada en el triunfo personal, en el triunfo de un hombre sobre el otro, de modo que las víctimas sean necesarias, para el triunfo de algunos pocos, sino en la unidad radical de todo cuanto existe. Y por tanto, la dedicación especial para con aquellos (personas, animales, cosas) que han sido víctimas de esa terrible antropología basada en el triunfo (material, económico, militar, intelectual...) de un hombre sobre otro o sobre los animales o cosas. Es una antropología, esta la del triunfo, que hunde sus raíces en la visión de la selección natural de la evolución de las especies. (No niego en modo alguna las raíces científicas que tiene la evolución, ni la niego. Simplemente no estoy de acuerdo con la visión de la selección del más fuerte. Algo que niegan con mucha razón, a mi parecer, muchos evolucionistas). El místico sabe que el triunfo no es el premio al más fuerte, que deja en la cuneta a todos los demás, sino que es la meta a la que estamos llamados todos. Triunfo que se llama salvación, resurrección, iluminación, satori...

Y que aquí en el tiempo, o mejor, en la tempiternidad el servicio es el camino (por decirlo de alguna manera) que hace que el tiempo deje de ser para todos y sea Eternidad.
Algo que en cierto modo intenta comunicar el presente poema.



TEMPITERNO
(Palabra creada por R. Panikkar para expresar la eternidad vivida en el tiempo)


Enquistadas las conciencias,
deshilachada la red,
rotas muchas fibras de comunión con la Vida...,
vivimos desolados buscando puntos de apoyo.
Vivimos en la ignorancia, que rompe la sangre...
Enredados en el tiempo, perdemos la PAZ.

La Alegría, allende el tiempo, se multiplica,
y una permanece
en la red de comunión, que los espacios rompe.

Entre tanto, los hombres buscan,
buscan fuera y no encuentran,
buscan dentro y no oyen el Silencio,
buscan en la ciencia y no entienden,
se apoyan en creencias y no ven.

Y la Bondad, allende el tiempo, se multiplica,
y una permanece
en la red de comunión, que los espacios rompe.

Fuera del tiempo estando en el tiempo,
en un espacio que no es lugar,
la Verdad se hace cuerpo de carne que penetra el alma
anidando, eterna, en el corazón del Hombre,
de todo hombre, de todo ser.

Para que los hombres dejemos de buscar
y descansemos en la PAZ,
que es Alegría,
que es Bondad,
que es Verdad
que es Servicio
que es el Eterno Don que nos sostiene,
nos asume y nos transforma,
recreando nuestros orígenes.

1 comentario:

darYrecibir dijo...

wow, José! Gracias por este regalo de Navidad, es un tesoro, mil gracias!!