jueves, 9 de octubre de 2008

Postmetafísica

Reflexiones breves a propósito de la postmetafísica

Ya sé que una gran mayoría de las personas de esta sociedad, ciertamente no todas, se reirían de que me preocupen estos temas, pero, no así el resto (siempre los menos, de lo contrario nunca sería el resto). Y yo me pregunto, en otro orden de cosas, ¿No es más fácil ocuparse de las hojas y no acordarnos de la raíz? Por supuesto, preocuparse de las hojas y frutos es importante, pero olvidarse de las raíces sería fatal para las hojas y para los frutos del árbol. Y yo llevo un tiempo preocupado con la postmetafísica ¿rarezas?
Recuerdo aún, aquellas clases de metafísica u ontología que nos daba Félix Cabezón, magistral emérito de El Burgo de Osma en la actualidad, en las que, pese a mis buenas notas, aprendí muy poco de lo que es la verdadera ontología, empezando porque la separábamos de la epistemología, lo cual no deja de ser de dudoso sentido de lo ontológico. Pero, aquellos fundamentos hicieron florecer en mí una pasión por las raíces de la Realidad que florece, o sea, por la Realidad misma, la Realidad en sus fundamentos. Luego, me he ido encontrando en mi vida con personas que tenían la misma pasión, y además una mente privilegiada, de las que he ido aprendiendo, y sobre todo me han despertado la conciencia para que conociera la Filosofía Perenne, o la Gran Cadena del Ser, o el Gran Tres, pues de muchas maneras puede ser nombrada esta consecución de la historia de los Sabios-Místicos que, de todas las culturas, en el mundo han sido desde hace milenios. Sabios tales como Confucio (K’ung.-fu-tzu), Lao-Tsi(e), Buda, JESÚS, Plotino, Agustín, Eckhart, Kant, Hegel, Heidegger, Nietzsche y los grandes místicos contemporáneos, Aurobindo, Krishnamurti, Wilber… por nombrar sólo algunos que me vienen ahora a la memoria.
Esta Gran Cadena de Ser contiene en sí todas las grandes concepciones, todos los valores que han ido siendo asimilado por la humanidad en su evolución, pero estos están sustentados por una metafísica que fue puesta en duda por la postmodernidad, que exigía para todo conocimiento la prueba epistemológica de la demostración empírica. Ya la modernidad empezó a atacar, muchas veces con toda razón, la visión religiosa medieval que, en parte, era portadora de los valores de la Gran Cadena del Ser, y hacía este ataque precisamente por la falta de empirismo de la mítica medieval. “Lo que no podía ser demostrado por los sentidos no podía ser admitido como verdad”, pero la modernidad, que comenzó con el renacimiento y tuvo enormes aciertos, se extralimitó al considerar que el empirismo era solamente el sensitivo, un empirismo estrecho, pues puede haber y de hecho existe un empirismo interior que no tiene nada que ver con los sentidos, un empirismo amplio; es más, la mera existencia del principio de que nada puede ser aceptado como verdad, si no es experimentado por los sentidos, ya en sí mismo no es empírico en el sentido sensitivo o estrecho, es puramente intelectual.
La postmodernidad fue mucho más allá, al demostrar que toda idea que no tuviera en cuenta que nacía en un contexto cultural determinado, no podía ser dada como válida. Que todo concepto que no fuera dialóguico (término acuñado por Wilber para expresar la cultura que está en diálogo con otras) era esencialmente no válido, en definitivo sustituyó las percepciones de las cosas por las perspectivas, porque no tenemos, ni podemos tener, percepciones de las cosas, sino perspectivas en función del contexto de nuestra cultura. Así nació el constructivismo con Foucault al frente, quien se rebeló contra toda norma establecida, porque dicha norma simplemente nacía de un contexto opresor (el hecho de que Foucault fuera homosexual le ayudó mucho en la creación de su pensamiento). Pero, el constructivismo se ha pasado de rosca, algo que le pasó también a la modernidad, pese a ser muy sensato en su postura inicial y contener grandes verdades, porque ha arrojado por la cañería de la bañera al niño de los valores de la Gran Cadena junto con el agua sucia con la que se le bañaba (la metafísica greco-medieval que suponía la existencia de estructuras ontológicas preexistentes a la percepción).
Dicha agua (la metafísica que conocemos de la teología y del seminario) había que cambiarla por no tener en cuenta su contextualización, por ser elaborada sin una demostración previa, necesaria y empírica (no sensitiva). La Realidad no es la metafísica y el pensamiento sobre ella seguirá avanzando y con ello, profundizando en la misma, pero esto en modo alguno nos puede llevar a concluir que los valores (místicos) fundamentados en la metafísica platoniana y posterior no lo sean, porque con una metodología integral que tenga en cuenta todo lo aportado por la historia del pensamiento podemos seguir co-construyendo esa Realidad y esos valores, fundamentándolos en una Realidad que tenga en cuenta todas las aportaciones de la Modernidad (el valor de toda realidad sensitivo-externa) y de la Postmodernidad (el valor de los contextos culturales y sociales). Y poder así continuar con la línea evolutiva de la interioridad apoyada en los cuatro cuadrantes que posee el Universo: Individual interior (contemplación), individual exterior (ciencia), comunitario interior (cultura) y comunitario exterior (sociedad).

2 comentarios:

Lydia Barragán dijo...

para gente con mente aún terrenal, a quienes les interesa aprender pero aún no han econtrando cómo ni por que caminos....dígame POR FAVOR, qué es la metafísica!!!!!!!!después explíqueme qué es la posmetafísica!!!!!!!

José A. Carmona dijo...

Lydia, no creo en modo alguno que yo tenga una mente distinta de la tuya. A mí, como a tí, me interesa aprender. Pero por lo que puedo entrever en tu comentario estás afanadas por encontrar un camino, en busca de no sé qué. No te preocupes ni de metafísica, ni de postmetafísica, tampoco te preocupes por encontrar un camino especial hacia???.
Yo me atrevería a decirte: Vive con intensidad tu día a día, goza con cada momento de alegría, asume cada momento de sufrimiento. Eso es la meta y el camino.
Nada tiene que ver que cada uno haya de vivirlo con matices distintos, porque no son más que matices.

José Antonio