Estamos inmersos en la
cultura del preguntar. “¿Por qué?” “¿Qué?” La objetividad
es la gran obsesión. Lo que llamamos nuestro pensar gira en torno al
preguntar. Al romper con el dogmatismo hemos desarrollado el espíritu
crítico que en la ciencia y en la filosofía-búsqueda ha alcanzado
su cima. Hemos institucionalizado el “sentido común”. Y esto es
bueno pero claramente insuficiente.
Sin embargo, las ideas
que merecen ser puestas en duda son las que más se dan por supuestas
-el sentido común- (Whitehead). Entender la realidad como lo
enfrentado objetivamente al sujeto nos hace perder de vista la
contemplación, pues la mente no puede ir más allá de sí misma
(Nisargadatta). El Ser no puede caer dentro de los términos creados
por la propia mente, términos que nos llevan al conocer, nunca al
ser: siempre al objeto frente al sujeto.
Sólo saliendo de la
mente (que es dual), sólo dejando de preguntar por el “qué” se
puede llegar a ser. El resultado de una pregunta es lo preguntado
presentado como respuesta. La Realidad, el Absoluto, Dios no puede
ser alcanzada/o, sólo podemos “serla/o”. (Yo soy la cepa y
vosotros los sarmientos. El Cuerpo Místico que en los comienzos se
le llamó Cuerpo Físico de Cristo)
Nos dice Eckhart en sus
sermones, refiriéndose a Dios: “Cuánto más uno te busque, tanto
menos te encontrará...” “Si no lo buscas, lo encontrarás”.
José A. Carmona
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