viernes, 17 de mayo de 2013

UN BROTE DE INTERIORIDAD





 Siento en mí una fuerte pasión (entre otras), la pasión del pensamiento. La filosofía-sabiduría me hace hervir por dentro. Afilar la precisión en el pensar y en el comunicar me hace a veces levantarme de noche a tomar notas, a consultar… a meditar.
            Dentro de esta filosofía-sabiduría, que es el pensar (ya sabemos: mucho más que calcular, memorizar o medir, acumular datos... Incluye también el contemplar), vivo con especial intensidad lo que en mis primeros años conocí como teología (catafática), en concreto, todo lo referente al sentido de la existencia, del Kosmos (Dios, Espíritu, Trinidad, Cristo, Alá, Brahma, Vacío…).  Y aunque la experiencia de lo numinoso hoy esté, creo, en la base de mi pensar sobre el Misterio, no abandono, ni rechazo sino que asumo la reflexión sobre el mismo y vibro con ella. Se trata de un “saber no sabiendo”, de “una docta ignorancia”. 
Todo pensar sobre lo Divino me importa muchísimo, y toda manifestación de una experiencia transcendente más aún si cabe. Entiendo que sobre Dios hemos de conjugar tres tipos de lenguaje: el apofático (‘apó-fêmí = negar), el catafático (kata-fêmí = afirmar) y el simbólico (sym-ballô = reunir) o metafórico, conscientes siempre de lo que han dicho siempre los místicos de toda época y cultura y que podemos expresar con las palabras del Aquinate: De Deo nihil scimus (acerca de Dios no sabemos nada). La filosofía escolástica ya nos habla de la analogía de proporcionalidad. La hemos de tener siempre presente al hablar de Dios, esto es, que cuando hablemos del Misterio hemos de ser conscientes de que Dios no es eso que decimos, pero… a pesar de ello los hombres hemos de usar unos términos para entendernos entre nosotros, y los usamos.
            En esta línea quiero ir expresando ese pensamiento que me apasiona y que vertebra mi vida. Opino que cuando más me satisface es cuando de mi interioridad me surge poemas. Estos expresan en un lenguaje que es a la vez: apofático, catafático y simbólico la lava que remueve mi ser. Pero sobre todo es simbólico y apofático.
            Transcribo el último de esos poemas.



Interioridad

(Dios, Misterio, Vida, Nada… el Cristo)
(Interior intimo meo)


Un silencio sin palabras,
Esas que la mente ni conoce.
Un silencio no nacido.
Plenitud de allende el tiempo,
Que, multiplicado en luz
De miles de estrellas,
Perfora las formas
Y se hace alegría jugando
Con las sirenas y las olas
En los mares vivos.

Una vida  sin tiempo.
No nace, ni muere, sino que,
Testigo constante del alboroto
De las edades,
Permanece jubilosa
En la unidad de los abrazos
Que la conciencia entreteje.

Un mar de profundidades,
Que asoma, leve, su faz
En colores, ondas y luces.
Y que expande sus entrañas,
Preñadas de fecundidad de plata,
Por los fondos abisales
En los que la respiración
Se licúa en agua
Con peces, sales y misterio.

Un YO hecho ternura
Al besar quedamente tus arenas.

Interioridad…
                                   Vida…
                                                               Misterio.


José Antonio Carmona
carmonabrea@yahoo.es

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