Quizás pueda
parecer éste un asunto que apenas tenga, o pueda tener, incidencia sobre el
tema general del blog: la espiritualidad. Pero si nos paramos a considerarlo,
caeremos en la cuenta de que el tema es esencial, que es profundamente
espiritual. La razón de ese desconcierto inicial puede estar en la disociación
que hemos hecho en nuestra mente entre teoría y práctica, entre pensamiento y
acción, entre teología y mística. Mas al zambullirnos en el pensar, que no en
el razonar, lo estamos haciendo en esa dimensión (no dual) que somos, y
manifestamos allá donde las apariencias callan.
Por nuestras venas corre un fluido cultural que confunde el saber con el filosofar en sentido estrecho, el pensar con el razonar. Esto viene de muy lejos, de la influencia majestuosa, imponente de los quizás más importantes filósofos de la historia de Occidente: Platón, y sobre todo Aristóteles. Toda la filosofía se ha reducido a una “nota a pie de página de los escritos de Platón” dice Witehead. La ingente obra de estos dos grandes filósofos no puede sino dejarnos boquiabiertos, embelesados, pero… A mi juicio es tal la influencia de esta concepción: pensar=razonar que llamamos filósofos, y ¡filósofos insignes!, a Nietzsche y a Heidegger, cuando estos dos fueron pensadores insignes, pero en no propiamente filósofos en el sentido más tradicional que a la palabra se ha venido dando en los último siglos. Es más, creo (por lo que he podido conocer) uniéndome a muchos enormes pensadores, en los que me apoyo, (los ya citados, el apofatismo, Hugo de san Victor y sus seguidores, Eckhart, S. Buenaventura, Scoto, Silesius… y todos los místicos –al menos implícitamente-, todo el movimiento postmodernista con Foucault quien se pregunta: “¿Qué es por tanto la filosofía? Si no es labor crítica del pensamiento sobre sí mismo”, con Wilber, Cavallé, Raimon Panikkar sobre todo en sus últimos veinte años, Guenón…, sin hacer mención de los incontables pensadores orientales –Lao Tse, Nagaryuna, Shankara,… Aurobindo, Krishnamurti, Nisargadatta, Maharsi) que de un modo u otro transcienden la metafísica en el sentido que llamamos tradicional en Occidente, como forma de conocimiento deductivo, para contactar con la Realidad siéndola. “Hay que pensar sobre el pensar”, “más allá del razonar filosófico está el pensar el SER, pensar el pensamiento, o sea, ser Ser”.
Ya en otro artículo de este blog
he escrito algo sobre el pensar. Esto no es simple reiteración, aunque también
la haya, sino un intento de abrir nuevas perspectivas quizás. También pretendo
ordenar mis propias reflexiones sobre el tema.
“La vida da el conocimiento más
noble” dice el maestro Eckhart (Marta y María, v 40). Con esta cita comienza
Raimon Panikkar una de sus obras más profundas a mi juicio: “De la Mística”,
editada en 2005. Entiendo que esta obra junto a otras dos: El silencio del Buda
y La plenitud del hombre, recogen fundamentalmente la enorme fecundidad de su
pensar. La Vida es el conocimiento más
noble, y esta nobleza acunó en su seno a todos aquellos que en Occidente y en Oriente
experimentaron la plenitud de la existencia, más allá incluso del cálculo
algebraico que es la razón, que es el razonamiento.
Hemos identificado filosofar –el
conocimiento por las causas ¿últimas?, que es ciencia- con pensar y pensar con
razonar, de modo que toda la filosofía en su visión más académica ha venido a
ser un cálculo, una pura deducción de unos principios Recordemos las leyes de
la lógica: los silogismos. Llamamos verdad a la adecuación del pensamiento y la realidad, (mejor: la cosa),
pero en definitiva en la representación mental nunca hay un acercamiento
supra-objetivo a la cosa, pues siempre ella es (en nuestra visión) un objeto
frente a un sujeto, siempre hay dualidad, nunca adecuación plena. Así nos
mantenemos, en definitiva, en nuestra percepción mental como eje de la verdad,
como realidad misma ¿Qué quiere esto decir? Que hemos confundido el mapa con el
terreno, que en nuestra mente lo que hay es un mapa, no la cosa, no la Realidad.
Incluso cuando nos vemos a nosotros mismos sucede esto pues nos vemos como
objeto. Tan solo llegando más allá de lo racional, de lo representacional,
llegando a la comunión, a la identidad, a la superación sujeto-objeto podremos
tener un conocimiento de la Realidad pleno, una gnosis, una sabiduría, una
filosofía perenne como la llaman muchos, una percepción no-dual de lo no-dual:
la Realidad-Misterio-Dios. Pero muchos se preguntan si esto es posible. Desde luego
no lo es, ni puede serlo si mantenemos como eje de verdad nuestra visión mental-representacional,
si estamos bajo la influencia del principio de causalidad. Es posible si lo que
pretendemos es aprehender el sentido de la existencia no tanto su causa. Todos
los místicos nos han mostrado que es un hecho.
Heidegger estudió en la última
parte de su vida el pensamiento taoísta, (el taoísmo es pensamiento, aunque no
sea razonamiento por no ser dual) pensamiento que influyó mucho en el suyo
propio, aunque él nunca fuera taoísta. Vemos clara su influencia cuando habla
de la Lichtung del Ser, cuando nos dice que solamente podremos vislumbrar la
esencia del pensar, si apartamos la mirada del pensar (citado por J.L. Mehta:
Heidegger and Vedanta p.15). El olvido del ser en el que ha caído Occidente desde
los socráticos atrae toda su atención según el estudio que hace de su
pensamiento M. Cavallé.
Esto supone en definitiva una nueva forma de entender al ser humano, de entender ese “yo individual” que es sencillamente “persona” – relación - comunidad. Esto supone que la filosofía sea verdaderamente auto-crítica y se abra a la globalidad, pero no desde su misma doctrina sobre el ente –que es una doctrina particular de Occidente-, sino desde aquellas experiencias radicales que sean realmente universalmente válidas, asumiendo sus propios límites conceptuales y aceptando otras formas de ver y pensar que no sean meramente los razonamientos. Transcender el pensamiento representacional (el razonamiento, los conceptos…) y ser en el no-representacional, o esencial, no es nada del otro mundo, aunque así nos lo parezca: es la simple metánoia de la que nos habla constantemente los evangelios (“Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide de beber…” Jn. 4,10). Es sencillamente transformarse conociendo, conocer transformándose , conocer porque nos transformamos, sin necesidad de discurso alguno, aunque de ninguna manera el discurso sea malo, sino totalmente necesario en esta vida, como sigue siendo necesaria toda percepción sensitiva. Es el escalón previo para alzarse al siguiente. La visión del ojo sirve para la de la mente… Es tener la visión del tercer ojo del que ya hablaba San Buenaventura, la dimensión mística. Que no es ningún privilegio de algunos sino una invariante humana. La FE (reitero: no mera creencia) es la vida del alma, dice Tomás de Aquino.
Como no pretendo someterme en
este escrito a una estricta estructura académica, sería puro razonamiento, que
me ate, voy a extenderme en poner un ejemplo de este pensar-metánoia-gnosis-sabiduría.
Cuenta de sí mismo K.G. Dürckheim
(hombre de un nivel místico muy elevado de quien mi amigo y maestro Panikkar -
se conocían personalmente - me confesó que era un gran poeta) y el poeta
piensa, percibe, la Realidad más allá de todo razonamiento, por comunión:
“Después del derrumbamiento de 1918 , la
gran cuestión que animaba a los espíritus investigadores era el hombre nuevo.
Una experiencia decisiva me ha impulsado a no hacer de ella un simple deber en
una época de reconstrucción, sino a ponerla en el centro de mi vida. Lo que yo
viví entonces, lo denomino la gran experiencia del ser… Tenía veinticuatro años
y me encontraba en el taller del pintor Willi Geiger en Munich… Mi futura
esposa, Madame von Hattingberg, estaba sentada en la mesa y a su lado había un
libro… Todavía lo veo… Ella abre el libro y lee en voz alta el úndecimo versículo
del Tao-te-King de Laotse:
Treinta radios alrededor de un cubo: en el
vacío
mediano reside la obra del carro.
Se ahueca la arcilla y adquiere la forma de
jarrones: es
por el vacío por lo que son jarrones.
Se abren puertas y ventanas para formar una
habitación: por esos vacíos es por lo que
es una
habitación.
Por lo tanto, lo que es sirve a la
utilidad, lo que no
es representa la esencia.
¡Y de pronto, Eso llegó!... Mientras
escuchaba, me atravesó el relámpago… El velo se desgarró, ¡había despertado!
Acababa de tener la experiencia de “Eso”. Todo existía y no existía, este mundo
y, a través de él, el pensamiento de otra Realidad… Yo mismo existía y no
existía. Estaba sobrecogido en el encantamiento en otro lugar y, sin embargo,
estaba allí, feliz y como privado de
sentimiento, muy lejos y, al mismo tiempo, profundamente arraigado en las
cosas. Toda la realidad que me rodeaba estaba formada de golpe por dos polos:
uno que era inmediatamente visible y otro invisible que estaba en el fondo de
la esencia de lo que veía. Veía realmente al Ser… En alemán diríamos como
Heidegger: das Sein in Seienden. Veía al Ser en lo Existente. Y Eso me caló tan
hondo que tenía la impresión de haber dejado de ser yo mismo plenamente. Sentía
que estaba henchido de algo extraordinario, inmenso, que me colmaba de alegría
y al mismo tiempo me sumía en un gran silencio. Estuve en este estado
veinticuatro horas aproximadamente… y desde entonces creo que nunca me ha
abandonado. Yo no había comprendido del todo de qué se trataba: pero desde
aquel momento, siempre había algo diferente en mi vida, algo que me rodeaba,
que me llenaba y me impulsaba hacia adelante. Estaba dirigido por una especia
de nostalgia y de promesa inexplicables… Todavía hoy es así. Pero en aquella época
yo no había comprendido que se trataba de una llamada y del nacimiento de una
nueva consciencia… Eso me ha dado cierto valor para vivir, una cierta inocencia
en el tacto, en el trato con las personas y las cosas.”
En el razonar hemos definido al hombre durante milenios como viviente racional, pero antes que esto el hombre es un animal – del indoeuropeo: aniti: él respira - espiritual, y su pensar no puede ser reducido a lo racional –que en definitiva nos ha llevado a la tecnología - sino apertura total al Espíritu-Misterio, que nos abre al sentido de la existencia. Tengamos en cuenta que el logos griego abarca mucho más que la mera racionalidad, sobre todo en los presocráticos. Y lo mismo hay que decir de la gnosis.
La filosofía en Occidente ha entronizado el concepto de “razón”, algo que ha sido determinante para el imperio de la tecnocracia, algo muy bueno, junto al olvido del hombre, algo muy malo, en nuestra visión cultural, sobre todo del hombre en cuanto persona, en cuanto ser colectivo. Occidente al imponer la “razón”, y como consecuencia la tecnocracia, ha olvidado prácticamente el sentido de la existencia. Quizás en algún momento incluso se pregunte, pero no lo sabe (saborea).
Sobre este tema son innumerables las páginas que se han escrito y se pueden escribir. Para no hacerme pesado, he decidido ir añadiendo en ocasiones posteriores algunos apuntes (sin más pretensiones) sobre el mismo.
José Antonio Carmona
carmonabrea@yahoo.es
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