sábado, 24 de septiembre de 2011

¿NACIONALISMO?

¿NACIONALISMO?

Reflexiones de andar por casa

Recuerdo que hace años cuando Miguel Indurain triunfaba en Francia como ciclista se formó un revuelo en la prensa, se afirmaba en la misma que Indurain “renegaba” de ser español. A los pocos días el propio ciclista corrigió lo dicho en la prensa -¡el sensacionalismo de los mass media!- diciendo que él no renegaba de ser español, que lo que había dicho era “¿Qué más da ser español, francés, italiano...? ¡La nacionalidad no tiene importancia alguna! Es claro que existe un abismo entre lo que se afirmaba en los medios al dar la noticia y lo que aclaró posteriormente Indurain. Es indiferente ser de la nación que se sea, el nacimiento en un lugar determinado es fortuito. (Probablemente muchos “esotéricos” entiendan que no lo es. Y puede que no les falte razón).

El pasado día 11 se celebró en Cataluña la fiesta “nacional”. Los catalanes y las instituciones la llaman “nacional” porque entienden y propugnan que Cataluña es una nación. En ese día, mientras paseaba, me conecté por radio a la emisora del arzobispado de Barcelona porque emiten una música de alta calidad. Mas resultó que en esos momentos no daban música, sino un sermón de un “cura” que predicaba la necesidad del amor a Cataluña como patria, pero advirtiendo que este amor no podía ser óbice para el amor universal -¿a todas las naciones?-, porque el llamamiento cristiano es al amor universal. Amor que a juicio del que hablaba se había de realizar a través del, o en el amor a Cataluña.

Yo entiendo estos dos casos como ejemplo de dos actitudes humanas ante el hecho de la nacionalidad, sea ésta política o simplemente cultural.

Yo soy andaluz y como tal soy miembro de la nación-estado llamada España. Hace cuarenta años que vivo en Cataluña, a la que los catalanes llaman también nación, aunque no sea estado, y comulgo en mucho con "lo catalán" . Actualmente hay una gran efervescencia nacionalista, que en muchas personas es independentista. Las razones que aducen son de lo más variado, a mi parecer abundan las sentimentales que también han contado, y cuentan mucho, en la historia de la humanidad. Pero ante todo soy hombre -en mi caso varón-, y aún antes sencillamente soy, lo cual me hace miembro de la Humanidad y del Kosmos. Esta es la realidad histórica -y metahistórica- en la que vivo y sobre la que quiero opinar alguna cosa, aunque a nadie pueda importar lo que yo opine.

Soy un lector asiduo de J. Krishnamurti. Pienso que es uno de los grandes místicos del siglo XX. Pues bien, Krishnamurti allá por los años 50 del siglo pasado habló sobre el nacionalismo en una entrevista. En la misma dijo cosas como ésta: “el nacionalismo es un veneno” o “cuando termina el nacionalismo llega la inteligencia, esto es, la comprensión -no meramente intelectual, sino vital, la persona que abraza, que se abre y acepta- de lo que es”. Se trata de una opinión muy importante para muchos y para mí también, opinión que él razona en la entrevista, pero que yo quiero matizar.

Nación, país, estado, región, provincia, comarca, ciudad, pueblo..., cuerpo, psique, espíritu, familia, paisano... individuo, colectividad... espiritual, material... científico, filosófico, histórico, artístico... constantemente estamos marcando fronteras de todo tipo y nuestra cultura parece regodearse de forma especial en ellas. Tenemos en Occidente una mente analítica muy desarrollada. Esta mente analítica que reporta grandes beneficios a la hora de "medir" -la ciencia-, es un gran obstáculo a la hora de “comprender” -la mística-. ¡Hemos llegado a llamar “comprender” a la percepción meramente mental! Hemos borrado la “comprensión” de nuestro mundo vital, la hemos reducido a la mente. Esto ya empezó cuando con la mejor intención posible se identificó pensar con existir como paso inconsciente posterior al “cogito ergo sum”. ¡Y lo que más me duele es que vivimos en ello tan tranquilos! Sin pretender ir “ab ovo” veo en este desarrollo analítico una de las raíces, hay otras causas como la tecnología, el cientificismo..., del individualismo exacerbado y patológico en el que vivimos. Así empezamos a poner fronteras: Kosmos o Totalidad, Tierra, Humanidad, Europa, España (o Cataluña, o País Vasco), Cataluña (o Andalucía...), Barcelona (o Cádiz), Badalona (o Chiclana...) hasta llegar a la familia, al individuo, al cuerpo, a la sombra...

Las fronteras tiene mucho de bueno y necesario porque los hombres tenemos sentidos y éstos viven dentro de lo cercano, pero a su vez tiene mucho de malo si lo que hacemos con ellas es separar en lugar de integrar porque el hombre es espíritu, o sea, ser que “comprende”, que vive en comunión con la Totalidad, que es Totalidad. El hombre no es simplemente un individuo, como lo es una manzana o una piedra, sino que es persona. Y la persona es relación constitutiva, mucho más, aunque también, que un simple sujeto de derechos (y obligaciones), a lo que queda reducida en esta sociedad y aún, muchas veces, ni eso. Mucho más que lo opuesto a la sombra, mucho más que el ego, es sencillamente consciencia constitutiva de unidad. Y en esta consciencia no cabe la exclusión, no cabe la frontera por la sencilla razón de que no existe, no es. No es lo mismo ser individuo sujeto de derechos que ser persona: consciencia de unidad.

Sabemos que la palabra griega que traduce la de persona es hipóstasis, nombre con el que se conocía a la máscara que los actores teatrales se ponían para interpretar a los personajes en la Grecia clásica. Dicha máscara servía para que la voz llegara hasta los espectadores, pues aumentaba la resonancia del sonido, hacía las veces de un megáfono, de ahí que los latinos tradujeran la palabra griega por per-sona -per/sonare-e (hablar desde el interior, hablar desde dentro, re-sonar). Simbólicamente podemos utilizar el origen de dicha palabra para indicar que persona es aquel individuo que habla desde su interior, que habla desde el sí-mismo y en el sí-mismo recibe y se realiza. El ser abierto a..., el ser-relación. En este sentido podemos renunciar a la tan conocida comparación de hipóstasis- persona con hipóstasis-máscara.

Evidentemente en tanto en que la relación es elemento constitutivo de mi propio ser, las trabas a esta relación entorpecen mi propio ser, no me dejan ser persona. Y todo nacionalismo (el español, el francés, el británico, el catalán...) a lo largo de los últimos siglos de historia ha entorpecido y mucho la relación entre los individuos. Digo en los últimos siglos porque antes no existía el nacionalismo, sino el imperialismo, el tribalismo... aunque la actitud radical humana es la misma. Pero a la vez la nación es algo necesario para que el hombre (varón/mujer) viva en desarrollo, en evolución. El hombre no puede perderse en una vaguedad, en una Totalidad a la que su conciencia no ha llegado. De igual manera que el lenguaje es una de las grandes conquistas humanas, pero que ha de ser ejercida por medio de una lengua concreta, no de forma genérica -no se puede hablar el lenguaje, sino una lengua-, lo mismo sucede con la integración en la Totalidad, se ha de ejercer por un medio concreto, (de un trozo de tierra o de toda ella, de una historia concreta, limitada en el espacio y en el tiempo, no de la historia...) medio que no puede ser una frontera cerrada, sino una puerta abierta a... El ejemplo de una mansión con muchas puertas nos puede servir: para entrar en la mansión necesito acceder, hoy por hoy, a través de una puerta (en el futuro puede que se acceda de otra forma), pero si me quedo en la puerta no estoy en la mansión. La puerta en este ejemplo sería la nación o la lengua, según lo dicho. Si antepongo la lengua o la nación a la Totalidad no estoy en la conciencia de unidad (¿no soy persona? Al menos plenamente), pero si la puerta solamente es un medio de acceso, ésta ha dejado de ser límite y se ha convertido en apertura. Los nacionalismos sin conciencia de Plenitud no son más tribalismos con la cara lavada. Hay mucho tribalismo aún en la humanidad y porque lo llamamos cultura no queremos avanzar, no queremos ser personas. Creo que la palabra cultura es muchas veces mal utilizada. La hemos sacralizado.

¡Ojo! Lo que afirmo de los nacionalismos puede ser aplicado igualmente a la pertenencia a una institución sea religiosa o no, a un club de fútbol, a un partido político... a cualquier frontera colectiva que nos dé la fuerza para afianzarnos en nuestra individualidad, en vez de ser apoyo a la conciencia que elimine toda frontera o exclusión.

Sabemos que la concepción de la nación-estado surgió allá por los comienzos del siglo XVI, y hoy vemos todos los inconvenientes que está creando para que los estados se integren en una unidad mayor ¡Nadie quiere renunciar a la soberanía! A la vez que contemplamos que algunas naciones-culturales quieren convertirse en naciones-estado. Por descontado que una nación-cultural tiene un significado mucho más amplio que la nación-estado, es más difícil de concretar, es más subjetivo y variable, los vínculos que unen a los miembros son más intangibles, pero no menos inteligibles (lengua, costumbres, literatura, folclore...). Pero siempre son elementos del pasado o presente histórico, nunca de lo transhistórico (la consciencia de Unidad o de Plenitud), algo a lo que la inmensa mayoría de los hombres niegan no sólo la validez, sino incluso la existencia. Así se identifica a la nación (cultural o política...) con las fronteras y la exclusión -nosotros y los otros-, a la persona con el sujeto de derechos nacionales -ciudadano-, algo que está muy bien pero que es a todas luces una verdadera castración. La persona no sólo es sujeto de derechos, simplemente humana, un mero animal racional, sino también, y sobre todo, consciencia siempre abierta, capax Dei, siempre receptiva al Misterio, al Todo.

La nación, pues, si es obstáculo, sea éste cultural, político, religioso, jurídico, histórico... es como dice Krishnamurti -él estaba en la consciencia de unidad- un veneno, pero si es sencillamente una puerta que atravesamos y no nos quedamos en ella es hoy por hoy, entiendo, un elemento válido del desarrollo. Lo tremendo es que los hombres tenemos una tendencia terrible a quedarnos en la puerta y no atravesarla. ¡La difícil tarea de llegar a ser persona!¡Nos da tanta satisfacción identificarnos con algo más grande que nosotros como individuos! No tenemos más que mirar a nuestros egos para verlo.

El único camino, hablando en lenguaje dual _no tengo otro para escribir-, para atravesar la puerta es el Amor, pero el Amor que nace del Ser, no solamente el sentimiento que brota en nuestros egos, aquella Realidad que nos hace Uno, no unidad que es cantidad -conjunto de muchos-, que nos hace Uno sin-segundo . Ese Amor, que no es más que comprensión de lo que es, nos hace ver que toda frontera que divide (nacionalismos, cristianismo, hinduismo, ateísmo...) es pura creación humana (aunque por desgracia mate a mucha gente), que las fronteras son puntos de encuentro, formas relativamente reales de manifestar la Plenitud. Que las fronteras en la Realidad no existen. ¡No seamos bobos!


José Antonio Carmona

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