miércoles, 17 de marzo de 2010

MI vida ha cambiado, tengo un nuevo nietecito

Mi vida ha cambiado, hace unos meses nos ha nacido un nuevo nietecito. Sus padres le han puesto el nombre de PAU (el niño es catalán; el nombre puede ser traducido al castellano por Pablo o por Paz, pero "su nombre es "PAU". Los nombres han de ser intraducibles). Lógicamente en la experiencia de mi vida en el tiempo ha aparecido un hecho nuevo y fundamental, y así he tratado de relatarlo en el poema sobre mi vida. Dicho poema lo colgué en este blog hace un tiempo, lo he retirado para colocarlo corregido y "aumentado".
La presencia de mi esposa, mi hijo y mis nietos en mi existencia son el centro afectivo de mi vida en el que encuentro la concreción del Espíritu, la presencia de la Verdad, la Bondad y la Belleza, el centro hacia el que se focaliza mi Amor.

El poema de mi vida queda así, tras el nacimiento de mi amorcito PAU


Mi vida, mis años

Es mi existencia una vida,
perfilada por el tiempo,
y una pregunta constante
que me inunda por entero.
Pregunta que ya no es.
Quizá en tiempos fue de un fuego
que comiéndose las pieles
destapó hasta los huesos,
en los que habita el Espíritu,
el que impulsa con su aliento
mi camino en esta tierra
y lo convierte en mi cielo.
Y a mis años, transcurridos
en los afanes terrenos,
los transforma poco a poco
en la raíz de lo eterno.
Quizás, ya no es pregunta,
sino tan sólo sendero.

Comenzaba yo mis años
con andares chiclaneros,
hijo de madre hacendosa,
hijo de un buen zapatero.
Hermano de tres mujeres,
tres espigas a los vientos.
Mis primeras enseñanzas,
las que aprendí en el colegio,
fueron sencillas, simplonas,
carentes de carne y nervios.
Sin darme cuenta del todo,
casi sin poder saberlo,
cuando tenía diez años,
las monjitas decidieron
que mi futuro sería:
hacerme letrado clérigo.

Oprimido por los muros,
dirigido por maestros
educados en lo atávico,
cerrados a lo moderno,
ya de niño y aún imberbe,
me instalé contra el progreso
y me hice adulto infantil.
A los veinte años, viejo.

Parapetado en doctrinas,
en dogmas, en premodernos
mitos carentes de todo
razonable fundamento,
cumplidos los diecinueve,
emprendí, alegre, un vuelo:
a Salamanca marché,
la sede del pensamiento
religioso medieval
en la España del “imperio”.
Mas los aires novedosos,
que bañaban por entero
este mundo de los hombres,
despertándolos del sueño
que minando su razón
los relegó al desacierto,
se colaban por las aulas,
deshaciendo los entuertos.

Yo, buscador de verdades,
que en mi mente ya era viejo,
experimenté en mí mismo
los barruntos del Misterio,
que no comprenden las mentes
y que supera los tiempos,
barruntos que en mí labraron
las premisas de algo nuevo.

Abierto. Con nuevas formas
en mi corazón sincero
volví a tierras de Cádiz,
predicando el Sacramento
de ese Padre que nos ama
y de Jesús Nazareno.
Al cabo de pocos años,
marché buscando un Secreto
que en mi mente no cabía
y en mi alma era incierto.
Cursé diversos estudios,
viví en pueblos diversos.
Y el contacto con la vida
tocó mi espíritu inquieto,
haciéndome descubrir
un mundo de amor y miedos,
que me llevaron sin prisas
y con pasos algo lentos
a plantearme vivir
sin antiguos privilegios,
siendo uno más en verdad
entre la gente del pueblo.

Sin la máscara de cura,
sin sus vetustos derechos
pasé los años siguientes
a tientas y sin consuelo.
Y, decidido por fin
a dar un salto de riesgo,
me marché a Cataluña
a enseñar en un colegio.
Y en Cataluña encontré
el sentido y el sosiego,
porque pronto descubrí
ese profundo Secreto
que mi alma cobijaba
desde siglos y milenios.

El Secreto se guardaba
dentro de un hermoso cuerpo,
con interior luminoso
que al amor estaba abierto.
Era luz, hecha mujer,
por nombre, PAQUI Vallejo.
Y la búsqueda, empezada
con temblores y silencios,
se hizo sendero y camino
en el amor descubierto
entre PAQUI y quien buscaba.
Amor de lazos eternos
que insuflaba en mis sentidos
a PAQUI, sabor y aliento.

Un corazón jubiloso
nació de nuestros encuentros.
Le llamamos ISMAEL,
Ismael, el agareno,
hijo de madre amorosa,
también hijo del desierto,
hijo de profeta santo,
padre de pueblos honestos .

En este otoño florido
de mis años, ya espesos,
casi sin yo esperarlo,
ha cuajado un fruto nuevo
que LAIA tiene por nombre
y es la luz de sus abuelos,
luz que va iluminando
estos mis pasos terrenos
con su presencia y su vida
con sus lindos balbuceos.

Ya saturados mis días,
ha nacido un brote nuevo
de la vida de mi hijo,
que es mi carne, sangre y huesos.
La Paz en su nombre siembra
porque “PAU” lo llamaremos,
y porque es para mi vida
del Misterio nuevo centro.

Con él se ahonda en mí mismo
la plenitud de un Silencio
que perforando mi alma
me conecta con los Cielos.
Porque en mi espíritu vive
ese Amor a mis dos NIETOS:
hermosa Meta en mi vida,
que es Camino y Sacramento

Pasaron mis años breves,
mi madurez llegó presto.
Y en mi corazón ya arde
la Compasión y el Sosiego,
el Amor que es lo que soy,
la Ternura y el Consuelo.
Ternura que en piel de plata,
“la luz de PAQUI” en que bebo,
con temblores y esperanzas
mis labios van recogiendo.
El Consuelo de mi HIJO
que me invade por completo,
cuando al contemplar quién es
los sentidos yo trasciendo.
El Amor que nos abraza
a los cinco en mi Silencio,
lleva aires de Alegría,
cuando en mis NIETOS lo expreso,
y descubro en sus caritas
aquel Dios a quien contemplo,
porque sus rostros me hablan,
esclareciendo mi tiempo,
y me dicen que me expanda,
que me abra al Universo,
porque abrazando a los míos,
abrazo a todo mi pueblo,
a este pueblo de los hombres,
que continúa disperso.

Y en mi vida así avanzo,
y hago presente el Misterio,
encontrando en mi PAQUI,
en el HIJO que tenemos,
y en los NIETOS de mi amor,
que nos traen aires nuevos,
aquel Arcano fecundo,
aquel profundo Misterio
que mi corazón ansiaba
desde allá, desde lo eterno.


José Antonio, el nombre por el que soy conocido
en esta historia.
Comenzado en abril de 2005, acabado en marzo de 2010.

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