domingo, 2 de noviembre de 2008

Breve resumen de Siddhartha

Siddhartha. Hermann Hesse
Editorial Bruguera

Capítulo
El hijo del brahman

Siddhartha tiene en casa de sus padres todo lo que el confort conformista puede pedir. Es listo, inteligente, bien formado, conoce la doctrina de Brahman, los ritos, las buenas costumbres, brahman perfecto hijo de un brahman perfecto. Tiene un gran amigo también brahman, Govinda. Se dedica a la meditación, concentración y contemplación. Pero… ¿esto era todo? ¿No eran los dioses criaturas como tú y como yo, sometidas al tiempo y perecederas? ¿Tenía algún sentido ofrecer sacrificios a los dioses ¿No era el Atman el Único e Indivisible? ¿A quién inmolar las víctimas sino al Único, a Atman? Y ¿Dónde encontrar a Atman? ¿Dónde moraba? ¿Dónde sino en nuestro propio Yo, en lo más hondo, en aquel reducto indestructible que todos llevamos dentro?
¿Y dónde se encontraba ese reducto? ¿Qué camino existía para acceder al Yo mismo? Nadie lo conocía.
Todo lo conocía los brahmanes y sus libros sagrados, pero ignoraban lo Uno y lo Único.
Los libros del Upanishads hablaban de que el hombre al caer en el sueño profundo penetra hasta lo más recóndito de su interior. Todo esto lo conocían los brahmanes, pero ¿Quién lo había vivido?
Su padre, le gran brahman, el hombre sereno, ¿era feliz? ¿No era también un buscador consumido por la misma sed de verdad? ¿No estaba Atman dentro de él? Había que encontrar la fuente primordial en el propio Yo y poseerlo. Todo lo demás no era sino búsqueda vana y extravío.


Capítulo
Con los samanas

Una meta tenía Siddhartha: Quedarse vacío, despojarse de todo, incluso de su sed de buscar. Hallar paz y tranquilidad en su corazón vacío.
Aprendió muchas cosas, a recorrer muchos caminos para alejarse del yo, la despersonalización a través del dolor, del hambre, del sufrimiento, del cansancio…
Todo lo podía haber aprendido en cualquier taberna de un barrio de prostitutas. Huir del Yo.
Siddhartha sólo conseguía insensibilizarse momentáneamente. No llegaba al nirvana.
El puro de corazón que meditando se sumerja en el Atman, sentirá en su corazón una alegría inefable.


Capítulo
Go(au)tama

Govinda se queda de discípulo de Gotaza. Siddhartha lo interpela: tu doctrina es perfecta, pero no puedes comunicar el momento de tu experiencia de la iluminación. Tu doctrina no trata sino de la liberación del sufrimiento. Poco importan las palabras. Lo que tú conseguiste no lo has hecho a través del pensamiento, la meditación, el conocimiento y la iluminación. ¡No a través de una doctrina! Nadie accede a la liberación a través de una doctrina. Lo que ocurrió en el instante mismo de tu liberación es incomunicable. Esta experiencia no la contiene tu doctrina.
Cuídate de una inteligencia excesiva, le dijo Gotaza.
Siddhartha siguió el camino en busca de su Yo. “ninguna doctrina volverá a seducirme. Muchas cosas me ha quitado Buda, a Govinda…, pero me ha regalado a Siddhartha.”

Capítulo
Despertar

Al abandonar el bosque Siddhartha abandonaba su vida anterior. Y a todos los que le habían acompañado en ella: su padre, Govinda, Buda…
Analizó lo sucedido llegando a sus causas últimas, pues pensar era eso: sólo así las sensaciones se convierten en conocimiento y adquieren contendido y empiezan a irradiar lo que hay en ellas. Algo no existía más en él: el deseo de tener maestros y escuchar sus enseñanzas.
Lo que había querido aprender bajo todas las doctrinas era el Yo, su sentido y esencia. A la vez era el Yo del que anhelaba desprenderse y aniquilarlo. Mas sólo lograba engañarlo por algún momento. Buscaba a Atman en el fondo de su yo, pero en lugar de encontrarlo se perdía a sí mismo.
¡Quiero aprender de mí mismo! Y miró a su alrededor como si viera el mundo por primera vez. ¡Qué hermoso era, el azul era azul, el amarillo, amarillo, la roca, roca…! Ya no eran los hechizos de Mara, ni el velo de Maya, y en el fondo de todo subsistía latente la idea de unidad… El sentido y la esencia no se hallaban en algún lugar tras las cosas, sino en ellas mismas, en todo.
Siddhartha comenzaba a despertarse y a marchar hacia sí mismo.
“Ya no soy asceta, ni sacerdote, ni brahman” todo esto ha terminado y no se encuentra en mi camino. Él durante años no había tenido hogar, pero ahora lo sentía. (Ni la casa de su padre, ni los samanas, ni el bosque del Sublime). ¿Siddhartha a qué comunidad pertenecía? ¿Con quien compartiría su existencia? Se le heló el pecho, pero se irguió un Siddhartha sólido y fuerte, más posesionado que nunca por su propio Yo. Y caminó ya no hacia atrás.

Capítulo
Kamala

Siddhartha iba aprendiendo a cada paso cosas nuevas, pues, para él, el mundo se había transformado.
¡Qué hermoso era el mundo para quien lo contemplaba así, sin ningún deseo de explorarlo, con una visión ingenua y de infantil simplicidad!
Dijo a Buda que su (de Buda) verdadero tesoro no estaba en su doctrina, sino en esa vivencia inefable e imposible de enseñar que el Sublime experimentara en el instante mismo de su Iluminación.
Siddhartha en adelante tendría que vivir su propia vida. Sabía que su propio Yo era el Atman, formado de la misma esencia eterna de Brama. Mas nunca había hallado de verdad a ese Yo, pues siempre intentaba atraparlo con las redes del pensamiento. Ni el cuerpo ni el juego de los sentidos constituyen el Yo, tampoco la inteligencia, ni el pensamiento ni los conocimientos adquiridos, ni el arte de sacar conclusiones, o ideas nuevas… tanto las ideas como los sentidos eran cosas buenas, tras las cuales yacía el significado último. Había que escucharlas y jugar con ambas, sin menos preciarlas ni darles demasiada importancia. Y a través de ellas sorprender las voces secretas del propio mundo interior.
El pecho de aquella joven tenía una leche que sabía a mujer a hombre, a sol y a bosque, a flores y animales, a todos los frutos y a todos los placeres.
El barquero solía escuchar al río y mirarle los ojos con frecuencia y siempre le enseñaba algo.
A todos los hombres les gusta ser sumisos, ser amigos, obedecer y pensar poco.
Cuando encontró a Kamala Siddhartha tenía ya una meta (alcanzarla).
Eres la primera mujer con la que Siddhartha habla sin bajar la mirada.
Y Siddhartha aprendió muchas cosas de Kamala en el arte del amor y de los placeres.
Un ladrón nunca podrá robarte tu interior, tus pensamientos, ideas, sentimientos….
El amor se puede mendigar, comprar, recibir como regalo, recoger en la calle, pero nunca robar.
¡Qué va a ser de ti si solo saber pensar, ayunar y escribir poesías?!
¿Qué sería de ti sin la ayuda de Kamala? Siddhartha no hace nada: espera, medita, ayuna, pero atraviesa las cosas del mundo como la piedra el agua, sin hacer nada, la propia meta lo atrae. Cualquiera puede hacerlo si sabe pensar, esperar y ayunar.

Capítulo
Con los hombres niños

No poseo bien alguno, – dijo Siddhartha – pero es por mi voluntad, así que no soy indigente.
Todos vivimos del bien ajeno. Unos toman y otros dan. Sé meditar, ayunar y esperar.
“Bueno es escribir, pensar es mejor. Buena es la inteligencia, la paciencia es mejor.
Siddhartha lo observaba todo (el negocio) como un juego, cuyas reglas se esforzaba en aprender, pero cuyo contenido le dejaba indiferente.
Junto a Kamala se hallaban el sentido y el valor de aquella etapa de su vida y no en los negocios.
No viajaba por negocios, sino por placer.
Del negociante aprendió el precio de una cesta de pescado, pero no a pensar.
Siddhartha sentía que algo lo separaba del resto del mundo. Veía que los humanos se entregaban a la vida con un aspecto infantil o animal que él amaba y despreciaba al mismo tiempo. La voz interior le hablaba a veces, pero muy flojo, no la oía.
Continuamente visitaba a Kamala con quien aprendía el arte del amor y practicaba el culto del placer, que más que ningún otro unifica la doble actividad de dar y recibir.
“La mayoría de los hombres, Kamala, son como las hojas que caen de los árboles y revolotean indecisas, antes de ir a parar al suelo. Otros son más bien como los astros: siguen una ruta fija, ningún viento los alcanza y llevan en su interior su propia ley y trayectoria.
“Siddhartha, sigues siendo un samana, no me amas a mí, ni a nadie”- Kamala -.

Capítulo
Sansara

Entregose Siddhartha largo tiempo a la vida y placeres mundanos, aunque sin integrarse nunca en ellos. Sus sentidos volvieron a despertarse, pero en el fondo de su corazón seguía siendo un samana. El arte de meditar, esperar y ayunar siguió rigiendo largo tiempo su vida. Pero poco a poco todo se fue cubriendo de polvo. Aprendió a comerciar, a comer platos finamente preparados, a jugar a los dados y al ajedrez, a admirar el arte de las bailarinas… y lentamente también había ido adoptando ciertos rasgos típicos de los hombres niños. Aprendió más bien su lado desagradable, y sobre todo la avaricia. La miseria de su corazón le impulsaba a jugar y a dilapidar, en cambio era mezquino en sus negocios. Fue debilitándose, envejeció y cayó enfermo.
Una noche soñó que el pájaro cantor que Kamala guardaba en una jaula de oro, había muerto. Era su corazón. Al amanecer se marchó al jardín, se sentó bajo un mango y pasó el día allá lleno de tristeza.
Aquella misma noche abandonó Siddhartha su jardín y su ciudad para siempre. Kamala había quedado embarazada en la última noche que pasaron juntos.

Capítulo
A orillas del río

Siddhartha echó a andar por el bosque, lejos de la ciudad, sabiendo que la vida que había llevado hasta ahora era algo totalmente acabado. Estaba repleto de hastío, miseria y muerte y nada en el mundo era capaz de atraerlo y consolarlo. Deseaba ardientemente estar muerto.
Llegó al gran río, se detuvo. ¿Para qué seguir andando? Quiso ahogarse en el río y con los ojos cerrados, se fue hundiendo cada vez más en dirección a la muerte
De las regiones más recónditas de su alma le llegó un sonido: el sagrado Om que significa “lo Perfecto”, “la Realización”. Om y volvió a tomar conciencia de Brama, de la divinidad… y se dejó caer al pie del cocotero. Y se durmió.
¡Qué sueño tan maravilloso el suyo! Lo había reanimado y rejuvenecido. Había muerto para renacer bajo una forma nueva. Se incorporó y se encontró a Govinda que intentaba velar su sueño y que no le reconoció.
- ¿A dónde vas ahora?
- A ningún sitio. Los monjes siempre estamos en camino.
Siddhartha: - tampoco yo voy a ningún sitio sólo estoy peregrinando, pese a mis ropas.
Efímero es el mundo de las apariencias, efímeros nuestros vestidos… y el propio cuerpo. ¿Qué seré mañana? No lo sé.
¡Qué rodeos tan curiosos he dado! Brahmán, samana, el Sublime, rico y mercader, amante… No obstante ha sido un camino excelente, y el pájaro que moraba en mi pecho no ha llegado a morirse. Pero, ¡Cuánta estupidez en mi camino, cuánto vicio, cuántos errores… para poder empezar de nuevo! He tenido que convertirme en un loco para redescubrir el atman en mi interior. ¿Por dónde me llevará aún mi camino?
Pero algo he ganado, pensó Sidhartha, ¡haber terminado de una vez por todas con ese odio contra mí mismo, con esa vida monótona e insensata! Y sintió una gran alegría. “¡Qué bueno –pensó- es probar por sí mismo lo que hay que saber!
Su pequeño Yo no había muerto en tantos intentos que hizo como brahmán y samana, y sin embargo, ahora, en aquel día había muerto. ¡El exceso de conocimientos, de versos sagrados, de normas rituales, mortificación, celo y aspiraciones lo habían inmovilizado! Y en ese sacerdocio, en ese orgullo, en esa espiritualidad se había escondido su Yo, en ellos se había instalado y seguía creciendo, mientras Siddhartha creía poder matarlo con ayunos y penitencias. Ningún maestro hubiera podido matar ese Yo. Hasta que el sacerdote y el samana no murieran en su interior, no moriría el Yo.
De hecho había muerto y un nuevo Siddhartha había surgido del sueño.


Capítulo
El barquero

A orillas de este río deseo quedarme –pensó Siddhartha.
En su corazón oyó la voz, que había vuelto a despertar y le decía: “¡Ama esta agua! ¡Quédate a su lado! ¡Aprende de ellas!”
Ese día vio un misterio del río, misterio que le impresionó vivamente. Vio que aquella agua era siempre la misma, aunque se renovara a cada instante.
Barquero- es hermosa esta vida, pero ¿Acaso no lo es toda vida?
Siddhartha contó toda su vida a Vasudeba, el barquero, y éste lo escuchaba con mucha atención, con sosiego, abierto, expectante. Siddhartha lo captó.
Le relató su sueño a orillas del río, le habló del Om sagrado y del amor que sintiera por el río al despertar.
Vasudeba la dijo- el río te ha hablado. A mí el río me enseñó a escuchar, tú también lo aprenderás de él, de él puede aprenderse todo. Se pueden aprender muchas cosas, que no te puedo decir, las aprenderás, o a lo mejor tú ya las sabes. Yo sólo sé escuchar y ser piadoso. Para unos pocos, muy pocos (3 o 4) de los miles de viajeros el río ha dejado de ser un obstáculo, oían su voz, lo escuchaban y esta agua se convertían en algo sagrado para ellos.
Lo primero que aprendió Siddhartha fue a escuchar, a prestar oído con el corazón en calma, con el ánimo abierto y expectante, sin apasionamientos, sin deseos, juicios ni opiniones.
Un día le pregunta a Vasudeba: ¿También a ti te enseñó el río que el tiempo no existe?
Sí, respondió Vasudeba, el río está a la vez en todas partes. Para él no existe más que el presente sin la menor sombra de pasado o de futuro.
Mi vida, dijo Siddhartha, es un río. Todo es presente. El Siddhartha niño, y el Siddhartha anciano no son sino sombras, todo es, todo tiene una Esencia y un presente.
¿No es el tiempo la causa de todo sufrimiento, la causa de todo temor y toda tortura?
El río tiene mucha voces, todas las de la creación, el sagrado Om.
Se extendió el rumor por los lugares vecinos que los barqueros eran dos santos y venían muchos curiosos, que hacían muchas preguntas, sin recibir respuestas, y volvían desencantados y comentaban la estupidez y la credulidad de la gente del pueblo, que propagaba esos rumores carentes de fundamento.
Los años pasaban y ninguno los contaba.
Empezaron a llegar monjes para cruzar el río, el Sublime se moría. Siddhartha recordó su conversación con él, sus palabras de entonces ahora le parecían altaneras. Mas no había podido aceptar seguirlo. Un auténtico buscador, alguien que realmente deseara encontrar, no podía aceptar doctrina alguna. Pero el que ha encontrado puede aceptarlas todas, todos los caminos; nada los separa ya de esos miles que vivieron de los eterno.
También llegó Kamala para pasar el río y ver morir al Sublime, iba con su hijo, el pequeño Siddhartha. En el camino le picó una serpiente venenosa, Vasudeba la recogió y la llevó a la cabaña moribunda. Allí murió en brazos de Siddhartha. El día de su muerte Siddhartha pasó la noche sentado frente a la cabaña, escuchando el río. Sufrió mucho, pero la tristeza no invadió su corazón. Él y Vasudeba levantaron la pira funeraria.

Capítulo
El hijo

El niño pasó días enteros junto al túmulo de la madre muerta, se negó a aceptar su destino, rebelándose contra él.
Siddhartha lo trató con miramientos y lo dejó hacer: respetaba su dolor. Comprendió que su hijo no lo conocía ni podía amarlo como padre. Era un niño mimado, triste y mimado, que no podía sentirse de buenas a primeras contento en la miseria de aquel ambiente extraño.
Siddhartha empezó a comprender que con su hijo no le habían llegado la paz ni la felicidad, sino congojas y preocupaciones. Sin embargo lo amaba. Prefería las congojas con el niño a cualquier dicha sin él.
Esperó largos meses a que su hijo lo comprendiera, a que aceptara su cariño y tal vez le correspondiera.
Vasudeba le habló: “el niño está acostumbrado a otro tipo de vida. He interrogado al río y éste se ríe de nuestra torpeza. El agua quiere agua, la juventud, juventud.”
Dijo Siddhartha: no puedo separarme de él, dame más tiempo.”
Vasudeba: “No le obligas ni le pegas, pero ¿no será tu cariño un lazo con que lo tienes maniatado? ¿No estás con tu cariño obligando a este niño a vivir en una cabaña con dos viejos? Esto es un castigo para él.”
Siddhartha con voz triste contestó: Todo eso lo he pensado muchas veces, pero ¿cómo puedo confiarlo al mundo si su corazón no es tierno? ¿No repetirá uno a uno todos los errores de su padre? ¿No terminará extraviándose definitivamente en el sansara?
Vasudeva: ¿De verdad crees que tú cometiste esos errores para extraviárselos a tu hijo? ¿Podrás protegerlo del sansara? ¿Cómo? ¿Quién te protegió a ti? ¿Qué padre o qué maestro te hubieran impedido vivir tu propia vida? ¿Y a él, no tendrá que cargar sobre sí su propia culpa, encontrar por sí mismo su camino? Aunque murieras diez veces por él no podría apartarle ni un milímetro de su destino.
Siddhartha sabía todo esto pero no lo podía poner en práctica, porque más poderoso que todo era su amor por el niño. Nunca su corazón se había apegado a algo tanto como entonces.
Se dejó mandar por el muchacho, callaba y esperaba, cada día reiniciaba la muda batalla del afecto. Se había convertido en un hombre niño. Su amor por su hijo era una auténtica pasión que también pertenecía al sansara, pero también procedía de su propio ser.
Para el niño aquel padre no tenía nada que le atrajese o le inspirase temor. Lo único que quería era hacer daño a su padre. Una noche se marchó, después de robarles lo poco que tenían de dinero y la barca.
Siddhartha quiso seguirlo porque el bosque era un medio muy hostil para un niño. Lo siguió y pronto se dio cuenta de que la búsqueda era inútil, pero siguió corriendo hasta la ciudad para ver si lo volvía a ver. Llegó hasta los jardines de la casa de Kamala, y allá sentado bajo un árbol recordó todo su pasado, cómo Kamala lo acogía, se vio de mercader, despreciando a los criados…vio los festines…
En lo más hondo sintió su amor por su hijo como una herida que no había florecido aún, y que no era para hurgar en ella. Del río había aprendido a esperar y escuchar. Pasó varias horas meditando.
Vasudeba vino a buscarle y ambos regresaron al bosque.

Capítulo
Om

La herida ardió mucho tiempo. “Hasta los hombres malos tienen hijos a quienes aman y por quienes son amados. Sólo yo no los tengo” pensaba. Se asemejaba ahora a los hombres niños. Y veía a los hombres con otros ojos, con más calor e interés, con menos altivez. Él que estaba cerca de la perfección tuvo la impresión de que esos hombres niños eran sus hermanos. Todos los deseos y banalidades de los hombres niños le parecían comprensibles y dignos de respeto, todos esos impulsos eran fuertes, llenos de vida. Los hombres vivían por ellos. En cada uno de los actos y pasiones de los hombres veía ahora la vida, lo animado, lo indestructible, el Brama.
El sabio sólo los aventajaba en el detalle de la conciencia, en la concepción de la Unidad de todo lo viviente.
Poco a poco fue floreciendo en Siddhartha la idea de que la que realmente era la sabiduría: una capacidad del alma, un arte secreto que le permitía descubrir en cualquier momento la idea de unidad, que le permitía sentir la unidad y respirarla. Y se reflejaba en el rostro de Vasudeva: armonía, ciencia de la eterna perfección del mundo, sonrisa, unidad.
Un día Siddhartha marchó en la barca a buscar a su hijo, pero el río se reía de él. De pronto Siddhartha vio en el río reflejado el rostro de su padre, al que dejó para seguir a los samanas y no volvió a ver. ¿Acaso su padre no sufrió por ello, como él ahora? ¿Por qué repetir el mismo círculo fatal? ¿No era acaso una comedia absurda y extraña? Todo lo que no se terminaba de sufrir o no se resolvía hasta el final, se repetía siempre.
Siddhartha se volvió, mas su herida aún no florecía. Lo contó todo a Vasudeva desde el comienzo de su vida. Le mostró su herida y de pronto empezó a sentir que el amigo era lo Eterno que escuchaba. Y conforme hablaba se daba cuenta de que todo era natural y estaba en orden. Sintió que Vasudeva era así desde siempre, sólo que él no se había dado cuenta, que acaso él mismo se le pareciera mucho. No paró de hablar pero ya se estaba despidiendo del amigo.
Acabada su confesión, Vasudeva lo miró con amor y serenidad, con comprensión y sabiduría y le dijo: Vamos al río, no lo has oído todo.
Se pusieron a escuchar.
Siddhartha se esforzó por escuchar, vio a su padre, Kamala, su hijo, Govinda…vio pasar toda su vida, y todas se confundían convirtiéndose en río, que se dirigía hacia su meta… la voz del río era anhelante, luego otras voces se iban uniendo a ella, voces de alegría y pesadumbre, voces buenas y malas… él había escuchado todas estas voces muchas veces antes, pero ahora le parecieron nuevas… todo eso junto era el mundo. Todo formaba el río del devenir, era la música de la vida. Y cuando Siddhartha no ligaba su alma a una de esas voces en concreto, percibía el Conjunto, la Unidad y todo se reducía a una palabra: OM, la Perfección.
Su herida floreció, su dolor empezó a irradiar, su Yo se había fundido en la Unidad. En ese momento dejó de luchar contra el destino, Siddhartha dejó de sufrir y sobre su rostro floreció la sabiduría de la serenidad.
Vasudeva: ya que ha llegado esta hora, déjame partir hacia el bosque, hacia la Unidad. Y se alejó radiante.

Capítulo
Govinda

En el corazón de Govinda, viejo ya, la inquietud y el afán de búsqueda no se habían extinguido.
Govinda oyó hablar del barquero santo y fue a conocerlo.
Le dijo: “Soy viejo, pero nunca he dejado de buscar, ni dejaré de hacerlo, tal es mi destino. ¿Quisieras decirme algunas palabras?”
Siddhartha: “¿Quizás buscas demasiado a fuerza de buscar ya no encuentras? A fuerza de buscar uno se obsesiona con el objetivo y se hace no receptivo. Buscar significa tener un objetivo. Encontrar significa ser libre, estar abierto, carecer de objetivos.
Me he convertido en barquero, soy de los que tienen necesidad de cambiar.”
Govinda: “Siddhartha, ¿Tienes alguna doctrina, alguna fe o ciencia que guíe tus actos y te ayude a vivir y obrar rectamente?
Siddhartha: “Siempre, sabes, he desconfiado de las doctrinas y de los maestros. No he cambiado de opinión pero he tenido muchos maestros… Pero de quien más he aprendido ha sido de este río y de mi predecesor el barquero Vasudeva. Era muy simple y un santo.”
“Una de las ideas que he tenido es que la sabiduría no es comunicable, cuando se intenta comunicar suena a locura. El saber puede comunicarse, perola sabiduría no, la puedes encontrar, vivirla,…pero no comunicarla”
“Otra idea que he encontrado es que lo contrario de toda verdad es también verdadero. Una verdad sólo se puede traducir en palabras cuando es unilateral, y las ideas y las palabras son unilaterales, todo mitad… Pero el mundo en sí mismo nunca es unilateral, nunca un hombre es del todo santo, ni del todo pecador…
Nos parece unilateral porque vivimos bajo la ilusión de que el tiempo es algo real. He experimentado que el tiempo no es real. Y todas las distancias son ilusión. Por ejemplo el Buda futuro existe ya en el pecador actual… todo moribundo lleva en sí la vida eterna. La meditación profunda ofrece la posibilidad de abolir el tiempo, de ver simultáneamente toda la vida pasada, y entonces todo es bueno, todo perfecto… Todo no pide sino comprensión amorosa. Lo he experimentado en mí mismo. He aprendido a mar el mundo y a no compararlo con otro mundo ideal deseado o imaginado.”
Siddhartha cosió una piedra y dijo: “Esta piedra es tan sólo una piedra, y en el futuro se puede convertir en tierra, animal…esto lo hubiera pensado antes. Ahora pienso que esta piedra ya es tierra, vegetal, animal, hombre, Dios por ello la amo y respeto tal como es ahora, en este momento se me presenta como tal piedra… y reza el Om a su manera. Las palabras son nocivas para el sentido secreto de las cosas. Amo las piedras, las cosas… pero soy incapaz de amar las palabras y las ideas. Las doctrinas no significan nada para mí, porque no tienen más que palabras. No hay objeto ninguno que sea el nirvana, sólo existe la palabra nirvana. No hallo mucha diferencia entre las palabras y las ideas. Me interesan las cosas. Vasudeva fue un santo y su Dios era el río, no conoció otra cosa. Y porque tuvo fe en el río aprendió todo lo que tenía que saber.”
Govinda: ”¿Pero eso que tú llamas cosas son algo esencial, algo real? ¿No será sólo ilusión de Maya?
Siddhartha: “También soy yo apariencia. Eso las hace mis semejantes. El amor es la cosa más importante que existe. Lo único que persigo es amar el mundo, no explicarlo, lo que persigo es poder contemplarlo con amor, admiración y respeto.”
Govinda: “El Maestro nos prohibió atar nuestro corazón con el amor hacia las cosas terrenales.”
Siddhartha: “Lo sé, es una contradicción aparente, por eso no confío en las palabras. También en él, en tu Maestro prefiero las cosas a las palabras. Veo su grandeza en sus obras, en su vida.”
A Govinda sólo Gotama y Sidhartha la habían causado la impresión de encontrarse ante un santo.
Govinda: “¡Siddhartha, dame algo que pueda tocar, algo que pueda comprender!”
Siddhartha: “¡Bésame en la frente!
Govinda obedeció y comenzó a ver cómo el rostro de Siddharta convertido en muchos rostros, un río de rostros, también de animales, cosas,… los vio todos anudados en mil relaciones recíprocas, amándose, odiándose, destruyéndose, renaciendo… cada cual dando un testimonio doloroso de su caducidad; pero ninguno moría, sólo se transformaban, renacían sin cesar adquiriendo siempre un rostro nuevo, sin que entre los sucesivos rostros viniera a interponerse un resquicio del tiempo… y por encima de todos flotaba una piel tenue, transparente, una más cara con una sonrisa, la sonrisa de la unidad sobre el fluir de las formas. Una sonrisa perfecta, la de Siddhartha. Por fin se cerraron los abismos de la multiplicidad. Siddhartha sonreía tranquilo, dulce y tiernamente, exactamente como había sonreído el Sublime.
Govinda sintió cómo el sentimiento más íntimo del amor y de la veneración más humilde ardió en su corazón.

5 comentarios:

Unknown dijo...

Mi hijo tiene que leer esto para el colegio y se le ha hecho muy difícil. Gracias a su resumen he podido ayudarlo. Me haré el tiempo para leer todas sus publicaciones, gracias por darse el tiempo para los demás.

monica dijo...

GrAcIaS pOr eStE rEsUmEN Ya qUe gRaCiaS a el PudE EnTenDeR toDo lO rELaCiOnAdo cOn EsTa gRAN hIsToRiA

Anónimo dijo...

muy bueno este resumen, pues contiene partes esenciales del libro, gracias por la dedicacion... es recomendable!.

claudia cardenas dijo...

muchas gracias !!

Abraxas dijo...

Hola, espero no te moleste, pero estoy haciendo un blog, como tarea para la universidad, y elegí el tema de cómo la realidad trasciende la ficción en la obra de Hermann Hesse, y para tener más completo el trabajo, sobre la imagen del libro "Siddharta" puse tu link, para que vean el resumen a través de tu página, ya que me gustó mucho lo que hiciste con la historia. De todas manera,as si te molesta o incomoda, me avisas y lo saco sin problemas.
bueno, eso sería, un placer visitar tu página. Adiós