Reflexiones
sobre el Silencio
La palabra es muy
importante, importantísima. Son las palabras, al constituir un
idioma, las que modelan nuestra visión del Mundo, del Ser y de la
Nada, de lo Divino, Humano y Cósmico. Pero si la palabra no nace del
Silencio primordial, no es Palabra Humana.
Estamos inmersos en una
cultura de la palabra, la sobreabundancia de palabras es una de las
características de Occidente. Por supuesto que muchas son
auténticas, pero hay un uso de ellas que son pura cháchara, o peor
aún, se las utiliza para mentir (y a enorme escala). Por eso, es
totalmente necesario que antes de hablar, para que la palabra sea
palabra, incluso para que nos realicemos como humanos, que nos
adentremos en la Realidad, en el Silencio, que es el Silencio del
Ser.
Nuestra
más profunda esencia es Silencio, que en modo alguno quiere decir
incomunicación, sino comunicación de ser a ser, solidaridad
“óntica”. Somos no-dos. El ejemplo lo tenemos muy claro en el
Misterio cristiano de la Trinidad: El
Padre, Silencio Primordial
(“Felipe, quien me ve a mí ve al Padre” Jn 14,0 “A Dios nadie
le ha visto jamás; es el Hijo único, que es Dios y está al lado
del Padre, quien lo ha explicado” Jn 1,18), que es pura y eterna
relación, engendra
eternamente la Palabra
(el Verbo), que es quien se comunica, sobre todo en Cristo, y entre
ambos existe (por decirlo de una manera aproximada) una
relación igualmente eterna de Amor y Comunión,
a la que llamamos Espíritu Santo, que también es Silencio que
constantemente inspira la Vida de todos los seres sensibles. No son
tres, pero tampoco uno. Son (Relación) no-dual. Para poder
entendernos…
En
la Creación, visión cosmológica del judaísmo, asumida por el
cristianismo, todo empieza también por un Silencio, Silencio que
acaba por resolverlo todo. El silencio meditativo acaba por disolver
todas nuestras resistencias, todo nuestro ego para que acabemos de
verdad siendo el agua de la gota, y no la gota de agua. Este Silencio
significa parar nuestra mente razonadora, por cuya causa se generan y
se mantienen muchos malentendidos. Es una aceptación de romper el
círculo de los discursos y dejar que en el Mundo se encarne lo
Humano, que en el Mundo se encarne el Amor.
Saborear el Silencio no
significa caer en el mutismo, ni en el aislamiento. Sólo supone, en
muchas ocasiones, una disposición de no participar en la dispersión
colectiva de nuestra sociedad. Y siempre, una decisión de ir a lo
que es esencial, a lo que es el centro.
Este Silencio es una
condición indispensable para que nuestro discurso sobre Dios no
degenere en mera logomaquia, es la atmósfera en la que la
experiencia de Dios puede respirar plenamente, porque las dialécticas
sobre Dios no hacen sino ahogar la experiencia primordial sobre Él.
Si tenemos en cuenta las principales tradiciones religiosas de la
humanidad, podemos decir que la experiencia de Dios, de la Realidad,
del Todo, de la Nada, del Tao…sólo se consigue cuando el hombre
llega a un triple silencio, que en modo alguno conlleva ningún tipo
de represión. Este triple silencio es:
El
de la mente,
que implica que nuestras ideas y conceptos no dominen sobre nuestra
vida. La mente no es la última guía del hombre, aunque esto no
implica que la vida humana tenga que ser irracional, sino simplemente
que ha de transcender la misma razón, que no es sino una etapa más
en la evolución de la conciencia a lo largo del tiempo.
El
de la voluntad,
que conseguimos cuando la voluntad se mueve armoniosamente
integrándose en el Todo. La voluntad libre, silenciosa, vive del
dinamismo intrínseco del Ser, que no depende de ningún factor
externo. No se trata, pues, ni de no querer, ni de querer no querer.
El
de la acción,
que cuando es fecunda, no se mide por el esfuerzo, sino por cómo
encarrila los aconteceres de la vida a favor de la armonía del
Cosmos.
El hombre cuando
experimenta la infinitud guarda silencio en su inteligencia y desde
el centro de su ser.
El silencio es el aire
que hemos de respirar para palpar la inmanencia de la transcendencia,
la Realidad de la que somos expresión.
José Antonio Carmona
carmonabrea@yahoo.es
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