lunes, 3 de marzo de 2014

EL SILENCIO


Reflexiones sobre el Silencio



La palabra es muy importante, importantísima. Son las palabras, al constituir un idioma, las que modelan nuestra visión del Mundo, del Ser y de la Nada, de lo Divino, Humano y Cósmico. Pero si la palabra no nace del Silencio primordial, no es Palabra Humana.

Estamos inmersos en una cultura de la palabra, la sobreabundancia de palabras es una de las características de Occidente. Por supuesto que muchas son auténticas, pero hay un uso de ellas que son pura cháchara, o peor aún, se las utiliza para mentir (y a enorme escala). Por eso, es totalmente necesario que antes de hablar, para que la palabra sea palabra, incluso para que nos realicemos como humanos, que nos adentremos en la Realidad, en el Silencio, que es el Silencio del Ser.

Nuestra más profunda esencia es Silencio, que en modo alguno quiere decir incomunicación, sino comunicación de ser a ser, solidaridad “óntica”. Somos no-dos. El ejemplo lo tenemos muy claro en el Misterio cristiano de la Trinidad: El Padre, Silencio Primordial (“Felipe, quien me ve a mí ve al Padre” Jn 14,0 “A Dios nadie le ha visto jamás; es el Hijo único, que es Dios y está al lado del Padre, quien lo ha explicado” Jn 1,18), que es pura y eterna relación, engendra eternamente la Palabra (el Verbo), que es quien se comunica, sobre todo en Cristo, y entre ambos existe (por decirlo de una manera aproximada) una relación igualmente eterna de Amor y Comunión, a la que llamamos Espíritu Santo, que también es Silencio que constantemente inspira la Vida de todos los seres sensibles. No son tres, pero tampoco uno. Son (Relación) no-dual. Para poder entendernos…

En la Creación, visión cosmológica del judaísmo, asumida por el cristianismo, todo empieza también por un Silencio, Silencio que acaba por resolverlo todo. El silencio meditativo acaba por disolver todas nuestras resistencias, todo nuestro ego para que acabemos de verdad siendo el agua de la gota, y no la gota de agua. Este Silencio significa parar nuestra mente razonadora, por cuya causa se generan y se mantienen muchos malentendidos. Es una aceptación de romper el círculo de los discursos y dejar que en el Mundo se encarne lo Humano, que en el Mundo se encarne el Amor.

Saborear el Silencio no significa caer en el mutismo, ni en el aislamiento. Sólo supone, en muchas ocasiones, una disposición de no participar en la dispersión colectiva de nuestra sociedad. Y siempre, una decisión de ir a lo que es esencial, a lo que es el centro.

Este Silencio es una condición indispensable para que nuestro discurso sobre Dios no degenere en mera logomaquia, es la atmósfera en la que la experiencia de Dios puede respirar plenamente, porque las dialécticas sobre Dios no hacen sino ahogar la experiencia primordial sobre Él. Si tenemos en cuenta las principales tradiciones religiosas de la humanidad, podemos decir que la experiencia de Dios, de la Realidad, del Todo, de la Nada, del Tao…sólo se consigue cuando el hombre llega a un triple silencio, que en modo alguno conlleva ningún tipo de represión. Este triple silencio es:

El de la mente, que implica que nuestras ideas y conceptos no dominen sobre nuestra vida. La mente no es la última guía del hombre, aunque esto no implica que la vida humana tenga que ser irracional, sino simplemente que ha de transcender la misma razón, que no es sino una etapa más en la evolución de la conciencia a lo largo del tiempo.

El de la voluntad, que conseguimos cuando la voluntad se mueve armoniosamente integrándose en el Todo. La voluntad libre, silenciosa, vive del dinamismo intrínseco del Ser, que no depende de ningún factor externo. No se trata, pues, ni de no querer, ni de querer no querer.

El de la acción, que cuando es fecunda, no se mide por el esfuerzo, sino por cómo encarrila los aconteceres de la vida a favor de la armonía del Cosmos.

El hombre cuando experimenta la infinitud guarda silencio en su inteligencia y desde el centro de su ser.

El silencio es el aire que hemos de respirar para palpar la inmanencia de la transcendencia, la Realidad de la que somos expresión.

José Antonio Carmona
carmonabrea@yahoo.es

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