No me propongo con estos escritos, ya
lo dije hace años, más que reflexionar sobre una espiritualidad sin apellidos, abrir
mi corazón a la Ternura, a ese TÚ y YO y NOSOTROS… a ese MISTERIO en el que
vivimos y somos, y al que sigo por el peso del pasado llamando en momentos
Padre, y al que llamo Cristo por mi cultura, aunque consciente de que quizás ni
sea un Tú, ni un Padre sino mucho más. Sencillamente consciente de que no sé
qué es, aunque sepa que es.
Cuando Julio (Jules Gabriel) Verne
escribió: “La vuelta al mundo en ochenta días”, corría el año 1873. Hace poco
más de un siglo. En aquellos tiempos
parecía para la gran masa humana una utopía irrealizable lo que dice el
título de la novela verniana: dar la vuelta al mundo. Lo que supone que no
existía interrelación alguna, que la interrelación entre los hombres era pura
teoría. No digamos en los tiempos anteriores y en aquellos en los que se
originó la visión mítica del mundo que mantienen muchas estructuras humanas,
sobre todo las religiosas institucionales. Dicha interrelación es hoy un hecho
existencial. Lo que se escribe en Internet valga lo que valga, o nada, puede
ser leído en el mismo momento en Alaska o en la Patagonia, en el Polo Norte o
en Nueva Zelanda. Las comunicaciones son instantáneas y abarcan toda la tierra.
Hoy tenemos
al alcance de nuestras posibilidades conocer todas las culturas y tenerlas en
cuenta a la hora de ir elaborando nuestra visión de lo “que es” (Krishnamurti).
Por
descontado que esta conexión entre los hombres siempre ha existido tanto en el
orden del ser, como en el orden biológico y en el pensar y en el amar (orden
antropológico). Pero hoy día la conexión física a través de los medios de
transporte, y la virtual con los medios de comunicación hace que la
interrelación humana sea constante, y la influencia de todo el mundo en todo el
mundo sea un hecho inapelable. ¿Por qué las llamadas “redes sociales” son un
éxito? Algo hay en el vida humana, en su estructura que lo hace posible, y no es
precisamente el sosiego ni la reflexión. Este algo ¿es natural o impuesto?...
Sea lo que fuere, estamos expuestos a un
bombardeo constante de información que nos deforma y que puede poner en peligro
toda la cultura arrastrada a lo largo de los últimos milenios. Es el sentido de
la existencia humana lo que está en cuestión. Y ninguna cultura, ni ninguna
religión puede por sí sola dar una respuesta a la cuestión. Es necesaria una
verdadera interculturalidad, una fecundación mutua de las diversas culturas
humanas. ¿Es apocalíptica esta visión? Puede que a muchos así le parezca, pero
miremos a la humanidad: crisis económica internacional, crisis bélica en los
países árabes –Egipto, Siria, Libia, Marruecos, Irán, Irak…-, guerrillas por
toda África, Crisis ingente en América Latina, el Lejano Oriente entronizado en
la tecnología no encuentra el sentido de la vida… las constantes violaciones de
los derechos humanos en todas partes, la discriminación de las mujeres, de los
homosexuales, la horrible injusticia estructural que condena a miles de
millones de hombres a la pobreza, miseria, hambre y muerte… Ante todo esto, el
hombre moderno (y postmoderno) se pregunta dónde está la salvación, y se da
cuenta de que la salvación no viene de fuera, ni de arriba (Lenaers), sino que
ha de venir de todas partes, y sobre todo desde lo profundo del propio ser, de
la misma humanidad que, siendo inmanente, se auto-transcienda, siendo capaz de
Amar. O sea haciéndose, si cabe, lo “que
ya es”: Misterio.
La humanidad
que no ama no es consciencia, esto es: conocimiento, apertura y acogida. En
Jesús vemos los cristianos esa Humanidad-Misterio.
Creo que con
toda legitimidad podemos preguntarnos si esa mutua fecundación es posible. Una
mera yuxtaposición nos llevaría a una esquizofrenia. En nuestros días se están
encontrando tres culturas principales de (largo) recorrido histórico: la teísta
(abrahámica, islamista, las politeístas asiáticas y americanas…y de alguna
forma también la marxista, para la que el Futuro es el polo que focaliza lo
Absoluto), la no teísta (budista…nuevas formas de cristianismo) y la secular
que suele ser atea o agnóstica. ¿Es posible repito una fecundación entre todas?
Hasta ahora hemos vivido en la exclusión, cada una rechazaba a las demás como
falsas, pero se puede pasar sin más a no diferenciarlas –Hoy está muy divulgada
la anemia de la indiferencia: “Todas la opiniones son válidas… ¡o igualmente
válidas!”- ¿A qué nos llevaría la indiferenciación? Desde luego a no nutrirse,
a no fecundarse con nada, a la confusión y a la destrucción, al nihilismo por el nihilismo, al sinsentido. Mas la
Humanidad con mayúsculas siempre ha estado inquieta, hoy lo está en un alto
nivel. Hay muchísima creatividad, desde luego no en aquellos que se pasan el
día sentados en el sofá del conservadurismo a ultranza huyendo, aunque no lo sepan, de sus propios miedos que le impiden caminar. No importa caerse, lo que realmente importa es seguir caminando, y si se cae, levantarse y continuar. El miedo a poder caer en el error nos impide poder ir descubriendo la verdad.
El silencio de dios
“Dios, en cualquiera de las acepciones de este símbolo, incluida aquella
de un Futuro más o menos absoluto, puede existir o no. Pero lo que sí es cierto
es que para muchos, Dios resulta superfluo y parece ser ineficaz, sordo, o por
lo menos mudo, puesto que permite todo tipo de holocaustos, de injusticias y de
sufrimientos. Lo divino, o lo suprahumano si se prefiere, ha sido el punto de
referencia constante a lo largo de toda la historia humana… Este punto de
referencia es el que está actualmente en crisis y éste es el problema de Dios,
sea cual sea, el nombre que se le dé: la pregunta sobre el centro de la
realidad y el sentido de la vida humana” (El silencio del Buddha. Panikkar).
El hombre y
la humanidad ahora como siempre, tiene urgente necesidad de elevar su corazón,
de abundar en su dimensión espiritual. La realidad, que incluye, o es para
muchos, lo divino, tiene una cuádruple dimensión: dos dimensiones externas y dos internas.
Las externas: lo físico (individual) y lo social (colectivo). Las internas
(espirituales): lo subjetivo (individual) y lo cultural (social interno). La
dimensión espiritual o consciencia las abarca a todas, aunque en nuestra visión
sea más fácil verla en las dimensiones internas. Un ejemplo aclararía esto. Cualquiera
de las bellas artes nos puede servir. A mí personalmente me emociona la música.
Escojo el Adaggio de Albinoni. La materia física son las vibraciones y las
ondas de aire provocadas por los instrumentos de cuerda y el órgano, la
dimensión física colectiva está en el hecho de que son muchos los que oyen,
perciben en sus oídos esas vibraciones, la subjetiva es el espíritu
(inspiración) de Albinoni presente en esos acordes musicales –él estuvo
realmente “inspirado” al escribirlo- y que se comunica al oyente transcendiendo
las meras vibraciones y les entrega la música, la armonía…los sentimientos, la
elevación, el éxtasis... ese espíritu comunicado y vivido por cientos o miles
de humanos a lo largo de los siglos crea una cultura, una dimensión que va más
allá de la mera física, pero que depende de ella. Ese Espíritu que está
presente en toda realidad y la sostiene, siéndola, es para el hombre
(post)moderno el theos de los griegos,
y no es algo distinto de ella misma. El mundo manifiesto no es distinto del
mundo inmanifiesto, es el mismo manifestado de forma sensible. Es más, para
muchas tradiciones culturales-religiosas ese mundo interno, inmanifiesto,
espiritual es la única realidad (absoluta), lo otro, el mundo manifiesto, es
ilusión, esto es, realidad relativa.
Sursum corda
Tendemos a la elevación de los corazones, no
solemos hablar de bajar a la profundidad de los mismos, pero el caso es que el
hombre individual y concreto, aislado y con un ingente mundo de problemas que
le agobian necesita elevar el corazón
que pide a gritos un amor verdadero, un conocimiento que salve, un tú en que
apoyarse: el individuo busca ayuda, y no acaba de fiarse ni del que está al
lado, ni de la sociedad, tan lábiles como él mismo. Y muchos siguen clamando a
Dios (no hay más que oír las oraciones litúrgicas) pero muy pocos esperan que
Dios les oiga, mucho menos que les responda. Tampoco, dicen los teólogos, se
puede hablar con propiedad de Dios, porque es un Misterio. Así que ¿qué nos
queda? El hombre necesita, quizás como nunca la invocación (no hablo de la oración de petición, que, entre otras
cosas, presupone una visión mítica y antropomórfica del mundo), pero esta se
está manifestando inútil en cierta medida
e imposible porque el Dios todopoderoso no responde, parece impotente (o impasible)
ante los desmesurados desastres de los hombres, de las terribles injusticias,
de las guerras abominables…
Nada más
lejos de mi mente que afirmar una negación total del Misterio, si lo somos
nosotros mismos ¿por qué existo yo y no otro? Solamente afirmo, apoyado en
muchos pensadores espirituales (budistas, cristianos…) que quizás hemos de
dejar de lado la imagen de ese Dios (Theos) antropomórfico en la que se ha
desenvuelto nuestra formación, para buscar otra más en consonancia con la
postmodernidad, con la forma de pensar y vivir de la gente más avanzada en la
evolución. La imagen “tradicional” de Dios no es más que un eslabón en la etapa
de la evolución de la conciencia, no es sino un esbozo provisional,
insuficiente y superado ya por la misma, aunque para muchos sea vital y
necesaria. Nos queda el Misterio, el Don,
el Amor, que nosotros, por ser personas, necesitamos personificar, pero que
en su misma plenitud (por decirlo de alguna manera) transciende la persona,
realizándola. Es más allá de la persona, porque ésta no es sino una
manifestación temporal y espacial de dicho Misterio, y por lo tanto también el
Misterio mismo, la persona es un eslabón de la cadena, un escalón hacia la
consciencia, hacia la Cristificación (pánta ‘anakefalaiósein).
Lo más quizás que podemos decir de
esa Transcendencia o Misterio no es que existe, con lo que la reduciríamos al
orden del Ser (¿Y el de no-ser? ¿El Misterio no es omniabarcante?), sino
sencillamente que es, Ese es no puede ser ni comprendido, ni
explicado y por lo mismo ni siquiera pensado, dice el budismo.
El hombre invoca porque necesita la
salvación. La espera. Sin embargo, “la espera es una ambición egocéntrica”, para los budistas.
Para los cristianos la esperanza es una virtud teologal. En esta vida tenemos
que esperar constantemente muchos objetos, muchas cosas, pero ¿Tenemos
esperanza de nosotros mismos? ¿Esperamos conseguir tener pies? Lo esperado lo
convertimos en objeto, y objeto de consumo, mas la salvación no es ningún
objeto, mucho menos consumible. La salvación no es lo que se espera, sino la esperanza misma. Y la esperanza es el
don de lo profundo, de lo invisible que no se puede alcanzar porque ya es, no
de lo que no es ahora. La salvación, la esperanza, el Amor es la Vida que es
vivida en el tiempo y en el no-tiempo. Lo
que es.
José A. Carmona
carmonabrea@yahoo.es
4 comentarios:
Hola, José Antonio.
Desde que leí una frase de Meister Eckhart que dice más o menos "cualquier cosa que se piense sobre Dios es falsa", porque la mente no sirve para siquiera imaginar a Dios, dejé de cuestionarme algo más que no fuera aceptar que entre Él y yo se interpone "la nube del desconocer" (del no saber); dejé de plantearme lo que es imposible, para centrarme en el arte de la contemplación. Dios es efectivamente un misterio, razón por la que me repatea la dogmática religiosa, convencida de la absoluta verdad, que como dice Nietzsche, "el convencimiento absoluto de la verdad, es más peligroso para la verdad, que la propia mentira". Por eso, entiendo que las otras culturas, religiones y sistemas de pensamiento, son vías alternativas igualmente válidas para abordar esa nube del desconocer, que sólo cediendo los mandos de nuestra nave al que realmente sabe cómo abordarla, podemos atravesar.
Por otra parte, estoy de acuerdo en que la gente busca desesperadamente una salida hacia no sabe dónde, a la vista de la decepción religiosa que experimenta la sociedad. Y esto es un problema, porque estamos envueltos en una auténtica ceremonia de la confusión, en un mercadillo espiritual con una gran variedad de ofertas, a buen precio y mejor marketing.
Un fuerte abrazo.
José Alfonso.
Alfonso, estoy accediendo a tu comentario desde un ordenador prestado, el mío está averiado.
Estoy muy de acuerdo con lo que dices, estamos envueltos por una verdadera ceremonia de la confusión. Yo por otra parte soy pinchado a veces por los propugnadores del dogma, de la "Verdad Absoluta"
Un abrazoelaUSAr
Alfonso, estoy accediendo a tu comentario desde un ordenador prestado, el mío está averiado.
Estoy muy de acuerdo con lo que dices, estamos envueltos por una verdadera ceremonia de la confusión. Yo por otra parte soy pinchado a veces por los propugnadores del dogma, de la "Verdad Absoluta"
Un abrazoelaUSAr
Los que nos dedicamos a buscar nos encontramos textos tan ricos como estos y me producen dos sentimientos, uno de satisfacción por haber llegado hasta aquí y otro de vacío por no haber sido yo el que lo escribiera. Ha sido un placer. Un abrazo
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