martes, 2 de julio de 2013

REFLEXIONES VARIAS SOBRE LA MÍSTICA





Coloquialmente la palabra mística está desvalorizada por lo que he podido palpar en mi entorno. Viene a significar casi lo mismo que “falso”. Cuando utilizo la palabra místico para referirme a alguien entre la gente se suele entender que ese alguien es “un hipócrita o falso”. Es algo que yo desconocía, pero me está sucediendo cada vez con más que relativa frecuencia.

Intelectualmente, dentro del pensar analítico (separador) propio de Occidente, se suele huir de esta palabra. Parece que no acabe de sonar bien, que indica algo no preciso, no delimitado… y por lo mismo no definido. En Occidente la fuerza del pensar analítico rechaza un pensamiento que sea total. Es evidente que el pensar místico no puede ser total en el mismo sentido en el que el otro pensar es analítico, no puede ser total porque lo abarque todo, sino porque no excluye nada. El pensamiento analítico es excluyente, es más, entiende que la esencia de  las cosas está en la diferencia (que no es la distinción). El pensamiento místico, mejor, la experiencia mística lo es de la Totalidad, porque en ella se percibe la Verdad, dicen los Gita. Verdad que no es precisamente la “adequatio mentis ad rem”, como hemos “definido” la verdad en Occidente, sino la Identidad de conocido con conocedor, la no dualidad  entre uno y otro, son no-dos. (decía un maestro zen cuyo nombre no recuerdo ahora: cuando alguien oye tañer la campana, no hay campana ni oyente, sólo tañido). Esto solo es posible en el Amor. “Amada en el Amado transformada”. Sencillamente, es una experiencia no excluyente, sino abarcadora, de lo real, de “lo que es” en expresión de Krishnamurti.
         
           Advierto que no es que yo tenga una predilección por la palabra mística (sí por la experiencia amorosa), pero tampoco tengo otra que poder usar para significar lo que quiero significar, por eso la utilizo. Lo digo por las reticencias que la palabra despierta en muchas personas.

            Estamos acostumbrados a separar la mística, a la que se le llama vida espiritual (no son exactamente lo mismo por el cariz que se ha dado a la espiritual), de lo intelectual, de la elucubración racional. Pero entiendo que la mística es radicalmente la experiencia de la totalidad, es la pregunta vital por las cuestiones últimas… Es Vida y por eso mismo es experiencia, koinônía, comunión vital y por lo tanto incluye todo lo humano (sentidos, intelecto, contemplación, carne, sangre…), todo lo cósmico (materia, evolución, ser, Dios…), no puede ser separada de la vida intelectual. Dice Panikkar (quien me hizo ver en los encuentros que mantuvimos en los últimos veinticinco años de su vida, tanto personales como en la fundación “Vivarium”, lo que estoy escribiendo) que si separamos la vida intelectual de la vida mística dejamos a la primera sin alma, y a la segunda sin lenguaje

            Una reflexión sobre la (vida) mística tiene que situarse en las raíces, pues, de la misma vida humana, en el fundamento de lo humano y de lo real. Y por esta misma razón la experiencia mística ha de ser necesariamente intercultural, aunque su expresión concreta –el lenguaje y los símbolos usados- no lo sea. Su mundo es el Silencio, ese Silencio primigenio porque genera la palabra, no el tiempo.  La palabra generada en esa experiencia mística (que es perichoresis, comunión vital entre Principio-Padre: Fuerza:Verbo-Hijo: Amor-Espíritu) es el idioma místico, no-dual, no excluyente de lo que es. Idioma que tiene un alma única y formas culturales muy plurales. 

Nuestra cultura que ha ido por los derroteros de la especialización (sería estúpido minusvalorar sus ingentes beneficios, por ejemplo, las ciencias, la medicina…) ha marginado como una especialización más a la mística, a la experiencia mística, por lo que ha terminado abandonándola en gran medida. Quizás situándola en la plenitud de la consciencia humana, pero negándole su derecho a la mayoría de los humanos. “La mística es para unos pocos”. Sin embargo, como experiencia radical de “las cuestiones últimas” es, como la salvación, un derecho de todos, no privilegio de algunos. La consciencia de lo más radical es patrimonio de todos. Y dicha consciencia está aquí en lo más hondo de nuestro propio ser, solamente hay que dejar que brote. La puerta se abre hacia adentro, no la empujemos para afuera para que se abra.


EL LENGUAJE MÍSTICO    

La experiencia mística se realiza en el Misterio y por lo mismo en el Silencio (la perichoresis trinitaria para los cristianos) del que procede toda palabra verdadera, aquella de la que se nos pedirá cuenta (Mt 12,36) al final. Y el hombre necesita de esa palabra salvadora, porque necesita la salvación, necesita la mística, la fusión con Dios, con el Espíritu.

Esa Realidad, o Dios, o Espíritu… puede ser una idea confusa, no delimitada. Es claro, porque la Realidad (Dios, Espíritu…Yo) no es una idea, ni puede serlo. La mente que genera las ideas es desbordada por la Realidad en muchas ocasiones (ante la Belleza se queda muda, ante la Bondad atónita, ante la Verdad amorosa a oscuras)…, por eso el lenguaje conceptual es desbordado por la experiencia mística que reclama un nuevo tipo de lenguaje (oximorónico) abarcante, translógico, un lenguaje que sirva solo de indicador para ir hacia la experiencia cumbre. El lenguaje místico es un lenguaje simbólico, que transciende sin despreciarlo, ni negarlo, el lenguaje racional. Lenguaje similar al artístico o al poético que también son simbólicos. Estos lenguajes simbólicos no desprecian el racional, pero tratan de superarlo fundiendo en sí lo objetivo y lo subjetivo, porque es ambos a la vez sin excluir ninguno de los dos polos, es no-dual. Decía José Hierro que poesía no es lo que se escribe sino cómo se escribe. Eso, cómo se escribe. El poema no está construido para ser entendido con razones lógicas sino para comunicar un estado de consciencia único entre el poeta y el lector. La intención del lenguaje poético como la del místico es elevarnos a un estado de consciencia que conlleva un nuevo nivel de realidad que no puede conocer aquel que no puede o no sabe contemplar. El símbolo es real, pero solamente es símbolo para quien sabe verlo más allá de la lógica y de la ilusión caprichosa, para aquél que está lleno de la Belleza. Y eso pasa constantemente en nuestra vida cotidiana: hay quienes no saben, ni pueden saborear un buen vino, apreciar un Klimt, vibrar leyendo los poemas de Espadas como labios u oyendo la sinfonía nº 1 de Mahler… El símbolo toca pero solamente el sensible sabe que le toca, y por ello se deja tocar.

            El lenguaje místico es cognitio (Dei) experimentalis (S. Buanventura). El Doctor Seráfico nos habla de cognitio, por supuesto que en el sentido que tiene en el pensamiento escolástico, pero cognitio que es experimentalis no meramente mental: conocer por experiencia. Es el lenguaje amoroso, y exige que todo nuestro ser esté abierto a la luz. Este lenguaje amoroso es múltiple en función del medio cultural en el que y con el que se expresa. Por eso, no habla solamente de Dios o del Espíritu, sino también de Buda, de Alah, de la Nada… de la Vida. El mismo Jesús nos dice: “Yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia…” (Jn 10,10…) En el cuarto evangelio está muy presente el hecho de que Jesús es el portador de la Vida para la humanidad, (Jn 6,40 – 3,16 – 4,14 – 6,33 – 6,68 – 11,25…) Vida de la que habla también con otros símbolos: agua, fuego, luz, espíritu… Desde la perspectiva humana la experiencia radical es la experiencia de la Vida. La experiencia mística es, pues, experiencia de la Vida, pero experiencia plena, total. Pero…

Nuestra cultura analítica, vuelvo a insistir pues yo la tengo injertada hasta en los huesos, nos ha hecho acentuar el individualismo llegando incluso a identificarlo con la persona, cuando la persona es relación, apertura constitutiva (hay mucha diferencia: un conjunto de individuos es un  montón, uno de personas es una sociedad, por ejemplo) y esto nos ha llevado a separar la epistemología de la ontología. El conocimiento se sustenta sobre el ser, como lo individual sobre la persona y la sociedad, si damos importancia al individuo sobre la persona, que es sociedad, anticipamos el conocimiento al ser, separamos como digo epistemología de ontología. Así vaciamos al símbolo de contenido ontológico y lo consideramos mera metáfora o mero signo, mas hay que tener en cuenta que el mapa no es el terreno. La metáfora no es el símbolo. El símbolo es conocer y ser, conocer siendo. Por eso entender que el lenguaje místico es lenguaje metafórico es querer oír música con los pies, o saborear una comida con los oídos, es igual a confundir los sabores y utilizar instrumentos inadecuados. La poesía en sí no es mística, es otra experiencia similar. Y por lo mismo el lenguaje poético, aunque en casos sea simbólico, no es místico, sino algo parecido que no suele llegar al nivel.

¿Qué es lo específico de dicho lenguaje místico? El símbolo que es no-dual, que incluye al que conoce y a lo que es conocido en una fusión que solamente puede realizar el amor (“simbolizado” en un beso, en un abrazo, en un coito, en una palabras…) no es la metáfora que no incluye al que conoce, que es puro conocimiento, pura epistemología, pura “externalidad” (palabra no reconocida en el diccionario de la RAE). El símbolo es el “crede ut intelligas”. Creer y entender en el mismo acto. Un acto de Fe que no es mero asentimiento mental, sino experiencia de lo “que es”. Esta Fe es salir “sin ser notada, estando ya mi casa sosegada”. Sin la experiencia del salto no hay experiencia del símbolo. Reducir el símbolo a concepto es destruirlo. Conceptualizar el lenguaje simbólico es vender la camisa para comprar jabón para lavarla. Si lo conceptualizamos, ya no quedará lenguaje simbólico, porque “Es un saber no sabiendo” “Y es de tan alta excelencia / aqueste sumo saber / que no hay facultad ni ciencia / que lo(e) puedan emprender…” Napoleón siempre entenderá que la música es el menos malo de los ruidos, si no se abre a esa nueva dimensión de percepción de la armonía y del ritmo sonoros.

            En definitiva el lenguaje místico no es ni conceptual, ni unívoco. Pretende expresar una experiencia única, sui géneris, no excluyente y por lo mismo no específica. Es un lenguaje que supone una comunión entre lo simbolizado, el mismo símbolo y todos los que están o participan de ese ámbito. Es confuso para la mente que es conceptual, pero lo más real –no ilusión, ni capricho- para quien experimenta, cayendo en la cuenta, su identidad con lo Divino.

            Quiero mostrar un breve escrito de este lenguaje místico. Pertenece al Maestro Eckhart, místico cristiano de altísimo nivel. Es el octavo canto de su escrito: Granum sinapis. Está escrito en alemán medieval, en aquella época era ¡obligatorio! hacerlo en latín en toda la cristiandad, pero Eckhart quería ser entendido por los campesinos en la lengua que hablaban. Es de notar que el Latín es precioso, como lo es el griego clásico (soy un enamorado de ambas, pero simple aficionado, no especialista) y también las lenguas derivadas… pero la obligatoriedad es uniformidad y lo que debe haber, entiendo, es unidad en la pluralidad, no uniformidad excluyente. Tengo la traducción al Español,  de lo contrario…






Texto en alemán                        Texto en español





Ô sêle mín                                ¡Oh. Alma mía,


genk ûz, got în!                     Sal fuera, Dios entra!


sink al mîn icht                         Hunde todo mi ser


in gotis nicht,                            en la nada de Dios.


sink in dî grundelôze            ¡Húndete en el caudal sin fondo!




vlî ich von dir                           Si salgo de ti,


du kumst zu mir.                      tú vienes a mí,


vorlîsich mich,                        si yo me pierdo,


sô vind ich dich,                    a ti te encuentro.


ô uberweselîches gût!          ¡Oh Bien más allá del ser!






José A. Carmona
carmonabrea@yahoo.es

2 comentarios:

José Alfonso Delgado dijo...

La Paz contigo, José Antonio.
Me presento. Soy José Alfonso Delgado, 57 años, médico, pero sobre todo cristiano en modo nativo y seguidor de la Filosofía perenne.
He encontrado tu blog a propósito de buscar en Google artículos y entradas que tratarán sobre el espinoso asunto del catolicismo y la no dualidad. Y prima facie he visto el tuyo, he leído tus dos entradas, y me he quedado gratamente sorprendido de cómo podemos estar en perfecto acuerdo al respecto. Ya tenía por experiencia propia argumentos suficientes para evidenciar sobre cómo a la Iglesia católica todo eso de la no dualidad le molesta sobremanera y cómo ha perseguido a los místicos que con sus vidas evidenciaban su simple realidad. Y los que la defendemos somos literalmente herejes.
Aunque soy de ascendencia católica, me he convencido que en realidad soy un cristiano en "modo nativo", es decir, sigo a Jesús y trato de vivir su vida y mensaje, no atándome a toda la posterior estructura doctrinal de base jerárquica que ha dado lugar a esto que tenemos en la Iglesia, y que hace aguas por todos lados, a poco que te de por pensar, dado que aceptar "stricto sensu" la doctrina católica supone asumir que Dios montó todo esto para que sólo se salve, a lo sumo un diez por ciento de los humanos. No tiene sentido.
En fin, para no alargarme. Mantengo un blog, titulado "Todos los santos de Dios", en alusión a literalmente "toda la humanidad". Http://sendasdevidainterior.blogspot.com, que te invito a que le eches un vistazo, porque dentro de este "silencio inquietante" que siento al vivir en medio de un bullicio donde no puedes compartir con así nadie lo que en mística es "la Vida interior", toparte súbitamente con alguien así, es reconfortante.
Doy gracias a Dios por haberte encontrado en los entresijos de la Red. Y me gustaría mantener contacto contigo.
Te pondré como enlacé muy recomendable en mi blog.
Recibe un fuerte abrazó.
José Alfonso Delgado

Te envió este comentario, como tal y a tu correo.

José A. Carmona dijo...

José Alfonso, supongo que habrá recibido mi correo. Hace ya unos días que contesté a tu amable comentario. También he escrito un breve comentario en tu blog, en el que tuve el placer de entrar.
Un abrazo