Coloquialmente la palabra mística
está desvalorizada por lo que he podido palpar en mi entorno. Viene a
significar casi lo mismo que “falso”. Cuando utilizo la palabra místico para
referirme a alguien entre la gente se suele entender que ese alguien es “un
hipócrita o falso”. Es algo que yo desconocía, pero me está sucediendo cada vez
con más que relativa frecuencia.
Intelectualmente, dentro del pensar
analítico (separador) propio de Occidente, se suele huir de esta palabra.
Parece que no acabe de sonar bien, que indica algo no preciso, no delimitado… y
por lo mismo no definido. En Occidente la fuerza del pensar analítico rechaza
un pensamiento que sea total. Es evidente que el pensar místico no puede ser
total en el mismo sentido en el que el otro pensar es analítico, no puede ser
total porque lo abarque todo, sino porque no excluye nada. El pensamiento
analítico es excluyente, es más, entiende que la esencia de las cosas está en la diferencia (que no es la
distinción). El pensamiento místico, mejor, la experiencia mística lo es de la
Totalidad, porque en ella se percibe la
Verdad, dicen los Gita. Verdad que no es precisamente la “adequatio mentis
ad rem”, como hemos “definido” la verdad en Occidente, sino la Identidad de
conocido con conocedor, la no dualidad
entre uno y otro, son no-dos. (decía un maestro zen cuyo nombre no
recuerdo ahora: cuando alguien oye tañer la campana, no hay campana ni oyente,
sólo tañido). Esto solo es posible en el Amor. “Amada en el Amado transformada”. Sencillamente, es una experiencia
no excluyente, sino abarcadora, de lo real, de “lo que es” en expresión de
Krishnamurti.
Advierto que
no es que yo tenga una predilección por la palabra mística (sí por la
experiencia amorosa), pero tampoco tengo otra que poder usar para significar lo
que quiero significar, por eso la utilizo. Lo digo por las reticencias que la
palabra despierta en muchas personas.
Estamos
acostumbrados a separar la mística, a la que se le llama vida espiritual (no son
exactamente lo mismo por el cariz que se ha dado a la espiritual), de lo
intelectual, de la elucubración racional. Pero entiendo que la mística es
radicalmente la experiencia de la totalidad, es la pregunta vital por las cuestiones últimas… Es Vida
y por eso mismo es experiencia, koinônía, comunión vital y por lo tanto incluye
todo lo humano (sentidos, intelecto, contemplación, carne, sangre…), todo lo
cósmico (materia, evolución, ser, Dios…), no puede ser separada de la vida
intelectual. Dice Panikkar (quien me hizo ver en los encuentros que mantuvimos
en los últimos veinticinco años de su vida, tanto personales como en la fundación
“Vivarium”, lo que estoy escribiendo) que si separamos la vida intelectual de
la vida mística dejamos a la primera sin
alma, y a la segunda sin lenguaje.
Una
reflexión sobre la (vida) mística tiene que situarse en las raíces, pues, de la
misma vida humana, en el fundamento de lo humano y de lo real. Y por esta misma
razón la experiencia mística ha de ser necesariamente intercultural, aunque su
expresión concreta –el lenguaje y los símbolos usados- no lo sea. Su mundo es
el Silencio, ese Silencio primigenio porque genera la palabra, no el tiempo. La palabra generada en esa experiencia
mística (que es perichoresis, comunión vital entre Principio-Padre:
Fuerza:Verbo-Hijo: Amor-Espíritu) es el idioma místico, no-dual, no excluyente
de lo que es. Idioma que tiene un alma única y formas culturales muy plurales.
Nuestra cultura que ha ido por los
derroteros de la especialización (sería estúpido minusvalorar sus ingentes
beneficios, por ejemplo, las ciencias, la medicina…) ha marginado como una
especialización más a la mística, a la experiencia mística, por lo que ha
terminado abandonándola en gran medida. Quizás situándola en la plenitud de la
consciencia humana, pero negándole su derecho a la mayoría de los humanos. “La
mística es para unos pocos”. Sin embargo, como experiencia radical de “las
cuestiones últimas” es, como la salvación, un derecho de todos, no privilegio
de algunos. La consciencia de lo más radical es patrimonio de todos. Y dicha
consciencia está aquí en lo más hondo de nuestro propio ser, solamente hay que
dejar que brote. La puerta se abre hacia adentro, no la empujemos para afuera
para que se abra.
EL LENGUAJE MÍSTICO
La experiencia mística se realiza en
el Misterio y por lo mismo en el Silencio (la perichoresis trinitaria para los
cristianos) del que procede toda palabra verdadera, aquella de la que se nos
pedirá cuenta (Mt 12,36) al final. Y el hombre necesita de esa palabra
salvadora, porque necesita la salvación, necesita la mística, la fusión con
Dios, con el Espíritu.
Esa Realidad, o Dios, o Espíritu…
puede ser una idea confusa, no delimitada. Es claro, porque la Realidad (Dios,
Espíritu…Yo) no es una idea, ni puede serlo. La mente que genera las ideas es
desbordada por la Realidad en muchas ocasiones (ante la Belleza se queda muda,
ante la Bondad atónita, ante la Verdad amorosa a oscuras)…, por eso el lenguaje
conceptual es desbordado por la experiencia mística que reclama un nuevo tipo
de lenguaje (oximorónico) abarcante, translógico, un lenguaje que sirva solo de
indicador para ir hacia la experiencia cumbre. El lenguaje místico es un
lenguaje simbólico, que transciende sin despreciarlo, ni negarlo, el lenguaje
racional. Lenguaje similar al artístico o al poético que también son
simbólicos. Estos lenguajes simbólicos no desprecian el racional, pero tratan
de superarlo fundiendo en sí lo objetivo y lo subjetivo, porque es ambos a la
vez sin excluir ninguno de los dos polos, es no-dual. Decía José Hierro que
poesía no es lo que se escribe sino cómo se escribe. Eso, cómo se escribe. El
poema no está construido para ser entendido con razones lógicas sino para
comunicar un estado de consciencia único entre el poeta y el lector. La
intención del lenguaje poético como la del místico es elevarnos a un estado de
consciencia que conlleva un nuevo nivel de realidad que no puede conocer aquel
que no puede o no sabe contemplar. El símbolo es real, pero solamente es
símbolo para quien sabe verlo más allá de la lógica y de la ilusión caprichosa,
para aquél que está lleno de la Belleza. Y eso pasa constantemente en nuestra
vida cotidiana: hay quienes no saben, ni pueden saborear un buen vino, apreciar
un Klimt, vibrar leyendo los poemas de Espadas como labios u oyendo la sinfonía
nº 1 de Mahler… El símbolo toca pero solamente el sensible sabe que le toca, y
por ello se deja tocar.
El
lenguaje místico es cognitio (Dei)
experimentalis (S. Buanventura). El Doctor Seráfico nos habla de cognitio,
por supuesto que en el sentido que tiene en el pensamiento escolástico, pero
cognitio que es experimentalis no meramente mental: conocer por experiencia. Es
el lenguaje amoroso, y exige que todo nuestro ser esté abierto a la luz. Este
lenguaje amoroso es múltiple en función del medio cultural en el que y con el
que se expresa. Por eso, no habla solamente de Dios o del Espíritu, sino
también de Buda, de Alah, de la Nada… de la Vida. El mismo Jesús nos dice: “Yo he venido para que tengan vida y la
tengan en abundancia…” (Jn 10,10…) En el cuarto evangelio está muy presente
el hecho de que Jesús es el portador de la Vida para la humanidad, (Jn 6,40 –
3,16 – 4,14 – 6,33 – 6,68 – 11,25…) Vida de la que habla también con otros símbolos:
agua, fuego, luz, espíritu… Desde la perspectiva humana la experiencia radical
es la experiencia de la Vida. La experiencia mística es, pues, experiencia de
la Vida, pero experiencia plena, total. Pero…
Nuestra cultura analítica, vuelvo a
insistir pues yo la tengo injertada hasta en los huesos, nos ha hecho acentuar
el individualismo llegando incluso a identificarlo con la persona, cuando la
persona es relación, apertura constitutiva (hay mucha diferencia: un conjunto
de individuos es un montón, uno de
personas es una sociedad, por ejemplo) y esto nos ha llevado a separar la
epistemología de la ontología. El conocimiento se sustenta sobre el ser, como lo
individual sobre la persona y la sociedad, si damos importancia al individuo
sobre la persona, que es sociedad, anticipamos el conocimiento al ser,
separamos como digo epistemología de ontología. Así vaciamos al símbolo de
contenido ontológico y lo consideramos mera metáfora o mero signo, mas hay que
tener en cuenta que el mapa no es el terreno. La metáfora no es el símbolo. El
símbolo es conocer y ser, conocer siendo. Por eso entender que el lenguaje
místico es lenguaje metafórico es querer oír música con los pies, o saborear
una comida con los oídos, es igual a confundir los sabores y utilizar instrumentos
inadecuados. La poesía en sí no es mística, es otra experiencia similar. Y por
lo mismo el lenguaje poético, aunque en casos sea simbólico, no es místico,
sino algo parecido que no suele llegar al nivel.
¿Qué es lo específico de dicho
lenguaje místico? El símbolo que es no-dual, que incluye al que conoce y a lo
que es conocido en una fusión que solamente puede realizar el amor
(“simbolizado” en un beso, en un abrazo, en un coito, en una palabras…) no es
la metáfora que no incluye al que conoce, que es puro conocimiento, pura
epistemología, pura “externalidad” (palabra no reconocida en el diccionario de
la RAE). El símbolo es el “crede ut intelligas”. Creer y entender en el mismo
acto. Un acto de Fe que no es mero asentimiento mental, sino experiencia de lo “que
es”. Esta Fe es salir “sin ser notada,
estando ya mi casa sosegada”. Sin la experiencia del salto no hay
experiencia del símbolo. Reducir el símbolo a concepto es destruirlo.
Conceptualizar el lenguaje simbólico es vender la camisa para comprar jabón
para lavarla. Si lo conceptualizamos, ya no quedará lenguaje simbólico, porque “Es un saber no sabiendo” “Y es de tan alta
excelencia / aqueste sumo saber / que no hay facultad ni ciencia / que lo(e)
puedan emprender…” Napoleón siempre entenderá que la música es el menos
malo de los ruidos, si no se abre a esa nueva dimensión de percepción de la
armonía y del ritmo sonoros.
En
definitiva el lenguaje místico no es ni conceptual, ni unívoco. Pretende
expresar una experiencia única, sui géneris, no excluyente y por lo mismo no
específica. Es un lenguaje que supone una comunión entre lo simbolizado, el
mismo símbolo y todos los que están o participan de ese ámbito. Es confuso para
la mente que es conceptual, pero lo más real –no ilusión, ni capricho- para
quien experimenta, cayendo en la cuenta, su identidad con lo Divino.
Quiero
mostrar un breve escrito de este lenguaje místico. Pertenece al Maestro Eckhart,
místico cristiano de altísimo nivel. Es el octavo canto de su escrito: Granum sinapis. Está escrito en alemán
medieval, en aquella época era ¡obligatorio! hacerlo en latín en toda la
cristiandad, pero Eckhart quería ser entendido por los campesinos en la lengua
que hablaban. Es de notar que el Latín es precioso, como lo es el griego
clásico (soy un enamorado de ambas, pero simple aficionado, no especialista) y
también las lenguas derivadas… pero la obligatoriedad es uniformidad y lo que
debe haber, entiendo, es unidad en la pluralidad, no uniformidad excluyente. Tengo
la traducción al Español, de lo
contrario…
Texto en alemán Texto en español
Ô sêle mín ¡Oh. Alma mía,
genk ûz, got în! Sal fuera, Dios entra!
sink al mîn icht Hunde todo mi ser
in gotis nicht, en la nada de Dios.
sink in dî grundelôze ¡Húndete en el caudal sin fondo!
vlî ich von dir Si salgo de ti,
du kumst zu mir. tú vienes a mí,
vorlîsich mich, si yo me pierdo,
sô vind ich dich, a ti te encuentro.
ô uberweselîches gût! ¡Oh Bien más allá del ser!
José A. Carmona
carmonabrea@yahoo.es
2 comentarios:
La Paz contigo, José Antonio.
Me presento. Soy José Alfonso Delgado, 57 años, médico, pero sobre todo cristiano en modo nativo y seguidor de la Filosofía perenne.
He encontrado tu blog a propósito de buscar en Google artículos y entradas que tratarán sobre el espinoso asunto del catolicismo y la no dualidad. Y prima facie he visto el tuyo, he leído tus dos entradas, y me he quedado gratamente sorprendido de cómo podemos estar en perfecto acuerdo al respecto. Ya tenía por experiencia propia argumentos suficientes para evidenciar sobre cómo a la Iglesia católica todo eso de la no dualidad le molesta sobremanera y cómo ha perseguido a los místicos que con sus vidas evidenciaban su simple realidad. Y los que la defendemos somos literalmente herejes.
Aunque soy de ascendencia católica, me he convencido que en realidad soy un cristiano en "modo nativo", es decir, sigo a Jesús y trato de vivir su vida y mensaje, no atándome a toda la posterior estructura doctrinal de base jerárquica que ha dado lugar a esto que tenemos en la Iglesia, y que hace aguas por todos lados, a poco que te de por pensar, dado que aceptar "stricto sensu" la doctrina católica supone asumir que Dios montó todo esto para que sólo se salve, a lo sumo un diez por ciento de los humanos. No tiene sentido.
En fin, para no alargarme. Mantengo un blog, titulado "Todos los santos de Dios", en alusión a literalmente "toda la humanidad". Http://sendasdevidainterior.blogspot.com, que te invito a que le eches un vistazo, porque dentro de este "silencio inquietante" que siento al vivir en medio de un bullicio donde no puedes compartir con así nadie lo que en mística es "la Vida interior", toparte súbitamente con alguien así, es reconfortante.
Doy gracias a Dios por haberte encontrado en los entresijos de la Red. Y me gustaría mantener contacto contigo.
Te pondré como enlacé muy recomendable en mi blog.
Recibe un fuerte abrazó.
José Alfonso Delgado
Te envió este comentario, como tal y a tu correo.
José Alfonso, supongo que habrá recibido mi correo. Hace ya unos días que contesté a tu amable comentario. También he escrito un breve comentario en tu blog, en el que tuve el placer de entrar.
Un abrazo
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