martes, 30 de noviembre de 2010

Meditación sobre la primera bienaventuranza

Breve meditación sobre la primera bienaventuranza

He estado dudando sobre qué era oportuno hacer: escribir unas letras en el blog o simplemente guardar silencio. Haré ambas cosas. La meditación que lleva al silencio -el Originario- es a su vez fuente de la palabra auténtica. Y toda palabra surgida de ese Silencio, el Silencio-Vacío, es en sí misma originaria y no pertenece a quien la dice. No pertenece, simplemente es (la propiedad intelectual no cabe en esta visión del mundo que se acerca al Silencio). Y brota dicha palabra por un instrumento: la persona que la verbaliza.
Jesucristo es la Palabra-Silencio Originario (en la escolástica se le llama el pinceps analogatum, quizás con una suerte de imprecisión y con una visión dual).

Los tremendos problemas sociales por los que estamos pasando los hombres (sigo reivindicando hombre= nacido/a del humus) en nuestros días a causa de la tremenda ambición que nos embarga, me ha llevado a un silencio-meditación sobre el mensaje evangélico de las bienaventuranzas. En especial sobre la primera: Bienaventurados los pobres de espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos (Beati pauperes spiritu, quoniam ipsorum est regnum caelorum. Mt 5,3) -así lo traduce el Maestro Eckhart-. Hoy quizás diríamos: dichosos los que eligen la pobreza, porque a ellos les pertenece el reino. Sé que muchos de vosotros compañeros hombres, mujeres y varones, vivís en una entrega total a los pobres, a los hombres, incluso a aquellos que son tan pobres, tan pobres que sólo (no diré solo -sin tilde- como adverbio, sí como adjetivo) tienen dinero. Y vuestra entrega me interpela constantemente no ya para hacer exactamente lo mismo, sino para experimentar vuestras mismas experiencias, y saber darme desde mi propia realidad particular según su forma y manera.

“Yo no quiero ser pobre en ningún sentido, tampoco rico... simplemente no quiero más que ser. No pretendo nada, tan siquiera pretendo no pretender. No es que mi apetito en esta individualidad que llamo mi persona, y que siento como José Antonio, carezca de deseos y aspiraciones, pero soy muy consciente de que éstos (o estos, como propugna ahora la Academia de la Lengua) quedan totalmente en la superficie de mi yo individual, que no son el Yo que soy. En todo caso son una expresión de quien soy-somos. Expongo brevemente mi meditación. Quizás nada ortodoxa según la "doctrina" oficial de los católicos.

En las enseñanzas de espiritualidad que recibí desde pequeño se entendía esta bienaventuranza más o menos así: hombre pobre es el que no se complace en lo creado. Juan de la Cruz nos propone la siguiente suma de la perfección Olvido de lo cre(i)ado,/ memoria del Cre(i)ador/ atención al interior/y estarse amando al Amado. Y es bueno y loable, sin dudas, este sentido de la pobreza. Pero... ¿Es así como se ha de vivir hoy? ¿No se ha de profundizar más? En estos consejos hay una visión totalmente dualista de la realidad: Creador-creatura, y se nos propone una elección, quedarnos con un polo solamente, con el Creador.

Con una visión no-dual: Hombre pobre es el que nada quiere y puesto que nada quiere no puede saber ni tener, simplemente puede ser. (Y dado que nada quiero, mucho menos deseo ser maestro, sencillamente hablo mi meditación en voz alta). El que nada quiere a nada se apega, ni tan sólo a entregarse a los demás, ni a orar, ni a su situación de vida, ni a su dios. Mucho menos a sus ideas, a su salud, a su familia, a sus criterios... Recordemos a Jesús, Palabra-Originaria.
¿Es pobre el que no cumple su voluntad, sino el que se esfuerza por cumplir la voluntad de Dios? Tener esta actitud aconsejada en Mateo 12,50, sin duda que hace bien. Mas si el hombre quiere cumplir la voluntad de Dios, ya tiene algo, ya no es pobre del todo, algo que incluso puede ensalzarlo dentro de una institución religiosa, que incluso lo puede canonizar -recordemos muchas de estas cononizaciones-. Ya quiere y esto es dualidad. No es la pobreza total.
Quiere esto decir, pues, ¿que la pobreza total es el desinterés total? No. Quien pasa de todo quiere a su ego, lo ama y lo antepone a cualquier otra cosa. Quien es pobre, totalmente pobre, simplemente vive y ama y no se apega ni a esta vida, ni a este amor, ni a este Dios, ni a esta fe... Es igual en el tiempo que transcendiéndolo. Es Todo sin ser nunca alguna cosa. Y al no ser cosa alguna concreta es Nada-Todo”

¿Se trata de llegar a conseguir este estado para conseguir ser pobre de verdad? Creo que es este estado el de la verdadera pobreza, pero no creo que la tengamos que conseguir, porque ya la tenemos, lo que nos pasa es lo mismo que nos pasa con nuestra espalda: no la tenemos que conseguir porque ya la tenemos, solamente no nos damos cuenta de ello porque no la vemos, salvo en momentos puntuales: al mirarnos al espejo, cuando nos duele...

Son muchas más las percepciones contemplativas que percibimos con el oculus contemplationis -u oculus fidei-, es mucho más lo que se puede profundizar yendo más allá de la simple reflexión, sin negarla. Pero he querido compartir con vosotros este atisbo de a-dualidad.

Un abrazo

José Antonio

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