PRIMERA
PARTE
La
tensión dialéctica y existencial, Vida – Muerte, es la más
importante de nuestra existencia, de ahí que la preocupación por el
sentido de la dicha existencia (la religión) sea la única
preocupación que merezca la pena en nuestra vida. Todo lo demás
estará en función de la preocupación del sentido último. Incluso
quienes quisieron renunciar explícitamente a la religión
propugnándose ateos, no renunciaron en verdad, sino que buscaron el
sentido de la existencia por otros medios y en otras realidades que
las de los no ateos.
Pretendo,
apoyado en los pensadores que han elaborado una visión transpersonal
del desarrollo humano, reflexionar sobre dicha tensión. Pero, antes
de introducirme en ello quiero anotar algo sobre mi visión de la
antropología.
No
es necesario advertir que mi visión antropológica también esta
fundada en unos pensadores de muy alto nivel tanto intelectual como
religioso, verdaderos sabios-místicos.
La
imagen del hombre de esta antropología rompe las estructuras
habituales del pensamiento, lo despoja de todas las seguridades
exteriores y lo presenta desde la experiencia personal
y auténtica de lo más íntimo de su vida. Lo presenta como Persona.
Es una visión que se inclina hacia el hombre que sufre, que se
alegra, que busca el placer, la felicidad, que busca el
sentido de su vida. Es un hombre consciente de sí mismo. El hombre
interior que sufre por no ser lo que él mismo es en realidad, por no
haber desarrollado su “yo-YO”. Su Yo esencial
que no es el pequeño yo preocupado por el poder, el
dinero, la seguridad...No es su yo existencial
que es el que sale de su egoísmo y se dedica a una causa noble, a
hacer el bien a los demás, a la acción social (algo encomiable,
pero insuficiente, salvo que el compromiso sea el resultado de
haber pasado antes por el yo esencial)... El Yo
esencial es el núcleo con el que el hombre participa en
la realidad sobrenatural del Espíritu divino. Es lo absoluto que hay
en el hombre, la fuente de su verdadera libertad de persona...
Teniendo
esto en cuenta, paso a reflexionar sobre la tensión existencial
mencionada y cómo esta tensión va tomando diversas formas y
aspectos a lo largo del desarrollo de la vida. Anima naturaliter
christiana, decía Tertuliano, y comenta Rahner a este respecto:
“el alma está dotada desde el origen del conocimiento de Dios y
lo que Dios imparte de ese modo puede hallarse, a lo sumo,
ensombrecido pero no anulado”.
En
este misma línea abundan los textos sagrados del budismo,
judaísmo... En definitiva es una afirmación, contenida en la
principales religiones del mundo de una forma u otra, de que todo el
desarrollo del hombre (y el del universo) se encamina hacia el
Espíritu, hacia la Realidad Última. De que el Espíritu es la
finalidad última del ser humano y del cosmos visible.
Pero
el alma no solamente se contenta con tener ese material del Espíritu
replegado sino que siente el impulso de actualizarlo constantemente.
En una palabra, el alma en los distintos procesos de la evolución
personal va consiguiendo un mayor acercamiento al Espíritu. Pero
¡ojo! Es solamente acercamiento, no es el Espíritu, no es Dios. El
alma aspira la Unidad, pero para alcanzarla recurre a ciertas
condiciones que le impiden alcanzarla. Recurre a elementos
sustitutorios que son obstáculos para alcanzar lo Divino. En cada
uno de los estadios del desarrollo (arcaico, pertenencia,
racional...) el alma(nosotros) aspira a la Unidad absoluta pero por
medios que de hecho le impiden conseguirla, y que solo le permiten
conseguir soluciones provisionales que son gratificaciones
sustitutorias. Mas como el alma aspira desde siempre a la Unidad
total, a ser una con el Espíritu, debe proseguir su camino hasta ser
totalmente el Espíritu y no gozar de un mero símbolo sustitutorio.
La finalidad del hombre es el Espíritu, es Dios o la Realidad
última, es la Unidad absoluta. Los medios que utiliza para
conseguirla son erróneos y le impiden de hecho conseguir dicha
unidad, o sean, reprimen dicho impulso. De ahí que lo que se
consigan sean gratificaciones sustitutorias (dinero, fama, juego,
sexo, triunfo, erudición...).
Naturaleza
del proyecto
Sunyata
es el término por el que es conocida en Oriente la naturaleza última
de la realidad, pero esta palabra que traducimos por vacío en
castellano, significa propiamente “sin separación”, sin
costuras. Así como los dedos, manos, piernas... del cuerpo forman un
solo cuerpo, sin división, así todas las cosas y eventos del
universo forma una sola Totalidad, Esencia de la Realidad Única. La
palabra vacío y la palabra sunyata resuenan de muy distintas formas
en occidente y en oriente. En occidente vacío es la ausencia de ser,
en oriente es uno de los nombres divinos (Dios no es objeto ni
sujeto, por eso es vacío, pero también porque es la Totalidad
inconsútil, la Esencia de la Realidad Única). Totalidad que es
según la filosofía perenne la única Realidad. En ningún lugar
existe una realidad radicalmente separada, aislada. Ni siquiera Dios.
El
hombre como individuo separado (sujeto) frente al mundo (objeto) es
una ilusión, pues, y un gran gasto de energías porque es una forma
de represión por la que queremos separarnos del la Totalidad, y para
ello creamos una frontera ficticia que nos separa del resto. Pero
dicha separación no existe más que en nuestra ilusión. Separamos
la mano del brazo y a éste del tronco con lo que obtenemos un montón
de trozos de carne, huesos... y destrozamos el cuerpo. Destrozamos el
cuerpo inconsútil del Universo. Lo mismo si separamos a Dios de la
creación... Advirtamos, por tanto, que la sensación de identidad
separada (sujeto) que experimentamos la mayor parte de los humanos
(muchos místicos no) está asentada sobre un superposición de una
frontera ilusoria sobre la Totalidad, a la que de esta manera
dividimos en un sujeto versus un (o multitud de) objeto(s).
Las
aspiraciones de todos los grandes sabios y místicos de la historia
muestran que el anhelo
fundamental
de todos los humanos es el descubrimiento de esa Totalidad infinita y
eterna, pues toda alma sabe o intuye que su esencia es esa: la
Totalidad infinita, el Espíritu. (Eros)
Pero
a la vez, esto, a lo que aspira, le aterra. Esa transcendencia de la
Totalidad supone necesariamente su muerte, la muerte de la ilusión
del ser separado, del sujeto. Si no desaparece el sujeto no puede
haber Totalidad. Tiene que desaparecer la falsa ilusión de frontera
que separa en dos esa Totalidad, ese Espíritu. Lo cual implica la
muerte del sujeto independiente, perspectiva que aterroriza al
sujeto. (Thanatos)
De
esta manera, el hombre se ve abocado a un dilema radical: lo que más
desea, el ascenso hasta el Espíritu, es lo que más teme porque
supone la muerte del sujeto, la muerte propia como sujeto
independiente. Por esto, deseando la Totalidad se resiste a ella, el
impulso que lo lleva hacia el Espíritu se ve reprimido por sus
consecuencias. Impulso (Vida, Eros) y represión (Muerte Thanatos),
el nudo en el que se encuentra atrapado el ser humano ante la
eternidad. Y como no puede negarse a su anhelo pero a la vez no se
atreve a seguirlo, busca por caminos sustitutorios unas
gratificaciones simbólicas o sustitutorias (todo aquello con lo
que queramos satisfacer nuestros deseos más radicales), que son
alternativas provisionales, sustitutos de la absorción en la
Totalidad.
Continuaremos
con las consecuencias de este dilema.
José
A. Carmona
1 comentario:
Maravillosas enseñanzas sobre el Ser, que lo incluye todo. La angustiosa complejidad de nuestra vida humana se resuelve en nuestra consciente ABSORCIÓN en la totalidad, que es Espíritu. Un fuerte abrazo.
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