Heráclito
de Éfeso, llamado el obscuro, es un filósofo aforístico del que
podemos aprender mucha “sabiduría” (conocimiento que
transforma). Diógenes Laercio recogió muchos fragmentos de sus
dichos de los que buena parte, gracias a grandes estudiosos (entre
ellos, Heidegger y Ortega y Gasset), han llegado hasta nosotros. Uno
de ellos es éste (89):
“Los
despiertos tienen un mundo único en común; cada uno de los que
duermen, en cambio, se vuelve hacia su mundo particular.”
Cada vez que
veo que los hombres nos planteamos opiniones diversas, a veces
incluso contrarias, me pregunto: ¿Será que estamos dormidos? Y no
digamos si no son solo opiniones...Por descontado que realizados el
lugar y el momento no todas son igualmente válidas, y algunas ni
siquiera son válidas, pongamos por caso las opiniones y las
situaciones de violencia, las de autodestrucción del hombre, de la
naturaleza... las anacrónicas que suponen una rémora para el
desarrollo... las que se oponen a la libertad...
¿Tiene esta
pregunta algún valor social? Creo que tanto como pueda tener el
mandamiento evangélico de amar al enemigo, o la afirmación de la
carta a Gálatas (2,20): “vivo, mas no yo, es Cristo quien vive
en mí”. No habrá cambio social eficaz y real si no se
transforma al hombre. Este principio oriental creo que ha de ser
completado con la visión social de occidente, pues la influencia en
el cambio entre el individuo y la sociedad es mutua. El individuo se
hace persona cuando deja de ser un número para convertirse en
relación. Lo social no es más que la realización de lo personal
que transciende al individuo.
Hasta la
llegada del postmodernismo el pensamiento filosófico en casi su
totalidad ha dado por hecho que hay un mundo único y objetivo que
todos los hombres compartimos. La filosofía pretende llegar a
conocer las últimas causas de ese mundo -hacer un mapa del mismo lo
más exacto posible-. Se ha interpretado que las distintas teorías
filosóficas son perspectivas diferentes, más o menos acertadas, de
ese mundo único. A esta filosofía el postmodernismo la llama
“filosofía ingenua” y la critica en profundidad (yendo
hasta la raíces de la misma).
Me propongo
hacer una reflexión global y crítica de esta actitud “ingenua”
de la mayor parte de la filosofía. Buena parte de dicha actitud es
lo que llamamos “sentido común”. Puede resultar
novedoso e impertinente la crítica de la filosofía común (incluido
el tan ponderado sentido común), por ello quiero advertir de entrada
que no niego la validez del pensamiento conceptual, del lenguaje para
desenvolvernos en el mundo práctico de las “apariencias”,
en el que los filósofos sabios (poseedores de sabiduría, no los
eruditos) llaman “mundo manifiesto”, en el mundo en el que
creemos (y percibimos por los sentidos y la mente) vivir y que se
desarrolla en el tiempo, en este mundo que llamamos real, y lo es,
mas sólo relativamente, no absolutamente. En el que nos sirve el
pensamiento conceptual, el sentido común, las palabras... el
dinero... De hecho es lo que estoy haciendo con este escrito, pero la
inteligencia puede trabajar también con los elementos que la
intuición percibe del “mundo inmanifiesto”, puede hablar de lo
Absoluto con un lenguaje indicativo, no enunciativo. Estoy hablando
de la Realidad última – el Espíritu, Dios, el Tao, el
Cristo...- de la que hablan los sabios y santos de la historia,
Realidad que es algo más allá de nosotros a la vez que lo
somos.
Vayamos por
partes.
La filosofía
que ha seguido a la modernidad sostiene que no hay un mundo único,
objetivo, independiente de nosotros, pues el hombre (varón/mujer) es
inseparable del mundo que ingenuamente ve como objetivo, como algo
que está frente a él que es el sujeto (de nuevo la dualidad). El
hombre y el mundo no son dos realidades, sino una sola con dos
aspectos o polos. “Los humanos tenemos conciencia de un mundo
porque es la clase de mundo que engendra organismos conocedores”
(Watts). Porque
somos mundo, somos capaces de conocerlo. El individuo que conoce es
siempre hombre-en-el-mundo.
Si
analizamos, siquiera somerísimamente, nuestro organismo, vemos que
no puede subsistir sin el mundo que lo rodea, sin el kosmos:
respirar, la luz y el calor del sol, los minerales que nos aprta la
tierra, los vegetales y animales que nos alimentan. Hay una
intercomunicación, más, hay una sola realidad, un solo kosmos que
va ampliando su abrazo y del que somos parte.
Algo similar
sucede con nuestros sentidos corporales que solamente perciben
determinadas frecuencias o longitudes de onda (vista, oído...).
Abarcamos con ellos una parte muy reducida del mundo (la vista de un
halcón, el oído y el olfato de un perro...). Además están los
límites de nuestro cerebro, connaturales a su estructura específica,
que a su vez limitan las posibilidades rales de nuestros sentidos y
de nuestra percepción mental.
También
nuestros conceptos son resultado del Kosmos, no son algo en lo que el
kosmos se refleja. El conocimiento que tenemos es inseparable del
mundo físico, del social, del cultural. Tenemos este conocimiento
gracias a que hemos incorporados códigos sociales y culturales.
Aparte dicho conocimiento depende de la base (bio)química de nuestro
cerebro. No todo es pensable. Además el lenguaje conforma nuestro
pensamiento, como también lo conforma la educación recibida, a la
vez que nos facilitan el desarrollo de nuestra cognición (y
formación). Si no hubiera un mundo que lo posibilitara, nuestro
pensamiento no existiría. Mas no solo esto, sino que nuestro
pensamiento es un aspecto de ese mundo, aunque esto no es todo.
Y al revés,
es la mirada del hombre, con su pensar y su lenguaje, la que hace un
mundo humano, la que hace un mundo inteligible. Gracias a nuestras
palabras y a los conceptos que están tras ellas percibimos un mundo
con significado y sentido. Estas palabras y conceptos estructuran la
información que percibimos por medio de los sentidos, la dividen, la
organizan. Y esto, y solamente esto, es lo que percibimos: Un mundo
humano. Por tanto lo que conocemos es ya un mundo transformado y
recreado, cuando no creado, por los hombres a lo largo de los miles
de años de historia. El mundo previo es inalcanzable para la mente
del hombre.
No
exclusivamente son los mundos físico, social y cultural los que
condicionan el mapa que nos forjamos en la mente. Es también nuestro
mundo personal el que influye en la visión. El mundo nos configura y
a la vez nosotros configuramos el mundo.
Incluso los
que compartimos el mismo lenguaje, una historia común, un cultura...
percibimos las cosas de modo muy distinto (a veces), diferente
siempre. Quien percibe es un personaje, un individuo con su historia
personal cargada de experiencias, emociones, sentimientos,
aversiones... y con su memoria que no sólo es algo colectivo (la
cultura), sino también individual que condiciona constantemente
nuestras percepciones, conceptos, principios... juicios, valores...
Lo que para uno puede ser una maravilla (El Quijote, el canto
gregoriano...) para otro será algo insoportable. Por ello, hemos de
tener en cuenta que todo conocimiento es un re-conocimiento
condicionado por nuestro pasado. Toda percepción es una
interpretación, nos dicen los sabios.
Analizando
todo esto podemos concluir (lo que dice Heráclito): que más que un
único mundo, lo que hay es tantos mundos como personas y todo porque
el pensamiento no puede reflejar el mundo de forma objetiva e
imparcial porque es en sí mismo la resultante de todo un mundo
particular que lo sostiene, posibilita y condiciona (M. Cavallé).
Ya he dicho
y lo repito ahora. El pensamiento conceptual y las percepciones de
los sentidos nos son muy útiles. Nos sirven para describir el mundo,
para catalogarlo, para manejarnos en él, para comunicarnos... No se
trata de que el pensamiento y los sentidos nos engañen, como alguna
filosofía ha osado decir, sino que se trata de que ni el uno, ni las
otras nos sirven para conocer la esencia íntima de la Realidad
(Dios, Tao, Brahman, Cristo... Totalidad). Cuando pensamos que
nuestro pensamiento conceptual, nuestras palabras... nos dicen lo que
es la esencia de las cosas, nos dicen lo que es absolutamente real,
estamos soñando, dice la Sabiduría Perenne. Y en nuestro
sueño soñamos que atravesamos la superficie de la Realidad, cuando
lo que hacemos es patinar sobre ella y cada uno a su manera.
Confundimos el mapa que nos hemos creado con la realidad que el mismo
quiere representar.
Se puede
decir sin miedo a errar que en el estado de consciencia actual de la
humanidad, la visión, la contemplación o mente superior
(como llaman algunos/as) está dormida en la inmensa mayoría de
la humanidad (Marquier).
Estamos dormidos para lo esencial y pensamos que estamos despiertos,
cuando llamamos profundo a la brillante superficie de la realidad.
Cada mañana,
cuando abrimos los sentidos y la mente que está tras ellos, caemos
en la ensoñación que nos hace creer que vemos, cuando en verdad
estamos profundamente dormidos, ensoñación que nos priva de la
felicidad.
José A.
Carmona