Ya
en agosto de 2014 escribí algo sobre el tema de los valores. Ahora
respondiendo a una amable invitación, y porque tengo ganas de
hacerlo, me propongo ampliar mínimamente aquellas pocas líneas.
Pienso
que la mejor manera de conocer lo que queremos decir al utilizar la
palabra “valor” es la de contemplar la conducta humana
(tanto la de los demás, como la propia) y ver qué es aquello que
impulsa a los diferentes hombres y mujeres (y nos impulsa) a
perseguir en la vida una cosa u otra. Saber (mejor, conocer) qué es
el valor es, en origen, el resultado de la observación tanto
exterior como interior. Como sabemos bien, nos encontramos con los
más diversos objetos, sentimientos, ideales... que motivan a los
humanos. Desde lo más craso y material hasta lo más espiritual y
místico. Y a esto que nos motiva lo llamamos “valor”.
De
hecho, en la vida cotidiana hemos unido fuertemente el valor a la
utilidad, y a la utilidad instrumental. En cualquier comercio se
desarrollan estas escenas: “Por favor, póngame ese pollo- ¿Cuánto
vale?” Identificamos el precio con el valor y mensuramos el mismo
en dinero. “Tantos euros el kilo.”
Poco
a poco nuestro pensar se ha empobrecido con nuestro lenguaje y
estamos hablando constantemente de mercantilismo al hablar de
valores. ¡Hasta las obras de arte se subastan por dinero! ¡Cambiamos
todo, porque queremos, por dinero! Estamos reduciendo el valor a lo
utilitario, cuando no trastocando los valores y ¡llamando verdad a
la mentira! (de tanto repetirla). La palabra falsa, la falsedad, no
puede imponerse a la experiencia de los sensatos. El principio de “in
medio virtus” es universalmente válido, salvo que queramos el
nihilismo y la destrucción total. Pero no, el nihilismo no, la
Vida es un Valor.
Mas
lo utilitario que es lo instrumentalmente útil, aquello que solo es
un medio para conseguir un fin, no posee valor en sí sino en
función de aquello que hace posible. Éste es un tipo de valor,
inferior y totalmente prescindible; siempre canjeable por otra cosa
de la que lo adquiere. En sí mismo no vale nada.
El
valor de lo inútil
“Sé
que la poesía es indispensable, pero no sabría decir para qué”
afirma Cocteau. Es muy claro que al referirme a lo inútil estoy
hablando de lo in-útil(itario). Hay muchas actividades que
nunca calificaríamos de útiles, porque no son medios para otra
cosa, sino que tienen valor en sí mismas. Son las inútiles. Me
atrevo a afirmar que lo de más valor tiene es aquello que no es
útil(itario), aquello que en muchísimas ocasiones no se ve,
por ejemplo: jugar, comprender, tolerar, conocer, aprender (no una
carrera técnica para emplearla luego), sentir, crear, contemplar...
y sobre todo amar.
Todas
estas actividades carecen de una finalidad utilitaria, son un valor
en sí mismas, tienen un valor intrínseco. En ellas, en las inútiles
el medio es el fin y allí donde el medio y el fin se identifican
tiene lugar la vivencia de una profunda sensación de plenitud y de
sentido. El ser humano solo experimenta una felicidad íntegra y
realiza satisfactoriamente sus posibilidades internas en las
actividades que no tienen más metas que sí mismas.
Pero,
quiero hablar de otra división de los valores
Valor
absoluto y valores relativos
Esta
división parte de una concepción del mundo que entiendo de lo más
acertada: el mundo como conjunto jerárquicamente ordenado de holones
(holón ya sabemos, es totalidades dentro de totalidades mayores e
inclusivas). En este mundo, que es totalmente real:
El
Valor Absoluto, también llamado valor Sustrato es el que
tiene cada holón, cada cosa, simplemente por ser manifestación de
lo Inmanifiesto, del Absoluto, de Dios, del Espíritu... En este
sentido todas las cosas tiene el mismo valor, pues todos comparten la
misma Esencia, el Espíritu manifestándose en todos y cada uno de
ellos. En esto no hay dualidad mayor valor, menor valor. En cuanto
manifestación del Dios no hay más o menos.
El
Valor Relativo se subdivide a su vez en intrínseco y extrínseco.
Intrínseco
es el que tienen las cosas en sí mismas, extrínseco el que tienen
para los demás. El intrínseco depende de la inclusividad y
totalidad del holón según el orden que ocupe en la jerarquía de
evolución. Por ejemplo, un hombre (holón humano) tiene más valor
intrínseco que un vegetal puesto que dentro de sí abarca los
sentimientos, la racionalidad, la espiritualidad que no comprende el
vegetal. De igual manera lo mundicéntrico (multiculturalismo) tiene
un valor intrínseco superior a lo sociocéntrico (monocultural) y no
digamos ya que lo egocéntrico. Lo cual no quiere decir que los
grados inferiores carezcan de todo valor intrínseco. A los valores
intrínsecos los solemos llamar derechos, pues se poseen por
ser un totalidad individual: la flor, el perro, el hombre...
Extrínseco
es el valor que tienen las cosas para los demás. Por ejemplo para
una molécula es totalmente necesario el átomo, pues sin él no
existiría, lo mismo para un organismo, la célula (y la molécula y
el átomo...), para un hombre, un cuerpo (y la célula, la
molécula...). es el valor que tienen las cosas por ser una parte
relacionada. Y le llamamos obligaciones, porque estamos
inmersos en una red de relaciones que nos obligan a... Todos los
holones son totalidades que se hayan en relación y por tanto todos
poseen valor intrínseco y extrínseco, derechos y
responsabilidades. Graduar la importancia de los mismos depende
desde la ideología hasta la apertura de la mente (siempre mejorable)
hacia lo que es.
José
A. Carmona