jueves, 13 de octubre de 2011

¿Oración de petición?

La oración de petición

En este tema, como en todos, lo que tengo es una gran pregunta y alguna que otra hipótesis que quiero ir exponiendo en este escrito. Se trata de un asunto que me viene “preocupando”, y de algún modo ocupando, desde hace décadas. La liturgia católica está llena de oraciones de petición. Las eucaristías están plagadas de peticiones: primera oración -de petición- con la que se introduce la liturgia de la palabra, las plegarias de los fieles, la oración del ofertorio, la de la postcomunión, sin excluir todas las peticiones que se hacen al Padre a lo largo de la anáfora eucarística. La veneración de María como ¡intercesora entre su Hijo y los hombres! Además: las misas de difuntos, las letanías, “la Salve”, incluso el Padre Nuestro puede ser interpretado, y de hecho lo es, como una oración de petición más. Poco a poco esta inflación de peticiones a Dios está bajando en la institución, pero aún hay muchas recomendaciones: “ruegue usted por mí”... Esto lógicamente no se da en el budismo al no considerar un Dios personal, ni un Dios otro. ¡Ojo que tampoco los budistas son panteístas, ni ateos! (palabra muy desafortunada, porque todos tenemos un referente).

Ya en mi época de estudiante de teología en Salamanca sentía en mi interior repulsión ante todo esto de la oración de petición. Si Dios es omnisciente, sabe lo que necesitamos y si es todopoderoso y padre amante ¿cómo no nos va a dar lo que necesitamos? ¿qué sentido puede tener pedirle? Y si Él sabe que lo que le pedimos no nos conviene para ¿qué se lo pedimos? O es una blasfemia o una soberana tontería.

No niego en modo alguno el bien inmenso que la oración -la comunión de los santos- ha hecho y hace entre los hombres y en el cosmos, es una forma de caer en la cuenta de que el cosmos es Kosmos, es Espíritu sustrato de toda la realidad múltiple y variada que es. Ni pongo en tela de juicio la maravilla que la liturgia romana ha ido creando a lo largo de la historia. Pero critico que la liturgia se haya convertido en rubricismo, se haya anquilosado en un conservadurismo a ultranza en contra de todo progreso de la conciencia humana, hasta el punto de que la liturgia se manifieste hoy como un obstáculo para el encuentro con lo numinoso, cuando su función es ser símbolo. La reforma llevada a cabo, haciendo versión de los textos a lenguas vernáculas, ampliando las anáforas y lecturas bíblicas diversas... es un simple lavado de cara, no un cambio de conciencia por el que la liturgia se haga mediadora -no intermediaria- hoy entre lo transcendente y lo inmanente, por el que sea lo que realmente es: simbólica. Las eucaristías cada vez están más vacías, y la humanidad sigue sedienta. El hombre es un ser simbólico (Cassirer). Sería bueno y oportuno, y lo es, que las eucaristías sean en verdad “comidas de Amor”, “compartir lo que se es”, “diálogo entre los hombres”, “búsquedas del tú-yo en el Misterio”, “rastros de sangre y de vida”, “esperanza y apoyo”, “aperturas comunales de conciencia” “oración colectiva, no de individuos juntos”, "comunión con lo numinoso", "oración"... Pero, aún se mantienen en su ejercicio conceptos -no Misterios- medievales como transubstanciación, consagración, peticiones a Dios, comunión que no une nada ni a nada...

Vayamos a la oración de petición. No hablo de la oración en sí misma, sino de la llamada de petición. Esta oración es una constante en el Antiguo Testamento y abunda en el Nuevo. Baste recordar: “Pedid y se os dará, buscad y encontraréis, llamad y se os abrirá; porque todo el que pide recibe, el que busca encuentra y al que llama le abren” (Mt 7, 7.) Lo mismo dice Lucas hablando del amigo inoportuno e insistente (Lc 11, 5-13), la oración del Padre nuestro que también recogen Mateo y Lucas (Mt 6, 9-15. Lc 11,1-4), aunque el sentido de las peticiones del mismo es el perdón de las ofensas. Por todo el Nuevo Testamento encontramos expresiones y hechos que respaldan, al menos lo parecen, las peticiones a Dios. Recuerdo que ante estos textos yo me planteaba un dilema: o Dios no es lo que me han pintado, o estos textos no pueden tener sentido. Nunca me planteé en aquellos tiempos que la Biblia pudiera no ser “Palabra de Dios” y Palabra infalible tal como se interpretaban estos conceptos: palabra y dios. Se pueden aducir, como en muchas ocasiones, textos del mismo Nuevo Testamento que contradicen lo anteriormente expuesto, como Lc 12,25 "¿Quién de vosotros, a fuerza de agobiarse, puede añadir un solo codo a su estatura?", o aquel del mismo capitulo: “No estéis con el alma en vilo buscando qué comer... ya sabe vuestro Padre que tenéis necesidad de eso” Y si lo sabe ¿a qué viene la petición? O el de Mateo, un poco después del que aconseja la petición (Mt 6,33): “Buscad el Reino de Dios y su justicia y todo lo demás se os dará por añadidura” Si se nos dará ¿por qué pedirlo? O acaso la petición tenga otro significado o función... Sería bueno no olvidar que la mayoría de estos consejos sobre la oración de petición están incluidos en el Sermón del Monte de Mateo, de la Llanura de Lucas, y que en el mismo se dan consejos como: “Si tu ojo derecho te pone en peligro, sacátelo y tíralo...”(Mt 5,29...). Todo entra en el mismo paquete. Todo exponiendo la mentalidad cristiana de la comunidad de Judíos-cristianos en Jerusalén, parece ser.

Yo no soy ningún experto en escrituras bíblicas, sólo sé algo de latín y griego clásico, no bíblico, y el hebreo se me ha olvidado por completo. Aunque el hecho de que pudiera conocer estas lenguas perfectamente poco cambiaría, todo ha sido estudiado hasta la saciedad, aunque no hasta el final. Basta, pues, con conocer lo estudiado, como en todo conocimiento académico. Lo que es verdaderamente necesario, más que conocer personalmente las lenguas bíblicas, es la evolución de la conciencia para abrirse a nuevos mundos también en materia bíblica. Hablaré de ello más adelante. Insinúo, empero: las palabras de la Biblia han de ser un punto de partida, nunca un final que no se puede traspasar. ¿“Roma locuta, causa finita”?.

Radolf W. Emerson, filósofo, místico y poeta de EE. UU. dice en su libro Self-reliance:

La oración que pide un bien determinado -todo lo que no sea el bien completo- está viciada. La oración es la contemplación de los hechos de la vida... Es el soliloquio de una alma contemplativa y jubilosa... Pero la oración como medio para lograr un fin privado es bajura y robo. No supone unidad en la naturaleza y en la conciencia, sino dualidad. En el momento en que el hombre se hace uno con Dios, deja de pedir. Entonces ve la oración en toda acción... (275) (La negrita es mía).

A Raimon Panikkar, teólogo y filósofo insigne, le preguntaron en cierta ocasión qué entendía él por oración, y respondió:

El acto de escuchar al Espíritu. Obedecer (ob audire =oír) la sinfonía de Dios, del Hombre y del Cosmos... No quedarse en una petición, sino estar en actitud de contribuir positivamente al funcionamiento del universo.

Para él, y yo lo veo como él, el consejo evangélico de estar permanentemente en oración - vigilad porque no sabéis el día ni la hora...- no es más que la expresión de una invariante humana tanto antropológica como ontológica y además una constante psicológica. Las almas contemplativas de todas las épocas han vivido en esa oración constante. Pero esta oración nunca ha sido petición sino una liberación real, un realizarse el ser en sí mismo. La oración es en palabras suyas la participación de la vida trinitaria en nosotros.

Y en esta misma línea -la oración de petición no es oración auténtica- podríamos traer a colación infinitud de textos de teólogos, sabios y místicos. Baste con los anteriores.

Si hoy se piensa esto, ¿dónde queda el sentido de la intercesión? ¿dónde queda esa costumbre inveterada de pedir a Dios, a la Virgen y a los Santos? ¿dónde la oración de petición tan difundida en el cristianismo? “Ora pro nobis”.

Deseo apuntar que en esta dualidad, relativamente real en la que sosmos, y en la que necesariamente se inserta la oración de petición el que pide recibe siempre algo, quizás no según su deseo, pero recibe alguna cosa, hoy lo sabemos, la recibe de su subconsciente del que su petición no es más que una proyección. Por ello el que reza por algo siente gratificación , no claridad ni comprensión, al hacerlo. Lo cual no quiere decir que en modo alguno Dios, el Misterio o lo que sea, haya “oído” y “atendido a” la petición. Es obvio -dice Krishnamurti- que lo inconmensurable no puede puede responder a lo mensurable. Dicho esto, paso a una reflexión sobre la relación nivel de conciencia-oración de petición.

El desarrollo psicológico procede nivel a nivel, etapa a etapa. Dicho desarrollo no es más que un elemento más en la globalidad en la evolución general, la cual procede igualmente nivel a nivel, por eso lo que sucede en el desarrollo en el nivel ontogénico (estudio del desarrollo del individuo) también parece que sucede del mismo modo en el filogénico (estudio de la evolución de la especie). “Estos niveles o fenómenos estratificados -dice Bateson- la psicología moderna los ha descubierto en el mundo de la mente”. Cada estrato o nivel superior engloba y abraza, o sea, transforma y transciende el nivel inferior. Por ejemplo, la biología del árbol está transcendida en la biología animal y ésta en la humana. Todos los grandes psicólogos del siglo XX -Maslow, Kolhberg, Gilligan, Gebser, Piaget...- han aportado mucho a este estudio de los niveles “de conciencia” “de realización del Sí-mismo”. Son muchas las etapas de este desarrollo, pero, como ya he referido en otros artículos las podemos resumir en tres: la etapa prerracional o prepersonal (comprende muchas etapas a su vez) a la que Gilligan llama egoísta, la racional o personal (comprende muchas otras etapas también) a la que Gilligan llama del nosotros o social, y la transracional (que comprende niveles como el psíquico, sutil, causal, no-dual) o mundicéntrica. Globalmente considerada atendiendo al nivel medio -en sentido muy lato- de las conciencias, la etapa prerracional abarca en Occidente desde los comienzos de la aparición del hombre hasta el Renacimiento en el que la razón comienza a reinar, la racional desde el Renacimiento y la Modernidad hasta los siglos XIX y XX, posteriormente ha comenzado a apuntar en algunos o muchos casos (según se mire) la etapa transracional. Sin embargo, establecer límites temporales a las etapas de la evolución de la conciencia es un poco absurdo porque coexisten siempre algunas en el mismo tiempo, y, además, todos los místicos transcendieron con creces la etapa de conciencia media de sus contemporáneos. Evidentemente Jesús de Nazaret alcanzó el nivel más alto de la evolución de la conciencia. Según algunas estadísticas recogidas por Kohlberg, Wilber, Carol Gilligan y otros, un 70% de la humanidad actual se halla aún en el nivel mítico, o peor en el nivel mágico, del desarrollo de la conciencia, que son las primeras etapas de la prerracionalidad, o sea, la mayor parte de la humanidad no ha salido de la etapa egoísta. Las subetapas posteriores prepersonales son las de pertenencia (a un grupo, un clan, una tribu, una iglesia, un equipo deportivo, una nación..., en el que deposito todo mi ser) y la agraria o neolítica, hermanada con la de pertenencia. En estas “subetapas” de lo prepersonal permanece la institución católica, y ellas son el fundamento psicológico de la oración de petición, tal como yo lo entiendo. Jesús llegó -no nació siendo el Cristo, no hay teólogo no-institucional que no lo afirme- al nivel de Identidad con el Misterio en su exaltación por Dios (el Padre) a la que llamamos resurrección. Pero, Jesús fue deudor de una cultura -en todo semejante a nosotros menos en el pecado que dice Pablo- dentro de la que comunicó su mensaje, y en esa cultura hay conceptos e interpretaciones como el sheol-hades, el fuego del infierno, los sacrificios expiatorios de animales, las plegarias y peticiones, las limosnas al templo, los milagros...¡la esclavitud! asumidos igualmente por Jesús que era judío del siglo 0.

A cada nivel de conciencia corresponde un paradigma. En nuestro caso concreto, tratamos de la oración de petición, se trata de un paradigma espiritual (o religioso) que es un aspecto del paradigma propio de esta conciencia: el prepersonal. Paradigma no racional, infantil (como dice y muestra la ontogenia), incapaz de soportar el más mínimo análisis crítico desde la racionalidad, no digamos desde la transracionalidad. Un paradigma teocrático y heterónomo.Sin duda que empezó siendo mágico y fue evolucionando, pero sin transcender los límites agrarios, teocráticos y heterónomos y siempre teñido de magia y de mitos exotéricos. Es en el que se refugia la inmensa mayoría de los que se autodenominan (con una mala utilización de las palabras) creyentes o no creyentes: ateos, (personalmente la actitud agnóstica me merece mucho respeto, aunque no la comparta. El Misterio va más allá de la razón, no es que se quede antes ni que ella lo pueda descubrir, lo pueda ni afirmar ni negar).Es el paradigma de la inmensa mayoría de los que se llaman católicos.

La llegada al nivel personal o racional (claramente ambiguo esto de lo racional como aceptan los filósofos actuales) exige per se un nuevo paradigma, un paradigma autónomo: un nuevo referente de comprensión del Kosmos, un nuevo lenguaje porque hay una nueva Visión. Nunca una negación del Espíritu (error craso de la modernidad): No puedo aceptar el Dios medieval, lo que no quiere decir que Dios no sea, sólo que de ser no puede ser lo que dice el Medievo. Comporta una nueva Visión, que no es mera interpretación sino co-creación -dicho en términos abrahámicos-, del mundo, del hombre, de Dios... de la Realidad. ¿Podríamos llamarla visión cosmoteándrica o habría que reservar este nombre para la transpersonal?.

En la etapa transpersonal o transracional, la Visión se transforma en Identidad, mejor dicho, la persona cae en la cuenta de que la Visión es Identidad. Cae en la cuenta de la Totalidad no-dual. El conocimiento deja de ser definitivamente conceptual para ser Identidad: Sabiduría. ¿Paradigma de Conciencia de unidad o identidad? ¿Paradigma de la Visión cosmoteándrica?

Y el paradigma sobre el que se construye toda la “teología” cristiana-católica, el paradigma que “es” la mente de los que escribieron las Escrituras fundantes -en las que se fundan las religiones institucionales del libro-, tanto cristianas como musulmanas, de Occidente -no tengo conocimientos para decir nada de las orientales- es el de la prerracionalidad, del infantilismo, de la incapacidad para someterse a una crítica seria de la razón (por muy ambigua que esta palabra sea), el teocrático (sea un dios, una diosa un líder, un emperador, un rey, el jefe de la tribu...o el cantante de moda, o el mejor futbolista de mi club... el theos). Quizás de ahí su dogmatismo a ultranza. Mas la Vida no es doctrina, es Sabiduría: los que no hemos caído aún en la cuenta de que somos Vida necesitamos en muchos momentos doctrina (doctrina que describe: ciencias, doctrina que explica: filosofía), pero no dogmas, el dogma es para los infantes que necesitan apoyarse incondicionalmente en sus papás. Los elementos del paradigma prepersonal se están cayendo a raudales desde hace unos siglos: Una diosa primitiva, un dios otro, todopoderoso, creador; los conceptos teológicos de la escolástica: persona, substancia, naturaleza, creación, gracia, redención, sacrificio de la cruz, satisfacción por los pecados, siete sacramentos (yo los enseñé en la facultad), postrimerías... y oración de petición.

¿Quiere esto decir que todo lo enseñado y alcanzado, todo lo realizado en la etapa prepersonal no era verdadero?

Hemos de distinguir entre verdadero y auténtico, pero antes quizás, hemos de sustituir en muchísimas ocasiones la palabra “verdadero” (que usamos con tanta frecuencia en el lenguaje coloquial) por la palabra “válido”. Verdadero ha de ser todo en cuanto que es Ser: Verdad. Válido es lo que ayuda a, tiene carácter de utilidad, pero siempre dentro del mismo nivel de conciencia. No me cabe duda de que todo lo elaborado bajo el paradigma perpersonal de pertenencia tuvo validez para quienes vivieron con esa Visión, les sirvió, aunque nunca les ayudó a superar su propia Visión. Quedaron clausurados en ella. Podemos utilizar un ejemplo para entender algo de esto. El viejo paradigma es semejante al hecho de alumbrarse con la lámpara de sebo animal que alumbraba las noches en el pasado remoto y no tan remoto (se cambia el sebo por aceite, petróleo...). El paradigma personal sería similar al hecho de alumbrarse con la luz eléctrica. No sustituir la lámpara por la luz eléctrica sería una aberración: luz eléctrica que ha llevado consigo la creación de un mundo nuevo de luces, colores, sensaciones, vida... valores, actividades, diversiones... mundo que no existía en los tiempos anteriores. Pero también luz que conlleva nuevos problemas y que por otra parte tampoco es la última palabra pues el desarrollo sigue. Los paradigmas seguirán cambiando en función del nivel de conciencia.

Auténtico es lo que empuja, siendo válido para el momento y circunstancia, a superar el nivel de conciencia, a transcender la etapa de evolución. Por ejemplo, la insatisfacción al sentirse asentado en una Visión determinada -asentado en la lámpara de aceite, en la luz eléctrica, asentado en una interpretación religiosa cargada de infantilismo al que se le llama fe...-. Según esto lo prepersonal fue (y puede seguir siendo para quien no se plantee nada más que seguir al grupo) válido, pero no cuestionárselo no tiene nada de auténtico. La oración de petición tuvo su significado, su validez -dio conformidad a mucha gente-. Pero instalarse en la oración de petición, instalarse en un paradigma superado no es auténtico, como tampoco lo puede ser instalarse en el paradigma personal. Instalarse hoy en la oración de petición no es ser auténtico en la Fe que es experiencia de aquello que siendo Yo me transciende. Nos advierte el evangelio del peligro de la instalación: “Mansionem manentem hic non habemus” predica el texto de la Vulgata.

Quiere esto decir, supongo que muchas personas no han podido soportar lo que acabo de escribir, yo tampoco lo hubiera podido hace quince años, (¿estoy diciendo disparates?) pero si aún tienen un poco de coraje me atrevo a pedirle que sigan leyendo, ¿Quiere esto decir, repito, que todo lo referente a Dios, a la religión es una chorrada para mí? En modo alguno. ¡Todo lo contrario! El Misterio es algo tan maravilloso que no lo podemos encasillar en un paradigma humano, ni en el prepersonal, ni en el personal ni en ningún otro. ¡Yo estoy prendido de Jesús, el Cristo! Pero lo quiero ver, lo quiero experimentar a través del prisma que mi conciencia, que evoluciona, tiene en estos momentos, lo quiero interpretar desde un paradigma válido para el nivel en que me encuentro, como muchos _al menos casi 2.000.000.000- en la humanidad hoy. Pensar que estoy negando que exista el horizonte es estúpido, lo que niego es que desde la orilla del mar se tenga el mismo horizonte que desde la montaña que está junto a él. Los horizontes se amplían y la Visión se engrandece. Visión que no es solamente percibir sino también co-crear. “Creatio in fieri”. El conocimiento conceptual presupone un mundo creado. La sabiduría supone transformación constante. Y sabios siempre los hubo, pero han sido y son pocos. En nuestra cultura hemos vaciado de contenido muchas cosas, entre ellas la palabra “sabio”. Sabio no es el que conoce mucho, sino el que se conoce transformándose”. Saber no es conocer, conocer es tener tener erudición, lo he repetido hasta la saciedad.

La oración de petición presupone una Visión de la Realidad basada, como digo, en un paradigma de pertenencia y neolítico en el que el Misterio aparece como un Sujeto (¿similar? a nosotros), capaz de oír las peticiones de los que tienen ¿fe? en él, de desoír las de los que tienen ¿fe? en otro, o simplemente no la tienen, capaz de cambiar las ¿leyes naturales? Aparece como un señor o ¿padre? que exige que sus hijos le pidan para darles, pese a que él lo sabe todo, que se satisface con la sangre de su Unigénito, que necesita mediadores como María y los santos... y que normalmente hace caso omiso de las peticiones que recibe. Y ¿qué te aconsejan los dirigentes espirituales cristianos si tus peticiones no son escuchadas? Tener más fe -confianza en ese ser que hemos creado por oposición a lo que somos-, o sea, más infantilismo. ¡La fe es una cosa muy seria para maltratarla de esta manera! Y al final aceptar la que llaman “voluntad de dios” ¿Qué estamos proyectando en la oración de petición? Nuestra finitud y contingencia a la vez que soñamos un Ser que no es más que un ídolo mental.

Y a la hora de acercarnos a la Biblia se nos dice por la institución católica que es la Palabra de Dios, y como la Palabra de Dios no nos puede mentir, lo dice taxativamente el concilio Vaticano I, la conclusión es clara en la Biblia solamente se dice la verdad -la doctrina del grupo-. Mas resulta que cuando los hombres nos hemos puesto a leer y estudiar la Biblia ¡Cuántas contradicciones, inexactitudes, errores, incluso aberraciones... hemos encontrado! Quizás este libro, la Biblia, no sea más que un libro de testimonios de gente que creía en Yahveh y de las comunidades que seguían lo que les habían predicado sobre el Cristo, en modo alguno un libro de oráculos en los que “ese Dios: Yahveh” proclama la verdad. Como dice Lenaers.

Después de la modernidad con la separación de la Verdad, la Bondad y lo Bello y más aún del estructuralismo y de la postmodernidad con su apertura mental hacia los contextos no podemos permanecer en paradigmas infantiles, al menos no es serio- lo serio no es lo triste y cariacontecido-. Estos nos aparecerán muy seguros, -claro: yo tengo a mi papá (¿papa?) que no se equivoca-, pero nos llevan a una idolatría sin sentido, a una ineficacia comprobada, y a una gran ignorancia del Misterio, ignorancia que estorba para percibirlo, salvo en casos de personalidad muy fuerte. Nos alejan del Cristo, de la Vida, del Amor que nace del Ser. Nos cierran en el pobre círculo de una idolatría cuando menos estéril, si no nociva.

¿La Biblia es la recopilación de la Palabra de Dios pronunciada a lo largo de la Hitoria? ¿La Biblia es un libro de testimonios? ¿Cómo entender la Biblia?

Está claro que en el paradigma prepersonal o infantil de pertenencia a la tribu (comunidad, iglesia...) el significado de Palabra de Dios no puede ser otro que conjunto de expresiones verbales y narración de acciones con las que Dios, el Todopoderoso, ha ido dirigiendo el curso de la Historia de los hombres. En este campo caben todos los sentidos dados a la Biblia a lo largo de los siglos desde el literal -propio de la ignorancia radical del medievo- hasta el simbólico -con una significación puramente conceptual de lo simbólico como lo no-real-. En todos aparece el Todopoderoso dirigiendo La Historia. Por lo tanto, hay una alteridad-dualidad: Dios-hombre. Algo que supone la fe en un Dios otro y con capacidad para corregir su propia obra: la creación.

Hay, pues, una idea de Dios, idea idolátrica como ya he expuesto en otro artículo, un concepto de un Dios hecho a capricho de los deseos humanos. Traigo a colación un pequeño párrafo de aquel artículo:

Si acudimos al Símbolo Niceno, así como a los catecismos de toda época, incluido el Catecismo de la Iglesia Católica, publicado por Juan Pablo II en 1997, nos encontramos con la misma concepción de “Dios”, concepción que corresponde a la polaridad opuesta a lo que el hombre “concibe como su propio sí mismo”. El hombre se siente condicionado, luego Dios es lo Incondicional, el hombre se siente contingente, luego Dios es el Absoluto, el hombre se siente temporal, luego Dios es lo Eterno... En una palabra, dice Mónica Cavallé que se trata de: “una noción de Dios concebida por el yo y que sólo tiene sentido para el yo y desde el yo”.

En cuanto a qué significa Palabra en la expresión Palabra de Dios, entiendo que se refiere fundamentalmente a la expresión verbal, más allá de la lengua, del momento y de la historicidad de lo dicho. A lo largo de los siglos de vida del cristianismo la interpretación de cómo hay que entender la “Palabra” ha variado substancialmente: ¿Comunicación?, ¿Acción?, ¿Literalidad? ¿Sensu Spirit(u)ali?... Creo que todo debido a un referente infantil: el paradigma prepersonal.

La Biblia, es la postura de autenticidad, la hemos de ver desde un paradigma más maduro (racional o transpersonal). Personalmente me parece válida la propuesta de Lenaers: Un libro de testimonios. Y en un libro de testimonios las sentencias, frases, afirmaciones, eslóganes sólo adquieren sentido en la visión global. Tomados aisladamente no tiene valor significativo. En esta visión, entiendo, cabe totalmente la interpretación de la Biblia como un libro simbólico, como lo serían el Tao, los Vedas, Al Coram, pero asumiendo el significado profundo del símbolo: no algo opuesto a lo real, sino como lo profundamente real. Símbolo es aquello que hace superar la dualidad aparente de las cosas y nos hace vivir la no-dualidad. El símbolo más auténtico de todos es el Amor. Sus expresiones físicas: abrazo, beso, caricia, cercanía, entrega de bienes... nos pueden servir de ejemplo también. La Biblia no nos cuenta una historia, entre otras cosas porque sus autores no tenían ni idea de qué era “la historia” pero es el abrazo que nos une a otros hombres que también fueron conscientes del Misterio. O quizás no eran “otros” porque no hay otros en lo Profundo, en la Conciencia de Unidad.

Además, a la hora de entender las expresiones atribuidas a Jesús, se ha de tener en cuenta, lo que ya he apuntado, Jesús era judío y su cultura era judía y del siglo 0, aunque su conciencia estuviera en el nivel más alto posible -conciencia de unidad o de identidad-. Y sobre todo se ha de tener en cuenta que los escritores de los libros del Nuevo Testamento también eran judíos, que las comunidades cuya fe es la narrada en los libros pertenecían a una etapa de conciencia prepersonal. Esto es lo que recogen los libros. No pueden hacer otra cosa. No podían exceder su nivel. Como hoy tampoco podemos exceder nuestros propios niveles. ¿No sería absurdo hablar a aquellas comunidades de la necesidad de que mi ordenador sea más rápido? No entenderían nada. La informática no entra en su paradigma, como tampoco lo hace una visión no-dual de Dios, del Misterio, ni lo deja de hacer la oración de petición. La Edad Media vino a empobrecer el nivel de conciencia y el paradigma de referencia. Y nosotros aún somos deudores.

Son muchísimas las aportaciones y reflexiones que se podrían ir añadiendo a estas, pero la brevedad en un artículo es un bien. Pienso que posiblemente lo más importante está dicho. O quizás no.

José A. Carmona